LO ESCRITO ESCRITO ES

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15 – XII – 2010. No hay poesía, ni literatura, ni arte sin sociedad. Y mucho menos sin entorno. El autor aislado disuelve palabras en textos que carecen de vida, de vitalidad. Adormecen al lector  al cual le sirve su lectura para evadirse de sus circunstancias, en lugar de afrontarlas. Recarga pilas para seguir en la rueda de la rutina y la soledad.

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Hay obras cuyo único mundo son revistas, medios de comunicación, farándulas culturales que organizan las instituciones, pero que carecen de vivir con los demás. Llegan a  lectores aislados y se ha formado toda una red de defensores de este modelo de palabra ausente que la poesía viva, la literatura crítica, que sale de dentro de la sociedad queda relegada, valorada en términos de dejarla fuera de los circuitos de comunicación y se forma a nivel social una cultura y arte disecados.

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Lo cual se refuerza con otro aspecto académico de la literatura, la que de convertir la palabra en expresiones estáticas de museo, que es lo que aporta el sistema educativo, la obra paralizada, convertida en un mapa vacío, sin vida, sin ánima, sin ánimo.

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12 – XII – 2010. El triunfo real de un escrito es sacar tiempo para escribir, disponer de ratos, prolongados algunos, para dedicarse a esta tarea. Y encontrar tiempo de otros para ser leído. Y entre medias el espacio para ser visto en un libro o revista, o medio, donde el tiempo pasado del escrito desemboque en el tiempo presente del lector.

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Los premios y venta de libros pueden servir para disponer de ese tiempo, pero habrá que buscar fórmulas para que ese tiempo sea universal. La sociedad debe de dar un paso, para hacer que la cultura sea el eje de su desarrollo.

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7 -XII – 2010. La poesía no es escribir palabras, es emocionar con la palabra, desde ella y para ella. Porque ésta tiene la capacidad de convertirse en pensamiento, en hacer consciente el sentimiento y agrandarlo. En la sociedad actual, ávida de crisis, el arte y la literatura se disecan, al ser sustituidos los artistas por caretas de cartón piedra que salen en los medios de comunicación como guiñoles, que no conmueven, sólo quieren salir ante la opinión pública para llamarse a sí mismos «escritores», «poetas», para lo cual necesitan tapar a los demás con el objetivo de «serlo».

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Se han creado unas bambalinas en la industria del libro que busca sólo el negocio y necesita de esos guiñoles, que son pura apariencia.

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5 – XII – 2010. Vuelvo a leer a Pedro Salinas y descubro, una vez más, que los poetas crean lenguaje, consiguen ampliar la percepción de la realidad, la exterior en relación con los demás y la interna de cada cual, que crece con la poesía. Ahondan el discurso de la palabra y de ésta misma, que a través de los versos busca los rincones más recónditos de la mente y nos permite amar más, ver más, por fuera y por dentro, pues la poesía es la frontera entre ambos mundos humanos. Nos hace vivir más intensamente. Y ser más. Hacen más grande la realidad y fortalece los sentimientos, los desempolva de nuestro olvido y les impulsa a estar presente en nuestras vidas. Escribe Salinas: «Cuántas veces he estado / – espía del silencio – / esperando unas letras, una voz… / Como nunca sonaban , me las decía yo, las pronunciaba solo, porque me hacían falta«.

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25 – XI – 2010. han concedido a Ana María Matute el premio Cervantes. A partir del momento de saberse este reconocimiento se hacen miles de entrevistas, promoción de sus libros que, por otra parte, estaban ahí, en las librerías, en las bibliotecas y en algunos estantes, sin que se les hiciera demasiado caso, tal revuelo refleja un interés por su obra o por el premio, por su obra premiada. ¿Cuántos libros están ahí sin que se les haga caso, esperando a ser despertados?.

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Me gustó mucho una idea de Ana María Matute, que la oí decir a alguien: «La infancia no es un tránsito a ser adulto. El adulto es lo que queda del niño».


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Habrá que hacer una gran reflexión, necesaria, en general sobre la cultura que estalla de información en los medios de comunicación y es empujada por una inercia, sin pararnos a pensar cuál es nuestra relación con ella. Nos dejamos llevar y cultura es lo que nos dan.

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Hoy mismo he leído en el ABC una reflexión del pintor y arquitecto, Ramón Estadella, que hace sobre el mundo de la pintura, pero que bien se puede aplicar a la literatura. Dice que ha pintado para él mismo y no para expertos. Cuenta que a veces el arte vanguardista el vendedor es el auténtico artista de la obra, porque un cuadro admite millones de  interpretaciones. El marchante es quien atribuye la versión que acepta una élite, la élite adinerada. es el dinero el que hoy fabrica el arte, sea el que sea.


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16 – XI – 2010. He leído una antigua entrevista a Luis Valderrama, en el periódico «La Nueva España» (2 – I – 1999). Un escritor de poemas, guiones y obras en las que ha volcado su vida, sin ser apenas leído. Lo reconoce él, que dice escribir como destino. Un destino que uno mismo se fragua, que no es algo externo, sino que se ha instalado dentro, de manera que comenta escribir la ha evitado la locura. Es una devoción, pero esto ¿qué significa?.

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Significa escribir a pesar de los pesares. En su obra «Yo soy mi perfecto poema inmortal», Luis Valderrama, escribe que los poetas-autores malditos trabajan y viven una soledad intransferible… porque se ven desasistidos y crean una obra, que salvo excepciones, irá a parar al cubo de la basura. Es lo que Proust define como el instinto del artista. Y también habla de la vocación en «En busca del tiempo recobrado»: «Toda mi vida habría podido y no hubiera podido resumirse en este título: vocación«. Y continua Proust  diciendo que no habría podido resumirse porque la literatura no había desempeñado  papel alguno importante en mi vida y sí porque los recuerdos de la tristeza forman una reserva como el germen de una planta, de forma que indica que escribir es el proceso de la maduración interior.

