12 – III – 2020. Se me agolpan las lecturas. Poco a poco saco de ellas sus lecciones. escribir lo hago cada vez más lento y me cuesta dibujar cada trazo de la letra. Ante las teclas me quedo muchas veces parado.
He vuelto a leer la poesía de Rubén Darío y «Las flores del mal» de Boudelaire. A éste lo leí hace muchos años, como si yo fuera hijo suyo. Ahora a modo de un padre de aquel poeta. Soy más crítico, menos impresionable, más comprensivo y más admirador de sus versos. Antes lo fui como seguidor, como un fans y no el que mira hacia. Me he dado cuenta de que su poesía transciende el tiempo por lo rítmica que es, por el cuidado de la musicalidad del lenguaje que utilizan, para lo cual la métrica de los versos ayuda. también las imágenes que crean que se meten en el lector, al usar imágenes míticas, los mito como figuraciones de la mente colectiva que quedan fuera de lo temporal.
Al empezar a leer los Episodios Nacionales, de Galdós, observo que es un escritor que vivió su vida a través de sus personajes, de sus novelas y narraciones. Vivió en lo que creó y que recordaba, zambulléndose en un universo de palabras en las que él palpito. Pero ¿quién no vive a través de algo?, de la familia, del trabajo. Un artista ha de hacerlo a través de su arte y el escritor de su palabra.
Me gustó leer lo que escribió contó Ortega y Gasset a Fernando Vela, fundadores ambos de la «Revista de Occidente», sobre que la conversación es un arte. Cierto, y se está extinguiendo. Yo he conocido a grandes conversadores: Mi padre, la tía Lola y Santiago Rodríguez Magallón. También José María Alonso. Conversar, estar con la palabra, decirla y contar cosas, sin que decaiga el diálogo Es una especie cultural a extinguir, perdiendo una parte de la riqueza oral de nuestra cultura. En el mismo sentido se manifiesta Virginia Woolf, cuando en su novela «Orlando» plantea: «La conversación es el arte principal del lenguaje«.
15 – XI – 2019. Realizo fichas de los libros que leo y de los que he leído, poco a poco. Las tengo escritas a mano, archivadas. Las estoy pasando a un blog: lecturasderamiropinto. Hay obras cuyo valor no es solamente lo que cuentan, sino cómo lo hacen. Y que sus autores son capaces de crear un ambiente con el lenguaje que no se puede contar sin perder su esencia, sus juegos paradójicos, sus reflexiones que forman parte de lo que escribe. Es el caso de «El Aleph» de Jorge Luis Borges. Es una colección de cuentos que no voy a desgranar uno a uno, sino como obra en su conjunto. Por eso lo hago en este diario literario y no en el blog de mis lecturas, el cual quiero sea mi legado al mundo de la escritura, ante el peligro de que desaparezca la lectura como fenómeno cultural, cediendo al tecnicismo de la sociedad y dejar que sea una «isla del día después«, como imagen de Umberto Eco, cuando todo pase que quede alguna referencia que pueda ayudar a las personas que así lo consideren, en recuperar espacios que no son otros sino los de su ser, de ellos mismos, que los escritores han plasmado en sus obras.
La grandeza de esta obra consiste en sugerir a quien lo lea ideas, nuevas visiones del mundo a través de situaciones extrañas, raras, complicadas, incluso sin sentido. Inventa el ambiente en el que sucede y lo hace creíble, al menos coherente. Creíble desde dentro de la historia. En cada personaje hay aspectos, que resaltan, de todas las personas de manera universal. Por esto la literatura es espejo, como plantea Proust, su función es «espejear».
Reflexionar sobre obras literarias tiene el efecto de tomar conciencia de lo leído y que nos hace pensar. Este libro de Borges lo hace propicio. No sólo por las sentencias, sino porque forman parte de la historia que cuenta. No se trata de ocurrencias que añade, como sucede en muchas novelas y narraciones, sino que integra el pensamiento con lo que narra. Lo mismo los sentimientos que afloran en los personajes. No son, por lo tanto, cuentos para contar, sino para leer. Y meditar al respecto. Y sonreír ante ellos.
El lector se encuentra co un palacio en el que «la arquitectura carecía de fin». Borges es capaz de e crear un espacio propio y sui generis para las palabras: «un mundo sin memoria, sin tiempo«; «No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos; nada puede ocurrir una sola vez». En los personajes serán espacios, modelos, psicológicos, capaces de romper los limites de lo perceptible y de la razón, lo cual nos facilita entrar en el universo de las emociones. «No hay placer más complejo que el pensamiento».
Aparecen personajes que saca de novelas, como Ulises, Simbad, haciendo de la literatura un mundo real, en el que cabe cualquier construcción de las palabras. «Yo he sido Homero; en breve será nadie, como Ulises; en breve seré como todos: estaré muerto». «La Historia es un círculo», o cuando entran los bárbaros a los monasterios y queman los libros incomprensibles. Si no se entienden, ¿para qué? De ellos surgen las herejías, si hay dos almas iguales, los arrianos que no admiten la divinidad de Jesús, dando lugar a una reflexión permanente, de manera que es una narrativa que hace pensar, pero sin ser un añadido, como suele suceder en muchas novelas o cuentos, sino que el pensamiento forma parte de lo narrado. Yo diría que se trata del autentico protagonista de todos los cuentos. «La historia del del mundo debe cumplirse en cada hombre». «Para la divinidad el ortodoxo y el hereje, el acusador y la vúctima forman una sola persona«.
Se trata de una narrativa que el lector ha de interiorizar, causándole reacciones a las que debe dar una respuesta, o más bien hace que se interrogue, pues lo real a lo mejor no lo es tanto y nuestra manera de ser podría ser otra. Indudablemente hace pensar al lector, y sonreír. «Nada es comunicable por el arte de la escritura«. ¿Entonces? Parece una provocación a quien esté leyendo estos cuentos. la realidad, la palabra, el lenguaje en general Borges lo diluye en este libro, a través de las historietas que cuenta No son creíbles, pero su fondo es cierto, sin que haya una certeza cierta: «¿Cómo será mi redentor? ¿Será un hombre o un toro, o será un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?». Más que un juego de palabras se trata de un lenguaje que juega con lo re al.
«Los actos son nuestros símbolos»; «El destino es el momento en que el hombre sabe para siempre quién es». Un cuento observa el nazismo desde su «razón»: «Es un hecho moral, de despojarse del hombre viejo, que está viciado, para vestir de nuevo». El horror de aquel régimen estuvo en lo que convenció a tantas personas que se aliaron a esta maquinaria de exterminio de las minorías. «La historia de los pueblos registra una línea secreta»; «Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó, porque el mundo se moría de judaísmo». Fueron derrotados, pero ganaron: «Lo importante es que rija en el mundo la violencia… que el cielo exista aunque nuestro lugar sea el infierno».
«Un poeta es menos creador que descubridor»; «El dinero es abstracto, es tiempo futuro». «La moneda simboliza el libre albedrío». «Quizá detrás de la moneda esté Dios». «Vivir y soñar son rigurosamente sinónimos». Una pléyade de ideas, que forman parte de una historia, que narre tal vez la idea como protagonista. «Decir el tigre es decir todos los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto del que se alimentaron los ciervos.
«Aleph» es la primera letra de la lengua sagrada, para la Cábala significa la ilimitada y pura divinidad. En el epílogo trata de explicar el sentido de algunos cuentos, como el efecto que causaría en los seres humanos la inmortalidad. El trágico destino alemán… pero ¿para qué explicar lo que está contado y lo que sugiere leer estos textos? ¿Acaso no sea un escritor el Dios creador de sus palabras? También es uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos. metáfora que usa para burlarse de la vanidad y vanagloria de los poetas.
7 – XI – 2019. En el epílogo de la novela «El señor presidente» su autor, Miguel Ángel Asturias, cuenta que hay que entender su obra desde el mito. Antes de ser escrita dice que la comentó con sus colegas escritores de Hispanoamérica, lo cual ha de ser tenido en cuenta para entender su estilo. Hace una reflexión muy interesante: «¿Cómo acostumbrar al sonido a quedar preso de la letra? ¿Cómo dar permanencia, sin sacrificar su dinámica emocional, hija de la palabra dicha, a lo que una vez escrito palidecía, bajaba de tono? Eso pasa con las obras que llevan mucho tiempo en la imaginación y la lengua. Terminan por no poderse escribir, pues al escribirlas sentiremos que las traicionamos«. Una sensación que todo escritor tiene mientras que escribe. En otras ocasiones es la palabra escrita la que genera su propia realidad.
3 – XI – 2019. Doris Lessing en su novela «El cuaderno dorado» reflexiona sobre el hecho de escribir. Anna, la narradora interna de la novela es escritora: “La novela es cada vez más una especie de ser con vida propia”. “Thomas Mann es el último de los escritores antiguos, de los que usaban las novelas para hacer afirmaciones filosóficas”; “De quinientas o mil novelas, una sola posee la cualidad que una novela debe tener para serlo: la cualidad filosófica”. “Cada vez experimento más vértigo ante el hecho de que las palabras no significan nada, porque en verdad es que las palabras no significan nada, convertidas en sonidos desprovistos de sentido y al margen de la experiencia… Ya no puedo escribir a no ser que lo haga deprisa, sin volver a mirar lo que escribo, porque si lo hago las palabras se ponen a andar y no tienen ningún sentido, lo único que consigo es ser consciente de mí, como un latido dentro de una gran oscuridad. Así pues las palabras que escribo no son son nada o son como la oruga, que salen en forma de filamentos y se endurecen al contacto con el aire”.
6 – VI – 2019. Asistí a una charla de Antonio Gamoneda en la biblioteca pública de León. Me pareció muy interesante, pero encontré varias lagunas que le comenté al finalizar y quedé en escribirle una carta, que haré mañana sin falta. Aprecio que aplica el constructivismo, como teoría del conocimiento a la poesía, como algo que se realiza a lo largo del tiempo. Título a su exposición «Naturaleza y funciones de la poesía«. A pesar de los años le vi muy lúcido. Su pensamiento sobre la poesía es muy intenso.
Planteó que la poesía es el resultado de algo que hacen todas las tribus desde que el Hombre es Hombre. De ahí surgirá la poesía, desde la oralidad y el ritmo, lo cual es la poesía, la esencia. La escritura es un hecho posterior. Se remontó al Homo Erectus, cuando se yergue, lo cual provoca un cambio anatómico en en los órganos vocales capaces de crear palabras, no sólo voces y ruido. Cuando lo repite es el momento de dar lugar a la comunicación por el lenguaje hablado. Supone una evolución de millones de años.
El lenguaje poético tiene su propio campo semiótico. El significado poético no vale para otros lenguajes. El vocabulario poético no tiene límites, pues puede adquirir diferentes significados, no sólo el de las palabras, sino a lo que se refiera. Por eso la poesía es creación y revelación. Lo cual es lo que refiere la palabra instantánea.
La palabra sonora poética suena como poesía suena como poesía. Según Aristóteles el ritmo es la madre de la poesía. Es la evolución de lo que todas las tribus hacen: Cantar y bailar, para lograr placer. (Yo entiendo que para crear un sentimiento colectivo que forje la unidad de la comunidad y trasmitir sus leyendas, ritos y costumbres.)
En el árbol no hay kilos de nueces, sino estos frutos, pero para entendernos los compramos por kilos. Lo que importa es la nuez, lo demás es lenguaje. Es lo que llamó la dinámica constructiva de la poesía, aplicando ese ejemplo a la palabra. No se hace con una calculadora, sino con sensibilidad.

la poesía hace pasar de lo abstracto (la belleza) a lo sensible (el rostro de alguien) La función de la poesía es abarcar zonas de sensibilidad. La poesía causa placer, dijo que incluso las de pena, como las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique, causan deleite al ser leídas. Llamó a este efecto el misterio funcional de la poesía.
Los neurosiquiatras no han encontrado el lugar del cerebro en el que reside la poética, ni cuál es el proceso de mediante los neurotrasmisores. A la salida Antonio Merayo comentó, que sí, que ya hay un mapa cerebral a este respecto. Desde mi punto de vista sucede a través del cerebro, pero no es una segregación sin más. No quiere decir que exista en sí, sino que igual que la materia es partícula y onda a la vez, la sensibilidad, la palabra es material e inmaterial al mismo tiempo.
Citó a José Luis Pardo en cato a que la poesía se opone a los lenguajes del Poder, por eso es insurgente. La poesía representa lo que no puede ser por la palabra convencional. También a Juan Larrea: Para entender la poesía no hay que preguntar qué significa.
Apuntó que la religión es poesía extraviada. matar al infiel es algo que mana de un lenguaje poético, pero hace que se ataque a quien no se conoce ni ha hecho nada al que decide ser el brazo ejecutor. Por eso la poesía tiene un alcance que no advertimos del todo.
Me pareció que nada dijo del sentimiento como impulsor de la poesía. Me dijo a la salida, que el sentimiento queda englobado en lo demás. ¿En la palabra? hablé del tema con Anronio Merayo que presentó el acto) y Andoni, luego con Paco Mella también. Quedamos para hablar otro día.
