( Amadís vestido de caballero medieval, con su espada en mano y el escudo de campo de oro y dos leones violáceos enfrentados uno al otro)
Yo soy Amadís de Gaula
encerrado en una jaula.
La del olvido ceñido,
destierro en literatura
y en la auténtica hermosura.
Fuera de modernidad alguna
vengo a conquistar
del pensamiento el presente
con un pasado en mi frente,
usurpada es a mí la verdad,
y al mundo entero.
Quiero explicar con esmero
aquello que hablar yo quiero
que son vilipendio y quimeras
de unos falsos galanteos.
Soy Amadís de Gaula,
de Garci Rodríguez de Montalvo.
Espejo y flor
de todos los caballeros,
del mundo habidos
y por haber.
Que si fama y gloria se olvida
queda su sombra
que camina si se nombra.
Hice peleas
por doquier
ahuyentando la infamia,
el abuso y el poder.
Y vengo a pedir
que el año dos mil ocho
se celebre mi quinto centenario
pues debido es
y aún más es necesario.
Así libraré otra batalla
contra el tiempo
ya que me llamaron
Amadís sin tiempo,
flor y espejo de todos
los caballeros del mundo.
El mejor para servir a Dios.
Y lo digo con toda intención,
yo, hijo del rey Perión
y de la muy reina
llamada Helisena.
Los cuales diez días
folgando cada noche
me dejaron en el río,
pues la ley era contraria
a descendencia tener
sin el veredicto ajeno
al placer cual hoy se unieron
el alma al tiempo
y el cuerpo al sillón.
Mas por eso he venido
con mi espada
y mi palabra.
He quitado tuertos
y desaguisados,
especialmente a dueñas
y doncellas.
He cortado carne de mis enemigos
a muchas partes que fui.
¿Y no se maltrata hoy a la mujer
sin caballeros que las defiendan
sino una simple ley?
¿No hay violencia en la historia
y en la imagen que se ve
por doquier?
Y soy yo el medieval,
quien atrás quedó
de la palabra y el tiempo.
He venido a denunciar
a Miguel de Cervantes
de palabras errantes
que no leyó mi final.
Y a un caballero andante,
Don Quijote de la Mancha,
que sí lo hizo y enloqueció,
más no por ser animoso de lectura
sino le faltó la cordura
por hacerle castigar
con una espada castrada y pura
para poder catar la dulzura
y mentir a Dulcinea
y de aquellas mieses
que de siglos derivaron
los males que se trataron.
Yo fui turbado de placer
habiendo ella otorgado su voluntad
y catarla osé en la hierba
pues folgar es en la foresta
que dio a Esplandián.
Así a Oriana hice dueña,
la más fermosa del mundo.
¿Y quién diría hoy
quiero daos mi amor
a no folgáis mejor conmigo
que en ese lecho no solo?
Y nació Florestán
cumplida su voluntad,
la de la hija del conde de Selandía
y mi padre, rey Perión.
Mas Oriana fue odisea
Iliada de toda una historia
que yo os haré creer
pues así fue y pasó,
que escrita quedó
aunque perdida
y sin memoria de ser
pues fue leída en abundancia,
hasta que se tergiversó.
Yo que pasé angustia
por su ausencia
clamó ella de ser herida
de punta de espada mía
por el corazón
y me acusó de ferirla.
Su padre prometiola no casar
su amor contra su corazón
y a la espera de acercarme
me alejé de
aquella princesa
para ser Beltenebrós,
el bello triste.
Y nos perdonamos
un día que me escribió
al buscar en la distancia
lo que la cercanía escondía.
Por ella la fama y gloria.
Por mí caballero andante
más no la que mancha el alma
ausente la dulzura
pues es Gaula tierra viciosa
de caballeros caballos
que no caballos caballeros
que las más mujeres
nos hacen ser lozanos
y orgullosos.
Ocho días estuve en el castillo de Miraflores
y de aquel ayuntamiento
Oriana preñada fue
y de tales juegos la ganancia,
del que ya dije es Esplandián.
Tanta aventura
y desventura
se hacen buena ventura
cuando la historia
llega a plantar su cara
y su escudo de bandera
al rey Lisuarte,
quien dio a casar a su hija,
amada y bella en mis manos
al Emperador romano.
Yo que defendí
con mi vida su reino
aquel mal Emperador
quiso darme temor
al decir hacer de mi testa
su corona.
Salieron en bagatelas
y en barcos de vela
llevados al viento en tela
para llegar a Roma
donde el poder asoma.
Mas al grito de
«¡Gaula, Gaula, que aquí es Amadís!»
salí con mis preclaros tras ella
persiguiéndole a él.
Escuchad, pues, esta historia
que os ha de traer lección,
para acabar imposturas.
Corté, sí, cierto es
la cabeza a su enviado.
Y el mismo Emperador vino
para buscarse a Oriana
y emboscársela mañana
con sus más de diez mil soldados
a caballo y ricas armas,
juntando a él el rey Lisuarte,
el de Suezos y Cildadán.
Y conmigo Landín de Irlanda,
mi padre el rey Perión,
el rey Laradán de España
y Sextiles de Costantinopla.
¿Es que ya no hay guerras?
¡Ni paz podrá haber!
sin que nadie haya
que vea a Oriana,
como yo la vi
y me tremieron las carnes
y también el corazón
con el placer de ver su fermosura.
