I

Si verte yo te viera
anidado en tu mirada
saber de tus palabras
sabiendo tus caminos
entre labios y los montes
queriendo que tu nombre
en un rincón invisible
sean los versos en flor
y acurrucado en tu nido
es corola encendida
los pétalos de tu voz
es tu canto que me mira
son los ratos que pasamos
en los versos de jardín,
son las olas, son el viento
los nenúfares del sol
en un estanque que refleja
tu palabra, tu candor.
Es tu mimo, es tu aroma
es tu cabello encendido
es tu presencia la flor.

II

Tus perlas
en las olas
de un mar
de coral
caídas al viento
sin la geometría
irradian la dicha
de los faros en vela
que acurrucan las dunas
donde la arena flota
y bailan los duendes
en tu gesta de hermosura.
El verdor de tus labios
es aroma
de un bosque
a la vista incendiado.
Principita
que sales del humo
haces de tu monte
una fuente y un lago
descubriéndose entonces
que eres tú toda tú
la flor una flor
de transparente color.
Una mano la deja
en su lugar de brisa
¡berdevento!
Otra palma acaricia
el pétalo de su mejilla.

III

Si los versos fueran pincel
y tus labios la amapola
pintaría el retrato de tu aroma
en el eco de un trigal.
De color crema pastel
y canela aderezada
el contorno de tu rostro
pegado el pincel al tiempo
ser los versos laberintos
de las palabras perdidas
y de colores que vuelan.
Verdes ojos
de un mar de algas trasparentes,
una cara invisible
convertida en un paisaje
incendiados los colores
de tus olas de cristal
como hilos ondulados
es un barco reflejado
¡una barca de papel!
que amanece entre tus labios.
Sueño y palabra
de quien es beso y quimera:
La Principita.

IV

Es el cuerpo un átomo
de alma,
tranquilo, sereno y bravo
escondido entre sus ríos
enseñados al sol
como dos bolas de miel
convertidas en poesía.
Se deslizan y escurren
los besos al vaho
para gritar el eco de tus labios
vestidos de verso
con rimas que flotan
bajo la seda del viento.

V
Atilón y Atlas y Venus,
Zeus y Afrodita y Poseidíon
han quedado sin palabras
fuera de toda prosa
y olvido
Y una sirena blanca
como rosa anaranjada
inventa versos
que nunca encuentra.
Camina como las espigas tontas
al son de Atilón
formando a su paso el Siroco
que levanta el polvo del camino
y su vestido es bandera
de nada, de las luces verdes
estampada de flores
y en el monte esperando, esperando.

VI

Somos una sombra ensombrecida
tejida de hilos de oscuridad.
Nos viste la piel el alabastro
mientras que el poeta esculpe carbón
que se hace palabrafuegopalabra
y la llama pinta de luz la oscuridad
de rescoldo y cenizas de soñar,
son lamentos del náufrago
en los besos desviados
del aroma del olvido.
Se hace viento, se hace alondra,
quedan la danza y el verso
para alegrar un instante.
Arden las libertades
y marchita la utopía
sumergido el Ser
en la existencia vacua.
Son las olas. Son las olas.
Y tú escondida tras la puerta
entreabierta del valle encapotado.
Miro por la ventana y el visillo
y es la niebla y la pradera.

VII.
EL VALLE DE VENUS

Cuando se abren las puertas del paisaje
entra el verdor de la brisa-aroma,
donde como la miel
recorre con su piel de perla
al atardecer con la imaginación
de quien busca los labios en los labios,
ante un estallido de luz
que cae en la boca del volcán
y la lava se hace sirope
mansedumbre de olas que erupcionan
entre las columnas inclinadas
con el eco y las ondas de mármol
se deslizan como gotas de sudor
y la palabra se hace gesto.
En ellas se deslizan las metáforas
para acariciar el aire que recorre
el firmamento de tus ojos regalados
para que, al fin, se cierren
y ver la brisa y ser el viento
y la luz acabe y llegue
a bañarse donde el río
que surca el valle.
Respirando, respirando,
respirando
para derretir el beso
y el abrazo dormido
sea una escultura de sal
y se quede sumergido
en aquel lugar que susurra.
Que respira,
que respira,
que se abre,
que se abre,
que se besa
que besa y versa
con la luz.

VIII
DE LA MEJILLA A LOS LABIOS

Deposite mis labios
en tu mejilla, en parte hielo,
acaso fuego escondido
y el aire se desnudó
saliendo del caparazón
con su biso de canela
y el resplandor de las llamas
con su cocina de fuego.
Se abrió la valva
como si fuera el pétalo
de una flor del azafrán
reflejada en el umbo del umbral
de las mareas del agua y sal.
Quedó desnuda la mejilla
a la vista indecorosa del deseo,
cual de un niño el caramelo
y dejar que Atlas de rodillas
sujete tu sabor para siempre
con la mano acariciada de ambrosía
junto a dos columnas,
entre dos ríos y una fuente.
Y la imagen desnuda
con tu nombre sin ropaje
tentación y amor.

IX

Surcaré de verso de cascada anaranjada
con un barco que navega las fuentes.
El vértice ilumina azul un cielo rosado
de hielo ardiente
mientras que pompas de jabón
se evaporan en poemas
en los que palpitan flores.
Los pétalos suspiran
a la vez que los caballos relinchan.
Suena el martillo del eco.
El reloj roto, las olas quietas
y una caricia en la mirada
y decir te quiero
y decir nada.
En el fondo somos
un túnel de tiempo
hecho de infinitos abrazos
efímeros y a la vez arena
difuminada en el paisaje
y la palabra duerme, ¡duerme!
sobre la duna de un sueño.

X

A la muerte vamos muy despacio.
Muy despacio.
A no ser que nos arrastre
y nos lancé al aire.
Vamos sin saber adonde
dormido el tiempo
que respira en los pasos
y vuelan aves de amores,
nubes de fuego
y las hogueras gritan
contra voces de colores
y el tic tac invisible.
Vamos muy despacio.
Muy despacio,
apoyados en la nada,
arrastramos la cordura.

XI

Cuando veas que unos ojos flotan en el aire;
Cuando una sonrisa ilumine noches enteras;
Cuando la piel sea una catarata de luz;
Si las manos vibran y se derriten al sol;
Si al andar es un péndulo sin tiempo;
Si su voz es un latido que nace en la garganta;
Si cuando llora se hace fuerte
y, sin saber, deja hilos de vuelo,
esa es la golondrina.

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