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Hay un impulso  interior que nos hace desear escribir. Llega un momento en que la escritura es un punto de vista específico, sin el cual, no seríamos capaces de ver la vida, ni de observarla como hacemos al escribir. Luis Valderrama hace un alegato contra el desprecio a quienes escriben y la manera de ser seleccionados algunos, con el mérito principal de encontrar un inversor para editar y promocionar sus obras en el libro «El imperio de la mediocridad».


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Es necesario encontrar el significado de muchas palabras, porque acaban por sugerir algo, pero no definen las cosas claramente. Dice este autor que escribió febrilmente  durante una etapa de su vida.  Es la voracidad de querer acompañar a los pensamientos con la palabra. Nunca se llega, hasta que los textos son capaces de ser una ventana de ellos. Y también en esta parte encuentro una coincidencia con Proust cuando escribe en «El tiempo recobrado» «en esos proyectos febriles de letras ha constituido nuestra conversación apasionada con nosotros mismos«. Como si hubiera un magma interior, común en los escritores, porque llegan a esa parte ardiente, «febril» que hace que el volcán de la conciencia entre en erupción.


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Pienso que escribir es olvidar que se escribe. Es escribir, pero también buscar al lector, aunque no se encuentre. estoy leyendo obras de este autor que él me ha enviado y me parece necesario rebelarnos contra la lectura dada y leernos entre autores y lectores cercanos, para crear nuestro entorno, nuestro ambiente.

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9 – XI – 2010.Hoy sale en el ABC una tribuna de Gabriel Albiac, interesante. Plantea este escritor, profesor de filosofía: «se escribe sólo odiando la escritura, que es el alma más cruel, la única a la cual vale la pena amar, sin esperanza de respuesta, para que nos destruya, eso aprendí Rausarel del «amor sólo artesano de mis propias desdichas». No es que la escritura vaya a matarnos, dice: «nos mató ya cuando aceptamos ser sus siervos». Escribir es tarea de «no-muertos». Recoge una cita de la escritora de Saigón, Margarite Duras: «la escritura te hace salvaje».

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Escribir es lo más cercano a una huella de nuestra mente.

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Gabriel Albiac sigue pensando en forma escrita: «se escribe o se vive, no ambas». Se pregunta si vale la pena y su respuesta es que lo más seguro es que no. «Como el amor o el cáncer la escritura no se elige, es ella quien te elige… el final, misteriosamente, es volver a lo que te mata».

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Escribir es tan importante que no debería trivializarse. Tampoco seleccionarse, porque se mutila a las personas que carecen de oportunidad de trasmitir lo que escriben, de comunicarlo. Y la sociedad se ahueca en este vaciamiento de la escritura. Pueden haber otros cauces, les hay, para ser, pero ser lo es en relación a algo y dicha relación no se puede seguir eliminando, como se hace hoy en un falso mundo literario, sobre todo por incompleto.

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Se está juzgando por plagio a la mayor editorial de España, «Planeta», por coger la obra de una señora, dársela a Camilo José Cela y sus colaboradores, retocarla y premiarla, como fue premiada.  Es la punta del iceberg de todo un modelo, sin sentido.

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En Francia se ha concedido el premio Goncourt, a Michael Houellebecq. Sigo pensando que el mundo de los premios literarios distorsiona todo, hasta la crítica.  En el fondo el poder controla todo reduciéndolo a una relación de imágenes.  Según este autor, antes de ganar el premio los jurados están comprados por las grandes editoriales, pues son un negocio de éstas. Dos años después, cuando él es premiado declara: «estoy feliz, la mayoría de la gente solamente está al corriente de la literatura a través del Coucourt; es interesante revcvibir este premio cuando la literatura no es la principal preocupación de los franceses».

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Con esto adquiere más valor y mensaje real de arte, la decisión de Santiago Sierra de rechazar el premio Nacional de Artes Plásticas que le concedieron al entender que el estado acapara incluso la crítica para vaciarla de contenido, lo que se ha llamado quedar absorbido por el sistema. El Poder no siempre reprime, como analiza Focucault.

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He leído una sola obra del premiado del Councourt de este año, «Partículas elementales«. Pienso que han halagado y quieren proyectar a la sociedad la crítica vaciada, con un sentido de extravagancia para la imagen, sin más. Llevar la literatura a una pose, al cinismo del triunfo engreído. Dicha obra me parece muy artificiosa, con originalidades aparentes, a modo de chascarrillos. Relaciona dos historias que nada tienen que ver una con otra. Integra temas de actualidad, más como una forma de enganchar al lector sobre «a ver qué dice» y luego no dice nada. Cualquier crítica la achaca a un ataque a su originalidad, cuando lo que hace es hacer de la expresión de lo superfluo9 una especie de ideología, siendo esto lo que se ha premiado. Sus alusiones al sexo, sin continuidad en la obra, gritando ideas que más parecen lo que a un niño decir «caca, pedo, culo, pis».

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Houllebecq se sitúa en una especie de contra-contra-cultura, sin contenido, mediante expresiones fatuas. Ideologiza el desencanto generacional moderno y la frustración social, haciendo un retrato de la sociedad sin fondo, sin hondura.

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1 – XI – 2010. En varias obras he visto que las cartas, la correspondencia escrita entre dos personas, son algo esencial de la obra, en ellas se encierra parte de la trama. En el Ulises de Joyce. En «La Fugitiva», de Proust. En «Los hermanos Karamazov» de Dostoievski, la carta de Lise a Alishoa,. En «La señora Dalloway»de Virginia Wolf, en este caso también las cartas que no escribió. O a las que se refieren «El proceso» y «La condena» de Kafka. Hacen referencia a un mundo interior que forma parte de la palabra escrita, a mano, de una a otra persona. Sin ellas, que no aparecen sobre lo que dicen, no hubiera sido posible saber qué sucede internamente en la escena. En un mundo en el que ha desaparecido prácticamente escribir cartas, me pregunto si no desaparecerá la literatura. La literatura como tal, como autenticidad de lo escrito, no la fabricación y escritura de libros, que eso seguirá.

