En el capitulo «Hades» (6), Bloom se encuentra con Stephen Dedalus. También con Martin Cunnigham. Le viene a la cabeza a Bloom la muerte de su hijo, «si hubiera vivido, verle crecer«, Bloom añora esa ausencia: «yo en sus ojos«. No dice «que me viera» o «que me mirara», sino que utiliza una expresión estática que es la imagen del pensamiento en su interior. Joyce recoge las frases antes de decirlas, antes de ser lenguaje y las traduce a éste tal cual se le aparecen en la mente. Lo mismo que un espectroscopio recoge la vibración de un color antes de ser «colorido» por  la visión y el cerebro.

En esta facultad del lenguaje aparece la fusión de las dos grandes pulsiones del ser humano, la muerte y la sexualidad, algo que el hombre moderno vive como problema al no tenerlos resueltos. Acto seguido a recordar Bloom la muerte de su hijo le viene a la cabeza cuando lo engendró, «aquella mañana en Raymond«. Desde la ventana vieron a una pareja de perros apareándose. Molly le pide un achuchón. Tal recuerdo le lleva pensar en su hija que pronto será ya una mujer «la vida, la vida«. En el capítulo «El Cíclope» (12) se cuenta que un carcelero vio que al morir un condenado a la horca tiene la verga tiesa. 

Los pensamientos emergen sin control, le salen a los personajes de «Ulises» y van de un tema a otro, se asocia algo que ve con algo que recuerda. Un guardagujas le hace pensar a Bloom en lo necesario de algún invento más automático. ¿Y los empleos? Se trabajará en hacer nuevos inventos. Joyce no nos lleva a otro hecho, a otra situación, sino que surgen ocurrencias y cada suceso o persona que se cruza provoca reacciones en el personaje central, Bloom. Éste ve con Dedalus a Boylan Botero. Bloom se mira las uñas, se pregunta que hay en Boylan que vean las mujeres y la suya en especial, que mantiene con él relaciones sexuales. Lo considera el peor hombre de Dublín. Bloom tiene las uñas bien cortadas. Le viene a la cabeza que Molly está engordando. Joyce cuando describe un gesto nos hace ver que hay muchos y variados pensamientos. El gesto también es lenguaje. Mr. Power habla del suicidio. Dedalus dice que es de cobardes. Bloom cerró los labios de nuevo. Su padre lo hizo. Anteriormente la imagen de un entierro que debe ser de un niño, le hace volver a pensar en su hijo.

Es como si la muerte rodeara todo y hay que sobreponerse, luego comerá, beberá, se excitará. Pasa a darse cuenta de que el día siguiente es día de matanza. Parece que el mundo de los muertos no está en el mundo de los mitos, sino en la vida misma. Pero no es la muerte lo que le preocupa, sino personas concretas que mueren. Y vemos escenas en las que la muerte se hace presente en el paisaje cotidiano. Un tranvía lleva el ganado del puerto al matadero. Bloom sabe de un tranvía funerario en Milán. La imagen que planea por el cerebro es que se puede conquistar a una viuda joven, a la que le acompaña la muerte. «Amor entre lapidas». Y hace una referencia a Romeo, sin más. «Sepulcrales aderezos de placer«. Y: «En medio de la muerte estamos en vida. Los extremos se tocan«. Pasa a oler a bistec, como para dar envidia. Y le viene a su pensamiento que Molly quiso hacer, alguna vez, el amor en la ventana. Seguidamente el autor nos da a conocer que Bloom sabe de muchas personas que han muerto. Pero Joyce no lo cuenta. Sugiere. Las palabras las usa a modo de flash, para que iluminen al lector sus recovecos mentales, siendo en esto donde radica una parte de  la seducción del texto, porque hace que el pensamiento del lector participe. Leer no es mirar lo que pasa, en «Ulises» leer es dejar que los pensamientos afloren. Por eso algunos quedan absorbidos por la lectura, curiosos de experimentar, o la rechazan porque se desboca pensar y los sentimientos dormidos se hacen presentes. No es una lectura que pueda hacerse siguiendo un argumento. 

Los pensamientos que deambulan en la conciencia de cada uno de nosotros suelen quedase encerrados. No se comunican y, muchos de ellos, ni tan siquiera somos conscientes de ellos. Cuando Molly recibe las cartas, queriendo saber qué es lo que le escribe Boylan, está ante su marido a quien le dice que quien le escribe le manda el programa. Es con quien ella ha hecho el amor y desea volverlo a hacer. Lo único que sale fuera como comunicación entre ambos es lo que le dice a Bloom: «Poldy escalda la tetera«. 

Se oye rebuznar a un burro. Nunca se ve uno muerto porque, avergonzados de morir, se ocultan. Bloom recuerda al oír rebuznar al asno que su padre también murió. Se suicidó envenenándose después de haber muerto su mujer.  Bloom no decide qué quiere pensar, sino que le surgen asociaciones de ideas. Habían pasado con un amigo por un lugar de casas sombrías en donde hace un tiempo un hombre mató a su hermano. La muerte aparece de muchas formas. El narrador calcula que suceden entre 20 y 30 entierros al día. Un dato que se relaciona con que hay demasiadas personas en el mundo. Joyce deja caer las frases, para que el lector las una y relacione.  No trata de convencer al lector, ni de seguir una historia, sino que deja que cada frase penetre suelta y por sí misma en el lector, pues no suelen ser frases dichas ni pensadas, sino que aparecen en el pensamiento de los personajes. 

En el cementerio Bloom se acuerda de su mamá, que reposa en aquel lugar. También de su hijo. Lee los nombres de las tumbas. Son lo que queda de las personas. Mucha información de los personajes gotea a lo largo de toda la novela. Molly y Bloom son ambos hijos únicos (13).  

Cuando Bloom va con el Dr. Murray a recoger un encargo para el periódico en los soportales de correos hay un limpiabotas (7). Bloom es agente de publicidad. El doctor pide a Stephen que escriba algo para él., «el vocabulario de la juventud». Durante la conversación entre los tres hablan de la mitología griega. Parece que quieren indicar que hay mucho mito en ella. Los sofistas golpean a la altiva Helena, pues Antístenes escribió que la belleza en realidad es la de Penélope y no de Helena. Que lo de Troya fue un saqueo, de manera que el que Helena se fuera con Melenao fue una excusa. Antístenes, discípulo de Sócrates y  fundador del cinismo en la Grecia clásica. Sus seguidores, entre ellos Diógenes de Sirope, fueron llamados «perro» por su manera de vivir en pro de una existencia natural y sobria, sin convenciones sociales, en armonía con el Todo. Consideran la civilización algo antinatural, por lo que la desprecian. 

Lestrigones

En «Lestrigones» (8) Bloom recibe un prospecto de las Juventudes Cristianas. Dice en relación al adepto que se cruzó con él: «se lo colocó en la mano». Joyce quiere que veamos lo que ve el personaje, quien percibe que se lo coloca, no sabe si se lo da o se lo deja. Se lo coloca. Esta precisión del lenguaje se usa en toda la novela, hay que entender su función para leer la obra adecuadamente y sacar su jugo. Después de varias frases se expresa sobre el panfleto que tiene: «nacimiento, himen, mártir, guerra, cimientos de un edifico, sacrificios, ofrendas quemadas de riñón, altares de los druidas«.

Con una cadena de palabras crea sucesivos resplandores de conceptos, que van de la religión primitiva al hecho de nacer, lo cual, obviamente, tiene que ver con el acto sexual y la importancia que se da a la virginidad en sociedades y personas de una intensa fe religiosa la mentalidad que responde a su época y a la cultura irlandesa, que Joyce hace aflorar a través de su novela mediante el magma de una sexualidad rota por la religiosidad. Al mismo tiempo un mundo subterráneo, clandestino, en el que se vive la sexualidad de manera escondida.

Escrita esta novela en el primer cuarto del s. XX hay que relacionarlo con el escándalo de actual en el que se hacen públicos muchos casos de sacerdotes católicos de Irlanda que años atrás abusaron de menores de edad. Lo mismo en Estados Unidos, Austria, Chile, Alemania, Brasil …En junio de 2010 el Papa ha exigido una inspección  de la diócesis y seminarios de Irlanda donde sacerdotes abusarion sexualmente de miles de menores durante décadas.  También la noticia de la mujer del primer ministro irlandés que se ha conocido que mantuvo relaciones con un chico veinte años más joven que ella (2010). Parece que Joyce escribió un guión que se representa en la realidad porque está escrito en el cerebro, sin que seamos capaces de darnos cuenta. Como dice Victoriano Fernández es necesario saber cómo funciona el cerebro para educar y enseñar a las personas.  

En este puzzle de ideas se hacen enunciados y propuestas para pensar, sentir e iluminar sensaciones. Quien lea «Ulises» tiene que dejar que estallen las palabras en él, en lugar de seguirlas hacia su significado. ¿Qué significa una ola?. Es algo que se ve, luego se le puede comparar con una metáfora, o estudiar cómo se forma científicamente, pero la ola es ola en la vista y al oírla es sólo el sonido de la ola. ¿A la vista no es únicamente imagen?, la imagen se puede imaginar, pero cuando se ve la imagen va unida a la cosa. 

Las palabras giran en  torno a Bloom a medida que van saliendo, pero forman un hilo conductor que es recurrente. El protagonista siempre vuelve a su relación con Molly, pero no como una mera obsesión sino por ser el funcionamiento de la mente de este personaje. «La vida es un fluir», otra vez el autor mira su obra y la describe dentro de ella con sus personajes. Lo que fluye fluye, como cuando piensa Bloom que cualquier sitio es bueno para un anuncio. Se le ocurre un escaparate con dos chicas escribiendo cartas, para atraer clientela, la gente querría saber qué escriben. De esta ocurrencia pasa a recordar a Molly, y de seguido se acuerda que tiene el corazón hecho polvo de comer tanto pringue.

Permanentemente se asoman a su pensamiento recuerdos que conviven y se hacen presentes. Se acuerda de sabores, cuando rememora el ron caliente con especias. Rememora una noche que ve desvestirse a  su mujer descubriéndose la almilla del corsé. «Chasquido y suave plof hizo el corsé en la cama«. No lo describe, enseña qué pasa y cómo, quiere hacer que el lector perciba  incluso el sonido, lo mismo que su personaje. De repente pasa a acordarse de su hija cuando una vez estuvo «arropadita en la cama, feliz, feliz«. Está  pensando en ella, cuando Mrs. Breen le saluda «¿cómo está?». Vemos que hay una vida interior que va paralela a la exterior, que a veces no tienen nada que ver una con otra. 

Bloom ve pasar  mujeres, a las que compara con Molly. Piensa en los partos. Su mujer los tuvo fácil. Reconoce que a él le mataría parir. Piensa que habría que dar a cada niño que nace 5 libras hasta los 21 años. Entra en un restaurante, desordenado, con mucho jaleo, todo descrito a golpe de sensaciones. Por ejemplo se lee: «Una cálida carnosidad humana se le posó en el cerebro. Su cerebro se entregó«. No habla de tentación, ni de atracción, sino de un proceso del pensamiento. Al poco tiempo pasa a recordar a un compañero del colegio, ya de hace muchos años, cuando se confundió al recitar un poema sobre el último rey pagano de Irlanda. El autor funde conversaciones, sentimientos, percepciones, pensar. 

Joyce escribe los recuerdos tal y como aparecen: «como si una mano secreta me señalara viejos recuerdos«. Y como si el recuerdo del cuerpo fuera un imán que atrae su sexualidad. Hay una escena en la que Bloom está inmerso en la belleza del momento y recuerda al mismo tiempo que hubo moscas que zumbaban y una cabra mientras que Molly le acarició. Yacieron, se besaron la boca, «Mmmmm«, expresa. Ella le pasó a la boca la torta de alcaravea, cálida y masticada que él  comió con gozo. Percibe en el recuerdo de aquella escena los pezones erectos de ella: «Caliente la lamí. Ella me besó. Fui besado. Besada me besó«. Es un recuerdo.  En el presente ya es diferente su relación.

El deseo sexual  acompaña al ser humano haciéndose presente de manera permanente en el varón. A Bloom se le ocurre que puede comprar unas enaguas de seda a Molly, pero no se atreve ya: «Hoy. Hoy. No pensar«. No quiere pensar en el drama que vive, pero no dejan de aflorarle los pensamientos que cuenta el autor. Se fija en unas chicas de la playa. Más adelante se le ocurre que puede regalarle a su esposa un costurero, para su cumpleaños, pero se acuerda de que no le gusta la costura y podría sentirse ofendida.  Se fija en el olor de la calle. 

El argumento de la novela parece incoherente, que carece de hilazón, pero es que no cuenta lo que le pasa a Bloom, sino lo que se le aparece por dentro. En sus recuerdos alude al poder de los jueces, «viejos borrachines con pelucas«. Ya en el capítulo «Escila y Caribis» (9) un bibliotecario alude a un poeta  cuya alma, dice, está desgarrada por dudas discrepantes, como la vida misma. Un ayudante afirma que los juicios de Goethe son verdaderos en un análisis global.

Se produce en la biblioteca una disertación sobre Hamlet. Se pregunta Eglinton: «¿Qué aplaca el corazón del hombre, náufrago en tormentas horrendas, sometido a prueba, como otro Ulises, Pericles?. Stephen habla del amor y sobre el fingido donjuanismo. A la mujer, comenta, siempre le queda un arma invisible. Antístenes, según Stephen, le quitó el palmarés de la belleza a Helena y se lo dio a Penélope. Eglinton había considerado a ésta muy de su casa.       

