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(Para el acto poético “Mujer y revolución”, en favor de las Juntas Vecinales. 28 – IX – 2013).
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cuyos habitantes
quisieron quitar el aire
porque les molestaban
las moscas y los mosquitos,
los pájaros se comían el trigo
y picoteaban las cerezas.
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Decidieron los paisanos
quitar el aire del pueblo
y de los alrededores.
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Desaparecieron las molestias,
sólo que tuvieron
que trabajar más
y repartieron el empleo
para que todos tuvieran aire,
el nuevo aire que había que pagar
porque lo guardaron
en bombonas de oxígeno
y para mayor progreso
y desarrollo rural
construyeron una fábrica
de bombonas de O2.
decidieron quitar el aire
hasta muy lejos del pueblo.
Así no habrá contaminación,
dijeron para exportar bombonas.
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Un día una vecina
quiso volver a respirar.
En el aire está su tiempo
que ya todos los demás
se olvidaban de su historia,
en el aire está su mundo
y es el que respiraron
amigos y seres queridos.
Se quitó la bombona
y respiró.
Creció su sonrisa
al ver que pudo respirar.
El aire había quedado en el aire,
pero al pasear por el pueblo
la detuvieron y encerraron:
¡¡¿de qué va a vivir la gente?!!,
gritó el alcalde enfurecido.
El alcalde dio la orden
de fabricar más bombonas
que tuvieron que llevar acuestas,
día y noche, ¡a todas las horas!.
Ya nadie Cosmoscultivó las tierras,
¿quién iba a hacer los surcos
con las bombonas a la espalda,
que su peso la dobló?.
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Cuando la señora iba a ser juzgada
los habitantes vieron recta a su vecina
y supieron que respiraba
sin necesidad de una bombona,
ni tubos ni mascarilla,
que apenas pudieron hablar,
ni tan siquiera un beso lanzar
y quisieron que volvieran
los mosquitos, las moscas
y los pájaros, el trigo
porque ya no hubo cerezas
cada vez les pesó más.
Sin mosquitos se fueron
los peces del río,
se llenó el agua de negrura
para hacer más bombonas.
No pudieron elevar la vista
y dejaron de ver las nubes.
Los caminos quedaron vacíos.
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Cuando la señora dijo,
al ser juzgada mas no sojuzgada:
“¡podéis respirar!”.
El juez la condenó,
pero la gente del pueblo
se quitó la mascarilla,
se miraron unos a otros
y empezaron a recitar poesías,
sin poder dar crédito
la locura que vivieron.
El juez se marchó del pueblo
y el alcalde se encerró
en la fábrica de bombonas
que llamó «Diputación».
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gritó la señora
que fue condecorada
cuando todos se reunieron.
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Érase una vez un pueblo
donde sus habitantes descubrieron
que les habían engañado…
tomaron la voz que les quitaron,
respiraron el aire y las nubes.
Esta historia está aún por escribir.
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Pueblos sin aire… por Ramiro Pinto se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.