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Yo me escribía con veintiuna personas. Al llegar el mundo del correo electrónico sólo ya con dos, de las cueles con una se entromete de vez en cuando algún mensaje por este medio. Que es necesario, y bueno para expandir la comunicación, para pasar algo, pero también lo es el correo postal, la carta, para decir con largura las cosas. Pero no se tiene tiempo, entonces tampoco para percibir muchas sensaciones. Al recibir una carta se tiene un emoción especial, porque se escribe a personas cercanas.

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Me pregunto si dejar de escribir cartas hará que desaparezca la literatura, ¿o es al desaparecer ésta, modalidad del arte, expresión íntima de nuestra mente, lo que hace que dejemos de escribir?. Falta el contexto de lo especial, de querer ver qué nos dice alguien desde sí mismo.

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Cuando alguna vez  he hablado con alguien de este tema muchas veces saltan que con el ordenador es lo mismo. No, no lo es y siempre buscamos una justificación para lo que nos arrastra, por eso nos arrastra. Con el ordenador leemos más deprisa, no hay recogimiento, al menos el mismo que con el libro, el folio, la cuartilla que se tiene en la mano con un tacto específico. Las cartas se releen, los mensajes por ordenador no. Lo puedes hacer, pero no se hace, por regla general. Una carta se rumia antes de escribirla, a veces durante días. En el ordenador responder es más un acto reflejo.

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Cuando me dicen que con el ordenador se puede leer más despacio si se quiere, pongo el ejemplo de ir en coche, nada tiene que ver con pasear. El mismo trayecto andando es diferente a si se hace en coche o en bicicleta. Al ir en coche se pierden muchas sensaciones. Ahora bien para ir a un sitio en un tiempo determinado hay que coger el coche. El problema es que se impone luego para todo, establece una norma de traslado. Y se deja de hacer lo otro. Luego se recupera a modo de excepcionalidad. Pues bien, en ello coche también se puede ir muy despacio, incluso empujándolo para ir más despacio. No es lo mismo que andar. No es lo mismo. Y esto sucede en la literatura.

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30 – X – 2010. Una ciudad se entiende, se ve de cerca y su ser cuando se pasea por ella sin ir a ningún lugar. Ni detrás de ningún monumento, ni para ver no sé qué. Porque yendo a algún lugar se pierde la sorpresa de la ciudad, desparece su comunicación, las historias que guarda. Suele quedar las fotografías, heridas del tiempo en cuya imagen, quieta, sangra, el tiempo. Lo mismo sucede en la literatura. Es necesario leer algo que se encuentra, sentir la llamada de un libro cualquiera. No querer buscar nada premeditado ya en el libro, para que  de esta manera aparezcan sus detalles, su ser, como palabra escrita, cuyo encuentro con ella lo permite el azar, apartado de la deformación crítica o «intelectual» de leer desde la eficiencia. Aunque sólo sea con el objetivo de pasar el rato. Leer es deambular y seguir el rastro de lo que sale a nuestro paso.

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23 – X – 2010. He vuelto a leer «La fugitiva», el quinto tomo de la novela «En busca del tiempo perdido» Proust, y me he vuelto a entristecer ante la muerte de Albertina, a emocionar en ese juego de cartas cruzadas entre el narrador y ella, pensando que pudiera no haber muerto. Y el descubrimiento del amor en el pasado, como esencia del mismo, y el olvido, y la sustitución con otra mujer que compartió el cariño con ella, para recoger el resplandor de un amor ya ido y sin embargo presente.

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¿Por qué esa emoción que brota con la lectura de un libro?, una historia que sabemos no cierta, al menos tal cual se cuenta. Pero rezuma una experiencia sentimental del autor. Al leer esta novela despiertan sentimientos dormidos, dejados a un lado en nuestra vida y no tenidos en cuenta. Hace aflorar muchos instantes ya escondidos, de amor y desamor. Esos trocitos ocultos, de sentimientos son los que rescato con esta lectura y son mis sentimientos los que actúan en esa historia que ha hecho que salgan, que intervengan. Albertina muere, pero al irse y no volver jamás ¿no muere también cuando se trata de amor?. El narrador sabe de su muerte por una carta, desde la distancia, no va a ver qué pasó. Se conforma con lo que le dicen, ¿no pudo ser una treta de Albertina? para liberarse de un amante enfermizamente celoso, al que en su última carta, pocos días antes de morir dice que «volverá».

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No se suele leer con la excusa de que es un rollo porque hace rastrear al lector algo que nos hace volver la mirada a rincones olvidados, que nos hacen ser más, más sentimentales, lo cual hace insoportable la superflua realidad y las relaciones banales. Leer una obra como esta hace que nos estrellemos contra nosotros mismos.


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21 – X – 2010. Durante la tertulia sobre la obra de Proust, «En busca del tiempo perdido», un profesor dijo que este autor se estudia durante 2º de bachiller  en la asignatura de literatura universal. Hoy leí un libro de texto de esta asignatura. Sí, es cierto, se estudia, pero es un lista que más parece de botánica que de literatura. No podemos reducir los libros y los autores a unos nombres, a unas vagas referencias de la obra cuyo objetivo es aprender la lista de cosas que hay que aprender, para aprobar. es la antiliteratura. Hace unos meses leí varios libros que me había dejado un profesor de literatura. Estaban subrayadas la introducción y las primeras páginas… Me confesó que es con lo que explicaba una obra, más allá del libro de texto.

