Los días 2 y 3 de Junio de 2000 se celebró en Berlín la II Conferencia de los líderes progresistas de todo el mundo. Participó el presidente Clinton de EE.UU, el canciller alemán Schröder, el presidente Blair de Reino Unido, el presidente brasileño Fernando H. Cardoso, los presidentes de Sudáfrica, Chile y Argentina. Los primeros ministros de Francia, Italia, Holanda, Suecia, Portugal, Grecia, Canadá y Nueva Zelanda. Forman un “club global de gobiernos progresistas del s. XXI”, lo que el semanario alemán “Die Zeit” , ha venido a denominar “la Santa Alianza del progreso”.

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El objetivo de dicha reunión fue definir lo que debe ser un gobierno progresista en el s. XXI. El año anterior celebraron una reunión con mucha menos asistencia, en Florencia, para hacer una reflexión genérica sobre cómo adaptar las propuestas de la socialdemocracia en el mundo moderno. En Berlín se trató de encontrar medidas concretas para conciliar la economía global y el progreso social. Los gobernantes que representan a las fuerzas progresistas, parten de entender la globalización como “una realidad económica, social y cultural incuestionable”. A partir de lo cual pretenden desarrollar modelos políticos con el fin de poner la nueva economía al servicio común.

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Como resultado de la cumbre progresista, de gobiernos socialdemócratas, se redactó una declaración de intenciones, con algunos puntos como:

Mantener la estabilidad económica, la trasparencia de los mercados financieros y reglas comunes entre los países para lograr una competencia justa. Apoyar el libre mercado como instrumento para el desarrollo económico en los países en vías de desarrollo y como vía hacia los nuevos mercados de los países industrializados:

Llevar el progreso tecnológico a los países en vías de desarrollo.

Una política laboral eficiente que mejore las estructuras del sistema de la Seguridad Social.

Mejorar los servicios públicos.

Política clara de inmigración y asilo.

La revolución digital para hacerla accesible y eficiente a todos los ciudadanos.

Reforzar las instituciones de lucha contra el hambre y enfermedades que azotan a la población del Tercer Mundo, el SIDA y la malaria

Regulaciones eficientes de los mercados financieros.

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Todo lo cual se presenta como una meta. El proceso para su consecución se vino a llamar “Nueva Vía de Progreso”. Se entiende, en líneas generales que el Estado debe jugar un rol fundamental para mantener las finanzas en orden, luchar contra la inflación y promover una competencia leal. La pregunta es ¿cómo se logran tales objetivos? En realidad las medidas adoptadas, como programa genérico, no son mas que matices dentro del modelo neoliberal, no aporta ninguna diferencia substancial. La socialdemocracia moderna usa un discurso de solidaridad como reflejo del pasado, ante la imposibilidad de encontrar su identidad en el presente.

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A la reunión de Florencioa acudió Ulrich Beck, como asesor del canciller federal de Alemania, Gerhard Schröder. Este profesor de Munich observa1 que es necesario inventar una política en un marco transnacional. Sugiere que el líder alemán es pragmático, pero busca un guión para desarrollar en la nueva era política. Desde mi punto de vista éste se encuentra en la Renta Básica, si se estudia en toda su amplitud, porque es el paso a la práctica de todo un discurso crítico que se lanza al vacío. Beck discrepa con Anthony Giddens, padre de la Tercera Vía y consejero de Tony Blair, por cuanto hace falta una nueva definición, pero no tanto de lo que es, sino de su contexto, para actuar en consecuencia. Comenta Ulrich: “El intento de la vieja socialdemocracia de restablecer la plena ocupación de acuerdo con el viejo modelo me parece ingenuo. Fracasará porque debemos distinguir entre pleno empleo como fue concebido hasta ahora y el pleno empleo frágil (temporal, informal, jornada reducida, precario) que es cada vez más amplio”. Partiendo de esta situación real ¿adónde se llega?. Al neoliberalismo en su sentido estricto, postura de la derecha, o a la renta Básica, postura de una tercera vía con contenido y real. Cualquier solución intermedia lleva a atajos que vuelven al mismo lugar del que partieron.

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Casi dos meses después, ante las elecciones para la presidencia del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, la candidatura del Jose Luis Rodríguez Zapatero utiliza como definición de su propuesta una “Nueva Vía”. ¿Qué es la “nueva vía”? Por más que he tratado de encontrar una respuesta de contenido, todo han sido generalidades, tanto a nivel público como en conversaciones con militantes socialistas. Cuando en el IX Congreso ordinario del PSOE gallego Zapatero proclama su intención de “liderar la modernidad”, ¿a qué se refiere?. Hay un fondo muy importante y es la intuición de que se necesita algo nuevo, para adaptar la democracia a la nueva realidad económica, pero aún está sin localizar. Se ha planteado la pregunta sin llegarse aún a la respuesta. Lo cual será el objetivo de esta parte del estudio que venimos haciendo.

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El problema de la política es que pierde su dimensión intelectual. Inmersa en la dinámica de partido, de las noticias periodísticas y en la estrategia electoral carece de visión histórica y de labor profunda. Sin una referencia cultural la teoría progresista acaba disolviendo su identidad en las formas de lo actual, sin apenas contenido. En los discursos de octubre del 2.000 en diversos actos socialistas, se repite el tema de las medallas olímpicas, menor número que durante el gobierno socialista. El asunto de los carburantes, el plan hidrológico, etc. sin una visión política ni económica del tema. Todo bajo el esquema propagandístico “que mal lo hacen ellos, nosotros lo haríamos mejor”. Se alude a que es un requisito imprescindible llegar al pueblo, pero los problemas que critican son los síntomas de unas causas.

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A los ciudadanos les interesa, evidentemente, lo que viven, el síntoma, pero el político debe profundizar en la causas, y más si quiere promover un cambio que dé lugar a otros síntomas, y supere los actuales. Eso es en lo que habrá de convencer al pueblo, mostrando un proyecto. En lugar de promesas y afirmaciones vanas. Se ha elegido sin embargo en todos los partidos la imagen y la política de matices, sin profundidad alguna. Lo cual es un mal endémico de la democracia occidental, mediante el cual ha quedado supeditada la política a la economía, ya que las grandes y pomposas campañas electorales se basan en las técnicas de mercadotecnia. Semejante actuación depende de grandes inversiones que necesitan de créditos y préstamos bancarios. Sin embargo los economistas no son hombres públicos, en general, sino sesudos hombres de negocios y estudiosos que desde sus despachos sí que diseñan estrategias a largo plazo y van a las causas de los problemas financieros. Por lo que han logrado una fuerza capaz de manejar la política y no viceversa.

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Ya en los años de la II República se quejó José Ortega y Gasset2 de la política superficial y ramplona de los gobernantes y la clase política: “No pedimos que nos gobiernes filósofos, como hizo Platón. Pedimos que no nos gobiernen analfabetos”. Hoy la inmensa mayoría son analfabetos con imagen pública y con título universitario, sin un sentido hondo del quehacer político. Las carreras para subir en el escalafón de puestos en política no se hace sobre la base de una lucha social que lidere en su aplicación práctica unas ideas, un partido o una corriente de pensamiento. No hacer nada y no llamar la atención es una buena táctica para estar en los puestos de salida para ocupar alguna candidatura. Durante la transición española sucedió lo contrario, porque hubo una lucha previa contra la Dictadura, que impulsó y dio fuerza a los partidos políticos, a los debates ideológicos con los que se impulsó el cambio y la transformación que sufrió la sociedad española. Años antes había sucedido en los países europeos, al finalizar la II Guerra Mundial. Pasado el tiempo y acomodados en la política de despachos, la táctica se trasmuta en una lucha de Poder, de charol y mocasín, en la que los burócratas de los partidos se hacen con el aparato de éstos. Su objetivo es el resultado electoral. Se convierten en una empresa con un sentido de eficiencia y de inversión rentable en cada acto o declaración. Dejan de ser un colectivo con debates de ideas y de proyectos. Retomando las palabras de Ortega y Gasset hay un cierto paralelismo que apunta a una reflexión sobre el sentido de la política, que tiene que ser replanteado. No como mera cuestión actual, sino como proyección histórica de la democracia, cuya fragilidad recae precisamente en convertirse en un mecanismo formal y que actúa por reflejo en la sociedad, sin conciencia. Según el filósofo vitalista: “estamos gobernados por una comunidad gobernante de cuya totalidad ignoramos qué pensamientos tiene, por un gobierno sin ideas políticas, sin conciencia política; en cuanto a los Ministros, tomados individualmente, no piensan ni han pensado nada”.

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Vemos como en la actualidad se acompleja a la población con las titulaciones de los políticos, o por ser grandes hombres de empresa, cuya función política nada tiene que ver con sus talentos, por lo general. Se da valor a la fama, que ofrecen las imágenes mediáticas de los medios, a las valoraciones estadísticas basadas en la imagen, porque quienes responden a estas tasaciones es con lo único que cuentan. Los “ideólogos”, técnicos en diversas materias, se convierten en acumuladores de datos y conocimientos, sin saber manejarlos para elaborar ideas, proyectos ni establecer una comunicación con la sociedad. Por eso Ortega quiso dar un sentido mucho mayor a la dimensión política. Saltó al ruedo en la Agrupación al Servicio de la República, que fundó con otros intelectuales, como Gregorio Marañón, y Ramón Pérez de Ayala. Fue elegido diputado por León, en 1931 a las Cortes Constituyentes. Sus ideales fueron socialistas, pero no marxistas. Definió tal idea categóricamente: “socialismo es cultura”. Lo que todavía sigue siendo una esperanza. En su discurso en las Cortés Constituyentes del 27 de Julio de 1932, razonó sobre el sentido de lo económico, como un medio, para sustentar la vida, no un fin. Aquella realidad incipiente que fue capaz de percibir ha crecido y se ha convertido en un fin que justifica cualquier medio dentro del liberalismo. Para quienes lo representan el objetivo es conseguir beneficios y el crecimiento económico a toda costa y por cualquier medio. La respuesta de la socialdemocracia debe ser más profunda, como bien indica Ortega y Gasset: “No se puede hacer política viviendo al azar, bajo la anécdota de lo que en cada momento la opinión pública sostenga o no sostenga, hay que atenderla, pero es menester ir a la política con un conjunto”. Un conjunto de ideas que es lo que hoy también sigue faltando.

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Lo mismo que para el racionalismo de René Descartes, la prueba de la evidencia en el conocimiento racional consiste en que una idea sea clara y distinta, en un proyecto político, cuando tiene conciencia histórica, el conjunto de sus ideas debe establecer como esencia de su organización ser claro, es decir evitar toda ambigüedad y léxicos que dependan de otras variables. Como promesas sobre política fiscal, que luego dependerán de la inflación, etc. En segundo lugar ser distinto, para tener un campo propio de actuación y que la sociedad pueda elegir entre modelos de sociedad, sobre los cuales se establezca el debate político. De otra manera se deforma la acción pública en descubrir casos de corrupción, repetir hasta la saciedad ideas estereotipadas, pues en la base política no hay grandes diferencias. Y en tercer lugar, ser progresivo, en caso de ser un partido de izquierdas, frente al conservadurismo, que mantiene el esquema estático de la derecha. ¿Por qué progresivo? porque un proyecto no puede ser un invento, que se quiera probar a modo de experimento social o por la ocurrencia de unos “iluminantis” , o un voluntarismo ético. Tampoco el resultado de una actuación mecánica que se estanca en la sociedad, porque hace que surjan etapas políticas que dan vuelta sobre lo mismo sin encontrar soluciones concretas a los problemas. Es imprescindible partir de la realidad humana y social. Ante la falta de todos estos requisitos aparece la política de matices, sin sentido de cambio ni de adaptación a las transformaciones que vive la sociedad en otros aspectos más dinámicos, como la ciencia, el arte, las teorías pedagógicas, la economía. El resultado es convertir la democracia en un trámite de cara al ciudadano y el resultado una alternancia en el Poder, que supone más el juego de ambiciones entre grupos y de vanidades personales.

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¿Estas condiciones son fruto de una extravagancia intelectual o de una ocurrencia? Ni mucho menos. No hacemos literatura política, sino fundamentos de diversa índole. En este caso se trata de un análisis de la Historia que indica cuál es y qué es el sentido del progreso y de las opciones políticas. Se trata de ver unos hechos experimentados en la Historia, cuya pérdida de referencia impide su desarrollo. La razón de la Historia no la planteamos como un fin y mucho menos como su sentido último. Tampoco como un ser absoluto, a modo de la llamada “razón de Estado”. Se trata de un razonamiento sobre la Historia y con la Historia como experiencia, lo que hace que razonar se vuelva un método, ya estudiado en el anterior capítulo, como evolucionismo histórico. Añadimos que se trata de la conciencia ¡y del razonamiento! de la evolución y del progreso social.

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¿Por qué elegir la socialdemocracia como vehículo ejecutor de la Renta Básica? Debo indicar que no fue mi punto de partida. Primero había definido un espacio político con la confluencia entre el marxismo y la izquierda alternativa o ecologista. Luego pensé que debería ser un camino nuevo y diferente, a modo de una alternativa verde, en la que he participado durante muchos años. Creí que la nueva vía debería desarrollarse sobre la base de un nuevo soporte político. Más aún, hasta llegué a plantear que el descubrimiento de la Renta Básica, como elemento económico y engranaje fundamental del desarrollo sostenible, podría revitalizar tal opción. Fue cuando encontré la nominación genérica de “teoría alternativa de la economía política”, frente a la “teoría clásica” (liberalismo) y “teoría general” (keynesianismo-socialismo occidental) cuando solapé tal razonamiento a una postura dinamizadora del movimiento verde. Pero los datos que fui analizando no me permitió tal subjetivismo, lo que de no haberme dado cuenta hubiese desembocado en el voluntarismo y la belleza de una idea y un proyecto, pero sin poder demostrar su realización. Hubo en mi replanteamiento una primera repercusión táctica. No convertir tal opción, sobre la que tuve elementos económicos fundamentados ya expuestos, en una opción marginal, que fuera la eterna reivindicación desubicada de la realidad social y política.

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Por otra parte me di cuenta de que la Renta Básica tiene identidad propia desde el punto de vista económico. No podía ser utilizada como “herramienta” justificativa o de recambio para modernizar o servir de atajo para ideologías antiguas. Es el caso de quienes han visto en la Renta Básica una fórmula para replantear el comunismo o quienes defienden un modo cristiano de proyectarse en la sociedad. Las ideas dogmáticas de izquierda no pueden avalar una tesis que parte del liberalismo. El marxismo o comunismo reformulado acaba llevando , nuevamente, a un callejón sin salida, que luego habrá de ser desandado. Por ora parte la Renta Básica no puede aislarse de los derechos de libertad y sociales. Un sistema dictatorial la podría establecer en una sociedad tecnológica, pero tal práctica sería la antítesis de su esencia. ¿Y formar parte del desarrollo de la derecha liberal? Precisamente en el estudio de su evolución vemos que la Renta Básica es el resultado de la evolución del liberalismo económico, pero como opción política de derechas hace prevalecer los criterios económicos frente a la atrofia y desamparo de los derechos sociales. A estos sólo los reconoce mediante el capital y el trabajo.

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No siendo una excusa para otras ideologías, vimos que la Renta Básica es el resultado de la evolución de la realidad económica. Es también una fase progresiva de la evolución del Derecho en los Estados Constitucionales, como hemos analizado en el capítulo anterior, y es la evolución del socialismo. No es un planteamiento partidista, ya que no está recogida en ningún programa del socialismo actual, por lo que hay un desfase entre la política electoral y la de contenidos históricos y de ideas.

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La evolución de la llamada Tercera Vía da como resultado la Nueva Vía, que tiene en su esencia una proyección histórica que no ha sido concienciada, no sólo en términos hegelianos, como hemos visto, sino en términos de proyectos sociales y políticos. La Nueva Vía sucede dentro de la nueva realidad económica y forma parte de la evolución de la Historia del socialismo democrático.

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La Nueva Vía es, de momento, un slogan hueco o adornado de intenciones sociales, si no somos capaces de encontrar su contenido. Es como si a alguien, por ejemplo se le pincha la rueda de una bicicleta. Sabe que pasa algo, que necesita algo para que funcione. ¿El qué? ¿poner el dedo para que no salga el aire? entonces no podría seguir su camino. ¿Una pinza? Entonces no rueda. ¿Un parche? Sí, pero la rueda seguiría desinflada. En esta caso tendríamos las medidas sociales, pero falta el contenido. Hace falta el aire, que es lo que hace que la rueda cumpla su función. Por su puesto sin el parche se volvería a desinflar, por lo que las medidas sociales añadidas son necesarias. Pero no suficientes.

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El término “Tercera Vía” aparece en los años veinte como una idea que propone un camino intermedio entre capitalismo y marxismo. Concretamente se ideó durante la Segunda Internacional, creada en París en 1.889 y que agrupó a los partidos socialistas de carácter marxistas. Fruto de este nuevo camino en 1.923 se convirtió en la Internacional Socialista, aún vigente. La Tercera Internacional, comunista, nació en 1.919 a raíz de la revolución rusa. Es la evolución de la lucha obrera en occidente la que acaba estableciendo unas fuerzas sociales que se orientan a las reformas de la sociedad mediante la intervención del Estado con un sistema fiscal fuerte, la asistencia social y la seguridad social. Los representantes de esta tercera vía renuncian a la conquista del Poder mediante la lucha armada y se separa del comunismo y el marxismo, tanto en sus métodos como en el contenido ideológico. En el apogeo de la guerra fría entre el bloque capitalista y el comunista, la Tercera Vía apareció como una opción concreta entre el capitalismo, al que critica, y el comunismo, modelo que también critica. La Tercera Vía se admite como desarrollo político con identidad propia durante la Internacional Socialista en 1951. Deja de ser desde entonces una postura intermedia entre dos concepciones económicas extremas.