Stephen «rió para liberar su mente de la servidumbre de su mente», la cual es modelada según los estados de ánimo. A Stephen le proponen escribir como el poeta y dramaturgo irlandés William Bluter Yeats, escritor coetáneo de Joyce que fue premio Nobel de literatura en 1923,  un año después de la publicación de «Ulises». Autor muy interesado por el orientalismo, la teosofía y el ocultismo se le reconoce en esta obra como quien hizo el libro más bello que jamás haya creado Irlanda «en mis tiempos«. «Uno llega a pensar en Homero«, dice Stephen. El autor hace otra referencia a «La odisea» cuyo protagonista es Odiseo, Ulises, que es el título de la obra. 

Las rocas errantes

Igual que el pensamiento, el lenguaje y las percepciones forman una unidad, también lo es el tiempo,  de manera que pasado y presente van unidos. Al comienzo del capítulo «Las rocas errantes» (10) la novela marca la hora, son las tres menos cinco. En ese instante confluyen otros muchos instantes. El padre Conmee lee en una tablón de noticias sobre una catástrofe en Nueva York. Luego Bloom recordó un libro que le lleva a pensar en la condesa Belvedere, a cuya costa ironiza sobre si cometió o no adulterio con el hermano de su esposo debido a que sería discutible si hubiera eyaculado fuera del aparato reproductor «¿se puede considerar adulterio o no?»

Miss Dunne específica la fecha en la que están, 16 de junio de 1904. No es un día cualquiera. Tampoco sucede en un lugar de cuyo nombre no se quiera acordar, sino que ese día acontece en Dublín, en determinados lugares concretos. Hablan de Bloom como hombre completo y culto, «no es uno del montón o uno más … tiene algo de artista el bueno de Bloom«. A Stephen le interesa «cómo conquistar el amor de una mujer» . 

Aparece paseando Boylan Botero, que tiene en su cabeza el ritmo de una canción de una chica de Yorkshire. La forma de la narración va cambiando de un capítulo a otro, como si se tratasen de distintos escenarios del lenguaje, que realmente es lo que interviene  a lo largo de toda la obra. 

Con su manera de redactar Joyce no dice «se abre la puerta», o «entra tal persona», sino «Tintineo«. Bloom lo oye. Sólo medio nombra en el bar a Boylan cuando entra. Lo cual le hace sentir a Bloom: «¡Guerra! ¡Guerra!». Bloom piensa en Martha, a quien llama en su pensamiento: «ven«. Bloom se siente solo y es llamado «brotebloom» en relación a rosa de Castilla. Las palabras en sí, fuera de la frase y también los nombres adquieren una gran importancia para seguir el curso de la novela. También se llama a Bloom «pringobloom» en relación a su esposa. El autor escribe frases que aparentemente no dicen nada, adquieren musicalidad, pero tocan la psiquis del lector: «nadie cosa nada decía nada. Si«.  Otro nombre es «Blooembloom«. La transformación de los nombres se relaciona con la transformación del personaje en diferentes papeles dentro de su vida sentimental y sexual. Por una parte requiere del consuelo de la flor, por otra  evita el desamor con un  alfiler. 

No se describen lugares sino sensaciones de los mismos para hacernos estar mentalmente en ellos y en la situación en los personajes que aparecen. Bloom «llega al puente de Essex; sí, Mr Bloom cruzó puente de Sísexo». No dice cuándo, ni claramente a qué se refiere, pero al final en el pensamiento de Molly aparece algo que ella sabe, o cree saber a ciencia cierta (18), que su marido ha estado con putas. 

Bloom pregunta a la camarera Lenehan que si Boylan peguntó por él. Ni ella ni una compañera dicen nada. Es un «celestineo airoso» y con la fábula de la cigüeña y la zorra explica Bloom que no puede sacar nada de ellas. Dedalus bebe cerveza. Se descorchan botellas de champán. Hay un salón amplio en el bar. Un piso arriba. El autor nos enseña piezas del puzzle para componer la escena. 

Bloom piensa que debe escribir a Martha. Va al estanco. «¿No eres feliz en tu casa?» pregunta. Piensa que lo va a escribir para preguntárselo a ella, pero se hace la pregunta a él. Da otra pista:  «Fuma sirenas«. Se fija en los labios de Lenehan, rosa de Castilla. Ésta le dice que no pregunte si no quiere que le mienta. Se oyen las pisadas de Boylan, que entra, elegante. Se especifica que es soltero. Es el héroe conquistador. Bloom el héroe inconquistado. Boylan brinda con cerveza con Lenehan, que le  tiró de la manga para advertirle que está Bloom, quien se condujo por entre mesas «floridas de brotecenteno«. Parece que Boylan y la camarera se hacen confidencias y hablan en clave entre ellos, «canta … a los labios de la flor voló«. 

Boylan se fue. Bloom oye el tintineo de la puerta. Come con Gouldingmtrozos de hígado, empanada de riñones. Se oye una canción «… cuando el amor absorbe mi ardiente alma«. Bloom pregunta qué canción es mientras que come: «Todo está perdido» es su título. Pone el oído atento a la respuesta, «sí, todo está perdido«. Desde que abre la puerta hasta que sale se leen muchas frases. Lo que en una novela de hechos hubiera sido una, en «Ulises» son muchas para mostrar el estado interior del protagonista dentro de aquel momento y lugar concreto. En su cabeza está la sospecha de que su mujer se perfuma para Boylan, que está a su vista. Piensa que ella siempre se mira al espejo antes de abrir la puerta. En el bolso de ella hay caramelos de menta, para el besuqueo, piensa Bloom. Cuando sale el amante de su mujer: «Boylan botero, boylando de impaciencia, bricando la yegua«. 

La lectura de «Ulises»supone una catarsis de ese miedo a que la pareja se vaya con otro o piense en otra persona. El autor no cuenta solamente lo que habla Bloom, ni sólo lo que hace, ni lo que piensa y siente, sino todo aquello que está en su cabeza, lo que pasa por ella. Unos pocos segundos se traducen en muchas frases y páginas, por esta razón no es fácil seguir su lectura si no se entiende esto. 

Martha es un consuelo para Bloom; cuando reconoce esto se acuerda de cuando vio por primera vez a Molly, en casa de alguien en la que cantó. El le pasó las partituras: «Bloom cantaba mudo«. Otro dato suelto que se da es que no se hablan con los parientes,  lo cual él cree que es la grieta que hunde el barco. O sea su matrimonio. Piensa que sufrirá si la deja. Llorará. Vemos que los grandes héroes de los mitos y leyendas nunca sienten, actúan, van y viene en función de unos sentimientos hipotéticos que están definidos a modo de un guión. En las novelas por regla general los sentimientos suelen ser parte del argumento, en «Ulises» forman parte del personaje.  

Mientras que Bloom escribe a Martha, le surge al lector la pregunta ¿puede ser la mujer anónima su esposa?  Cree que ha escrito una carta demasiado poética. «La música tuvo la culpa«, se refiere Bloom a que su mujer está relacionada con Boylan por cantar. No lo dice, pero es el fondo y el contexto de toda la representación que hace de su personaje visto interiormente. Le vienen a la cabeza imágenes del pasado de ambos y empieza a hacer deducciones sobre sus recuerdos que le hacen sospechar que su esposa mantiene relaciones sexuales con más hombres. Obsesión que también está de fondo en la novela de Proust «En busca del tiempo pérdido«.  Se da cuenta que su mujer es una lince  para ver a quien le mira. Recuerda en un teatro cuando un individuo la miró a ella  con unos gemelos sin ningún tipo de miramientos ni disimulo. 

Las personas nos hemos acostumbrado a ordenar los pensamientos y los escritores a hacer una historia mediante secuencias de tiempo que se suceden una a otra. En «Ulises» muchas palabras y frases son expresiones, otras sonidos sin significado alguno. Sirven para que el lector perciba una sensación: Rrrrrssss., un vientecillo chiquitín venteó iii, Shollinadooooor, el tranvía cranm cran cran. Craandancran crán. Craaaaa. Se. «Escribe. Se. Pprrpffrrppffff. Acabó». «Ca ca ca ca  ca Cará; Cluc Cluc Cluc. frsiiiiiiiiiifror (onomatopeya del tren) allaaá , amoooooor, másallá. O tipos de pedo: suiiii, iiiii, ooooor. Joyce dibuja el pensamiento con las palabras, no lo traduce como por Freud al interpretar los sueños. Tampoco Joyce explica lo que quiere decir su texto. Lo hace visible porque construye una imagen con las palabras.  Incluso yo diría más: traslada al lector directamente la percepción de una imagen. Forma una palabra con varias mostrando una unidad de la que hablamos también en el lenguaje: «dostorprofesoresespecialdehistoriageneradocucentprivadelsuspensoysanatoriomuseooinstitutonacional«.

Otra vez vuelve a la mente de Bloom su hijo muerto. Y acto seguido piensa en su hija, que es una estudiante. Se ve como el último de su estirpe. A Boylan no lo considera cortés, pero «de oro el bolsillo lleno; por eso él las consigue» y vuelve a recordar cosas de cuando conoció a Molly. Luego piensa que la sidra le estriñe. Luego una vez que una puta se dirigió a él. Conocía ya a Molly. Por una parte le parece caro lo que cobran las prostitutas que ejercen cerca de donde viven, pero piensa que la puta tiene que vivir como los demás, «tentadora, última rosa de verano«. 

Bloom se encuentra con Joe Hynes ya fuera del bar (12). A consecuencia de ver una figura sentada en una roca, una estatua parece ser, reflexiona sobre los héroes, que van de los conocidos a personajes de la literatura, como «Tristán e Isolda» o «Adán y Eva», a el último mohicano, la rosa de Castilla, la mujer que no quiso, etc. Bloom fanfarronea con un cigarro. Trata de camelar a una anciana. Habla luego sobre un seguro de vida del amigo que falleció. 

Pasa un rato y sale Boylan en una conversación, va a hacer una gira de conciertos por el norte. Bloom dice que sí, que su mujer canta e irá con él. Considera a Boylan un organizador excelente. «Ahí está el intríngulis«, dice el narrador, «y lo explica todo«. Y comenta «ándate listo Calixto, porque Boylan se la va a trajinar«, lo cual ya sospecha Bloom, quien recuerda  la belleza de su esposa cuando se conocieron, la de los pechos pródigos, «la casta esposa de Bloom», se dice a sí mismo con ironía. Con las palabras se construye un laberinto de sospechas que se convierten en realidad en nuestra mente. Esto afecta también al tema del nacionalismo con el que se entremezcla, lo discuten, igualmente con referencia a  la cuestión judía de la que también hablan. Y mediante esta construcción de la palabra finaliza el capítulo «El cíclope», con la aparición de un resplandor al ver Bloom una carroza que asciende a los cielos, como un nuevo profeta, ben Bloom Elías que asciende en una nube de ángeles. Beben y parece que las palabras salen solas para hablar de cualquier tema. Vemos como Joyce pretende hacer ver que el lenguaje crea realidades interiores que creemos igual que otras externas que también se creen, sean o no ciertas, tengan o no sentido. 

Nausica

Bloom se va solo a dar un paseo en el capítulo «Nausica» (13). Descansa en un banco cerca del puerto. Hay tres chicas, una con un bebé. están  también dos mellizos. Hablan de cosa de mujeres. Bloom está lejos, las ve, pero no las oye. Se fija en una de las niñeras, una joven atractiva, Gerty. Es devota  de la diosa de la moda, incluso de la ropa interior. Es refinada. Tiene un novio que es guapo y deportista. Son de familia protestante. «Poco interés mostraba él (el novio) por lo que ella sentía, ese vacío sordo y punzante a veces…», explica el narrador para dar a entender que se trata de una relación rutinaria que empieza por una atracción y sigue, pero «sin embargo él era joven y por ventura aprendería a amarla con el tiempo«. Getry tiene 17 años. 

En la mirada de ella la corroe una pena, «es su alma la que se asoma a sus ojos«; «Sabía que soñar despierta sobre su matrimonio había sido fijado«. El amor se plantea como un patrimonio de la mujer, el novio siente atracción por ella, la desea. No es un príncipe azul para ella, que lo prefiere así. De vez en cuando el bebé y los niños interrumpen  la descripción de aquel paisaje humano.

El padre de Gerty es alcohólico. También violento, ella fue testigo. La madre de Gerty toma rapé. Alguna vez discutieron ambas por ello. El autor hace un comentario que puede ser muy criticado: «el hombre que levante la mano a una mujer, menos si es por cariño, merece ser catalogado de la calaña más baja«.  

Gerty está absorta en sus pensamientos.  Se levanta la falda para dar una patada al balón con el que juegan los niños. Lo hizo para llamar la atención, disimuladamente, del señor que está mirando (no se sabe que es Bloom hasta el final del capítulo, aunque se puede suponer). Ella siente rubor. Se habían intercambiado miradas «casuales». El rostro de él le pareció triste, sobre todo porque iba vestido de luto. Bloom baja el ala de su sombrero. Gertry suelta su imaginación, le considera esposo de sus sueños. En esta parte de la novela Joyce convierte al protagonista en una especie de Dulcinea, pero en varón. Ella lo idealiza. Desde la distancia quiere hacer que él se enamore de ella y que olvide sus recuerdos del pasado. Sueña que la abrazaría, tal vez con ternura y la amaría para él sólo. Los niños se pelean. Momentos después ella se preguntará si es casado o viudo. Piensa que puede ir de luto por una antigua novia. 