4 – IV – 2019. Leer exige tiempo, calma, reflexión. Es una manera de conquistar nuestro propio tiempo y cercarlo sin que nos lo arrebaten. También escribir. Debería valorarse esta dimensión de lo temporal en la literatura para ser más conscientes de su valor. No podemos hacer cultura sobre la marcha. También hace falta un ambiente en torno lo literario, el arte, la cultura, para hablar de lo que leemos, vemos y admiramos, explicar y escuchar otros puntos de vista. Forma parte del hecho literario: la comunicación. Las tertulias, el diálogo… Las redes son insuficientes. SOS.
16 – III – 2019. Hace unos días tuve la ocasión de asistir a dos actos muy diferentes. Ambos de poesía. Uno fue la presentación del primer libro de una poeta. El otro un recital de poetas que tienen varios libros editados. El primero rezumó emoción, al contar la autora la historia de sus poemas, al leerlos otras personas. Trasmitieron sencillez, realidad, cada verso fue algo palpable. El segundo fue casi perfecto. Una poesía llena de ritmo, bien entonada, con los poemas estudiados, de compromiso social, de sentimientos encontrados, de amor. Pero me pareció todo el acto una pose. Pareció que dijesen: «Mirad que bien escritos están». Cierto, pero también «eso fue hace mucho». Gustan, pero no emocionan. Hay algo sutil que se capta. Por eso es importante no ser poeta, sino escribir y, alguna vez, escribir poesía.

7 – II – 2019. Ayer estuve en dos actos poéticos. Uno fue un homenaje a Rubén Darío, e el aniversario de su muerte. Frente al monumento dedicado a este poeta, Príncipe de las Letras Castellanas, como recuerdo al hermanamiento de las ciudades León, de España y Nicaragua, en cuya catedral está enterrado. Lo que quiero destacar es que fue un encuentro sin demasiada preparación, en donde intervinieron muchos de quienes acudieron, contando sus impresiones en relación a este poeta, anécdotas, leyendo poemas de él o dedicados. ¡Qué riqueza los actos colectivos!, con la intervención de muchas personas. Me impresionó, mucho más que el academicismo, a veces demasiado artificial. Al fin y al cabo la poesía apunta al sentimiento. Para mí Rubén Darío es de los pocos poetas que logran de manera casi permanente, que las palabras bailen en sus poesías.

Acto seguido fue el encuentro poético con L’Ékolepoetique. Muy bien. Dos grandes portas, Ana Galán y Ángeles Ferranz. Pero he de decir que me pareció una poesía demasiado elaborada. Saben hacer poesía, bucean en temas emocionales, de carácter social, y bien. Muy bien. es una poesía de sentimiento y de conciencia. Todo pueden ser halagos. Pero. Pero. En el rato de micro abierto hubo un chaval joven que mal leyó su poema, sobre una chica que le dejó, con la que quiere volver, que recuerda. Con palabras manidas las más, metáforas imprecisas, logró emocionarme, sin entonación especial, sin versos pulcros. ¿Cómo interpretar esta experiencia? No lo sé. Estas poetas tienen saber poético, sabiduría e instinto de poesía. Posiblemente sus primeros poemas ni los guarden, quizá sean imperfectos, pero seguro que son portadores de una fuerza especial.
24 – I – 2019. He revisado unos apuntes tomados de una conferencia de Antonio Gamoneda. Se pregunta sobre el origen de la poesía en el autor, ¿qué le impulsa a escribir?, ¿de dónde viene esa necesidad de comunicar? Se ha respondido a esto que si las musas, que si las emociones. Pero ¿cuál es el sustrato poético? Gamoneda da vueltas a posibles respuestas y llega a la neurona. Plantea interrogantes más que respuestas. Pero ¡qué hay dentro de la neurona para que haga poesía?, o para que le atraviese pa palabra en su forma poética. la neurona es necesaria. Son miles de combinaciones, de estímulos, de reflexiones. Pienso que no aparece de repente, sino que se trata de una evolución paulatina, a nivel individual y de especie, pero sobre todo un hecho desde la cultura. Desde mi punto de vista este poeta parte del realismo poético, describiendo primero situaciones vividas y luego sentidas, para intentar abordar la realidad del lenguaje, que no es sólo de la poesía, pero parte de ésta. Llega al materialismo poético. Lo cual habrá de ser tenido en cuenta.

4 – I – 2019. Hoy me dio por pensar que los escritores no suelen ser longevos. Lo medito desde una visión superficial, sin comprobar, pero sí hay bastantes casos de muerte a una temprana edad. Me vino a la cabeza que es porque escribir permite y provoca vivir dos vidas, la del mundo y la de la palabra, la que vivimos y la que revivimos o recreamos con la escritura. Ciertamente muchas veces me sorprendo pensando en claves de la novela que escribo, o dando vueltas a una metáfora a ver si la doy forma. A la vez tengo que resolver conductas de la vida cotidiana.
Hace una semana participé en la tertulia semestral de libros de autoras, que será el encuentro de navidad. Comenzamos con Colette. Participaron pocas personas, pero de edades variadas. Mujeres y varones. Estas demarcaciones dan un punto de vista diferente. Compartirlos enriquece la lectura. Pienso que hablar con otras personas de los libros ofrece la oportunidad de hacer una segunda.
Ya se va fraguando el proyecto de editar un libro a poetas que nunca lo han hecho con uno propio, sino compartidos con otros. es una experiencia ilusionante que impulsa el Ágora de la Poesía y materializa LapizCero ediciones. Leo poesías de una calidad enorme, que me sorprende, pero propuestas de libros que impresionan por su calidad, por el instinto poético que rezuman, que puede que con el tiempo se malee a través de las florituras de quienes con una experiencia poética y por ser reconocidos estiran la poesía hasta hacerla de «goma». Me pregunto ¿qué hubiera sido de no ser por esta iniciativa?, se olvidarían en el polvo de los cajones convertida la poesía en olvido. Y así está sucediendo a mucha gente. Reivindico el derecho a editar y dejar que los libros transcurran, que no sea un coto limitado a unos pocos, cuya calidad la define «alguien» o «alguienes«.
26 – XII – 2018. En un ensayo sobre la obra de Robert Musil, de Pedro Madrigal, se recogen una serie de reflexiones del escritor austriaco sobre el hecho de escribir, quien plantea que la creación literaria no aparece por intuición, sino por el saber y los intereses de su época. ¿A qué se refiere «intuir»? Pienso que captar algo que no sabe quien escribe qué es exactamente y lo busca a través de su labor es esencial, no para el hecho de hacer una obra, pero sí en cuanto a la creatividad. hay cosas del mundo que nos rodea que las sentimos, sin saber exactamente a qué se refieren. Musil incide en ese querer encontrar al escritor: «El creador literario ha arribado al usual nombre de literato, que quiere decir que una persona a la que taras inexploradas impiden convertirse en un útil periodista». ¿Taras o profundidad? Desde mi punto de vista el periodismo es lo contrario a la literatura, no entre el periodista y el escritor cuya labor puede coincidir en una misma persona. Precisamente por ese abismo entre escribir sobre sus opiniones a diario, o la de informar, que hace que compensen lo fugaz, lo superfluo con la literatura. En gran medida Musil apunta a que la creación puede provenir del odio a uno mismo y a sus ideales, considero que a la separación de la existencia con lo que piensa. Esto abre una herida que sangra en la obra literaria.
30 – XI – 2018. Estoy comenzando a leer «El cuaderno dorado» de Doris Lessing. Ya lo iré comentando. Pero hay algo que descubro, en relación a la manera de enfocar las mujeres su escritura. Ya comenté anteriormente que la escritora cuanta las historias, tal cómo suceden. La parte literaria, de manera general, queda un tanto ausente. Pero había algo, algo que no supe qué es, hasta ahora que leo las primeras páginas de esta obra comprometida, que tiene buena pinta.
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Las escritoras como tales enfocan sus novelas con una visión negativa de los varones, escriben como tales, lo cual hace que los personajes femeninos parten de ser víctimas. Con esto sucede que plantean historias muy interesantes, pero como temática. Literariamente deja mucho que desear. Decir esto puede estar mal visto, pero es cómo lo veo. Es una forma de ideologizar el arte, la cultura. Los escritores masculinos, observo, critican o ironizan sobre el varón y la mujer. Esto hace que la novela sea más completa. Las escritoras crean una tensión desde la historia que narran. Los escritores, por regla general, desde lo que sucede en el interior de los personajes. Al menos de lo que he leído. No creo que sea machismo hacer estas observaciones. Dentro de un mes hacemos una tertulia sobre varias novelas de Colette. Voy a pedir que no se use la palabra «machismo«, para crear un diálogo, no una discusión que desemboque en nada. Lo mismo que en la Gracia clásica se exigió que para hablar sobre Dios no se use la palabra «Dios», porque si así se hiciera la misma palabra ya define algo que es lo que hay que tratar de entender y de comunicar.
22 – XI – 2018. Una amiga escribió un libro de narraciones breves, «No es tan fiero el león como lo pintan». No los llamo «cuentos», porque se limitan a describir unos hechos, lo cual es narrar. Contar incluye emocionar. Le comenté que faltaba pasión en lo que escribió. Me dejó para leer lo último que ha escrito Fernando Aramburu: «Autorretrato sin mí». Una colección también de breves hechos que narra. La presentación de las mismas como «oro puro literario«, me parece mera publicidad. Quieren crear aun gran escritor. Ya con su libro «Patria», premiado, alabado, espolvoreado por los medios de comunicación se ve esta intención. Lo dejé a medio leer. Lo hago pocas veces. Es un libro construido. Hecho a medida de.
Aramburu, de lo que he leído, me parece un buen escritor en cuanto a que usa bien el lenguaje, correctamente. No crea sobre el mismo ni con él. A veces demasiado retórico. Describe situaciones cotidianas de manera muy simple, sin chispa. Le falta la otra cara de la luna, la que sugiere, la que sin verse se pueda intuir. Se puede alegar que la culpa es de ser un mal lector. Pudiera ser. Pero es mi opinión. De todo el libro entresaco como aportación personal es «Leí a Lorca», cuando se pregunta «¿por qué me seducen aquellos versos no del todo entendibles al colegial desaplicado»? Precisamente la poesía saca del inconsciente, de lo no recordado, de lo que queda alejado o no nos atrevemos a mirar y hace que nos tambaleemos. En el caso de los cuentos la seducción está en interrogar, no en pintar una secuencia de la vida o un paisaje.
19 – XI – 2018. Hace unos días tomé nota de lo que escuché a un poeta peruano por la radio, a Mario Montalbetti. No había oído nada de él. Pero me interesó lo que habló en una entrevista: «La poesía es discutir con el lenguaje. No a de decir nada. Cuando lo hace es mala poesía». Estoy de acuerdo con esta afirmación, porque para contar está la prosa, con la novela, el ensayo. La poesía crea lenguaje y tiene un idioma propio. Pero tampoco es no decir nada. Para mí lo más importante de la poética es activar, el inconsciente, llevarnos a él, porque es el poder de la palabra, nuestro propio reconocimiento.
También comentó que las novelas actuales no se releen, porque se escriben (se hacen) para entretener. Cuando una historia dice algo profundo hay que releer, para exprimir su esencia, para ir a los rincones de la misma. Pienso que la lectura nunca debe de ser voraz, sino pausada, reflexiva. Emocionarse cuando lo requiere y no salir del libro para comparar. Formar mejor parte de su paisaje.
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8 – XI – 2018 ¿Qué tiene la literatura que emociona?, ¿qué la palabra, que permite al lector trasportarse a lo largo del tiempo? He finalizado la lectura de la novela «Azteca», de Gary Jennings. Subyace en ella una gran historia de amor, que trascurre a lo largo de una gran parte de la novela, entre Beu, Luna que Espera, y Nube Oscura, Mixtili. Ella es la hermana de la esposa y gran amor del protagonista narrador de la historia. Pero un amor no excluye al otro, concluye al final, tras haberse mantenido distantes uno del otro durante años y sólo al final declarar ella su amor. Y él. Cuando no únicamente están terminando sus vidas, sino su mundo, el Único Mundo.
Pero tiene mucho más como novela histórica. Hasta el punto de que lo que cuenta su fuera ficción carecería de credibilidad, incluso de narrativa literaria. Lo que cuenta sucedió y es impactante por terrorífico. No voy a entrar en analizar esta obra, compleja, sino trasmitir una experiencia que me ha resultado curiosa. A pesar de ls tropelías, de la agresividad y violencia, y lo que sucede se acaba entrando en el mundo de esos mexica de antes de la conquista y da pena su desaparición. Inevitable por otra parte. Practicas inadmisibles como el canibalismo y los sacrificios humanos. Pero lo que padecieron, el final de la obra, cuando fruto de la misericordia es quemado en una hoguera por hereje. es tremendo. la derrota de un pueblo da pena. Algo que como reflejo también me sucedió al leer la crónica verdadera de la conquista de la Nueva España, escrita por el soldado conquistador Bernal Rodríguez del Castillo. Al leer este libro sentí pena de los conquistadores cuando fueron repelidos, visto desde dentro de ellos. pero también de ver cómo acabaron con el pueblo mexica al aprovecharse de venganzas entre las tribus y pueblos del nuevo mundo. Al leer la novela «Azteca» se ve desde la otra parte, pero igualmente me dio pena lo que padece ese pueblo y civilización que fue destruida a sangre y fuego literalmente. Pero al ver el esfuerzo de los conquistadores el sentimiento de tristeza aflora durante la huida. Luego vuelven a la carga. Destruyen los símbolos de los mexica, condenan a sus jefes con falsas acusaciones, para hacerlo en nombre de la «ley». Fue soberbia, avaricia, brutalidad, fanatismo en ambas partes.