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El desarrollo de la Tercera Vía se realizó sobre la base de la aplicación de las teorías de John Mayard Keynes. El socialismo democrático de la sociedad occidental, asumió este modelo económico, como forma de desarrollar su programa e ideario en las sociedades capitalistas. Mantuvo su vigencia, como hemos visto, hasta los años ochenta, aunque en España se prolongó hasta principios de la década de los noventa. Con la apertura del proceso de la perestroika en la URSS, 1.986, y la posterior caída del Muro de Berlín, 1.989 la Tercera Vía queda descolocada, porque su única referencia va a ser el liberalismo como antagonismo real y sobre todo porque el desarrollo económico funciona por su cuenta, sin apenas poder intervenir desde planteamientos sociales y políticos. Coincide con el despegue de la economía global y el imparable desarrollo de las tecnologías, que hacen que el socialismo se integre sobre la marcha a esta nueva y acelerada realidad. Defiende medidas “parches” y cae en una política en la que su proyecto es arrastrado a la nueva economía del neoliberalismo. El Consenso de Washington, 1.990, basa su política económica en el monetarismo, cuyos máximos representantes encabezan la línea oficial del neoliberalismo. La Tercera Vía deja de tener sentido y vigencia. Se busca, entonces, una nueva vía, pero más que un proyecto es una exclamación socialista ¡necesitamos un hueco en la economía y algo que nos haga recuperar nuestra identidad socialista!, más allá de medidas puntuales. La política es insuficiente, pues como indica Manuel Alcántara3: “la política se ha convertido en la chacha de la economía; el dinero es más palpable que las ideas”. Es en esta tesitura en la que aparece atrapado el modelo y la Historia de la socialdemocracia y el progresismo. Lo que vamos a desgranar poco a poco.

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Durante la Convención Política de Nueva Izquierda de Castilla y León4, partido que en Octubre de 2.000 inicia un periodo de negociaciones para integrarse orgánicamente al PSOE, se hace una reflexión sobre la actualidad de la izquierda progresista: “la llamada Nueva Economía, ha irrumpido de la mano de agentes privados transnacionales y ha devaluado la capacidad transformadora y orientadora de la política”. A la vez que “el keynesianismo clásico está dejando paso a otro tipo de estructuración, de equilibrio sociales”. A lo que hay que añadir que en términos económicos funciona correctamente y la “esperada” crisis se alarga indefinidamente. Es posible que no llegue nunca con gravedad, por la posibilidad de trasladarla a países en vías de desarrollo, sin que afecte dramáticamente a las sociedades ricas. Tal situación fractura el desarrollo democrático. En palabras de José Saramago: “la democracia no es sino la fachada del auténtico Poder y las cosas van bien en un país cuando hay pan para que nadie proteste y circo para que nadie piense”. Pues bien, en este contexto es en el que es preciso, y muy necesario, definir la Nueva Vía, que no deja de ser, como además iremos viendo, el desarrollo evolutivo del socialismo occidental. Es una Nueva Tercera Vía, ahora entre el keynesianismo y el monetarismo. Que es lo que define la realidad económica actual. A partir de lo que hemos tratado en capítulos anteriores desde el punto de vista económico, podremos entender su proyección política.

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No se trata de seguir una pauta lineal, que del keynesianismo se pasa al monetarismo y de éste a otra cosa. Más bien es un proceso dialéctico, de automovimiento de la Historia y de la economía. De manera que el socialismo pasa del keynesianismo a una nueva función pasando, por el monetarismo. Según la lógica hegeliana, A (tesis) y su contraria A´ (antítesis) no se contradicen, sino que son superados por la síntesis, de manera que incorpora a la nueva realidad las dos partes. Lo cual ya hemos analizado sucede con la Renta Básica, que permite el funcionamiento del mercado a la vez que, de manera independiente, interviene el Estado mediante un derecho social y económico. Lo que surja de esta nueva contradicción dependerá de cómo se establezca esta medida y de las condiciones que acompañen al proceso que se desencadene tanto en la Historia como en la economía.

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Recientemente se ha ideado, en un espacio psoe-los verdes, una especie de pseudo tercera vía, que no cuaja porque queda fuera de la realidad. Alianza práctica que se ha experimentado en Galicia y las Illes Balears. Desde el punto de vista teórico es una construcción filosófico-política en el marco de meras y vanas intenciones, sobre todo porque sus portavoces hacen declaraciones como barniz de modernidad sin profundizar en lo que llaman “la Tercera Izquierda”5. Sus autores parten de premisas constatables y de una crítica real: la pervivencia de la política democrática está en juego ante el liderazgo en la sociedad de los grandes intereses financieros. Se posicionan dentro de una economía de mercado, exigiendo que además de libre sea social. Lo que no apuntan es cómo conseguirlo, más que con obviedades y con un planteamiento genérico que aparentemente sería muy válido y con el que yo mismo me identifiqué desde Los Verdes. Tal fundamento fue precisamente el mismo esquema que aparece desarrollado en la ponencia ideológica del III Congreso estatal de Los Verdes. Pero al estudiar detenidamente el proceso evolutivo de las ideas queda radiografiada como una construcción teórica artificial.

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La Tercera Izquierda se presenta como un proceso lineal que va del comunismo al socialismo y de éste a una izquierda verde. Se requiere la ambigüedad necesaria para asumir la realidad, pero dada la crisis actual proyecta un radicalismo que no es tal, cuando pretende “no dejar a la Tercera Vía la iniciativa política”, pero sin constatar un modelo económico que ampare la propuesta alternativa. Precisamente tal fue el error del movimiento verde, y cuando trató de resolverse surgió el proyecto económico de la Renta Básica. Queda el verdismo político, un marco de intenciones y un canto de sirenas sin proyección concreta. Los Verdes, para tener una realización de sus planteamientos, ha tenido que unirse en Alemania y Francia a los partidos socialistas. En Galicia y las Islas Baleares para acceder a responsabilidades institucionales ha tenido que pactar y colaborar con el PSOE. Los casos de coalición con Izquierda Unida han relegado a las ideas verdes a un contexto de oposición instrumental, poco eficaz, como ha demostrado la práctica en Andalucía y Portugal. Como decía mi buen amigo Pedro Solís “lo que se realiza es lo que da realidad a las ideas”. Lo que ha quedado desmarcado de la realidad política se ha situado en una huida de lo real y de la racionalidad que, en forma de escapismo, desboca en un misticismo ecológico muy en boga, en torno a la moda y negocio New Age.

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El gran debate dentro del movimiento verde fue sobre cuál era su papel. El surgimiento y evolución de sus programas ha supuesto una desestructuración del movimiento político verde, pero en sus planteamientos concretos han triunfado sus tesis, tanto en el reconocimiento de nuevas leyes en materia medioambiental, la creación de un Ministerio de Medio Ambiente y criterios energéticos alternativos, de protección de zonas ecológicas, zonas peatonales, reciclaje de las basuras y demás cuestiones que se han implantado en la sociedad. Falta que se despliegue en toda su hondura, pero es cuestión de tiempo. ¿Quién iba a decir hace unos meses que en la residencia presidencial de la Moncloa se instalaría un panel solar para abastecer energéticamente tal vivienda?. La función verde es necesaria en nuestra sociedad, más aún, imprescindible, pero en su sitio, siendo una fuerza de presión y corrosiva, bien como movimiento social o como formación política, pero con sus límites. Su modelo de sociedad puede servir como experiencias concretas en ámbitos aislados, pero no en la generalidad social. El ecologismo verde debe reconocer su espacio, lo que le dará fuerza y valor histórico, como ha venido sucediendo. Ofrece al desarrollo económico y social una tensión necesaria que sirve también para frenar los desmanes del desarrollismo y el progreso sin medida, así como marcará los límites del desarrollo sostenible dentro de la Nueva Vía. Que en EE.UU. el partido verde tenga a finales del año 2000 un 5% del apoyo de la sociedad norteamericana es un indicador de hacia donde se orientan los nuevos criterios y su dimensión.

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En una de sus conferencias públicas6, Nicolás Sartorius, abogó en contra de la Tercera Vía, para reivindicar la democratización de la economía. Tal propuesta si se desarrollase exige el revisionismo del comunismo en su versión más suave de las democracias occidentales. Ahora bien, tal criterio se incluye en el proceso global de la Nueva Vía, dentro del socialismo. Porque evidentemente si sucediera dentro del liberalismo tendría repercusiones sólo económicas y no políticas. Desde la visión socialista se estima necesario establecer la solidaridad como derecho. El comunismo carece de aplicabilidad al fundamentar su proyecto ideológico en la planificación estatal y el rechazo del liberalismo. Se esté a favor o en contra del libre mercado global es la realidad actual, la realidad material de los sistemas de producción y de distribución. La izquierda marxista ha quedado relegada a un papel de oposición crítica, pero sin pujanza mayoritaria y sin fuerza como vanguardia del proletariado. Su defensa es más emocional y teórica que racional y práctica.

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Hemos analizado en el capítulo anterior la evolución del derecho para llegar a la propuesta que hacemos. En el ámbito de la política este derecho necesario ha sido conseguido gracias a la izquierda social y ha quedado integrado dentro del modelo económico que vivimos, pero a medida que la economía se ha globalizado se regula con estrategias liberalizadoras y de privatización, las medidas sociales de derecho se quedan cortas y como meras compensaciones que han sido superadas por la realidad. Sirven de coartada de la derecha. Ésta conserva ciertos usos solidarios como instrumento de su política liberal al servicio del mercado y porque tales conquistas sociales forman parte de la mentalidad de la población, gracias a la cultura socialista (diferente a lo que es la propaganda). Sucede con la política asistencial de cobertura a pobres desahuciados, por invalidez, subsidios a parados y pensiones.

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La evolución del socialismo, veremos, coincide con la evolución de la realidad económica y con la del Derecho, para desembocar en la Renta Básica. Es necesario tomar conciencia de semejante situación. Entendemos que tal medida se convierte en una externalidad social de la economía, que sale del modelo liberal, para respetar su función en el mercado. Respeto que hemos visto imprescindible para generar riqueza, pero sin que la política social quede atrapada en el esquema neoliberal, como hoy sucede. El problema es que no se ha tomado conciencia de la situación porque no existe atrevimiento para partir de otras premisas que construyan la nueva realidad, en la que ya vivimos, perdurando lo que ya estudió Eric Fromm, el miedo a la libertad. Ya no sólo como una cuestión personal, sino también de lo que es participe la sociedad y los diversos colectivos que la componen.

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La Tercera Vía traslada el socialismo hacia el liberalismo y lo hace desplegarse desde la economía de mercado. Ésta, como demuestra la Historia, es un principio de realidad. Nos guste o no sentimentalmente. Podemos hablar entonces de un liberalismo conservador y de un liberalismo progresista y social. Este último queda rezagado si no se moderniza, sobre todo cuando el primero acapara las conquistas sociales y se limita a deformarlas algo con la conveniencia de sus intereses colectivos.

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Ahora bien, lo que conforma la Tercera Vía no es un simple producto intermedio, sino que adquiere progresivamente su identidad, pero también previamente pudo haber sido entendida como un proyecto en sí de haberse desarrollado un proyecto económico socialdemócrata. Desde una visión utilitarista, Jhon Stuar Mill, durante la segunda mitad del s. XIX, elabora una serie de estudios sobre economía política que diferencia las leyes de producción, que se deben al mercado, de las de distribución, que dependen de las personas o instituciones. Va a desarrollar el socialismo redistributivo, ajeno a las ideas marxista, pero no asentadas en prejuicios, como ya veremos al tratar más en concreto sobre la obra de este autor. Su punto de partida versa sobre el principio de lo defender lo que sea útil para el desarrollo. Mill forma parte de los economistas clásicos que defienden el liberalismo. Participó en el partido liberal, pero luego también en la izquierda radical, por mantener como compatibles y necesarios otros valores a nivel social, como fue defender de manera comprometida el derecho de la mujer a votar y que los obreros se asociaran en sindicatos. Coincido con Carlos Rodríguez Braun7, en que la socialdemocracia deriva más de J. S. Mill que de Karl Marx. Sólo que desde un punto de vista económico. No desde la vertiente política que es de donde surge la historia del socialismo en su conjunto, como realidad posible y no como una idea o quimera. Antes de Marx se expusieron teorías muchas veces con grandes dosis de planteamientos fantásticos.

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Cuando el socialismo se desliga del marxismo adquiere su ser, su propia identidad al conseguir trasladarse de la idea a lo real y poder evolucionar en torno a criterios sociales y económicos. Lo que ocurre es que sin el análisis marxista no se habría descubierto la realidad material del capitalismo y de la relación del trabajo y el capital. Sin embargo esta realidad se sobrepuso a la del mercado, que fue la que describieron y analizaron los economistas clásicos liberales. Cuando en 1848 Mill se posiciona en contra del monopolio de la propiedad en Inglaterra, va a impulsar la evolución del liberalismo a medida que sus teorías se fueran realizando con el paso del tiempo. Tal evolución liberal permitió grandes mejoras en el funcionamiento del mercado. Cuando a tales se incorporaron medidas sociales, permitió la introducción del socialismo en el terreno del libre mercado.

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Stuart Mill, defiende el mercado como regulador de la economía. Pero mantiene la necesidad de que intervenga el Estado, no sólo en la Justicia, la Defensa y la seguridad ciudadana, sino en la economía para paliar los defectos del lugar en que se encuentran la oferta y la demanda, dentro de un equilibrio que evitase un exceso por los dos extremos, porque pondría en peligro la libertad. Propone un sistema revolucionario para su época, que sentaría las bases de lo que en 1.920, Alfred Pigou, autor de la teoría de los ciclos económicos, va a denominar “economía del bienestar”. El mejor nivel de vida se ha achacado al progreso económico, pero hemos visto que se debe especialmente al desarrollo tecnológico. La propuesta de Mill consiste no sólo en redistribuir la renta, mediante la fiscalidad, sino también los beneficios de las empresas, a través de un aumento de salarios y no únicamente en nuevas inversiones para acaparar más beneficios, sin que tales lleguen a la masa trabajadora. Tal esquema de socializar una parte de los beneficios, tanto de la economía productiva, como de la financiera es lo que en la nueva economía adquiere forma de Renta Básica. Mill lo planteó a través del trabajo. Economistas que representan el liberalismo y han diseñado el modelo monetarista pretenden que no se intervenga en absoluto en el funcionamiento de la economía, salvo con políticas monetarias que regulen el curso del mercado, el cual entienden carece de fallos, siendo estos del marco institucional, como explica Ronald Coase8, por no facilitar desde los gobiernos condiciones favorables para aumentar las inversiones y facilitar el crecimiento económico O como para James Mc Gilli Buchanan9 que los fallos son del Estado por querer reconducir el mercado o hacer un política de amparo social fuera de las leyes de la oferta y la demanda.

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¿Cómo llega el socialismo a adaptarse al mercado? ¿Cuál es la única manera de adaptase al mercado global desde la práctica y teoría socialista? Lo podemos ver en la evolución del socialismo. Igual que hemos visto como la del mercado lleva a la Renta Básica. ¿Por qué el liberalismo no recoge esta propuesta si viene del propio desarrollo económico? Porque aspira a la mínima participación social, recogiendo nada más que lo que hereda de los resultados de las luchas sociales por ampliar los derechos ciudadanos. La socialdemocracia, por contra, aspira a lo máximo en derechos sociales, sin afectar al mercado, condición ésta necesaria para establecer la Renta Básica. Si afectase aunque fuera escasamente, como pasa en un criterio comunista moderado, la medida sería inoperante y convertida en un fiasco.

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Lo que evoluciona es el engranaje económico en el que interviene el Estado. Con la globalización la participación estatal es cada vez más inoperante. En un primer momento de la Historia del socialismo se pretende colectivizar los bienes y la tierra. Cuando se extiende la revolución industrial lo que pretende el socialismo puro es controlar los medios de producción. Surge con fuerza el movimiento cooperativista. El comunismo expropia todo medio de producción para ponerlo al servicio del Estado. El socialismo lo hace parcialmente teniendo medios de producción estatales en sectores estratégicos para cumplir un servicio público. El comunismo acaba controlando los medios de consumo mediante la planificación estatal y el racionamiento. A cada ciudadano le corresponde una parte de lo que produce la sociedad. El socialismo interviene en el consumo cuando incentiva el gasto mediante la optimización de las condiciones económicas de los trabajadores, para lograr que se mueva la maquinaría productiva. Es la estrategia keynesiana por excelencia. Lo que sirvió para reactivar la economía, fundamentalmente después de finalizar la II Guerra Mundial, también funciona cuando se crea una demanda pública para mejoras de infraestructuras, que permiten colocar a mucha gente en los trabajos del Estado. El monetarismo considera errónea tal intervención, como hemos desglosado ya, y promueve una economía absolutamente liberal, sin trabas para los negocios ni para el flujo de capitales. Las operaciones transnacionales y la concentración de capital empresarial mediante fusiones estratégicas dan forma al neoliberalismo. Semejante modelo se ha convertido en un criterio dominante porque encaja con las nuevas tecnologías de comunicación y la nueva dimensión de la economía financiera de carácter especulativo, que es incontrolable en su misma esencia. Propuestas como la tasa Tobin sirven para socializar una parte de esos beneficios, porque no puede ser abordada por medidas políticas de carácter nacional, e incluso a nivel global es difícil, por lo que se exigen medidas para acabar con los Paraísos Fiscales. Por eso hemos propuesto establecer una constante económica, en forma de Renta Básica, que permita el funcionamiento de la nueva realidad económica. Mientras que para el socialismo es la realidad económica, para los liberales es su ideal. ¿Cómo lograr su equilibrio con la justicia social?, este interrogante es lo que pretende resolver el socialismo actual. Otra cosa será que lo consiga.

