23 – XII – 2011. En la obra de Musil, «El hombre sin atributos» (1939 – 1942)  se lee: «Hoy en día no hay más que escritores: lectores apenas quedan. ¿Se ha preguntado alguna vez cuántos libros se imprimen cada año?…. Todo el mundo escribe; cada cual se sirve a su antojo de los pensamientos como si fueran suyos; nadie piensa en la responsabilidad del conjunto». Parece que no pasa el tiempo, pero habrá que dar pasos, pasos sobre la conciencia callada de escribir.

Se construye demasiado con palabras, historias, opiniones, estudios, fantasías, pero escribir es u juego dialéctico entre dos polos (tesis y antítesis) la lectura, conciencia externa y reflexión-sentimiento, conciencia interior. Escribir es la síntesis que brota de la conciencia, de la necesidad de expresarse, lo cual exige un ambiente, no la masa que es la muerte de la escritura porque la convierte en un espectáculo y en un negocio.

22- XII – 2011. Lucía Etxebarría ha declarado a los medios de comunicación que va a dejar de escribir porque la piratean sus libros, los bajan gratis de internet. Parece que los derechos de autor son únicamente los que se miden en dinero. ¿Y escribir por amor al arte?. En realidad es una estrategia de promoción de los libros que suyos que no se venden. Ella tiene la oportunidad de que editen sus libros, lo cual no ocurre con la mayoría de los escritores. Se debería de plantear el derecho a editar una obra, pues muchas obras de arte quedan sepultadas en el olvido y el ostracismo.

Etxebarria se ha convertido en un producto editorial, produce libros para el mercado editorial, le hacen entrevistas como estrategia publicitaria. Escribir es otra cosa, es cuando se escribe por la necesidad de escribir, de plasmar con palabras lo que bulle en el interior. La literatura no es un negocio y mucho menos hacer de ella un pelotazo. Hoy la literatura existe y sobrevive en los submundos de la cultura. Seguiremos escribiendo no sólo aunque no ganemos un euro con lo que hacemos, sino que seguimos aunque nadie nos lea.

5 – XII – 2011. En su obra «El hombre sin atributos«, Robert Musil hace una análiisis del escritor muy interesante. Es curioso observar como cosas que se han dicho en otras épocas sirven para el futuro y posiblemente en el pasado se hubieran dicho cosas similares, por ejemplo en «Las ilusiones perdidas» de Honorec Balsac se plantea algo similar. En el capítulo «El escritor visto de espaldas» leemos: «El gran escritor es sucesor del príncipe del espíritu», que son los príncipes sustituidos por la gente rica, «la consumación de este reemplazo se ha conseguido en el mundo político»; «el gran escritor pertenece al tiempo de los grandes espectáculos y al de los grandes almacenes». «Lo menos que se puede pedir a un gran escritor es que tenga un automóvil; tiene que viajar mucho, ser recibido por ministros y dar conferencias, debe causar impresión ante los jefes de la opinión pública»; «no es necesario que escriba el libro más leído del año o del mes, basta con que no tenga nada que objetar a este sistema de valoración». La condición indispensable para hacerse un gran escritor es escribir libros u obras de teatro que se adapten a grandes y a pequeños, hay que impresionar… basta con moverse en el mundo complaciente, lo demás viene por sí solo», comenta Musil que los críticos prefieren elegir el libro de un gran escritor que el de uno corriente, para hacer críticas que no son simples comentarios sino laudatorios que no dejan lugar para todo lo demás.

El siguiente capítulo es «El gran escritor visto de frente» en el que define la vida de este en un espíritu que se asemeja al estilo de los comerciantes, el cual consiste en que no quiere privarse del triunfo, para lo cual ha de contar con un a propaganda bien organizada, tal es lo que importa. ¿A qué me suena esto ochenta años después?.

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3 – XII – 2011. Esta misma noche he visto en El Albeitar la obra de teatro «Dos perlas de Tenenessee», que recoge dos obras de este autor Tennessee Williams, «El caso de las petunias pisoteadas»  y «La marquesa de Larkspur Lotion». La primera la han hecho en un estilo de caricatura de los personajes, con una ironía que que ha sabido llevar el mensaje de la obra al espectador. Iba a plantear que ha sido un ejercicio muy bien hecho por actores que dominan la técnica de actuar, pero en la segunda representación han dado un paso más expresando el dramatismo del texto.

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En la obra de las petunias me ha parecido muy buena la representación de Roberto González, que con su manera de estar, de andar, de presentarse en el escenario trasluce una capacidad de mimo muy interesante. Sus gestos, su simpatía boba me da la impresión que ha sido lo que definió el contexto de la representación de esta primera obra. El papel de Dorothy Simple muy bien caracterizado en la simulación caricaturesca, al límite. Mientras que el muchacho me pareció sobreactuado, su actor, Javier Bermejo, hizo un cambio de voz  con respecto a otras interpretaciones muy bueno, aunque alguna vez se le fuera la voz, pero es como el vestido de los indios de América,  que las indias dejaban siempre un hilo suelto porque dicen que en lo imperfecto está el espíritu de las cosas.

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La segunda obra me ha parecido muy bien interpretada, sobre todo el cambio de registro que hacen Ruth Oblanca y Javier Bermejo. La interpretación de Ana Casado es muy buena, pero no hay un salto al ser su papel en la primera obra un poco difuso, de paso. La Sra. Hardwicke-Moore hace un juego psicológico entre su mundo que oculta y otro imaginario, aunque en la lectura del texto a mí me pareció en su momento que es más delirante que falsificador, como un mecanismo de defensa en el que alguien se desdobla e inventa su vida. La crueldad de la señora Wire es total, incluso cuando aparece el escritor. Yo estuve a punto de gritar «¡cabrona», cuando degrada y humilla al escritor y a la «marquesa» momentos antes. Javier hace un papel emotivo, sabiendo jugar con los silencios, pero le faltó intensificar más estos, dejar que el público se metiera más, sacara sus fracasos propios y no se quedara viendo los del escritor. El silencio en el teatro, como en la música son esenciales y hay que saber interpretarlos. Muchas veces un texto adquiere valor por sus silencios, permiten que las emociones dejen un poso en el lector/espectador y no sólo verlo pasar. De hecho el baile del final es muy emotivo, lleno de ternura y vida. Llamó la atención el movimiento de la mano del escritor que lo mantuvo menos cuando cogió la botella, pero hizo que se caracterizada de anciano y débil muy bien su actor. Rut dio fuerza a la interpretación, Ana hizo aflorar el sentimiento y Javier fue capaz de comunicarse con el público. Roberto acompañó en su roncón. Y el saxofonista fue un trasfondo que permite que el espectador quede expectante y sumergido en la obra. 

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El público aplaudió al final, pero tuvo que hacerlo más porque el trabajo de los actores mereció la pena, tuvieron que volver a salir. Ojalá esta labor que han hecho que hace valiosa una escuela de teatro y su labor y la especialización posterior, ojalá digo, no se pierda ni banalice. Actores profesionales no harían algo semejante, porque la fuerza que tuvieron fue quererlo hacer especialmente bien, trasmitir algo, exponer su genio, ese quererlo hacer es un gran potencial porque lleva al teatro el arte, no sólo la técnica. La dominan bastante, pero ese reto, ese lanzarse al escenario porque quieren estar ahí y no sólo están, contratados, es lo que da vida al escenario.

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Me emocionó el papel de escritor porque sus setecientas y pico páginas son las que llevo yo y algunas más, con mi novela cinco años con ella y lo que queda. Más con las hojas que llevaba en sus manos que  alguna son originales que le mandé al actor, él me los pidió. Le escribiré una carta personal para comentar con él algunas sensaciones. Hay una segunda lectura del texto, que es el fracaso del mundo, el mundo que representa la Sra. Wire, a la que sólo importa el dinero, y es el fracaso de ella que no ve lo interior que late fuera de ella, ni en ella misma, es el mundo el que fracasa cuando navega el escritor en el alcohol, la ancianidad, con su tiempo perdido y olvidado y es esa fuerza la que le hace defender a la «marquesa», porque el arte, la creación, los sueños, las derrotas están rodeadas de cucarachas, estamos. estuve a punto de que se me saltasen las lágrimas, si hubiera leído un renglón de esos papeles lo hubiera hecho, porque creo que el actor acaricia una herida que llevan las palabras a cuestas, todas, también las de las cumbres porque resulta que ni siquiera hay olas para ellas, son aire y el escritor en el escenario las supo dar forma. ese dramatismo hizo que la representación dejase de ser un ejercicio de teatro y convirtió el Albeitar, y a León, en un rincón en el mundo. ¡Si se vieran la importancia que tienen estos actos para la cultura!. Y a quienes tragamos soledad con las letras es una bocanada de aire. ¿Qué sabe de esto la crítica?. Ya en su obra «El hombre sin atributos», Robert Musil escribe que hacen «críticas interpretaciones que no son simples comentarios autenticas interpolaciones laudatorias (a veces desprecio o isultos graciosos para desgastar nuevas formas de arte) no quedando lugar para todo lo demás… hablando con respeto los perros prefieren para sus fines comunes la esquina de una calle concurrida a una roca solitaria«.

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Las dos obras reflejan problemas interiores de la sociedad de mediados del siglo XX, pero han cambiado muchas cosas, demasiadas y aunque el arte trasmite un sentimiento universal y es interesante comparar épocas desde el teatro el público no se ve implicado, es un teatro que queda en el escenario, a pesar del buen hacer de los actores y el equipo de dirección, escenografía etc. ¿Los sentimientos de fondo, la soledad, el sentimiento de fracaso, la rutina no son sentimientos imperecederos que recorren todas las épocas?. Sí, pero el teatro es presencia, la teatralización no lo es. Y parece como si el teatro siempre fuera a remolque. Incluso el teatro clásico siempre fue por detrás de su época. Hubo autores como Ibsen, Bertolch Brecht que se adelantaron a su momento y empujaron a la sociedad a nuevos horizontes, pero sobre todo a nuevas relaciones sociales y personales porque se cuestionaron las anteriores.