¿De dónde viene la tristeza al leer estas historias, narradas o noveladas? De la condición del ser humano, de ver de dónde venimos y donde estamos, pues nuestro mundo no se libra de enormes barbaridades. Pero hay un sentir de querer paz, pues hemos heredado dolor, mucho sufrimiento. Leer estos libros ha sido toda una experiencia, más existencial que vital, pero vivencia al fin y al cabo. Lo curioso de cómo algo que sucedió hace más de quinientos años provoca sentimientos encontrados, hace aflorar emociones, porque la lectura lo actualiza, porque se trata de seres humano. Que aún cuando son ficticios proyectan el ser profundo de lo humano, de lo demasiado humano.
7 – XI – 2018. Ayer asistí a un recital de poesía. Podría calificarlo de magnífico. También me da pie a una reflexión en torno a la poética. Participaron dos poetas con gran experiencia y un poeta joven. Un amigo, con cierta ironía porque lee algunos textos que escribo, me preguntó si me había emocionado. Los tres trasmitieron poemas muy bellos, en ocasiones con emoción. Saben escribir poesía. Lo que más me gustó fue el dominio de la metáfora. El ritmo lo han descuidado. Fueron acompañados por música en directo, que adorna, pero la poesía ha de tener su ritmo propio, presente en los versos.
En unos se contaba el recuerdo y nostalgia de la esposa ausente, en otros la soledad en la gran ciudad, o la experiencia de ser abuelo y más. El mismo tema trasmite sentimiento. Además bien construidos los poemas. Para mí hay algo que falta. Bien que haya poemas que cuenten, que digan, pero la poesía ha de tener un añadido, lo poético de la poesía más allá de la forma. Se trata de despertar el inconsciente de quienes escuchan o lean la poesía. Al menos llamar a esa puerta de nuestras emociones y que lo recitado permita aflorar sensaciones escondidas, o que tenemos en la recámara de nuestra psiquis. No basta contar lo que siente el poeta, sino hacernos sentir, pero no con la temática, no con lo que escuchamos o vemos, sino con una sensación que trasmita algo interior de quien se sitúa frente al poema. Es algo que falta en la poesía, que echo de menos. ese salto fuera de uno mismo y al mismo tiempo hacia dentro, en la profundidad de la mente, que nos haga sentir y pensar, adivinar, sugerir. Con Vicente Alexandre aprendí a querer a la naturaleza, sin que los poemas que leí tuvieran que ver. Hay algo en ellos. No me acuerdo exactamente cuáles, pero sí de su efecto. Con Jorge Guillén encontré ele sentido del otro, porque me llevó a esa reflexión y percibí el diálogo con el mundo y las persona cercana. Con García Lorca descubrí, sin leerlo en los versos, una estética del sexo y su arrebato como pasión: «Verde, que te quiero verde / verde rama, verde viento…». Debemos aprender a desbocar la palabra, a que funcione por ella, sin dirigirla ni contar historias en la poesía que escribamos, o alguna vez, pero no siempre. Escuché con atención recitar un poema sobre dos gajos de naranja, sensual y sexual la imagen trasmitida, pero visible, descubierta. La poesía de la poesía, lo poético que tiene un poema, es lo invisible, pero que nos toca, nos hace sentir, vibrar.
4 – XI – 2018. Recientemente he leído la novela de Pedro García Cueto, «La primavera de nuestro desencanto». Me ha entretenido. Trata de una historia de cuando la guerra civil. Una relación de pareja que se ve truncada, pero con final feliz. Tiene trazos de reflexión, de lo que son las piezas que forman la Historia. Pero no me ha llenado. debo decir que me ha resultado curioso que hubiera un personaje con mi nombre, una casualidad. Y que uno de los escenarios, el instituto de san Isidro en Madrid, es donde estudié COU.
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Más que una crítica me planteo una reflexión, que en alguna ocasión he realizado, creo, pero así la actualizo y rememoro. Una cosa es redactar, lo cual García Cueto hace muy bien. Y además, como profesor de literatura y aficionado a la lectura, señala autores para aportar contenidos literarios. Redactar es contar algo que sucede. Un paso más es narrar lo que se quiere contar, lo cual exige evocar un contexto, tanto el de los protagonistas, como el del momento en el que sucede. para mí grandes narradores son Pío Baroja, Unamuno («Niebla»), Balzac y otros. Por cierto estos que indico aparecen citados en la novela la novela referida. Un tercer paso es crear. Además de la redacción, de narrar se trasmite una atmósfera que lleva a la psicología de los personajes, que sabe jugar con el tiempo pretérito en el presente, que es capaz de emocionar al lector, precisamente porque crea sentimientos propios en la novela: Joyce, Dostoievsky, Thomas Mann. Otros además, como Proust y Cervantes, son capaces de convertir la literatura en una obra de arte. En cualquier caso merece la pena leer «La primavera de nuestro desencanto», porque aporta un paso necesario en el mundo literario.
17 – X – 2018. Una amiga me dejó el libro de Luis Artigue, «La ética del fragmento», que no hace mucho se leyó en un club de lectura de la universidad de León. he leído poesías de este autor y escuchado de su primera etapa poemas que me han emocionado. Pero este libro en concreto me parece culturismo poético. Digo «culturismo» en su sentido pleno del deporte o gimnasia de musculación. Son cuerpos «perfectos» hiperdesarrollados, pero en exceso. Este libro de poesía está lleno de referencias a figuras mitológicas, escritores, pero resuelto de manera rebuscada,. Son más construcciones poéticas que poesía. Es necesario volver a la sencillez, a lo nato del poema, o a lo complejo pero con ritmos y metáforas no discursivas. Rubén Darío usa muchas referencias simbólicas, cultas, pero dentro de unos ritmos que enganchan, arrebatan. Echo en falta la poesía de quienes comienzan basadas en el sentimiento nato, el sentimiento nacido. A veces los versos parecen más piezas de un puzzle que se unen y se hacen para exhibir lo que el autor ha leído, lo que sabe. De esta manera desembocan en poemas retóricos. Incluso diría que poesía sofista, para el mundillo intelectual que se retroalimenta, dejando a parte lo genuino en la literatura. Del libro me quedo con un par de versos que sí me dicen mucho, que creo que hay que atender a su mensaje: «La poesía / es una fiesta de la libertad del yo«. Y como dice mi amiga, son poesías que te abren a conocer a otros autores desconocidos por uno. Todo tiene su interés. Se pretende «profesionalizar» la poesía, la literatura en general, lo cual la está matando. Quedan los restos, donde palpita el alma de unas letras que cada vez tienen menos espacio en una sociedad cerrada en su maquinismo mecanicista y mercantil. La poesía lo será en la medida que no se deje atrapar y ha de evitar que se use para «poetizar» lo mundano. Se ha de sembrar la palabra y no el saber y las florituras. Es una opinión, ésta que hago, sin más.
15 – X – 2018. Hoy se celebró, también en León,el Día Mundial de la Mujer Escritora. Asistí al acto realizado en el café «Varsovia», por el L’Ekole Poétike, que cumplía tres años. Tras una intervención de un poeta granadino, Antonio Praena, que desde su visión teológica leyó sus poemas, leyeron textos de once escritoras, para darlas a conocer. me gusto que leyeran también varones. Es terriblemente injusto el desconocimiento de escritoras que quedan relegadas a ser la aman de, la esposa de, como alguien resaltó. Se está haciendo una gran labor de rescatar a autoras dando a conocer sus obras. Este año está siendo sobre Concha Espina. El que viene en torno a Josefina Aldecoa.
L’Ekole Poetique hace una labor literaria, cultural, poética de gran interés, porque permite dar a conocer a poetas actuales con cierta profundidad. Y da a la oportunidad a que emerjan nuevos valores. En relación a Praena, eligió poesías suyas en torno a la mujer. Desde mi punto de vista son versos demasiado elaborados. Como si quisieran hacerse bien y crear una belleza que no dice nada. Una pose poética. Sin embargo es el tipo de poesía que se premia, por la larga lista de premios que enunció la presentadora del acto. es una poética que trasmite poco, a mi entender, por lo poco que conozco su obra. No me llama. Tampoco la de Antonio Manilla, que estuvo presente y se comentó el reciente fallo de un galardón por su obra poética «Suavemente Ribera». Tampoco me llama especialmente. cada vez creo más en el derecho a editar obras de todo escritor y que sea la lectura lo que vaya haciendo sobresalir. De otra manera se deforma y dirige hacia un campo de estética vacía la literatura en general. El poeta de Granada leyó, sí, un poema sobre la violencia machista en México muy original. Me impactó, sobre todo por el final en el que se refiere a sí mismo. «No pensemos en el otro – dijo – sino en cada uno de nosotros que podemos ser esas bestias que afrentan a las mujeres». Comentó que fue un poema casi que por encargo. Los otros que leyó parecían maniquís hechos de palabras, sobre etéreos paisajes, externos e internos, que entretienen, pero no me llegó. No aplico los términos me gusta o no me gusta, sino la reacción en mí, sin juzgar algo que no sé valorar sino en relación a mi percepción subjetiva. Es un autor con una gran cultura poética, que anteponen al instinto de poesía.
10 – X – 2018. He terminado de leer «Flor de la caballería». Un libro que me regaló un cervantista, Carlos Alvar, tras hablar con él sobre una reinterpretación de la obra de Cervantes, «Don Quijote de la Mancha». También otra, «Claribalte», cuya lectura acabé hace un año. Le he escrito para comentar ampliaciones sobre mi tesis sobre la relación de la obra de Cervantes y los conquistadores, así como el porqué de la prohibición en su tiempo de los libros de caballería. No hay que llamarlas «novelas», porque se supone que la primera fue precisamente quien las defenestra de la literatura. Para mí leer este tipo de obras es una experiencia. Primero porque es un viaje en el tiempo, a una mentalidad extinguida, pero no por ello sin interés. Nada tiene que ver lo que son con lo que se ha trasmitido. Pienso que se deberían volver a leer, porque en una sociedad tan resignada apática y tecnologizada, formada por masas sociales, es preciso rescatar el valor del individuo.
1 – X – 2018. Antes de ayer en el Ágora de la Poesía comprobé las diferentes maneras de percibir un poema, pero sobre todo su forma de comunicar. Uno de Fernando Montes sobre el miedo se lanza desde el primer verso. mantiene un tono de atención hacia lo que va contando y haciendo sentir. Otra es el que expuso Fernando Pérez. Recitó un poema que recorría un paisaje, bien, pero fue en el último verso donde adquiere intensidad y eso baña a todo el poema. Lo que estaba viendo es el paso de los años, se ve a él mismo en aquella orilla. Hubo un suspiro colectivo cuando quienes escuchábamos nos dimos cuenta.

Sucede como en la novela de Colette, «Dúo». Toda la historia carece de un argumento psicológico sólido, falta algo. Aparece en un renglón en el penúltimo párrafo. Lo que motiva la conducta de la chica protagonista. Y este toque llena toda la obra. De ser una obra anodina a ser una obra de arte. La novela «Ulises» de Joyce, sin el último capítulo, el monólogo de Molly, hubiera sido un libro insulso, anodino, sin rumbo. Una curiosidad sin más. es el final lo que le hace ser una obra literaria, desde mi punto de vista.
13 – VIII – 2018. me adhiero a la conclusión de Ortega y Gasset en su obra «Ideas sobre la novela»: «El porvenir de la novela no es la invención de acciones, sino la invención de almas interesantes». Parece que el mundo editorial va por otros derroteros, los de la lectura fácil, entretener y vender. La literatura como un producto más de consumo. Surgen debates mediáticos, pero tertulias quedan, pero pocos ambientes literarios. Falta el porvenir de la literatura, tanto en su forma como en el contenido.
También otra idea que manifiesta, sobre que muchos artistas jóvenes (yo diría que en general) más que un arte lo que tienen es un intento hacia él. Algo que, observo, desemboca en vanidad y delirio de uno mismo. Una patología que se extiende ante el vacío del arte como tal en la sociedad y su justa valoración.