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En la lectura hay que buscar qué me dice el autor y que hace que me diga a mí mismo. De esta comunicación profunda se saca el jugo literario. Literatura es leer, pero sin agobios, sin presiones de un examen. El modelo educativo debería orientarse en dos partes, la de prepararse técnicamente e intelectualmente y en incrementar la cultura. Leer, sin una asignatura, sino espacios de charlas, conferencias, debates sobre obras. Ser algo dinámico y no pasivo. En el tomo «La prisionera» el pianista Vinteuil dice «hay que ver la literatura de una manera más interesante a como nos la hacían estudiar».  Parece que poco han cambiado las cosas.

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10 – X – 2010. Hace unos días han anunciado el premio Nobel para Mario Vargas Llosa.  Han corrido un sin fin de palabras sobre este escritor que parece un juego de haber quien dice el halago más grande, la rimbombancia más sonora. Sus libros siempre han estado al alcance de cualquiera, pero me comentó un librero que ahora todo el mundo pedía libros de él, que lo quieren leer. Esto no es más que una orientación del Poder en el enfoque de la cultura. No por el autor, que varían de unos a otros, sino de cara a buscar al escritor premiado, al galardonado, al que dicen los que eligen. Que seleccionan entre sectores que han seleccionado previamente permitiendo una carrera literaria.

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Todo el mundo literario quiere decir cosas sobre su obra, lee ávidamente sobre él y alguna novela para decir que lo ha leído. Por mi parte uno de los primeros libros literarios que me regaló mi amigo Mario fue de Mario Vargas Llosa, dos cuentos o narraciones de cuyo título no me acuerdo ni de lo que trataban. He hecho memoria y nada. Creo que me lo regaló por la coincidencia suya del nombre, pero me dijo que es un bien escrito y que si yo quería escribir tenía que leer autores como el del libro que me regaló. Mario es cinco años mayor que yo y fue un gran lector, hasta que empezó a trabajar y dejó aquella afición suya, pues apenas tenía tiempo, pero leía las referencias de libros en el periódico y compraba muchos libros porque decía que siempre es bueno tener una buena librería. Murió de un infarto hace un año. Al conocer el premio Nobel de este año me vino su recuerdo.

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Al ser uno de los primeros libros que me regalaron también he hecho memoria de otros. Una tía me regaló las obras completas de Kalil Gibran. Dijo que la foto de él me recordaba a mí, en aquella época claro. Leí todos sus cuentos, que me encantaron, creo que me influyó mucho en mi manera de pensar. Sobre todo su imagen del enamoramiento, con Selma Karami, todavía me acuerdo. Y la introducción del libro «El loco», «Alas rotas». «El profeta», que vi que algunas frases de este libro viene impresas en postales de frases hechas. Fue del segundo libro que apunté cosas del enamoramiento, el primero fue de don Quijote, de los dictados que nos hacía mi padre en verano de este libro. Lo leí buscando a Dulcinea, pues yo tenía una dentro de mí. La volví a reconocer en Selma Karami, pues era tal cual y nunca se hablaba de ellos y parecía una imagen pasajera de juventud. Cuando vi que lo que yo sentía estaba escrito en otros autores, unos años después, empecé a escribir la obra sobre el enamoramiento.

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Otros libros de los primeros que me regalaron han sido «El viejo y el mar» de Ernest Hemingway. Me lo regaló mi padre, indicando el esfuerzo que es la vida. Lo leí y me gustó, pero pensaba que para qué tanto esfuerzo por parte de aquel pescador mayor, el pundonor, el retarse a sí mismo. Unos años después lo volví a leer y yo a pensaba de otra manera. Escribí «El niño y el mar», pero nunca he logrado publicarlo. Mandas a editoriales y te escriben las cartas de siempre, como todas, la tarjeta repollo que yo llamo por esa muñeca que es igual unas a otras: lamentamos ….

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Otra novela que también me regaló mio padre fue «Corazón» de Edmundo de Amicis. Me apasionó leerla. Un diario de un chaval. me hacían gracia los nombres en italiano. Apenas lo recuerdo sino lejanamente. A un niño le atropelló un carro, y el amor a la patria que les infundía su profesor. Y las necesidades de niños en la escuela que pasaban hambre. Es curioso que poco recordamos de los libros. Pero sabemos si nos ha gustado y nuestra relación con ellos. Y que diferentes son cuando se leen en una etapa de la vida u otra. A mí me ha sucedido esto con la obra de Nietzsche. He leído todas sus obras, pero «Así habla Zaratustra » y «Ecce homo» tres veces. En una me entusiasmó, me cautivaron sus frases y sentencias, en otra empecé a dudar de ellas y luego me parecieron simples ocurrencias. Ahora cuando releo algunos textos que tengo subrayados me parecen genialidades que bhay que pensar, no se pueden tragar porque hay que analizar qué descubren de la realidad, sobre todo de la realidad de nuestros pensamientos. Hace unos años escribí la obra de teatro «Jesús, Zaratustra y yo», una reducción al absurdo del lenguaje metafísico, que fue premiada en el V Certamen de textos teatrales de Torreperojil, 2002.

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También mi padre me regaló otro libro, que no es de literatura, que leí muchas veces, a lo largo de los años, «La incógnita de hombre, el hombre ese desconocido», de Alexis Carrel, un premio Nobel de química, que hace unas reflexiones sobre el ser humano, el conocimiento, la historia muy interesantes. Aprendí con este ensayo a estar en desacuerdo con un autor, por importante que éste sea. Por ejemplo con las ideas de eugenesia, pero aporta una manera de pensar razonad y sobre todo como la técnica nos aleja de nosotros mismos. También aprendí que lo importante de un libro no es lo que cuenta, sino lo que hace pensar al lector, lo que le hace sentir. Treinta y tantos años después otra vez al leer «En busca del tiempo perdido» de Proust volví na ver que es interesante no la historia que cuenta de la relación del narrador con Albertina, su Albertina,  con Andrea, y con Gilberta, sino lo que hace descubrir al lector  sus sentimientos muchos olvidados, otros escondidos, pero que están dentro de uno.