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De la defensa del derecho a asociarse, a existir como colectivo obrero, el socialismo pasó a reivindicar un salario digno, que permitiera vivir al trabajador y a su familia. No sólo sobrevivir en condiciones infrahumanas. Luego se luchó para conseguir derechos laborales, en cuanto a horario y a participar en las decisiones políticas. El movimiento obrero fue un elemento activo para el desarrollo de la democracia. También dentro del liberalismo se dio tal tendencia. El siguiente paso fue elaborar derechos sobre mejoras laborales, en cuestión de seguridad laboral, higiene y participar de la riqueza empresarial y social. Así como establecer un criterio fijo de negociación e intervención en la gestión empresarial mediante los convenios colectivos y la participación sindical en los comités de empresa. Posteriormente se recogieron los derechos universales para aplicar las mejoras a los parados e inmigrantes. Por desgracia el movimiento obrero no ha participado en los derechos medio ambientales centrados en la obcecación de los puestos de trabajo. El movimiento sindical ha quedado anquilosado en su parcela de obrerismo. Por contra el socialismo político se ha abierto a la sociedad para pasar a defender y luchar por los derechos de los consumidores, el derecho de las mujeres al trabajo y otros de índole social como el derecho al aborto y al divorcio. Pero su labor ha quedado estancada ante la complejidad del nuevo orden económico.

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Desde las filas del socialismo se proclaman ideas abstractas por no ver el siguiente paso, como el derecho de los ciudadanos a disfrutar de una parte de las riquezas que proporciona la tecnología, cuando incrementa los beneficios independientemente del trabajo, menos necesario en el proceso productivo. Socializar esa parte de la riqueza, en forma de Renta Básica, es la sucesión lógica de los hechos históricos del socialismo, para lo que se ha de romper con la visión central en el trabajo por parte del socialismo, porque las condiciones laborales y económicas han cambiado.

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Repasando la historia moderna encontramos las raíces del socialismo en el baubismo, socialismo revolucionario ideado por Nöel Babeuf, a finales del s. XVIII, que participó en la revolución francesa, para luego ser ejecutado en 1.776 al fracasar en la rebelión cuyo objetivo fue derrocar al Directorio a cuenta instaurar un Estado comunista. Su idea central fue suprimir la propiedad privada para lo que se propone confiscar y abolir el derecho a la herencia. Idea ésta que han compartido posteriormente economistas que han promovido el capitalismo liberal, como David Ricardo y Stuart Mill. Babeuf más que con un planteamiento estrictamente económico lo hace como forma de socavar los derechos de la aristocracia, por lo que fue considerado un adalid durante el auge de la Revolución , pero luego el triunfo de la burguesía le hizo ser un relegado total. Sobre la propiedad privada tenemos el ejemplo de cuando el Estado Soviético la anuló desde 1917, no le quedó más remedio para estimular la producción, a partir de 1921, con la Nueva Política Económica (NEP), tolerar bajo determinadas condiciones la existencia de capital privado y comercio libre, muy restringido para vender el trigo excedentario después de hacer efectivo el impuesto en especie al Estado.

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El socialismo siguió construyéndose como ideal, con referencia éticas, a través de autores que plantearon un pensamiento filosófico en torno a una sociedad más justa. El conde de Saint Simón, socialista francés que pretende que los beneficios sean repartidos a todos los ciudadanos y para ello elabora modelos imaginarios de organización social. Coincide con otros socialistas utópicos en que sus obras son más literarias que políticas, con una dosis de fantasía e imaginación que desborda lo realmente posible. Da un sentido moral a su propuesta. Una de sus obras más representativas, “Nuevo cristianismo”, (1.825) mantiene un valor social como ideal del mensaje evangélico. Entiende que la producción debe subordinarse a mejorar las condiciones de vida de la clase más numerosa y más pobre. Sin embargo su labor fue muy importante al formar una mentalidad que hiciera desear y entender que las relaciones sociales podrían ser de otra manera. Rompieron el esquema de que la injusticia fuera un orden natural. Pierre Ansart10 analiza como la obra de Saint Simón fomentó un nuevo sistema intelectual. La industria se ve como el centro sobre el cual se establecen nuevas relaciones sociales y da un sentido a los cambios sociales como resultado del trabajo del Hombre (varones y mujeres). Estudia la organización social a modo de un sistema complejo, no reducido a los regímenes políticos. Mantiene en sus reflexiones este autor francés, que la Historia avanza por la evolución del saber, lo que luego sistematizará Auguste Compte.

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Charles Fourier elaboró una teoría sobre el cooperativismo unitario. Con propuestas concretas que trató de experimentar mediante la construcción de colectivos en forma de falansterios, lo que fracasó a nivel de experiencia concreta. Robert Owen, en Inglaterra, observó que los fallos provinieron por la manera de ser de los seres humanos, egoístas, ambiciosos, cargados de vanidad, siendo estas conductas e impulsos igual de fuertes y tan determinantes como los que desarrolla la necesidad. Pretendió una preparación ética en los empresarios y obreros, en un esquema que llamó “nuevo orden moral”. Como empresario lo aplicó a sus empresas y consiguió mejorar las cadenas de trabajo al mismo tiempo que incrementó los beneficios. Su obra y práctica inspiró los futuros movimientos cooperativistas. El problema de tales modelos es que sirven, en el mejor de los casos, para circunstancias cerradas y en las que exista una unidad de criterio y una uniformidad de pensamiento casi absoluto. Es lo mismo que sucedió con las experiencias de comunas y comunidades alternativas y vegetarianas como consecuencia del movimiento hippy de los años sesenta. Luois Blanc ideó talleres sociales, unidos a la acción revolucionaria.

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Etien Cabet escribió “Viaje a Icaria”, para contar como sería una ciudad futura dentro de una sociedad ideal si se viviera según los principios de justicia y armonía. Louis Auguste Blanqui auguró, más como un deseo que como un estudio fundamentado, que el capitalismo evolucionaría hacia el comunismo, para lo que sería necesario una vanguardia que estableciese un método dictatorial y disciplinario. Sus seguidores fueron la masa mayoritaria de la Comuna de París, 1870-1.871, para cuyo final fue necesaria la intervención del ejercito del gobierno, con un balance de más de veinte mil muertos durante la denominada “Semana sangrienta”. En la actualidad pervive alguna práctica comunitaria utópica, pero más como una opción mística, como el Arca y experiencias sueltas en EE.UU. El proceso más extendidos, basado también en una creencia transcendental, son los kibutzim en Israel, comunas cuya organización se gestiona colectivamente. Representan una opción del sionismo socialista, que comenzó a instalarse en 1.909 a orillas del Jordán con los primeros judíos que llegaron a Palestina. Desde la creación del Estado de Israel, 1.948, se implantaron los kibutz como forma de organización agraria y comunidades de defensa para ir asentando a la población judía. Cada kibutz está formado por poblaciones de entre 50 y mil miembros,. No existe la propiedad privada y el trabajo se organiza colectivamente, para desarrollar y poner en práctica la igualdad social. El conjunto de ellos se rige por asambleas.

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En el prólogo al “Manifiesto comunista” de la edición alemana, Friedrich Engels considera que el socialismo utópico se convirtió en “sectas agonizantes”. Otros socialistas no marxistas fueron calificados como charlatanes sociales que usaban criterios “mágicos” sin entrar a analizar el capital y la ganancia. A ambas opciones teóricas las considera este pensador ajenas al mundo obrero y que buscan el apoyo de las “gentes cultas”, por lo que explica que para diferenciar a unos y otros en 1.847 se llamó al manifiesto “comunista” y no “socialista”.

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Desde su postura anarquista Pierre Joseph Proudhon criticó el socialismo utópico en su conjunto, al entender que la sociedad no se puede transformar de acuerdo a planes preconcebidos. En su idea sobre “el orden en la anarquía” postuló que el pueblo actuaría ética y responsablemente por su propia voluntad, por lo que no hará falta ningún gobierno ni usar la fuerza para conseguir los objetivos de Justicia e igualdad. Plantea que antes de establecer una teoría hay que actuar y sobre la práctica se logrará la futura sociedad. Fundó un banco crediticio que concedía préstamos sin cobrar interese. Como diputado en las Cortes Constituyentes de 1.848, en Francia, propuso establecer un impuesto sobre la renta originadas en la propiedad, que fue desestimada. Este principio mínimo del anarquismo ha sido asumido en las sociedades modernas en su totalidad y se realiza gracias a la evolución del Derecho. Hace siglo y medio fue inimaginable. Lo que hizo el anarquismo fue, en definitiva, contraponer un modelo utópico a otro. Con diferencias substanciales pero dentro de un marco ideal.

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Disputas y la organización de ideas en torno a colectivos hizo que muchas personas encontrasen en tales utopías una motivación para luchar contra la realidad injusta que oprimía a la masa trabajadora. Los planteamientos utópicos sirvieron para construir una mentalidad reivindicativa y ofrecer exigencia de construir la sociedad sobre las bases de justicia y libertad. En la actualidad todo el espectro político, desde la derecha a la izquierda, necesita justificar su ideario y programas con el fundamento de tales objetivos, a excepción de las concepciones ultras o integristas que mantienen el criterio de una verdad absoluta por encima de cualquier otro razonamiento. Por lo tanto no necesita justificarse, sino lograr la fuerza suficiente para imponerse. Pero se trata de una postura residual y minoritaria. De la tensión dialéctica entre liberalismo, socialismo y anarquismo viene la fuerza social en defensa de la democracia, lo que ha permitido hacer frente a las dictaduras, luchar contra los modelos fascistas y restablecer la democracia tras las derrotas de los gobiernos totalitarios, altamente perfeccionados en su implantación a los largo del s. XX. En Europa tras la II Guerra Mundial, una vez culminado el proceso de la transición en España y la caída del muro de Berlín, las fuerzas políticas del viejo continente han seguido un criterio de moderación, a fin de evitar que se debilite la democracia como sistema político.

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Durante el marasmo de ideas sobre modelos sociales utópicos, Marx y Engels van a introducir el criterio del realismo socialista, lo que exige un método científico de análisis, es decir que el ideal socialista pueda ser objetivo, no una ocurrencia subjetiva. Estos autores no parten de los síntomas del capitalismo, sino de sus causas, las cuales han estudiado previamente. No imaginan el resultado de la sociedad socialista sino que descubren la causa de ésta para lograr implantar semejante modelo con una estrategia que parte de la realidad que han comprendido. No la niegan, se meten en ella, para desde la realidad del capital construir una economía como paso indispensable de cara a llegar a un modelo social y político más perfeccionado. Y no al revés como pretendieron sus predecesores utópicos. El socialismo científico descubrió el capitalismo como proceso histórico, lo que exige una transformación de la Historia desde sus bases materiales. Pero su aplicación no va a ser sólo un proceso económico, sino también político y espiritual o religioso. Comprender este cruce de visiones del mundo sobre la construcción de la realidad va a ser muy importante para llegar al hilo evolutivo del socialismo hasta concluir en nuestros días.

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El marxismo originalmente, igual que las ideas del anarquismo de entonces, eran concepciones totalizantes, abarcaban con sus propuestas la totalidad del individuo y de la sociedad. Al analizar el capitalismo lo vieron como un todo, porque así se había convertido a lo largo de años y siglos de Historia, pero eran piezas separadas la política, la economía, la religión, acopladas en el proceso evolutivo de cada una de estas facetas. Al analizarlo, Marx y Engels, como un todo compacto crearon una concepción unitaria para poder diseñar un modelo que lo sustituyera, lo que no les dio otra opción que establecer un modelo totalitario y una visión dogmática de la realidad. El desarrollo de las ideas y la puesta en práctica de la lucha social y política hizo que se fuera disgregando el socialismo en conceptos parciales, lo que separó a la socialdemocracia del marxismo.

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El criterio sobre el que sucede el socialismo democrático, que desembocará en la Tercera Vía, es aceptar la realidad plural y empezar a actuar sobre los diversos elementos diferenciados de la sociedad, para fundirlos en la realidad según el momento concreto de una acción y con una aplicación adecuada de reivindicaciones concretas. La socialdemocracia tiene una visión relativista de la realidad. Esto la hace ser flexible en sus postulados y actuaciones. La tesis marxista sigue siendo todavía, en los focos de resistencia, implantar como una unidad las diversas realidades que forman el mundo. Semejante cosmovisión ha hecho que de la objetividad del análisis que llega a las causas se pasase, quizá sin percibirse en su momento, a un modelo utópico y fruto del subjetivismo teórico en sus conclusiones. Que se entendieron como objetivas porque partieron de unas premisas que sí lo eran, al menos como estudio de la realidad, pero se deslizo en su desarrollo teórico al subjetivismo filosófico y político. Lo que ha dado lugar al dogmatismo. Ya Marx sitúa su teoría en el futuro, pero para ponerse en marcha tiene que ser creída. Capacidad ésta de carácter dogmático que tuvo un efecto engañoso, pero muy útil, por cuanto identificó los deseos individuales de obreros e intelectuales, sobre vencer el estado de opresión y de injusticia, con una realidad futura que había sido configurada como una teoría unitaria. Incluso el método del materialismo histórico se llegó a aplicar de igual manera para entender el fenómeno religioso, el económico y el político, cuando su desenlace y terreno humano fue y es muy diferente, tanto en el transcurso de su evolución como en sus fundamentos. De la comprensión de la realidad se pasó a la deformación de ésta, lo que trajo dramáticas consecuencias en el futuro. El marxismo adquirió tal fuerza que se impuso como realidad, hasta que, por no ser real, acabó sucumbiendo, llegando a lo que el marxismo previó para el capitalismo, su derrumbe final, lo que no ha sucedido en el modelo de libre mercado, sino todo lo contrario.

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Desgranemos este asunto por ser de vital importancia para entender el evolucionismo histórico, social y económico. Marx en sus previsiones económicas aplicó una lógica coherente y desde el punto de vista del pensamiento fue acertado en la mayor parte de sus análisis. El error fue que al comprobar la veracidad de sus descripciones sobre las causas automáticamente se entendió que tendría razón en sus conclusiones. Sucedió una traslación errónea y engañosa de la objetividad.

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Es evidente que observar el funcionamiento del mercado y el proceso productivo de la sociedad industrial de finales del s. XIX lleva a entender que llegará a un final, desde el punto de vista del pensamiento económico. Era previsible en tales condiciones, pero Marx no era un profeta. A medida que progresara el capitalismo la capacidad de invertir se vería limitada por el mercado y por los medios de producción. Por mucho que se expandiera llegaría a un limite. Con las circunscripciones nacionales este proceso se aceleraría. Es decir una parte de los beneficios ya no se invertirían en nuevas fabricas o negocios cuando llegase el mercado a su máxima extensión. La presión obrera haría que parte de la plusvalía que se convierte en beneficio de los dueños del capital pasaría al obrero, pues el capitalista también se llevaría su parte al no necesitar invertir. El enriquecimiento del obrero conseguiría apropiarse con el tiempo de una parte de los medios de producción, como accionista. Implantarían sus condiciones dejando de depender del capitalista, con el que competirían para desbancarle al contar con un capital y con la mano de obra. Como este proceso podría relentizarse y tardar mucho tiempo, sobre todo al internacionalizarse la economía y el mercado, gracias a las nuevas comunicaciones, se podía acelerar el proceso, logrando antes lo que iba a suceder al final, mediante la lucha obrera, incluso mediante el uso de la violencia para conquistar el Estado y desde él establecer la sociedad futura. Lo que no pudo prever fue que los medios de producción cambiasen y modificaran cualitativamente el funcionamiento de la economía. No se percató Marx de la capacidad tan grande de adaptación del modelo capitalista. Como analizaremos más adelante, la revolución tecnológica sacó al marxismo de la realidad y fue la clave de la desintegración de la aplicación del modelo comunista.

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Otro aspecto fue la religiosidad del marxismo. Me sorprendió al leer la obra de John Stuart Mill, como desde un punto de vista liberal, trataba las ideas socialistas sin descartar sus argumentaciones de antemano, sino más bien en algunos aspectos entendió que podrían tener razón y en otros habría que esperar a ver como funcionaban. Su hijastra, Miss Helen Taylor, publicó postumamente el borrador de Mill sobre sus críticas al socialismo. En ellos reconoce verdades socialistas, pero observa una dosis de ilusión excesiva en las ideas populares sobre tales proyectos. Muchos economistas liberales no rechazan de antemano el comunismo, simplemente entienden que no funciona en las condiciones en que se pretenda aplicar. Mill advirtió sobre la dinámica contraria a la realidad que seguía el socialismo: “la sociedad no tiende a precipitarse a un estado de miseria y esclavitud de la que sólo puede salvarnos el socialismo”. Las injusticias, comprueba este autor, descienden a medida que se establecen nuevas leyes y la conciencia social es cada vez mayor. Sobre la socialización de los medios de producción, advierte que depende de la educación moral de la sociedad y diferencia el socialismo que pretende un nuevo orden social (Owen y Fourier) del que es el revolucionario por pretender conquistar el Poder, para desde la autoridad central dirigir los recursos. A partir de estudiar cómo el concepto de propiedad varía a lo largo de la Historia, Mill propone: “lo que debe procurarse no es la subversión del sistema de la propiedad individual sino su mejora”. Se preguntaba si en caso de aplicarse el socialismo las fabricas tendrían menos horas de trabajo y una organización diferente, pues previó que sería igual, pues las leyes de producción no varían con el modelo político. Lo que al cabo de los años se constató como cierto en las sociedades comunistas.

