Uno de los parajes naturales más hermosos de la provincia, cerca de un núcleo urbano, lo han recalificado como terreno urbanizable. Está amenazada sus existencia. ¿Se puede traducir todo en dinero, especialmente la naturaleza?. Se convocó un recital poético junto a exposiciones de fotos y actos para hacer ver el valor ecológico, estético y vital de esta laguna, llena de historia y de belleza. Como dijera un indio, como consejo al hombre blanco:
«Matad el último pájaro
pescad el último pez,
eliminad el último río
y veréis que el dinero
no se puede comer».
El crepúsculo
no tiene cielo,
carece de aire,
de su color rosado
porque no hay miradas
que se asomen.
Han sido encerradas
entre hormigón y asfalto.
Los patos no tienen charca,
las aves que emigran
no saben qué pasa.
Una nube gris y negra
ha hecho desaparecer
el espejo de sus plumas.
Han caído una por una
las flechas arboladas
erguidas en el tiempo.
El tronco torcido
ha quedado sepultado,
las hojas ya no aplauden
unas con otras,
han sido ordenadas,
uniformadas en jardines
y formadas en fila.
Las puertas de ramas secas
dejan de abrirse y cerrar
porque ya no hay sendas,
ni caminos en flor
ni hierba.
Queda el olvido.
Viviendas enrejadas en relojes,
sonidos de monedas
y maniquíes que dan órdenes,
robots que las cumplen y marionetas
que legalizan la destrucción.
Queda la palabra que dice no,
la palabra que señala auroras,
el verso que canta y trina,
los renglones que sirven de escudos,
el grito que lanza teoremas de paz,
ecuaciones de imposibles,
letras enramadas que trepan al sol.
Queda dibujar una sonrisa,
retratar los juncos,
dejar que la mirada nade en la laguna,
respirar cada paso en las Carrizas.
Queda ser árbol entre árboles,
el arrumaco de la mano amiga,
los paseos perdidos
entre sueños de carrizas:
«unidos por estar juntos,
como dos juncos.
alados
por ser amados«,
porque en cada rincón
hay un mundo
y un Amazonas.
Cada lugar bonito
es un átomo de belleza
y de vida
y quienes siembran la muerte
y la riegan con monedas
son trozos de cristales rotos
que sólo ven su sepultura
entre ladrillos que matan.
Nos queda lo último,
la última laguna,
la última mirada que se pierde,
la última corola de dignidad
y toda la versura queda por delante,
empalizada de gestos
que eviten decretos, certificados,
locuras de monstruos
que invaden la vida,
estrujan los corazones
y enlatan horizontes,
condecoran mentiras,
cada tiempo,
cada tecla apretada.
Suena el piano.
Imágenes musicales.
Canta el aire
en el violín y la trompeta
el dibujo de reflejos entre ramas,
troncos, orillas, hierbas, juncales.
La música se queda muda
si no tiene laguna,
si no hay espacio para escuchar,
y se llena de bocinas
y ruedas de caucho.
¡¡Ciegos de vida,
ladrones de amor,
asesinos de bellezas infinitas!!.
Una bomba de versos,
puños floreados en piel de aromas
en marcha para ser hojas,
riachuelos,
atardeceres de beso
y caricias de ramas,
tierra mullida en la que galopa
el vuelo de manos aunadas,
palabras abrazadas
que mecen las Carrizas.
Nacieron de la mirada
forjada en tradiciones y trabajos
adquiere valor
en cuadros de pinceles
que son batuta de coros
y orquestas que vuelan
sonidos perennes.
El aroma postizo,
las praderas de silicona,
los edificios tumbas
no tienen lugar,
sólo en la mente del monstruo
que al verse a sí mismo,
reflejado en el agua
de una laguna de versos
cerrará los ojos y se irá.
Y brotarán florecillas,
al esquivo aire entre zarzas,
una sombra escondida,
un beso que vuela,
gotas del arco iris que aletean
y los patos seguirán flotando,
y pasarán orgullosos por su lugar
hecho paisaje de oro nieve verdor
para bailar con las miradas
acariciar poemas
y corazones convertidos
en latidos de la vida.
Las Carrizas son un corazón
del pueblo, su ser,
espacio de gentes,
tiempo esculpido de recuerdos
y paseos aún por dar
en las Carrizas siempre.
Somos juncos de sus versos,
aves de miradas,
ramazón y cestas.
¡Las Carrizas se quedan!
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