12 – VIII – 2018. Ortega y Gasset reflexiona sobre la novela, la literatura y el arte en general, como si quisiera filosofar. Me resulta contradictorio. Su valoración superflua y algo despreciativa hacia Dostoievsky. O de la novela de Proust, de quien comenta que hace un análisis microscópico del alma humana. Como así he comprobado, no quiero decir «como así es», en cuanto a los sentimientos, muy referido a una época y condición, pero hay un poso genérico. Pienso que la literatura no fa hecho el mensaje, hay que buscarlo entre las palabras, los párrafos y aprender a hacerlo, con la práctica.
Por un lado Ortega pide más dramatismo en la acción de la novela de Proust, ¡cómo si no lo tuviera! Lo que él mismo reconoce como «acción interior, psicológica. La llama, aún así «una novela paralítica«. No percibe que los personajes proustianos siguen viviendo aún fuera de escena, y cuando vuelven han acumulado tanta actividad, tanto cambio que da vértigo.
Para el filósofo vitalista la trama de la novela no es la substancia de la novela, sino el armazón. Lo esencial es el ser y estar de los personajes. Resuelve esta contradicción aludiendo que la trama es una excusa, pero que hace falta. Algo que es evidente. No se trata de contar por contar, como él mismo dice de que sería ser un periodista que escribe fuera de la actualidad: «Es un error que el novelista se afane por hallar una acción. Cualquiera nos sirve». Muchos lectores se fijan en la historia y lo demás cómo si se tratara de «filosofías» del autor. Está claro que la novela no puede ser un guión de cine. Ha de servir de contexto y sobre todo hacer creíble las pasiones, desengaños, pensamientos, diálogos, acciones de los personajes. De otra manera se convierte lo escrito en un canto existencial vacío. Una observación muy interesante de Ortega es que lo que da valor a una estatua de oro no es el oro, como arte, sino la forma.
11 – VIII – 2018. Para Ortega y Gasset lo importante de la novela no es lo que se ve de lo que sucede, sino lo que se ve de lo humano. Considera que el mayor error de quienes escriben novelas es definir los personajes. Esto ha de suceder a medida que trascurre sus actos, pensamientos, reflexiones, no contarlo, siendo la historia que sucede un armazón, que compara a los alambres de un paraguas. Para él la historia se puede contar en cuatro palabras. Considero que la cuestión literaria no es lo que cuenta, algo que parecería una especie de periodismo literario, sino cómo, la manera en que mediante las palabras se es capaz de entrar en lo oculto de las historias, en el fondo del lector, para desde ese posicionamiento ver a los personajes. Considera a Balzac y a Stendhal inaceptables. No estoy de acuerdo. Algo que me sorprendió es que hable este pensador, de Proust a los pocos años de publicar éste. Sin embargo las referencias me parecen superficiales y que «habla», escribe, de oídas, de lo que ha leído. Es una impresión.

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28 – VII – 2018. Leo libros de autores coetáneos. Los hay brillantes, pero muchos se hacen por hacer, por el deseo de ser escritor, de querer serlo ante los demás, no para uno mismo, no para entregarse a escribir por encima de todo, sino como un añadido en sus vidas. esto se nota a la larga.
Me escribió por las redes sociales una chica que fue compañera mía en el instituto. hace cuarenta años que no he sabido de ella. me ilusiona este reencuentro con Elena. Escribe poesía. Me ha dejado leer algunas de antaño, de aquellos tiempos. Le dije que tiene instinto poético, porque escribió, como comentó, por «necesidad». Será difícil superar aquel ímpetu, al que dará forma y nuevos contenidos, pero desde ese ánimo de la necesidad de desbordar los sentimientos en palabras.
Muchos narradores buscan ambientes sórdidos para hacer una literatura similar, para justificar un estilo decadente, que transcurre sin emocionar, sin decir nada que trascienda en el lector. Suelen usar el nombre de autores famosos y frases de ellos como muletillas. Una manera de atraer la atención y de echar combustible a una escritura que se apaga. No se deberían de hacer tantas alabanzas fatuas en las presentaciones o prólogos. No faltan originalidades, a veces datos curiosos. Pero eso no hace una novela.

Estoy leyendo al mismo tiempo la novela de Óscar Wilde, «El retrato de Dorian Gray». Una obra de arte que crea su espacio y tiempo, que se lee desde el interior del lector al que interroga. He de estudiar dos temas en esta novela que no se tratan: el enamoramiento y el símbolo de la flor, que usa de una manera peculiar.
No sólo es contar algo, sino cómo se hace. Y que lo que se cuente forme parte de lo escrito, no como algo externo a lo que se cuente, a pesar de que a veces sea esto lo que se quiere trasmitir. tampoco ir contra el mundo como pose aporta mucho en sí mismo. reflexión que realizo a partir de la lectura de «Los hilos del mundo» de Marcos Rebollo.
24 – VII – 2018. Carmen González Pinillas me ha dejado «Rincón de Haikus» del poeta uruguayo Mario Benedetti. Me llamó la atención ver en la solapa a Luis García Montero, entre poetas como Benedetti, José A. Goytisolo, Jorge Luis Borges, Neruda, José Hierro, etc. Lo cual me parece un despropósito. No me hubiera llamado la atención, de no ser que lo leí al poco de que este catedrático de literatura en la universidad de Granada fuera nombrado Director del Instituto Cervantes. Quieren reducir el mundo literario a estructuras de Poder. lamentable. Por ello es importante reaccionar, abrir rincones y senderos propios de la palabra y que los parias de las letras sigamos ilusionados. En verdad me han llenado muy pocos de estos poemas al modo japonés: «después de todo / la muerte es sólo un síntoma / de que hubo vida«.
Carmen comentó que no tienen mayúsculas, ni comas o puntos. Le dije que es una característica de cuando la poesía evoluciona y el ritmo lo marca el texto, y de una manera abierta. Otro es: «las hojas secas / son como el testamento / de los castaños». «la poesía 7 dice honduras que a veces la prosa calla». y el que me parece más haiku: «bloqueo alzheimer / hirosima otan sida / no fue un buen siglo». De un total de 224 de ellos. Creo que querer hacer un tipo de poesía, sin que salga fuerza la escritura y le quita agilidad, fuerza para llegar al lector. No hay que pensar el haiku, ni tan siquiera sentirlo, sino dejar que caiga, que se derrame y luego medir, jugar con una materia prima que sea inventarlo, nuevamente. Sin esta característica se convierte en un juego de palabras.
Hace años escribí una colección de poemas breves, a raíz de haber leído los haikus de Takuboku. Elaboré una colección de ellos con mi propia medición y dejando que salieran: «Gotas de licor exquisito. Poemas elementales«.
23 – VII – 2018. He terminado de leer el libro de poemas de Karl Marx, que escribió entre los 17 y 22 años. me ha parecido una escritura absolutamente retórica, que no trasmite, sino define pomposamente. Adquirí este libro con mucha ilusión, para buscar un rastro sobre el enamoramiento de este filósofo, como me sucedió con la poesía de Nietzsche, que supuso para mí un gran descubrimiento.

No así en esta ocasión. Cuando digo que hace poemas retóricos, me refiero a que reviste de palabras sus sentimientos. Loables, como tales, pero su reflejo no logra expresarlos con palabras, los cuenta, pero de manera artificial y pomposamente. Y menos aún fue capaz de crear con la palabra un sentimiento. Algunos fogonazos, pero sin continuidad, como : «Sus palabras de amor se trasforman en cadenas«.
Es muy poco lo que he entresacado en la criba. Una composición que se puede ironizar como «poética materialista»: «Si «a» es el amado y «b» el amante / mi camisa sacudo diez veces / a que «a» y «b» cuando se añadan / constituirán una pareja de amantes». Materialismo poético en estado puro. O quizá lo escribiera de cachondeo, como cuando expresa en «Psicología médica del estudiante»: «Quien come una cena de pastas rellenas y carne, / sufrirá de pesadillas, indigestión y pedos». Hay una parte de un poema que sí que me ha llamado la atención: «Malditos estudiantes médicos-filisteos, / todo el mundo es sólo una bola de huesos para ustedes… / Las flores son todas instrumentos para usar, / cuando todas han sido hervidas en infusiones herbales». Otro poema a que sí me ha parecido que se acerca a la poesía es «El hombre y el tambor«, aunque parezca simple tiene su miga: «Un tambor no es un hombre, y un hombre no es un tambor, / el tambor es muy listo, y el hombre muy estúpido. / El tambor está atado con cuerdas, pero el hombre a sí mismo / y el tambor se postra firme, cuando el hombre se derrumba. … / el tambor feliz sólo canturrea y el hombre sólo dice improperios… / El hombre golpeará en el tambor su furia repentina / golpeará y golpeará hasta que su sangre se derrame, / así que el tambor no es hombre y el hombre no es tambor...». Y poco más
21 – VII – 2018. Cuando viajo, generalmente en autobús, aprovecho para leer. O, más bien, leer más. Varios libros de poesía de autores coetáneos, que no voy a citar, porque observo que no se encajan bien las críticas o criterios de no alabanza, en la que se cae ya de por sí. No podemos avanzar de esta manera, en la que casi es más poético lo que se dice de los libros que lo que ellos contienen: «El autor huye de sí mismo»; cuando llora el tiempo».
No quiere decir que no merezcan ser editados. Esto debería ser un derecho, dentro de la libertad de expresión, pero también opinar. Admitir incluso calificativos, que pueden estar equivocados, o que haya quien no esté de acuerdo. En cualquier caso la literatura no puede ser un nido de vanidades, porque convertimos la palabra en arenas movedizas. Hay que ser exigentes y defender una obra sobre la base de cómo se ve fuera del punto de vista del autor, incluso de su ambiente. Si bien, una labor de escribir es abrir un espacio a la palabra propia, cada vez mayor. Hacer que se asuma. Como dijera Sartre, el motor de la cultura es la lucha de mentalidades. Incluso de la Historia, pues incluye la pugna de clases.
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Pienso que hay que escapar del subjetivismo. Todo es escrito desde el mundo propio, interno y externo, sí, pero no quedarnos en ello, sino trascenderlo, buscar la subjetividad del otro y un espacio común que dé a las sensaciones un sentido más amplio que el yo de cada cual. Mis amores, mis decepciones, mis anhelos y demás son humanos, afectad a las personas. Buscar esta comunicación hace ser poesía. De otra manera se repite, se repite hasta la saciedad una misma percepción, se cambian las metáforas, se busca un ritmo más o menos pasable, pero no dice nada, a modo de un animal disecado. Produce vacío al mismo hecho de leer. Causa sopor. Y cuanto más se perfecciona esta manera de escribir, peor, más fango crea. En poesía más. Hay que destilar. Esculpir lo que salga con la palabra, pero no retroalimentar lo escrito con ocurrencias, originalidades fatuas y artificiosas. Autores críticos con lo literario como fenómeno de masas caen en esto muchas veces. Lo mismo que quien se repite y encapsula en su poesía de compromiso, de sentimiento o la que sea.
El escritor ha de ser responsable ante sí mismo y con él. He leído varios libros de autores a los que conozco y me ha causado mal humor, porque sólo aportan que ellos han amado alguna vez y de su desolación, y de su pasado y sueños. Muy bien, pero la forma y el formato, la manera de meterse en el lector queda ausente. Lees lo escrito y ¡vale!, pero no más. Lo que llevo leído de los poemas de Karl Marx otro tanto de lo mismo. Falta la chispa poética, un algo invisible que hace que un verso cautive y haga del poema una poesía. Lo demás son escritos poéticos. Descubierto esto lo aplico a mi mismo y ahora escribo muy de tarde en tarde algo de poesía. Quienes se «profesionalizan» en la labor de escribir (por escribir) y en ocasiones de ganar concurso para reafirmarse, caen en al barroquismo de la nada. Construyen de manera más amplia su vacío literario, al que dan forma y formato y lo estiran como una goma. Su obra poética es esto: una goma estirada.
13 – VI – 2008. Hoy ha dimitido el ministro de Cultura por un asunto de multa que le puso Hacienda. Lo lamento. No en tanto a la dimisión, sino en lo que se convierte la política, una política sin nivel cultural, sin debate de temas con un contenido. Podemos así cambiar de gobiernos, pero no cambiar nada. Mi reflexión crítica no fue por estos asuntos, domésticos vamos a decir, sino por lo que se entiende por cultura y la labor que ha de hacer un gobierno.
El saliente ministro afirma amar la cultura, con lo cual, ha afirmado, va a comprar libros, entradas para la ópera, etc. Muy bien, pero esto es consumo. ¿Qué es para él la cultura?, ¿la literatura del pelotazo?, del famoseo, los concursos millonarios? Lo mismo con el deporte, fue a ver al campeón de tenis, a la selección del fútbol, cuando la base del deporte queda fuera del negocio, es el de base.
Con respecto a la literatura es importante que quienes quieran escribir, crear en cualquier arte tengan la oportunidad y no definir con el «éxito» por donde ha de dirigirse el mundo de los libros, los cuadros, la música y demás. No basta con becas selectivas, sino para empezar con la reflexión. Algo que nos e hace. Se quejó del ruido mediático, «la jauría» contra él, en el que él precisamente participa. Y ese ruido es el mundo del espectáculo que sustituye a la lectura, al comentario, a que germinen revistas, tertulias. Que las hay, pero muy acotadas. Todo se focaliza en unos pocos. Para el resto sus palabras e imágenes y creaciones queda convertido en polvo. Precisamente cuando ante el desarrollo tecnológico nos abocamos a la sociedad del arte, lo cual requiere un medio de vida extendido independiente del empleo y no hacer de la cultura un negocio, que es a lo que los diversos gobiernos se dirigen, eso sí cada cual el suyo, con su carga de propaganda incluida.