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Estoy leyendo la novela «El castillo del odio» de Archibald J. Cronin y con toda su trama, una historia de amor y recelos de familia, de desencuentros y dramas en la actualidad queda muy desfasada porque lo que impulsa todo el desenlace ya no existe en la sociedad, puede quedar algo, pero no es significativo. Sin embargo merece la pena leerlo porque permite ver la evolución de los sentimientos y nos hace ver desde fuera, desde otro punto de vista los nuestros actualmente, como los vivimos, porque es la diferencia con otras maneras lo que nos lleva

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2 – XII – 2011. Verterse el autor en el poema, la novela, el guión de teatro  es el gran reto, sin mostrarse uno mismo, porque no se puede hacer de escribir una terapia, una vanagloria personal, lo cual no es creación literaria, simplemente  sería escribir. Para mí lo importante de una obra literaria es hacer visible el mundo desde uno mismo, hacer de esa parcela una visión de la historia que se cuenta, de los sentimientos que se expresan, una ventana desde la que el autor dice «¡mira!» y el lector la abre y percibe lo que cuenta. es lo grandioso de escribir.

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A medida que avanzo en la novela que estoy escribiendo me doy cuenta que lo que quiero  no es sólo contar una historia, sino hacer visible el complejo mundo de los sentimientos, como aspecto invisible de lo que ocurre. Me sumerjo en ella para ver su realidad sin serlo, sin serlo del todo. Merece la pena el empeño porque mientras que escribo revivo recuerdos, cuestiones que pasaron desapercibidas y que sin embargo en la novela se engrandecen y quisiera que el lector, literalmente, paseara por ella con su mirada leyendo y encontrara su propia historia, porque pienso que el mundo de hoy necesita de las historias de cada cual, para evitar que  nos siga arrastrando a la nada.

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21 – XI – 2011. He leído la obra de Louis Ferdinand Cleine, un autor francés, antisemita, filo nazi, se dice. Mi amigo Adolf me habló de su obra independientemente de su tinte político, pero ¿se puede separar la obra de un autor de su vida, de sus ideas?. No lo sé. Depende qué obra, qué autor. Se evitaba un aniversario de este autor, lo que me parece injusto y decidí leer el libro «Viaje al fin de la noche«, que me regaló otro amigo, Javier Marín, Vier.

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La primera parte me encantó y el final, por triste y desolador que sea, el cual define el fin de la noche. La verdad es que no entiendo que tal como define la guerra este libro, la crítica que conlleva se pueda considerar no siquiera un facha. Pienso que son personas que caen en una crítica a la corrupción de la democracia, de los partidos, que es cierta, pero su crítica a ese aspecto nocivo  e hipócrita, pasan al otro lado pues lo consideran consustancial a la democracia y el juego electoral basado en el dinero. Por eso es tan importante el debate, la reflexión en común y no censurar obras de nadie.

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Define el s. XX como el de la velocidad. A los veinte años el protagonista no entiende la guerra, a la que tiene que ir como soldado. Piensa que puede ser un cobarde, pero va viendo cosas que le hacen aturdirse cada vez más, como hacer  a un compañero un consejo de guerra por robar una lata.

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La obra en sí es irónico, una ironía hosca, dura, «la mayoría de la gente no muere hasta el último momento, otros empiezan veinte años antes, son los desgraciados de la tierra». Sobre la guerra se explaya, como cuando escribe que los caballos tienen suerte, porque pueden morir en la batalla, pero no les piden que crean en la guerra en la que están. El protagonista tiró finalmente el petate y las armas porque no tuvo ganas de matar a nadie. «Cuesta deshacerse de uno mismo en la guerra… sólo pienso en no palmarla». «La poesía heróica se apodera de quienes no van a la guerra».

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Insiste en esta experiencia de la guerra que me parece interesante resaltar, para ver una obra desde ella misma y no desde prejuicios que se extienden y son una forma de censura no de venda que nos ponemos: «Cuando a los grandes del mundo les da por amarnos es que van a convertirnos en carne de cañón. Señal infalible«. Y: «los encumbrados piensan en el pueblo por interés o sadismo».

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«Mentir y creer se contagia como la sarna». Da un consejo el autor, que escribe desde fuera de la historia: «lo mejor que puedes hacer cuando estés en el mundo es salir de él, loco o no, con miedo o sin miedo«. Creo que es una percepción de la rebeldía interesante. La creatividad es el impulso de este reto. A veces sólo sabemos que el mundo no nos gusta, sin más y eso nos lleva a caminos sin salida o a otros que son engañosos, forma parte de la experiencia de seguir. Para Celine «la mayoría de la gente es quien decreta qué es locura y que no lo es». Para él loco es el que tiene ideas corrientes, pero encerradas en una cabeza, «el mundo no pasa a través de su cabeza». La cual le estalla por culpa de la educación recibida.

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Hace reflexiones que nos proponen pensar, una visión nueva de algunas ideas, «si la gente es mala es porque sufre». «¿Por qué no ha de haber arte en la fealdad igual que en la belleza? Tal vez esto explique el arte contemporáneo. «El amor es como el alcohol, cuanto más impotente y borracho más fuerte y listo te crees». Un ejemplo similar con respecto a la estética: «la belleza es como el alcohol, te acostumbras a ella y dejas de prestarla atención». En resumen llega a decir que somos cornudos del infinito.

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Define idealismo como nuestros pobres instintos envueltos en palabras rimbombantes. «Los perros cuando duermen se parecen a los lobos». «La ley es el gran parque de atracciones del dolor». Filosofar lo entiende como una manera de tener miedo.

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«El viaje es el vértigo para gilipollas, la búsqueda de la nulidad». ¿Qué es el viaje al fin de la noche?, lo que da miedo a todos. Hay quien traduce el título como «Viaje a la profundidad de la noche». Para mí tiene un sentido de final.

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Ferdinad , el protagonista, va a la selva, a América, desde donde define Nueva York como «una ciudad en pie». Dice que si soledad se siente en la selva, más en el hormiguero de la gran ciudad. Desde allá ve a Europa como un lugar de locos, anticuada, erótica y de rapaces.

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Al final el protagonista y su amigo Robinson van con dos prostitutas. El primero acepta seguir con ella, convivir con ella. Robinson no. Van en un coche. éste discute con su compañera de ratos, al decirle ella «yo soy tuya, pero tú no eres mío».  Le acusa de no empalmarse. Robinson la responde que le asquea todo, sobre todo el amor, «me cago en el amor de todo el mundo». Y que entre él y ella se interpone el mundo entero. Ella le dispara dos tiros en el estómago. Ferdinad que se ha hecho médico no puede hacer nada. ¿Por qué lo mató?. No hay respuesta, «habíamos llegado al mundo y se vuelve a cerrar». La falta de respuesta es  la respuesta: «nos perdemos en las palabras» ¿El final de la noche puede ser el amanecer, para Ferdinad, o la noche siempre, para Robinson?. … «el gran Sena se lleva a nosotros… y no se hablará más de nada».

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20 – XI – 2011. Ayer asistí y participé en el grito poético para reivindicar que el CCAN mantenga su actividad. El ambiente, las lecturas de poemas fue algo maravilloso, una obra de arte en sí que nunca se verá en teatros palaciegos ni en actos de oropel. Fue entrañable, con versos que vienen de los más hondo del autor, y tocan la hondura, la profundizad de quien escucha las palabras que leen y recitan.

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No cabe duda que la poesía crea, trasmite, alimenta la conciencia.

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19 – XI – 2011. Hoy he escuchado en la radio, Radio 5 Todo Noticias que  para Freud, «Los hermanos Káramazov» es la novela mas completa jamás escrita. está latente el conflicto de la muerte del padre, no por el asesinato de él, sino por el deseo, por la rivalidad de Gursenka. Para mí también muestra la tensión entre la pasión y la ley, el individuo y la sociedad, entre la razón y la espiritualidad, en una época convulsiva como la que el autor vivió, lo que le hizo llegar a aspectos muy profundos del ser humano de todos los tiempos.

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18 – XI – 2011. La obra de Dostoievsky, «Los hermanos Káramazov», tiene muchas partes, cada una con su interés. Al final es una reflexión sobre si la justicia juzga a la persona o a sus acciones. Para el autor, según cuanta en su prólogo, el héroe de la novela es Alexiéi, el debate de éste y su hermano Iván sobre la religión es también excepcional, una obra de arte: «el milagro nace de la fe, no al revés».  Habla de un socialismo cristiano o cómo buscar la felicidad en el dolor. . Iván plantea que sin la inmortalidad del alma, todo está permitido.

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Leer una frase que hay oído y visto como una cita, en su contexto y novela me dio mucho ilusión, «si Dios no existiera habría que inventarlo». Plantea que el ser humano es un campo de batalla entre Dios y el diablo. Es la existencia de Dios lo que hace culpable de sus actos a los seres humanos. De alguna manera inventar a Dios hizo que se creasen las civilizaciones.El capítulo de el gran inquisidor, es también magistral, a parece Jesús en la España de la Inquisición y estorba, todo ha de estar en manos del Papa y los creyentes han vendido la libertad para ser felices, «nada es más insoportable que la libertad». Descubre un secreto, que el inquisidor no cree en Dios. Todo porque el misterio del ser humano no es sólo vivir, sino ¿para qué?.

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Define el infierno como el sufrimiento de no poder volver a amar.

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Rezuman otros temas, como el amor a la naturaleza, «si se abaten los bosques, adiós a la tierra rusa». «En Rusia quienes se emborrachan son los que tienen mejores sentimientos». Cita a autores como Shakespeare, su obra Hamlet varias veces y Otelo, a Dante, Víctor Hugo, Puskin, Gogol, Voltaire, lord Byron. Hace reflexiones sobre la Iliada

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La cuestión social está presente a lo largo de la obra, «dales de comer y exígeles virtud entonces». Hace un alegato contra quienes turban y torturan a los animales, el Hombre deja una huella infecta por donde pasa». Plantea como un ideal que la mujer se dedique a la política en el futuro

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El mundo de los sentimientos se entretejen en la trama de la novela. Gursenka es presentada como una mujer pública, a la que desea el padre de los Káramazov, que la ofrece dinero, y el hermano mayor también, Dimitri, quien deja a su novia Katerine por ella. Tiene dieciocho años y es judía. De Katerine está enamorado el segundo hermano, Iván.