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Todo esto que escribo empezó con la referencia a Mario Vargas Llosa, al ganar el premio Nobel. Sé que algún amigo amigo me dirá,  al final escribes sobre ti. . No es exactamente eso, sino que trato de evocar que me surge en mi pensamiento, cuál es mi relación con la obra de este autor y los recuerdos que asocio a ella. Es como cuando coges una cereza de un montón, acabas arrastrando a otras que están unidas. Hacer un panegírico del autor no sirve para nada, son fuegos artificiales de palabras.

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Vuelvo a él. Leí un libro suyo «la guerra del fin del mundo», que me encantó. Describe el fanatismo y la irracionalidad en las luchas que además me sirvió para entender y explicarme la actitud y psicología del fanático, que yo viví durante una etapa de mi vida. Para mi esta obra me hizo reconocer al escritor, no al gran escritor, sino a la persona que escribe, que conoce algo y lo expresa, lo comunica, porque cuando dice este escritor en sus declaraciones tras recibir el premio Nobel: «escribir sirve para que el lector pueda pasar de lo que realmente es a lo que quisiera ser». Yo creo que esta evasión se da muy poco, más bien nos hace reconocer en nuestro ser y limitaciones. Pero le bombardean a preguntas a las que tiene que responder deprisa, improvisando respuestas. de cara a la industria de la información. Para mí escribir es comunicación. es la base. Y es lo que esta autor hace en la novela que leí, quiere decir algo de ese fenómeno de las creencias, creencias políticas también que se mezclan con supersticiones, con la fe en un dios y su maestría es que nos lo hace ver al lector.

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También ha dicho que este premio es un reconocimiento a la literatura latinoamericana. Yo pienso que un autor es él y sus circunstancias, pero no se pueden interpretar las cosas de manera periodística, hacer frases. Esto está acabando con la reflexión literaria. Y a los autores se les está llevando a la frase corta, rápida, contundente. El pensamiento del escritor es muy diferente. Por ejemplo también dice algo que estoy de acuerdo «el escrito descubre el tipo de escritor que puede ser». Es el potencial de lo que se hace al escribir. Alguien dijo, he oído alguna vez, que el estilo es el autor. Cierto, desde mi punto de vista.

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Define Vargas Llosa escribir como una disciplina, un esfuerzo. un empeño, «uno escribe y publica por transpiración y sentido autocrítico». Es curioso que identifica escribir con publicar, cuando es algo que para muchos nada tiene que ver. Lo cual no se tiene en cuenta. Cuando dice que la lectura despierta el sentido critico  lo es desde mi punto de vista, no porque se traslade al punto de vista del autor, lo cual sería muy poco crítico, sino porque leer da un punto de vista más amplio de las cosas, permite tener una perspectiva más amplia.


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2 – X – 2010. Claudio Galeano es la pareja de Dilma Rousseff, actual candidata a la presidencia del gobierno de Brasil que por los años 60 participó en organizaciones clandestinas luchando contra la dictadura instaurada a partir del golpe de estado de 1964. Claudio escribió en una ocasión que Dilma «tenía una formación intelectual precoz, leía a Marcel Proust y a Jean Paul Sartre».(ABC, hoy).

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Recojo esta cita porque creo que hay por un lado, en el autodidacta una ambición a la cultura que hace que se coincida con la soberbia cultural de las instituciones de enseñanza. ¿Qué hacen?.  Relacionar la lectura con grandes autores y con sus obras cumbres. De esta manera se da un conocimiento que no concuerda con el desarrollo cultural de los jóvenes.

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Se inicia a la lectura con obras que son el resultado de una evolución vital de sus correspondientes autores. De una experiencia que ha de compartirse desde el lector. Leer a Proust cuando no se tienen recuerdos de casi nada, cuando no se han experimentado las diferentes maneras de amar  y del desamor, leer sin conectar con la realidad de los sentimientos ni de pensar, todo queda en una lejanía que hace ver la cultura en un pedestal, que además se suele hacer de lejos, como sobrevolando. Es como iniciar a las excursiones a los jóvenes llevándoles metiéndoles en una avión y enseñándoles las altas cumbres, o llevándoles, en el mejor de los casos a una en helicóptero. Hay que empezar por la base. A veces por lo que escriban sus compañeros más cercanos e ir buscando las lecturas a medida que surjan las inquietudes para afrontar la  su lectura.

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De otra manera sucede lo que comenta Rafael Reig, «lo que llamamos literatura no sea ya más que uno esos juguetes didácticos para los más pequeños«.

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Hoy he leído una entrevista a este escritor (ABC). Se pregunta «¿por qué hay escritores que dejan de escribir?. Llega a decir que quien no escribe no es escritor, aunque lo haya sido. No estoy de acuerdo.  Ser escritor es una forma de mirar el mundo, una perspectiva interior especial, que tiende a expresar su punto de vista. Es un impulso que se fragua en la cultura, pero también es una función cerebral que desarrolla quien es escritor.

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Comenta que no pasa nada si él dejara de escribir novelas, que simplemente dejaría de ser escritor. El problema es que se confunden dos cosas muy diferentes, unidas solamente en la apariencia, ser escritor o vestirse de escritor.  Ambas funciones hacen lo mismo, pero no desde el mismo posicionamiento interior. Quien se viste de escritor cree que ser escritor se hace escribiendo y no es así. Si publica sus novelas y carece de lectores, o de público mediático,  deja de hacerlo. Y no pasa nada.

