La participación en una secta comienza por asistir a actos esporádicos, que se organizan como reclamo, durante ratos libres. Si se continua interesado el paso siguiente es apuntarse a unos cursos. Fijémonos que en lo que está interesado es en la doctrina interna de las secta, que es algo que se desconoce en un primer momento. El recién llegado acaba convirtiendo una parte de su tiempo libre en dedicación total, al cien por cien de todas las actividades. Se llega a dejar el puesto laboral, la vida familiar, o disminuir el espacio vital para uno mismo y su entorno porque la dinámica sectaria exige interés pleno e impone una dinámica obsesiva.
El sentido último de militar es la dedicación absoluta, aunque sea de manera indirecta, a desarrollar los contenidos de la secta, primero en uno mismo, interiormente, y luego a los demás, mediante una acción proselitista. De esta forma el afiliado se implica algo irreal. En el ambiente laboral, en las relaciones con gente que no forma parte del grupo u organización se produce un fenómeno de camuflaje, se disimula el encuentro con la Verdad.
Las meditaciones, las emociones y la orientación de lo que hay que hacer y decir es dirigido por la doctrina de la secta. No lo hace nadie en concreto, lo cual es difícil de entender para quien no ha estudiado en profundidad el fenómeno sectario. Las sectas aplican una dinámica, una programación mental, que luego despliegan los adeptos en sus vida particular. Apenas dispone el nuevo socio de un espacio de intimidad. Éste es acaparado por la secta. Incluyendo la relación de pareja. En otras sectas este paso sucede de manera indirecta, de forma que hay una determinación o condicionamiento de la conducta que cada adepto acopla a sus circunstancias. En los grupos gnósticos no. Las relaciones sexuales de la pareja son definidas por la doctrina y forman parte del adiestramiento de los seguidores de Víctor Gómez, Samael Aun Weor.
La militancia en una organización sectaria es obsesiva y sus principios organizan la vida de los adeptos. Cuando se toma la decisión de implicarse más los lazos afectivos entre los miembros se hacen más intensos. Es más difícil de detectar la participación del adepto como algo dirigido desde la dirección de la secta, pues se da a entender que se trata de un grupo de amigos, que son reuniones informales, charlas, o conferencias pedagógicas. La militancia se diluye en una convivencia «natural» en el ambiente sectario. El proceso despersonalizador es más intenso en estos casos, porque el afectado no es consciente del proceso que sufre.
En una organización normal hay unos estatutos, unas normas sabidas y sobre las que puede intervenir o hacer ver que no se cumplen los objetivos o las maneras de actuar. En una secta se manipulan las normas, «evolucionan» a medida que se avanza en la dedicación. Para el adepto su vida íntima deja de ser personal, se convierte en una pieza más de la organización. Vida personal y secta se fusionan en una misma existencia. En los grupos sectarios se disuelve lo íntimo y la doctrina en una estructura psicológica única. Esto hace que la afección psíquica de los adeptos sea más peliaguda en los psicogrupos o grupos de dinámica sectaria.
Cuando alguien comienza a participar en los cursos de la gnosis el estudiante cree que va a aprender algo, espera conocer nuevos amigos, profundizar en alguna cuestión sobre la que ha leído alguna referencia curiosa. Sin embargo, está avanzando en un proceso de anulación de su yo, del que no tiene ni remota idea. Lo va asumiendo y hasta conociendo a medida que se transforman sus ideas, emociones y percepciones. De esta manera acepta algo que sabido de primera mano rechazaría.
Con la manipulación se desencadena la muerte dulce del yo. Algo que vamos a comprobar aparece como un método táctico en los manuales de los grupos gnósticos, y también en las demás sectas que funcionan dentro de nuestra sociedad. Lo mismo que ocurre físicamente a quien fallece por culpa de un escape de gas, en el que no se da cuenta y la persona se adormece hasta que se paran sus contantes vitales, así ocurre en la aniquilación psicológica de la conciencia. En muchos casos es reversible mediante un proceso de concienciación, de saber qué les ha ocurrido. Algo que muchos ex-adeptos, sin conocerse ni saber de lo que otros dicen, coinciden en explicar como una descongelación de los pensamientos, las emociones y los sentidos.
Algo que saca de quicio a los familiares de adeptos y adeptas, y que hace muy difícil comprender el tema a personas que lo observan desde fuera sin sufrirlo, es que se trata de una relación entre el entorno y el adepto. También entre la doctrina y la mente del correligionario. Se han realizado peritajes sobre la personalidad de algunos adeptos y no se ha encontrado ninguna anomalía en su conducta y personalidad.
El problema es que tales análisis han sido realizados por profesionales no especializados en los asuntos de manipulación sectaria. Entre otras cosas no han propuesto una entrevista del adepto con la familia, para observar las reacciones y la disparidad de recuerdos y vivencias entre el afectado y su entorno. Por otra parte muchos teólogos, sociólogos y antropólogos ven en las doctrinas y textos sectarios una irracionalidad más entre otras muchas similares que se consideran religiones. ¿Dónde está el problema? Ni en un lado ni en otro. Ni en la personalidad del afiliado ni en la organización per se. Está en la relación de ambos. Es como en el caso de dos substancias químicas inertes por sí mismas, pero que al juntarse forman un explosivo, más aún pueden estar juntas y no pasar nada de no darse ciertas condiciones de temperatura o presión. Lo mismo ocurre con asunto de las sectas.
Muchas veces madres de adeptos cuentan cómo sus hijos son amables, condescendientes y simpáticos al pasar una temporada con ellos, o un rato. Pero como se toque el tema de la secta se ponen, irascibles, agresivos y fuera de sí. En la actualidad algunas sectas están adiestrando a sus seguidores a controlar este aspecto que les delata.
En este trabajo damos mucha importancia al lenguaje, porque los textos de Víctor Gómez, Samael, son un ejemplo magnífico para constatar como los postulados que predica su autor distorsionan la realidad y la percepción de ésta. También para observar como originan una visión única del mundo sólo comunicable a la gente de la misma mentalidad y que requiere expandirse para constituir una realidad.
Es a través del lenguaje como se infiltra la doctrina en la mente del iniciado y luego las exigencias de los jefes o misioneros se adecuan a las circunstancias de cada cual. Cada neófito acaba por llevar a cabo una misión, que se convierte en su destino, mediante la su entrega a una militancia fanática. El lenguaje en el que se ve atrapado, lo ha confeccionado el creador de la doctrina. El gurú desliza significados y definiciones de un contexto a otro, según su conveniencia y dando un cuerpo mental o conceptual a sus visiones, alucinaciones, percepciones imaginarias y demás alteraciones de lo real. Nada mejor que analizar los mensajes de Víctor Gómez para darnos cuenta de esta situación tremendamente manipuladora.
Los objetivos de un grupo sectario o de cualquier organización de esta característica son cumplir los deseo del líder o guía-fundador. Su consecución se convierte en un deber, en el destino personal de los adeptos. La participación puede ser ocultada a gente de fuera del asunto y disimulada, como una actividad cultural, una filosofía profunda, un conocimiento del ser humano a través de la cultura clásica. Lo cual se aprende y luego se cree porque hay unos contenidos que se ponen en funcionamiento, por el funcionamiento de unas técnicas para aplicar el lenguaje, de manera que se logra activar la psiquis humana, lo cual acaba por afectar a quien cae en la seducción de las palabras y afectos de adeptos más avanzados y maestros o guías especializados colocar, literalmente, la doctrina que predican en la mente, en el pensamiento y las emociones, de sus alumnos.
En la obra “Glosario Gnóstico” leemos: “No sería posible entender a los seres estrictamente espirituales que viven allá en la región de los Elohim, si uno no tuviera desarrollada la intuición”. Hasta el punto de que el venerable maestro Samael afirma a continuación de su anterior explicación que el gnóstico intuitivo con una sola letra entiende, para lo cual: “necesitamos tener una mente simple y pura, mente de niño”. Lo que quiere decir que no hace falta pensar sobre lo que dice, sino aceptarlo, bajo la autoridad que le da ser un Elegido, el Avatara. Para posicionarse y dar validez a sus ideas no argumenta nada. Su idea que no necesita ser analizada pues es una idea-verdad. Mediante el desarrollo un lenguaje, inventado y asociado a otros lenguajes también inventados, da forma a irracionalidades que forman su teoría-verdad. A la vez descalifica a quienes le critiquen: “Todos esos maestros de la lengua, toda esa pléyade de académicos modernos, todos esos complicados intelectuales de nuestro tiempo no son sino masturbadores de la inteligencia, prostitutas de la mente”. Las palabras de este venerable maestro atraen con frecuencia a quienes se posicionan contra el sistema por frustraciones personales o por asqueamiento existencial. Luego el grupo se encargará de ofrecer un sentido a la vida de estos desencantados y promete un éxito esplendoroso en el más allá.