8 – VI – 2018. Hice una referencia el 9 de mayo que podéis releer: Es sobre un escritor presentador de televisión, que deba señas de la decadencia de la cultura, de la descomposición de la literatura que se quiere hacer para que no haya resortes sobre los que ver y reaccionar a una realidad que lo tecnifica todo, que convierte la palabra en imagen y todo se hace superficial. Ayer me enteré por la prensa que ese escritor-presentador de la tele fue nombrado ministro de cultura. No tiene nada que ver con su persona ni su cargo que puede que lo haga bien, sino su nombramiento como efecto mediático, como la nada en la que cae al política y que quiera arrastrar a la cultura. Es una vergüenza que deja ver un retrato del mundo que vivimos, su decadencia, su falsedad sobre la que se construye un espejismo que afecta a la vida de las personas y a su conciencia, a la palabra que queda fuera de su significado. Sin discurso sólo tenemos la noticia, la apariencia. Puede que siempre haya sido así, o casi siempre, pero vivir algo semejante de forma tan directa es comprobar, una vez más, la degradación que vivimos en una sociedad que lo admite todo sin crítica, a no ser la de partido, porque ya no sirve para nada pensar por uno mismo, nos aplasta el vacío a medida que caminamos con paso firme al abismo, político y cultural. Y no lo vemos al creer que se trata de la libertad y el saber. Al menos es la imagen que nos ofrecen. SOS.
18 – V – 2018. He leído de Luis Artigue: «¿Se está confundiendo crítico literario y reseñista? Me refiero a que sobre todo en Internet está de moda la gente que cuenta el argumento y da su opinión porque carecen de conocimientos de Teoría de la Literatura y por eso no sitúan críticamente el texto sino sólo pontifican«. Desde mi punto de vista ha sucedido algo que ha evolucionado con el mercadeo de la literatura. Los críticos se han convertido en publicistas de novelas. La Teoría Literaria en un corsé. Saber de ella no quiere decir nada, sino que puedes tener una herramienta más. Pero es necesario recuperar la figura del lector y que esté dé su opinión, reseñe subjetivamente. ¿Cómo no dar su opinión? Objetivas lo subjetivo es poner antojeras a las personas. Nadie se puede esconder o parapetar en la Teoría, y menos en la de la Literatura, porque crear tiene mucho de transgredir. El lector debe de participar. No todo consiste en dar notas o hacer publicidad. Ni somos alumnos, ni somos meros clientes. El receptor de la cultura la hace también, el espectador del arte tiene vocación artística. Vamos a aprovecharlo. Es el aspecto positivo del mundo de la palabra en Internet. ¿O es que hay pontífices y no se les puede hacer sombra? Los textos no se sitúan, se perciben y sienten. Se pueden pensar y previamente dirá más a quien los lea si sabe de su entorno histórico, pero nada más.
17 – V – 2018. La crisis de la literatura, empiezo a pensar, es la falta de exigencia. Sobre todo con las redes sociales, con la propagación, más que difundir y ambas cuestiones por encima de comunicar. Se cae en el peloterismo. Algo escandaloso.Uno alaba a los demás para ser alabado luego por ellos, en una cadena perversa, donde brilla por su ausencia el contenido crítico. De los errores se aprende, y se produce el estancamiento, la conformidad con lo hecho, porque no hay exigencia, sino pelotear a los demás, para serlo uno también. hace poco leí la comparación entre dos poetas, de la magnificencia de sus sendos poemas, que no es para tanto, ni siquiera como algo propio, sino más la fabricación de versos, no siempre no siquiera artesanal. Pero tampoco es meterse por meterse con nadie. Por eso no los nombro, trato de constatar una observación que comparto con los demás.
12 – V – 2018. Estoy finalizando un poema a la catedral de León. Me lo han solicitado para participar en una ruta literaria que hace el ayuntamiento de la ciudad de León. Acepté porque creí que el encargo venía de parte de una amiga, que luego es que únicamente dejó mi teléfono. Pero bien. Está siendo toda una experiencia el proceso del mismo. Me ha hecho reflexionar. «Escultura en el tiempo». Lo he construido contando las sílabas de cada verso, heptasílabos. Una vez que se coge el ritmo van saliendo las palabras.

He observado que hay una poesía arrebatadora, que sale cuando los sentimientos se desbordan. No es el caso. Pero no por ello carece de emoción. Lo que hago es preguntarme qué siento ante el recuerdo de mi infancia ante este templo, ¿qué me decían mi padre, mi tía Lola, que leyendas me contaron? y buscar el sentimiento asociado y la imagen que lo trasmita. Y me va llenando.
Pero me pregunto, ¿se entenderá o cada cual cogerá su manera de entender? ¿Alguien se dará cuenta de que «crisálida» se refiere a la metamorfosis que cuento de la naturaleza transformada en piedra y ésta en palabra? O que una sensación especial es el sonido de goteo de los pasos ante el silencio. ¿Qué sabrán quienes lo escuchen o lean? Y que el perfume forma parte de una sensación de fe, sensación. Y que lo escribe un ateo, aun contemplador de la belleza arquitectónica y que ha paseado a modo de cueva en su interior muchas veces. He querido expresarlo, mas no sé si lo trasmitiré.
9 – V – 2018. Un rato que vi la tele, en compañía de mi madre, contemplé como se presentaba a un escritor que fue presentador de aquella cadena, que ni recuerdo cual es, ni el nombre del escritor. Podría buscarlo en google, pero no merece la pena, sino lo que refiero. La novela si, se titula «Firmamento». ¿Puede la literatura encajar con la pantomima televisiva? Para mí son casi lo contrario.
No quiero decir que un presentador no pueda escribir, o que alguien frívolo no pueda hacer una obra de arte, como por ejemplo fue el caso de Proust. basta mirar adentro de uno. No, no me refiero a eso. Sino a la desproporción informativa de un exceso ante una novela que se presenta como lo más, como algo literario por el hecho mismo de ser un libro e imponerse en un gran medio de comunicación, mientras que la inmensa mayoría carece del menor recoveco informativo. Como si desde tal avalancha se quisiera definir el hecho novelístico, el gusto de los lectores, la venta del libro y por lo tanto la difusión. Sentí grima.
4 – I – 2018. Percibo una sensación extraña. He acabado de corregir en ordenador la novela que empecé el año 2006. Mucho ha pasado y me siento satisfecho. Me falta corregir sobre papel el cuarto y último tomo. A lo largo de ella he aprendido mucho, a escribir sobre todo. Cuando acabe quiero escribir sobre filosofía. Dejé un proyecto porque esta novela me llamó, se interpuso.
La sensación extraña es por varias causas. Una es que me parece una gran novela, que será difícil que alguien valore. Para mí ha sido un diálogo con grandes autores que he leído. También que si un día triunfa dirán que cuánto he escrito, pero si no, que no he hecho nada, sino perder el tiempo. Ya he escrito sobre esto, al acabar de escribirla, el año 2013. Es una pena tal incertidumbre. Me siento alegre, es una fiesta interior, sin embargo las fiestas son fuera, en unas navidades que me hartan con su consumo y superficialidad. Nadie con quien brindar, a no ser por amistad y casi que dando pena. Para mí es un gran día. Yolanda se alegra, me dice, pero acabo solo ante estas palabras sin saber muy bien qué decir. Me retumba una canción de Pavarotti en la mente. Mi hija pequeña me dijo «¿qué haces?», porque estaba dirigiendo una orquesta imaginaria. le dije que recordando algo… Me siento escritor, pero es ser como una persona sin rostro.
3 – I – 2018. Al abrir un nuevo blog: Lecturas de ramiropinto, esta página la tengo más abandonada. Para reflexiones especiales o cuestiones que observe y merezca la pena referirme a ellas. El 27 de enero participé en la tertulia de Navidad sobre la novela de Miguel de Unamuno, «San Manuel Bueno, mártir». me sigue pareciendo muy interesante atender otros puntos de vista. Pero creo que una tertulia literaria ha de ceñirse a la obra en cuestión no al tema, en este caso sobre la fe.
Por otra parte lo importante de un encuentro es escuchar, no querer imponer cada cual su criterio, lo que convierte hablar en una discusión,no siendo siquiera un debate. Para la tertulia de verano tenemos la lectura de «El juego de abalorios» de Hermann Hesse. Siendo mi autor referencial, esta obra no me parece, lo poco que llevo leída de ella, poco más de cien páginas, demasiado atractiva, con fogonazos interesantes, pero demasiado lineal y de momento la descripción de un escenario. Para la próxima de Navidad elegimos por primera vez a una autora, por deseo expreso de una de las contertulias que hizo ver este hueco. Fue Colette, «El trigo en ciernes» que las últimas ediciones en español lo titulan «El trigo verde» y «Dú». Veremos a ver. Yo, puestos a elegir una autora, propuse a Iréne Némirovsky, «Ardor de la sangre» y «La suitte francesa».
30 – X – 2017. Hacen falta buenos lectores que descubran libros interesantes, que sepan vislumbrar una calidad que se ausenta, más allá de formalismos y prototipos académicos. Como antaño los libreros sabían de su mercancía, fueron lectores. Hoy la mayoría simples comerciantes, su librería una tienda más.

Conocí a dos auténticos en la Cuesta Moyano de Madrid, hace más de treinta años. Seducían para la lectura, hablaban de las obras y sobre sus autores. Sus opiniones se han perdido sin que nadie las recoja. Hoy faltan además lectores con personalidad y son necesarios. Aunque perdure la literatura se está perdiendo una parte importante de su ser. ¿Cuántas obras no habrán quedado sepultadas en el olvido?
28 – X – 2017. Hace un par de días tuve una conversación con un escritor de altos vuelos. Me comentó dos temas que me han hecho cavilar mucho. No voy a dar nombres propios. Primero porque puede que quien me lo haya dicho no quiera ser citado. 2. las referencias pueden dar lugar a querellas de las que paso, pues como decía mi abuelo «se dice el pecado, pero no el pecador».
Comentó que una persona que está dentro del mundo de los grandes premios literarios otorgó recientemente uno de gran prestigio a alguien que más que por el mérito de su obra, por estar relacionada con una gran editorial, a la que se conoce como «la mafia». Es ésta editorial la que señala con el dedo quién es el bueno, quien no. Imponen sus criterios y personas y son premiados los suyos. Construyen de esta manera a los «mejores» y desarrollan así un cierto criterio de lectura que va a influir en un tipo de mentalidad.
Y que los premios a nivel nacional están supervisados por los servicios de inteligencia, porque es muy importante a quien se va a dar voz de manera pública. Me quedé estupefacto. Puso de ejemplo como un libro de gran difusión es malo desde el punto de vista literario, en lo que coincidimos, pero que por su temática se ha difundido por todo el mundo, con entrevistas incluidas. Él le conoce bien, y ha visto como ha cambiado para «triunfar» como «escritor», sin profundidad en su narración, sin una descripción interior (psicológica) de los personajes. Lamentable, pero es así. Y hay que resistir. Mi amigo escritor, por otra parte ha perdido toda esperanza. Pienso que llegará un momento en que se hará valer lo auténticamente literario, porque será tanto su peso que aplastará todo lo demás. O quizá sea una ilusión, necesaria para continuar escribiendo.
21 – X – 2017. Un amigo me ha enviado unas normas para escribir bien, lo cual no es exactamente que decir «correctamente». Las realiza un escritor famosos, comentando que son consejos para ser un gran escritor. Le he respondido: Interesante. Pero me parece demasiado molde… para mí lo importante es ser uno mismo en lo escrito… Cualquier escritor que ha durado siglos y que salta la barrera de su tiempo ha saltado todas estas normas, que son necesarias, saberlas, seguirlas y saltarlas. La forma no puede comer la pasión. –
17- X – 2017. Hace un par de días se falló el Premio Planeta. Pienso que ha dejado de ser un premio literario, para ser una especie de condecoración del libro. Sus libros novelan historias con muy poca literatura a cuestas. No he leído, pues aún no ha salido el libro ganador, pero me lo imagino. No es pues una crítica a la obra ni al libro, sino al criterio. Ya ha editado en esta empresa editorial, puede que haya demasiado sobrante y de esta manera se da a conocer al autor, se le engalana de escritor importante y eso provoca que se incrementen las ventas. Una vez más el libro como producto, como una mercancía con su mercadotecnia y todo. Me parece grave porque se arrincona lo literario, pudiéndose extinguir, lo cual no dejará de ser castrar a los seres humanos, tan castrados ya en tantas cosas…
Es posible que sea una trama entretenida, la que ha ganado. Interesante, aunque seguro que sobre alguna cuestión conocida, desde donde se juega con falsos misterios que atrapan psicológicamente. Insisto en el derecho a editar. Aunque valga de poco sin contar con una buena distribución, pero la promoción es al final lo importante. Por eso hay que crear pequeñas islas de lectores y de quienes escribimos y dejar el consumo sin más a una masa que requiere de la cultura en conserva.