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Pero quien escribe como escritor si deja de hacerlo cuando considera que ya ha escrito lo que tenía que escribir, no escribe sin dejar de ser escritor, porque lo lleva dentro y leerá como escritor, vivirá como escritor.

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La apariencia de ser escritor es lo que ha levado este función de comunicar, a la búsqueda de serlo, pera ser reconocido como tal por los demás y ha colocado este criterio como valor supremo de la literatura.

 

Un escrito puede editar una gran cantidad de ejemplares, pero su intención es que al menos una persona lo lea, es lo que busca, alguien que lo lea, aunque se vendan miles. Lo que merece la pena es encontrarse con el lector desde la palabra y es lo que le merece la pena, no las ventas, los anuncios y entrevistas en la prensa. Puede no publicar nada, pero el escritor insiste en esa búsqueda.

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Rafael Reig habla de «tipos místicos que van por ahí diciendo que escriben por necesidad, que es algo que no pueden evitar». Su forma despectiva indica que no entiende de lo escritural, del impulso profundo que hace escribir, no hacerlo con la intención ya fijada de publicar y de «ser escritor».

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El escritor no quiere serlo, lo es. Quien quiere que le vean como tal, incluso uno mismo, lo hace vistiéndose de escritor y muchas veces lo hace con muchas novelas editadas, o libros publicados de todo tipo. ¿Es esto ser escritor?. No. Algunos llaman a esto ser un escribiente o un escribidor. Yo diría que escritor es quien siente escribir como algo propio, independiente de todo lo demás.

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Este autor ha editado media docena de novelas, dice. Podrá hacer un millón de ellas, podrá ganar miles de premios «literarios», lanzarse a esa carrera de caballos-escritores, en la que muchas veces nos hemos convertido, y vender el que más libros del mundo, que no sentirá ni sabrá qué es escribir mientras que no goce-sufra de esa necesidad de escribir lo que derrama su mente.

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25 – IX – 2010. Ayer vi una representación escénica del colectivo «Somos peces», «Sabe mentir la boca». Me pareció muy interesante y con golpes escénicos con mucho contenido y análisis social. Me reí. Pero ¿es teatro?. Puede ser una variante, pero se cae en hacer del espectáculo el espectáculo mismo, no se necesita ya ni siquiera algo. Se hicieron en la escenificación buenas parodias, pero sin interpretación. Se  hacen ver unas escenas, unas contradicciones sociales y políticas, pero la base subjetiva de todo ello sigue ajena a lo que se presenta en el escenario.

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 Esto de acuerdo con Albert Boadella (2010) cuando dice que están extendiéndose las formas teatrales al margen de las directamente literarias. Y «la primacía del texto queda reducida a una simple partitura de acompañamiento mientras que otros signos escénicos sostienen el hilo conductor… una especie de gatuperio, con posibles aciertos, pero siempre faltada de una narrativa concluyente».

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 Observo como se vacía de discurso narrativo el teatro, lo que se representa en un escenario, en la actualidad, a la vez que se adhiere un discurso narrativo a las obras de arte contemporáneo, con el que hay que leer las explicaciones si se quiere saber qué representa la imagen. este «experimento» lo único que hace es vaciar de contenidos los diversos artes, sometidos al criterio del arte mediático de crear estímulos, reforzar pensamientos en el público que apoya la presentación de antemano y es entretener y refrescar las ideas.

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Igual que la pintura debe recuperar la imagen, sea cual sea, pero que lo comunique ella y no el texto, el teatro debe recuperar el guión como elemento escénico fundamental, junto con  la labor interpretativa del actor, sobre el que improvisar y todo lo demás.

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21 – IX – 2010. Hoy vi pasear a Gamoneda por la calle Ordoño. Su anciano rostro, el labio inferior caído, deambula para andar que hay que andar. Me crucé con él y ante su imagen pensé ¿dónde está su poesía?, le acompaña apesgada en su vida acuestas. Y, tal vez, busque sumergirse en los versos en que buscó, retó a la muerte. Quedan los lirios de las luces echas poesía.

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Y pensé también que lo poco que he leído de él no me ha atraído como otros, quizá porque nuestras experiencias vitales estén muy lejos una de otra. Le recuerdo leyendo un manifiesto contra la guerra y otra vez también en otras historia, con su vozarrón fuerte, con su lirismo a cuestas, con sus metáforas penetrantes. Y, sin embargo su poesía queda fuera de mí.

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Al verle parece que arrastra el tiempo y todo, pasado, presente y futuro se condensan en su cuerpo que es  huella de tiempo, como todos, pero él ha sabido colocarlo en la palabra, aunque no lo entendamos aún.

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19 – IX – 2010. Hoy Mario Vargas Llosa (El País)  dice: «Para progresar (podemos entender hacer negocio) los periodistas tienen que ofrecer espectáculo y detrás de ello se desbaratan las fronteras entre verdad y mentira«. Cada vez es más palpable este fenómeno del que también cada vez más personas nos damos cuenta. Lo importante ahora es saber qué hacer, cómo salir de esta trampa, que , sin embargo, se refuerza constantemente. Mismamente hoy leí en la prensa local que una institución prepara una ruta cultural y poética en relación al Camino de Santiago, en la que actuarán tres poetas. Estoy seguro de que cientos de peregrinos habrán escrito poemas llenos de camino, a los que no se atiende y que no encontrarán un vehículo de expresión, de comunicar esos versos.

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A los poetas se les premia, se les hace institucionales en la medida que se desprecia la poesía. Un público ávido de apariencia y deslumbrado por los focos de la cultura asiste, pero no como espectador sino como consumidor que es a lo que se reduce la cultura, a consumir ratos en los que la poesía es un refresco más.