En la obra “Misterios mayores” no puede ser más claro su autor: “El intelecto es la función negativa de la mente, es demoniaco”: De manera que tiende una trampa con el lenguajes para controlar la conciencia del adepto. El miedo a fracasar en la iniciación, cuyo logro requiere unas exigencias especiales, hace que el adepto se imbuya de una ignorancia «ilustrada», con teorías raras y caóticas, llenas de términos y explicaciones que sus defensores creen que son verdades profundísimas y no aportan nada, ni quieren decir nada en realidad. Ahora bien para impresionar y hacer ver que las enseñanzas gnósticas están de vuelta de todo, su fundador cita a Kant, nombra a Bacon, Aristóteles y otros autores para corroborar lo que él dice o matizar sobre los estudios y pensamientos de dichos personajes del conocimiento humano. Bastaría a los seguidores de sus predicaciones leer a estos autores de la filosofía universal para desmontar el tinglado teórico de Víctor Gómez, Samael Aun Weor.
Para el creador de la gnosis samaeliana, “la lógica transcendental es la lógica de la intuición, la lógica del infinito, la lógica del éxtasis”. Semejante idea absurda no se demuestra con razonamientos sino al hacer ejercicios de sugestión y de relajar el cuerpo con la finalidad de provocar un estado placentero, que asocian al éxtasis, para comprobar los efectos prácticos de la doctrina gnóstica, cuando no es más que una falsa asociación de ideas con sensaciones provocadas para tal fin. Darse cuenta de esta falsedad permite una toma de conciencia de lo que supone el desarrollo de una doctrina psicológica.
Para el profesor de filosofía, Manuel García Morente, el arte y la filosofía se unen por la intuición. Esta cualidad es lo que nos da súbitamente el ser, su percepción directa. Henry Bergson analiza esta capacidad para dar respuesta al anhelo de una nueva espiritualidad y desarrollar lo que se conoce como nueva espiritualidad. La diferencia es que desde la filosofía y el razonamiento, la intuición es un proceso consciente, que va encontrar unos límites precisos, en los que lo que cualquier conclusión no va a traspasar los límites de las relaciones sociales, ni tampoco de las referencias personales con uno mismo. Para los filósofos idealistas hay partes de la realidad en la que no penetra la ciencia, pero no les da pie a inventar cualquier ocurrencia y la transformen en un principio absoluto, aunque sólo sea por un sentido básico de cordura y sensatez.
Los intelectuales se han parado a pensar. No ofrecen verdades. Proponen a quienes se interesan en sus obras que piensen por ellos mismos y desde la crítica. Las sectas, por el contrario, ofrecen modelos cerrados, absolutos, revelados, sin ninguna garantía de la revelación, más que la que ya consta en su propia invención. En el tema de la intuición es determinante exponer que una cosa es esta capacidad de percepción abierta y pensar sobre sus efectos, y otra es entender que anula la propiedad intelectual de reflexionar. Porque es bien distinto captar directamente un concepto, mediante una imagen o una idea, por ejemplo, que eliminar el razonamiento per se. la intuición filosófica da respuesta a una inquietud, se resuelve sin argumentar para conseguir resolver un conflicto, generalmente interior. Surge y brota del sujeto como fruto directo de su experiencia y saber. Otra cosa es la intuición sectaria que la fabrica un grupo. En este caso se trata de la fijación de un modelo teórico que penetra en el inconsciente del adepto, para salir en la nueva conciencia sectaria, como si fuera algo genuino, cuando no lo es.
Bergson ya a comienzos del s. XX, se percata de la gran manipulación que aparecen en «círculos de peligrosa irracionalidad». Comenta en su obra sobre metafísica: “manipulando símbolos se fabrican realidades”. Observa que las palabras son símbolos, no parte de las cosas. ¿Es esto aceptar una única realidad? Ni mucho menos. Es desarrollar la pluralidad de múltiples realidades que se pueden interpretar y crear. Lo que Bergson llama “evolución creadora”. Pero, para esta autor, se trata de no encerrarse en las creaciones conceptuales. Filosofar, para este filósofo es “invertir la dirección habitual del trabajo del pensamiento”. Ni la reflexión ni la creatividad pueden falsificarse con un modelo imaginario convertido en verdad al que luego se va a someter a los adeptos para establecer una militancia ciega, que es lo que ocurre en las sectas.
Trascender los sentidos no quiere decir que valga cualquier idea para resolver las grandes inquietudes de la humanidad. Puede ser un delirio, por muy elaborada que esté una doctrina y con un sofisticado lenguaje que lo adorne. Hay muchas patologías mentales, que al vivirse individualmente se detectan con facilidad. Muchas de ellas crean su propio lenguaje, que al ser individual se aísla en el paciente y no permite la comunicación. Se puede observar en la pérdida de la realidad cierta belleza, cierto encanto y originalidad, que da opción a una terapia creativa, pero que debe basarse en separar lo creado de aquello que anula los vínculos con la realidad. No entendamos ésta como algo objetivo, sino lo contrario, nos referimos a la realidad de uno mismo y la visión subjetiva que conlleva.
La patología psíquica no se vive como un punto de vista, se hace, por el contrario, objetiva y se adueña de quien la padece. Las sectas ofrecen la objetividad máxima, la verdad absoluta. De esta manera sus esquemas mentales anulan todas las demás realidades, incluida la personalidad del adepto, al que se le exige matar el ego. Desde el punto de vista de la filosofía oriental este término quiere decir abrirse para acabar con el encierro de la visión que cada cual tiene de sí y del mundo desde uno mismo.
Es muy complejo diferenciar una invención falsa de otra real. No es el contenido lo que lo va a definir esta distinción. Lo corrobora la certeza del mensaje que diga y las referencias que se aporten. Todo aquello que queda fuera del tiempo, del un lugar concreto y de las percepciones comunes de todo ser humano no se va a poder mostrar. Cuando esto sucede se trata de un efecto imaginario que no por percibirse es real. Más aún puede uno en su delirio acertar en el contenido de lo real, pero no por ello deja de serlo. Lo que marca la diferencia es la vivencia de aquello que se piensa y se cree.
No reducimos, como algunos teóricos hacen, la realidad psíquica a sufrir o ser feliz. Pues esta percepción o estado anímico es independiente, o puede ser efecto o causa de un delirio, pero no lo define. Una persona que padezca celos posee tal deformación psicológica, independientemiente de su sufrimiento. Es una vivencia interior, que tampoco depende de que su temor sea cierto o no. Los celos aparecen por sí mismos.
No pocas veces amigos de familias afectadas aconsejan que se deje al sujeto atrapado en la secta ya que es feliz en ella Pero hay una necesidad por parte de los padres de informarle, de hacer algo, porque detectan que es algo artificial, anormal. Como comentan algunos afectados: «es una felicidad hueca». Lo que es cierto. La felicidad o el bienestar no es sólo ausencia de dolor o de sufrimiento, como sucede a los adeptos. Sería lo mismo que si a una persona le anestesian para toda la vida, ¿permitiríamos esta situación a un ser querido? No va a tener dolores de barriga, ni de muelas, ni nada. Pero hemos anulado sus sentidos y su conexión con la realidad de la percepción humana.
Los fanáticos tienen anestesiada la mente. Esa es su felicidad y su arma de cara a doblegar la voluntad de los demás. No pueden sentir afecto mas que a través de la doctrina que profesan. En los gnósticos no pueden tan siquiera compartir un orgasmo con su pareja, ni individualmente. Pero su relación sexual es cósmica y se sienten “felices”, por la anestesia de la doctrina que les han inculcado con técnicas de manipulación.
Pongamos un ejemplo. Alguien puede pensar y creer que su vecino es un agente de los servicios secretos, la CIA. Puede ser cierto. Puede no serlo. ¿Qué lo sea o no va a indicar que sea un pensamiento delirante? No, pues puede ser un error, si su vecino no es un agente de la CIA. O si es un delirio puede haber acertado si sí lo fuese. En este caso ¿se confirmaría que el delirio es una intuición que puede llevar al conocimiento? En absoluto.
Una persona razonable lo sospecha si tiene elementos de juicio, como que viene de América, que no tiene un horario fijo, que gasta mucho dinero sin ingresos reconocidos y que habla con la policía frecuentemente. Puede ser o no. Pero quien lo sospecha no da por verdad su sospecha. Si cree saberlo con un grado de certeza que para él es fiable. Puede denunciarlo a alguna autoridad, o no hacer nada y evitar hablar con él de cosas personales. No le cambia la vida. Ni le va ni le viene. Sin embargo si es algo que a uno le viene a la cabeza, sea o no verdad, y no deja de dar vueltas a la cabeza a ese asunto. El que tiene esa certeza como delirio interpreta cada gesto de su vecino. Deja de hacer su vida normal. Se esconde al salir a la calle. Se disfraza para que no le reconozca, guiña el ojo a los transeúntes creyendo que así les avisa de que su vecino es un agente de la CIA. Incluso puede pensar que va a poner una bomba nuclear en su piso y le puede llegar a matar, como consecuencia de su pensamiento obsesivo. Aun cuando fuera cierto no dejaría de ser una conducta delirante la suya, que puede coincidir con la realidad, por un acierto, no por un conocimiento o certeza.