5 – X – 2017. En «la edad de la razón» de Sartre leo: «Me preguntaba si había también escritores dominicales: pequeños burgueses que escriben anualmente una novela o cinco o seis poemas para introducir algo de ideal en sus vidas«. Pero ¿el escritor ha de ser profesional? O más bien, pienso, dedicado en cuerpo y alma a su obra, pero tal se destila de vivir y queda muy poco tiempo para dedicar a plasmar la palabra. Quizá despreciamos demasiado. Aunque es cierto que hay mucho turista en la escritura. También es cierto que son los que permiten que entre sangre nueva en el arte de escribir.
14 – IX – 2017. En un folleto que anuncia los talleres de escritura Creativa de Leganés, he leído unas observaciones que me parecen interesantes. Si bien son usadas un tanto propagandísticamente, me parecen certeras: «la practica de la escritura nos conecta con nuestro yo más auténtico y con el entorno»; «Porque la escritura es, quizá, la mejor conexión con la propia existencia»; «El secreto de la creatividad está en eliminar las reglas a la hora de escribir, no en añadirlas»; «Escribir siempre es una actividad placentera y útil».
2 – IX – 2017. Ayer vi la película «Cezanne et moi», en l que se cuenta la relación de amistad entre el pintor Paul Cezanne y el escritor Emilio Zola. A mí la obra de este pintor me empezó a interesar cuando me habló de ella una amiga, siendo a ella sus cuadros los que más le gustaban. A mí los de Dalí. Hace poco, otra amiga me comentaba que este pintor fue más su fama y propaganda que su obra, que fue un buen dibujante y que llama mucho la atención, pero no es relevante. No sé.
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De Zola he leído alguna obra, pocas. Sólo una la recuerdo aunque lejanamente. Me parece un gran constructor de novelas. Que escribe lo que ve, aunque mezcle. Este aspecto sale en la película. Se queja Cezanne de que le «roba» escenas de su vida, de él mismo. En cierta manera el escritor es algo espía de su ambiente y época, en ocasiones también de los sentimientos y cada obra es una amalgama que diseccionada es lo que se ve. Precisamente para sacar a flote lo que nos e ve en las escenas sociales, familiares. Esto lo puedo atribuir a la novela que estoy escribiendo, con la que llevo ¡años!, ahora corrijo el último tomo.
Otra cuestión nada desdeñable de la película es sobre si, como reconoce el personaje Zola: «escribo para vender». O la senda de quien no quiere amoldarse a los gustos de los demás ni a la moda. El pulso entre el fracaso y el éxito. Lo tortuoso de las relaciones de pareja, familiares, la sexualidad, las tertulias, amistades y la necesidad de expresar todo aquello que bulle en el interior de cada cual. la obra como objetivo o el triunfo, también respecto a los demás y en relación a la crítica. La película es una reflexión biográfica muy interesante.
Pensé que la cuestión es cuando los artistas fracasan en cuanto a ser desconocidos, que su obra desaparezca y nunca sea valorada, ni siquiera vista o leída. Pero si a nadie interesa ¿qué? Y, sin embargo, ahí estamos en ese mundo de indiferencias y comercio del «alma» combatiendo contra la nada y para nada.
En la película Zola se vuelve arrogante, le debe a su amigo los consejos, le ha dado seguridad, es capaz de vencerse a sí mismo, pero dice de Cezanne que tiene talento, pero que ha fracasado. Es una pena. La escena de la madre, a la salida de una fiesta, en la que coincide con el pintor, ella le pude que le desabroché el corsé: «¿Tú también te ahogas?. Los ambientes literarios suelen ser demasiado punzantes.
Zola quiere rescatar a los obreros de su silencio literario, hacerlos protagonistas. Según él hay cuatro capas: la aristocracia, la burguesía, la bohemia con el mundo de las prostitutas y los obreros. Cezanne le replica «te faltan los artistas». Destaca también el film el fondo de la sexualidad como base de la creatividad, sus frustraciones, satisfacer el deseo sin sentimiento o al revés. En un momento el pintor le dice a su amigo que a cierta edad el romanticismo es nefasto. Los dos estuvieron con la misma mujer en momentos diferentes, lo cual es un territorio conflictivo entre ambos.
Escribir es un intento de ordenar el caos que no comprendemos, para al menos situarlo y relacionar unas circunstancias con otras. Y pintar es dar forma a las formas. Por eso cuando Zola piensa que la pintura va a desaparecer con las fotografías, Cezanne ve más importante y necesario entonces pintar. Y se expone muy bien la visión de un paisaje para un artista que tamiza lo que ve con lo que percibe sutilmente, y consigo mismo, a portando todo su barullo psicológico en lo que pinta.

6 – VIII – 2017. Antes de ayer participé en la Feria del Libro de Benavente. Me gustó que diesen un marco amplio y muy dinámico, a los autores desconocidos. Presentaciones de obras con mucha agilidad que dio la oportunidad de dar a conocer a cada cual lo que ha escrito y editado. Sin embargo me causó cierta zozobra comprobar como muchos, con un gran talento de escribir, pierden la senda literaria al marcarse como objetivo y única referencia gustar al público, más que al lector. Fabrican obras para hacer libros. Planteé que no sólo hay que buscar a quien nos lea, sino que lo tenemos que crear. Pero entregarse a la moda, a lo que mayoritariamente se «demanda» es convertirse en una «oferta». Hasta tal punto llega el agotamiento de quienes escriben, al final el objetivo es gustar, entretener, vender. lamentable. Como dijera Thoreau: «nos convertimos en herramientas de nuestras propias herramientas».
19 – VII – 2017. Ayer aprendí cuál es la diferencia entre querer ser escritor y querer escribir. Lo primero se hace desde los demás, pensando en qué gustará a los demás, a los críticos y lograr el éxito. Escribir como tal se hace desde uno mismo. Tal escritor ha de crear a sus propios lectores, pero no mirar quién será el receptor, pues nunca se sabe. me encontré con un amigo en la estación. Compró un libro finalista en el premio más famoso de España y más remunerado. Le comenté que me resultó una construcción muy técnica, que apenas se perciben las emociones y sentimientos de los personajes, sino que es una crónica de hechos supuestos, a modo de una crónica en la que se añade una historia, donde lo que emociona es lo sucedido realmente hace siglos, pero no el cómo lo plantea. Él me dijo que lo lee para ver que es lo que se valora en los circuitos literarios y hacer algo parecido, pero a su manera. Su objetivo: ganar el concurso, lo que según él le hará ser escritor, uno de los reconocidos y famosos.
2 – VII – 2017. Esta mañana estuve en el monasterio de Villaverde de Sandoval, donde escuché un concierto de canto gregoriano. El director del coro contó que los monjes cantaban las vespertinas, y luego cada dos horas dejaban la labor para seguir con tales cánticos. me hizo pensar que ahora se canta ante un público, como si fuera algo vacío, que se aplaude a modo de espectáculo. Es bello, relajante a los oídos. A mí me hizo pensar. El valor de estos cantos es su soledad, la forma de oración que tienen, con las letras, por los siglos de los siglos, y el dedicado a la virgen con la mirada fija a la de la Salud, patrona del pueblo, colocada en el retablo del altar. Que función tan hermosa la de hacerlo para ellos. Vivimos en una sociedad demasiado artificial, demasiado hacia fuera y poco de dentro, y esto rezuma en la literatura.
1 – VII – 2017. Por la mañana, al medio día he participado en una tertulia sobre la obra «Crimen y castigo» de Dostoievsky. Bien como encuentro de viejos amigos. la celebramos mientras comemos. va bajando la calidad del debate, de la puesta en común de los puntos de vista. El debate deriva más a otros temas añadidos, que se sale de la obra, como por ejemplo qué es moral y qué ética. Hay muchísimas cuestiones en esta novela sobre lo que me hubiera gustado profundizar. Me he animado a hacer el blog sobre lecturas. Tardaré varios años, pues son muchas. Y menos mal que las hice, con la intención de consultar, ver una cita sin tener que buscar en el libro entre muchas más páginas. Me parece importante contar cuestiones de dentro de las novelas, porque me resultó curioso que se plantearon temas muy superficiales, como si tuviéramos miedo de sacar lo que la noveladesvela de nosotros mismos.: una verdad incómoda, o si no verdad al menos un acicate para pensar.
Uno de los que participó dijo a modo de chiste que el asesino es Raskólnikov. «¡Ya nos estropeó la novela!», comentamos irónicamente. Es lo que sucede en las novelas y películas de intrigas. Pero acá la cuestión es lo que ocurre en la conciencia y el pensamiento, en los sentimientos y conducta de los personajes. Todo un psicólogo el autor, que recurre a los sueños para desvelar la parte oculta, lo que años después Freud llamaría «inconsciente». «No es una novela de Agatha Christie», añadió. Efectivamente, aunque en broma es una apreciación interesante para ver la profundidad de la novela que no trata tanto sobre la historia como la trama de la reflexión que pone ante nosotros.

Por la tarde fui al recital en el monasterio de San Miguel Escalada, una joya del estilo mozárabe. En semejante marco la música y la palabra se trasciende. me agradó que no se pudiera aplaudir entre un poema y otro. La música y canto fue emotivo y puso en situación, pero un acto así no puede ser ocupado por un recital semejante al de un bar. El contexto exige un versotemplo, un adecuar la palabra al lugar. Lo que no sucedió. Y es que se convierte más en un acto social que literario. Por eso me fui nada más acabar. me pareció fatuo, vacío, superfluo y no quise decir !qué bien, qué bonito» para contentar vanidades o agradar.
Pienso que es necesario recuperar la reflexión sobre qué es la literatura. Y en especial la poesía. No tanto como una definición o dogma, concepto, sino como planteamiento general. la poesía no tiene por qué decir nada, para eso esta la narración, para contar. la poesía se convierte cada vez más en una especie de prosa en vertical, con la que el autor disfraza de poesía la prosa. Hace falta el ritmo y la metáfora. Que nos impacte, que nos haga captar algo, no contar una historia o decir los sentimientos de una manera simple.
La poesía es complejidad, cuya comunicación requiere de un idioma poético en sí, que habrá que traducir, pero que es preciso captar por sí mismo. Sin ser imagen que abra los sentimientos, que haga dudar a los sentidos para trascenderlos poco queda de poesía. Podrán ser muy buenos los versos de cara al público que parece que va a hacer amiguismo aplaudiendo desbordadamente. ¿Qué estamos haciendo con la poesía? El día antes dije ante el Ágora de la poesía que los versos se esculpen en el silencio Fue para que quienes no paraban de hablar se dieran por eludidos. Pero tiene un eco de verdad. No podemos convertir la literatura en lo mundano, aunque lo recoja. es necesario trabajar la palabra, experimentar y expresar con ella, pero contar lo que uno siente sin más no es poesía, es disfraz y una especie de lucimiento escondido. Pueden contar algo que da pena, que describe el desamor, pero no trasmiten nada, se puede contar lo mismo sin forma poética, que es lo que abunda hoy en día. La forma poética no es la poesía. El sentimiento en sí mismo no lo es. Sí cuando comunica con la palabra, pero sin concepto, sino directamente, con imágenes que el receptor ha de traducir en él. Es como un cristal que brilla a la luz y cada cual capta su propio resplandor, es un juego de luces movible que no es posible atrapar con la mirada en el caso del ejemplo, ni con un significado concreto en el caso de la poesía. Ni significado ni lo que ha pasado. Y esto no lo resuelven las contradicciones o paradojas que muchos hábiles de escribir incorporan como originalidad, pero sin una base, ya que es un adorno a lo demás.
27 – VI – 2017. Poesía es aquello que nada dice, porque para decir está el ensayo, para contar está la prosa, el teatro. la poesía es ritmo y metáfora y ha de llevar a espacios mentales y de emoción no registrados fuera de ella. Por eso la poesía que cuenta, que narra, que dice… Es poesía a medias. Pero cada cual define a su manera lo que le conviene y se pierde la esencia de la escritura.
Le dije a un poeta que escribir sobre cuestiones que no ha vivido, pero que adorna muy bien y que victimiza el sujeto de su poesía, me parece una impostura. Sobre todo porque lo que busca es agradar, buscar una especie de clientela poética, que ahora en las redes sociales se lleva mucho este fenómeno. Me respondió que se pone en el sitio del otro, la empatía. ¿Por qué no te pones en el tuyo?, en ti mismo y escribes desde esa parte que tiene su lenguaje propio, el poético. «Eso nadie lo entiende», me dijo. Y añadió que para triunfar hay que hacer lo que guste al lector, al menos a una mayoría. Se enfadó debido a mis disertaciones posteriores. Para él poesía es el otro.