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Gursenka dijo amar una horita a Dimitri, pero ¿qué intensidad sería que luego volvió con él, después de haberse marchado con un soldado polaco?. Dimitri la buscó y tiene lugar una de las escenas, la fiesta que organiza Dimnitri, que a mí más me ha gustado de todo lo que he leído, la pasión vital de este personaje. Gursenka es la reina de su alma. Lo define el autor como la pasión irrefrenable karamazoviana, en la que entra la impaciencia, el ímpetu y la violencia que describe el carácter ruso, según el autor. En varias ocasiones comenta que los ingleses tienen a Hamlet como símbolo del ser de esa nación, los rusos tienen a los Karamazov, porque de alguna manera quiere hacer visible el alma, la mentalidad, rusa.

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En toda la búsqueda de ella y encuentro, hay un problema de una deuda, en el trascurso de una noche azarosa golpea al criado Grigori, a quien cree haber matado, luego se alegró de no haberlo hecho, sólo herirle, pero sirvió para que le acusasen de matar a su padre y luego ser condenado por matarlo.

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Sucede el juicio en el que aparece por un lado la ley, implacable, que escucha todas las versiones, pero las apariencias llevan a la condena. Por otro lado hay un juicio moral de la culpabilidad, de Iván, que sospechó que el criado y hermano bastardo Semerdiákov, puede matar a su padre y él se va. Es este quien mató al padre, y se lo recuerda a Iván, que acaba volviéndose loco y Smerdiakov se suicida dejando que la culpa caiga sobre Dimitri, quien repite que puede ser un canalla, pero no un ladrón, pues serlo le llevaría al deshonor. Iván se considera un asesino en el fondo del alma. la culpabilidad les corroe a los dos, pues desearon que muriera el padre, que aparece como un hombre borracho, egoísta, que no ha tratado bien a sus esposas.

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Los discursos del abogado defensor y del fiscal adquieren una intensidad y una profundidad que considero son una gran lección de derecho me atrevo a decir que quien estudia derecho debería leer esta obra y la de Víctor Hugo, «Los miserables». Analiza porqué se suicidan tantos jóvenes rusos, y plantea un estudio de la psicología del crimen. esta obra, igual que «Negro y Rojo» de Sthendhal, se basan en sendos hechos reales. Con los crímenes que hay actualmente, conocidos por la sociedad, ¿qué hay en el fondo de ellos?, ¡qué sentimientos juegan en el desencadenamiento de la acción fatal?. ¿Qué hay de la sociedad en ellos?.

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«Todos somos culpables de todo», afirma Dimitri cuando se da cuenta que al amar ha resucitado un ser nuevo para él. Concluye que no se puede luchar contra lo que cada cual es: «echad la naturaleza por la puerta que entrará por la ventana».

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Reflexiona sobre el amor: «el amor es un gran maestro, pero es necesario saberlo adquirir».; «por azar todo el mundo es capaz de amar, incluso los malvados». Hay una filosofía social de fondo, que parece tan actual cuando se escribió como cuando se lee un siglo después, «que arda el mundo entero mientras que yo vaya bien».

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5 – XI – 2011. Joaquín Colín, el profesor de literatura jubilado que sigue escarbando entre las palabras y en montones de libros y enseñando esa palabra y esa otra, y un texto y otro y ese libro que nadie lee, o los que leen muchos sin ver el fondo, me deja obras muy interesantes, a veces me interrumpen otras lecturas, pues los saca de la biblioteca y tengo que devolverlos en un tiempo. Hay uno que me ha resultado impactante en algunos pasajes, hay otros que escribe como una simple ocurrencia, pero es un libro que invita a la reflexión desde la ironía y la paradoja, como descubridora éste de nuevos pensamientos y otra manera de ver lo real desde el lenguaje, como estudió Karl Jasper. Se trata de «Asesinato en la oscuridad» (1983), de la escritora canadiense Margaret Atwood. En uno de los apartados la madre de Hamlet, Gertrudis se plantea el error de haberle puesto ese nombre, lo que me planteo es ¿cómo le habría llamado?, ¿se puede separar a alguien de su nombre una vez que lo tiene?.  Crítica la novia de su hijo, una paliducha y a él un mojigato al que confiesa que fue ella y no su amante quien mató a su padre. Una buena reflexión sobre quién detenta el poder y cómo se ejerce. A veces más en la intimidad que en la política, a veces más desde los sentimientos que como estrategia.

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En «Érase una vez» dice estar harta del pasado muerto. En «Novelas de mujer» hace unas observaciones curiosas, aunque a veces transferir a la literatura críticas o planteamientos sociales hace que se deformen los dos aspectos. Según Atwood las novelas de los hombres hablan de los hombres y las de las mujeres también, pero con otra perspectiva. Sin embargo en la literatura d los escritores masculinos la mujer es el eje central de sus obras, o en tal caso la vivencia del varón de su relación con una mujer, como es «Mario y el Mago de Thomas Mann», «Ulises» de Joyce», «En busca del tiempo perdido» de Proust. Pero «Madame de Bovary» de Flaubert, «Ana Karerina» de Tolstoi tratan de buscar a la mujer, hacer visibles sius sentimientos. Quizá lo que haya en el fondo sea la curiosidad del varón por saber el fondo de la mujer en tanto que es su destino. Virginia Woolf en su obra «La señora Dalloway» habla de la mujer, expone su punto de vista. A veces se dicen frases demasiado panfletarias que no se corresponden con la realidad y deformamos ésta.

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También dice que la novela de hombres hablan de cómo llegar al Poder, matar y esas cosas. Y que las novelas de mujeres también, sólo que con un método diferente. Pienso que los grandes escritores desnudan al varón incluso del Poder, lo presentan indefensos en inmersos en una lucha que desemboca en la mujer y a esa búsqueda se llama amor, al encuentro pasión, a la distancia enamoramiento. El Poder aplasta la literatura, no está tanto en ella, por eso es subversiva en sí misma, sobre todo porque es capaz de hacer ver la realidad más allá del Poder.

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Me han gustado cómo define la guerra: una historia de cuerpos muertos». En la narración «Finales felices», desarrolla varias historias truculentas. Lanza una reflexión que me ha dejado en la duda, es la paradoja que hace pensar sin llegar a conclusión alguna, tengo que pensar sobre lo que dice: «El cuerpo de los hombres son lo más peligroso que hay en la tierra. Un hombre es una marioneta de su cuerpo, o viceversa«.

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El final me parece encantador, lo resalto porque es un canto a escribir maravilloso y real tal y como lo describe en «La página»: «La página espera simulando estar en blanco, ¿e ese su atractivo?, ¿hay alguna cosa tan lisa y blanca, tan aterradoramente inocente?… La página en sí misma no tiene dimensiones ni instrucciones… puedes perderte en ella para siempre… Bajo la página hay una historia.. la mayor parte sobre lo que preferimos no oír… Eres tú el intacto, el inocente no la página… de ella mana la oscuridad«.

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Otra obra que he leído, anteriormente, que no me había dado tiempo a comentar y que también me ha dejado Joaquín Colín, es «Tres mujeres», de Robert Musil. Estoy leyendo «El hombre sin atributos» de este autor. Resulta que quien ha traducido parte de la obra y revisado es amigo de Colín, Pedro Madrigal, y hemos quedado en vernos dentro de un mes para hablar de esta autor y su obra. Más que tres tipos de mujeres, son tres historias diferentes, que incluso podrían ser la misma, Grigia, la portuguesa y Tonka.

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La escena del gato en el regazo de la portuguesa, apoyado en sus senos a la vista de un clérigo es muy bella. Matan al gato, pero luego el canónigo pasa a verla y ella le dice una blasfemia que él no tiene en cuenta como tal, sino que la acepta, «si Dios se hizo hombre también puede convertirse en un gato».  Una historia triste la de Tonga, como la primera, pero da pistas al lector de lo que es vivir, «aunque la vida humana transcurra demasiado deprisa como para poder distinguir bien todas las llamadas y acertar las respuestas».

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3 – XI – 2011. He leído «Idiotas y humillados», de Félix de Azúa. Me lo regalaron mis hijos en mi cumpleaños, porque recomendé a uno de ellos que leyera «Humillados y ofendidos» de Dostoievsky. En la carátula se dice que  el libro de Azúa es una mezcla de Dickens y Dostoievsky, al verdad es que me parece un poco exagerado.

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Es un libro con algunas ocurrencias, pero poco más, «una generación llamada dirigir la revolución acabó dirigiendo un departamento municipal». Hace varias referencias a la obra de Proust que despacha de una manera frívola, como si resumiera la historia que no se trata de lo que cuenta sino cómo lo hace en la novela «En busca del tiempo perdido», sin embargo sí me llamó la atención y creo que es cierto cuando la califica de «libro científico».

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Me ha resultado curioso que todas las obras que cita las he leído. Una feliz coincidencia. Habla sobre la insignificancia del artista y su obra. Una de las dos partes del libro ganó un concurso, ¿qué mas da cuál?, uno. Insisto en que no es el modelo para la difusión de la cultura, con los premios se define un modelo de libro y dejan a muchos escritores fuera del mundo editorial y en ello va la disolución de la literatura. El mercado editorial crea un perfil de lector, para el que hay que escribir Lo no premiado se aparta. Llega un momento en que no quedan lectores para la literatura.

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Por otra parte vuelvo a diferenciar entre querer escribir y querer ser escritor. Aunque parezca una redundancia es esencial plantearse esta dicotomía.