Pensemos el mismo ejemplo pero que se sospecha de que es un extraterrestre. No tenemos manera de comprobar que no lo es más que no creyendo en que exista vida inteligente en otros planetas. Las historias que aparecen en no pocas películas de ficción son creídas por muchas personas y se enseña y contagia como delirio en algunas sectas. ¿Creerlo es síntoma de delirio? No, puede uno argumentar que podría ser cierta la vida extraterrestre y conocer a quienes vienen de otros planetas debido a unas características de su mano derecha y que, según determinadas teorías, existe la posibilidad de que fuera un ser de otro planeta. Quien así lo piense puede estar equivocado, pero deja de ser un error o acierto cuando su idea le hace desconectar de la realidad.
En caso de un delirio el afectado cambia su vida, trata de buscar cómplices a los que convencer. Cualquier movimiento como rascarse en la oreja puede convertirse en el delirio en una señal, un símbolo, que reafirma esa idea, real o irreal, y la fija cada vezn más en su mente. Además el paciente del delirio es feliz porque se siente importante de estar cerca de algo tan especial. Deja el trabajo para no perder la pista del vecino ni un minuto. Cada vez se convence más. No es un fallo de su lógica, sino de su pensamiento. Tampoco es un acierto en caso de que fuera lo que cree, sino un efecto de su percepción psicológica que le lleva a una desconexión de la realidad, empezando por la suya propia.
La capacidad delirante no es algo nuevo, sino que en épocas pretéritas sucedió, incluso de manera colectiva, al socializar tales visiones. Fue el caso de la creencia en los elementales, en las fuerzas «inteligentes» de la Naturaleza, como espíritus con conciencia o sobre los incubos y sucubos, espíritus con los que muchas personas creyeron mantener relaciones sexuales, lo cual creyeron como algo real, no imaginado y una gran parte de la sociedad de la época en que se vivió esta creencia creyó que era posible y cierto. Lo mismo sucede hoy en grupos cerrados, alejados del conocimiento científico que proporciona la evolución y el progreso humano. En los más variopintos grupos y sectas de toda índole. Extraterrestres que hacen experimentar abduciones, contactos con ellos. Esotéricos, ocultistas, o nuevaerianos que esperan a Maitreya y mientras tanto ven sus signos por doquier. Huellas que hasta les fotografían confirmando su veracidad el visionario Benjamin Creme. Tales visiones se propagan en la revista “Emerger mundial”. Sus seguidores justifican en la bondad de sus propuestas, en preocuparse por el hambre en le mundo y demás el sentido verdadero de sus ideas y la necesidad de extender sus visiones fantasiosas a todo el mundo, cuando una cosa nada tiene que ver con la otra.
Los textos de Samael Aun Weor van cargados de una exagerada emoción, de temores, de insinuaciones, de expectativas de grandeza, que activan los mecanismos del inconsciente del adepto. La vivencia de una creencia dentro de una secta convierte unas teorías y unos textos en el contenido real de algo que está fuera de la realidad. Al enseñarse la Verdad en cursos y hacer que los apóstoles del conocimiento supremo se dediquen a captar gente la creencia sectaria se convierte en algo contagioso. Lo que enseñan los maestros gnósticos es a desconectar de la realidad psicológica primero. Luego a desconectar del entorno en el que viven, empezando por la familia. Pueden vivir con los padres y hermanos, pero como indican muchas familias afectadas, “están idos”, “no reciben”, “no es el mismo”, «están ausentes». Semejante situación es el resultado de unas técnicas de manipulación, las cuales se han expuesto en el libro “Las sectas al descubierto”. Pero tales son impulsadas por unos textos, un mensaje, que ha creado el fundador de los grupos gnósticos y da contenido a las técnicas manipuladoras de la mente: “Resulta espantosamente doloroso el trabajo que el Cristo Íntimo tiene que realizar dentro de nuestra propia psiquis” (La Gran Rebelión, pág. 100).
“En el trabajo de la disolución del Yo, necesitamos entregarnos por completo al Cristo Interior”, lo cual las instrucciones de los cursillos permiten adecuar en la mente del adepto mediante una inversión de valores. La doctrina se incrusta psicológica y emocionalmente con una reelaboración del lenguaje y del significado de las palabras, las cuales van a tener dos contextos, uno exotérico, hacia afuera, y otro esotérico, hacia dentro. Dice don Samael, don Víctor Gómez: “La moral convencional de nada sirve, es esclava de las costumbres, de la época, del lugar”. Puede incluso tener razón, pero sitúa su afirmación fuera de la realidad, es ajena a lo real, y aprovecha el desencanto de muchos jóvenes hacia las condiciones sociales para empujar al estudioso de sus textos a una evasión de sí mismo y de sus circunstancias.
Las prácticas y ceremonias no alientan una creencia, sino que afectan directamente a la psicología del adepto. Para contrarrestar las críticas y las observaciones que los familiares hacen sobre los cambios que despersonalizan a los miembros de la gnosis, el mismo gurú ofrece el antídoto: “El Cristo rebelde de inmediato recibe calificativos como los siguientes: blasfemo, hereje, malvado, profanador, sacrílego, etc”. Ser recriminado se convierte, para los seguidores de Víctor Gómez-Samael, en un orgullo. Supone, creen, el comienzo del camino de la iniciación. Iniciación a los misterios que serán revelados poco a poco, cuando en realidad es la iniciación en un delirio colectivo.
El gran error inicial de muchas familias es precisamente criticar, regañar al afectado por la gnosis, tras ver sus transformaciones y comportamientos incoherentes y absurdos, porque entran en el juego de la programación psicológica que ha diseñado con su psicodoctrina quien funda tal corriente sectaria, a partir de percibir, fruto de su mente, alucinaciones místicas de tipo mesiánico. Quienes militan en esta historia quedan atrapadas y perturbados por unos pensamientos nuevos que comienza a tener. No sólo aprende el delirio, sino que desarrolla la capacidad para delirar, en forma de creencia práctica. Lo cual es terrible para las familias que ven como esto sucede a sus seres queridos impunemente y sin posibilidad de hacer nada.
La transmisión del conocimiento, la gnosis, es el contagio de un estado delirante y el aprendizaje de poder distorsionar la realidad. Quienes militen en tal proceso acaban por ver, sentir y percibir todo aquello que el venerable maestro enseña. Y lo viven de buena fe. Esto es algo que tenemos que entender desde fuera de esa militancia. Los adeptos piensan y razonan sobre la base de una nueva experiencia. Experiencia que obtienen de haber “experimentado” una serie de ejercicios que ponen en práctica las enseñanzas del Maestro. Comprueban en su mente algo que no existe, pero que sí existe para ellos y los demás compañeros.
Decimos que no existe porque sucede sólo en su mente, pero ni siquiera podemos admitir el subjetivismo de tal constatación, porque para vivirlo han tenido que anular su ego, su yo, su personalidad. Y para lograr esto deben romper sus lazos afectivos y de convivencia con el entorno. Se puede vivir al lado de los familiares o de los compañeros de trabajo, pero el adepto se aísla psicológicamente, mediante las interpretaciones que aprenden de los textos de su líder. No obstante las posibilidades de interpretación son pocas en unos escritos cerrados y autoritarios: “Hasta nuestra misma identidad personal debe perderse para nosotros mismos. El cambio debe ser absoluto y ni siquiera nuestra identidad personal actual debe seguir existiendo” (El Pistis Sophía develado”, pág. 197)
Víctor Gómez, para elaborar su delirio y transformarlo en doctrina se adentra en el lenguaje de creencias ya existentes, en mitos, leyendas y simbolismo esotérico, para adaptar a su visión delirante un lenguaje religioso. Su doctrina proviene de una alucinación. Por tal motivo no transmite una teoría sino que induce una manera de percibir la realidad. La técnica de manipulación en las sectas se aplica con algo tan invisible y tan potente a nivel de pensamiento como es un lenguaje. En el libro “Sí hay infierno ….” podemos leer: “Al entrar en los Mundos de los Infiernos, he visto a los tenebrosos horrorizados, los he escuchado exclamar <¡defendámonos!>. Ellos han sentido pavor de mi presencia. Soy un demonio blanco para ellos.
El diablo es cuestión de contraste, de oposiciones” (pág. 259). Cuatro páginas más adelante se lee: “En la Edad Media ciertos elementos reaccionarios comprendieron que Samael Aun Weor, mi ser interior, el quinto de los siete, enseña la sabiduría oculta revolucionaria. Dieron a la sombra oculta del Logos el nombre de Samael, es decir me trataron de diablo por el delito de no encajar en sus moldes tan tremendamente estrechos”. De esta manera a quienes induce su fantasiosa percepción del mundo les pone en el papel de perseguidos, que es lo que tienen que representar, lo cual encaja perfectamente con la reacción de la gente ante sus conductas anómalas, pero no por ellas en sí, sino por ser guiadas por una mentalidad ajena al sujeto que las practica, Desde la dirección de la secta se modela su nueva manera de ser, a partir de la construcción de eso que llaman “ser íntimo”.