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El rechazo emocional al comunismo y lo que realmente generó tensiones no fue la infraestructura, cuyos conflictos hubieran sido racionales, pero la lucha emocional e irracional fue contra un modelo ateo, presentado como un todo en unidad “intrínseca” con la economía y la política. Obviamente hay una relación que une todos los factores que intervienen en la realidad, también en el capitalismo, pero aparecen y se desarrollan en situaciones muy diferentes a través de procesos complejos. No podemos ignorar el factor religioso en la construcción del socialismo, pues fue causa de su rechazo en grandes sectores de las naciones en donde se implantó. Supuso la causa del rechazo y persecución por los gobiernos occidentales. Durante la II República española su presidente, del partido liberal, Niceto Alcalá Zamora, dimite cuando se aprueba una legislación anti religiosa en el art. 26 de la Constitución por no estar de acuerdo con este punto que afectaba a su conciencia. Se aprobó la expulsión de la Compañía de Jesús. Desde diciembre de 1.931, bajo la presidencia de Manuel Azaña se incrementaron los decretos contra la iglesia, sin ver las repercusiones que podrían tener tales acciones en un pueblo en el que el fervor religioso fue muy temperamental. Lo que también fue idiosincrasia de los movimientos anticléricales. El equilibrio iba a ser muy difícil, desembocando finalmente en el enfrentamiento al cargarse los ánimos desde ambos bandos que se posicionaron irreconciliables desde un punto de vista irracional y cayendo en el fanatismo.

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La religión fue una de las causas principales del levantamiento del general Franco y uno de los pilares de la dictadura que implantó en España, cuyo Estado se definió como nacional católico. Tal experiencia histórica ha formado parte de la evolución del socialismo y de las fuerzas conservadoras hacia un clima de tolerancia y equilibrio en las confrontaciones políticas. Lo que de alguna forma ha quedado establecido como consenso social para un entendimiento cordial. El art. 16 de la CE garantiza la libertad religiosa y de culto. El punto 3 de este artículo declara: “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, abriendo un espacio de entendimiento con la Iglesia al añadir: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”.

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La falta de fundamentos históricos y de conocer los pensamientos que han acompañado a la construcción de lo real, hace que la política actual no sea más que un mecanismo de respuesta mecánica y llevada por la inercia. Los partidos funcionan por actos reflejo a los hechos que suceden y guiados por intereses electorales. Se ha perdido el sentido de la esencia que configura las ideas en las que se desenvuelven y por lo tanto los partidos carecen de su sentido histórico, lo que impide que puedan elaborar proyectos de cambio necesarios o de soluciones a los problemas actuales. Son arrastrados por la economía y la imagen, elaborada con costosas técnicas de marketing a través de los medios de comunicación.

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El factor religioso es lo que va a definir el contexto materialista del marxismo. La separación gradual de la socialdemocracia del modelo dogmático enseñado por Marx, va a desembocar en un modelo liberal, como espacio común entre conservadores y socialistas. Lo cual nos da el contexto económico sobre el que se desarrolla la nueva economía y también las nuevas formas indirectas en que se va a ejercer el Poder, con una influencia muy grande de sectores fanáticos de las religiones, que adquieren un poder notable en la sociedad, lo que ya analizaremos en otro capítulo, con organizaciones como el Opus Dei, Legionarios de Cristo o la Orden Renovada de Malta y demás. La repercusión política de estas organizaciones eclesiásticas es notable y no puede ser entendida sin observar la evolución de las ideas progresistas y conservadoras. Lo que no puede pasar desapercibido a la hora de comprender la estructuración del Poder actual. Éste se basa en gran medida en la ocultación y la capilarización de su presencia, tal como describe Michel Foucault. Desocultarlo, al descubrir lo real del Poder, permite desactivar una parte de su poderío. Lo mismo que descubrir la esencia, a través de su historia, de la socialdemocracia nos llevará a desvelar sus contenidos ante los interrogantes que la nueva realidad plantea, sin que esté habiendo ninguna capacidad de respuesta.

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Karl Marx tiene dos grandes influencias que van a formar el esqueleto de su posterior pensamiento. Por un lado Hegel, de quien va a tomar la idea de la realidad objetiva. Marx aplicará tal idea a la Historia. Para desarrollar semejante obra necesita un sujeto histórico que será el proletariado y un impulso, ya que rechaza el idealismo sobre el automovimiento y se quiere apropiar de lo que sucede con la realidad a través de una teoría que establece como motor de la Historia la lucha de clases. Por otro lado sus primeros estudios versan sobre la obra de Ludwing Feuerbach. La crítica a este escritor es su primera obras escrita.

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Feuerbach va a desarrollar una filosofía materialista. Considera que Hegel realiza una teología racionalizada. La va a reintrepretar para aplicar la filosofía al futuro en vez de mirar al pasado. En su obra “la esencia del cristianismo”, considera que la idea de Dios es una proyección fuera del ser de la idea del hombre. Cuestiona la aceptación de las doctrinas religiosas, a las que considera, no obstante, una necesidad psicológica, que es lo que hace que la mayoría de las personas abracen una fe. Marx va a dar un paso más, al interpretar la “realidad objetiva” como una lucha entre opresores y oprimidos, y entiende que la religión es un instrumento del Poder para mantener la esperanza en los explotados y forjar en la mente de los obreros su resignación y sometimiento, lo que las doctrinas justifican dando la esperanza de salvación en el más allá. Lo resume en su famosa frase, “la religión es el opio del pueblo”. Del materialismo contemplativo de Feuerbach el marxismo pasa a la actividad práctica, transformando o deformando una cuestión personal en un criterio social y más tarde, cuando conquista el poder, en una razón de Estado.

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La definición de alienación, sobre la que gira una parte importante de la argumentación marxista es definida por Feuerbach, en dos sentidos: a) Cuando el hombre pone fuera de sí su esencia y b) cuando se admite la servidumbre, como sometimiento a algo superior. Karl Marx va a situar este concepto en el campo de la economía. Va a construir un sistema filosófico y metafísico sobre el mundo económico. Lo cual tiene unas implicaciones muy superiores a la mera actuación política. Sin comprender esto no es posible entender la evolución del socialismo real, que lo hace partiendo de una doctrina teórica, no de una realidad concreta, aunque analice ésta (“un análisis concreto de la realidad concreta”), pero para meter su ideal en la realidad. A lo que hay que añadir que al negar Feuerbach la idea de Dios, propone una religión de la Humanidad. Lo cual toma Marx, como necesidad histórica y es lo que va a dar un sentido mesiánico al marxismo, que se presenta como un proyecto para salvar a las naciones más pobres y al pueblo oprimido y explotado de todo el mundo.

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Conviene señalar como influye en este proceso la mentalidad de un pueblo que desde 1.040 en que Ilarión anuncia que Rusia es la nación elegida por Dios y que debe aislarse del mundo pecaminoso que la rodea. Durante siglos los popes ortodoxos han repetido y transmitido la misión sagrada de esta nación, cuyo objetivo es redimir al resto de la humanidad. De esta manera el ideario revolucionario se convirtió en una religión civil de tipo mesiánica11. Sobre estas bases se va a inspirar el internacionalismo obrero. Marx convierte el materialismo histórico en una realidad objetiva, único camino de justicia social, de igualdad económica y de liberación de la sociedad. Todo aquello que quede fuera de lo que es objetivo, de la realidad objetiva y de las condiciones objetivas para actuar, es rechazado, despreciado o perseguido. El problema práctico fue que tal Verdad objetiva es señalada por un buro, un aparato de un partido o un dictador. El método crítico queda alienado hacia fuera para convertirse en un dogma anticapitalista. La militancia comunista se convierte una actividad fanática, cuyos textos más que reflexiones expresan una exaltación de la lucha, con justificaciones retóricas situadas las más de las veces fuera de la realidad. El comunismo real fusiona el Estado a una dimensión humana que impone el ateísmo y la prohibición de hecho de cualquier culto. Sólo permitiendo el aspecto folklórico de alguna religión arraigada al pueblo, pero siendo el Estado quien controle a sus capitostes, como fue el caso de la iglesia ortodoxa en la URSS y en los países del Este. Este aspecto de religiosidad, en su versión atea se impone a la sociedad comunista.

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Sin embargo en las sociedades liberales sucede suavemente una evolución de la mentalidad y el conocimiento, hacia un desarraigo del fanatismo religioso. Han influido en este desarrollo los estudios de Freud, sobre el inconsciente y la importancia de la sexualidad en el comportamiento humano. Sucede en un marco de libertad, de respeto y pluralismo de creencias e ideas. El socialismo ha conseguido realizar un marco de convivencia dentro de una sociedad laica, en donde han tenido mucha virulencia debates sobre el aborto o el divorcio, pero son aspectos que se han instalado en el contexto de la libertad y de la decisión personal, si bien faltan flecos por las presiones externas al poder legislativo y ejecutivo, pero son logros del Derecho decididos por la voluntad colectiva, no impuestos a ella. Lo que refleja que el socialismo ha evolucionado desde la realidad histórica, mientras que el comunismo lo hizo desde una idea material que funcionó como una creencia, pero no sobrevivió como sucede con las religiones, por la falta de un fondo trascendente.

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Con el escenario que hemos apuntado aparece un movimiento obrero a mediados del s. XIX que reacciona a las condiciones de vida y de trabajo de la sociedad industrial emergente. Va tomando fuerza con ritmos diferentes en cada país. No es solamente una reacción espontánea a las injusticias, sino que conciben que puede haber otra realidad social. A medida que transcurre la Historia esta otra realidad se ha transformado en acto, por lo que la esencia de estos movimientos políticos y económicos se traspasa a la sociedad. La lucha de clases se va amortiguando, pero aparecen otras tensiones, propias de la nueva construcción de lo realizado. Actualmente adquiere un peso específico la teoría de Wilhelm Dilthey, que desde su óptica historicista en la obra “Crítica de la razón histórica”, plantea que no se puede interpretar la Historia desde esquemas conceptuales, o al menos no únicamente, sino que hace falta tener en cuenta la vivencia de las personas que experimentan la historia presente. ¿A qué se debe el malestar que vivencia la sociedad actual?. No es por falta de medios materiales, sino por su exceso en muchos casos, lo que hace que aparezca una nueva alienación social, la del consumo. Pero también la del trabajo, no por razones de plusvalía, no por razones económicas, sino por disposición de tiempo, de sentido de la existencia, como desde los años sesenta fueron manifestando los filósofos existencialistas. Tal nueva realidad humana no se aborda políticamente, lo que nos hace pensar que sucede una alienación, no ya personal, sino de las funciones colectivas. El despertar de la sociedad es actualizar la función política y económica , lo cual es la definición y la naturaleza de las organizaciones progresistas. Pero no ya como una alteración vocera en la vida pública, sino el compromiso profundo de llegar a lo real que vive el ciudadano. Sucederá entonces lo que en su obra “La evolución creativa”, Henri Bergson, concibe como una evolución interna, que podemos ver a nivel personal y colectiva, para proporcionar la conciencia de lo que en terminología de Bergson es el “élean vital”, el impulso vital interno que se manifiesta en el devenir.

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A finales de los años cincuenta del s. XIX Fernad Lassalle publica la obra “La ciencia y los trabajadores”. Va a ser un componente teórico muy influyente en el Congreso de trabajadores celebrado en Leipzig. Los asistentes se declaran en contra de la ley férrea de los salarios , que son lo justo para tener lo necesario para vivir. Proponen crear cooperativas de producción y participar en las decisiones políticas mediante el sufragio directo y secreto. En 1.863 se crea la Asociación General de Trabajadores Alemanes, cuyo presidente fue Lasalle, que a su muerte fue sustituido por J.B. von Sehweitzer. Para los comunistas ambos representan la corriente pequeño burguesa que dio origen al oportunismo en el movimiento obrero.

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En 1.862 los jefes obreros franceses acudieron a la Exposición Universal de Londres, para tomar contacto con los líderes sindicales de Inglaterra y jefes de las Trade-unions. La realidad social de ambos países definía la base de este incipiente movimiento de una manera diferente entre ambos. Francia tenía una visión más política y teórica, mientras que Inglaterra tuvo una concepción de carácter más sindical y obrera. Tal reunión será la preparación de un encuentro formalizado en 1.864, en Saint Martin´s de Londres en la que se establece la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida como la I Internacional. Se pretende unir a las organizaciones socialistas y comunistas de todo el mundo. Marx acude como secretario alemán y es el encargado de hacer el “llamamiento inaugural”, explicando el objetivo de acabar con el sistema capitalista. Centró su intervención en la emancipación de la clase obrera y en la conquista del Poder. Se cumplía el grito final del ”Manifiesto comunista”: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Frase que encabezaba el número 1 de la revista Comunista, en 1.847. La frase original proviene en su origen del testamento del sacerdote Meslier, fallecido en 1.729 que fue un socialrevolucionario francés. En tal manifiesto de Marx y Engels se declara: “los objetivos de la clase obrera sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo orden social existente”. Fue redactado en 1.847 por encargo de la Liga Comunista, hasta entonces la secreta Liga de los Justos, en el Congreso de Londres. Un año después se tradujo al francés y en 1.871 se publicó en Norteamérica. Que se titulase “comunista” indica que ya entonces las palabras socialistas tenían una connotación de movimiento burgués y “comunismo” es un término sobre el movimiento obrero.

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En 1.867 los trabajadores franceses formaron un Parlamento del Trabajo durante la exposición Universal de París a la que asistió el emperador Napoleón III y el Ministro de Interior para inaugurar algunos de sus actos. Solicitaban medidas que habían logrado ya establecer en Inglaterra, como Cámaras de Trabajo, tribunales arbitrarios, un seguro social, vigilancia del contrato y fomentar el asociacionismo. Cuando se criticó la política del gobierno francés se disolvieron tales actos y sus representantes fueron multados, lo que radicalizó el movimiento obrero en Francia, que llevaría a una situación que estalla en la Comuna de París cuatro años después, en la que participaron anarquistas y socialistas. Fue el resultado de la influencia de las tesis de Louis A. Blanqui que propagaba el levantamiento armado. Tuvo gran repercusión este mensaje al estar Francia dividida en dos partes desde el punto de vista de la organización obrera, el norte era de domino marxista y el sur de París seguía las ideas prohudonistas. Todavía eran pocos los obreros movilizados, por lo que tuvieron que intensificar sus actuaciones. En 1884 se legalizaron en Francia los sindicatos, cuya primera labor fue crear bolsas de trabajo. En 1.886 todavía superaban los trabajadores independientes a los asalariados, de manera contraria a lo que sucedía en Alemania cuyo movimiento obrero fue más sistemático y poco democrático.

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La Comuna de París fue un intentó de gobierno obrero, contra el que el gobierno de Thiers tuvo que mandar un ejército de 170.000 soldados para sofocar y evitar la expansión de las autogestión obrera. Sobre tal experiencia escriben Marx y Engels en el prólogo del manifiesto comunista en la edición alemana (1.972): “fue la primera vez que el proletariado tuvo Poder político por espacio de dos meses; la comuna ha demostrado, principalmente, que la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”. Al año siguiente, 1.872, fueron expulsados los anarquistas de la AIT , cuyas diferencias fueron marcadas desde la fundación de la Internacional. Son históricas las disputas entre Marx y Bakunin, sobre las que reflexiona Trotski comprobando que además de las diferencias ideológicas fue una disputa marcada por el carácter fuerte de cada uno de ellos. Ese mismo año los anarquistas convocan un congreso en Saint Imier, para rechazar de manera oficial el marxismo.

Las dos ideas anticapitalistas son opuestas totalmente entre sí. La perspectiva histórica nos va a permitir saber a donde ha llegado cada una, y cual ha sido su recorrido. De alguna manera la conciencia sobre la Historia nos permite estudiar la evolución de los movimientos sociales desde la experiencia. Los análisis además de un debate de ideas tienen un componente de realización concreta, que no puede ser descartada. Lo ocurrido es una referencia importantísima para actuar ante determinados acontecimientos y evitar catástrofes humanas que finalmente no llevan a ninguna parte.

Algunas figuras del anarquismo en Europa durante aquellos tiempos en que se formó el internacionalismo obrero fueron Willian Godwin en Gran Bretaña , Max Stiner en Alemania, Proudhon en Francia y Mijail Bakunin en Rusia. El anarquismo niega las causas del industrialismo, no sólo sus condiciones de trabajo, rechaza el progreso industrial. En cuanto a sus métodos se dividen entre los que abogan por la conciencia moral de pueblo y quienes se convierten en apóstoles de la violencia. En líneas generales el ideario anarquista niega la idea de Dios, propugna la eliminación del Estado sin pasar por ninguna dictadura, ni proletaria ni burguesa y declara la guerra a cualquier institución que lo represente. Propugna la revolución desde abajo, sin vanguardias ni élites que dirijan el proceso de transformación de la sociedad. Su modelo de sociedad se puede sintetizar en establecer comunas autónomas, basadas en el ideal libertario: autogestión y descentralización. De manera oficial en los Congresos de Friburgo, 1877, y en el de Londres, 1.881, declaran su apoyo al terrorismo como “propaganda de hecho” o “propaganda por el acto” y la acción directa. Sin participar en estrategias políticas deciden no hacer concesiones a ningún partido político.

El objetivo es hacer capitular a las clases dominantes. Se apuntan muchos militantes ávidos de aventurismo político, que buscan la acción por la acción. Un caso representativo fue el del anarcosindicalista francés, Georges Sorel. Mantuvo el entusiasmo en convocar huelgas generales como método revolucionario, acompañadas si fuera preciso de violencia. Concibió el sindicato como una unidad de lucha contra el Estado, a la vez que fuese una célula de la futura sociedad libertaria. En 1.908 escribió su obra más conocida, “Reflexiones sobre la violencia”. Cuando los sindicatos franceses convocan las huelgas generales de 1.906 y 1.907, al fracasar la CGT el sindicalismo pasa a una lucha más conciliadora y reivindicativa, buscando metas más concretas y cercanas a los intereses inmediato de los trabajadores. Sorel en 1.909 rompe oficialmente con el anarquismo y se apunta al grupo monárquico y fascista Action Francaise. Su pensamiento influyó tanto en quienes apoyaron a Mussolini, como en quienes hicieron la revolución con Lenin.

