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(Este poeta comienza su poema preguntado

¿Sabes quién es la negra dominga?”)

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Sí, yo sé quien es la negra dominga.

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La que llega a la orilla

con sus manos de arcilla

es su piel que brilla

su presencia que pringa.

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Yo sé quien es la negra dominga.

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Sé que lleva en el bolso

el peso de alba lucera

que al verme cambia de acera

con su andar y direte meloso.

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Es la negra dominga, sí.

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Esa que llama al hablar

que duerme despierta a la espera

de su jinete y quimera

que va al baño por fin a soñar.

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Es la negra dominga que baila tumbada

impaciente a que lleguen tambores al bosque,

colocada en la estera abre sus compuertas

sumerge en los brazos ya rotos

los gritos callados de lazos descalzos.

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Es quien sonríe sin dientes marfil

 de aliento sedente y calma con fuego

sin cabriolas ni  oro a cuestas

de soledades fingidas que inventa su historia

 érase una vez tantas formas de contar y ser.

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Quiere caricias cual sus poros rezuman

sin llegar Eneas, ni Ulises ni el tonto de la esquina,

vale cualquiera que suba a su monte

ella espera vientecillos de nube y duende.

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Esculpe las formas de hermosura

que expande de besos negrura

y su rosa brillante

se hace diamante.

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Yo sé quien es la negra dominga

y la serpiente de la que habla el poeta

y de sus zarpazos de golpe el zapato

de los versos enjaimados,

de los besos enjaulados,

de la tinta y su oleaje.

Yo sé.

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Sé que cabalga alegre en su labor cotidiana

perdida en la jungla se hace furiosa

es al coger la estrella cuando se hace galana

en ramaje torcido de una selva mimosa

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Carece de voz con collares de perlas

no tiene dientes de agua y marfil

ni juega a encuentros de ajedrez alfil

en pies cuelga la soledad al tenerla.

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Sé quien es la negra dominga

que me empapa y aplasta

cada vez que en la alcoba

se cierra el telón.

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¡Si supieras negrita sin nombre

quien se acerca para ser otro hombre

y rendir a tu vera el rostro

que en tu pecho posados es otro!

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Es el canto que canta

el cántaro lleno

el cancán de los laureles

el candelabro y su llama.

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La aurora que mana

el soplido del mirlo

el reloj que levanta

es: ¡la negra dominga!

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El sabor de la mañana,

el calor del invierno,

la mano que escribe

invisible tu pasión salada.

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¡Sé quién es la negra dominga!

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Licencia Creative Commons
A la negra Dominga de Rubén Dario por Ramiro Pinto se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://ramiropinto.es/escritos-literarios/poesia/negra-dominga-dario/.