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10 – X -2011. Mientras que corrijo la última obra de teatro que he escrito me doy cuanta de que el valor literario de una obra no es la historia, sino verter en ella lo que llevo dentro y buscar la belleza del lenguaje. Los escritores deberíamos ser conscientes de que escribimos obras de arte, aunque no se valoren porque muchas veces simplemente se desconoce lo que escribimos. Es la manera de no dejarnos llevar por el público, o mejor por quienes lo definen y controlan que finalmente lo que buscan es pan y circo para entretener. ¿Tiene alguien importante que señalar que esto o aquello es una obra de arte?. ¿Lo decide quien la hace?. No es la que es capaz de conmover al lector, al público.En una carta a un amigo Leopoldo Alas «Clarín» escribió que su obra «La Regenta» es una obra de arte, porque así lo sintió.

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Para conmover el escritor, lo mismo que el actor, debe sentir lo que hace cuando ejerce su comunicación. Este sentimiento es lo que no se ve cuando todo transcurre como si tal cosa.

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Un ejemplo de verterse en su obra y llevarla de sí mismo, sin que esto suponga ser una autobiografía, es la novela «En busca del tiempo perdido» de Proust, es donde lo veo más claramente. Todos llevamos parte de la sociedad que nos rodea, parte del mundo al que pertenecemos y de nuestra época e historia y eso va en ese derramarse en forma de palabras. Lo intento también en la novela que escribo, pero tengo que dejarme llevar más, más intensamente. Para Stefan Zweig «el artista está en su obra», lo que tiene que intentar el escritor es que no se sepa dónde, porque se diluye en toda la red de personajes y circunstancias sin serlo en concreto.

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Para Marcel Proust escribir es dedicarse a escribir lo que llevamos dentro, concluir la obra que nos proponemos escribir y no desviar la tarea en escribir manifiestos. En su obra enseña el camino de la escritura, advierte de quienes lo han dejado por distraerse en tareas políticas fundamentalmente y de capillitas. En su obra rezuma la relación de los trabajadores con la nueva burguesía, cuando va al hotel con su abuela,  y la relación de la gente rica por sus negocios con una aristocracia de capa caída. Para él los sentimientos son personales, íntimos y se sacan a fuera cuando huimos de ellos. Por otro lado Romain Rolland, autor de compromiso que defiende la paz en tiempos de guerra, que escribe manifiestos sobre el arte «teatro del pueblo»  y de la revolución. Quizá todos tenemos dos etapas y en cada una de ellas defendemos una u otra postura.

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8 – X – 2011. Me doy cuenta que obras que he leído últimamente tratan el tema de la guerra, unas veces de manera directa, otras de fondo, desde «La montaña mágica» de Thomas Mann que lo hace como parte esencial de la novela. También la novela «En busca del tiempo perdido» de Proust, en «El cuarteto de Alejandría» de Durrell donde la guerra es el escenario de la novela, en la novela de Virginia Wolf «La señora Dalloway» donde en una sgunda trama vemos un soldado que vuelve de la guerra con las emociones y la cabeza perturbada. En «Ana Karerina» de Tolstoi y en los relatos de Faulkner. También en «Viaje al fin de la noche», de Celine. Este autor es acusado de estar a favor del nazismo, fue antisemita. Yo creo que criticó un modelo desgastado y la parte contraria le arrolló intelectualmente. No lo sé, pero la crítica  que hace a la guerra en este libro indicado es despiadada, certera y mordaz. Los nazis hicieron de la guerra y la violencia un culto que Celine rechaza de plano.

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¡Y no aprendemos!.

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7 – X – 2011. Hace tiempo insistí en la diferencia de escribir a mano que hacerlo a máquina u ordenador. Cada vez escribo más en papeles, cuartillas, cuadernillos y he observado que hacerlo con las teclas lo que haces es escribir lo que piensas, pero cuando se hace a mano se piensa escribiendo y se escribe pensando, de manera que se parte de una situación interior diferente, son habitaciones diferentes del pensamiento. Las teclas deben ser para pasar lo escrito a mano.

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Puede que el calor sea el mismo en un microondas que en una hoguera, pero un plato guisado a fuego nada tiene que ver con el mismo realizado en microondas, e incluso en el fuego sabe muy distinto si se hace en una olla que a fuego lento.

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Cada vez más internet se convierte en un mar de náufragos, donde lanzamos nuestra botella a ver si alguien recoge el mensaje. Que poco tiene que ver con las cartas que se escriben a alguien en concreto, que esperar su respuesta en el tiempo, meditada, escrita en un momento interior. Yo antes escribía cerca de cuarenta personas, dedicaba los sábados por la tarde noche a responder, ahora sólo a tres personas. Es necesario recuperar ese ritmo, desde donde se ven las cosas, incluso la palabra, de manera diferente, ni mejor ni peor, simplemente es un espacio propio que al perderlo nos empobrece humana y literariamente.

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4 – X – 2011. Hace un par de días fui a ver la obra de teatro «El sueño de una noche de verano», de Shakespeare, que hizo la Escuela de teatro de Castilla y León. Actuó Javier Bermejo, en el que veo un gran potencial de actor. Sigue teniendo un estar en el escenario  especial, algo que se tiene o no se tiene, no se estudia. Lo que antiguamente llamarían ser un «animal de teatro», pero hoy se pierde ese concepto de actuar, de comunicar y trasmitir sensaciones al público.

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Una obra de teatro la hacen los actores, sin embargo cada vez se actúa menos y la obra queda en el texto, como ésta de Shakespeare que vi hace dos días. Buenos actores y actrices, bien formados carecen de arte y quien lo tiene no lo saca, porque son obras bien declamadas, bien ensayadas, cada cual sabe qué tiene que hacer y decir, técnicamente bien. Pero queda en esto. Una obra como «El sueño de una noche de verano», se representa una vez en una ciudad sin haber más representaciones porque no hay ambiente de teatro. La mayoría de los que fueron de público van para ver a alguien, vi a mucha gente de Trobajo del Cerecedo, que me extrañó verles allá, diciéndome que es que actuaba una chica de su pueblo. Y así otros más, como mucha gente de Sahagún que fue a ver a Javier.

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Al final queda como un ejercicio de teatro, vistoso, bien, pero que no emociona. Si la gente del teatro deja de creer en el teatro, ¿qué nos queda?. Quizá la sociedad ha dado la espalda al teatro y al arte. Porque qué dice una obra, ¿o simplemente ha de entretener?. Shakespeare en todas sus obras analiza el amor y el amor en relación al poder, un poder que desmenuza en sus obras y que hace visible para dar herramientas que permitan al espectador descubrir su amor y luchar por él. No es una simple historia que se representa y ¡ya está!.

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En «El sueño de una noche de verano» hay una observación  que recoge el texto de su autor, que el amor no lo controlamos, que parece que viene de fuera y la trama de duendes y hadas del bosque es una metáfora para ver cómo el amor es incontrolable, parece que viene dado de fuera porque el amor nos sorprende, de los dardos de Cupido, tal es la dificultad de amar y sobre todo que el amor está en lo más profundo de lo humano. Esta sensación no la he visto representada las veces que he visto la obra en un escenario, sin embargo al leer el texto sí que aparece. Sin embargo se representa como un divertimento.

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La obra dentro de la obra es un juego dramático, un punto de fuga, con lo que se ríe el autor y nos dice cómo se ve el drama del amor, amar simplemente, desde fuera y desde dentro, porque hay una historia de amor dentro del amor que todos vivimos, una representación dentro de la representación.

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Precisamente llevo un tiempo trabajando en una obra sobre el amor actual, queriéndolo hacer visible porque ha cambiado con respecto a otros tiempos, ha desaparecido el drama, el teatro de él y ¿qué queda?, es lo que estoy tratando de averiguar. Hago esta obra  en forma de bucle, para ver que en realidad no hay una sucesión del tiempo, sino que todo sucede a la vez y que forma parte de una sociedad que nos aplasta o en la que vivimos si somos capaces de vivir el amor y desemboco en la ausencia de éste, falta de amor en el trabajo, la vocación, falta de amor en la vida cotidiana, en  donde todo entra en rutina, lo cual en sí es un drama y ver el amor como algo que muere porque no se quiere sufrir por él, porque no se lucha.

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La percepción del amor como algo ajeno que se apodera de nosotros es lo que la obra «El sueño de una noche de verano» nos quiere hacer ver y para eso nos lleva a un mundo imaginario, no para entretenernos y pasar un rato o para que los actores actúan, porque parece que es eso hoy el teatro. La técnica del teatro hace visible los textos, pero el arte de actuar tiene que aflorar los sentimientos a los que apuntan las palabras, las sensaciones que suceden, que transpiran en la historia, porque no son la historia, ésta es un camino hacia la actuación, ¡el actor tiene que hacer sentir!, no sólo representar el texto y lo que pasa. Pero ¿a quién le importa esto?, a nadie. A mí me importa, para hacer de las palabras la trinchera de una batalla que no existe. Ulises se hizo llamar nadie para escapar del Cíclope.

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1 – X – 2011. Hace dos semanas terminé de leer  «Cuentos reunidos» de Wllian Faulkner. Me lo regaló mi hermano César, para que aprenda a escribir con estilo, que parece Faulkner lo tiene en cuanto a la concreción y contar las cosas de una manera clara y directa. A mí me parece que los escritores escriben como les sale, pero es bueno aprender y analizar otras formas de escribir para disponer de recursos a la hora de querer comunicar algo.

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Suelo hacer una ficha de mis lecturas, para recoger frases, apuntar cuestiones de interés y es una forma de repasar las lecturas, para que no pasen al olvido. Hay que tener tiempo para leer y escribir y la conquista de ese tiempo interior es uno de los méritos de leer y escribir, dedicar tiempo a ello y poderlo tener, lo cual no es fácil. Siempre hay algo que te interrumpe, que te enrolla.

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Faulkner escribe muchos relatos por dinero, para cobrar de la revista en la que son publicados, para nada es un demérito, su pasión por escribir le hace tener inspiración en cada momento. Busca en su alrededor, y en el tiempo cercano del pasado que ha oído contar y da detalles muy curiosos de la América sudista, esclavista con una visión humana y cotidiana que permite conocer aspectos de aquella sociedad y del conflicto con los yanquis. Pero sobre todo ofrece el protagonismo del bando derrotado para ver su realidad cruel, brutal, pero también sentimental y humana que rezuman sus historias, «los confederados no se dieron cuenta de que habían perdido«. 