El nombre de Samael es elegido por Víctor Gómez para quedar arraigado en la historia mitológica de su delirio. Recoge elementos de los evangelios cristianos, de los apócrifos y de leyendas de diversos grupos herejes, para seleccionar todo aquello que encaje con su percepción de visionario. Tal como cuenta Max Heindel, las leyendas de los planteamientos gnósticos originarios y posteriores deformaciones sobre la base de elucubraciones fantásticas, el luciferario espíritu Samael se ayuntó con Eva, pero fue expulsado por Jehová, quien lo separó de ella antes del nacimiento de su hijo Caín, al que por eso se le llama “hijo de la viuda”.
Los engendrados por el luciferario espíritu de Samael heredaron de su divino ascendiente ser agresivos, dotados de gran iniciativa, pero rebeldes a todo freno y autoridad, tanto divina como humana. Lorca Campuzano en el libro “Las caras ocultas de Dios” explica que se denominan luciferinos a los grupos adoradores de Samael, entre los que circunscribe a los cátaros, y albiguenses. Cainitas son, según este autor, los grandes rebeldes contra Dios: Caín, Judas, Esaú … y los Ofitas adoran a la serpiente, fuerza rebelde contra Dios. En este imaginario marginal se sitúan las sectas esotéricas y ocultistas. Lo cual sirve a los gnósticos, seguidores de Víctor Gómez, para “normalizarse”, pues forman parte de un contexto teórico en el que pretenden asentar los textos que componen su doctrina.
El fundador de los grupos gnósticos habla, y así lo recogen sus transcripciones escritas, como si conociera de primera mano acontecimientos bíblicos y hasta los cotilleos de sus protagonistas: “La secta gnóstica de los Iscariotes estaba especializada en el evangelio del gran maestro Judas, fiel discípulo de nuestro señor Jesucristo. A Judas, no se le ha hecho justicia, a pesar de ser el más exaltado de los doce”. Una distinguida dama gnóstica le pregunta por qué Judas fue un traidor. A lo que responde Samael, Víctor: “Bien saben los hermanos masones que son tres los traidores de Hiram Abiff, Jesús. Judas es el demonio del deseo, que traiciona al Cristo Íntimo”.
¿Cómo puede saber, Víctor Gómez, todo este tipo de cuestiones de primera mano? Se puede preguntar el lector, lo mismo que quien se inicia en su sabiduría. El Venerable maestro lo cuenta en secreto para sus adeptos: “Sucedió que cierta noche fui llamado telepáticamente por un grupo de maestros de la venerable Gran Logia Blanca”. Tras una exhaustiva investigación se llega a la conclusión de que no hay constatación alguna de tal hecho. Pero es porque le llaman, parece ser, a través de la mente. Y continúa su relato fantástico: “Flotando en el espacio, me posé suavemente sobre la azotea de un gran edificio. Me recibieron los adeptos de la Fraternidad Oculta con exclamaciones de júbilo diciendo: “Ha venido el arcángel Samael”. Y después de los consiguientes abrazos y salutaciones fui interrogado de la siguiente forma: “Tú como avatara de la nueva era de acuario debes respondernos sobre la conveniencia o inconveniencia de entregarle a la humanidad terrestre las naves cósmicas. Es de gran responsabilidad vuestra respuesta”. Hincado de rodillas, vi entonces, con mi sentido espacial del uso que los terrícolas podrían hacer en el futuro de tales naves.
El ojo de Dhagma me permitió ver dentro de tales males, en un futuro inmediato, comerciantes, prostitutas, dictadores, etc. viajando a otros planetas del sistema solar, llevando la discordia a rincones del Universo. Pasaron los años y todo quedó resuelto. Mi padre que está en secreto dio la respuesta adecuada. Selección del personal humano. Entregar esas naves a ciertos grupos muy selectos de la humanidad. No está de más decir a nuestros amigos que ya ciertos grupos aislados poseen esa clase de vehículos espaciales”. ¿Dónde? se preguntará el lector. En una zona del Himalaya. Pero no se puede comprobar, pues es una zona inaccesible.
Con su experiencia alucinante, Víctor Gómez se proclama: “Yo Samael Aun Weor soy avatara de la quinta raza”; “Yo Samael Aun Weor, Venerable maestro de los Misterios mayores”; “Vivimos en el Edad de Samael, el 5º de los Siete. Se ha iniciado el retorno hacia la gran luz”. ¿Trasmite algún tipo de conocimiento?. No. Lo que hace es crear expectativas. Rompe la cadena lógica del pensamiento, para fomentar impactos emocionales, propone dudas vacías de contenido que responden a un lenguaje estructurado en torno a la verdad revelada, la cual proviene de la mente de Víctor Gómez, lo que traduce como telepatía, viajes astrales y demás zarandajas.
El resultado es la transmisión de un delirio, cuya base empírica se obtiene mediante ejercicios y ceremonias, los cuales además generan una adición tremenda, sobre todo porque se estimulan alucinaciones conceptualizadas, a partir de un a experiencia primaria como es la sexualidad, la cual deforma la intimidad para ofrecer un fundamento sensible que “convence” y “hace feliz al adepto”. Felicidad que viven realmente, aunque desde fuera se observe en ellos una conducta anómala, una pose tensa y cínica. Se trata de un malestar convertido en satisfacción y goce. Lo mismo que quienes sienten placer con el dolor o provocándolo lo que da lugar a una parafernalia sadomasoquista. La diferencia estriba en que frente a una opción personal, en los grupos gnósticos sucede una manipulación externa que dirigen los misioneros, para imponer a sus adeptos una conducta y una manera de ser adecuada para la consecución de sus objetivos.
En muchas ocasiones desde las instituciones del Estado de Derecho se alude a la exigencia de respetar todo tipo de creencias. Lo que para nada se pone en cuestión. Lo que también es una exigencia intelectual y democrática es poder hacer una crítica o un análisis y estudios sobre la fe en diversos contenidos doctrinarios. La conclusión a la que llegamos, tras estudiar el fenómeno sectario, es que el saber gnóstico no es una creencia sino un proceso delirante que forma una cadena de transmisión de su propia enajenación, cuyos efectos los adeptos lo perciben de manera deformada. Donde ven gigantes hay molinos.
¿Por qué son molinos y no gigantes? Porque para que sean gigantes los seguidores del imaginario gnóstico deben trasladarse a un estado de ensoñación, recurrir a una teoría que supone llevar la doctrina que predica Víctor Gómez-Samael al contexto de nuevas y fantásticas dimensiones. Pero sobre todo porque cuando se va a constatar cualquiera de sus contenidos, cuando se hace real fuera de un estado mental concreto, sugestionado y condicionado mediante técnicas de automatización de conductas y percepciones, el aspa del molino rompe la lanza. ¿Es que en ese momento se transforma y cambia su apariencia? Pero el molino es visto por todos. El gigante sólo por quien se lo imagina, es decir lo visionan (crean una visión, que no es lo mismo que ver) únicamente el grupo selecto, los elegidos.
El problema de las sectas es que ni siquiera se puede defender un comportamiento quijotesco y romántico ante la vida, sino más bien lo contrario. Los fanáticos de cualquier idea o creencia se creen unos superhombres y actúan de manera egoísta, mezquina y cínica, pero no siendo ellos los sujetos de tal actitud, sino que el núcleo de la voluntad es el grupo en el que militan. La deformación de la realidad es tal que se ven a sí mismos justamente como lo contrario, héroes que luchan por el bien, soldados-santos, guerrilleros de la libertad, misioneros de una nueva era, apóstoles de la verdad, etc., etc.
Un ex-adepto de los grupos gnósticos explicó de manera muy gráfica qué es lo que le había sucedido para ser atrapado en una dinámica irracional: “En la secta ocurre lo mismo que en los espectáculos de ilusionismo. Cuando el mago hace un truco el espectador que sale para ponerle a prueba cree que es él quien elige la carta que va a adivinar. En realidad es el mago quien la ha elegido. Hace que cojas la que él quiere”. La manipulación de la mente es posible con la aplicación de ciertas técnicas psicológicas para el control de la personalidad, porque consiste en activar una manera de funcionar de nuestro cerebro, capaz de crear imágenes y de percibir muchas veces de acuerdo a los deseos o a sugestiones externas, lo cual da lugar a crear trastornos de la conciencia que se consideran manifestaciones superiores de espiritualidad, cuando nada tiene que ver con el factor religioso ni la dimensión metafísica.