La I Internacional sentó las bases para la lucha obrera, que se desarrolló de diferente manera en cada país. Trató de buscar una referencia con la realidad, tal aterrizaje se llevó por diversos caminos. Tales fueron las discrepancias internas y tensiones para definir un modelo en el que alas diversas corrientes estuvieran de acuerdo que a los nueve años se disolvió. En Francia se impuso el socialismo moderado, que pretendió participar en las elecciones, hacer huelgas como medida de presión y fortalecer el movimiento obrero de masas. En Alemania Bernstein revisa las tesis de Marx, al comprobar que el capitalismo no se destruye, como predijo el autor de “El capital”, sino que al revés, se consolida. Bernstein fue redactor del periódico “Demócrata Social” y en Inglaterra corresponsal del órgano científico del partido, “La nueva época”, desde donde se van a diseñar las reformas económicas y sociales. Propone un camino de evolución hacia el socialismo partiendo de las condiciones que suceden en la realidad y no mantener un discurso emocional. Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht critican el reformismo de éste socialista, pero analizan críticamente los textos de Marx para adaptarlos a la realidad concreta de su país.

Tras la primera Internacional en Alemania se celebró en 1.868 un Congreso en Nuremberg que dividió a los trabajadores, entre los que pretendían una democracia proletaria y quienes defendieron la participación de partidos políticos, la democracia burguesa. Al año siguiente se celebró el Congreso de trabajadores en Eisenach, y se fundó el Partido Demócrata Social (SPD) de Alemania, con el ideario socialista. Marx y Engels fueron reacios a Lasalle, a quien consideran un reformista. Según escribe Engels12, Lassalle en sus relaciones personales con Marx y él, se considera discípulo de Marx, pero éste considera que sus partidarios, los lasallistas, dan demasiadas vueltas en torno al postulado de las cooperativas de producción con crédito del Estado, lo que para Engels es una forma de dividir más al movimiento obrero y añadir otro criterio de disputa, entre los que se abrazan a las ayudas estatales y los defensores de la autoayuda. Los marxistas potencian la creación en 1.874 de la Asociación Internacional de Trabajadores alemanes. Como Marx no vivía en Alemania lo realiza a través del socialista Wilhelm Liebknecht (padre de Karl Liebknecht), que había vivido un año en Inglaterra con él. Un año después en el Congreso de Gotha, la corriente promovida por el líder del movimiento obrero de Leipzig, Augusto Bebel y Liebknecht dejan a un lado las ideas marxistas. La lucha social es cada vez más intensa lo que fuerza al gobierno de Bismark a tomar medidas laborales de gran magnitud. Como contrapartida con la excusa de dos atentados que sufrió el rey Guillermo II, que nunca se demostraron vinculados a ningún militante del socialismo, prohibió al partido socialista por “peligrosos manejos”. Con la destitución del canciller dos años después de aquella prohibición , volvió a intervenir el socialismo activamente en la política alemana. En 1.890 se celebra la Conferencia Internacional para la protección del Trabajo en Berlín.

En Estados Unidos se creó en 1.881 la Federación Democrática en defensa de la estatificación de la propiedad territorial. Tres años antes HenryGeorge publicó el libro “Progreso y Pobreza” defendiendo que se estableciese un impuesto único sobre la renta territorial, como salvación de los males sociales. En 1.883 tal federación se convirtió en la Federación Socialista, dirigida por Hyndman, que tradujo el libro “El capital” y lo quiso divulgar sin apenas éxito. Desde el comienzo de su andadura los socialistas yanquis se mostraron contrarios al dogmatismo de Marx, ya que su análisis poco tenía que ver con la mentalidad de Norteamérica ni la realidad del desarrollo industrial de allí. Apenas el socialismo incidió en el seno de la sociedad norteaméricana, cuya política evolucionó en tono al liberalismo, conservador en el partido Republicano y progresista en el partido Demócrata. El socialismo americano criticó la situación laboral, pero se mostró reacio a la intervención del Estado. Dado el carácter individualista de aquella sociedad no se propuso seriamente ningún modelo socializador. Los obreros se organizaron para aumentar los salarios y tener un seguro ante las vicisitudes de la vida. Crearon grupos de presión corporatvistas. Posteriormente, como consecuencia de la Guerra Fría, cualquier actitud anticapitalista fue sospechosa y se reprimió el movimiento sindical y el socialista, que por otra parte careció de repercusión social. Los partidos mayoritarios han establecido una política de matices como rasgos diferenciales. Debido a la repercusión que tienen sus respectivas actuaciones suponen ciertas modificaciones en la vida interna y de cara al exterior, pero con una política de Estado es similar. El pragmatismo de aquella sociedad llevó a convertir la política en la aplicación de técnicas económicas, que hoy se ha exportado al resto de países y supone el criterio dominante, lo que de alguna manera ha anulado o mermado bastante la función del socialismo en los países democráticos. Una vez conseguidas las reivindicaciones históricas de los trabajadores, sus representantes se han ajustado al modelo liberal y éste se desarrolla en forma de neoliberalismo. La esencia del socialismo ha quedado congelada, a modo de referencia nostálgica. Salir de este letargo es una de las funciones necesarias del socialismo europeo y sudaméricano, para no dejar que la economía de EE.UU. atrape a la europea y al cono sur, desprovistos ambos territorios y zonas monetarias de contenidos propios, es decir polítcos, al quedar supeditados a la economía que lideran los grandes capitales de los Estados Unidos de América.

En España se funda el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), 1.879, en Madrid, tras la escisión de la Federación Regional Española de la I Internacional que se unió a un pequeño grupo, llamado el “grupo de los nueve”, que eran socialistas marxistas, al decantarse los representantes de la AIT en España mayoritariamente por el anarquismo. Los estatutos se aprobaron en 1.888 en el Congreso de Barcelona, el mismo año en que se funda la Unión General de Trabajadores, UGT. En 1.886 Pablo Iglesias había fundado la publicación “El Socialista”, como órgano de difusión de tales ideas. El PSOE rechazó ingresar en la III Internacional, comunista. Lo cual supuso que en 1.921 diversos sectores disidentes del partido socialista fundaran en España el Partido Comunista de España (PCE), que defendió la adhesión al régimen instalado en Rusia desde 1.9617. En 1.973 se adhirió al eurocomunismo una parte de este partido, lo que supuso el alejamiento de la política del partido comunista soviético y un acercamiento a la socialdemocracia, para hacer frente a los intereses de la derecha y adaptarse a la realidad europea. Surgieron otros partidos prosoviéticos y más radicales de escasa implantación. En España se volvió a legalizar el PCE tras la transición de 1.977. El presidente del partido fue Santiago Carrillo quien acabó abandonando el PCE, para pasar a militar con sus seguidores en el PSOE. Quienes representaban también la corriente eurocomunista en Europa fueron el italiano Enrico Berlinguer y Georges Marchais. Más adelante el PCE formaría con otras fuerzas políticas la coalición electoral Izquierda Unida, de donde surgió una nueva excisión, Nueva Izquierda, que acabaría incorporándose al partido socialista.

En 1.889 se crea en París la II Internacional que agrupó a los partidos socialistas de carácter marxista. El presidente del Buró Socialista Internacional fue Emilio Vandervelde, quien durante la I Guerra Mundial ocupó cargos ministeriales. Su actuación se va a orientar por la vía democrática, de manera que en 1.923 se convirtió en la Internacional Socialista, vigente hoy en día. Los socialistas Kautsky y Bersntein fueron catalogados por el PCUS como “renegados del marxismo e ideólogos del centrismo, una de las tendencias oportunistas del movimiento obrero”. Ambos fueron líderes de la II Internacional, junto a Eduardo María Vaillant y Julio Guesde, socialistas franceses. Otros “oportunistas” destacados fueron Pedro Yelles Troelstra, dirigente del movimiento obrero holandés. Alberto Südekum, líder de la socialdemocracia alemana. Enrique Ströbel, se pronunció contra la guerra imperialista y se adhirió al grupo de izquierda de La Internacional. A partir de 1.916 se pasó hacia el kautskismo. Los sindicatos van a seguir una estrategia de luchar por conseguir reformas laborales. Su nuevo talante influye en la creación del Partido Socialista Demócrata alemán y el Partido Socialista Unificado de Francia. Los comunistas van a definir como “economismo” la corriente socialdemóctrata que hace que los obreros se limiten a una lucha económica por la reducción de jornada de trabajo y un aumento de salario, cuando los objetivos revolucionarios son la toma de poder de los obreros. Tal como arengó Lenin a las masas proletarias: “el socialismo es inconcebible sin la dominación del proletariado en el Estado”13, para lo que, escribe: “no se escatimarán métodos dictatoriales para acelerar su implantación”, la del Estado Democrático Revolucionario, lo que se plasmaría en los Soviet con el estado Socialista y la Dictadura del proletariado.

Uno de los acuerdos en 1.889 fue establecer el 1º de Mayo como jornada dedicada a expresar en todo el mundo las reivindicaciones obreras. Engels, en un tono grandilocuente, va a considerar tal evento el logro de “un ejército único con una sola bandera”, concentrado en un objetivo: la jornada de ocho horas, que considera menester elevar a ley. La inercia histórica hace que un siglo después se siga con una reivindicación similar, cumplida aquella y se reivindica la jornada de siete horas por ley, algo que por convenios se ha logrado en algunos sectores. Con los cambios cualitativos que ha sufrido el conjunto de los medios de producción, el mercado y las condiciones laborales y sociales, es absolutamente insuficiente y bastante inútil. El transcurso progresivo de la Historia, de la economía y de los movimientos políticos y sociales, van a marcar las pautas de los proyectos necesarios para afrontar como reto la modernidad. Podrá llamarse “nueva vía”, “nuevo impulso” o como se quiera, pero los contenidos van más allá de la nominación, pues sus argumentos se establecen en el estudio evolutivo y también dialéctico de la realidad. Luego se podrán asumir o no, en un proceso de autenticidad o al contrario de mala fe, en el sentido esto último que indica Jean Paul Sartre, en su obra “El Ser y la Nada”: presentar como verdad un error agradable.

El gran fracaso de la II Internacional fue que al concebir como una nueva etapa de la humanidad y una condición irrenunciable para sus propósitos el internacionalismo obrero, se vieron cada organización socialista y comunista en sus respectivos Estados arrastrados por conflictos nacionales, que desembocaron en la I Guerra Mundial, 1.914, sin que el socialismo pudiera evitar tal situación. Los principios básicos de paz e internacionalismo quedaron barridos y fracasaron ante los interese nacionales. Algo que Lenin va a echar constantemente en cara a los representantes de la socialdemocracia europea, pues considera que es una traición al socialismo. Los diputados socialistas votaron a favor de los créditos de guerra en todos los países, algunos por miedo a ser detenidos si no lo hicieran. Las justificaciones de Kautsky y Legien fueron consideradas por los comunistas rusos como “hipócritas y pusilánimes”.

Para Lenin cualquier contradicción o tendencia conciliadora es una “tapadera pequeñoburguesa”. Frases y conceptos que hoy parecen ridículos tuvieron una gran influencia en determinados colectivos que apoyaron el modelo soviético. El líder de la revolución soviética escribió: “la guerra europea, de 1.914-1.915, reporta beneficios indudables al mostrar a las clases avanzadas de los países civilizados que en sus partidos ha madurado un repugnante absceso purulento, que despide un insoportable olor a muerto”14. Los partidos socialistas se manifestaron en contra de la previsible guerra europea en el Congreso Socialista Internacional de 1.912, celebrado en Basilea, según el principio: “obreros franceses acabarán disparando contra obreros alemanes en aras a la defensa de la patria”. Para Kautsky y otros líderes de Europa era imprescindible una transición pacífica del capitalismo al socialismo, porque la situación era muy diferente a la que vivían en Rusia. Sin embargo se muestra contrario a la guerra, lo que para Lenin es actuar como un cura predicador, con intenciones pequeñoburguesas, cuando los comunistas exigen que se tome una postura de acción revolucionaria . Lo contrario lo consideran una “prostitución del marxismo”, en cuya perversión incluyen a Kautsky, Cunow y Plejánov, entre otros. Kautsky fue de cultura marxista, incluso en la táctica de tomar el Poder, para lograr establecer el socialismo, pero acabó revisando sus principios ante las aspiraciones de la mayoría de los obreros alemanes, sobre todo cuando entró en contacto con Jorge de Vallmar, socialista bávaro que entendió la necesidad de dar menos teorías y cuentos a largo plazo, para luchar por logros más inmediatos.

La primera guerra mundial fracturó el movimiento obrero internacional en dos partes, por un lado los internacionalistas y por otro los que llegaban a acuerdos con sus gobiernos respectivos, quienes fueron denominados “socialchovinistas”. El órgano de esta tendencia en Alemania fue el periódico “La campana” (Die Glocke). Uno de los intelectuales que fue teórico de esta postura fue Enrique Cunow.

Entre los internacionalistas destacó Juan Jaurés, socialista francés. Luchó contra la amenaza de la guerra. Poco antes de que comenzase la contienda fue asesinado. Karl Berngárdovich Rádek, ruso que participó en movimiento socialdemócrata de Polonia y Alemania. En 1.917 ingresó en las filas bolcheviques de donde fue expulsado por adherirse al trotskismo. Karl Liebknnecht combatió el oportunismo y el militarismo de los socialdemócratas alemanes. Había viajado a EE.UU. y explicó que allí las nueve décimas partes de las reivindicaciones socialistas se habían logrado. A pesar de lo cual rechazó cualquier concesión al reformismo por creer en una nueva sociedad y junto al líder sindical August Bebel, entendió la lucha socialista como un paso necesario para llegar a una nueva forma de Estado. Fue el único socialista alemán que votó en el Reichstag contra los créditos de guerra (2 de Diciembre de 1.914). Fue encarcelado por su oposición al conflicto. Había fundado el partido socialdemócrata alemán, pero junto con Rosa Luxemburgo fue del sector radical. Muchos escritos los realizó bajo el seudónimo de Espartaco, por lo que sus seguidores fueron conocidos como “los espartaquistas”, que fue el germen del Partido Comunista alemán. Rosa Luxemburgo fue encarcelada también por oponerse a la guerra. Durante su encarcelamiento escribió “La crisis de la socialdemocracia”. En 1.905 había participado en la revolución rusa. Fue crítica con la represión de los bolcheviques. Y mantuvo la idea de desarrollar los principios socialistas y comunistas sin el uso de la violencia. Pero la dinámica de los hechos le arrastraron a participar en una acción revolucionaria que le costó la vida. Colaboró en fundar el Partido Comunista alemán, igual que anteriormente el PSD. Les acompañó, a Luxemburgo y Liebknnecht en el ala izquierda de la socialdemocracia de su país, Francisco Mehring, quien condenó enérgicamente el kautkismo, pero no quiso romper orgánicamente con los “oportunistas”, hasta el levantamiento de los obreros berlineses en enero de 1919 por miembros de la “Liga Espartaco”, contra la república de Weimar, liderada por un socialista moderado, Felipe Scheidemann, que de Febrero a Junio de 1.919 encabezó el gobierno de coalición de la República. Fracasada la rebelión, los espartaquista, Rosa y Karl, fueron detenidos en Berlín y ejecutados.

Según Lelio Basso15, Rosa Luxemburgo entendió el marxismo como un manual de acción, no un dogma. Se posicionó en contra de los oportunistas y de los dogmáticos. Rechazó la acción sindical y parlamentaria dentro del sistema capitalista, pues tal actuación no modifica su estructura. Aunque observó que podía servir para lograr la madurez de las masas proletarias. En cuanto a la acción sindical comparó su labor como el trabajo de Sísifo. Que siempre ha de volver a empezar. Desde 1.905, tras su estancia en la Rusia, observó que la acción social no debía enfocarse sólo a la conquista del Poder, sino que habría que entenderla como una necesidad histórica. Según Lelio Basso: “Rosa estuvo en contra de la insurrección espartaquista, pero se mantuvo en su puesto de dirigente para cumplir con el axioma marxista de estar en medio de las masas para hacer comprender a los obreros por qué combaten realmente”. Para otros autores, como A. Rosenberg, su obstinación se debió a conservar su espíritu pequeño burgués que hizo que acatara la insensata decisión de la mayoría y su negativa a huir cuando la lucha estaba ya perdida. Casi todos los estudiosos de su obra y vida coinciden con que fue consciente de su decisión, mediante la cual trató de dar testimonio en contra de la indolente voluntad del socialismo mayoritario.

La III Internacional fue netamente comunista, nació en 1.919 a raíz de la revolución rusa para defender el nuevo Estado y promover la revolución comunista mundial. Fue Lenin quien organizó la Internacional Comunista, el Komintern, depreciando el socialismo reformista de la II Internacional. En 1.943 se disuelve como compromiso de su alianza con EE.UU. y británicos establecido para combatir el nazismo. La Cuarta Internacional fue fundada por Trotsky en 1.938 después de su expulsión de la URSS. Se caracterizó por su oposición a las tesis estalinistas. Se disolvió en 1953.

Vládimir Ilich Ulianov, Lenin, fundamentó el socialismo ruso adaptando a las circunstancias de su nación. Fue un acoplamiento puramente político, sin arraigo histórico ni social. Motivo por el cual tuvo que ser aplicado mediante la violencia y mantenerse durante setenta años con un sistema muy sofisticado de control y represión a los ciudadanos y ciudadanas. Quien introdujo el marxismo en Rusia fue Jorge Valentínovich Plejánov. Sería uno de los líderes de los mencheviques, cuando sucedió la excisión en 1.903 entre estos y los bolcheviques. Fue muy pesimista respecto a la revolución de Octubre.