Gerty mantiene su coqueteo en la distancia con el señor sentado de enfrente. Su instinto de mujer le hizo saber que él estaba excitado, «había metido el demonio dentro«. El cuerpo de los personajes interviene enteramente. Bloom estaba fascinando por la belleza de ella, que le hace mirar. Se dio cuenta de que el señor tenía control sobre sí mismo. Él no le quitaba los ojos de encima. A ella le estremeció todo su ser. Edy se daba cuenta, la miraba de hurtadilla mientras que hacía que cuida del bebé. Le preguntó a Gerty si le dolió que su amigo le hubiera dejado. A Gerty no le gustó la pregunta, le hirió. Ella le amó más de lo que él se imaginaba. Él era caprichoso. 

Gerty tenía sueños que nadie conocía y le encanta leer poesía. Escribía algunas notas que guardaba, pensando que ella también puede escribir alguna poesía. Le gusta especialmente una de Louis J. Walsh, «¿Sois real, mi ideal?». Ella seguiría sus sueños de amor. El viejo amor estaba esperando. Gerty quiere ser independiente, rebelde, libre. 

El grupo con el que está Gerty se prepara para marcharse. Todos sus amigos salen corriendo a la playa para ver los fuegos artificiales de la feria. Gerty se queda. Siente la pasión silenciosa de ser mirada. Se estira hacia atrás y se coge la rodilla y enseña al señor sus piernas. Sabe que le excitarán, pues un amigo le contó que mirando la de las revistas «hacía cosas no muy buenas» en la cama. Se estiró más y el señor vio las bragas. «Ella le dejó; Vio que él veía«.  Se imaginó besarle, tenderle los brazos. Le estalló a ella «ese grito  («casi estrangulado») que ha resonado a través de los siglos«, «sus almas se encontraron en una última mirada persistente y los ojos que alcanzaron su corazón se detuvieron en el dulce rostro de rosa«. El corazón, lo más sutil del amor, se une a lo más material y atractivo de la sensualidad. Forman una unidad, en el sentido de ser lo mismo, aunque se perciba de manera diferenciada. 

En  esta escena de Gerty el autor funde el enamoramiento y el deseo sexual. Por un lado Bloom excitado, por otro ella haciendo una ensoñación de su provocación y exhibicionismo. El enamoramiento sucede en la distancia, sin contacto con la persona que inspira ese estado sentimental, «ella soñaría con verse con él«; «sus almas se encontraron en una última mirada persistente y los ojos (los mismos que vieron las piernas y las bragas de ella) alcanzaron su corazón». El enamoramiento sucede en una dimensión sentimental diferente al amor, a la sexualidad y a la convivencia. 

Gerty sonrió. Se fue con los del grupo con quien estaba. Bloom se da cuenta que ella cojea, la llama «diablilla coja«. Se alegra de no haberlo sabido antes. Le viene a la mente la preocupación de saber donde ha colocado la carta a Martha. Piensa en la menstruación de la mujer,  observa que a su mujer e hija le vienen muchas veces al mismo tiempo. Recuerda cuando su mujer le dijo una vez «estoy limpia ven y ensúciame«. Recuerda que cuando se conocieron ella llevaba puestas unas polainas. Divaga sobre las mujeres. Lo que miran las mujeres, piensa Bloom,  es el traje, lo mismo que otras especies de animales. Piensa que Molly algo vería en él, «a saber qué«. Y: «Antes tenerme a mí como soy que a algún poetastro de pelo engominado y abrillantado«. Recuerda que se le olvidó escribir la dirección en la carta que ha escrito a Martha. 

Joyce hace un retrato psicológico a través de Bloom en relación al amor. En nuestra mente hay diversos paisajes psicológicos, uno de ellos son los sentimientos, que como todo paisaje están formados por muy diversos elementos. Bloom se acuerda de una vez que discutió con Molly. Le viene a la cabeza un antiguo novio de ella, Richie Gowlding, «ese es otro, lo tiene metido en el alma». Vemos que él y Molly conviven, coinciden en el hogar, pero el cuerpo de ambos y sus mentes van por caminos diferentes. Bloom ha pagado alguna vez para saciar su cuerpo, da dos chelines de propina y saborea la boca de una prostituta en la oscuridad. La separación entre ambos es total: «ha debido pensar en otro todo el tiempo«. Le salta el recuerdo de la primera relación de Molly, que ella le contó que fue a los quince años, con Mulvey, junto a la muralla mora. Se da cuenta de que Gerty no miró para atrás cuando se fue. Se acuerda de otra vez que hizo el amor con Molly. Se dice a sí mismo que «muchas no consiguen correrse, creo«. Y «mantener la cosa tiesa durante horas«. Vuelve a recordar a Gerty, cuando le dice adiós, para que piense en ella» cuando estés lejos en la almohada«. Bloom compara lo que ha hecho de mirar a  Gerty con lo que hace Molly al vestirse elegantemente, perfumarse para dejarse ver. Se trata de un estudio muy profundo de la sexualidad femenina y masculina. 

Reflexiona sobre el olor en la atracción sexual. Lo que Joyce plantea es cómo encaja la realidad con la mente y cómo dejamos aparezcan los pensamientos, sin orden al principio aunque luego la conciencia establezca una lógica y una sucesión de los hechos, sobre todo al convertir lo que percibimos en lenguaje. Por un lado está lo inconsciente, de lo que no somos conscientes y por otro la metaconsciencia, aquello que queda más allá de nuestra conciencia y de nuestro inconsciente. Para verlo hay que asomarse al interior de uno y mirar el pensamiento. Esto es lo que hace Joyce, quien en 1907 en un artículo escribe refiriéndose a los poetas: «descubren fases de la conciencia desconocidas«. Y cinco años más tarde explica en un artículo que la obra de Dante «La divina comedia» representa tres regiones del alma. La novela «Ulises» crea la figura interior de un personaje, a través de la caricatura y la burla que rezuma durante toda la novela, que es puro sarcasmo. Llega de esta manera a la esencia de una parte de la mente, igual que Zorrilla y Tirso de Molina hicieron con el personaje don Juan. O Cervantes con su Quijote, o Padre Isla con fray Gerundio de Campazas. Lo que hace la caricatura es que visualiza aquello que no tiene explicación para la lógica de una época o determinado grupo de gente, porque muchas cosas simplemente suceden debido a que la esencia humana queda fuera de todo discurso o explicación, fuera de ella, pues lo que percibe la mente es anterior a la palabra, pero luego se une y mezcla con el lenguaje. Uno de los sentidos de la literatura es precisamente desnudar a la palabra, siendo esto lo que hace Joyce, para adentrarnos a la realidad previa al lenguaje.  

Mientras Bloom pasea por la playa y ve los pequeños árboles rododendros, se dice a sí mismo: «Soy un tonto quizá. Él se lleva el zumo y yo la cáscara«. Se refiere a Boylan. Y: «Los nombres cambian, eso es todo, Amantes: Mnn Mnn». Recuerda la carta de Martha, que le dice «¿No eres feliz en tu? Cariño travieso».  Bloom vuelve a su casa, el narrador comenta «el camino más largo es el camino más corto a casa».  

Los recuerdos sexuales son recurrentes en Bloom. Piensa en lo mucho que le excitaba a Molly que le tocase las tetitas, siendo la izquierda más sensible. A él también. Se pregunta si es por estar más cerca del corazón. Al mismo tiempo recuerda cuando ella le dijo que siempre pensó en casarse con un lord o un hombre rico que tuviera su propio yate. «¿Por qué yo?» , le preguntó él. Ella le contestó «porque tú eres tan distinto a los otros«. Al mismo tiempo se acuerda de cuando su hija fue pequeña. 

Son las nueve, debería volver a casa, pero Molly estaría aún levantada. Piensa acercarse al hospital a ver si una amiga que ha dado a luz. Piensa en volver otro día al mismo lugar en que vio a Gerty para verla otra vez. Pensando en ella escribe con un palo «yo soy un» en la arena. No siguió pues no cabía más en donde lo hizo. Iba a poner «diablillo«. Pero lo borró con la bota. «En la arena todo se desvanece«, piensa. Que se exhibiera ante él le hizo sentir joven. Ella se dio cuenta de que él era un «cuco, cuco, cuco», un pillín, un salido, «el pajarillo que sale de su casita«.

Los bueyes del sol

Ya en el capítulo  «Los bueyes del sol» (14), símbolos de la fertilidad, Bloom llega a ver a la mujer que acaba de tener un hijo. Piensa que el ser humano nace desnudo y desnudo muere, lo que le hace plantearse «cuida tu fin último que es la muerte«. San José es el patrono de los matrimonios desdichados. Piensa sobre la costumbre en Madagascar de que el recién casado desflora a su recién esposa mientras que los clérigos cantan el kyries. 

Para Bloom se debería hablar de novios del monte de Venus. Stephen dice que cuenta con una furcia compartida con un amigo. Cita a Zaratustra aludiendo a que no hay amor más grande que la entrega de la mujer de uno a un amigo.  Bloom le considera antiguo profesor de «Jodología«, en la universidad «rabodetoro«. Es un capítulo delirante, en el que el pensamiento de Bloom busca sobrevivir psicológicamente. La narración se torna simbólica. porque se une la mentalidad religiosa con la sexualidad. Se habla de preservativos de tripas de buey y que Dios manda procrear ardorosamente a los seres humanos, pues recoge un refrán y lo explica de manera sui generis: «Dios les crea y ellos se juntan para retozar«. El choque entre la moral religiosa y el deseo sexual estalla en esta parte de la novela. Refleja el sin sentido de la religión. Por otra parte recoge una canción: «El Papa Pedro es un meón / porque es hombre es hombre«. «¿Qué edad tiene el alma del hombre?», se pregunta el narrador. Bloom se siente joven. 

Para Bloom el recuerdo no es un consuelo. Bridie Kelly siempre recordará la noche de bodas, con el deseo de su pareja con la deseada, entrelazados en la oscuridad. Pero para el narrador la vida está a la otra orilla de las aguas de Leteo (el olvido). ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?. Joyce lanza frases sueltas mediante una nueva forma de redactar, que no siempre cumple su efecto comunicativo y a veces se pierde en un simbolismo muy personal y subjetivo que no es traducible para el lector. Más que una reflexión provoca en ciertas ocasiones que quien lo lee escarbe en las entrañas de sus sentimientos. Bloom ve a la recién madre, la que recomienda el doctor Dieta y el doctor Quieta

Circe

Van a una «casaputas«.  El siguiente capítulo «Circe» (15) empieza en la entrada a un barrio nocturno. Se desarrolla en forma de obra de teatro. Joyce de joven quiso ser actor. Este capítulo consiste en una pieza insertada en la novela, pero de continuidad con toda ella. Le sirve al autor para representar el pensamiento. No es representable en un escenario, por eso es un guión para ser leído. La obra teatral se sumerge en el inconsciente. Están Stephen Dedalus, con bastón,  y Lynch. La alcahueta les dice» Trompa de Falopio. Mucha polla y pocas pelas«. Lynch conversando con su amigo alude a la «filoteología pornosófica«. Stephen habla de las mujeres de Sócrates y Shakespeare, que los tiranizaron.        

En este capítulo la palabra se disgrega, flota con el único sentido de formar entre todas ellas palabras, sin que se relacionen entre ellas. No dice nada, sino que aparecen expresiones, sin tener un significado simbólico. Sin embargo logra crear un espacio mental onírico, una realidad en la que no hay lógica, simplemente imágenes, que no son visibles sino  para imaginar qué tiene Blom en el fondo de su mente.  

Bloom ve a una hermosa mujer con indumentaria turca. Es Molly. Lo que ha vivido lo empieza a procesar en forma de sueño. Es otra parte del pensamiento, de la mente, que tiene su propio lenguaje, el cual no responde a  una significación, simplemente se expresa. Las dudas, los miedos, las experiencias se convierten en personajes que actúan en la mente, lo mismo que la moral y le fe es representada por las religiones mediante ángeles, dioses, ritos, figuras mitológicas que hablan. Joyce da a lo que sucede en la mente una personificación directamente. De otra manera sería difícil de entender  esta capítulo en el que Bloom es la pareja de un jabón También habla con Gerty, con su mujer, con su madre y otros personajes imaginarios, pero que son reales en la mente de Bloom. Se mezclan cosas de unas personas con otras. Es una obra teatral delirante, pero explica el efecto inconsciente de todo lo que ha sucedido a Bloom hasta ese momento. Sin embargo nada va a determinar su futuro, es la inercia y el azar lo que determina el devenir al personaje de esta novela, no el destino, ni el honor, ni un pasado como sucede en los mitos y en gran parte de la literatura. Serán las necesidades y los deseos del cuerpo los que indican a Bloom el camino a seguir, no la fidelidad, el amor a la patria, o valores abstractos. En un artículo que escribió años antes de empezar la novela (1900) dice «la vida no está para ser criticada sino afrontada y vivida».  

Aparece Gerty en la parodia delirante que se trae entre manos el autor. Le dice a Bloom que le odia por lo que hizo. Éste lo niega. La alcahueta la llama sinvergonzona.  Gerty le achaca que está casado, pero le ama por haberla hecho aquello. Bloom va cambiando de indumentaria. Aparecen proposiciones eróticas, incluso con una amiga de su mujer. Los deseos de Bloom ,a veces inconfesables, adquieren forma  en los personajes. Molly es la referencia de todos los desvaríos que aparecen. En un momento determinado Bloom dice «búsqueda sin sentido de esto«, en un lugar de las «delicias del pecado«. Su nombre y el que usa de pseudónimo aparecen como dos personas diferentes. Martha le pide que limpie su honra. Dice que le mintió, porque le había escrito que es desdichado. Bloom dice que está borracha. Se sitúa ante un juzgado. O´Molloy lo compara con una algarada. Le dice al jurado que es mal comprendido y que en su reputación no hay ni una pequeña mancha. Siendo Bloom un buscador de anuncios dice ser escritor-periodista. Puede que sea su deseo inconfesable y de ahí su admiración a Stephen. Le acusan a Bloom de ser ángel de cara a la calle y un diablo en casa. Dicen que es un conspirador. Muestran cartas indecorosas recibidas por Bloom. Éste dice amar el peligro. Finalmente el ujier acusa a Bloom de dinamitero,  bígamo, cornudo y ser un estorbopúblico. El magistrado lo condena a prisión y a ser colgado hasta morir. 