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Llegó a citar lo de «poesía eres tú», cuando este versos es enigmático, no sabemos qué quiere decir y a la vez ¡dice tantas cosas a la vez! la poesía ha de recuperar su esencia fuera de imposturas. la poesía expresa lo que no tiene sentido, pero sí sentido poético. Es el abc del inconsciente y del sentimiento.
14 – VI – 2017. Finalizada la lectura de «La ciudad de los prodigios» no me ha llenado. No entiendo eso de que haya especialistas en un autor y en sus obras, sin que hagan un análisis crítico, sino propagandístico. ¿Una caricatura de la literatura policiaca o social de la época? No lo veo. ¿Humor?, no especialmente. desde mi punto de vista tiene tres páginas grandiosas: cuando el protagonista, Onofre, se encuentra en el hospital con Delfina, su primer amor. Han pasado muchos años y él se retrata por dentro. Se pregunta cómo hubiera sido la vida de ambos si hubiesen unidos sus vidas. Ella ya no es consciente de nada. Vegeta y al poco tiempo muere. Pero parece haberse dado cuenta de lo que él dijo.
¿Es una metáfora el personaje central de la ciudad? Parece que al final lo quiere indicar, pero no lo trasmite. Como de una Exposición Universal a otra (188 – 1929) han pasado los años, más progreso, hay luz en las casas, ascenso5res, teléfono, pero ¿qué ha cambiado. también ellos, pero han sido arrastrados por la vorágine. De repartidor de propaganda anarquista a rico con negocios turbulentos. Al final desaparece. Queda una leyenda y ni eso con el tiempo. No he visto emoción en una narración que para mí no llega a conformar lo que es una novela.
Paso a leer mi último libro en el Club de lectura de Montemadrid, en San Cristobal de los Ángeles: «»¿Qué me quieres, amor?», de Manuel Rivas. Los dos primeros sí me han conmovido. Observo que están escritos desde dentro del autor.
9 – VI – 2017. Fui a ver «La cantante calva» de Eugéne Ionesco. El problema de obras tan mitificadas es que esperas más de ella. Los actores, muy «televisivos» algunos, lo hicieron bien, pero muy de retahíla, fue una puesta en escena, pero se trasmite poco al espectador, no hubo afán de convencimiento, sino «vean», cuando el teatro ha de ser «capten», «sientan», «perciban». Pero si su función es ir a pasar el rato, ¿para qué más?
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La obra tiene una estrategia muy interesante. Llega un momento en que se retroalimenta y reitera entrando en un bucle. En parte se ha convertido en una comedia, lo que el mismo autor califica como una tragedia. Es una forma de hacer reír al espectador de sí mismo.
Trata de una reducción al absurdo de la vida cotidiana. Hace un efecto demoledor, cuando el comienzo parece una escena de la vida cotidiana, rutina y hablar por hablar, la incomunicación de la pareja. El final es el mismo, con otra pareja, pero exactamente igual, sin embargo se percibe de una manera diferente, como parte de una locura en la que el autor nos ha querido meter desde nuestra existencia propia. La locura, o la sandez tiene su lógica interior, el sin sentido adquiere sentido desde dentro. Se discute si hay alguien cuando llaman a la puerta. A la cuarta vez está un bombero y con él el fuego: la pasión. Pero la parsimonia, la costumbre, la dejadez sigue su curso. Nada tiene que ver con nada. Nos entrelazamos con monólogos paralelos unos y otros.
¿Dónde está la cantante calva? Se estará peinando. No viene a cuento, no ha participado en nada. No interviene. ¿Por qué un zorro no se pisa la trompa?, porque no es un elefante. El lenguaje crea su universo dentro de sí mismo. Todo funciona, a su manera. Lo que no quiere decir que sea comprensible. Podemos entender que es una metáfora de la información que se trasmite a la gente en los medios de comunicación, ante lo cual el lector no es que saque sus conclusiones, sino que se convierte en un monologuista que trasmite el sin sentido de lo que se informa. Si todo el mundo comparte el lenguaje de lo absurdo la locura adquiere un sentido. Y nos atrapa. he aquí la Historia.
6 – VI – 2017. Cada vez me doy más cuenta de que lo que está matando la literatura es la vanidad. la de quienes participan como autores y como lectores que creen saberlo todo. Y quienes se consideran los mejores, los despreciados injustamente, los que creen que las noticias sobre ellos no son un negocio, sino su talento per se. En fin. Además los actos literarios de carácter colectivos son más actos sociales, de encontrar a, de que me vean, que reflexionar, hablar sinceramente. Demasiado lo literariamente correcto. demasiada petulancia. Puede que siempre haya sido así, pero estamos en la sociedad de masas y es demasiado peso, tanto que puede derrumbarse tanto la literatura como la cultura en general.
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5 – V – 2017. Llevo leído una cuarta parte de la novela «La ciudad de los prodigios», de Eduardo Mendoza. Escuché varias conferencias al respecto cuando fue galardonado con el Premio Cervantes 2016. No encuentro el intríngulis. Que si es humor, pero muy de pasada, banal, de chascarrillo y poco más. Observo que hay una intencionalidad, pero que no llega a plasmar, como es que la ciudad de Barcelona sea un personaje más. Pero finalmente es un ensamblaje de ensayo, de datos, con una historia muy desmalazada, con acciones hilarantes que ocurren porque se le ocurren al autor, no nacen de la novela, en ella. Espero, a medida que lea más, descubrir algo literario en esta obra, que me ha motivado a leerla por lo que de ella se opina. A un catedrático que escuché hablar sobre este autor, del que es especialista, junto al también novelista Manuel Vázquez Montalbán, que me pareció más un graciosillo prepotente y vendedor de libros que profesor de literatura. No recuerdo su nombre, ni anoté nada.
1 – VI – 2017. Ayer hablé con un amigo sobre otro en común que escribe. Va a sacar recientemente otro libro. Coincidimos en que lo hace muy correctamente, sin faltas, cumpliendo las reglas gramaticales. Comenté que el problema es que no se desmelena. Las obras anteriores son un buen ejercicio de redacción, para un sobresaliente, pero sin emoción sin saltar sobre el lenguaje y sus reglas poco comunica, al menos en lo profundo. narra muy bien una historia. ¿Es esto la literatura». Más bien sería «además de». Esa necesidad de que salga de dentro lo escrito y no el «mira que bien escribo». Lo que hace que no asuma la crítica en este sentido.
Lo mismo el poeta del que ya he comentado. Han caído en una autocomplacencia, que cuando se lo dices se ofenden, se alejan porque quieren ser alabados y acaban escribiendo para este fin. he aquí un error endémico de nuestros días, que afecta a la escritura comercial y al mundo de la cultura. Toda oferta de letras se hace en función a la demanda. Por eso es necesario reivindicar el arte, la creación, que no es sólo inventar una historia, o una metáfora (generalmente ausentes, porque cuentan en vertical escritura lo que plazca oír al lector), cuando también hay que crear nuevas formas, pero no porque sí, sino como manera de llegar más adentro de quien reciba el mensaje de las palabras.
23 – V – 2017. ¡Qué gran error! el egocentrismo, del que parece ser que es difícil salir. El arte, la literatura necesitan ambiente, una atmósfera donde suceda. O una masa que crean los medios de comunicación o los cauces institucionales. Sin embargo cada cual va a su libro, a su personal historia de lo que hace y los espacios colectivos son a cambio de que vengas a mi presentación, de que compres mi libro, lo que controlo con el hecho de firmarlos, que a mí siempre me ha parecido una tontería, que acepto por la ilusión de algunas personas. En otras es la tontería y el «mira, mira».
Planteo esto porque ante una antología de autores, como han sido dos del Ágora de la Poesía, nadie hace presentaciones, nadie los promueve para la Feria del Libro, quedan aparcados como si no fueran de nadie, en lugar de ser de todos los autores y autoras que participan. Es una pena. Por el que es de cada cual se desviven, se hacen fotos en las redes, lo promocionan. De esta manera nos ahogamos en nosotros mismos. Uno o dos sobresaldrán fuera de esta ambiente provinciano y pegajoso, cutre y fatuo. Es un juego de apariencias. Nadie, entonces, trata de superarse, sino que se cae en la complacencia de los escritores convertidos en relaciones públicas. En fin. Porque, ni tan siquiera, somos capaces de hablarlo. Algunos se aíslan y se dedican a tirar piedras contra ese ambiente sin aportar nada, sin poner el hombro si no es a cambio de «lo mío» y esto cada vez es mayor, por eso no cabe en las corredurías de un lado a para otro.
Para los indios de México, cuando la conquista y destrucción de su mundo prehispánico, las cartas de los conquistadores les parecieron mágicas, porque consideraban que sus palabras hablaban, ya que se leían en voz alta unas veces y porque hacían obedecer una orden. esa inocencia, esa fuerza de la palabra es la que hace falta para que nos hable lo que leemos, para que nos diga algo y no sea leer por leer, escribir por escribir. Falta lo artístico, lo mágico. Pero comentar esto parece el origen de una discusión, y no algo que planteo a modo de una reflexión que yo tampoco tengo claro si puede o no ser así como digo.
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19 – V – 2017. Ha sido la tertulia del club de lectura en el barrio de san Cristóbal, sobre la novela de Ellis Avery, «La casa de té». No ha gustado en general porque han criticado que es muy lenta. A dos de la misma sí les ha atraído la novela. A mí también. No es una novela que lleve a ningún lugar como objetivo de una trama, sí a una época, finales del siglo XIX y a Japón. es una narración ceremoniosa, que trascurre. Para mí leerla es como pasear, sin ir a ninguna parte, pero se encuentran muchas cosas por el camino a medida que se trascurre por ella. La ceremonia del té centra la historia, pero a su alrededor sucede un cambio en la sociedad nipona, su occidentalización, que hace que cada vez sean las personas más occidentales de cara a fuera, pero más japonesas interiormente. De hecho la narradora protagonista llega a aquel país desde Estados Unidos y al cabo de los años, después de vivir en una familia tradicional, se le ve como extranjera y se tiene que marchar.
Lo que cuenta me hizo ver lo relativo de lo que damos como «normal». Las mujeres al ponerse vestidos ven las mangas como tubos. cambiar el quimono por las faldas las hizo andar de otra manera. Los besos son con las extranjeras, lo hacen los occidentales, en japón de entonces no. Curiosidades que marcan una forma de ser y como algo que cambia gradualmente se impone porque fue necesario avanzar al aparecer el tren. El ascensor ante un piso de ¡doce pisos! como algo nunca visto. Y la cultura del dinero. ¿Cómo van a vender los cuencos para tomar el té? Y sin embargo se empiezan a fabricar para poder mantener la costumbre adaptada al turismo. El marido de Yukako, hija de Montaña, el maestro de la ceremonia del té, no lo puede soportar y se va a un templo. El detalle de quien siente la estética de este ritual hace que se pongan unas flores en el centro de la mesa baja, pero se guardan otras, por si coincidan las colocadas con las del vestido de quien vaya. es algo fascinante. las mujeres no podían aprender, pero al estar en el seno de la familia, ante los cambios se van introduciendo en el mismo como actores del mismo y no simple acompañamiento decorativo.
Y en el fondo una historia de amor, o varias que se entrelazan. Yokako que ama a un chico, la casan con otro con el que tiene dos hijos, y un tercero que le atrae, cuando siendo viuda mantiene relaciones con él, pero se echan el pasado en cara y resulta que pueden ser hermanos. Urabo, la narradora, también con este último, por lo que la que manda la echa de la casa porque ya el resto recela de ella por extranjera. Urabo se sintió atraída por Yukako, con quien duerme como era costumbre. Pero Yukako no se inmuta ante los sentimientos de ella y le aparta el brazo. Ésta reconoce al final que amó a los tres hombres con los que cohabitó, de diferente manera, pero los amó, porque a uno aprendió a amarlo, a otro porque descubrió con él el sentimiento de amar, el otro porque le atrajo como una pasión. Urabo la perdonó cuando pasado el tiempo supo que murió que no le hubiese amado con le amó ella. Y comprende que es algo que no se puede elegir.
Urabo conoció el placer por una chica con la que está en la cama para dormir juntas, sin más, pero le hace sentir el placer de los caballos trotando dentro de su cuerpo al acariciar su genitalidad con la lengua. Años después se encuentra con la misma en estados Unidos, adonde había ido y pusieron una pastelería. Se hicieron pareja. Urabo ve como dos chicas en el parque juegan, se acarician las manos y las desea tanta felicidad como ella ha tenido con Inko, su pareja mujer como ella. esta historia parece que queda de fondo, pero es el hilo conductor. Quizá el cambio fuera hacer visible lo que siempre estuvo oculto.
Todo ha cambiado, pero ¿se ha trasformado realmente?, parece como que sólo las formas, que a través de las costumbres, las tradiciones se mantiene una mentalidad. también en estadios Unidos todo había cambiado cuando vuelve treinta años después, y no se occidentalizó, pero es que todo rueda en la vida y cambia, pero la esencia como que continua, algo de ella.