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Se aprenden cosas que quedan fuera de la historia, la vida cotidiana de los acontecimientos, del transcurrir de los días a lo largo del tiempo, como se pagaban muchas cosas con fanegas de maíz, en un tiempo en el que no había intervalo entre los trinos de los pájaros. Cuanta como los agricultores engañan al Estado, porque quieren una vida independiente, si que se inmiscuya nada en su derecho a ganar o a perder, algo que en la actualidad se ha perdido, donde la gente busca seguridad, sin riesgos.

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En el cuento «No ha de perder» «El no tiene siquiera un sueño, murió por una vana ilusión, el interés de la usura, por la necedad y rapacidad de los políticos» lo que le lleva a plantear una crítica a las guerras sin que aprendamos nunca. «Es posible que las mujeres no tengan porque saber porque sus hijos han de morir en las batallas, es posible que sólo tengan que afligirse y llorar«. Parece adelantarse al grito del Mayo del 68 cuando  en «Ad Astra» escribe: «quién es el imbécil que prefiere luchar en vez de joder?». Y sigue sin concesiones, en «Viraje» un piloto que ha sido condecorado recuerda lo que pensó en su acción de guerra cuando bombardeó un objetivo desde un avión: «si estuvieran todos ah, todos los generales y almirantes, los presidentes y los reyes, los suyos y los nuestros, si estuvieran todos…». En «Todos los pilotos muertos»: «una guerra es una cosa descomunal y dura demasiado… supongo que quienes mandan se deben de aburrir de vez en cuando». Y, «no son los Mambrús de turno los que hacen las guerras, para hacer una guerra hacen falta demasiadas palabras«. En «Honor»: «La vida militar es harto aburrida en tiempos de paz». «En la guerra pido disculpas a mi estómago, en la paz por él».

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El tema de la mujer también gotea y rezuma a lo largo de los relatos. En «La melena» va dejando caer dardos al respecto: «las chicas nacen destetadas y los chicos no llegan a destetarse nunca»; «los que aman a una mujer se dejan engañar por ella»; «cuando se habla de una mujer la mayor parte de lo que se dice es por envidia o represalia, hablan las que no se atrevieron o no supieron«. Hace en este relato una referencia a la obra de Cervantes «pelean con los molinos de viento». En el relato «Justicia» se juegan en el Reñidero una mujer como apuesta de una pelea de gallos. Y muchas ideas preconcebidas sobre la mujer que coloca en sus redacciones, «el capricho de una mujer es como una mariposa que revolotea de flor en flor». En «Estación de Pensilvania»: «las mujeres de cierta edad encuentran consuelo en saber que van a ser enterradas como es debido». En «Música negra»: «Las mujeres son así, no cuesta seguirlas la corriente para tenerlas contentas». Define a la esposa en «Mistral» como corona de su esposo.

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Recoge las sensaciones de las zonas rurales, «la maldad de los pueblos perdidos» y el racismo, la situación de los negros reciuén liberados o durante la guerra de Secesión.De fondo siempre los sentimientos de las relaciones humanas. A pesar de la esclavitud hace ver que en esa relación de poder se establecen vínculos afectivos, que no sólo es una cuestión meramente legal, nos hace ver la cara oculta de la realidad, como algo cotidiano y nos hace asomar a la parte derrotada, lo que no se cuenta, como que el Ejército Confederado elegía democráticamente a los oficiales entre la tropa y ésta les podía destituir en cualquier momento. O por ejemplo como las tribus indias se dedicaron al tráfico de esclavos de negros, dándoles un trato degradante, » a los negros les gusta sudar», y asustarles con comerles, «… nos endilgaron a sus negros». Reflexionan sus personajes sobre como «el mundo está echado a perdr, es la ruina en manos de los blancos». Como raza oprimida recoge las dudas de una libertad que les explotaría y ven la libertad como una sobrecarga, no hace Faulkner sino darnos una visión humana del conflicto de la sociedad americana.

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Leyendo estas narraciones se observa que los negros tuvieron su cultura y su mundo interior diferente del blanco mientras que fueron esclavos. Los yanqees les liberaron convirtiéndoles luego en hombres blancos, aunque con la piel negra. Acabaron pensando, sintiendo como ellos y actúan como el hombre blanco, hasta matan a africanos como ellos. En «Hubo una reina» un negro dice a otro que no hay que escuchar lo que se dicen los blancos», en un sentido despectivo y de demostrar que ellos tienen su identidad, sin dejar de criticar eso de que los negros sólo sirven para limpiar botas y ensillar caballos. Tienen un a profundidad muy grande en su ser. Y es que los totalitarismos, la esclavitud crea sentimientos cómplices que son necesarios tener en cuenta para luchar contra lo que oprime a los seres humanos. En «Allén»: El negro no se ha olvidado de la flor que toca (para poner en el ojal) en cada estación».

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Siempre con pinceladas literarias, «parecía yacer batido bajo la luna fría y las estrellas sin párpados». «En los ojos se ve la maldad, como se le ve al caballo indomeñable». «Ser poeta desgasta una barbaridad» y «los poetas son distintos entre sí», y añade «son humanos» y el personaje se confiesa: «he escrito poesías pero no he seducido a ninguna mujer»Llega a decir que su vida es una imitación de la vida misma. «Ni siquiera mi vida me pertenece». En victoria en el monte» leemos: «nuestras vidas se resumen en los ruidos y así adquieren algún sentido; inventar significados que se correspondan a los ruidos». En «Allén»: «por la muerte sé lo que soy».

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Define en «La pierna» a Marlowe como mejor poeta que Sakespeare. En «Divorcio en Nápoles» afirma «las cuerdas vocales marcan el compás de la espera de la paciencia interior». «No hay hombre que pueda ser ángel toda su vida». En «Carcasa, «cada noche examinamos el tejido de los sueños». En el prólogo se recoge una frase de su obra «Réquiem por una monja»: «el pasado no ha muerto, ni siquiera  ha pasado».

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28 – IX – 2011. Una cosa muy interesante en la lectura de novelas son sus aledaños, muchas costumbres, historias que aparecen como en «Ana Karerina» de Tolstoi sobre el mundo rural, el tema de los negocios y el mundo editorial en «Las ilusiones perdidas» de Balzac, la religiosidad rusa antes de la revolución de octubre en «Los hermanos Karamázov» de Dostoievsky, el mundo de lampa y de la mendicidad en «Los miserables» de Víctor Hugo, el ambiente de la burguesía y sus aficiones en «Fortunata y Jacinta» de Galdós, no el mundo aristocrático  que vemos en la novela de Proust «En busca dl tiempo perdido», el ambiente de los balnearios y de los cuidados con que los burgueses alemanes se agasajan  en «La montaña mágica» de Thomas Mann.

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El contexto de la novela, su paisaje ayuda a comprender muchos acontecimientos históricos, porque enseña su ambiente y no es un dato, sino que los escritores cuentan los átomos de muchos sucesos históricos. Así podemos entender los entresijos de las revoluciones como en «Los miserables» y en «Educación sentimental» de Flaubert, donde vemos las tertulias, las pasiones amorosas volcadas en las ideas y las acciones heroicas como salida de la desesperación sentimental.

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26 – IX – 2011. La grandeza de una novela, lo mismo que de un poema o una obra de teatro, no es la historia que cuentan, la cual entretiene, sino lo que el escritor vuelca en ella de sí mismo, lo que hace vibrar el sentimiento del lector. Si uno ya sabe la historia ¿para qué volverla a leer?, pero hay obras que se leen una vez y otra y parecen novelas diferentes, porque dependen del momento en que son leídas. A mí me ha sucedido con las obras de Nietzsche en general, con los versos de Aleixandre y Pedro Salinas y con cuatro novelas, «Demián» de Herman Hesse,  «La montaña mágica» de Thomas Mann y «La prisionera» y «La fugitiva» de Marcel Proust.

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16 – IX – 2011. Hace unos días leí una entrevista a Umberto Eco sobre unas memorias que ha escrito como novelista. Se queja de no ser un novelista creativo, y critica que no se considere creativo el ensayo. Creo que Eco es una persona muy culta, que ha construido grandes novelas, entretenidas, curiosas, llenas de datos y de intriga, pero carece de comunicación interior, al menos las dos que yo he leído, «El nombre de la rosa» y «El péndulo de Foucault». Para mí hay un ensayista tremendamente creativo, Octavio Paz, un escritor que abre ideas con la palabra, que llega a los recovecos más íntimos del lector y es capaz d despertar su pensamiento, lo cual he comprobado en tres de sus obras, «El signo y el garabato», «El arco y la lira» y «El laberinto de la soledad».

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Otra cosa que plantea Eco es que no es lo mismo llorar por la muerte de Ana Karerina en una novela, que por la muerte de un familiar cercano. Efectivamente no es lo mismo, pero la pena, las emociones durante la lectura de una novela, no es algo irreal, aunque lo sean los personajes, aunque lo sea la historia, sabemos que no es cierta, pero nos afecta, porque hacemos latir a nuestros sentimientos en los del personaje. A mí me ha sucedido una sola vez, con la muerte de Albertina, la sospecha de que no hubiese muerto, la certeza de que sí, en «La fugitiva», la pena que trasmite Proust, su amor desamor, su mezcla de celos y atracción física, deseo sexual y contemplación estética, la sustitución de ella por una amiga y al fondo de su recuerdo de amor Gilberta. Albertina tan inocente, tan desprendida queriendo ser querida y él, Marcel, siempre dudando. Murió montando a caballo. Para mí el día que leí esa parte fue un día de luto que nadie podía comprender.Leyendo Ana Karerina, me interesa la novela, veo un juego de sentimientos cruzados, pero no me hace vibrar, mis sentimientos se asoman a la novela, pero no pasan a ella, como sí me sucedió con la obra de Proust, «En busca del tiempo perdido».