Una batalla cruenta
dura y cruel
en que murió el Emperador
y de nuevo se nombró
a un otro: Arguisil.
El horror de tantas muertes
y peleas entre cristianos
debía de hacer la paz.
¿Mas cómo?
Y ¿cómo la paz se hace?
¿No es misterio que aún pace
al día de hoy que nace?
Y yo he venido a conquistar
paz y luna,
la piel y su textura
con mi espada y mi palabra
al contar
lo que la historia ha tapado
pero siempre fue contado
para ser distorsionado,
¡vive Dios!
sin la mano ni el soldado
que la lanza se partió
al llegar a un remolino,
pero yo os contaré lo que vio.
El Emperador pasó a su tienda
conmigo para dormir,
en una sola cama
en la que nunca una hora
fuimos partidos en uno.
Lo juro.
Mientras, los soldados jugaron
y burlaron en cosas de placer
lo que hoy está por ver.
Yo os reto a que escuchéis
como el viento de la historia
no es posible imaginar
algo semejante hoy.
¿Un misil con una horca
para matar a la muerte?
¿Un coche bomba
y un diálogo de paz
para hacer el amor en paz?
¿O es acaso tanta pompa
el ala de un ave rapaz?
Llevé de la mano a Arguisil,
lo digo,
para ante Oriana
dejarnos ver.
Y ante ella se inclinó
por ser yo,
dijo,
señor de mi tierra
y su persona.
¿Y esto no es ser caballero?
¿Dónde hoy queda alguno?
Que son caballos de ruedas
los que aplastan al enemigo.
El Emperador quedó con Leonoreta
de Oriana hermana y veleta.
Hasta la boda folgar
ir al monte y a la caza.
Mas Urganda que miró
a Oriana y Briolanja,
Melicia y Olinda,
abrazadas una a la otra
y con ellas quedó
fuera de sentido de placer
que juntas todas salieron
a ver a sus comedidos
que a encontrarlas fueron
y más lozanas las vieron
y con la fermosura crecida.
Y la fea de Grasinda
mostró más de lo que de mujer se espera
para que Cuadragante la tomara
para quererla y amar
por un tacto de sabor.
Por ser amados
y armados
las hicimos dueñas aún más
y placer hubimos
y el Emperador se fue en paz
y es el destino mucho amor y placer
al cabalgar y folgar
que nada más fuerte hay
ni mayor ha de ser
que el corazón unido
de mujer y de varón
con la fuerza de un león,
que soy Caballero de Verde Espada.
Yo os reto mundo de hoy
¿adónde la modernidad?
¿Y la prosa de Vernasdky
y de Willhein Reich?
De palabras campaceras
que se pierden bajo el sol.
Yo, Amadís de Gaula,
reclamo mi centenario
y ser leído hasta el final.
El treinta de Octubre
del año dos mil ocho,
para vencer a Pinocho
que con la prueba del ocho
hace la historia de hoy,
os reclamo, estéis donde estéis,
a levantar la verde espada
contra la vileza del corazón,
contra guerra y ambición,
la falta de corazón
inundado de negrura
y de monedas carmesí
que estallan en baja imaginación
bruma de conciencias
incapaces de pensar en suma unión
más allá de una nación
de Emperador y su enemigo
en que gocemos y folguemos
para defender la floresta
que tanto hoy se destruye
como antaño ya facieron
los que a mí me destruyeron.
Vengo a contarles hoy
lo que les han ocultado
para hacer de lo castrado
y vilmente aplastado
un mundo virtual
donde la dulzura es metal
y la carne se hace ley.
Lo cual podéis leer
como hicieron otros muchos
y sabréis lo que es amar,
la paz, la lucha,
la aventura
por ventura
y fermosura.
Yo soy Amadís de Gaula
y he venido a defender mi historia
contra el viento de la Historia
contra la oscuridad del alma
que hoy reina.
Y venceré.
Porque no hay retraso
en el tiempo
sino en la palabra
escrita e imaginada.
Que hoy cabalgan
las letras fantasmales
encerradas en las jaulas
lejos del lugar de Gaula.
Pero quedaron mis huellas,
sin que nadie lo encomiende,
tan sólo se sabe algo
de imposturas.
La mano se da en saludo
para mostrar desarmado,
así a la mujer el acercamiento a la mano,
para fisgar si esta libre
de compromisos medidos.
Más es tras de mí
que se inventó el abrazo
para acercar los cuerpos
en son de paz y amistad
y el saludo del beso
de mejilla con mejilla
entre sí de las mujeres
y yo no lo patenté
sino dejar que volara
la caricia con la piel.
Mas ¿quién reconoce hoy
este acertado invento
que nos hace ser firmamento
del uno con el otro
ser uno?.
Y usándose se siguió
más allá de la censura
que logró apartar mi historia
que por rodar es noria
y vuelve Amadís de Gaula.
¡Viva Amadís de Gaula!
¡Viva el amor
el placer y la folgura!
Mas no de belleza
que por carecer de alteza
tan sólo en la vida pace
cuando al mundo nada hace.
Luchemos contra la mentira
convertida en un molino
y contra la mancha esparcida
unamos los corazones.
Acariciemos a aquellos
que arrebaten nuestra paz
y ensucian el aire
y nos dejan sin mañana
que lleva sonrisa de Oriana,
su piel tan cercana
como la ola y el mar.
Yo soy Amadís de Gaula.
¡Gaula, Gaula, Gaula
viva Amadís de Gaula!
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