Para Baltasar Gracián hay tres maneras de adquirir cultura: viajar, observar y leer. De las tres, la última nos permite tener en cuenta experiencias de otras personas que han viajado y sobre lo que han observado y reflexionado.
Ya en tiempo de los griegos, y de los romanos después, se diferenció entre leer y estudiar. Lo segundo es para adquirir conocimientos y tener cultura, de manera que para estudiar leer es un medio para dicho fin, una herramienta. Leer como distracción, más allá de un entretenimiento simple, nos hace ser, ser cultos, ser más profundos, de manera que las lecturas formen parte de nuestra manera de ser.
Leer nos sitúa en una perspectiva más amplía, lo cual no es fácil, sobre todo porque puede resultar inútil en nuestra sociedad, en donde funciona mejor la impostura y la superficialidad de las relaciones humanas. ¿Para qué quiere leer un político actual o un ejecutivo? Si leyera dejaría de serlo. Hay un alcalde que presume de no haber leído nunca ni un libro y que gana mucho dinero. Y no le importa quitárselo a los demás, por ejemplo lapidar el patrimonio público.
¿Leer ayuda a triunfar? No, es mentira. Ayuda a ser más libre, a tomar decisiones más arriesgadas y diferentes al resto de la sociedad, porque se tomarán desde partes más profundas de nuestra personalidad. Leer no vale para nada. No tiene valor de uso, ni mercantil. Nos hace ser más lo que somos, nada más. Nos permite no ser idiotas (idiotes), o sea no pensar sólo en nosotros mismos, según explica Juan Manuel Argües en su obra «Filosofía contra la sociedad idiota».
Para Sartre el mundo se descubre por la lectura, los viajes, la pasión y la conversación. Dice que no tuvo libros en una etapa de su vida, pero luego sí porque le gusta tocarlos y contemplarlos, algo que con la lectura virtual se pierde, una sensación de contacto con eso que se está leyendo. Le influyó la lectura de tres autores, Kafka, Flaubert y Proust. Éste, en su obra «En busca del tiempo perdido«, contempla la lectura como una dimensión propia en la que vivir, porque su obra o se vivencia mientras que se lee o no dice nada, sino una secuencia de historias de amor, cuando es la desnudez de un sentimiento. Para él escribir es «espejear», un proceso para que el lector se mire, se vea. Respecto a leer escribe: «mi interés por la lectura fue algo mágico, como u profundo sueño«.
Otra cosa diferente es la lectura mecánica para adquirir lenguaje, lo cual es importante para articular el pensamiento, a través de la palabra. Cuantas más, más posibilidades para combinar ideas. Pero leer, como lectura en sí misma, es un proceso más intenso, que forma parte de la vida del lector. Leer forma parte de nuestra vida, porque nos plantea interrogantes, nos permite ver más puntos de vista de las cosas y de las situaciones y con más perspectiva.
Cuando leemos una noticia forma parte de la imagen de una realidad que nos formamos, pero puede haber diferentes puntos de vista y diversas realidades dentro de una situación: realidad histórica, económica, social, psicológica, emocional y demás. Leer nos da la oportunidad de construir realidades, no sólo imaginarias, sino posibles cambios de lo real, que nunca es inmóvil. Sin lectura, con la mera noticia sucede lo que Baudrillard llamó «el asesinato de la realidad«.
En su obra «Fortunata y Jacinta» Benito Pérez Galdós escribe al respecto: «La lectura es vida artificial y prestada, el usufructo, mediante una acción cerebral, de las ideas y sensaciones ajenas, la de los tesoros de la verdad humana por compra o por estafa, no por el trabajo«. ¡Y eso que es escritor!. Leer lanza a la vida, a asomarse y querer entrar a la parte que no se ve directamente, lo que podemos llamar la cara oculta de la vida. En la obra aludida de Galdós, Juanito Santa Cruz lee bastante, lo cual le va a influir en su manera de ser. Ana Karerina, la protagonista de la novela de León Tolstoi, ve otra dimensión del amor mientras que lee una novela. También en la novela «El amante de lady Chattterley, de David Herbert Lawrence la protagonista lee al igual que su marido y observamos una costumbre que aparece en otras obras que es la de leer en voz alta a la esposa o hijos, como en el cuento «Mi abuela Millard» de Willian Faulkner.
Según Virginia Woolf en su obra «Una habitación propia»: «Leer equivale a operar nuestros sentidos de cataratas, después de leer vemos con más intensidad».
Leer ilumina un espacio interior al lector, desde donde se puede ver la sociedad, a los demás, lo cual lleva a descubrir muchas cosas que desde lo superfluo no se ve, lo cual se convierte para algunos en el impulso de escribir. Según Voltaire en «El hombre de los cuarenta escudos» » lo mejor es fiarse poco de los libros, en tanto y cuanto hay que saber escoger, leerlos y luego no creer más que en las evidencias». Considera que la lectura fortalece el alma, cuando la conversación la dispersa y el juego la enerva.