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17 – IX – 2010. Hoy mi hija Daira me preguntó por lo que estaba haciendo una novela muy larga. Le dije el número de páginas que llevaba, sin llegar a una tercera parte y me dijo que nadie me leería. Le respondí que pudiera ser, que sí, que nadie lea dicha obra, pero he ahí el mérito de escribirla, porque creo que debo hacerlo, porque me siento llamado a hacerlo y me gusta y quiero y me salen escenas, ideas que tengo que colocar en lo escrito. Y todo sin la esperanza siquiera de que sea publicada, pero tengo que hacerlo. Es mi empeño  mi vivir.

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¿Es autobiográfica?. No, aunque algunas partes puedan parecerlo, quizá algún fondo con otra forma a como es sí, puede. Hay sensaciones de mi época que quiero agarrar, cosas de mi ambiente que quiero que perduren y hay sensaciones que flotan en el recuerdo ya lejano y quiero que se vean y dar forma a ese mundo y pensar en él porque es lo que define el futuro que se comprenderá en su presente mirando sus semillas y primeros pasos, porque en el fondo, en lo escrito pasado, presente y futuro forman una unidad.

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En el fondo creo que alguien sí que leerá lo que escribo, ¿cuándo?, no lo sé. Pero es necesario leer algo así y alguien habrá que se dé cuenta, como dice el refrán «siempre hay un roto para un descosido», y se necesitará impulsar el pensamiento y alguien encontrará unas palabras sobre las que sentirá curiosidad de ver qué dicen.

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15 – IX – 2010. Durante la tertulia de antes de ayer sobre la obra de Proust, hablamos un rato sobre el hecho de escribir. Hace unos días lo hice también con Isabel Alonso al salir de su exposición de escultura «Bellas, pero no durmientes», que me resultó muy sugerente. Me impactó la imagen escultórica expuesta.

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La escultora manifiesta una reivindicación de las artistas mujer y un conjunto escultórico que representa  la imagen de un hombre sentado con la cabeza vacía y una mujer que saluda o se despide según se quiera ver, que tiene un hueco en el corazón, vacío. Entre ambas y sobre ellas se ven hormigas de gran tamaño. ¿Su significado?. No coincidió mi impresión con la idea de la autora. Le propuse que pusiera un libro en blanco para que escribieran sus impresiones quienes vieran su obra, de manera que se comunicase así con el público, pues pudiera ser que comunicase muchas cosas que actuasen desde el inconsciente.

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Leí el texto en el que explica el sentido y espíritu de la obra, que me encantó y en el que estoy de acuerdo, pero creo que el arte contemporáneo asocia un discurso a la imagen para explicarla, sin que vayan en la misma dirección o no tenga nada que ver lo que se entiende en el texto con lo que uno percibe al ver la obra. Creo que hay que separar el discurso y la obra, pues su contenido va unido al contexto de la obra y del autor.

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Hay que dejar que la imagen derrame sus contenidos de comunicación. Encajar ambos es como querer  hacerlo con un pájaro y una jaula. El pájaro tiene que volar por sí miso, esa es su belleza, y su ser.

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Estuvimos un rato hablando y surgió lo de escribir. Le dije que estaba dando vueltas a este tema, comentando la diferencia que hay de escribir a mano a hacerlo con un teclado. Estuvo de acuerdo. Dijo que ella lo había experimentado, al escribir una misma idea con medios diferentes y tener como resultado dos redacciones distintas. Algo que a también me ha sucedido.

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En un momento de  la tertulia salió este tema de que la escritura es diferente si se hace a mano o con un ordenador. Miguel Ángel insistió en que es lo mismo. No se trata de negar las ventajas evidentes del ordenador, pero tampoco se debería de eliminar lo anterior porque se perdería una riqueza cultural y psicológica muy importante para el desarrollo de la personalidad y de la sociedad, ya que escribir a mano tiene unas cualidades específicas que se perderán cuando se deje de hacer.

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Miguel Ángel insistió en que esta idea puede suceder en nuestra generación de cuarentones, pero en las nuevas generaciones que han nacido con el ordenador no. Lo que entonces perderán esta capacidad que se acompaña de una manera profunda de pensar, sentir y de descubrir nuevas realidades. Los jóvenes de esta nueva generación no escriben cartas y hacerlo a mano, sea carta o no, lo ven como un atraso, sin percatarse de que es una dimensión humana que anulan y no la van  a poder disfrutar, o a veces padecer, pero de una manera tan profunda que hace aumentar la conciencia.

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Joaquín defendió que es lo mismo, incluso más inmediato escribir un correo electrónico o por el chat, pues están más cerca de la realidad comunicativa al ser algo inmediato. Puso el ejemplo de alguien que escribió una carta de amor y al día siguiente de mandarla dejó de amarla. La persona que la recibiera leería algo que en el momento de leer la carta sería falso. Miguel Ángel dijo que había leído una historia parecida en una narración.

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Es difícil explicar la diferencia que se nota al hacer las dos cosas, pero no es algo tangible. Hoy me vino a la cabeza una de las diferencias: al teclear escribimos lo que pensamos. Sin embargo escribir a mano es una función que «piensa», que piensa de por sí. Escribir es una forma de pensamiento, aunque no lo sea cuando se hace mecánicamente o al dictado, pero el acto de escribir queriendo decir algo sí que lo es.  es otro nivel de pensamiento al pensado que se piensa. Escribimos a partir de algo o una idea que queremos contar o expresar.

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La mano interactúa con el cerebro y logra sacar contenidos de pensamientos nuevos. La escritura se relaciona con el lenguaje de una manera particular, específica al hecho de escribir. Pensamos sobre lo que escribimos, porque la escritura se adelanta a nuestro pensamiento y lo sacude para espolvorear ideas. Por tal motivo hace pensar al que lee un texto..