Lenin estableció dos grandes corrientes para impulsar la realización del comunismo. Por un lado una lucha económica por parte de los obreros, organizados en un gran movimiento de masas. Por otro, una lucha política en la que intervinieron los burgueses convencidos del marxismo, organizados en torno a un partido que fuera la vanguardia la revolución. Analizó el planteamiento mundial de las condiciones económicas en las que no había nada fuera del capitalismo. Su desarrollo en la revolución industrial dio como resultado dos clases, los asalariados y los capitalistas, cuyo conflicto se pretendió resolver mediante la lucha entre ellas. La existencia de un capitalismo financiero naciente hizo que hubiera una lucha entre los Estados. Para el ideólogo del comunismo ruso, este segundo conflicto era un asunto interno de la burguesía, en el que los trabajadores no deberían de participar. De otra manera caerían en la trampa de los capitalistas: luchar por los intereses de la clase dominante. El progresivo y constante cambio que ha vivido la sociedad ha transformado tales premisas. Tanto que nos sitúa en una dimensión política, social y económica muy diferente. La evolución del capitalismo industrial hace que suceda la estratificación social y un entretejido entre mentalidad, posición económica, criterios sociales que no se puede hablar de dualidad sino de multiplicidad de intereses, que llega a convertirse en una tendencia hacia el individualismo. Circunstancia que da lugar a un base social cada vez menor para resolver los problemas colectivos. La otra premisa, gracias a la evolución del capitalismo financiero, es poco a poco superada al reducir las competencias del Estado nacional, frente a Estados que incorporan a varios países y en los que el elemento de cohesión territorial lo da compartir una zona monetaria común.

La división interna de los comunistas rusos surge cuando un grupo minoritario (mencheviques) entiende que hay que esperar a que se den las condiciones para hacer la revolución. Según los textos de Marx, y la evidencia, consideran que previo al socialismo debe darse la revolución democrática burguesa. Mientras que Lenin guía a una mayoría (bolcheviques) a que entiendan que no es imprescindible la fase de la burguesía, proponiendo un salto hacia adelante. En 1.905 el Congreso bolchevique constituye los soviets, asambleas, en las que los trabajadores son obreros y soldados al mismo tiempo. El zar se ve obligado a crear una Duma en la que se debatan las cuestiones políticas. Lev Davídovich Trostki apoya a los mencheviques, pero la fuerza de la mayoría le hace ir con ellos. Insiste en negociar con los primeros, ya que está en contra de que se establezca un partido dirigente.

Las condiciones de trabajo y el empobrecimiento de la sociedad hace que las ideas revolucionarias enardezcan al pueblo. Sucede un estallido de masas que desborda a las autoridades zaristas y también a los partidos revolucionarios. Se formó un gobierno provisional encabezado por el príncipe Luov. Lenin rechaza este gobierno bajo el grito de guerra “Todo para los soviets”, los cuales habían sido apoyados por Kerenski en San Petersburgo en su lucha contra el zarismo. Por un lado Kerenski defiende la revolución política, por las injusticias del sistema zarista. Knnilov defiende los valores nacionales rusos con apoyo de los cosacos y Lenin forma un tercer sector que se une desde la vanguardia del comunismo al alzamiento popular, cuya insurrección armada va a dirigir Trotski. El pueblo estaba armado gracias a la guerra contra Alemania, por lo que las masas campesinas y obreras pudieron levantarse en una guerra civil.

Derrocado el zar se forma un gobierno provisional que convoca elecciones. Las ganan los eseritas, seguidores de Kerenski. Para los bolcheviques representa un modelo de Estado burgués y plantean una revolución proletaria socialista, contraria de raíz a la revolución democrática burguesa. Lenin propone una democracia más profunda, orgánica, que será la democracia proletaria o dictadura del proletariado: el Estado de los soviets (asambleas), de manera que las elecciones sean en comités de campesinos y obreros, y no convocatorias nacionales para ir a las urnas. En 1.918 la Constitución rusa establece el soviet como una nueva forma de Estado. Se reconocen los derechos del pueblo trabajador y explotado y no los derechos del hombre, lo cual es una manera legalista de justificar la violencia y que sea aplicada por el nuevo Estado. No se separan los poderes del legislativo y el ejecutivo. Lo cual evolucionó de la planificación mesiánica de unos “iluminados” a una de las dictaduras más atroces que ha sufrido la humanidad, y cuyo esquema se trasladó a otros países. Con la muerte de Lenin, Iósiv Stalin se hizo con el Poder. Estableció una burocracia gigante, capaz de controlar a los individuos, en un sistema de purgas políticas y un culto a la personalidad que rayó con el fanatismo. Planteó el comunismo en un solo país, lo que le diferenció entre otras cosas de Trotski, que fue expulsado del país en 1.929, dos años después de haberlo sido del partido comunista. Fue asesinado en México por un agente de Stalin, en 1940. Durante el XX Congreso del partido Comunista de la Unión Soviética, siendo presidente Nikita Jruschov, fue denunciado y repudiado el estalinismo.

En su estancia en Yakutsk, Wendell L. Wilkie, comprendió como tres millones de miembros del partido comunista, que representaban el 1% de la población rusa en 1942, eran capaces de “imponer sus ideas y su domino sobre doscientos millones de almas”. Así lo relata en su obra “Un mundo”: “No existía otro grupo alguno organizado: ni iglesia, ni logia, ni otros partidos. En Yakutsk no hay más de 750 personas (del partido comunista) o sea el 1´5% de los 50.000 habitantes. Pero esta minoría incluyen todos los directivos de fábricas, administradores de granjas colectivas, empleados oficiales, la mayoría de los médicos, intelectuales, escritores, bibliotecarios y maestros. Como en el resto de Rusia, lo hombres más avispados, más brillantes y más hábiles de la comunidad pertenecen al partido. Cada uno de estos círculos comunistas es una parte de la bien trabada organización, de la cual Stalin es todavía el Secretario General. Esta organización sostiene al partido en el Poder. Sus miembros son sus accionistas interesados”.

Durante el centésimo aniversario de la publicación de la obra “El capital”, en 1967 se estableció una discusión internacional sobre el comunismo real. Los representantes del aparato oficial de los países comunistas se limitaron a ofrecer racionalizaciones ideológicas de las relaciones de explotación vigente, como expone Raya Dunayesvkaya. Se pregunta “¿cómo es posible explicar por qué los trabajadores norteaméricanos tienen mejores salarios que el obrero polaco (y mejores condiciones de vida, puntualicemos) ¿Cómo explicarlo?”. En su obra “Filosofía y Revolución” trata de cuestionar un proceso que se construyó sobre la base de un idealismo falso: “Ni una palabra se dijo acerca de la actitud de Rusia, que como cualquier país capitalista e imperialista, pagaba precios bajos por el carbón polaco y obligaba a Polonia a pagar altos precios por el mineral de hierro ruso. Tampoco se dijo nada acerca del hecho complementario de que lejos de poseer la industria automatizada “ideal” la maquinaria polaca era tan antigua que parte databa de comienzos del siglo, lo cual significaba que los trabajadores debían esforzarse todavía más. Y por supuesto, ni uno de esos burócratas intelectuales se atrevió a reconocer que la escasa productividad del trabajo del obrero polaco, lejos de ser un signo de su “atraso”, de hecho constituía la medida exacta de su rebelión”. Afirmación ésta válida para Rusia y demás países de la órbita soviética.

Las conclusiones de la Historia, de su realidad, han permitido ver con perspectiva el proceso del comunismo. Entiendo perspectiva como conciencia de realidad. ya no basta divagar sobre dónde está la razón, sino qué nos cuenta la experiencia. El marxismo ha sido Historia, pero ha carecido de fundamento histórico, sí ha habido causas para su desenlace, pero no masa de historicidad, no substancia histórica. Apareció en ella, igual que el nazismo y otras estructuras de Poder anacrónicas, por una serie de causas, manipuladas y mal interpretadas por los coetáneos que desarrollaron tales enfermedades sociales. No fue sólo una herida, sino un cáncer que sustituyó a las células de la Historia (los procesos sociales) para desarrollar sus proyecto que amenazaron a la Humanidad con su escalada de violencia y su expansión. Mató, aparte de a muchas personas, la libertad como esencia de los pueblos, durante su despotismo.

Con la influencia de Bernstein y de Anthony Croslen, autor éste de la obra “El futuro del socialismo” (1.956), la socialdemocracia de Europa occidental va a convertirse en un proceso de reformas socioeconómicas dentro del capitalismo, que es lo que ha construido la realidad actual. Revisan las doctrinas de Marx y deciden colaborar con otros partidos no marxistas para alcanzar las metas socialistas. En 1.958 la Trade Unions de Inglaterra se convierte en el Partido Laborista. La acción sindical se va a desarrollar mediante la negociación y la presión desde la opinión pública. La unión de Karl Legien, sindicalista y Enrique Kaufmann, del movimiento cooperativista, dentro de la estrategia de Bernstein va a asentar la socialdemocracia en Alemania, con procesos análogos en el resto de Europa que se llevan a cabo en diferentes fases, debidas a las características nacionales concretas. Surgirá el Estado de Bienestar con el reconocimiento de la protección social, que el comunismo, al convertir sus teorías en una creencia y no en una idea para realizar, acaba negando dicha evolución social para definirla como una trampa del capitalismo. En Gran Bretaña William Beveridge implanta el reformismo liberal, con su idea de “proteger a los ciudadanos desde la cuna a la tumba”. Reforma que tendrá una vertiente política y otra económica mediante la aplicación de las teorías de Keynes. El objetivo es conseguir el pleno empleo y usar para tal motivo la intervención del Estado en la economía. El ejemplo más perfeccionado de sociedad avanzada, en este sentido, se considera a Suecia, cuyo gobierno socialista ha detentado el Poder desde 1.932 a 1.976. Otra vez de 1.982 a 1.991 y de 1.994 a 1.999. El gobierno controla el mercado de trabajo consiguiendo el pleno empleo, con un sistema de salarios justos bajo la denominada “política solidaria de salarios”, algo que empieza a ser puesto en jaque ante la mundialización de la economía.

Desde los años 30 Suecia ha desarrollado una sociedad mixta, la “política de concertación”. Han mantenido un régimen socialista dentro de una sociedad capitalista, debido a la decisión de la socialdemocracia sueca de colaborar con la burguesía. Lograron la intervención del Estado para eliminar el paro y favorecer las inversiones para lograr una buena posición en la competencia del mercado exterior. Entendieron la socialización mediante el aumento de los impuestos sobre la renta. Decidieron representar a los trabajadores y a los consumidores. Entendieron que el trabajador y el propietario se encuentran en un terreno común: son consumidores. Según el estudio de Jacques Arnaud16, la industrialización tardó en llegar a este país escandinavo, por lo que se previeron muchos errores e injusticias iniciales de otros países. El movimiento obrero fue muy pragmático. Su objetivo no fue discutir sobre la propiedad de la empresa o los medios de producción, sino si está o no bien gestionada. En el Congreso de 1.969 el partido socialista sueco promovió el proyecto de que hubiera un representante del gobierno en los Consejos de Administración de los bancos. Lo que cabe preguntarse es si la globalización del mercado y la economía permite una política de reformas sin cambiar la situación de Poder en los ciclos económicos. Algo que se planteó ya en los años 70. La cuestión es que se ha llegado a un momento en que se trata de un problema técnico, de técnica política y de técnica sobre el desarrollo económico. Sobre lo cual nuestra respuesta es el establecimiento de la Renta Básica, como paso inmediato para responder a tal incógnita que todavía hoy abre un marco de incertidumbre en las sociedades más avanzadas, por no plantearse el fundamento económico y social sobre el que se han establecido.

En España el socialismo va a sufrir un letargo de cuarenta años durante el régimen militar de Francisco Franco. En el exilio se preparan, sobre todo en la última etapa del franquismo, para volver a España. Cuenta con el apoyo de todos los Estados democráticos de Europa y de EE.UU. Durante el Congreso de Suresnes, 1.974, se resuelve como tarea primordial y por encima de todo luchar por conquistar la democracia en el Estado español. Es elegido como presidente del partido Felipe González. Abogado laboralista y titulado en relaciones laborales por la Universidad de Lovaina, Bélgica, fue militante del PSOE desde 1.964 y dos años antes en las Juventudes socialistas. En 1970 formó parte de la Comisión ejecutiva, donde ejerció como secretario de prensa y propaganda. Desde la década de los años sesenta Alfonso Guerra se dedicó a reorganizar el partido en la clandestinidad. En Suresnes se incorpora a la ejecutiva del partido, en la que ocupó la vicepresidencia hasta el XXIV Congreso. Representó el ala izquierda del partido, lo que se conoció en términos periodísticos como “guerrismo”, pero apenas ha trascendido el pensamiento político del socialismo cuando convirtió su ideario en un programa práctico. Alfonso Guerra criticó las medidas de los ministros de Economía Miguel Boyer y Carlos Solchaga, por considerarlas excesivamente liberalizadoras, pero no se han aportado alternativas reales. Fue un ejemplo claro de como la economía se ha impuesto sobre la política y sus criterios son los dominantes. Tales tensiones fueron el resultado de la evolución del partido socialista y su inmersión desde el Poder en un modelo económico tendente al liberalismo con una intensidad cada vez mayor. En 1979, durante el XXVIII Congreso, Felipe González propuso abandonar la definición del marxismo como seña de identidad del socialismo español, tal como se había aprobado en el Congreso anterior de 1.976. Sin embargo la mayoría de los congresistas se afirmó en el marxismo. Tal decisión provocó que el presidente del partido dimitiera y se formase una gestora, para convocar un Congreso extraordinario, el 28 de Septiembre de 1.979, en donde Felipe González fue reelegido y el marxismo quedó como una referencia del pasado del partido, donde fue célebre la frase mitinera, “somos socialistas antes que marxistas”.

Desde 1982 hasta 1996 el PSOE estuvo en el gobierno. Lo que hizo el socialismo en España, y en Europa mucho antes, fue actuar en el seno del liberalismo añadiendo medidas correctoras, como la universalización de la sanidad, la expansión de la enseñanza pública, además de otras como el PER en Andalucía para los Jornaleros, incremento de obras públicas para modernizar las infraestructuras, un modelo fiscal redistributivo, en un momento en que el sistema industrial llegaba a su tope de capacidad productiva y la revolución tecnológica era emergente en esos momentos. En España estalló la nueva economía a la vez que sucedía el apogeo de la globalización a mediados de los años noventa. El resultado fue un déficit enorme en las arcas del Estado, debido a que durante varios años la intervención del Estado fue succionada por la nueva corriente de crecimiento económico. El dinero público iba a chorros a capitales de empresas privadas. Además pasada la transición la democracia exigía desgastar una parte de los fondos del Estado en poner en marcha la costosa maquinaria de la burocracia tanto parlamentaria como autonómica, en un clima de hostilidades tremendas, que ya apenas se recuerda.

Baste recordar las declaraciones de Jose María Aznar, futuro presidente de la derecha española, en 1.979, en el Diario Nueva Rioja17: “El estado de las autonomías es una charlotada inevitable”. Lo que significa el esfuerzo que ha hecho la sociedad por entender y aceptar tal realidad ¡constitucional!. O cuando el presidente de la Xunta de Galicia en el año 2.000, Manuel Fraga Iribarne, acusó durante el gobierno de la UCD a Adolfo Suárez de ser un traidor por haber llevado al Congreso de los Diputados la ley del divorcio, a lo que añadió: “Estoy en total desacuerdo con el proyecto que es contrario a la Santa Sede, a la tradición española y es un atentado a las familias de España”. Por otra parte las contiendas electorales han sido costosísimas y se debieron de buscar fórmulas de financiación para mantener el objetivo de estar en el poder con el fin de dirigir las reformas y evitar que éstas se relentizasen. Se produjo una cadena sobre casos de escándalos financieros, siendo el más estructural en relación al partido socialista el caso Filesa, pero fueron muchos más en relación a ambiciones personales. Los esquemas liberalizadores generaron mucha riqueza, lo que fue justificado con la idea de “crear riqueza, para luego poder repartir”. Surgió la cultura del pelotazo, porque el crecimiento económico dio pie a grandes posibilidades especulativas. La ingeniería financiera se encontró en un terreno apenas explorado y se cometieron todo tipo de abusos. Los casos de Mario Conde, de la Rosa, Rumasa, Gil , fueron los más representativos y conocidos, pero muchos más han sucedido a pequeña escala. Finalmente el acoso sobre el asunto de la actuación violenta contra el terrorismo, por el que fueron acusados y condenados más tarde varios responsables máximos del Ministerio del Interior y el espectáculo de quien fue la máxima autoridad de la Guardia Civil con todo tipo de corrupciones y ridiculeces aireadas en la prensa, provocó finalmente la caída del gobierno del PSOE, manteniendo un suelo electoral bastante amplio a pesar de las contradicciones internas entre la política desarrollada y los criterios esenciales del socialismo y del mismo programa electoral. Como fue, nada más empezar su mandato, el apoyo a la incorporación de España en la OTAN, la NATO como la llamaron después en un ejercicio semántico para reconvertir la imagen de esta institución que ha llegado a tener como Secretario General a un socialista español que criticó esta institución militar antes de detentar el Poder, Javier Solana. En 1.994 se aprueba una reforma laboral que echó a los sindicatos a la calle, por permitir el aumento de horas extraordinarias, establecer contratos a tiempo parcial, intentando atajar el incremento del paro cada vez mayor. La integración en Europa hizo que la política tuviera que ir en consonancia con las nuevas estrategias económicas y se abrieron las puertas a reformas más contundentes en el sentido de un mayor liberalización y privatizaciones en la nueva reforma de 1.997, por el gobierno del Partido Popular. La estrategia gubernamental de la derecha mantiene el crecimiento económico y una tasa de desempleo cada vez menor, pero como ya hemos visto, con un empleo cada vez más precario y menos satisfactorio.