Según Robert Musil «la literatura es el agregado de lectores y libros, siempre que los lectores elaboren su experiencia lectora desarrollando una crítica a partir de es elaboración». Leer no tiene nada que ver con la industria del libro, que atraganta de palabras al lector, que vende argumentos construidos en formato de libro, sin más trascendencia. Leer es buscar la palabra que nos falta, no la que nos dan. Por eso la lectura va muy unido a escribir y a conversar, a hablar con los demás. Alguien dijo que escribir es leer dos veces. Pero leer por decir que se ha leído tal o cual libro, sin más, para pasar el rato como quien toma una caña en el bar es igual que las aventuras de Calleja, una exhibición vana. Y eso es lo que se lleva, lo que vende.
Por esto es muy importante recuperar la lectura, lo que quiere decir tiempo para leer, no las sobras del mismo, no el rato suelto. Sino tiempo para nosotros, para vivir, porque leer es vivir, no pasar el tiempo. De ahí su profundidad. Para el poeta croata Luka Bragnovia abandonamos la lectura por pereza mental. Y es que el cine, la televisión no sustituyen la lectura, porque sus imágenes mentales nos dan una forma unidimensional de ver el mundo. Leer es un acto creativo, que está vinculado al pensamiento, porque en la lectura interviene la personalidad del lector cuando saborea la experiencia de leer. Con la lectura nos formamos, no es algo que pasa por delante de nuestra vista. El escritor Xavier Tusalle dice «la lectura esculpe el cerebro«.
Hay a veces referencias a leer con cierta desconfianza e ironía, pero es cuando se leen los textos al pie de la letra y leer se convierte en una obsesión, una especie de carrera de lecturas una tras otra para una erudición que a veces convierte al autor y al texto en una teoría sin más, como lo recoge Félix de Azúa en su obra «Diario de u hombre humillado» en el que podemos leer: «durante la juventud se deposita una fe africana en los libros, se leen con exaltación de monja salmantina, llegando incluso a la penitencia.. por el mero ritual de haberlos deglutido». Y: «Creen que los libros son fármacos capaces de transformar las condiciones químicas del alma produciendo un precipitado benéfico para lo que comúnmente conocen como «inteligencia». Y de hecho es así, he ahí el enorme peligro que representa». Comenta que la lectura es como un estiércol que excita el crecimiento ya de por sí vivo y autónomo, el exceso quema los brotes, por lo que advierte de leer como «una ascética gimnasia cerebral» que lleva atrofiar los brotes y pone de ejemplo la necedad de muchos profesores que «están toda la vida tragando estiércol».
Leer es fundamentalmente, también, comunicación. Paul Auster comenta: «la literatura es esencialmente soledad y, pese a todo, el acto de lectura permite una comunicación profunda entre los seres humanos«. Leer nos permite comunicarnos con otras personas más allá del tiempo, a un nivel más intenso que la simple conversación rutinaria. Podemos comprobar cómo con una misma persona nuestro nivel de comunicación varía si escribimos a mano una carta, o lo hacemos con un mensaje por Internet u oralmente. No es igual por teléfono que sentados a una mesa frente a frente. Los sentimientos se escriben y se manifiestas de manera distinta a como se expresan hablando, por eso es necesaria la lectura, leer poesía, escucharla y contemplar el teatro y leer novelas y ensayos. Leer. Leer es una función intelectual, como lo es respirar para el cuerpo.
Quien haya leído «Los miserables» de Víctor Hugo no verá igual una noticia de un robo o un asesinato, que quien no. Y un juez que lo haya leído juzgará más cosas que las que han sucedido. Quien lea el Quijote de Cervantes podrá rescatar su estado de enamoramiento, que queda oculto en la vida cotidiana y no sabemos lo que es, pero que se puede entender al seguir con la lectura de los poemas de Rimbaud, de Gustavo Adolfo Bécquer, de Boudelaire, de Allan Poe. Y esto nos llevará a leer «Amadís de Gaula» de Garcí Rodríguez de Montalvo, para saber ser héroes y luchar por lo que creemos, como parte del placer, y descubriremos cómo la literatura ha secuestrado y callado muchas obras, ayer y hoy, y ha creado una impostura de la que no se habla ni apenas se lee.
Por ejemplo la desaparición del cuerpo en la literatura durante cinco siglos, hasta que lo recupera James Joyce con su novela «Ulises«. Y sabremos también con Henry Miller que la relación del cuerpo y la conciencia es algo complejo, que si no lo leemos en las profundidades del alma o de la mente, ni nos lo planteamos. Leer es leer entre líneas la vida.