17 – V – 2017. Me ha decepcionado la lectura de dos comedias de Óscar Wilde: «EL abanico de lady Windermere» y «La importancia de llamarse Ernesto». Puede que en su época tuviera cierta actualidad, los protocolos, los usos sociales establecidos. Lanza alguna pulla a las convenciones sociales, frases brillantes que dan a la reflexión, pero en el teatro la trama es esencial. Me han parecido muy artificiosas, sin emoción. Y con cierta gracia, pero muy de paso. refleja la mentalidad de la época, su crítica a la misma, pero son ambas composiciones muy artificiosas. Entretienen. Para mí, poco más.

12 – V – 2017. En su obra «La importancia de llamarse Ernesto», Óscar Wilde hace un comentario punzante a través del personaje Archibaldo, sobre que hay que dejar la crítica literaria a los analfabetos, «¡lo hacen tan bien en los periódicos!», ironiza.
8 – V – 2017. Hace unos años descubrí un poeta que luego ha dado muchos bandazos entre vanidades e irrealidad. Creó muchas expectativas, pero hubo algo que me extrañó, sobre lo que he ido atando cabos, cuando elude su palabra, se esconde tras haber salido de su anonimato, si querer. Pero los derroteros tomados son de ser alabado, sin más. Contó su dedicación a la poesía de noche, cuando la mayor parte del tiempo es de relaciones públicas de sí mismo, de pasteleo, de dejarse querer por quienes ¡ay, pobre!
Observé a este respecto que en algunos actos acabó, no sé si a sabiendas o no, imitando a otro poeta aclamado y de gran notoriedad. En gestos, en la forma de hablar. Se autohace la víctima. Cuando leí su primer libro de poemas, de gran intensidad, me llamó la atención, y así se lo comenté, que es muy superior a todo lo escrito anteriormente. Como si toda su poesía posterior fuera en busca de esa poesía. Pero visto en la distancia he descubierto a medida que he ido leyendo sus poemas siguientes y casi últimos que hubo algo terrible, que suele suceder. Y que puede ser engañoso con la misma literatura. le pudo la vanidad y la soberbia, el anhelo de fama, por lo tanto de ser servido. Necesita del halago como el pez necesita el agua. Lo ha encontrado en las redes sociales. Pero es que dejó de hacer poesía para hacer muestras. Primero escribir para ser aclamado. Luego criticando al resto para ser el único. Y finalmente demostrar que es el elegido por la poesía. Su capacidad de apenar, de consuelo la usa y malmete para eliminar aquello que no lo ensalce y pelotea con unos y otros buscando la admiración y regodeándose en ella. Cuando di vueltas al asunto comprendí y lo he comprobado claramente. Ha leído mucha poesía. Lo que hace, ya sin ser él, sino una imagen de sí mismo, es copiar ritmos, maneras y formas de otros poetas, que apenas se nota porque mezcla de unos y de otros. No las palabras, que las pone de manera pastelera, dulzona, sin sentir en absoluto. es una impostura, cuyo sentido lo encuentra en denunciar lo otro, y hace que un coso lo siga. Cuando se lo hice ver se ofendió. Tal imitación da el pego, pero no vale para nada, aun cuando tuviera todos los premios del mundo y todo el reconocimiento. Es patético.Se deja llamar «el gran poeta». Habla del egocentrismo proyectándolo en los demás y no ve la paja en su ojo. Afecta a todo un ambiente y corroe aquello que no sea él y para él, al actuar como una termita. Es la corrupción poética, que nadie quiere ver, porque forma parte del mundillo en medidas diferentes. Éste quizá sea un caso patológico.
Cree que, cuando publicó un libro, vendió muchos más de los que incluso se editaron, porque tenía muchos “me gusta” en las redes sociales. Me quedé perplejo. Quería “su dinero”, que no hubo sino lo que recibió. Quiso ser servido como un divo, cuya psicología ha desarrollado y en su burbuja resulta un tanto esperpéntico. La psicología interviene demasiado en el arte y a veces, como es el caso, provoca cortacircuitos. Una pena.
7 – V – 2017. En “Un día en la vida de Ignacio Morel” de Ramón J. Sender, se hace una reflexión sobre el proceso y la experiencia de escribir. En un momento dado apunta, considero que como contrapunto de esta novela, que “la literatura es una distracción artificial, “artificiosa”, de las verdaderas densidades de vivir”. Incluye un guión de teatro, que va a ser un fondo de la trama. Vivir lo sobrepasa. Pero ciertamente, sin contarse lo vivido, también pasa y no queda. No sabemos, pienso, lo que hacemos al escribir, aunque haya una intención. Lo que sucede dentro de la palabra se descubre, por quien escribe si presta atención y hace algo más que entretener. Y por el lector que busque a qué se refiere, no sólo lo que dice. Como escribe en la misma Sender: “lo que vemos es una mínima parte de lo que sucede a nuestro alrededor”. Apliquémoslo.
5 – V – 2017. El escritor, llega un momento, en el que se convierte en un vendedor de su libro, con tal de dar a conocer su obra, de comunicar su palabra. nadie vendrá a rogar la lectura de lo que escribamos. La casualidad puede jugar con la sorpresa, pero si no hay una campaña arrolladora es el autor quien ha de pringarse. Porque ser escritor no es ser servido. Además forma parte de la experiencia de escribir. He visto como no pocos escritores, que lo acaban siendo a tiempo parcial, destruyen su obra y su ser por la vanagloria. El equilibrio con los editores, cuando se encuentra a alguno que se haga cargo, es complejo. Para tales es una inversión. Para el autor es una oportunidad. En esta dicotomía se conoce el mundillo cultural.
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He leído «El gran Leo» de Mario Reyes, y me ha hecho reír. Trata de esa relación autor / editor. es una parodia, bien traída. En la exageración permite ver lo cierto de esta profesión que no lo es, pero lo quiere ser, de escribir. Siempre digo que cuando sea mayor quiero ser escritor. es lo más que se puede aspirar, porque serlo es disecar la palabra y ser la imagen de escritor, ni siquiera del que llevamos dentro. Como leo en éste sobre Leo: «Los libros son devorados, pero no por los lectores, sino por los balances contables».
28 – IV – 2017. Una revista local de Alcalá de Henares anuncia en un titular: «El premio Cervantes sitúa a Alcalá de henares en el epicentro de la literatura». Que haya tal centralidad exige que haya una periferia, después de la cual nada. Precisamente en esa “nada” es donde habita el magma de la cultura y el arte. El epicentro lo constituye el Poder, el poder de dar los premios, se señalar con el dedo o báculo al elegido, un poder que se da a sí quien controla las instituciones, de manera que pone a sus disposición a los cortesanos en forma de “expertos”, “eruditos” y demás. la periferia bulle, mientras que la cultura “central” son figuras de cera, reducidas a un nombre, a títulos, exposiciones, premios, sin que llegue a conmover, pero sí a usar la palabra “conmueve” acompañada de adjetivos sin fin, repetidos como en una noria para los elegidos.
24 – IV – 2017. El teatro hace visible aquello que representamos y no vemos, en los sentimientos, en vivir en general, en la comunicación.
Efectivamente el concurso de guiones fue a parar a la mentalidad de una asociación cerrada en sí misma. No importa, los guiones tienen su vida propia y ya saldrá y si no es que nadie lo espera.
23 – IV – 2017. Hay libros que nunca leería. Pero si alguna vez por habérmelo regalado alguien lo he hecho, siempre he encontrado algún dato nuevo, algo interesante. Creo que no hay que descartar lecturas de antemano.
Ayer participé en un «Karaoke literario» que se celebró en el barrio San Cristóbal, en Madrid. leí el final de el tomo último de «En busca del tiempo perdido»: «El tiempo recobrado». Me parece una exquisitez. Lo leí días antes en el encuentro poético «La oveja Negra» que se celebra cada día 20 a las 20 hs. en Alcalá de Henares. Comenté que cuando se derrama la poesía aparece la prosa de Juan Ramón Jiménez o la de Proust.
Fue en San Cristóbal, entre el bullicio, el murmullo de que todos estuviesen hablando, donde una chica me pidió la referencia del libro. Pienso que este tipo de lecturas requieren de cierta solemnidad. Pero nunca se sabe. En el fondo son uno o dos quienes escuchan, aunque haya muchos que hagan que escuchan.
Hoy iré a un acto de homenaje al libro. También en el barrio de san Cristóbal de los Ángeles. He presentado un texto, «Pandilleras al tren», en un concurso de teatro. Hay otro para guiones de cine. En el primero también participa mi hija pequeña. Tengo pocas esperanzas, porque estas asociaciones son muy cerradas y van a lo suyo y con los suyos, a los que premian y para lo que lo convocan. Es una mentalidad. El texto que he presentado me satisface. Pienso que es bueno, modestia a parte.
Estoy terminando de leer «La suite francesa» de Némirovsky. Me parece una gran novela porque cuenta la trama humana de la guerra, con sus contradicciones sentimentales. Algo que no es fácil narrar y menos reconocer. Es una novela tremendamente valiente y sincera. Más conociendo el final trágico de la muerte de quien la escribió. No le dio tiempo a finalizar, por lo tanto tampoco a corregir, a pulir… y percibo que falta algo. Quizá que la pusieron tan elevada quienes me la recomendaron leer, que … no sé. me encanta, pero le falta el toque de lo sublime. O puede que sea porque comparamos demasiado lo que leemos, lo cual es un fallo.
18 – IV – 2017. Según Antonio Buero Vallejo «se escribe porque se espera algo, pese a toda duda». ¿Se espera? Yo diría que se busca. Sin saber qué.
En unos días participo en un acto de lectura colectiva. He elegido el final de «En busca del tiempo perdido», en el tomo VII: «El tiempo recobrado». Me encanta su lectura… si tuviera que pintar a las personas lo haría en el tiempo y parecerían monstruos….
8 – IV – 2017. En la obra «La suitte francesa», Iréne Némerovski escribe: Una novela tiene que parecerse a una calle llena de desconocidos por la que pasan no más de dos o tres personajes a los que se conoce a fondo. Según ella Proust y otros han sabido sacar partido de los se para humillar y empequeñecer a los protagonista secundarios. Desde mi experiencia entiendo que los protagonistas aportan el punto de vista de la historia, mientras que los demás son el paisaje donde sucede la misma. A veces un personaje que sale de pasada adquiere gran intensidad. Todos sirven para «desnudar» a los que recorren toda la trama y han de servir para resaltar los factores sentimentales que adquieren vida en la novela. este «adquirir vida» sucede si se logra hacer sentir al lector, no sólo informar de lo que sucede.
He observado que muchas poesías son narraciones sin más, con forma de poesía, pero sin metáfora ni ritmo. Puede haber sentimiento, pero no trasmitirlo.
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7 – IV – 2017. Me ha llamado la atención que en una de sus cartas Marcel Proust alude al cuadro Hombre del guante» de Tiziano, y muestra su predilección por el mismo. Nunca lo hube leído, y justo escribí un cuento sobre «el guante de Tiziano», cuyo protagonista busca a quien le haya gustado… y ¡qué casualidad!, en la realidad lo encuentro en un escritor de hace un siglo. Me ha parecido increíble y me ha emocionado. hay algo que traspasa el tiempo y une, que recorre espacios invisibles y sopla en la misma dirección. Hay algo que atrae, no sabemos qué, por más que lo buscamos con la palabra.
El cuento de Max Dairaux, «El sacrílego», uno de los escritores hispanos con los que se cartea Marcel Proust me ha gustado como historia relatada. La literatura salta de la historia que se narra y de lo que cuenta al sentimiento, cuanto más puro más profundo. Es el salto que da Proust y los demás de su entorno no le siguieron. ¿Cómo se hace? Más bien es: cómo se vive la palabra.
4 – IV – 2017. Vuelvo a pensar que la poesía es metáfora y ritmo. Lo demás es narración, por más que se verticalice su escritura. Me ha venido al pensamiento cuando he leído nuevamente a Jorge Guillén.
Cada persona tiene una lectura propia, que depende de su experiencia y de la vivencia que haya hecho sobre lo leído.
Me está gustando el libro de cartas de Proust a tres hispano. No es que diga gran cosa, sino sus sutilezas, su constante estar enfermo y haber leído su obra. Se va sabiendo, algo que al conocer al autor se puede suponer, que es la trasposición de varones en mujeres de su novela. saber que el juego de cartas recibidas y que crean confusión sucedió realmente. O la muerte de Albertina a caballo.
No obstante no creo que copie la realidad. me retrotraigo a mi experiencia de escribir la última larga novela en la que llevo años. Muchos personajes son referencias para anclarlo en la memoria y darle rostro. Por ejemplo el de «Pedrulo», su cara es la de su hermano, pero no son exactamente ninguno. Los personajes se disuelven en el ambiente de la novela y se va creando. Tampoco es exactamente lo que sucede lo real, sino que parte de una realidad en la que se enganche al lector y trasponer otra a la suya.
La idea de intimar con una mujer pensando en otra me la sugirió Dany, contándome su propia experiencia. Y Otras cosas que me enseñaba el auténtico Pedrulo, de quien tomo el nombre para el personaje ya indicado.
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