Bloom defiende su inocencia. Dice haber estado en un entierro, que resulta ser el suyo. Zoe saca del bolsillo de Bloom una patata dura y negra, que dice ser un talismán. Bloom critica las lujurias de los capitalistas cuya mano de obra es prostituida. Ofrece una nueva era: «Bloomusalén«. Se convierte en un profeta que predica pagar los impuestos: «moralidad municipal» y hacer que el trabajo manual sea obligatorio para todos. Quiere erradicar la guerra, la pobreza y la demencia. Defiende el esperanto y propone un «estado laico libre» en el que haya dinero libre, amor libre y alquiler libre y una «iglesia laica libre». Se declara bloomista. Considera que la humanidad es incorregible.  

Bloom se declara inocente. El Dr, Mulligan le dice que es «bisexualmente anormal«, le acusa de ser un demente, por ser perversamente idealista y le dice que está calvo por masturbarse. Le declara «virgo intacto«. Aparece otro doctor, el Dr. Dixon que asegura que «el profesor» Bloom es un ejemplar perfecto de nuevo hombre femenino. Dice que Bloom se flagela todos los sábados y que lleva un cilicio de manufactura irlandesa. Bloom se transforma en mujer. Dice tener ganas de ser madre. Tiene ocho niños varones blancos y amarillos, que son asignados a puestos de alta responsabilidad pública. Una voz, ante semejante asombro dice que Bloom es un Mesías. Luego es considerado un «papamoscas«. Bloom pide que no saquen a relucir su pasado. Le prenden fuego. Las hijas de Erín se arrodillan y rezan. Todo esto no tiene sentido si no se entiende el maremágnum que Bloom tiene en su cabeza.

Llaman a Bloom papamoscas. Bloom considera todo una locura, también el patriotismo «a pesar de los muertos«, ser o no ser. Dice que el sueño de la vida ha terminado, «he vivido; adiós«. Más adelante dirá que  el instinto gobierna el mundo. Un abanico dice: «mandan las faldas«. Stephen se siente un artista acabado. La escritura del texto va derrapando hasta convertirse en un sin sentido porque sí. Joyce trata de aflorar la profundidad de la mente incomprensible, para lo que hace una literatura profunda que tiene su interés al convertir leer en una experiencia psicológica.  

Bloom define el amor como «un corcho y una botella«. Zoe le solicita una oportunidad, le pide dinerito para un polvete rápido. Bloom advierte que alguien se pondría celosa (Se supone que se refiere a Molly). Habla luego el profeta Elías, que dice estar acoquinado con eso del cosmos. Dice que lo mejor del mundo es un pastel de nata y merengue. Aparecen en la escena varias putas, se mezclan mensajes proféticos y obscenos, podríamos decir que como la vida misma. Una gorra le dice a Bloom que la muerte es la forma más plena de vida.  

Virag dice haber dejado la iglesia por culpa de «el sacerdote, la mujer y el confesionario«. Y sigue: «… la mujer ofrece su pilón todo húmedo al plátano del hombre«. Lynch: «nueve glorias por echar un palo«. Aflora el conflicto entre la religión y la sexualidad. También el de la relación hombre y mujer. Bloom se ha convertido en una mujer. Bello le manda echarse como «sierva-esclava» ante el trono de su orgullosa erectilidad. Bloom-mujer promete obedecer. Bloom se esconde. Bello la llama y dice a Bloom-mujer que prepare el culito. Bloom-mujer le pide que no se lo rompa. Finalmente le duele a rabiar. Bello pega a Bloom-mujer, a quien sujetan y maniatan. Después de una conversación sin hilazón, bello le pregunta a Bloom-mujer por su mayor obscenidad. Contesta que ser «domador de hombres«. Bello la condena a fregar retretes y se convierte en su dueño. Tras una conversación onírica muy al estilo del expresionismo, Bloom se queja de que le han tratado guarramente y que informará a la policía. No puede hacerlo. Bello le advierte que todo ha cambiado desde que se durmió la noche de veinte años. Él-ella se acuerda de Moll…, se supone que es Molly: «nosotros… aún…». Vemos cómo vive su historia Bloom en el inconsciente. Si todo siguiera igual ¿podría haber alguna esperanza para Bloom de volver a relacionarse plenamente con su esposa?. 

Bloom ve a su hija con un estudiante, se hablan. Ella le ve más viejo. Bello le llama a Bloom prostituto, se han invertido los papeles. Le pregunta que cuántas mujeres ha tenido, también a las que ha seguido por las calles. Bello le dice que está hundido. Bloom denuncia desesperado que toda Irlanda está contra él. Aparece una ninfa. Junto a los deseos y fantasías sexuales aparece también en el inconsciente el enamoramiento. La ninfa le achaca que él la colocó sobre su tálamo conyugal y que le besó en cuatro sitios. Bloom le besa el pelo y dice: «me contentaba con mirarte, alabarte, una cosa bella, casi venerarte«. En el enamoramiento no hay contacto, es una dimensión de la mente diferente al deseo sexual.  Luego Bloom admite que el sueño revela lo peor de cada uno. Recuerda a la ninfa que fue precoz, que le atrajo ver a una chica haciéndose la toilette y que no pudo resistir siendo muy joven su atracción. Pero nadie lo vio, y piensa que el diablo le poseyó. 

Bloom reconoce a la ninfa haber sido un verdadero cochino.  Ésta le dice que atentó contra su virtud. Invoca a Satán para que no vuelva a cantar cantos de amor. A Bella le acusa de ser vendedora ambulante de sífilis. Aparece Stephen. Zoe lee la mano a Bloom. Le adivina que es un marido dominado

Interviene Boylan Botero. Saluda a Bloom. Boylan cuelga el sombrero de un gancho de la cabeza astada de Bloom. La imagen no puede ser más descriptiva. Le dice que le señale el camino, que tiene un asunto con una mujer, «ya sabe«. Todas las sospechas, los temores, lo que le ocurre a Bloom sale a escena, se hace visible con imágenes que manan del inconsciente.  Boylan le invita a que mire cómo lo hace con su mujer y que juguetee consigo mismo mientras él atraviesa a su mujer unas cuantas veces. Bloom se lo agradece y dice si puede llevar a algún fotógrafo. Linch dice que ponga un espejo al mundo. Aparece en la escena Shakespeare.  

Florry dice «los sueños quieren decir lo contrario«. Se lo dice a Stephen. Luego sucede un extraño baile. Aparece la madre muerta de Stephen. Le pide a su hijo que se arrepienta. Stephen dice que no, non serviam, que no doblegará su espíritu. Aparece un soldado, Eduardo séptimo. Bloom considera a Stephen un poeta culto y cree que lo mejor que le puede pasar es que se relacione con una chica. Aparece un niño de once años, lleva un corderito blanco que se asoma en el bolsillo del chaleco. Bloom lee un libro. Queda impresionado. Llama a su hijo muerto.

Eumeo

En el siguiente capítulo la novela vuelve a seguir su ritmo. Corley y Stephen no tienen prisa. Toman algo. «… el peligro es con quién te emborrachabas«. Stephen dice no tener dónde dormir. Corley sospecha que le han puesto de patitas en la calle por haber llevado a casa una pendona.  Ya en el capítulo «Telémaco» (1) se dice que no irá a dormir a casa. Corley quiere un trabajo, aunque sea de barrendero. Ven a alguien que ha visto a Boylan . Bloom remolonea yendo de un lado para otro. Dublín duerme. 

Corley se va. Stephen se queda con Bloom, le dice que le pida a Boylan un trabajo para él. Bloom cambia de tema, le pregunta que por qué dejó la casa de su padre. «En busca de desdichas«, contesta Stephen. Bloom le habla de su padre. Bloom critica al Dr. Mulligan. Los dos van a tomar un café. Bloom le pregunta que por qué no escribe en italiano. Stephen se pregunta ¿qué hay en un nombre?. Bloom dice que a él le cambiaron el nombre. 

Un marinero, Murphi, conoce a Stephen. Lleva siete años navegando, sin ver a su legítima esposa. Narra algunas de sus aventuras. Bloom le pregunta si estuvo en Gibraltar, de donde era su mujer, pues allá tuvo relaciones fugaces con marineros de paso. Beben ron. Bloom da importancia a vivir en el hogar. Más adelante reflexiona sobre la historia de un asesinato a puñal al salir alguien de estar con una puta. Ésta tuvo un favorito, que había empezado a amarla en un sentido platónico, hasta que intervino la naturaleza. Bloom se plantea una pregunta que le afecta a él, «¿puede el verdadero amor, suponiendo que haya otro hombre en el asunto, existir entre casados?».«Difícil». El asesinato sobre el que piensa «¿fue por amor o un acto de locura?». Bloom relaciona esta historia con él, pues la puta también era española, como Molly. 

Bloom piensa «Y ¿si ella no estuviese cuando él?». No termina la frase. El autor plantea una sugerencia. Puede ser que se refiera a cuando él vuelva. Joyce escribe «le vino a la mente«, no dice «piensa». De manera que describe cómo le asaltan imágenes, ideas. Recordó entonces la cama desordenada de la mañana. Mientras tanto siguen hablando de la foto. Vemos dos situaciones paralelas, la que sucede externamente y lo que él procesa en su interior  el personaje. Bloom recuerda lo que la prensa cuenta del caso del adulterio de la mujer de un hombre de negocios que termina en divorcio. Bloom se preocupa por la vida sentimental de Stephen y de su salud, pues piensa que debería  comer algo. Ya pasaron las doce de la noche. Quiere llevarle a casa, pero podría ocurrir alguna eventualidad, Molly tiene a veces mal genio. Quiere ayudarle.  Le ofrece ir a casa, a tomar un cacao. 

Bloom observa en su pensamiento en proyectos utópicos, «se le vinieron a su abrumada cabeza«. No dice «piensa utopías» o sobre educación, la literatura, el periodismo, etcétera. Considera que para lograr los objetivos hay que ver cosas, tener una oportunidad y buena suerte. Él y Stephen hablan con un marinero. Se van. Stephen se apoya en Bloom para andar en la calle. Han bebido más de la cuenta. En el camino hablaron de música, de la ópera Don Juan y Martha, lo cual se puede relacionar con el nombre de quien escribe a Bloom, secretamente. ¿Puede entenderse que Bloom es un don Juan?, la metáfora «florido», «bloom», parece que así lo indica, pues busca las flores, a las mujeres, pero no las conquista. Sacia su sexualidad como puede, pagando servicios o masturbándose. Sabe que su mujer está con otro y vuelve con ella, no como un héroe sino por estar atrapado en sus circunstancias. La gustan unas canciones  alemanas de sirenas «asesinas de hombres«. También dice de ellas que son «enemigos de la mente del hombre«. ¿Asesinato psicológico?. Vemos que es justamente en la mente donde sucede toda la trama de la novela. Stephen canta. 

Itaca

El capítulo «Itaca» (17) está redactado en forma de pregunta-respuesta. El autor no quiere explicar nada, sino seguir contando la historia interior de sus personajes mediante otra forma narrativa. A través de Bloom  nos hace ver que hay tres dimensiones en la psicología humana, que al igual que en las espaciales van unidas (alto, ancho y largo). El «volumen psicológico» de los personajes son los problemas de su conciencia, del pensamiento y los del cuerpo, cada uno de ellos es diferentes pero forman una unidad que construye el yo de la persona. Joyce escribe una novela de tres dimensiones, frente a la unidimensionalidad de la mayoría de las obras literarias, alguna de dos. 

Bloom y Stephen hablan  de música, de la amistad, la prostitución, la dieta, el celibato eclesiástico, de la educación jesuítica, las carreras universitarias, el estudio de medicina. Los tres últimos temas forman parte de la experiencia del autor que se educó en los jesuitas y fue estudiante de los primeros curso de medicina. Más adelante Bloom dirá que él ha aprendido en la universidad de la vida.  También hablaron sobre el colapso de Stephen. Ambos interlocutores son sensibles al arte e incrédulos en doctrinas religiosas y políticas. A ambos les afecta el «magnetismo heterosexual». 

Para Stephen es en la literatura donde se manifiesta la afirmación eterna del espíritu del hombre. Bloom  disiente. Comenta la conversión de Irlanda del druismo al cristianismo. En esta parte el autor hace otra vez un guiño al sentido del título. Parece como de pasada, pero hace un largo recorrido para llegar a Odiseo, el nombre griego de «Ulises» en latín. Es Odiseo el nombre también del padre de Potito, cuyo hijo Calpomo tiene un descendiente, Patricio, que llevó el cristianismo a la isla. Odiseo fue enviado allá por el papa Celestino I.  Toda una odisea y nunca mejor dicho, pero a su vez hace un periplo el autor para dar a entender el regreso a «Itaca», al druismo, con el fin de  reconocer y seguir las fuerzas naturales y seguir el impulso de la naturaleza humana.  