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Conseguí viajar a mis propios sentimientos, algunos de ellos no vividos, pero con su simiente dentro de mí. Estoy escribiendo una novela, en una de cuyas partes intento hacer ver esos sentimientos no vividos que se convierten en el eco de muchas situaciones que los despiertan. También una obra de teatro en la que quiero hacer ver el desamor, la pérdida del amor en nuestra sociedad, por un sentido practico de la vida, que ha hecho del amor algo fuera de lo humano, la relación es un mero contacto de cuerpos, de palabras, de situaciones, sin profundizar en nada ni en nadie, todo sucede, sobre todo vivir, superficialmente.

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30 – VIII – 2011. He releído unas notas sobre libros que he leído y parece que las sensaciones sobre el mundo y el arte son parecidas, quizá escribir no logre cambiar demasiado las cosas, pero sí mantener una conciencia crítica en la sociedad, que aunque minoritaria desnuda al mundo en cada momento. En la obra «Bouvart y Pécuchet» de Gustave Flaubert podemos leer: «el teatro es un objeto de consumo como otro cualquiera» y «la moralidad del arte para cada uno es lo que halaga sus intereses, nadie ama la literatura«. Y dice que una cosa es la literatura y otra la literatura industrial, ¡a mediados del s. XIX!.

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David Herbert Lawrence, en «El amante de lady Chatterley»  escribe que siempre se ha silenciado a la sociedad, haciéndola afín al Poder con pan y circo, dice «hoy la educación sustituye al circo», pues según él sólo se educa para ganar y gastar, observando (1928) que el dinero envenena cuando se tiene y más de hambre cuando se carece de él».

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25 – VIII – 2011. Estoy leyendo la novela «Ana Karenina», de Tolstoi, donde analiza la influencia de la lectura. Define la novela en esta obra como aquello que expresa «sensaciones y emociones reales en imaginarias vidas ajenas», algo que afecta a la protagonista, Ana, pues le resulta insoportable, la despierta a ser ella misma, «quería vivir su propia cuenta». Este libro influyó mucho en el cambio de la conducta social en Rusia y en Europa. Sin embargo ese mundo de pasiones parece que es una respuesta a modelos cerrados de convivencia, de imposiciones de la sociedad, sin las cuales la pasión da la sensación de apagarse. Estoy escribiendo una obra de teatro en la que intentó ver, y hacer ver, el amor de hoy, en la modernidad, un amor superfluo, que necesita buscar más hondo en una sociedad de consumo. En la novela de Tolstoi influyen las apariencias, que es lo que quiere conservar el señor Karerin, marido de Ana, pero en la actualidad es la imagen. No es lo mismo, hoy importa menos qué dicen los demás, pero todo se encamina a una imagen de triunfador, en un triunfo definido socialmente. Es necesario recuperar la pasión para salir de este encierro que no ve la sociedad de hoy.

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A la mujer ya no la oprime la familia, no la condiciona su vida, pero sí los horarios, las prisas, las exigencias laborales y de éxito, pero se ve normal y se defiende desde una ideología que defiende la liberación de la mujer sin ver la liberación de la persona. Se ha pasado del paternalismo al industrialismo como modelo de control. ¿Cuáles son las emociones y sensaciones de hoy?. ¿Necesita el amor una resistencia? o podrá suceder  por sí mismo, sólo en una sociedad creativa, libre realmente que deberá de inventar sus relaciones, sus sentimientos o no seguir los moldes en los que se define el amor, la convivencia, lo cual cumple hoy la psicología como técnica y su difusión de modelos en los medios de comunicación y en las revistas de relaciones de famosos, donde todo lo superfluo se hace moda. En la novela «Ana Karerina» Tolstoi se pregunta «¿matrimonios por amor?», sobre lo que se habla en las reuniones del gran mundo. «Hoy la pasión no está de moda», dice. Parece que es una respuesta que recorre a las diferentes sociedades a lo largo del tiempo y eso es lo que tal vez busca la literatura, por eso escribir se proyecta en lo personal, pero también el la sociedad, a la que interroga a través de los versos y de los personajes de las novelas y obras  de teatro.

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12 – VIII – 2011. Ayer hicimos la tertulia anual sobre la obra de Dostoyevski «Los hermanos Karamázov». Me reitero en la cantidad de matices que tiene un libro, su lectura. Desde  quien ve en el padre de los Karamazov al Estado o a Dios, que mata un hijo y los demás lo desean de una u otra manera, quien ve la mentalidad de un pueblo definido por la fe, el contexto histórico de cuando fue escrita esta novela, el inicio del industrialismo, el funcionamiento de la justicia. Las pasiones, como influyen en la vida. La característica psicológica de los personajes. El amor, los sentimientos en general son la materia prima de la literatura.

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Lo que no me parece es despachar de un plumazo a un autor por ser aburrido, sin más análisis. Debatimos sobre el sentido de la literatura, si es comunicar o entretener. La literatura es la revolución por venir, la que nos haga recuperar el tiempo para pensar, leer, escribir, para la palabra que parecen hoy estrellas fugaces. O estrellas de la publicidad, a veces. Pero ¿qué es el tiempo, sino la voluntad de crear un tiempo interior?

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Para el próximo año henos elegido tres novelas que tratan sobre personajes femeninos. Se dijo que debíamos de elegir una autora, hablar de mujeres escritoras, pero la mayoría respondimos que lo que elegimos son obras, no autores. Finalmente quedamos en leer y encontrarnos para hablar el próximo año de las novelas «Madame de Bovary», de Flaubert, «Ana Karenina» de Tolstoi y «Fortunata y Jacinta» de Pérez Galdós.

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Por la noche fue la Ruta literaria. Como siempre muy interesante. Empezamos en el puente de san Marcos, luego fuimos a la plaza de la poesía recientemente inaugurada, donde la estación del tren de vía estrecha y terminamos en el arco de la cárcel, ante las esculturas de Arroyo, para recordar los versos contra el despropósito y el gasto de dinero público para colocar esas obras en ese rincón de la ciudad.

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Como cada año comenzamos con una poesía de Antonio Cortijo. Este año fue su nieto Rodrigo, que fue el encargado de leerlo y a lo largo de la ruta dos más.

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Abundaron los textos de «Ulises» de Joyce, dos de los que participaron leyeron algo de esta obra. Por mi parte leí un poema de la obra de este autor «Finnegans Wake», otro de Wlliam Faulkner «Todos los pilotos muertos», que hace una crítica a la guerra, en la que un piloto desearía que en el objetivo de sus bombas estuvieran todos los generales, todos los reyes… de los dos bandos, ¿la guerra la hacen por aburrimiento?. Y un poema sobre la alcaldada de las moscas. Toño Morala leyó textos suyos que le han publicado en el periódico,  un escrito sobre el 15 M muy interesante que habló de anarcosaurios y alguno se sintió con ganas de discutir aquel texto, poemas de un compañero de la CGT, Eladio Villanueva,  que falleció en noviembre de 2009, muy emotivos y llenos de fuerza, de lucha a través de la palabra. Joaquín Colín leyó poemas de Quevedo y de Vicente Aleixandre. Se leyeron poemas sociales  e intimistas como los de Luis Rosales. Fernando su poema burlesco de las moscas y otros escritos. Eduardo con su voz característica relatos de humor negro en el que un cerebro de acaba convirtiendo en unas nalgas y poemas en catalán y en euskera traducidos, muy bonitos y bien leídos y mucho más. Al final un chico con unas copas de más nos amenizó la velada con el realismo surrealista de la misma realidad de la noche surrealista. Una grata velada, hablar con personas que  nos vemos una vez al año en torno a este evento. Se da vida a la literatura, leer en acto, escuchar palabras que a otros les ha gustado y te acercan a ellas. Leer con la música de la palabra, para sacarla del silencio y recorrer la ciudad a la luz de las farolas.

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17 – VII – 2011. Ayer leí que Goethe recopiló sus poesías bajo el título «Diario de la vida interior», creo que refleja lo que es la poesía, lo que es escribir poesía, cuando parece que acaba siendo lo contrario, una especie de presunción del lenguaje, de apariencia de sensibilidad. También leer es algo íntimo, y sin embargo parece que quieren hacer de ello una estadística. Las colecciones de poemas que he realizado son el resultado de muchos años de recoger las palabras que gotean de sentimientos a lo largo de la vida.
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16 – VI – 2011. Ayer Joaquín Colín me llevó un  recorte de prensa de hace tiempo (15 – VIII – 2010) en el que Eduardo Lago hace una reflexión interesante. Cuando le preguntaron si los libros súperventas acabarán con la literatura comenta que no, porque los best sellers no son literatura, por lo cual no puede haber sustitución. Para este escritor el best seller es mero entretenimiento, no inquietan al lector que se deja llevar por una campaña publicitaria. La literatura consiste en llevarnos a la complejidad de la existencia y que nos permita atisbar su sentido más profundo. OK.

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7 – VI – 2011. La literatura está insertada en la vida, pegada a ella. Vivir no necesita de la literatura, pero sí de la palabra.

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Lo literario emerge de lo cotidiano, para hacerlo arte, para ser arte. Lo nimio, el trajín del día a día, con sus sentimientos cabalgando en cada mirada. El entorno, andar por el mundo es la fuente de la escritura. Lo demás ruido de letra impresa. Ocupa todo menos lo recóndito del lector-escritor-lector-lee-literatura, pues la literatura sumerge al lector en sí mismo, incluso puede ir a luna cuando lee, cuando lo escrito le lleve, pero no es la luna, ni el cielo periodístico-dinero-venta.

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Escribir es silencio y susurro, es los demás.

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6 – VI – 2011. Hoy he leído en El País una entrevista a Antonio Gómez Rufo, presidente de la Asociación de Escritores de España. Dice que no hay tantos lectores para tanto libro, ya que se editan 102.000 libros al año, de los cuales 19.000 son novelas. Todo el que escribe se plantea ¿para qué? y ¿para quién?, pero siente la necesidad de escribir. Nos vemos abocados a la sociedad del arte, como evolución de la sociedad tecnológica. La cuestión es que este cambio se acompaña de otros muchos y la literatura será un hecho de ámbito cercano, no una industria de masas, que es lo que se quiere mantener.