Aquel ex-adepto, Dany, puso un ejemplo para explicarse a sí mismo su vivencia en la gnosis de Samael: cuando alguien ve una mancha de tinta o una nube y no percibe ninguna forma concreta, si hay otra persona que le sugiere un dibujo o le apasiona gritando sobre la imagen de una cara, ésta se acaba viendo, según más o menos el grado de sugestionabilidad de la persona, pero el caso es que dicha influencia afecta a los sentidos, porque no solamente se cree lo que le dice otra persona, sino que lo percibe físicamente.
Lo mismo, pero de manera más sofisticada altera los sentimientos, la voluntad, la facultad de pensar y la manera de ser. Es en ese espejismo que uno se imagina en el que el adepto queda atrapado. Es entonces cuando lo imaginado aparece como real. Lo cual genera un estado de exaltación y de experimentación de la “verdad”, por absurda que pueda parecer. Adecuar a esa nueva realidad el entorno y el mundo se convierte en una misión. No importa dar la vida por la Causa, pues morir por ella es una manera de formar parte de esa verdad, no sólo de servir a su desarrollo. Por eso los extremismo ideológicos o doctrinarios acaban creando dinámicas de suicidios colectivos o de ejercer la violencia, matar, eliminar o despreciar (según las exigencias doctrinarias, pero la actitud del fanático es la misma en cualquiera de sus manifestaciones) a aquellas personas que forman parte del mundo externo a su verdad, que en definitiva son representantes o servidoras el mal, de manera que impiden el desarrollo de las intenciones mesiánicas o apocalípticas que predice el iluminado de turno.
El doctor Jacqueline Renaud ha estudiado el fenómeno del fanatismo desde el aspecto neurobiológico. Ha observado que en el fanatismo un modelo de voluntad y de fe se imprime en el cerebro al servicio de una Verdad Absoluta. Es posible aplicar las técnicas de fanatización a todo ser humano, de ahí que sea muy importante prestar atención a este fenómeno, que sin embargo se sigue considerando algo anecdótico. Una de las conclusiones de su trabajo es que la conciencia se puede enseñar, formar, de manera inteligente, pero también de manera sensible, por lo que es vulnerable a la manipulación psicológica.
El resultado de sus estudios es que tras conocer el funcionamiento de las estructuras cerebrales se puede afirmar que la vía del razonamiento se encuentra en la corteza cerebral, mientras que la vía emocional depende del sistema límbico. La comunicación nerviosa se hace en el sentido que va de la parte emocional a la racional, no al revés. De esta manera comprueba cómo las emociones pueden dirigir la actividad del sujeto, mientras que el razonamiento simplemente puede modificar los impulsos emocionales.
La creencia, desde un punto de vista biológico, aparece en el registro cerebral afectivo-emocional. De esta manera, el doctor Renaud, determina que existe una barrera biológica que separa la vía emocional de la razón, pero no funciona con un rigor absoluto. Las creencias son manifestaciones afectivas y siendo una percepción subjetiva se convierte en certeza objetiva. Surge de la estructura de la mente. Una secta destructiva lo que hace, mediante esta facultad propia del ser humano, es poner la voluntad del adepto al servicio del líder o le obceca en el cumplimiento de una doctrina, lo cual ya no es el desarrollo de una fe, sino la aplicación de unas técnicas de persuasión, de control mental y de anulación de la personalidad (disolución del yo).
Mediante la información emocional se controla la conciencia y el pensamiento del adepto. Jacqueline Renaud explica cómo funciona la programación mental, la cual se desarrolla en varias fases: a) La identificación con el líder. b) Entrenar al adepto, mediante ceremonias y ritos para automatizar el comportamiento. c) Trasladar la influencia afectiva a la influencia intelectual, sin que sea detectado por la víctima. Las sectas bajan las defensas de la conciencia del adepto, mediante un incremento de horas de trabajo, o añadir a las tareas domésticas y laborales, las de la secta, que apenas dejan tiempo para uno mismo ni para su entorno más inmediato y familiar. Otra manera de debilitar la voluntad es cambiar pautas alimenticias y ofrecer un sistema de pregunta-respuesta a cualquier duda, de manera que no quede espacio para la reflexión autónoma e individual. Todo lo cual se vive en la secta con un interés desorbitado, debido a que sucede en un ambiente psicológico individual y de grupo, basados ambos en una enorme tensión emocional, bien sea ante la espera de la llegada del fin de una era, o directamente el fin del mundo. O una emoción a flor de piel ante la defensa del grupo, lo que le lleva al adepto a mantener un estado de alarma permanente. O ante la superación de unas pruebas de iniciación para lograr escalar en el camino de la perfección o la santidad.
Pensemos que la mayoría de las veces el manipulador no lo hace a propósito, se limita a aplicar una dinámica que funciona manipulativamente por sí misma. El origen de semejante actividad que tergiversa la realidad se encuentra en un delirio y su posterior desarrollo. Jacqueline Reanud sitúa anatómicamente la programación mental en el lóbulo frontal del cerebro, lo que indica que sucede en el mecanismo íntimo de la célula nerviosa. El problema, vemos entonces, no está en la creencia, en creer, sino en el control psicológico, sea a través de una creencia, una ideología o una dinámica de grupo que imponga modelos de referencia, bien desde la conducta emocional o por el prototipo de un nuevo ser social, lo cual puede trasladarse al conjunto de la sociedad, como forma de estructurar un orden totalitario.
No es fácil identificar la manipulación. Tal como proponen H. Bernesch y W. Schamandt, en su manual de autodefensa comunicativa, la manipulación ocupa una pequeña parte de la esfera de las influencias. El problema es cuando esta porción ínfima dirige el funcionamiento total del cerebro. Ambos autores destacan cinco manipulaciones psíquicas, de las cuales hemos comprobado que se dan de lleno en la manipulación de las sectas. 1.- Manipulación de las ideas.
Se modifica la sucesión lógica de los pensamientos, siendo posible colocar juicios y criterios manipulados dentro del sistema mental afectado. 2.- Manipulación de necesidades. Necesidades que no son estrictamente necesarias, como puede ser el deseo de salvación, de perfeccionarse, de convencer a los demás o la necesidad de hacer la revolución, se agudizan de manera que los deseos del adepto se intensifican al considerar que son necesidades imprescindibles. De tal manera que se da prioridad a los objetivos de la secta o de la Causa, antes que a las necesidades familiares. 3.- Manipulación del sentimiento. Una hipersensibilidad hace que se extremen los sentimientos, sobre todo de tipo místicos o de victimismo, lo que llega a anular el pensamiento razonado. 4.- Manipulación de la uniformidad colectiva. De esta manera se impone una conducta y una norma general para todo el grupo que asume una doctrina 5.- Manipulación de símbolos. Este es muy importante en el ámbito de las sectas. Bernesch y Schamandt, referidos a la manipulación en general escriben: «Algunas tendencias clave del subconsciente se transforman en símbolos de validez general, que deben empujar ineludiblemente a formas de conductas que conviene al manipulador». Comentan que la manipulación es por su propia naturaleza una acción oculta, que no puede saber la víctima, pero tampoco quien la ejerce necesita tener conocimiento de las causas de su actividad, sino que le basta con aplicar las correspondientes técnicas.
Para el fanático su doctrina o ideología se convierte en un guión que debe seguir, cueste lo que cueste, para cumplir con su compromiso. Al cabo del tiempo ya no es que deba hacer lo que sugiere o manda la secta, sino que lo realiza de manera automática. Cuando se ha estado en una secta los recuerdos se viven de manera diferente según se recuerden momentos de antes de haber estado en la secta, durante la militancia en ella o después. Durante la militancia extremista sucede una transformación global de la personalidad, que todo el que ha pasado por tal experiencia lo sabe muy bien y es difícil de explicar. Durante la entrega a un ideal pasionalmente o a una doctrina, acontece un efecto deformador de la mente . Se sustituye la voluntad individual por la del grupo y el pensamiento por la intuición. De esta manera cualquier mensaje de los maestros o líderes se impregna en la mente. Tal situación viene descrita y definida en los textos que dan origen a la secta. Algo que comprobamos de manera ejemplificadora en los escritos de Víctor Gómez, Samael Aun Weor.
En los fundamentos de la construcción del fanatismo intervienen dos factores esenciales. La psicología y la teoría. El primer factor si sucede fuera de una agrupación y no se encauza en un sentido creativo desemboca en alguna patología mental. El segundo, por sí mismo, si no convence a nadie, se considera doctrina extravagante y poco más. La unión de ambos factores es el desencadenante de la manipulación sectaria. En el factor psicológico inciden muchas experiencias propias del afectado, como el desencanto de la realidad, la angustia por la incertidumbre de la vida cotidiana, que puede ser ante el futuro, la muerte o la incomprensión de su sentido de la existencia y de insatisfacción con todo lo que le rodea que hace que se relacione con los demás de manera angustiosa.