Bloom tiene dolores de estómago que achaca a haber bebido demasiado alcohol. Llegan a su casa, pero se le ha olvidado la llave. Joyce describe la escena de querer coger las llaves y darse cuenta de que no la tiene segundo a segundo. Lo mismo que al hecho de saltar la verja y encender, una vez están dentro, una vela. Lo cuenta paso a paso de manera que en cada movimiento relaciona una percepción determinada con unos recuerdos, sentimientos y pensamientos (las tres dimensiones), todo unido, en un mismo texto. 

Stephen se fija en un sujetador tendido, pañuelos, medias con ligas. Bloom en el fogón. Ve el agua y se le viene a la cabeza la historia de cómo llegó el agua a las casas por el grifo. Admira lo inmenso que es en el océano. Se responde con detalle a muchas preguntas insignificantes, que nada tienen que ver con lo que cuenta la novela. Se convierte en una narración continua, sin saltos, porque se detiene en cada detalle. Lo que va a suceder se resolvería en dos frases, pero Joyce quiere hacer ver todo lo que fluye en la mente y en los actos que suceden hasta que llegue el momento  del hecho (los hechos atómicos). 

Bloom representa el temperamento científico, mientras que Stephen al artista. Para Bloom la publicidad forma parte del arte moderno. Hay una pregunta que define lo que está narrando, en cuanto a cuál es el problema doméstico que ocupa frecuentemente su mente: qué hacer con nuestras esposas. Responde de manera general, cuando su inquietud es de índole personal. Se le ocurren varias cosas: juegos de sociedad, de cartas, el dominó, etcétera. Visitas a entretenimientos. Satisfacción erótica clandestina en burdeles masculinos. Visitas sociales y cursos. 

Bloom piensa dejar que se quede Stephen, incluso piensa que podría quedarse más días. Stephen podría dedicarse a lo suyo. Bloom piensa que él se rejuvenecería y que a su esposa se le pasaría una obsesión, se supone que es la de pensar en Boylan. Y además podría aprender italiano, lo que la vendría bien para cantar ópera. Piensa que podría relacionarse con su hija. 

Una vez, recuerda Bloom, en un circo un payaso dijo ser su padre. En la casa lleva una vela en la palmatoria. Reflexiona sobre la influencia de los astros en las personas. Su mujer (18) echa las cartas de tarot para saber a  qué atenerse. Para Bloom sobre todo influye la luna en las mujeres. Ve que hay luz en el segundo piso, en la habitación en la que duerme su mujer. Bloom observa que hay varios muebles cambiados de sitio. 

Bloom y Stephen orinan juntos en la penumbra. La detallada descripción de este hecho hace, como en los detalles que da del entorno, que el lector pueda trasladarse mentalmente al momento que describe. Un recuerdo, una anécdota del pasado afecta a toda la historia. Joyce mete al lector en la escena para que se perciba la situación psicológica de Bloom, su personaje, y no sólo saber lo que dice o qué hace. Stephen se va. Bloom se desabrocha el cuello de la camisa y se quita la pajarita. Cuando Bloom ve el piano, cerrado, con dos guantes, el atril con un cuaderno musical abierto «lo ve con un cruce de sensaciones«, describe el autor, que son: tensión, pena, atención, regocijo, placer.  

Entre las aficiones de Bloom se citan la jardinería, natación, la fotografía, pasear en bici, montañismo moderadamente, lecturas exóticas y obras maestras eróticas sin censurar. Le interesan desde su juventud las teorías del evolucionismo de Darwin.  Plantea de manera fugaz, pero avanzando ideas sobre reforestación, la utilización del papel usado o los  excrementos humanos  en el cultivo. O producir electricidad aprovechando las mareas. 

Bloom teme suicidarse mientras que duerme. Medita sobre la celeridad de la vida moderna y sueña con hacer un anuncio espectacular. En su cajón guarda el cuaderno de caligrafía de su hija Milly, una tarjeta de Pascua, dos fotos de la reina Alejandra de Inglaterra, un sobre cerrado con una profecía suya sobre la ley de autonomía de 1886. Una carta de su padre y un alfiler de corbata del mismo, así como un broche de su madre. También las tres cartas que le escribió una mujer con el nombre de Martha Clifford bajo el pseudónimo de Henry Flower. Bloom guarda la que recibió aquel día. Están escritas a máquina. Dos preservativos que compró por correos. Dos fotos eróticas, compradas también por correos. Piensa que su cara es bien acogida, pues se ha fijado en él una mujer casada, Mr. L. Breen, una enfermera y Gerty. Valora la posibilidad de mantener relaciones con una prostituta elegante. Sin embargo no lo dice tal cual, Joyce va narrando un pensamiento que fluye. 

En un segundo cajón hay papeles del seguro, de cartillas del banco y cosas así. También la carta de despedida de la vida que escribió su padre. Los pensamientos se agolpan. Joyce no pasa a la siguiente escena hasta analizar detalladamente lo que piensa su personaje Bloom, sus miedos, zozobras, recuerdos, lo cual carece de orden. 

Bloom recapitula lo que ha pasado durante el día. Si antes hizo cuentas de lo que gastó ahora asocia los acontecimientos vividos con grandes acontecimientos mitológicos, lo cual es otra referencia al título de la obra. El desayuno lo compara a una ofrenda, el baño al rito de Juan, el entierro al de Samuel. El museo y la biblioteca  lo asocia a un lugar sagrado. El altercado a un holocausto, la exhibicionismo de Gerty al rito de Onán, ir al bar de las prostitutas al Argamenón y la vuelta la expiación. Los hechos cotidianos los compara con grandes hechos o acontecimientos religiosos, en una especie de paralelismo que viene a significar la frase del Kybalion que dice: lo que es abajo es arriba y lo que es arriba es abajo. 

Bloom se desviste. No deja de ser asaltado por recuerdos y percibe imágenes de objetos como las ligas de su mujer o un par de bragas. Ve el orinal, la jarra del agua. Se pone un camisón largo y se acuesta con cuidado para molestar lo menos posible. La cama es descrita como una guarida o emboscada de lujuria o de culebras, es el tálamo de la concepción y del nacimiento, de la consumación del matrimonio y de la violación del mismo, del sueño y de la muerte.  Bloom obvia el deseo, el cual, piensa, es deseable. 

Al estirarse en la cama se da cuenta de la presencia de su mujer y la huella de alguien que estuvo acostado, pero no la ve, la nota. También migas y restos de comida que aparta. Sospecha que su mujer ha estado con alguien e ironiza sobre ello, pues es algo que ya sabía. Considera que todo el mundo cree que es el primero y único en estar con una mujer, cuando es uno más en una lista que comienza en el infinito. 

Joyce nos enseña la controversia moderna de la libertad  y los sentimientos. En una sociedad definida según una ideología o una fe religiosa los pasos que hay que dar están escritos y basta con cumplir las costumbres y los ritos sociales para desarrollar la vida, el trabajo y las relaciones de pareja. Si el pensamiento está acaparado por una creencia del tipo que sea todo se ve y se siente en relación a ese pensamiento estructurado desde fuera. Pero cuando uno se enfrenta a decidir, a elegir, a saber qué es lo que quiere, qué siente se encuentra en un estado de desamparo que hace que tenga que construir su vida y su percepción de la realidad, incluso inventarlas. 

En un mundo definido las obras literarias versan sobre lo excepcional, el amor rebelde, el amor imposible, la lucha por conseguir a una dama, por lograr superar los obstáculos de una sociedad que es absurda para quien no cree en ella o cuando alguien encuentra un impulso superior que hace que se lance a la aventura a causa de un sentimiento, especialmente por el amor de una mujer. 

Estos días me pregunto ¿cuál es el drama actual en relación al amor?. Banalidad por una parte y sentimientos muy profundos a los que no se llega.  Joyce, igual que otros autores de su época, pero especialmente Joyce porque ofrece un nuevo lenguaje literario, inicia una nueva forma de expresión y comunicar los sentimientos en los que definen al hombre moderno, cuyo drama es su libertad, su posibilidad de elegir. Como indica Stefan Zweig en referencia al hombre moderno, al que define como el hombre artista,  «la elección es siempre el destino«. Y esta nueva situación en la historia de la humanidad exige conocer al ser humano, conocerse a uno mismo más allá de creencias, teorías científicas o modelos ideológicos. Cada persona debe definirse a sí misma, ver sus pensamientos, qué siente y no el pensamiento dado o lo que nos hace sentir un conjunto de creencias o de ideas que la sociedad nos impone.  Al final uno se encuentra en una situación que ha de vivir interiormente, porque el sentimiento no es pensado. Entonces la conciencia de cada uno queda desamparada, debe reconocer que no entiende muchas cosas que suceden. 

Bloom ve el fracaso de su situación afectiva de pareja, y se mira, pero continúa con su mujer, piensa todo lo que le pasa y sin decirse nada. Al fin y al cabo el amor no se ha desgastado por algo en concreto, sino por la confluencia de muchas casualidades. La relación de Molly con Boylan es la consecuencia de su situación de pareja, no la causa. La vida de Bloom está vinculada a su mujer, y por ende a otras terceras personas, como su hija, y otros actores que rivalizan con él, unos que se acuestan realmente con su esposa, pero otros sólo lo hacen en su pensamiento. Es en la mente donde se encuentran todos los conflictos, verdaderos o inventados, y es en la conciencia donde vive el drama particular de cada uno de ellos. No hay una guerra por medio, ni han secuestrado a la dama de Bloom, quien en una vida normal empieza a enumerar los amantes que cree ha tenido su mujer antes de convivir con él y luego otros mientras que estaba con él, hasta llegar a Boylan, pero considera que éste no es el último, pues no se sabe. A Boylan lo considera un hortera, fullero, jactancioso. Lo analiza, según se dice en la novela, desde la envidia, los celos, la abnegación y la ecuanimidad. En un mismo punto de vista intervienen muchas posiciones. 

A Bloom le preocupan también mucho las relaciones que Molly tuvo antes de estar con él. En una relación de libertad nos unimos a otra persona con su historia, una historia libre que psicológicamente se convierte en un problema, que el hombre moderno debe de afrontar. Y sucede tal como en el tomo «La prisionera» de la novela «En busca del tiempo perdido» de Marcel Proust, donde el pasado se hace presente en la vida sentimental: «en el amor, como en la vida habitual, no se debe temer sólo el porvenir, sino también el pasado, que muchas veces no se realiza para nosotros hasta después del porvenir, y no hablamos solamente del pasado que conocemos inmediatamente, sino el que hemos conservado  desde hace mucho tiempo en nosotros y que de pronto aprendemos a leer«. Dos autores que tienen muchos puntos en común en sus respectivas obras, cuando sólo coincidieron juntos una vez en su vida, sin hablarse apenas y sin haber leído uno la obra del otro. Marcel Proust hace varias alusiones a la Odisea en el último tomo de «En busca del tiempo pérdido», «El tiempo recobrado«. Una sobre cuando Ulises se lanza sobre su madre. Otra en referencia a la actitud suplicante de los muertos en la obra de Homero y una tercera sobre la manera de representar a los héroes de Homero en el siglo XVII.

Tanto Joyce como Proust  recogen un sentimiento de la época, convirtiéndose en antenas de la cultura occidental que emergía a comienzos del s. XX con un cambio en ciernes por el cual se empezó a valorar el evolucionismo de Darwin. Proust lo cita en concreto y también Joyce. Surge también el análisis de las fuerzas ocultas de nuestra mente con las investigaciones de Freud, Einstein teoriza sobre la posibilidad de que haya varios tiempos diferentes y que el espacio sea curvo,  formula sus dos teorías de la relatividad. Se descubren nuevas partículas, las que forman los neutrones y potrones, que precisamente reciben su nombre de una palabra que creó Joyce en su obra «Finnegans Wake», los quark. Se empezaban a defender los derechos y la libertad de la mujer con una gran repercusión social, lo cual provocó un enfrentamiento entre la nueva ola y  los imbuidos de la religión  y una ideología totalitaria, para quienes el control de la sexualidad a las personas fue el eje central para conseguir ocupar sus conciencias. Los modelos de pensamiento totalitarios se organizaron en torno a buscar un enemigo al que acusaron de conspirar contra el ser humano para acabar con su esencia espiritual. El fascismo emergente en aquella época en que Joyce escribió su obra oculta al hombre y a la mujer la imagen de sí mismos al querer limitar y controlar la sexualidad. Los artistas quisieron hacer lo contrario, mostrarla, hacer visible el deseo sexual como fundamento de la libertad subjetiva, del hombre y la mujer como entes biológicos y culturales. El desequilibrio entre ambos aspectos da como resultado la castración de la persona. 

La sexualidad es algo físico, pero también algo psicológico. Bloom se considera afectado por su vida afectivo sexual, sin embargo ve que  sería peor un  cataclismo y una serie de hechos como la crueldad  cuando, al fin y al cabo, las relaciones  de su mujer con otro hombre es un acto natural. También un agravio al matrimonio. Descarta una salida violenta a esa situación. Y, de momento, el divorcio tampoco se lo plantea. Piensa que los códigos morales cambian a lo largo del tiempo y de las culturas, en relación a la virginidad, lo cual piensa Bloom  es algo intangible. Piensa que es un problema ante la continua destilación de semen, por lo cual para Bloom ver el triunfo, la protesta o la reivindicación como proceso del lenguaje no tiene sentido ante un hecho que lo da la naturaleza. Joyce nos plantea la psicología como un campo de batalla entre la biología humana y su cultura, aspectos ambos que les vienen dados a cada persona, aunque desde el segundo podemos plantear cambios de perspectivas. «Los sentimientos convergen», dice el narrador. 