En el mundo capitalista aparece poco después de acabar la II Guerra Mundial lo que se va a conocer como la “Nueva Política Económica”. También Estados Unidos va a seguir la vía del capitalismo con la intervención del Estado. No con la economía ocupada por éste, como sucedía en los países comunistas que desarrollaron el “capitalismo de Estado”, pero sí con un peso regulador e inversor. Se controlaron los precios y los salarios. Como analiza Andrew Schonfeld: “la palabra “público” es el eufemismo que encubre la intervención estatal en la economía”. Junto a la automatización y la aceleración del proceso productivo, el control estatal va a permitir un desarrollo económico sin precedentes. Se creó lo que Raya Dunayevskaya18 define como el “nuevo fetichismo del crecimiento”, que sucede después de la II Guerra Mundial. Las crisis económicas eran parapetadas por los gobiernos. Es entonces cuando el socialismo estanca su política, centrado en intereses electorales y sobre decisiones coyunturales a corto plazo. Este consenso entre liberalismo y socialismo quedó roto al comienzo de los años noventa, al entrar con toda su fuerza la revolución tecnológica en el seno de la economía. Las medidas proteccionistas se convirtieron de la noche a la mañana en un freno para el crecimiento económico y los socialistas no han sabido reaccionar al nuevo orden que aparece. La liberalización, las privatizaciones y toda una serie de medidas, como temporalidad del empleo, facilidades de despido y demás, son condiciones del crecimiento económico en la nueva era tecnológica y tienen que ser aceptadas por el socialismo para que funcione el modelo socioeconómico construido tras la II Guerra Mundial. Pequeños matices de ayudas sociales y un ritmo más lento de las medidas neoliberales es la única diferencia entre derecha e izquierda en la sociedad del pensamiento único.

Por una parte la única Internacional que perdura es la socialista, fruto de la Segunda. Lo que indica que pudo echar raíces en la realidad. El tiempo histórico ha demostrado el resultado de cada proceso. Por otra parte el capitalismo tecnológico, en su aspecto material y financiero, se desarrolla globalmente en todo el planeta, sin que haya ninguna respuesta estructurada, fuera de voces contrarias y criticas sin ninguna construcción de la realidad previsible que pueda superar el modelo vigente. A su vez no hay un sujeto histórico que haga frente a la nueva situación. ¿Los pobres, los marginados, los desposeídos del tercero y cuarto mundo?. Existe una queja, pero no una conciencia de lo que sucede. Al mismo tiempo una rebelión global puede desembocar en una violencia descontrolada y sin medida, dando rienda suelta a todo tipo de irracionalidad. Entre otras la protesta antiglobalización tiende a dos posturas, una mística, meditativa y cuentista, y otra que da pie a justificar acciones violentas en un sentido antisistema. En este contexto es en el que aparece la dictadura del capital. A la que únicamente será posible dar respuesta con la experiencia histórica, ya que es de este empirismo de donde proviene su poder. El sujeto histórico como tal ha quedado diluido en la opinión pública. Lo que hace más difícil cualquier transformación social, pero al mismo tiempo permite influir en la realidad con relativa rapidez.

En España hemos vivido una experiencia que se entiende como un trayecto lineal del paso de una dictadura a la democracia. Pero sucedió según las reglas de la dialéctica. No sucede anulando lo anterior, como si fuera un avance progresivo. Sí fue así tras la guerra civil, en donde se borró todo atisbo republicano y referencias al pasado inmediato. Fue la llegada del fascismo un avance lineal en la Historia. Lo cual nos enseña, como cualquier ejemplo más que cojamos de la Historia de la Humanidad, que todo atajo o aceleración de los procesos históricos por la violencia llevan a un atraso social en el progreso de la colectividad. Sólo la violencia estructural, aquella que desde el Estado ha conquistado a otras sociedades o naciones y las ha integrado en su civilización o modelo han perdurado como realidad. Lo cual no justifica semejante violencia, sino que es una descripción como referencia de los acontecimientos. Solo se asienta en la Historia aquellos acontecimientos que tienen substancia histórica y para suceder se sumergen en la realidad y evolucionan con ella. ¿Y la revolución francesa? La falta de integración del pasado provocó el reflujo de las fuerzas de la Historia que llevó a una dictadura y al establecimiento del Emperador Napoleón Bonaparte en Francia. Se trata de una cuestión metodológica, en la que no vamos a entrar pues está ampliamente desarrollada en la obra de Hegel y otras que hacen referencia al tema, no siempre de manera acertada en su interpretación, pues el abuso o adecuación a determinadas circunstancias ha hecho que se tergiverse la ciencia de la dialéctica, cayendo en lo que Henri Lefebvre llamó “juego de manos dialéctico”. Limitaremos este estudio al análisis descriptivo de algunas situaciones que nos hagan ver el proceso de la transición española, a muy grandes rasgos. Por supuesto la dialéctica no se toma como una causa, sino a modo de retrato de lo sucedido. Nadie lo planteó como tal dialéctica, sino que se vio como el único camino posible para integrar la futura democracia y la sociedad que se había formado en el régimen anterior. La transición fue el único sendero que pudo llevar a la realidad, no sólo a la realización de un modelo. Cualquier otro hubiera significado enfrentamientos, modelos totalitarios en auge, etc. Lo que debería llevarnos a pensar en una salida real al contencioso nacionalista y europeísta, que desgarra a España con el problema del terrorismo.

La transición española no fue algo que se ideara en un despacho, aunque hubieron muchas reuniones de terciopelo y conspiraciones de pacotilla, pero eso forma parte del intríngulis de este tipo de acontecimientos. Que, insisto, no son dialécticos sino que la dialéctica los descubre y los retrata. Entender la dialéctica como causa fue el gran error de Lenin. Quiso convertirla en una ideología, cuando “ser realista” es una intuición primaria y elemental de la dialéctica, aunque no se conozca ésta ni se tenga conciencia de su valor. Es como el aldeano que cuida su entorno, por interés propio y sabe del valor que tiene el agua de las fuentes para su huerta y querer que no se acaben los abrevadero en verano sin haber leído ningún libro de ecología ni de biología, ni mucho menos saber nada de los ecologistas. Forma parte de su experiencia. Para un conservacionista forma parte de su conocimiento teórico.

Con la transición española no hay una ruptura con el pasado, sino que se integra a través de los mismos personajes que la protagonizan. Adolfo Suárez fue director general de la TVE, de 1.969 a 1.973 y fue en la última etapa Ministro General del Movimiento. El rey Juan Carlos I de España fue nombrado rey directamente por Francisco Franco en 1.964 de acuerdo a la Ley de sucesiones de 1.947 para la continuidad del régimen. Fue el sucesor de una dictadura militar y se mantiene como el mando supremo de las Fuerzas Armadas, según el art. 62-h de la CE, que a su vez le otorga el derecho de ser inviolable y su persona no está sujeta a responsabilidad (art. 56,3). Lo contrario, la antítesis, fue los partidos de izquierdas y liberales, que quisieron en un primer momento, sobre todo como deseo más que como intención, hacer borrón y cuenta nueva, para establecer un orden constitucional. Cuando el General Franco muere en 1.975 comienza la transición que consiste en establecer un Estado democrático y de derecho. ¿Cómo sucedió? Eliminando lo anterior, pero integrándolo en la nueva realidad. Porque lo que se construye es algo nuevo y distinto, absolutamente diferente. La palabra “integración”, la palabra “consenso”, “apertura”, “conciliación”, etc. reflejaron un clima de lograr actuar pacíficamente y ceder por todas las partes. Son palabras que introducen, quizá sin saberlo sus autores, la dialéctica en el proceso de la construcción de la realidad. Pero a los partidos políticos, de todas las ideologías, también les eliminaron su esencia republicana, al establecerse un marco de convivencia de monarquía parlamentaria. Y se integraron así en el proceso. Es decir la tesis y la antítesis formaron una nueva realidad, diferente a ambas fases de la realidad, pero que las incluyó.

La transformación de la realidad tiene su propia dialéctica, lo que exige el autodesarrollo de los procesos. Pero el mismo método está formado de dialécticas, como si de células dialécticas se tratara. La transformación concebida como una realidad objetiva lleva a modelos totalitarios. A entender que hay un destino que hay que cumplir. El subjetivismo se convierte en caprichos intelectuales, o cuando son colectivos, no llevan a ninguna parte. Una visión utilitarista, permite acercarse al proceso de formación de la realidad en la síntesis de conocer lo real y adecuar el subjetivismo sobre el juego de mayorías y minorías, de ahí la importancia de los sistemas democráticos que se fundamentan en este aspecto.

El camino más acertado suele ser el menos violento y el que beneficia a más personas, perjudicando al menor número de ellas, y afectando sólo a su subjetividad. Por ejemplo a una persona que esté en contra de la democracia y sufre por este sistema, subjetivamente, no se le quita el derecho al voto. Si en un proceso social se separa la tesis y la antítesis, por su propia definición o por intereses externos, y no confluyen en el diálogo, no hay posibilidad de resolver el conflicto, si no es a través de un enfrentamiento armado. Si este se quiere evitar hay que eliminar el factor intransigente o fanático o separador, como sucede en los conflictos religiosos. Es el caso del contencioso árabes e israelíes por los territorios pde palestina. Suponiendo que una de las partes venza, pospone el conflicto para el futuro. A no ser que extermine al contrario. Pero entonces integra en su ser ese aspecto de fatalidad, de falta de realidad o perversidad hacia lo demás, como ha sucedido en el carácter colectivo americano que lleva en su esencia la violencia. El hecho de que cada ciudadano pueda tener un arma, el aumento de las bandas juveniles violentas, la violencia en las aulas en una escalada cada vez mayor. La estadística que dispongo es del año 1.992, en el que sucedieron 24.3000 asesinatos, de los cuales 3.400 fueron ejecutados por menores de 18 años. La admisión de la pena de muerte en el seno de su democracia, sucede porque es la realidad que forjó en su misma tesis al acabar con los poblados indios, a los que literalmente arrasó. Son etapas cuyos contenidos no se han superado y se carga con ellos, por culpa de la falta de autodesarrollo Lo cual sólo es superable mediante la conciencia histórica, como por ejemplo en el caso de la iglesia, cuando recientemente ha pedido perdón, como acto simbólico de su toma de conciencia, por las atrocidades cometidas durante la época de la inquisición. Sin tal toma de conciencia el aggiornamiento hubiera sido un mero disfraz.

Gracias al keynesianismo se puedo construir una tercera vía durante la época de la Guerra Fría. Para poderla desarrollar los partidos socialistas tuvieron que quitar amarras y descartar el marxismo como argumento de sus postulados. Aceptaron el liberalismo, pero con la intervención del Estado. La nueva realidad, la síntesis ha sido una economía mixta entre el sector privado y el sector público, diferenciándose la derecha y la izquierda en la dosis de una de las partes. Ahora esta situación se ha convertido en la tesis de la globalización y el neoliberalismo, como tesis, y el antagonismo el rechazo de ello, en la búsqueda de políticas de amparo social, actuación eficaz sobre el Tercer Mundo, medidas medioambientales . También la antítesis se basa en no concentrar los capitales en unos pocos emporios. La tesis exige que la redistribución de la riqueza sea a través del mercado. La antítesis mediante políticas sociales de los gobiernos.

El keynesianismo, fue el método de adecuar la economía a la realidad. Su aplicación rompió los esquemas de economistas y sesudos teóricos que en su momento criticaron, a su inspirador, arduamente. Tal modelo ha quedado desfasado con los años, y ya es sólo una parte parcial que puede dar pie a otra nueva realidad, integrando su esencia. La tecnología ha hecho que se aumente la productividad sin que equivalga a crear más empleo, sino, como hemos analizado anteriormente, al revés. La tesis funciona con otros esquemas, al frenarse el desempleo sin que aumento el déficit ni las inflación. Lo cual es el éxito del neoliberalismo. No reconocerlo sería un error, pues no nos va a permitir integrarlo en la síntesis de una nueva realidad.

Todo lo expuesto, de manera muy sucinta, nos lleva a observar la construcción del socialismo, para llegar a la Nueva Vía. Hay que percatarse que cada renglón que hemos escrito es una página en la Historia de la Humanidad , inundada de sangre con el derramamiento de mucho sufrimiento. No son simples acontecimientos, a los que hacemos referencia y otros muchos más, sino que van cargados de vidas humanas, lo mismo que cuando hablamos del hambre en el Tercer Mundo o de injusticia social. No son palabras. Por ejemplo las manifestaciones estudiantiles contra la Ley de Autonomía Universitaria, la LAU, no fue sólo una noticia, una “movida”. Murieron dos jóvenes por disparos de la policía, el 11 de Diciembre de 1.979, uno de ellos Jose Luis Montañés. A ambos se les rindió un homenaje en la revista “Al margen”19. Es preciso concebir el futuro como un desarrollo de relaciones cada vez más justas y por medio de vías democráticas y de entendimiento. Porque a la larga es lo que queda.

La Tercera Vía, como síntesis, recoge en su seno la reforma liberal, sobre la que tratamos en el capítulo sobre evaluación económica. Y también la reforma del socialismo. Lo que ha dado lugar a una especie de liberalismo social. El cual en su autodesarrollo y por elementos incorporados de nuevas realidades, se convierte en el neoliberalismo que hoy domina la economía.

El enriquecimiento de los poseedores del capital y el empobrecimiento de grandes poblaciones de los países en vías de desarrollo, por un lado. El desarrollo tecnológico y las cada vez más precarias condiciones de trabajo por otro, y el aumento de las tasas de paro a nivel global, permite, todo esto, observar la realidad futura en la que cabe y encaja, necesariamente, una medida como la Renta Básica, cuyos fundamentos económicos han quedado manifestados a lo largo de los dos primeros capítulos. Lo analizaremos ahora como elemento de la progresión política, independientemente de la situación dialéctica para no hacer profecías, sino por la constatación de estudios y propuestas encaminadas a lo que estamos ofreciendo como medida necesaria y posible, sin que aún se contemple si quiera como una idea a debatir.

Cuando Wolgang Merkel20 se pregunta “¿se distingue en algo la socialdemocracia y sus rivales, conservadores y liberales?” responde: “Los sistemas de bienestar se diseñaron para sociedades industriales. Con la globalización se da fin al keynesianismo”. Describe un hecho, pero ¿cuál es la opción?. No ve este catedrático más que un marco de intenciones: “reconquistar el espacio político frente al mercado en la globalización”. Lo que veo únicamente posible con la implantación de la Renta Básica, con las características que hemos indicado.

Para Ricardo Lago21 la Tercera Vía es la suma de los ideales socialistas más la eficacia económica. Hace una descripción somera de la actualidad económica y advierte sobre mantener la acción socialista clásica, a la espera de una crisis del neoliberalismo, que hagan precisas las recetas sociales, lo que sería, en definitiva, no avanzar: “El Estado debe seguir activo en áreas como el empleo, la educación y la salud. No ser receptor pasivo de las víctimas del fracaso económico”. Se podría añadir que tampoco las del éxito. Plantea: “la indefensión social requiere simultáneamente progreso material y progreso social”. La incógnita es saber cuál puede ser el elemento de equilibrio que funcione y si realmente sin un cambio estructural es suficiente. Entiende que se ha confundido al mercado con la sociedad y al consumidor con el ciudadano, por lo cual se declara a favor de una economía de mercado, pero no una sociedad de mercado. ¿Cómo lograrlo inservible en modelo de Keynes?.

Las posiciones sobre la Tercera Vía son generalidades, lo que se traslada también a la Nueva Vía, de manera que queda pregonada en un vacío, que apunta a ver la falta de algo, pero no busca nuevos contenidos, que es lo único que podrá ofrecer un impulso renovador y animar al pueblo a participar en un proyecto colectivo, sin caer en la rutina democrática, animada con falsos debates desorbitados y prefigurados en los medios de comunicación.

La Internacional socialista aceptó en la cumbre de Buenos Aires, 1999, la economía de mercado, ratificándose en ella. Propone un cambio social para lograr la estabilidad económica. Lo cual puede ser un factor determinante en Sudamérica, África y Asia, pero no en el continente Europeo ni en Oceanía. Pero al final en este criterio están de acuerdo todas las opciones políticas. A lo más cuestiones de matices. Por ejemplo el presidente Jose María Aznar, del Partido Popular, asocia la estabilidad al respeto de la territorialidad de los Estados, pero de los occidentales, porque la de los países del Este se ha impulsado lo contrario, su desmoronamiento. Son problemas con historias distintas, pero las medidas con doble rasero denotan un ejercicio de Poder sobre el privilegio de los más poderosos. No pasa nada, los grandes temas se trasforman por arte de la conveniencia política en cuestiones de Estado, lo que justifica la nivelación de criterios: ley de extranjería, política antiterrorista, las pensiones. Felipe González considera: “la economía se ha hecho grande y la política pequeña”, pero ¿qué aporta ésta?. Todas las fuerzas políticas coinciden en el pensamiento único y lineal que define la cumbre socialista aludida: América latina necesita la integración social y Europa promover el avance tecnológico para mantener la competitividad. Algo que ,ya en el teatro principal de León hace más de sesenta años, expresó Ortega y Gasset22, al proponer una “economía organizada”, con “la única revolución auténtica, la de la técnica y la construcción económica”. ¿En qué compiten los partidos políticos? ¿En ideas? En mensajes e imágenes y apariencias en los medios de comunicación.

Lo más que ha hecho la socialdemocracia desde la dácada de los años ochenta es describir el problema en el que vive inmersa la sociedad mundial, como si de una crítica se tratase, sin investigar nuevas formas en las relaciones sociales, económicas y políticas. Según Felipe González23, la globalización económica y financiera, su impacto en la reestructuración industrial y en la destrucción del empleo, exige: “una alternativa al pensamiento único y al modelo ideológico del fundamentalismo neoliberal, que coloca al mercado como un absoluto”. Plantea la pregunta: “¿cuál será el paradigma de la verdadera sostenibilidad de la economía emergente de la evolución tecnológica en curso?”, a lo que responde precisamente y en el terreno de lo concreto y tangible los fundamentos sobre la Renta Básica, tal como hemos expuesto en los análisis sobre economía. Sucede que desde la socialdemocracia se están planteando las preguntas correctas, sin caer en el atrincheramiento de la negación. El otro lado, desde la derecha liberal y conservadora, se parapeta en la tesis. Es decir, el socialismo abre las puertas a la síntesis, pero no la construye, de momento. Y es en este terreno en el único que es posible colocar la Renta Básica.

