
Según Doris Lessing “escribir acerca de uno mismo es escribir acerca de los otros”. Y para Pío Baroja “si quieres ser un escritor universal, escribe sobre tu pueblo”. Ambas sentencias las ha cumplido la autora de este libro. Con un lenguaje llano y directo, sin pretensiones de florituras ha comunicado su poesía al lector, una escritura que es su manera de ser, sí.
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Dicen que el estilo es el autor / la autora. Aunque quien lo lea no conozca a quien ha compuesto tanta poesía macerada en el tiempo, percibirá que cada palabra es ella, con sus seres queridos, cercanos y los ausentes. Habrá comprobado que se acurruca en lo que ha compuesto y brinda con cada verso. Sin abstracciones, sino desde monólogos con personas a las que señala, para que cuando abramos el libro se pueda entender que cada ser humano también estamos rodeados de gente a la que dirigir la mirada.
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La lectora / lector sacará su propia experiencia, habrá saboreado las gotas de poesía que salen como chispas y crean ondas igual que cuando una piedra cae sobre el agua de un estanque. He aquí el Haiku como átomo de una poética que recoge esta poeta. Cada cual descubrirá un aspecto diferente en sus versos, que quien los ha escrito llama “del alma”. Lo que yo puedo contar, a modo de compendio de esta obra, es que me ha parecido que convierte ese tiempo vivido y soñado por ella, el que esconde y a la vez proclama, en un paisaje que describe de la misma manera que si anduviera tranquilamente por él, con sus soledades y añoranzas, con su acompañamiento y gratitud.
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He vuelto a leer el libro. Resulta que me doy cuenta de que Carmen forma parte de ese espacio artístico que describe desde su interior, desde su ser: Su ser madre, su ser hermana, su ser hija y ser de ausencias, su ser hecho sentimientos, de ser en la amistad, su ser a lo largo del tiempo y resulta que sus pasos dejan huella en cada poema con sus letras dibujadas-escritas.
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Lectoras, lectores: No cerréis el libro, dejadlo abierto para que cabalguen todos los versos del mundo y los tuyos, y los aún por escribir, porque son huellas y alma, como ese caballo del que habla el prólogo y que aparece en varias páginas. Permite que cada hoja escrita vuele, porque la poeta ha lanzado su escritura y ahora su poesía es viento.
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