Bloom se excita al ver, contemplar, el cuerpo de su mujer cuando se va a acostar. Ella duerme, al menos aparentemente. Bloom le besa las nalgas. Otra coincidencia con «La prisionera» de Proust: Los celos del protagonista hacen que Albertina sea controlada cada vez más por él, ella  se convierte en una prisionera, pero también el alma de él queda encerrada en sus celos. Sabiendo que ella le mintió, lo que pudo comprobar, finalmente se conformó con besarla, no como una atracción fatal, sino como una forma de continuar su historia psicológica en relación a ella, basada en la atracción y placer físico que siente con ella por un lado, y por otro con el pensamiento la rechaza. Lo mismo Bloom, que sabiendo la relación extra matrimonial de su pareja acaba besándola, pero Joyce hace visible la erección que se le provoca, de manera que convierte la palabra en imagen, no sólo en meras ideas que recrea la mente en forma de pensamiento, como sucede en la novela de Proust. 

Molly al recibir el beso se medio despierta. No se escandaliza ni se enfada. Le pregunta cordialmente que dónde ha estado. Le hace una interrogatorio catequista, que es la fórmula narrativa que usa el autor para este capítulo. Bloom le oculta a su mujer la carta de Martha Clifford, la trifulca en el bar, la provocación erótica de Gerty. Le comenta que ha estado con Stephen Dedalus.        

El autor cuenta el momento en que fueron concebidos los dos hijos de Bloom y Molly.  Específica desde cuándo no mantienen relaciones sexuales completas, «sin eyaculación del semen dentro del órgano natural femenino«, desde hace 10 años, 5 meses y 18 días, lo que explica como la causa que ha limitado la actividad mental y corporal de Bloom. Se describe la posición exacta de cómo están acostados los dos, cuando Bloom se ha metido en la cama, inclinado, con los pies a la cabeza de su mujer y en postura fetal : «…. el niñohombre en las entrañas«. Molly lo describe en sus pensamientos así: «arropado en la cama como esos bebés en la Obra maestra de Arsitócrates» (18). A renglón seguido de la descripción pregunta el narrador «¿Entrañas? ¿Cansado?».        

Recordemos que a Bloom le gusta comer las entrañas de los animales. La respuesta es «Descansa. Ha viajado«. ¿Ha viajado?, no ha salido de la ciudad. Lo ha hecho en el pensamiento, en el cual ha recorrido su vida afectiva. Vuelve al lugar de donde había partido la mañana anterior, a la cama. Besa las nalgas de su esposa. Es al cuerpo de la mujer adonde vuelve, al de Molly. Tal es la odisea de Bloom y la del hombre moderno. La misma que la de cualquier hombre de todas las épocas y lugares, la búsqueda de la mujer y el encuentro de ésta con el varón. Lo cual es algo biológico, pero que se convierte en un fenómeno cultural que determina la vida de las personas, en cada época de manera diferente. Y sin embargo en esa vuelta hay una distancia que separa a Bloom de Molly, el silencio. La mujer tiene su propia historia con su cuerpo, no es algo metafísico ni de ideas, lo cual que va a ser lo que se lea en el siguiente capítulo, la odisea también sucede en el pensamiento de Molly. Se plantea como una novela cíclica, la historia parte de la cama en la que cohabitan y vuelven a ella. Bloom y Molly son Ulises. Y los dos son también Penélope, pues Bloom también espera, también teje y desteje. 

«¿Con?», ¿con quién ha viajado Bloom?. La respuesta da un salto inverosímil, para mí es una de las genialidades de la novela: «con Simbad el Marino«, sobre cuyo nombre hace el autor unos juegos de palabras. Pasa de la mitología griega con la historia de Ulises a la narración oriental de las 1001 noches con un marino que sale de viaje siete veces y siempre vuelve siempre a su hogar a pesar de los peligros. Lo que da sentido a la aventura es el regreso. ¿Viajó Bloom con Simbad? Quizá con su espíritu de aventura, sólo que Bloom lo hace en un mundo real, dentro y fuera de él, sin lugares imaginarios que, sin embargo, son ciertos dentro de la leyenda. Simbad no miente, pero tal personaje es una invención, más allá de lo real. La aventura de Bloom sucede dentro de su mente, tal es su leyenda. No miente sobre lo que ha pensado. En «Las mil y una noches» Scherazade ha de contar una historia cada noche para que no le mate el Sultán. De la misma manera Bloom debe vivir cada día, para sobrevivir e inventar sus sentimientos. También Proust en su novela «En busca del tiempo perdido» hace alusiones y elogia «Las mil y una noches». Y Joyce vuelve a referirse a esta obra en su novela «Finnegans Wake«.

«¿Cuándo?», es la siguiente pregunta que hace el narrador.  Se refiere a ¿cuándo ha viajado?. Podría responder que viajó durante todo aquel día. La respuesta es: «Yendo a una cama oscura había un cuadrado redondo Simbad el marino huevo del alca del rocho en la noche de la cama de todas las alcas de todos los rochos de Oscurimbad el Luminero«. Más allá de la sonoridad de la frase, en la que parece que las palabras caen rodando, y de un presunto simbolismo hay toda una metáfora que es necesario desentrañar. Una cama oscura, en la que su mujer ha estado con otro. Un cuadrado redondo, lo cual representa la figura oriental de un mandala, que para Jung tiene el significado de la unión del yo y el no-yo. Pues Bloom ama y no ama a su mujer, siente ambas cosas al mismo tiempo. Por una parte el alca, el pájaro bobo. Por otro el rocho, un pájaro fabuloso, al que Simbad se agarra para salir de la isla en la que está perdido.  Cuando el rocho vuela y abre las alas debido a su tamaño oscurecen el cielo. Se une el mito y lo cotidiano en relación al amor y las relaciones personales. Oscurimbad, lo contrario de Simbad es lo que nos ilumina, el Luminero, en la vida de cada día. Los grandes mitos oscurecen nuestras vidas. A los héroes, de quienes se burla Joyce, es necesario hacerlos de carne y hueso con la historia de su cuerpo y de sus pensamientos, con sentimientos cotidianos, concretos y no abstractos, reales en sí mismos, no inventados para escribir una historia. 

«¿Dónde?» es la última pregunta del narrador. La respuesta es un pequeño círculo negro, puede ser un punto. Se han hecho muchas interpretaciones del significado de esta respuesta, desde que es la imagen de significar que cada ser humano es un punto de la humanidad, o ser un punto y final. Para mí lo que hace Joyce es lo mismo que Wittgenstein  en su obra «Tractatus Logicus-mathematicus»: «De lo que no se puede hablar mejor es callarse». 

Penélope

La odisea de Bloom ha finalizado, salió de la cama y vuelve a ella. Es una novela cíclica que retorna sobre sí misma. El siguiente y último capítulo, «Penélope» (18), va a ser igual. Empieza con un «» y finaliza con otro, «…dije sí quiero. Sí«.  El pensamiento de Molly comienza donde empieza la historia de ella y Bloom. Al comenzar es Bloom quien lleva el desayuno a la cama a Molly. Al día siguiente será ella quien se lo tendrá que llevar, «él no había hecho una cosa antes como pedir que le lleven el desayuno a la cama…». Y es en este aspecto del retorno, el «eterno retorno» del que habla Nieztsche, autor que aparece citado en la novela varias veces, es donde adquiere sentido la idea de metempsícosis, la reencarnación, porque cada día equivale a volver a nacer. De ahí también la posición fetal en que duerme Bloom, que el autor compara con «el niñohombre en las entrañas«. Volverá a nacer, a reencarnarse en sí mismo a la mañana siguiente. 

Cuando Ulises vuelve de la guerra de Troya ha de pelear contra los pretendientes de su esposa. Bloom no, la lucha es consigo mismo y con las circunstancias que le rodean. Se enfrenta a su mujer desnuda, pero ambos están en situaciones contrarias. Él se acuesta con los pies a la cabeza de ella y con sus pies al lado de la cabeza de Molly, parece un círculo que da la idea de ciclo. 

Este último capítulo es un soliloquio de Molly, que piensa en estado de entrevela. Se separan diversas fases de pensamiento por una circunferencia, cuando ella se queda adormilada y pierde unos segundos la conciencia, para luego seguir pensando. No son frases lineales, sino que van y vienen en el tiempo, pero forman una unidad, una esfera narrativa. La redacción carece de signos de puntuación porque no son frases habladas o escritas, sino pensadas, frases que se piensan por sí mismas. Se cuenta que esta manera de redactar Joyce lo copió de su pareja, Nora Bernacle, quien las cartas que le escribió, con un gran contenido erótico y sexual, no tienen comas ni puntos ni  signos de expresión, escribe tal cual le sale. Lo cual hace que en algunos momentos el relato adquiera una sonoridad, un ritmo y una fuerza que arrebata al lector y le hace soportable la fuerza del contenido de lo que dice, el cual desnuda al hombre moderno, le descubre sus sentimientos y un destino, que no lo es porque queda en manos del azar y la libertad, sobre todo en cuanto a la relación humana,  la de pareja especialmente. 

La redacción de esta parte final es una cascada de palabras que caen seguidas una de otras produciendo una sonoridad especial. El río de la novela que ha formado diversos meandros y se ha ocultado en forma de aguas subterráneas se convierte en una cascada cuando llega al precipicio de Molly, quien percibe y recuerda la relación que ha mantenido con su marido y con otros hombres. Reafirma su cuerpo y la fidelidad consigo misma. No como un concepto de honor definido socialmente. Molly es la figura antagónica de Penélope, pero es también Penélope, ¿por qué?, porque en este soliloquio, si tenemos en cuenta todo lo que se ha leído anteriormente y el sentido de volver a empezar, de sufrir una metempsicosis cada día, lo que Molly, la Penélope moderna, hace es que por el día teje una vida que desteje por la noche, o al revés, los pensamientos que teje de noche los desteje de día. Piensa una cosa que está pendiente de hacer y nunca lo hace, no realiza sus pensamientos y tiene que volver a nacer cada día, nuevamente para quedar igual. No se atreve a dar el paso, pero está dispuesta a hacerlo. Es valiente ante sí misma, auténtica, pero le queda el apego, el afecto a su pareja, no quererle hacer daño, pero hay algo más profundo que hace que le cueste dar el paso definitivo, porque percibe que volver a empezar sería repetir la historia, otra vez la reencarnación en la propia vida, otra vez volver a empezar para acabar igual. Y esta es la constante a la que se ven abocadas las historias afectivas de hoy en día. Y tal vez sea de esta manera la única posible y que no haya solución, siendo lo que nos descubre Joyce. Por tal motivo es una lectura que incomoda. 

Sobre este capítulo Jung, que lo leyó antes de ser publicado, le escribe a Joyce: «Las cuarenta páginas escritas de un tirón, el final, son realmente una ristra de verdades psicológicas. Supongo que sólo la abuela del diablo sabe tanto sobre la psicología auténtica de la mujer«. Observemos que Jung dice «auténtica». Por mi parte matizaría, porque es la autenticidad de la mujer actual, la que nace cuando se ha abierto en la sociedad un proceso de liberación social y mental. Tiempo atrás no sería posible este planteamiento. Joyce plantea y hace visible lo que surge como esencia de la mujer moderna, o más bien de la relación entre la mujer y el varón en la modernidad, que actualmente vive su apogeo dentro de un proceso incipiente de nuevo cambio que no sabemos aún cómo será ni cómo sucederá. Lo cierto es que hay una reacción agresiva por parte de muchos varones en respuesta a la libertad de la mujer y de la pareja como tal. 

Lo que rebulle del pensamiento de Molly es una dicotomía entre lo que piensa y su realidad. Define a los hombres como débiles y quejicas. La mujer aguanta mejor el dolor, piensa. Hace ver que las mujeres de antes fueron recatadas, reprimidas y represoras de los deseos de la mujer. Hace una alusión a la foto que guarda su marido en un cajón, la de la monja que es sodomizada por un obispo. Más adelante se compara a sí misma con la putilla de la otra foto. También le surgen pensamientos sexuales. Piensa que su marido se ha corrido en algún lugar, por las ganas con las que ha llegado. Más bien sería señal de estar excitado. Pero Molly piensa que no hay amor en lo que hace con las prostitutas, pues estaría desgarrado pensando en quien amase. Molly piensa que lo que le ha  contado Bloom es mentira. Recuerda que ella supo cuando mantuvo relaciones sexuales con una criada. 

Molly sabe que su marido tiene que satisfacerse en alguna parte, pues no puede aguantar tanto tiempo sin eyacular. La última vez se corrió sobre su culo, la noche en que ella tuvo un escarceo con Boylan. Ella sabe que Bloom se huele lo  que hay entre ambos. Cree que pensar en ella y en Boylan le ha hecho tener ganas de follar a Bloom, «lo que le puso al rojo vivo». 

Molly siente la pesadez de la rutina, desea ser poseída con un beso ardiente hasta dentro de su alma. Recuerda la confesión de una niña a un cura de alguien que la metió mano. Describe sexualidad escondida del clero que casi un siglo después ha salido a la luz, no sólo en Irlanda sino en otros países. 

A pesar de la labia que tiene Bloom le costó declararse a Molly cuando se conocieron. Bloom fue un poco celoso. Tuvo una novia antes de conocer a Molly, que se casó con un señor que duerme en la cama con las botas puestas. Sigue reflexionando sobre si las mujeres son tan malas como dicen los hombres, de otra manera ¿por qué les piden que se casen con ellas?. Admite que Bloom, su Poldy, no encontraría otra mujer como ella que le aguante Pero todos los hombres son diferentes, aunque reconocerá poco después que están hechos de la misma madera. Recuerda que Boylan se fija en sus pies porque le excitan. Es un fetichista, «no es normal como el resto del mundo». Aunque Bloom le pidió una vez un pedacito de sus bragas. Y otra vez que se levantase las enaguas. Piensa que un día le dirá a su marido lo que hizo con Boylan, su amante. También recuerda una vez que manoseó a Bloom igual que a un amante del pasado, Gadner, un teniente, con quien mantuvo unas relaciones apasionadas. Éste murió de fiebres tifoideas. Nora, la compañera de Joyce tuvo dos novios de muy joven que murieron por alguna enfermedad. 