Una persona puede creer que es Napoleón Al contárselo a alguien queda reconocido como un sujeto sin cordura. Ahora bien, puede elaborar una teoría en torno a su delirio según la cual en verdad es la reencarnación del Emperador francés. Además puede coincidir su visión con la de otros que se consideren soldados de Napoleón. O bien con el delirio de quienes se creen llamados a algo especial, indefinido. Estar al servicio de Napoleón en el mundo actual puede resultar atractivo. Algo no poco común , quizás no sea con un ejemplo como el indicado, pero sí en el deseo de ser famoso o colaborar con alguien conocido por toda la humanidad.
Algo sobre lo que fantasean jóvenes y que encuentran en una secta la oportunidad de dar rienda suelta a sus pretensiones de grandeza. Muchos programas de televisión aprovechan este resorte psicológico para ganar audiencia y fomentar el culto a la fama. Todo puede quedar en una expectativa, en una ilusión, pero cuando entra en juego una teoría como ocurre en las sectas, la doctrina traduce el delirio a lo real, y el afán proselitista y la obsesión por cumplir con su destino hace que pueda ser posible. ¿En qué afecta a la sociedad? En que un grupo minoritario puede decidir atacar al mundo, para cumplir con su misión o destino, que puede ser religioso, político o histórico. Tal es lo que sucede con los grupos terroristas.
La diferencia entre una creencia y el fanatismo no se mide tanto en la radicalidad de los conceptos, sino en la actitud. Quien cree adapta su fe a la realidad. Es capaz de ser uno más entre otros seres humanos que creen en otra fe. En un clima de tolerancia la creencia forma parte de la libertad individual. El fanático, por contra, pretende doblegar a los demás y adaptar lo real a su fe. Se esconde en la realidad para actuar escondido, espera el momento, presta atención a la oportunidad o la señal que el grupo se imagina para intervenir en el mundo. La doctrina o teoría del creyente define su fe. El fanático cree en el lenguaje que le han enseñado y por medio del cual le han adoctrinado. Es incapaz de salir de dicho lenguaje. Es el simbolismo y el manejo de términos lingüísticos lo que crea la fe y también un dios o transcendencia que se transforma para encajar con los postulados de su líder y las conveniencias de cada momento. El creyente sigue siendo el mismo con su fe o con sus crisis de fe, creyendo o dejando de creer. El fanático no, sufre un profundo cambio en lo más íntimo de su ser y posteriormente varia su manera de estar ante los demás, de actuar y de percibir lo real.
Jung, al estudiar la psicología humana, observa que la experiencia demuestra a menudo que se necesita muy poco para disociar la unidad de la conciencia, penosamente alcanzada en el curso de la evolución y descomponerla en sus elementos primitivos. En su obra “Arquetipos e inconsciente colectivo”, observa que el proceso de individuación requiere de la integración de lo inconsciente. En las sectas se constata que sucede lo contrario: se desestructura el yo en la medida que el grupo domina el inconsciente y forma una conciencia grupal que es a la que se integra el nuevo yo de cada adepto, formando una especie de yo colectivo.
Según Karl Jaspers, el ilusionismo puede desplegar un fanatismo que lleva a la fijación de las ideas. El fanático se encadena mentalmente a un hombre como profeta o maestro. Se somete a fórmulas y vínculos que le roban la libertad. El adepto queda aislado en su ilusionismo, sin proceso de elaboración lógica, sin comunicación con su ámbito más cercano. Afirma este filósofo alemán: “El fanático se vuelve contra todos los que no obedezcan a la idea fija, contra los que no dependen del maestro o no pertenecen a la corporación”. Avisa del tremendo peligro que supone que este fenómeno transcienda de organizaciones cerradas y pase a la sociedad. Sucedió con el nazismo y en nuestros días se observa una condición similar con el integrismo islámico y los actos terroristas de carácter nacionalistas. Las diversas teosofías, a las que este autor alemán llama gnosis, las engloba en un desenlace común: “degeneran en el saber finitante y fantástico”. Los mensajes irracionales dependen de la aureola necesaria para provocar la autogestión entre los curiosos que acuden a ver qué es lo que cuentan los predicadores del vacío lleno de palabras.
En el compendio de psiquiatría del profesor y doctor Francisco Alonso Fernández, encontramos varios apuntes sobre el fenómeno delirante en la psiquis humana. Es sumamente interesante aplicarlo a la problemática sectaria. Las universidades deberían incluir en sus estudios y trabajos científicos el fenómeno de las sectas, pues realmente es algo desconocido todavía por la comunidad científica y requiere ser abordado de manera multidisciplinar. Más en un momento en que diversos profesionales de la psiquiatría ponen sus titulaciones al servicio de las sectas y grupos sectarios, unas veces para enmascarar a estos y poner sus actuaciones como si fueran algo ejemplar y otras para ofrecer una imagen de seriedad y científica a doctrinas engañosas.
Los psiquiatras que participan en sectas se dedican a atacar a personas que descubren los entresijos de las dinámicas sectarias. Otras sectas, como Cienciología, se declaran enemigas acérrimas de la medicina de la mente humana, para imponer su criterio y hacer ver que son criticados y “perseguidos” por idear un modelo de control mental válido para la humanidad. De esta manera enmascara las intervenciones judiciales por sus actos delictivos. dan una imagen de los psiquiatras como profesionales perversos y maquiavélicos.
En el mismo concepto de psiquiatría, el profesor Alonso Fernández, explica: “Lo que no debe hacerse nunca es tomar por anormalidad como sinónimo de enfermedad. Lo anormal es – en su acepción más común – lo que se desvía de la norma estadística o término medio”. Partimos pues de este análisis, para no juzgar conductas ni doctrinas. A lo que nos referimos es a la esencia de un proceso de manipulación y a las fuentes que los inspiran, tomando como ejemplo concreto los textos de Samael Aun Weor.
Leemos en el compendio del Dr. Alonso Fernánez que los trastornos psíquicos se pueden desdramatizar. Entonces se vuelven más insidiosos y solapados. Esto es lo que sucede, exactamente, con el fenómeno sectario, porque se ajustan determinadas patologías a unas circunstancias que intentan convertir un delirio en un tipo de realidad. Se pretende hacer creíble los fundamentos sectarios, al menos a un grupo de personas. Lo cual lo indicamos por la actitud ante determinada teoría, no tanto por su contenido. El cual, por sí mismo, podría calificarse como «montaje irracional». Este profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid dice: “el delirio místico se ha transformado en un delirio racional y técnico”.
Comprobamos esta afirmación con claridad meridiana en determinado tipo de sectas de carácter mesiánico o en relación a una nueva era basada en la aplicación de todas las nuevas tecnologías para el desarrollo de la felicidad humana, aunque sea mermando la conciencia humana, lo que incluye el uso de máquinas que con sus vibraciones relajan la mente. Otras sectas, sin embargo mezclan el delirio místico con el desarrollo de la tecnología más allá de nuestra realidad, por lo que acuden a seres extraterrestres, con los que se comunican y a los que ven escondidos en diversas instituciones maléficas y secretas de los gobiernos de las grandes superpotencias.
Los raelianos consideran que la clonación es la técnica con la que seres de otras galaxias fabricaron a los seres humanos y se empeñan en aplicar el conocimiento genético para elaborar seres humanos superiores. Otras, sin embargo, se repliegan a un estado fantástico doctrinario de tipo místico que hace aislarse a sus miembros del progreso tecnológico, aunque utilicen sofisticados medios modernos cuando les interesa para su expansión y para captar a nuevos adeptos.
Muchas sectas sirven para preservar los delirios místicos de sus líderes del razonamiento y no dejan que afecten a sus ideas los nuevos conocimientos, de ahí el aislamiento ante cualquier tipo de información que pueda descubrir la inconsistencia teórica en la que se fundamenta la fe que profesan o poner en evidencia los datos que utilizan. Ahora bien, una secta no es un cobijo de personas que están enajenadas, sino de quienes se adaptan a la realidad mediante el control sectario de su creencia imaginaria. En las sectas militan, por regla general, personas normales que han sido afectadas por el fanatismo, una especie de SIDA psicológico, cuya naturaleza es sobre la que pretendemos reflexionar.
El problema es que tal proceso mental se contagia y se extiende con estrategias de captación y de manipulación, de manera que anula cualquier defensa intelectual. Estamos ante una peculiaridad realmente preocupante, cuando ya el problema de las sectas afecta a las familias que ven que algún allegado acaba atrapado por una organización o grupo, de manera que deja de ser quien es para convertirse en un adepto, un fanático.
Al adepto se le lleva a lo que el Dr. Alonso Fernández denomina “estados crepusculares”. Consisten en un estrechamiento del campo de la conciencia. Hay diversos grados. En los dos primeros, llamados “orientados” y “ordenados”, subsiste una organización de la conciencia normal. En el primer grado la anormalidad psíquica es apreciable desde el exterior, porque se reduce a un campo vivencial muy estrecho, muy intenso y con determinado contenido psíquico. En el segundo se observa cierta dificultad en las relaciones con el mundo exterior y falta de lógica. Esto que es un proceso morboso de la psiquis humana es lo que en realidad se enseña mediante el adoctrinamiento a los adeptos, lo cual se asocia a una forma de ser que es definida por una doctrina. Un ejemplo concreto lo iremos viendo, a lo largo de este trabajo, con los textos de Víctor Gómez, Samael Aun Weor.