 

¿Y lo que aparece escrito en la pantalla?. Nos hace responder, casi automáticamente, sin a penas pensar. No es lo mismo, ni mucho menos, leer una carta escrita a mano, en un folio, que un mensaje en una pantalla de ordenador. Y tampoco cumplen la misma función. No se trata de eliminar el ordenador, sino de hacer que sea un paso más y se añada a la cultura de lo escrito, de la palabra dibujada, no colocada con la tecla. Se trata de no dejar que el ordenador sustituya la experiencia de escribir a mano.

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En los mail, blogs, redes sociales, se escribe como conducta de respuesta a un estímulo de conciencia muy superficial. Se hace rápidamente y se lee con rapidez, ávido de contestar. Una carta, o un texto a mano se piensa, se dan vueltas a las ideas hasta elegir una. A través del ordenador la escritura es más un reflejo que una reflexión.

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Escribir exige concentración, quietud de tiempo. El ritmo forma parte de lo que se cuenta. Lento a mano, rápido a ordenador. la escritura a mano trasciende el tiempo y se pega a él. El ordenador es un gran difusor, tal es su función que no puede solapar al contenido.

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Escribir a mano con un bolígrafo o lápiz hace que lo que escribe, estos utensilios, sean una prolongación de la mano. Con la tecla, aún escribiendo lo mismo sale de otra manera escribir manualmente abre un  surco en el pensamiento.

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Ana, durante la tertulia, dio la razón a que es diferente escribir de una manera u otra y puso una observación contundente, como que al escribir a mano quien lo hace deja su huella en la forma de las letras y las palabras, lo que escribe tiene un reflejo de su personalidad, como lo es la firma. Pero con el ordenador todos tenemos la misma letra y no la nuestra sino la del ordenador, sin personalidad, sin nada de quien lo hace, en cuanto a forma.

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También podemos observar que la mano está relacionada con el cerebro. Cuando se escribe con la mano estamos dibujando el signo en el papel y en el cerebro, cuando apretamos en la tecla solamente en el folio. Por tal motivo escribir apuntes, notas a mano hace que se memorice mejor que simplemente leyendo.

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En el espacio virtual prima la inmediatez, en la escritura a mano el tiempo se dilata, se estira, es a largo alcance, porque no se escribe en el tiempo sino para él. Una carta tarda en llegar y en ser respondida, contiene ese tiempo en su regazo de palabra. Escribe Proust: «No podemos separarnos de las primeras cartas recibidas».

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Cuando fui a Grajal de Campos me encantó el castillo, la iglesia y su palacio, pero sobre todo pasear entre sus muros sin apenas restaurar, arreglado, limpiado, pero con el paso del tiempo visible, incrustado en las paredes y escaleras. Opiné a los que allí estaban que deberían dejarlo como está, arreglando algunos techos y destrozos que amenazan con caerse, porque se ve en esos edificios las huellas del tiempo y el tiempo mismo quedado entre las paredes.

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Hace cuatro años leí en un cuadernillo del Instituto «Lancia» de León, «Hojas volanderas», una reflexión de Philippe Jaccotte en su obra «Los cormoranes» que denuncia su sentimiento violento de falsificación, de mentira: «Los claustros en ruinas son tristes, pero más aún lo son aquellos que ha habido que volver a construir para salvarlos, cuando han perdido todo sentido viviente».

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13 – IX – 2010. Ayer participé en una tertulia que se hace una vez al año sobre una obra. Esta año fue “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. La del año que viene decidimos que fuera “Los hermanos Karamazov” de Fiódor Dostoievski.

 

Es la quinta que hacemos y como siempre muy interesante. Nos reunimos siete personas en torno a esta obra. Al compartir criterios diferentes de una misma lectura se enriquece la visión de la misma y se aprende a atender a más detalles de los que a uno le interesan. ¿En qué nos fijamos?. Al escuchar a los demás se descubren nuevos matices de la misma obra.

9 – IX – 2010. El filandón es una tradición del acervo de la cultura oral de los pueblos de León. Antiguamente, hasta los años 70 en que la sociedad industrial vacía los pueblos y con la televisión se produce un cambio drástico en las costumbres, las vecinas y vecinos se reunían en casa de uno alrededor del fuego, en chimeneas a tras de suelo, o ante las bilbaínas, cocinas de hierro para quemar el carbón, o sobre “la gloria”, que eran cavidades bajo el suelo por donde se repartía el calor de la hoguera a la entrada. Hacían labores, sobre todo hilar, filar, para zurcir calcetines, coser botones o bien arreglar madreñas o alguna herramienta y mientras tanto hablaban, “pegaban la hebra”, e hilaban un comentario con otro.

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Según mi tía Lola de los filandones salieron bodas, y no solamente entre los presentes, sino que se acordaron más de una entre padres de mozas y mozos. Se cotilleaba de la gente y se contaban historias, leyendas, cosas que oyeron en otros pueblos y sobre todo, muchas historias de miedo, de lobos, de sombras, de ruidos raros.

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Ahora se quiere “recuperar” esta tradición oral haciendo conversaciones en torno a una mesa en un escenario con un micrófono y un público viéndolo y escuchándolo, lo cual nada tiene que ver con lo que representan. Esto lo llevan a cabo en unos casos actores, que quieren dar una imagen de lo que fue, que como cuadro costumbrista puede ser un recuerdo, pero lo que es lo contrario y una aberración es cuando lo hacen escritores para salir en alguna noticia o hacer propaganda de sus obras, sobre todo en la presentación.

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El filandón es la comunicación en grupo,, un encuentro en el que se habla, pero no como tertulia. Convertirlo en un espectáculo es una canallada fruto del cinismo cultural y de escritores sin escrúpulos que se prestan a ello, en lugar de hablar contando lo que fue. Otra falsificación de la cultura amparada en la palabra “tradición” o “cultura popular”, o simplemente «cultura», cuando es promoción. No se puede transformar hablar en grupo en actuar en un escenario.