Molly admite que le gustaba la manera en que Bloom le hacía la corte cuando fueron novios, las amapolas que le llevó una vez. «Me besó mi corazón«, dice, pero también se dice a ella que no abrazaba lo bien que lo hacía Gardner, que murió después en Sudáfrica. Gardner se pirraba por sus labios. Le dijo que nadie que le viera sonreír podría evitar pensar en «eso», hacer el amor. Evoca recuerdos sexuales. Una amiga le cuenta que con su marido lo hace como los perros, en esa postura. Luego piensa que le gustaría hacer el amor con un negro.  Nuevamente Joyce forma una amalgama de deseos fantasías, imaginación, ocurrencias fuera del control de la conciencia y la realidad. Surgen ideas a la vez que recuerdos de la vida cotidiana con Bloom, de quien se queja ella porque está metiendo las narices en todo por la casa. Considera que gandulea en su trabajo de buscador de anuncios y Molly dice que entiende de cocina., pero no entiende mucho de vestir. 

Recuerda Molly cómo Bloom le chupaba las tetillas y eso la excitaba. Una vez le hizo daño y las chupó cuando ella dio de mamar a su hija. Y hasta se las ordeñó para tomar esa leche materna con té. A comienzos de este año, 2010, ha salido la noticia de que en Nueva York se venden quesos  hechos con leche de mujer. 

Molly se estira en la cama y hecha de menos a alguien, se supone que a Boylan, con quien dejarse ir y correrse otra vez. Se excita. Al decir «otra vez» se supone que antes de llegar Bloom lo ha hecho con otra persona, con él, o pudiera ser otro día anterior. No puede esperar hasta el lunes.  Piensa en las diferencias de uno y otro, amante y marido, en la manera de hacer el amor. Efectivamente como define Virginia Wolff la novela «Ulises» es un caballo desbocado, para ella imposible de montar, pero lo que pretende Joyce es hacer visible el desbocamiento del pensamiento, para verlo. No escribe sobre un pensamiento dirigido, ordenado, sino sobre el momento mismo de pensar, porque el pensamiento va a todas partes La conciencia luego selecciona algún aspecto del mismo. Hacia afuera ella le pregunta a Bloom dónde ha estado, duerme en la cama con él, va a la compra, le pide el desayuno. 

Molly recuerda una corrida de toros a la que asistió una vez. Esta afición le parece que es de brutos. Recuerda a una amiga suya con la que jugó con la almohada cuando las dos fueron pequeñas. Alguna vez durmieron juntas. Más adelante esa chica le dio libros para aficionarla a la lectura. En el retrato que Joyce hace del pensamiento de Molly percibe que la manta le pesa demasiado. «Encima él y sus sandeces«, piensa. Recuerda un beso con alguien. Joyce hace un guiño al lector sobre el título, otra vez, al aludir a Ulises Grant, un general que fue presidente de EEUU (1969 – 1877). Lo escribe con una «s» aunque su nombre originario fuera con dos. Parece que da pistas  con respecto al mensaje de la novela: hay muchos Ulises

Molly recuerda el aburrimiento de su adolescencia, cuando miraba por la ventana a ver si pasaba algún joven guapo. Critica que los hombres tienen la materia gris en el rabo. Piensa que la mayor felicidad para una mujer es responder afirmativamente a la declaración de amor de un hombre, pero para la mujer cuando se envejece ya no vale nada, «ya te podrían tirar al fondo de un barranco«. Le gustaría recibir una carta de amor y, sin embargo, su marido escribe a una desconocida. Recuerda el primer beso, bajo  la muralla mora, «nunca me pudo entrar en la cabeza lo que era un beso hasta que me metió la lengua en la boca». Ella le dijo al joven que estaba comprometida, sin que fuera cierto. Él le acarició las tetas por fuera, estaba azorado, por una parte miedo a contraer una enfermedad o dejarla embarazada. Al no consumar el acto sexual Molly quiso probar con un plátano, pero la dio miedo por si se rompía. Piensa que todos están locos por meterse ahí de donde salen. Le corrió con un pañuelo. Fue hace casi 20 años y Molly lo recuerda como si fuera ayer. Piensa que él puede estar muerto, podría estar casado con cuarenta años. Su mujer no sabría lo que ella hizo con él. Junto con otros recuerdos afirma «dulces días que no volverán más allá del recuerdo».  

Molly piensa que le gustaría un hombre nuevo cada año. Sin embargo vemos que lleva con su marido dieciséis años, de los cuales cinco sin mantener con él relaciones sexuales.  Antes había pensado «esperando siempre esperando llevarle a mí». Esperando, esta es la espera de la Penélope moderna. Ella nunca pensó que su nombre fuera a ser «Bloom». Piensa que si se divorcia se llamaría señora Boylan. Piensa en la canción de amor que tiene que cantar, lo hará con fuerza. Y vestirá con escote, para dar envidia a las señoras que vayan a ver su actuación.  

Critica a las mujeres que hablan de política sin entender. Se dice a sí en sus pensamientos que sabía ella más a los quince años que todas ellas a los cincuenta. Que ella aún puede hacer el amor con un hombre como Boylan que tiene dinero y puede elegir con quién hacerlo. Piensa que pudo ser una señora, pero se casó con Bloom. Lo tiene al lado y desea  que durmiera en otra cama. Tiene los pies fríos. Se excita al pensar en Boylan. Su marido, compañero de cama, no le deja espacio para ella poderse tirar un pedo, que lo hace finalmente. A pesar de todo le tiene cariño. Le preocupa que vaya con malas compañías que le hagan creer que es otra vez joven. Llegó a las cuatro de .la madrugada. Reconoce su delicadeza de no despertarla. No entiende el gusto de él por pasar la noche por ahí. Y tampoco que luego le pidiera para desayunar huevos y té y arenque y tostadas con mantequilla. Critica a los amigos de su marido, «a eso llaman amistad«. Los que han ido al entierro de Dignam, «se matan y luego se entierran unos a otros» y «menuda caterva están hechos todos ellos«. 

Molly a pesar de todo siente algo por su marido y  se propone impedir que Bloom sea atrapado por «las garras» de sus amigotes, los cuales, piensa ella, se burlan de él a sus espaldas. Por salir con ellos ha dejado sus libros, sus estudios, ya no hace vida en casa. Molly lo ve todo desde su único punto de vista. No se da cuenta que Bloom se siente solo, abandonado por su esposa. Y viceversa, ella por él. Molly piensa que los hombres tienen amigos con los que hablar, pero las mujeres no tienen a nadie. Se refiere a amigos de la noche. El mismo drama, los dos se sienten solos,  lo viven de manera diferente, pero lo resuelven igual, buscando satisfacer sus deseos y la necesidad de comunicarse con alguien, sin embargo están juntos, aunque sea provisionalmente y tampoco sabemos lo que pasará después. Molly piensa que su marido «va a buscar lo que no va a encontrar» porque acabará en los brazos de una mujer «dispuesta a clavarle a una el cuchillo por la espalda«, lo cual es algo que ella no soporta en las mujeres, lo que le hace pensar: «no me extraña que ellos nos traten como nos tratan«. Ella también mantiene relaciones con otro hombre. Por un lado responsabiliza a su marido de ello, por otro siente su culpabilidad aunque trate de justificar su relación con otro hombre. «Buen atajo de pécoras estamos hechas«, se dice a sí misma. Plantea que las mujeres son tan «víboras» por tantas preocupaciones, como tienen, pero afirma «yo no soy así«.  Como la redacción carece de signos de puntuación ni de interrogación, podría decir de manera más coherente «¿yo no soy así?». Pues seguidamente pasa a pensar en Stephen al que desea seducir, al menos en su pensamiento. ¿Culpabilidad o afirmación?. Es algo que hay que adivinar. 

En sus pensamientos Molly recuerda cuando fue niña y le miró un hombre. Lo cual ha hecho algo parecido su marido con una jovencita, Gerty. Luego piensa en la compra. En los antiguos planes de su marido, como poner una academia de música en el piso de arriba, que no hizo. Como el viaje a Venecia y al lago Commo: «todo lo que yo decía que me gustaba él lo iba a hacer en seguida«. Le echa en cara que la deje todo el día sola. Bloom mandó a fuera a su hija para estudiar fotografía. Lo hizo, asegura Molly, por lo de ella y Boylan. Cree que su marido piensa de ella que está acabada, para vestir santos. Considera que la mayoría de los hombres no tienen amor en su naturaleza. Echa en cara a Bloom no tener una criada. También que saltara hace un rato, con Stephen, la verja para entrar. 

Molly está nerviosa. Otras noches a  veces se levanta por este motivo, «… cuando ya esté muerta en el hoyo supongo que estaré tranquila«. Se da cuenta que le ha llegado la menstruación. Al habérsela adelantado piensa que debería ir al médico. Le fastidia no poder mantener relaciones con Boylan durante el fin de semana. A no ser que a él le guste de esa manera. Recuerda una vez que fue al teatro y también  tuvo la regla. Fue una obra sobre el adulterio. Al sangrar sabe entonces que Boylan no le ha dejado embarazada, a pesar de lo grande que es él, aunque nada tenga que ver la corpulencia de su amante para ello, pero ella así lo piensa. Le preocupa manchar las sábanas. Entonces piensa que los hombres siempre quieren ver la mancha en la cama, para saber que la mujer con la que hacen el amor ha llegado a él virgen: «es lo único que les preocupa son tan tontos».  

Se quiere levantar de la cama, que tintinea. Piensa que podrían haber oído el sonido cuando estuvo con Boylan, pero puso una almohada bajo su culo, para que no hiciera tanto ruido. Piensa que se cortará el pelo del pubis, que le hará parecer más joven y le sorprenderá a Boylan cuando le levante la ropa la próxima vez. Se siente bella, piensa que sus muslos blancos le gustan a su amante. Se gusta a sí misma: «no me importaría ser hombre y montarme a una hermosa mujer».  

Recuerda Molly la primera noche que se vieron, ella y Bloom, en la que se estuvieron mirándose el uno al otro cerca de diez minutos. Bloom le habló sobre el nacionalismo irlandés y cosas de religión y de los judíos (persecuciones). Le echa en cara ahora que pague por satisfacer sus necesidades sexuales, «desde luego que tiene que pagarlo«. Piensa que les ha ido mal en 16 años de convivencia, han cambiado varias veces de casa «y él como si tal cosa«. Cada vez que empiezan a salir adelante Bloom mete la pata. Joyce nos cuenta, con cierto humor de fondo, la historia de un derrotado, la de un perdedor, al que incluso su mujer la engaña con otra persona y él lo sabe. A pesar de todo sobrevive, crea su ambiente, sus pequeñas ilusiones y satisface como puede sus necesidades. Su personaje es también un héroe, contrario a los que se veneran con historias de grandes hechos y esfuerzos sobrehumanos. 

Frente a la mujer heroica que se sacrifica, Joyce crea un modelo de mujer que quiere gozar, que se queja del infortunio y busca una salida, aunque sea a escondidas. Una mujer que piensa profundamente y que tiene una sexualidad propia, que quiere desarrollarla y vivirla intensamente. La mujer que plantea Joyce es la mujer moderna, que no se conforma con desear a un hombre, sino satisfacer su sexualidad, con un hombre o con otro. Esta novela plantea para su época un nuevo tipo de mujer, que ha venido a generalizarse con todas sus dificultades. El autor intenta desnudar la psicología femenina y la del hombre, en una vida acelerada, competitiva. Joyce nos muestra un momento en el que la tradición del pasado choca de lleno ante un cambio de manera de vivir el cuerpo y las relaciones  de pareja, lo cual todavía hoy sigue chocando, y lo hace cada día en la vida de las personas. Muchas cosas han cambiado, pero el problema de fondo es el mismo. 

Molly está descontenta de que Bloom llegue de madrugada. Considera a su marido un mentiroso, «él es un mentiroso de nacimiento«.  Decide que por la mañana va a mirar su bolsillo  para ver si sigue teniendo «esa goma francesa» en la cartera. Piensa si lo habrá hecho con Josie, porque entonces  se relacionaría ésta con lo que ella desecha. Pero piensa que no, que no se atrevería con ella porque está casada. Piensa que habría que matar a la mitad de los hombres. Ellos «no saben lo que es ser mujer y madre». Son unos tiranos. Más adelante piensa «les haces caso y te tratan como basura«. Bloom se enfadó una vez que ella no quiso que le lamiera. Ella cedió una vez. Considera que él  piensa sólo en su propio placer. Y que se gasta el dinero en ir de putas. En realidad Bloom se siente un náufrago. Va a ambientes nocturnos porque se siente solo y aprovecha las ocasiones que surgen para satisfacer su deseo sexual. 

Molly piensa sobre Stephen, de quien dice que se considera escritor y que va para profesor de italiano en la universidad. Bloom quiere que le dé clases a ella, por lo que se pregunta lo que pretende, pues le ha enseñado a él una foto suya, en la que ella no se ve bien. Había conocido de niño a Stephen. Piensa que él está en las cartas de tarot que echó por la mañana, «unión con un joven desconocido«. Piensa que los poetas escriben sobre alguna mujer. Su relación con Stephen la ve como un cambio que le va a permitir hablar de ella y no estar siempre escuchando a su marido, sobre asuntos de su trabajo. Añora los jóvenes de su juventud, con quienes se bañaban. 