¿Queremos decir que el adepto es un enfermo mental o que las sectas son una enfermedad social? No. Es una construcción psicológica deformadora de la realidad, no como brote patológico, sino que se construye. Sería un accidente más bien. Un proceso que distorsiona la realidad individual, del adepto, y colectiva, en donde se aplique. Es un peligro para la sociedad si se desarrollasen los principios irracionales que proponen en las instituciones e impusieran sus anacrónicos planteamientos para organizar el ordenamiento social, como sucedió en Afganistán con los talibanes, o en Alemania con el gobierno de Hitler.
Estamos planteando un fenómeno que se genera y aplica en la mente de las personas, como primer paso, no algo que brota de manera patológica en el individuo. Por este motivo una persona fuera de las circunstancias sectarias puede recuperarse y volver a su estado de identidad propia por sí mismo y con el apoyo de su entorno familiar. Mientras que un enfermo además de las circunstancias que desencadenen su patología , independientemente de ésta hay un factor interno sobre el que se desencadena la enfermedad. En las secta se produce un estado patológico o de alteración de la mente, más que una enfermedad o una patología concreta. Por otra parte en las sectas sucede una mezcla de varios síntomas y de estados de alteración de la conciencia y de deformación de la personalidad del adepto.
Los trastornos cualitativos de la memoria también suceden en las sectas por inducción. Ocurre cuando el adepto entra en una nueva representación de la realidad, lo cual acaba por abarcar el conjunto de la personalidad. Esta característica implica colocar el pasado personal de acuerdo a las nuevas interpretaciones de la secta.
Se provoca una percepción pretérita que se actualiza con un nuevo significado, cuyo rasgo es común a los significados propios de las percepciones delirantes que, en el caso de las sectas, fundamentan sus psicodoctrinas. Para que se entienda esta cualidad de las sectas obsérvese el efecto que producen las pastillas de éxtasis, tan de moda en la juventud. Su consumo, sobre todo si se mezcla con alcohol, provoca alucinaciones, lo cual afecta al consumidor, hasta el punto de que en los últimos años se han suicidado varios jóvenes bajo este efecto. No es algo que se imaginen, viven las visiones como algo real y les origina un miedo y pánico palpable. En las sectas ocurre algo muy parecido, pero que no lo produce una sustancia química, sino un estímulo psicológico. En lugar de alucinaciones visuales o auditivas, con las que se puede combinar en determinadas ocasiones, se tienen alucinaciones conceptuales y emocionales, delirios de pensamiento y de emociones sobrevaloradas e irreales.
El falso reconocimiento de otra persona es otra experiencia frecuente en el mundo de las sectas. Son casi siempre incipientes procesos delirantes, pero en las sectas y sobre todo en los psicogrupos o grupos de dinámica sectaria, encontramos que se vive esta experiencia alucinatoria como un encuentro entre almas gemelas, o se interpreta como una relación con alguien conocido de otras reencarnaciones.
Se traslada el delirio o la alucinación, a veces esporádica, al más allá de manera que no pueda ser contrastada por ningún elemento de la realidad. Sirve para confirmar una creencia que no es tal o para encontrar una prueba de su «realidad». Semejante fe es en un vestido que cubre un delirio que adquiere apariencia de “religiosidad”. Son conocidos casos dramáticos, como el de una profesora de música que atrapó a un alumno en una dinámica sectaria.
Para dar realidad a su alucinación y delirio platónico se enganchó a las enseñanzas de Claudio Pena, un curandero que anuncia un inminente plan de evacuación por naves extraterrestres. Se considera miembro de los Amadores. Dicha profesora considera que su alumno es para ella un alma siamesa, más que un alma gemela, que lo había reconocido y se lo hizo creer al joven, el cual deformó su pasado y sus vivencias para compartir un delirio que se le contagió por inducción, en una maniobra psicológica que le llevó a abandonar su familia.
Veamos un texto significativo sobre la manipulación afectiva que ha dado lugar a un proceso de integración en un grupo de dinámica sectaria, con una historia de encerramiento psicológico, que luego se integró en una mentalidad irracional. El siguiente texto lo escribe una señora que quiere implicar en su delirio a un joven un alumno. Le convierte en cómplice de su fantasía para darla forma y realidad, para lo cual la sitúa en un contexto doctrinario, que se lo proporcionó un curandero visionario: “La noticia de la presencia de tu alma en mi vida, me llegó de golpe, como una revelación, como un designio. (Tu alma) tuvo que viajar al interior de sí misma y allí se encontró conmigo. Mi alma te reconoció de inmediato y también supo sería su aliada hasta el fin de los tiempos. Te llamé “Almafuerte””. Tal falso reconocimiento llevó a este chico a abandonar la casa de sus padres, bajo la excusa de ser novio de la hija de quien le escribe. Se trata de una confabulación, que describe el Dr. Alonso Fenández como una característica de este fenómeno psicológico. El cual consiste en recuerdos engañosos.
El afectado es atrapado en las vivencias delirantes de su profesora, porque le engancharon, vía emocional, con una doctrina de la reencarnación. El pobre chaval llegó a creer que había sido un delfín en anteriores reencarnaciones y a la profesora y sus hermanas las vio como miembros del templo de Akakor y sacerdotisas de Claudio Pena. Escribe la persona atrapada en esta relación delirante: “Hola, ahora me llamo ….. en esta vida, pues en otras vidas me he llamado de otras formas, e incluso he sido un delfín”. Tal proceso es muy frecuente en las sectas. El problema es que no es algo que surja de la psiquis del adepto sino que se le coloca en su mente a partir de estudiar unos textos acompañados de determinadas practicas o intensas y artificiales emociones grupales o mediante la exaltación de sentimientos personales.
En los gnósticos el emparejamiento es necesario, no siempre obligatorio, para realizar el secreto de los secretos, que es la cópula de la pareja sin derramar el semen, base de toda su constelación teórica. La unión sexual responde a una vivencia cósmica que sirve para encontrar el alma gemela. Los adeptos viven este encuentro como un destino al que fueron llamados. Para relacionar su emparejamiento con su presente reconstruyen su pasado de manera totalmente deformada e irreal. Desemboca este proceso en lo que el profesor Francisco Alonso Fernández, llama “seudología fantástica”, según la cual se urden invenciones muy complicadas y fantásticas, de manera que el sujeto se identifica con ellas. En el caso de los grupos gnósticos y cualquier otra secta, tal invención no surge de la mente del adepto, sino que le viene dada por unos textos, la doctrina del líder o fundador.
La características de simulación ante la sociedad vienen recogidas por el psiquiatra que citamos, en el sentido de que el que padece este estado psicológico dispone, por regla general, de gran distinción en sus modales y gestos y engaña con facilidad a otras personas. Esta es la causa de que muchos adeptos den el pego ante médicos, vecinos y demás personas a las que los padres suelen acudir para que vean el problema de manera neutral. A quienes en este panorama desde fuera les cuesta hacerse cargo de la situación, tal y como la viven los familiares del adepto.
La seudología fantástica, explica el Dr. Alonso Fernández, es un trastorno d e personas necesitadas de estimación, que poseen además de un pensamiento fantástico exuberante un porte y ademanes muy distinguidos. La diferencia que hace este profesor de psiquiatría la vemos perfectamente aplicable a la formación sectaria. El confabulador responde al prototipo del líder o fundador: “es una especie de cronista falso, ya que presenta testimonios falsos y engañosos de sus vivencias”, los cuales se cree. El seudólogo fantástico, responde al modelo de adepto: “al atenerse a una conducta regida por la mentira y la ficción, equiparable a un actor muy identificado con su papel”. El adepto, efectivamente, cumple el guión de la doctrina del maestro o gurú y se convierte en el personaje que representa, el sectario.
Los sentimientos del ser humano son de varios tipos. Se ordenan según los cuatro estratos que define Nicolai Hartmann: el material, el biológico, el psíquico y el espiritual. Hay una interacción reciproca entre unos sentimientos y otros. Scheler habla de cuatro sentimientos que además se corresponden con los estratos categoriales de la concepción del mundo antes indicada: sentimientos sensoriales, sentimientos vitales, sentimientos psíquicos y sentimientos espirituales. El Dr. Alonso Fernández explica que las pasiones, movimientos afectivos bruscos, deforman las ideas del sujeto sobre ciertas cuestiones: “El sujeto sobrevalora las ideas y juicios acordes con el significado de la pasión y suprime los datos contrapuestos a ella. Con facilidad se establece una idea sobrevalorada, una idea sobrecargada de afectividad que ocupa el centro de la conciencia del sujeto y rige su pensamiento y su conducta”. Esta descripción sucede en los cuatro tipos de sentimientos, y todos ellos se sobrevaloran en las sectas, por lo que profundizar en la comprensión del fanatismo exige ahondar en la complejidad humana.