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De la sociedad de masas se debe pasar a la sociedad grupal, donde se escriba para colectivos, para el entorno y luego se extenderá lo escrito, pero no se han de diseñar campañas para tal fin, pues se apartan a muchos otros escritores. No  faltan lectores ni sobran escritores, sino que se necesita un  nuevo contexto para la literatura y el arte en general.

 

5 – VI – 2011. He leído una entrevista  que hacen en el Diario de León a Arturo Pérez Reverte, en la que dice que vive en la sierra apartado del mundanal ruido, con una biblioteca en su casa de 30.000 libros, que tal es el mundo que le rodea. este distanciamiento de los demás, de estar en una burbuja para escribir hace que escribir poco tenga que ver con la literatura. Se presenta su obra como la más vendida, la más leída. Esto forma parte de fabricar libros, es un productor de libros, más que un autor. Me recuerdan las tortillas de los supermercados, al final por comodidad se venden, son un negocio, pero no son tortillas de patatas, aunque tengan huevo o algo parecido, patatas y aceite. Se hacen en máquinas que las fabrican todas iguales, nada que ver con la que se hace en casa, que van a comer unos pocos. La del supermercado es lo que se vende como tortilla de patata. El mundo del libro acaba en los supermercados. La literatura es otra cosa, mana de lo mundano.

 

 7 – V – 2011. Observando desde fuera la feria del libro en León cada vez me convenzo más de que hay un efecto que se intensifica en pequeñas ciudades, es el hecho de que  hay mucha gente que quiere ser escritor, y para ello escriben. Muchas veces sin experiencia de su vida ni del mundo, reducido a unas lecturas y su trabajo cotidiano, carecen de existencia porque se han labrado un futuro y luego quieren ese prurito, ese «don» social que da ser escritor y acaparan lo que es la imagen de ser escritor. 

 

Algo muy diferente es querer escribir y por eso, con el tiempo o para alguien se es escritor. Pero esta pasión se pierde, se falsifica y vemos inmensa paja escrita y el grano que hay queda tapado, oscurecido, porque lo que interesa al escritor no es lo escrito, aquello que se escriba, sino él y sólo él y cuatro que forman una red de peloterismo asfixiante. Y a esto se reduce la cultura provinciana. Quien queda fuera de esa red es apartado. Y quizá sea un mérito para seguir escribiendo en silencio.  

 

Ayer me encontré con un chaval lleno de inquietudes, con ganas de hacer cosas y de expresarse. Estuvimos hablando un rato y me decía que lo que tiene que hacer es estudiar, encontrar un trabajo fijo que le deje las tardes libres y luego dedicarse a escribir. ¿Por qué?, ¿dónde está la rebeldía, el lanzarse al mundo?. Si te acomodas, si logras eso, ¡que queda de ti?. Me estaba diciendo lo que le había dicho su padre y su familia. Esto es lo que abunda, la literatura de pose, de y además publico libros, pues acaparan con su sueldo fijo las ediciones copago y hasta forman parte de la mentalidad de los premios que ganan como parte de esa recompensa a su técnica de querer ser escritores. Leen, para hacer refritos de su propia «creatividad».  Le dije que no perdiera esa fuerza interior que le impulsa a querer decir algo y que sea sincero consigo mismo.  

 

Vemos la lista de escritores que son funcionarios.  No hay tensión en escribir en una riqueza que consiste en salir de lo pobre con la palabra, desde ella, dentro de ella. Pero es un adorno, sin más.  Y hacen cómplices mediante la red de la información a una sociedad que aspira a ser funcionaria, y en eso se convierte la cultura, en una función social vacía. 

 

La literatura ha caído en falsos editores, en falsos escritores, en falsos lectores y quedan rincones, en los que se esconden palabras de belleza, sublimes nunca leídas o poco. La autenticidad es el paso que hay que dar.

 

27 – IV – 2011. El escritor como artista es un francotirador de palabras al mundo y contra el mundo, tal y como están las cosas. Otra cosa son los escritores convertidos en una imagen de prensa generalmente, que son obreros de libros en serie para la industria literaria.


Las palabras no se pueden vender al peso, aun cuando hoy todo se mida y pese en lo literario, a lo que se pone precio, premios, noticias para pesar la escritura, el arte, la literatura,  que han dejado de conmover.   

 

19 – IV – 2011. Ayer en una entrevista a Andrés Trapiello, a quien le habían concedido el premio de las letras de Castilla y León, cita a Cervantes para quien escribir tiene la función de recordar lo olvidado. Pienso que lo que impulsa a escribir literariamente es hacer visible lo que no se va a recordar, ni tampoco será olvidado, porque es desconocido.  La historia de un señor cualquiera paseando por la ciudad, con sus manís, sus amores. Los sentimientos y sexualidad que nunca serán historia de determinados ambientes.  

 

Crear, inventar es contar la parte no visible de la realidad, y hacerlo real es hacerlo visible. Estoy escribiendo una novela en la que pretendo contar lo invisible, aquello que no tiene nombre. Dedico mucho empeño y tiempo porque para mí es muy importante. También es vivir, porque se reviven aspectos que pasan de largo y sin embargo son los realmente decisivos. No son hechos olvidados, sino tapados por la niebla del tiempo y del presente, pero sobre todo la bruma de no mirar de cerca los hechos, a las personas, lo que nos rodea. Siempre todo va tan deprisa.

 

Y no  se para de fabricar escritores como imagen de prensa. Es una falsificación dentro de la farsa que se ha construido y que se acepta con mala fe, según define ésta Jean Paul Sartre: aceptar una falsedad porque nos conviene. Se oculta la lectura del tú, del tú a tú, del yo que escribe a otro yo, porque se  objetualizan los autores, los libros. de manera que muchos escritores se acaban identificando con su imagen, que muchas veces nada tiene que ver con ellos, pues es creada desde fuera. Es la alienación de la escritura, del arte en nuestra época, su vaciamiento en palabras de Karl Marx. ¿Sirve internet para superar esta situación?. Lo mismo que si a u paralítico de piernas le sirve un juego virtual de carreras de atletismo, sólo es una sensación. Inlcluso soluciones concretas de poco servirán si no hay un ambiente propicio al arte.

 

5 – IV – 2011. En su obra «Humillados y ofendidos», Dostoievsky escribe que siempre le resultaba más agradable planear sus novelas, fantasear sobre el modo que iba a escribirlas que el hecho mismo de escribirlas. Y no por indolencia. ¿Por qué entonces?, se pregunta.El narrador personaje de la novela observa el desprecio hacia su labor, tiene que engañar a su familia diciendo que está buscando trabajo, cuando lo que quiere, absolutamente, es escribir: «Todas esas gentes son escritorzuelos con los que no se puede contar«, es la idea que tiene la sociedad del escritor.  Algo parecido a la actualidad, donde o se es un escritor famosos, donde cuenta más la fama que lo escrito, o quedas relegado a ser un vago. El escritor narra cuando su alter ego vivía con la imaginación, con los personajes que había creado, los amaba y se alegraba y entristecía con ellos. Parte de reconocer que sólo el mecanismo de la escritura ya tiene su valor per se.

 

17 – III – 2011. Hay frases que al leerlas impactan, no tienen un sentido claro, definido, pero te dicen algo que no sabes muy bien qué es.  Me pasó cuando leí en «El cuarteto de Alejandría», en el primer tomo, «Clea» «el escritor habita espacios desiertos que el tiempo olvida«. Cuando escribimos el tiempo adquiere forma, por eso podemos modularlo con la palabra. Pero ¿no será que el escultor es él?.

 

14 – III – 2011. Hace tres días asistí a la representación de la obra de Heiner Müller, «La máquina Hamlet», por parte del grupo de la universidad de León. Estuvo bien. Una buena puesta en escena, muy en consonancia con el texto.  Bien. Técnicamente bien. Los actores cumplieron con su papel, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un estreno.

Los actores recitaron el texto, bien, pero sólo bien. Por cierto Víctor Manuel Díez, el autor del poemario «Todo espera un fuego», actuó representando al autor. Fue el único que rompió la técnica de actor, de actuar, quizá, no lo sé, porque no forma parte del grupo, sino que pudo ser un colaborador. Hablé con otros que la vieron, uno de ellos alumno de la escuela de teatro y notaron la diferencia de él y el resto.

«La máquina Hamlet» es un texto rompedor, crítico con el modelo de poder. En la representación lo vi expuesto, pero los actores lo interpretaron diciendo el texto, dramatizando algunos gestos, todo muy técnico, pero caen en el mal del teatro de hoy, falta la comunicación. Se cae en el espectáculo escénico o en la muestra de una obra, pero no hay comunicación, no hay comunicación, no hay comunicación. Los actores no se lanzan al escenario a trasmitir algo al espectador. ¿Qué quisieron decir en esta obra?. ¿Lo qué dice el texto?. En éste podemos ver mucho psicoanálisis, mucha desesperación por el control del poder. Hamlet es un personaje con muchas aristas, una de ellas es el amor, del amor que es capaz de crear y creer.


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Se pusieron unas imágenes comprometidas durante la representación, que actualizaron de manera comprometida el texto, lo trasportaron a la realidad actual, de manera  para mí muy acertada, pero de pasada.

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El trabajo artístico de actor, crear en el escenario sensaciones fue algo ausente. No transmitieron nada, pero es que eso forma parte de la enseñanza dramática moderna. Quedar bien. Saber estar en el escenario, saber recitar, declamar, colocarse correctamente y hacer bien el papel. Alguien dijo que si no hay errores en una representación no puede estar bien hecha. Esta paradoja más que una contradicción es una proclama de la autenticidad del actor, que al representar  a un personaje, una obra tiene que saber qué quiere decir, si es que quiere decir algo, porque el autor cuando escribe un texto es porque quiere comunicar algo. No está escribiendo una carta a alguien, ni hace un ensayo o una novela. Hace un guión que es una propuesta para trasmitir algo a quien vea la representación.