Con «El cuarteto de Alejandría» de Lawrence Durrell veremos una misma historia desde cuatro personajes y con cada cual la misma es diferente. Y vemos como el amor interviene en la realidad. Y al leer las tragedias griegas nos parecerá que hablan del mundo moderno y de nosotros en la actualidad. Definen lo que nos sucede de manera precisa, lo cual nos da perspectiva para pensar y vivir de manera diferente. Y sabremos cómo se vende la vida, el alma al diablo, al leer «Fausto» de Goethe o el de Marlowe. O «Mefisto», de Klaus Mann, donde podemos ver el prototipo de poeta subvencionado de los que dan cursillos y alejan a los demás, o dramaturgos que lo son de carteles que apartan a los autores de alma para hacerse famoso en la vanidad de la nada. O el «Doktor Fausto» de Thomas Mann. Y su otra obra «La montaña mágica», que nos lleva a la discusión entre la tiranía y la libertad.
Nos entrarán ganas de leer los siete tomos de «En busca del tiempo perdido» de Proust, quien en el tomo «La prisionera» de la obra «En busca del tiempo perdido» escribe: «Leyendo obras maestras nos complacemos en encontrar en ellas todas las reflexiones nuestras que habíamos despreciado, alegrías, tristezas que habíamos contenido, todo un mundo de sentimiento desdeñado por nosotros y de cuyo valor nos informa de pronto el libro donde lo reconocemos». Y que en el último tomo “El tiempo recobrado”, hace referencias a la lectura como un hecho físico en sí y como algo que perdura en nuestra mente: “Un libro que leímos, no sólo permanece unido para siempre a lo que había entorno nuestro; queda también fielmente unido a lo que nosotros éramos entonces”. El libro como objeto también forma parte de la ambientación a leer: “Los libros se comportan como esas cosas: la manera de abrirse el tomo, la textura del papel puede haber conservado en sí un recuerdo tan vivo de la manera que yo imaginaba entonces Venecia”.
Para Proust “el deber y el trabajo de un escritor son el deber y el trabajo de un traductor”, pero sobre todo entiende el arte, la lectura forma parte de esa relación íntima con el arte literario, la manera de ver multiplicado nuestro mundo: “Nuestra vida es también la vida de los demás”. Entiende que el estilo es una cuestión de visión de la realidad: “Gracias al arte, en vez de ver un solo mundo, el nuestro, lo vemos multiplicarse”. Afirma que el trabajo del artista intenta ver bajo la materia, bajo la experiencia, bajo la palabra, algo diferente.
En el tomo «El tiempo recobrado», Proust hace dos visiones, reales de lo que es la lectura: «La vida aprende a rebajar el valor de la lectura y nos demuestra que el escritor nos alaba no valía gran cosa«. Por otra parte, sin embargo: «La lectura nos enseña a apreciar más el valor de la vida, valor que no hemos sabido estimar y que sólo por el libro nos damos cuenta de lo fecundo que era«. Pero también escribe: «la vida aprende a rebajar el valor de la lectura y nos demuestra que lo que el escritor nos alaba no valía gran cosa«. Para este escritor la obra literaria es un instrumento óptico para el lector, de manera que «cada lector es el propio lector de sí mismo«. Escribe respecto a su novela que es una especie de cristal en aumento, gracias al cual da el medio de leer en sí mismo al lector. En el tomo «El tiempo recobrado» afirma que al leer se intenta salir del propio ambiente. Para este autor las novelas populares aburren tanto a la gente del pueblo como a los niños los libros escritos para ellos.
Todo lo cual hay que leer por nosotros mismos, pues no nos lo han enseñado en la asignatura de literatura. Leer requiere tiempo, sosiego, búsqueda, no un examen, no un horario y hacerlo obligados, deprisa y corriendo. Conozco gente que rechazó de sus lecturas «El Principito» por tenerlo que traducir del francés al español y hacer comentarios sobre él. Y luego lo recuperó para sí, al leerlo entre sus manos. Y lloró. Y sonrió.
Decía el escritor serbio, Milorad Pavic: «La persona culta mira los libros. El erudito mira al sabio y el sabio mira al cielo o a unas faldas, lo cual también puede hacer un analfabeto«. También se conoce como axioma de Emerson que los buenos libros reemplazan a la mejor Universidad. .
Se ha falsificado la lectura y no digamos escribir. Por eso hay que leer, leer apasionadamente para hacer que vivir sea un canto de libertad. Lo demás es sobrevivir. Pues como dijo Ortega Gasset y «vivir es más vivir» y tal intensidad la da leer, en las antípodas del dinero. Como escribió Rabindranath Tagore, «leemos mal el mundo y luego decimos que nos engañan».
Lectori salutem.