Siguiendo el análisis del compendio de psiquiatría que venimos consultando se observa algo de vital importancia para entender el proceso sectario: “Cuando las ideas sobrevaloradas han arraigado tanto en el sujeto que se han vuelto impremeables a la experiencia y a las refutaciones lógicas, decimos que se han transformado en ideas deliroides”. Lo que el doctor Alonso Fernández describe como patologías mentales personales observamos que sucede claramente en las sectas, nada más que camufladas en una cierta religiosidad o misión mesiánica sea de tipo política, social, ideológica o de fe.
El fanático fusiona su ser y su identidad a la organización a la que sirve. Lo hace con alegría, euforia que vemos descritas por el profesor Francisco Alonso Fernández como «exaltación vital», síntoma, éste, que no es más que una fase maníaca. Inmerso en este proceso psicoespiritual se experimenta una gran capacidad de trabajo. Otro síntoma que asocia al delirio el profesor Alonso Fernández. Muchos observadores externos del comportamiento sectario piensan que los adeptos están drogados. No hace falta.
Las técnicas psicológicas logran situar al adepto en un estado de exaltación vital que se manifiesta como euforia o como iracundia. En este sentido Francisco Alonso Fernández explica: “La exaltación vital dista mucho de ser una exaltación existencial. Conduce, por el contrario, a un empobrecimiento existencial. Se estrecha el horizonte de la vida psíquica propia, se suprime la comunicación y el diálogo con los demás y se produce una entrega eufórica a la orgía o una entrega iracunda a la lucha abierta contra el prójimo”. Circunstancia idéntica observamos permanentemente en los casos de afectados por las sectas. Pensemos en el peligro que supone proyectar esta actitud a la sociedad , pues conlleva una lucha contra el mundo.
Las sectas juegan con la psicología de los adeptos. Infunden miedos en forma de pánico, “cuando el miedo no se concreta en algo determinado, sino que se refiere a todo”. Se activan mecanismos de angustia, sin objeto concreto, para dar contenido a experiencias o vivencias de lo que apunta una doctrina fantasiosa sobre el fin del mundo, la llegada de una nueva era liderada por la secta, y otras promesas.
La angustia espiritual, enriquecedora y creativa, se convierte en una angustia vital que surge en el yo corporal, lo que según el Dr. Alonso Fernández “supone siempre una reducción de libertad del sujeto frente a sí mismo”. ¿Qué hacen las sectas en este sentido?. Su técnica manipulativa supone, por así decirlo, en prender fuego y luego acudir de bombero. Provocan un determinado estado anímico negativo, por hacer sentir al neófito culpable, hacer surgir miedos, temores, sensación de vaciedad interior, para acto seguido, al cabo de unos meses o semanas, ofrecer cursillos de relajación, meditación, pensamiento positivo, sexualidad adoctrinada y otras técnicas que calman al adepto. De esta manera la víctima percibe una sensación gratificante en seguir los consejos y designios del líder o fundador.
El libro de texto sobre un compendio de psiquiatría dice: “La sensopercepción es un acto que pone en relación nuestra conciencia con el mundo exterior. El sujeto en este acto no es un mero receptor de datos exteriores, sino que asume una participación activa”. En una fase inicial de participación se sustituye en el adepto la participación activa por la actividad psicológica que provoca la lectura de textos del líder o dejándose llevar por las enseñanzas de sus apóstoles. Sucede, desde los estados manipulados del yo, una especial deformación activa de la realidad, lo que se conoce como «catatimia». En la secta se da una variante a la dicotomía entre sujeto y sociedad. Como es el caso de que la experiencia del fanático no se cumple en la condición de ser una experiencia común y accesible a los demás, ni tampoco es una construcción privada y subjetivista, sino que es comunicable y compartida solamente dentro del grupo, de manera que la militancia refuerza las psicopercepciones y psicosensaciones que crea el grupo, por lo que el adepto necesita participar en los ritos, ceremonias y actos de la organización, y se aferra a toda esa parafernalia, pues fuera de ella se siente perdido.
En los grupos gnósticos, como en otras muchas sectas, suceden múltiples engaños de los sentidos. Ilusiones espirituales que se llegan a conocer o percibirse sin objeto real. Se crea un estado interior con los ejercicios que hace practicar la secta, que además en los gnósticos se comparten con la pareja. De esta manera la subjetividad se vive como certeza objetiva, porque el sentimiento individual es compartido por la pareja y luego por el grupo. La secta provoca alucinaciones compartidas, que son las que ha elaborado el fundador. Se construyen teorías y doctrinas que se interpretan de manera delirante durante los cursos. Se puede decir que en las sectas se enseña a delirar. Esta situación verdaderamente dramática no es considerada en su auténtica dimensión ni se da la importancia que requiere en nuestra sociedad, pues se considera judicialmente que siendo una persona mayor de edad se es inmune a esta catástrofe psicológica.
Como dice Alonso Fernández la materia prima con que el pensamiento trabaja es la representación. Es el modelo de vivencia cognitiva. Algo que en las sectas es representado por la dinámica de grupo o de la organización. En los textos de Víctor Gómez podemos comprobar como se ofrecen unos contenidos concretos, que por fantasiosos que puedan parecer forman la psiquis del adepto. En sus escritos comprobamos la gran cantidad de datos accesorios a los que se da una importancia esencial por parte de los misioneros que propagan sus enseñanzas engañosas. Sucede algo que el doctor Alonso Fernández denomina “disgregación de las ideas”: asociación de representaciones y conceptos sin vínculos de sentido entre sí, con lo que aparece un pensamiento muy poco lógico y racional. Esta deformación intelectual da lugar a un pensamiento alogico, pero coherente dentro de su sistema, para que adquiera sentido es preciso anular el yo. Veremos como esto ocurre, al pie de la letra, en la gnosis ideada por Víctor Gómez.
Es muy interesante la visión que da Francisco Alonso Fernández, en cuanto que las ideas sobrevaloradas y las vivencias delirantes no pueden ser consideradas como trastorno del pensamiento sino como estructuras psíquicas nuevas. Comprobamos que el rasgo común de todos los delirios es la certidumbre con que el sujeto vive el fenómeno. Algo que es palpable en la manifestación sectaria.
El contenido doctrinario forma parte de todas las sectas de creencias anómalas. Aceptemos la definición del compendio de psiquiatría para explicar lo que sucede en la manipulación sectaria: “podemos definir delirio en conjunto como creencias o convicciones anómalas demasiado firmes y tenaces y de contenidos un tanto absurdos e ilógicos y sobrecargados de afectividad, que se refieren por lo general a uno mismo”. En el caso de las sectas ese «uno mismo» abría que ampliarlo con el yo colectivo de la organización, en el cual la subjetividad del adepto o adepta quedado diluida. En este sentido hay que observar, con Alonso Fernández, que hay creencias absurdas, como las supersticiones, que no son delirantes.
El consejo que da Alonso Fernández a los médicos de medicina general es: “considerar como probable delirio a toda creencia o convicción un tanto ilógica saturada de afectividad, centrada en el propio sujeto y mantenida tenazmente”. En relación a las sectas nos encontramos con la dificultad de que el sectario esconde su condición, por recomendación de sus instructores. Justifica su pose ante los demás que están fuera de la secta porque entiende que no va a ser comprendido y hasta sabe que le pueden tomar por loco. Se trata de una manipulación que se construye y el afectado es consciente de sus efectos, pero no de las intenciones ni del proceso. Por el contrario asume los efectos, cuya consecución vive como un gran proceso de iniciación, una experiencia especial y reservada para unos cuantos elegidos. Los cuales en realidad sufren la infiltración de una trama psicótica y la rotura parcial o total de la continuidad biográfica, de manera que la personalidad del adepto o adepta queda disociada, y vive para sus adentros una doble realidad, hasta ser acaparado por la realidad sectaria.
La militancia en los grupos gnósticos es la inmersión del adepto en un delirio originado en la alucinación mesiánica de Víctor Gómez, que se transformó en Samael Aun Weor. Esas dos referencias nominales nos remiten a dos realidades, la personal y la mítica, que luego se va a trasladar, como mecanismo de adoctrinamiento, a sus seguidores. No fue solamente un cambio de nombre, sino una transformación de su personalidad. Se convirtió en el actor de su delirio, para que se expande en la medida que lo contagia a otras personas mediante cursos teóricos y prácticos. Sus textos son un guión para la despersonalización del adepto y fanatizar a sus seguidores. Se trata de un manual para construir un delirio en la mente de quienes se acerquen a dichos grupos. Lo vamos a ver detalladamente a continuación.
- El uso del lenguaje
- Mensajes emocionales
- Militancia
- Despersonalización
- Sexualidad manipulada
- El fin del mundo
Grupos gnósticos, secretos y mentiras
Contra lo irracional (Prevención ante las Sectas y lo demás)