La narración que hace Joyce del pensamiento de Molly se sitúa en la frontera entre la conciencia y el inconsciente. Sus deseos profundos, su sexualidad, su infancia y su realidad son la base de sus sentimientos. Anhela montárselo con un poeta, a su edad. Ha sentido el deseo de besarlo por todas partes «también su preciosa polla joven, así, con naturalidad. No me importaría metérmela en la boca si no hubiera nadie mirando«. Los pensamientos libidinosos brotan  desinhibidos. Molly considera que al ser un poeta no hay peligro porque su miembro viril estará limpio. Piensa que por la mañana tirará las cartas de tarot a ver si Stephen vuelve a salir en su destino, «haré que se derrita entero hasta que medio pierda el sentido debajo de mí, luego que escriba sobre mí, amante y querida públicamente para que todos se enteren«. Piensa que Stephen puede llegar a ser un escritor famoso. Antes recordó que él había ganado un premio literario cuando estudió secundaria.  Se propone  leer literatura para que no la crea una imbécil. Comprueba que aún recuerda hablar español, de cuando estuvo en Gibraltar, por lo que él verá que no es tan ignorante.  Pero su realidad  está al lado: «pero qué hago yo con éste» Le considera a Bloom burdo y vulgar. 

Joyce presenta a una mujer que lleva la iniciativa, que reconoce su sexualidad y no espera a dejarse llevar para ser conquistada por otro hombre, sino que es ella la que toma las riendas de su sexualidad, desea el placer por ella misma y no porque nadie la seduzca. La adivinanza final será si es capaz de llevar las riendas de su vida plenamente, tal como piensa o se seguirá dejándose llevar. Joyce plantea un cambio copernicano en las relaciones sexuales y también en la literatura. La mujer, como personaje literario, deja de ser una imagen, la imagen de un cuerpo, para pasar de una imagen que tiene cuerpo a un cuerpo que tiene una imagen.         

Cuando su marido le besó las nalgas Molly piensa: «supongo que es porque estaban tan rellenitas y apetitosas con mis enaguas cortas que no se podía aguantar«. Medita sobre el placer que sacan los hombres del cuerpo de una mujer. Ellos, piensa, pueden picotear y elegir lo que les venga en gana. Molly considera que la mujer está encadenada y se reafirma en tomar una decisión: «a mí no me van a encadenar«. Lo dice en plural, no referido sólo a su marido (singular). Es todo un manifiesto el que hace Joyce por la libertad de la mujer, por la desinhibición sexual, porque la sexualidad es uno de los fundamentos de la libertad de la mujer. En otro momento Molly llega a decirse a sí misma que sería mejor un mundo gobernado por mujeres, «no se vería a las mujeres matándose unas a otras ni aniquilándose. ¿cuando se ha visto a mujeres dando tumbos borrachas como hacen ellos o jugándose hasta el último céntimo… porque una mujer haga lo que haga sabe parar«. La historia de Molly está encuadrada en una sociedad puritana, en el que la religión católica marca las pautas de conducta y de la vida sexual. 

Piensa Molly que aunque una mujer esté con otro hombre el marido podría seguir siendo amigo de ella. Pero los celos lo estropean todo, piensa. Recuerda  el marido de una conocida que descubrió que su esposa se relacionaba con otro hombre, «¿acaso puede reparar el daño si lleva la cornamenta de todas formas, haga lo que haga?». Piensa que los hombres no piensan en los maridos ni en la esposa, pero tampoco en la mujer como tal, buscan saciar sus deseos. Parece que Joyce se pone como hombre en el papel de la mujer con todo cinismo y con toda sinceridad. Se queja Molly de que su marido nunca le abraza. Para Molly una mujer debe ser abrazada veinte veces al día para sentirse joven, no importa por quién, siempre que se esté enamorada o amada. Piensa que después de besarla el culo besaría cualquier cosa. En el culo que tanto desean los hombres no hay ninguna seña distintiva de la mujer como individualidad, «dos pedazos de grasa«.

A Molly le molesta el cuerpo de su marido al lado. No sabe dónde ha estado, despotrica contra él y, sin embargo, «voy a tener que andar trasteando abajo en la cocina para tenerle preparado a su señoría el desayuno mientras que él está enroscado como una momia«. ¿O lo plantea como interrogante?. Sería muy diferente. Es algo que tenemos que adivinar. Se queja a sí misma de que su casa es la de tócame roque. Echa en cara a su marido que no fuera capaz de hacerle un hijo, «no fue por culpa mía«. Ella le culpabiliza a él. Recuerda que  al que tuvieron le engendraron cuando se arrimaron después de haber visto ella aparearse a dos perros en la calle. Su hijo murió a los once días de nacer, «aquello me descorazonó completamente». Le enterró con una chaquetita que ella le hizo, y piensa que debió de dárselo a algún niño pobre. Ella supo que no tendrían otro. Reconoce que ya no fueron los mismos desde entonces. No quiere pensar en ello. La muerte de su hijo fue determinante en la relación de ambos, «fue nuestra primera muerte«.

Se pregunta Molly por qué no se quedó Stepehen  a pasar la noche. Desde el capítulo «Télemaco» (1) sabemos que esta noche no dormirá en casa, en la que vive con Mulligan. Piensa que a la madre de Stephen no la hubiera gustado ver cómo su hijo se malogra saliendo por las noches. Reconoce Molly que la noche es bonita por silenciosa. A ella le gusta volver después del baile. Si Stephen se hubiera quedado la hubiera oído hacer pis en el orinal. Estaría en otra habitación a veinte metros de ella. Piensa que es, como los nombres de Gibraltar, algo raro. Reconoce que ella tiene «cabeza de chorlito«, pero se siente joven y al pensar en Stephen recuerda cuando lo fue: «no me siento ni un sólo día más vieja que entonces». Piensa que Stephen estaría cansado y que pudo quedarse a dormir, y ella le llevaría el desayuno a la cama con su tostadita. Piensa que sería gracioso que se quedará a vivir con ellos. Podría escribir y estudiar. Y podría leer en la cama como hacen ella y Bloom. El desayuno que hace para uno puede ser para dos. Le gustaría hablar con él, que es inteligente. Imaginando que se quedara Stephen piensa que hubiera podido ponerse unas zapatillas rojas y una bata corta.

Molly se propone dar otra oportunidad a Bloom. Piensa levantarse pronto, porque está harta de la cama e irá a hacer la compra. Se pregunta quien será el primer hombre en mirarla al salir a la calle, pues todos salen a la caza de sexo desde por la mañana a la noche. Luego le arrojaría los huevos y el té a la taza de su marido. Y luego se pondrá su mejor camisa y bragas ante sus ojos, para que se excite y «le haré saber , si eso es lo que quiere, que a su mujer la follan, sí, y muy bien que la follan…», y no por él. Tiene la intención de contárselo todo y dadas las señales que Bloom ha dejado en la sábana de sus masturbaciones, quiere que lo haga delante de ella. Considera que tiene merecido que ella se acueste con otros hombres. Piensa que lo hace todo el mundo, pero lo ocultan, pero hacerlo no hace daño. Piensa que las mujeres están para que las follen, porque si no Dios no las habría hecho tan atractivas para los hombres. Piensa que si él quiere besarla el culo cuando lo tenga  entre sus partes le pedirá dinero, para comprar ropa interior. Pero supone que Bloom tal y como es no tiene arreglo, por lo que hará como que no se entera. Le dará ideas eróticas, pero se da cuenta que tiene la regla.

Reflexiona sobre la creencia en Dios y  se dice «podrían intentar que el sol dejara de salir mañana«. A continuación, sin pausa, piensa «el sol brilla para ti dijo él«. Le viene a la cabeza el día que estuvo con Bloom, echados los dos, cuando hizo que se declarase a ella. La cascada de palabras se convierte a partir de este momento en un torrente lleno de musicalidad. Es un canto al amor, al recuerdo. Sucedió hace 16 años. Se besaron. Lo que Bloom le dijo hizo que a ella le gustara él, «porque vi que entendía o sentía lo que es una mujer«. Ella, recuerda, le dio todo el pacer que pudo. Él le pidió que dijera sí. Ella no dijo nada. Miro el mar y el cielo y pensó en su pasado sentimental que él no conocía. Y el lugar de cuando ella fue joven, de aquellos guapos moros, las puestas de sol, la vegetación exótica. Recuerda el beso junto a la muralla mora, donde se besó con otros. Y al final de la novela está el compendio de toda historia que se cuenta, la cual no se puede entender sin recorrerla frase a frase ni tampoco sin llegar al final, que pudo ser cualquier otro también genial, pero fue el que el autor escribió finalmente. Molly recuerda que pensó cuando se besaron: «lo mismo da él que otro«. Otra coincidencia con Proust en el tomo «La fugitiva»: «En cuanto a Albertina  estaba seguro de que hubiera podido no ser ella la amada, de que hubiera podido ser otra«. Frente a la libertad no hay montescos  ni capuletos que impidan el amor, no surgen obstáculos externos, están en el interior de la persona. En la elección hay un componente de azar, que es lo que permite tomar una decisión.

Si con Bloom el autor ha narrado partes de su conciencia, desde su percepción más inmediata y desde el inconsciente, en el último capítulo hace hablar a Molly en el estado de duermevela, en la frontera entre la conciencia y el inconsciente. La odisea de Molly también sucede en su pensamiento, con sus trampas, ilusiones, su realidad, también ella está a la espera de que llegue él. Ella no le es fiel, pero él vuelve cada día y ella está allí. 

Entonces, cuando pensó «lo mismo da él que otro«, ella le pidió con la mirada que se lo pidiera otra vez. Él lo hizo y ella dijo , «le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume«. Recuerda el momento en que aceptó su relación con él: «y sí, le dije sí, quiero. Sí«.  Fue una relación duradera la de Molly con Bloom, duró más que un encuentro sexual, fue un sí que se prolongó dieciséis años. Juntos tuvieron dos hijos y una vida en común. Pudo ser él como cualquier otro. Y ella una flor de la montaña, una más: «que somos flores todas, el cuerpo de mujer, sí». Y sin embargo se eligieron uno al otro. Podemos encontrar otra explicación en la misma línea en lo escrito por Proust en el tomo «La fugitiva»: «Como si uno fuera libre de elegir lo que ama, no tienen en cuenta ese delicioso espejismo que el amor proyecta y que envuelve a la persona amada tan por entero y tan únicamente que la «tontería» que hace un hombre casándose con la cocinera o con la querida de su mejor amigo es en general la única acción poética que realiza en toda su existencia«. Al cabo del tiempo Bloom y Molly se distanciaron al no tener vida íntima entre ellos, pero estuvieron juntos compartiendo el hogar y siguiendo en la misma cama. ¿Joyce cuenta una historia sobre la sexualidad humana, o una historia de amor, o de desamor? Todo va unido, porque no sólo es lo que sucede, sino lo que se piensa, lo que se siente, lo que el otro no ve y que uno mismo apenas vislumbra.

Mientras que Bloom regresa al cuerpo de Molly, ella vuelve al recuerdo de su primer momento. Son dos odiseas diferentes, en la misma situación. Y este capítulo, «Penélope», empieza con una afirmación, y termina igual, , cerrando un ciclo. Él ha cambiado, pero también ella. Ulises y los personajes de los mitos están a merced de los dioses, hacen lo que éstos les obligan a hacer, les marcan el camino a seguir o luchar, vencer o ser derrotado. Los personajes de los mitos hablan con los dioses. El hombre moderno está solo, queda a merced del azar y habla consigo mismo.

Cada uno de nosotros somos nuestro destino, los sentimientos han de resolverse día a día, no tienen marcado un camino ni son amores eternos, porque el amor es de carne y hueso, lo cual entra de lleno en la literatura de la mano de Joyce, después de haberse arrancado el cuerpo de la literatura durante muchos siglos cuando se denostaron las novelas de caballería como «Amadís de Gaula».

El arte desnuda al hombre. Una desnudez que Joyce aprecia tanto física como mental. Umberto Eco realizó en su obra «El nombre de la Rosa» un  estudio nominalista sobre el lenguaje en relación con lo que pensamos: «Tenemos el nombre de la rosa, tenemos la rosa desnuda«. Joyce mucho tiempo antes lo plantea a la inversa sin dar una respuesta, diríamos que tenemos la rosa desnuda, ¿cuál es su nombre?. Tenemos el cuerpo de unos personajes, sus pensamientos, sabemos lo que sienten, pero no podemos definirlos. ¿Podríamos llamar «cornudo» a Bloom, o «putero» o marido infiel?. ¿Y a Molly adúltera, puta, buena esposa?. O simplemente viven, son hombre y mujer, sin nombres. Las palabras ya no definen la moral, tampoco las ideas, comunican sensaciones con las que vivimos llevados por el azar de cada momento.

Quizá lo que hizo Joyce en «Ulises» fue ver por dentro a una persona vulgar, cuya vida coitidiana carece de interés a no ser que se vea de cerca, muy de cerca. tal vez quisiera responder a lo que pleneó en su obra anterior «Retrato de el artista adolescente»: «¿Y si le hubiera juzgado con demasiada severidad? (Se refiere Stephen a un amigo que terminó medicina y busca trabajo). ¿Y si su vida fuera un simple rosario de horas, sencilla y extraña como la vida de un pájaro alegre a la mañana, inquieto por el día, cansado a la puesta de sol?. ¿Y si fuera su corazón simple y voluntarioso como el de un pájaro?». Parece que Blomm pueda ser este pájaro.