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Escuché textos diferentes en los dos Hamlet, pero no sentí la diferencia, no me hicieron rebelar, no vi que el público vibrara, ni se cuestionase nada. Aplaudimos, sí, reconociendo el trabajo difícil realizado, pero no pueden conformarse con esto. No podemos dejar que el teatro quede como una pose, como el recuerdo de algo, como una imagen, porque es conciencia, conciencia social, es comunicación, el actor se comunica con el público, no solamente se mueve y habla ante él.

Al final sale el rostro del autor con una frase «me cago en el orden del mundo, estoy perdido«. No vi ese desorden, ni que nadie se cagara en él y no me refiero a que cagasen biológicamente en el escenario, sino que no  vi rastro de subversión, ni rebeldía en aquello que dicen, ni la avaricia de poder de Hamlet, ni de su lucha contra la realidad. Ofelia y la madre de Hamlet pasaron por el escenario, lo hicieron bien, pero faltó el alma de la obra, el impulso del texto.

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Faltó el grito, pero no el grito de la voz, sino del texto. Es necesaria la rebelión de los actores para dar fuerza a las obras, que hoy se pierden en los escenarios, se evaporan vistosamente. No quedan clavados en la conciencia del espectador.

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23 – III – 2011. Hoy he asistido a la presentación del libro «Todo espera un fuego«, de Víctor Manuel Díez.  Una buena lectura de sus poemas. La presentación, culta, como siempre con la poesía, me parecen un poco artificiosas. La lectura ha reflejado el sentido poético de los poemas, uno en especial, el de las fosas de los fusilados me impactó. También uno sobre el amor,  en el que juega con las contradicciones del amor y lo real, queriendo mirarlo a la cara y a la vez huir de él.

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Pero sobre todo me resultó curioso y aleccionador cuando el primer poema leído y del libro lo leyó Guadalupe, la hija del autor que está aprendiendo a leer. Leyó sílaba por sílaba, con dificultad. Pero dio una dimensión especial a los leído, porque lo hizo despacio y quise que fuera más deprisa, me llegué a adelantar leyéndolo en el libro. Hasta que me di cuenta que estaba perdiendo esa musicalidad de niña, el goteo de las letras, sílabas, versos. Sus atascos llevan a la esencia de la lectura, a la lentitud, a la sencillez, a la simpleza, a escuchar sin querer encontrar la quinta esencia de nada. Me encontré con un poema lleno de vida, de desnudez desnuda desnudada. Aprendía  escuchar y no sólo a oír, a leer el poema con la voz y no sólo escuchar una voz. Lo leeré despacio dentro de unos días.

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15 – II – 2011.  Hoy sale en la prensa todo un montaje mediático sobre el libro traducido a no sé cuántos idiomas, con gran número de ventas de la obra «El ángel caído», cuyo autor, Javier Sierra recorre en un autobús las ciudades para promocionar la venta del libro. La prensa lo anuncia como un fenómeno literario. Y para nada es literatura, sino lo contrario, una especie de invasión del terreno literario que desplaza lo que escriben autores que se expresan con la palabra y no aparecen en los medios de comunicación.

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Se trata de un montaje comercial. Una obra construida sobre temas que ejercen cierta acción psicológica, el misterio, teorías inventadas que se quieren presentar como reales, que activan resortes emocionales y de una falsa intelectualidad, se promociona, se hacen entrevistas y se hace ver al autor como un gran escritor. Libros de éstos , como «El código da Vinci», son libros que se fundamentan en grandes campañas publicitarias, cuyo autor forma parte de ese personaje de ventas. Al cabo del año, hecho el negocio, son libros que se dejan de vender, que a nadie interesan al quedar fuera de la presión mediática. Es una manera más de ocultar y falsificar lo literario en la sociedad. Y una forma de ganar dinero una empresa. Es un libro de consumo. ¿Por qué la prensa ignora otros libros?.

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12 – II – 2011. Hoy el Diario de León publica una entrevista con Julio Llamazares. Comenta una cuestión muy interesante a tener en cuenta, que es real, pero siempre queda en humo, por más que se palpa. Tal es el juego de vanidades que inunda la literatura. Dice: «Muchos escritores se han convertido en bufones de una sociedad que les recompensa dándoles premios, medallas y reconocimientos. Y haciéndoles que se crean importantes. Y es mentira. la literatura importa muy poco a la gente. Un escritor no debe nunca ser admirado…. Su función, si es que tiene alguna función, es la de golpear la conciencia de la gente, sembrar dudas, hacer replantear sus ideas y sus vidas a los lectores».


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7 – II – 2011. Ayer me dijeron que por qué no sintetizo la novela que estoy escribiendo. Es larga.  Llevo cuarenta y seis capítulos y no he llegado a la mitad. Dicen que nadie la va a leer. Puede ser, lo sé. Le contesté a quien me hizo la sugerencia que he aprendido algo después de leer a Proust, Joyce, Dostoievski y es que ellos escribieron lo que quisieron escribir. No se plantearon ni un estilo, ni nada. ¿Te quieres comparar con esos autores?, me dijo. ¿Por qué no?, fue mi respuesta. Fueron personas normales que decidieron escribir. Estoy seguro que más personas de su época escribieron sin que sus obras se conozcan. Ellos tuvieron la suerte de que a alguien le gustó lo que hicieron y lograron dar a conocer su obra.

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También le comenté que si fuera millonario, seguiría queriendo escribir esa novela que estoy haciendo. Que me satisface lo suficiente como para seguir en el empeño. Un impulso interior empuja a escribir y muchas veces la realidad se vive a través de eso que escribes. Porque quiero hacer ver algo que veo, pero que necesito palabras para comprenderlo yo mismo y hacerlo visible a los demás. Y quiero escribir lo que quiero escribir y no otra cosa.

 

3 – II – 2011. La literatura se introdujo en la enseñanza para conocer y educar los sentimientos, reconocer la gran variedad de ellos que hay en nuestro ser interior y saber  cómo se desarrollan en la sociedad.  El sentido de la literatura es expresar qué siente el autor y qué hace sentir al lector, historias que suceden haciendo visible el sentir de los personajes en las historias y en los dramas.

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¿Qué queda de esta educación de los sentimientos?. Unas listas de autores y otras de sus obras, aprender sus estilos, el contexto histórico y examinarse de tales contenidos y sobre el contenido de obras que poco tienen que ver con lo que ha escrito el autor, por regla general. Un simplismo que sirve para mantener un sistema de enseñanza alejado de la realidad interior del alumnado. Se leen obras, pero siempre deprisa, para hacer una ficha y sin esperar a saber que me comunica, sino lo que tengo que saber: la trama, los personajes, el desenlace.

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He leído muchas de las obras y a autores que se estudian,. Si tuviera que examinarme cualquier alumno que sólo haya leído un total de diez obras, sacaría mucha mejor nota que yo, pues no recuerdo fechas exactas de cuando nació un autor, ni las características de sus obras, sino las conclusiones que yo he sacado al leer una o varias obras del autor.

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8 – I – 2011. He recibido la noticia sobre la denuncia al premio Nobel de literatura, otorgado recientemente a Mario Vargas Llosa. Parece ser que ha sido denunciado por haber usado para hacer sus obras a lo que se conoce como «negros», que escriben por un escritor famoso que luego pone la firma o hace algunas correcciones.

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Hace pocos años se denunció a otro premio Nobel, Camilo José Cela, por plagiar la novela de una autora desconocida. Actualmente, tras el fallecimiento de este autor, continúa el juicio contra la editorial que premio dicha obra, a quien la autora envío el original.

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Ambos casos y muchos más que desconocemos indica en qué se convierte la literatura, en una carrera de ambiciones y vanidades, donde lo que importa es ganar, ser reconocido, la fama. Mucha gente asocia ser escritor con ser famoso, reconocido. Lo que Rilke define como «esa suma de todos los equívocos que se reúnen alrededor de un nombre». Y esto está acabando con el arte de escribir.

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La labor callada  y paciente de quienes escriben porque sienten hacerlo, porque les satisface y desean comunicar algo mantiene la esperanza en el arte de escribir. La esperanza de que siga siendo una comunicación profunda con el lector.


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La literatura se convierte en una carrera de caballos, en un espectáculo, donde lo que interesa y ciega al escritor es lograr la fama, el reconocimiento. A tal extremo ha llegado el sistema de premios. Los cuales ya no son un medio, sino un fin. Y se hace lo que sea por lograrlo, usando escribir, no desarrollando la expresión escrita.

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Pasa como en el deporte, la alta competición se ha convertido en un negocio y un espectáculo. Lo deportivo es un disfraz. Para lograr resultados los deportistas sacrifican sus cuerpos, sin que tenga que ver nada con la salud, hipertrofian sus músculos,  cada vez son más los casos de dopaje que tratan de camuflar sólo para ganar, convirtiendo la competición en algo obsesivo.

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A los deportistas de élite se les paga abundantemente para hacerles ejemplo de la sociedad, modelo para los jóvenes, se les entrevista, se saca su imagen una y otra vez y se les condecora con premios principescos, con el fin de arrastrar a quienes serán el futuro de la sociedad a la idiotez. Y para amparar esta imagen de bonhomía salen haciendo publicidad de causas solidarias, que no es sino una pose. Sucede igual en la literatura al tratarse de una técnica de aplicar el Poder desde el control de la conciencia.

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En uno de sus discursos tras recibir el premio Nobel, Mario Vargas Llosa, habló de su situación de encontrarse con editores que apostaron por él, de no ser así, dijo, hubiera quedado en el limbo de un escribidor sin suerte, como hay muchos, dijo. No buscar entre estos, no abrir cauces de interacción con una literatura que debe ser escribir y leer, pero se entra en el mercado de la noticia, la crítica, el premiado, todo lo cual ha distorsionado el mundo literario. Deberíamos reflexionar al respecto, pues es el final de un modelo de avaricia intelectual, de falsificaciones del arte. Todo para que escriban el nombre de uno en letras de oro, sin ver que es un espejismo.


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