Milton Friedman24, representante del monetarismo, reflexiona por escrito: “El mercado es un mecanismo que se pone en marcha; depende de como se emplee contribuye al avance social y económico o lo inhibe. Todas las sociedades usan el mercado”. Une lo económico y lo social en el crecimiento económico y apuesta por la privatización total y sin resquicio de la economía y el mercado: “si se va a privatizar hay que hacerlo todo”. Esta es la nueva tesis que siguen gobiernos conservadores y socialdemócratas, estos con más lentitud y con una participación mayor en las nuevas empresas privadas del Estado. Cuestión de matiz. El esquema de funcionamiento, ya lo hemos estudiado: más baratos los bienes por ser un mercado más competitivo. La clase media ahorra más y queda una capa social desprotegida a merced de la tiranía del mercado. “Gracias” a esa misma competitividad el trabajo es más barato. Años atrás el defensor del liberalismo y uno de los más destacados de la escuela austríaca, Ludwing von Mises, asevera que no existe la añorada tercera vía. Plantea una opción tajante, el capitalismo o el socialismo, lo que con la caída de éste los actuales liberales no den otra opción que capitalismo o más capitalismo. Hemos visto como desde el análisis científico de la economía, el planteamiento liberal se posiciona contra todo tipo de intervencionismo, en lo que sitúa la causa del paro y la inflación. El problema es que su respuesta , sobre la base de los hechos, da lugar a bolsas de pobreza cada vez mayores, precisamente por los avances del sistema de libre mercado. de ahí que para mantener sus planteamientos y propiciar el desarrollo de la economía libre hace falta, desde el propio liberalismo una base económica individual, que lo haga posible, sobre todo cuando las tecnologías han ampliado y acelerado la substitución de mano de obra. Tal base económica social (la renta básica) permite el desarrollo pleno del mercado, por paradójico que pueda parecer. Ante la elección posible a la que hemos aludido anteriormente elegimos “más capitalismo”, o sea aquel que se desarrolla a partir de la renta básica. Lo cual va a permitir la eficacia del modelo liberal, sacándole del idealismo abstracto en el que uno de sus precursores, von Mises, cae con análisis ingenuos y que se amparan y defienden en la actualidad, no por sus logros, sobre los que se extrapolan demasiadas conquistas sociales y científicas que suceden a pesar del mercado. La teoría de no establecer un salario mínimo bajo el pretexto de que el mercado lo regula mediante el abandono de los obreros de ese mercado laboral a otro sector productivo, como Mises teoriza, es anacrónico e irreal, pues no hay donde ir, cuando el número de trabajadores es mejor que el de puestos de trabajos reales y además hay una competencia de mano de obra inmigrante que permite abaratar aún más el salario. Seria válida tal teoría si hubiera de manera permanente pleno empleo para toda la población activa y de manera constante. El problema sería de desplazamiento. Pero hoy por hoy ya no lo es. Que la intervención gubernamental en políticas de empleo es contraproducente, no legítima en sí la política liberal, sino que requiere una medida como lo es la Renta Básica, de manera que la utopía liberal se convierta en la razón liberal, sobre la que pretende actuar el socialismo moderno.

En la Conferencia Política del 20 y 21 de Julio de 2001 del PSOE se debate como elemento razonador de la economía la posibilidad de implantar una renta básica de ciudadanía. Se logrará dar viabilidad social al liberalismo en caso de desarrollar la Renta Básica. De momento por los datos que tengo no es más que una juego del lenguaje, que usa este termino para definir lo que Anthony B. Atkinson definió como the basic income, una especia de base incondicional fiscal. El responsable de economía del PSOE, Jordi Sevilla define la renta básica ciudadana como “el mínimo exento por el cual no se tributa y que se estima puede situarse en dos millones”, es decir se trata de una medida con vistas a establecer un tipo único de impuesto basado en la proporcionalidad más que en la progresividad. Lo cual convierte el proyecto de la Tercera Vía en una derecha modernizadora, sobre todo en el uso de nuevas terminologías, sin más. Mediante una modificación de la fiscalidad una parte de la población sigue quedando desplazada de la sociedad, excluida. Se trata de una reforma fiscal, la que propone la socialdemocracia, eficaz pero orientada a mantener infraestructuras públicas de lujo, de cara a acaparar a la clase media como electorado, aprovechando la falta de conciencia social reinante.

La lucha contra la progresividad la iniciaron economistas liberales de la Escuela de Austria en los años setenta. Lo más que pretendía el PSOE, dentro de esa propuesta, fue una ampliación de tal medida, digamos generosa, mediante un salario social o aumentar las jubilaciones mínimas no contributivas, bajo la lógica de que si fiscalmente se admite un mínimo vital habrá de igualarse a éste cualquier otra prestación. Según el Secretario de Política económica del PSOE, “el modelo socialdemócrata es el mismo de siempre, el problema es que determinadas circunstancias obligan a cambiar los instrumentos”25. Cambio insuficiente y corto que no llega a la altura de la realidad tecnológica, económica y social. Mas bien se trata de una modificación de los instrumentos lo que pretende, no tanto de un cambio de ellos. El peligro es que de retrasar la medida que presentamos es que tal inmovilismo puede fomentar modelos políticos totalitarios que incluso podrán usar para sus objetivos de Poder la Renta Básica, más o menos deformada, y la consecución del uso de violencia irreflexiva por parte de colectivos frustrados en su existencia económica y social. En el periodo previo a la Conferencia Política de Julio de 2001 la comisión de economía se percató de tal situación. El mismo Jordi Sevilla anunció en el I Simposium sobre Renta Básica26 que la RB, entendida como la propuesta que hacemos, sería una medida para dentro de 20 años y que no la incluirían en su programa electoral a corto plazo. Finalmente quedó recogida la Renta Básica literalmente en el punto 87 del documento marco27 según los siguientes términos: “Nuestro objetivo y nuestra propuesta, será hacer realidad una Renta Básica de Ciudadanía, es decir, garantizar unos ingresos mínimos para todos los ciudadanos con carácter universal e incondicional, que se constituya como el mínimo vital de subsistencia que toda persona o familia necesita para vivir”. Se aprobó, con matizaciones aprobadas especialmente por el exministro de Hacienda Josep Borrell, pero como un engranaje más para el desarrollo de la justicia social. De esta manera se comprometieron las juventudes socialistas a defender la propuesta aprobada28. ¿Una idea más para «usar y tirar»?. Desde la Asociación ARENCI se abrió un debate en el que se instó a estudiar la Renta Básica como medida económica. Se advierte que al ser una propuesta científica, que encaja en las leyes económicas según la realidad actual, puede ser una medida amparada por el liberalismo conservador, frente al liberalismo progresista, pero que es desde la Tercera Vía desde donde puede ser más útil la Renta Básica, ya que tal medida desde la derecha política puede servir para desmantelar la in versión pública, sanidad, educación e infraestructuras. De manera que plantee dar un dinero a cada ciudadanos y después “sálvese quien pueda”. El modelo social socialdemócráta ampara el modelo público en equilibrio con una economía de mercado en cuyo desarrollo encaja la RB. Es tal modelo de sociedad el que ha de ser defendido políticamente. De ahí lo importante que supone separar la recaudación de para la RB de la fiscalidad y dotarla de un instrumento propio y ejercido desde la autoridad monetaria.

Es el contenido de la RB, como una cantidad de dinero que se pone en circulación a través de cada ciudadano, lo que va a permitir progresar a la sociedad y desarrollar el bienestar material. Lo cual es el sentido transformador de la socialdemocracia. A la larga los conservadores acabarán acoplando y “conservando”, más o menos, la RB a su ideario. Como ha sucedido durante el siglo XX con los grandes logros sociales. El problema es cuando los criterios electorales se anteponen a los históricos, por falta de talla política y de capacidad de pensamiento de ación , a cambio de producir imágenes publicitarias, mediante mensajes simples y dejarse llevar por presiones provenientes de poderes fácticos que defienden sus intereses concretos.

Friedman invita a la Tercera Vía , para que sea útil, a que supere los obstáculos políticos y colabore en la ampliación del mercado. Algo a lo que no le va a quedar más remedio al socialismo, pues es una realidad en marcha ya consolidada y fruto de la evolución del mercado con las nuevas tecnologías de la información. También son pocos los frenos a las privatizaciones, pues la economía sigue su curso. El Estado acaba teniendo menos financiación, entre otras razones porque las empresas multinacionales superan la territorialidad y asimismo muchos aspectos de la fiscalidad de los Estados nacionales. Por eso el sentido de la propuesta de otro premio Nobel de economía , James Tobin29, de establecer una tasa sobre transacciones de capitales. Pero además habrá que dar un herramienta a los ciudadanos para que se enfrenten al mercado, no sólo en formación profesional, sino en capacidad de tener una independencia que le permita participar en el mercado sin la amenaza y el chantaje de no tener medios para vivir, aunque sólo sea temporalmente en la mayoría de los casos. Proponemos un gran reto, el de integrar el mercado global junto (síntesis) a una participación estatal, que no sea vía asistencial ni inversora, porque es insuficiente e ineficaz. Si se hace mediante subvenciones altera el nuevo mercado ¡global! peligrosamente al provocar desequilibrios y descompensaciones que acaban en situaciones de crisis. El resultado de síntesis será la aceptación de la Renta Básica.

En Gran Bretaña se pretende desarrollar una tercera vía concreta en el caso del metro de Londres, entre la privatización total y el que sea un servicio público con una gestión deficitaria. A pesar de los 1137 millones de libras que gana por la venta de billetes y arrendamiento de locales, debido a la precariedad de las vías, túneles y estaciones. Se pretende ofrecer licencias de explotación por un periodo de 30 años, exigiendo a quienes se benefician de tal negocio una inversión inicial para el arreglo de las deficiencias del metro. De tal manera que se pretende una alianza entre los sectores públicos y privados, la opción PPP, según se conoce por sus siglas en inglés.

Una experiencia que cuestiona la privatización como criterio absoluto del neoliberalismo ha sido la experiencia del sector eléctrico en el Estado de California, EE.UU., que se ha comprobado como un descomunal fracaso. En verdad ha sido un fracaso al pretender hacer las cosas a medias, con el fin de proteger a los ciudadanos pero sin los mecanismos adecuados, porque la intervención queda anclada en modelos obsoletos de hacer política frente a la nueva actuación económica que requiere de otras medidas. Hasta 1996 las empresas generaron y distribuyeron la electricidad en forma de monopolio, siendo el poder público el organismo encargado de fijar las tarifas. Desde entonces tuvo lugar la desregulación . Se pretendió a través del mercado bajar los precios mediante la liberalización del sector, cuyo objetivo fue: más oferta, mejores precios y centrales más limpias y eficaces. Las empresas que controlaron desde entonces la distribución fueron Pacific Gas & Electric Co, Southern California Edison Co. y San Diego Gas & Electric. La producción pasó a otras sociedades. Los grandes beneficios que iba a generar tal operación se condicionó a una norma para evitar que subieran coordinadamente los precios. Se estableció la congelación de tarifas hasta el año 2.002. Semejante medida no previó que se disparase el consumo eléctrico. La ley de la oferta y la demanda funcionó al revés. Los generadores de energía ponen precios del mercado, lo que al aumentar la demanda hace que se incremente. Pero los distribuidores no han podido hacer lo mismo por la condición de mantener fijo el precio. Han acudido a los tribunales para reclamar contra tal ley que les lleva a la ruina. El gobernador de California, sin embargo es reticente a emitir bonos para ayudar a paliar tal situación al considerar que tal circunstancia se verá compensada a largo plazo con los beneficios posteriores. El problema es que ha situado a las empresas de distribución al borde de la quiebra al no poder trasladar el precio del mercado a los consumidores, y los productores no cobran lo que se les debe. Tampoco saben si lo harán a corto plazo, al tratarse de 12.000 millones de dólares. Lo cual ha precipitado la caída de sus valores en la cotización de la Bolsa. Tal situación lleva a una crisis sin precedentes que hace temer a los poderes públicos que 34 millones de usuarios se queden sin luz. Amén de amenazar con el colapso de la mayor economía de EE.UU.30. El problema estriba en que un sistema regulado por el mercado se encuentra impelido por un factor constante que establece la intervención de los poderes públicos. Sucede una desintonía de nefastas consecuencias. Al aumentar la demanda aumenta el precio, pero las distribuidoras se ven obligadas a mantener unos precios fijos, lo que origina cuantiosas pérdidas. ¿Por qué aumenta la demanda? Porque los inversores prevén una bajada de precios para el futuro y adecuan sus negocios e industrias a una mayor rentabilidad de coste, que no supone en un principio un incremento de gasto debido a que las tasas al consumidor se fijan con una tasa constante, de manera que el aumento de precio por el incremento de la demanda no les afecta. Si se partiera de una situación desregularizada total se producirían unos precios estables, pero a costa de una parte de la población con escasos recursos que se vería obligada a consumir menos. Es decir, previendo la competencia las personas y empresas con más recursos se lanzarían a un aumento de su demanda. Lo cual elevará los precios. Esa tasa de más se vería compensada por la disminución de consumo de quienes tienen limitada su capacidad de gasto. Al consumir menos un sector y más otro se estabilizan los precios. Ahora bien tal incremento de uso energético por parte de las empresas se va a traducir en un mayor beneficio, de manera que se va a acentuar mucho más la dualización social dentro de un espectro muy amplio de diversas y variadas poblaciones. La misma situación de mercado regulada con la renta Básica hace que el incremento de gasto de la energía afecte directamente a la Renta Básica, al aumentar el tope de gastos, tan necesario como es la luz, la calefacción, lo que entra en el computo que mide el umbral de la pobreza. En este caso se introduce una constante por parte de los poderes públicos o económicos pero que no afecta al mercado, sino que lo estabiliza en su raíz, porque una parte de los beneficios generados por el aumento de demanda energética va a parar al incremento de la Renta Básica, de manera que el consumidor más necesitado va a poder gastar lo necesario parea resolver sus necesidades y las clases medias lo mismo para mantener su nivel de vida. No baja el nivel de consumo medio, de manera que el incremento de demanda se traduce en una bajada de precios que va a regular nuevamente la Renta Básica establecida, de manera que fluctúe en unos niveles de cubrir las necesidades sociales y a la vez con una operatividad y eficacia del mercado. La RB actúa a modo de vasos comunicantes en lo que es la economía de la necesidad, sin intervenir para nada en todo lo demás. Quien quiera derrochar, dentro de los límites medioambientales que la legislación establece, habrá de pagar por ello. De manera que la tercera vía debe pasar por la Renta Básica o no dará resultado cualquier otra modalidad que busque una alternativa al mercado absoluto, porque éste es eficaz, pero aparta de la riqueza que genera a una parte de la sociedad. Por eso la Tercera Vía puede fundir con la Renta Básica los extremos de la economía global: Beneficios-Renta Básica-Necesidad. Lo cual va a ser de vital importancia para la construcción europea. podemos entender la RB como unos fondos de cohesión individualizados, que sustituyan a las ayudas para políticas sociales.

Otro premio Nobel de Economía, Gary S. Becquer31, ha disertado sobre el futuro de la Tercera Vía. Tema que se convierte de máxima actualidad, pero que parece estar atascado y que no sale del atolladero. Indica: “el interés propio a menudo lleva a los partidos políticos a alejarse radicalmente, e incluso a abandonar, sus ideologías tradicionales”, especialmente en Europa, añade. Y analiza una serie de acciones de gobierno “supuestamente” de izquierdas. Pienso que el problema es que esa ideología “tradicional” no cabe en la realidad, no contacta con la economía tecnológica y financiera. Pone, entre otros, el ejemplo del socialismo neozelandés que ha llegado a privatizar el sistema postal, lo que se anuncia próximamente en estos lares y un sistema de empleo en el que se pagan salarios establecidos por el mercado. Todos los gobiernos socialdemócratas han llevado una reforma laboral que flexibiliza los contratos y facilita los despidos. De otra manera no funcionaría la economía y se ven forzados a aceptar las normas marcadas por el Consenso de Washington, 1.990. Gerhard Schröder, en Alemania, con un gobierno de coalición con Los Verdes, reduce el impuesto de sociedades, fomenta la creación de empresas y exenciones fiscales para los planes de la pensión privada. El primer ministro francés, Jospin liberaliza el mercado laboral, impulsa la privatización a unos niveles que a la derecha le hubiera costado una movilización generalizada de la sociedad. Recuerdo que de todas las promesas realizadas por Rodríguez Zapatero, nada más hacerse cargo de la presidencia del PSOE, en la Fiesta campesina de la COAG celebrada en Valencia de don Juan, León, en septiembre de 2.000, no podría cumplir ni una, en caso de tener responsabilidades de gobierno, porque la política comunitaria va en el sentido contrario. De cumplir las condiciones europeas o no dependen las subvenciones en planes de desarrollo rural, que no pasan por el apoyo a la agricultura, sino de dotar de medios al mundo campesino para a partir del año 2.006 liberalizar completamente el sector. ¿Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace?. Para Gary Becquer la ideología suele quedar aplastada por el interés propio. Desde mi punto de vista el socialismo pretende mantener un discurso, el suyo, pero carece de praxis para la modernidad. Anuncia la Nueva Vía, pero no la llena de contenidos. Quizá porque no es capaz de ver la síntesis que surge de la realidad económica y política y quizá también porque lo vea y no lo crea. Tal es la nueva dimensión a la que nos encaminamos y hace falta un gran impulso y asumir el reto de desarrollar la perestroika del capitalismo, su reestructuración. O seguir construyendo ideas en arenas movedizas.

Felipe González ha puesto el dedo en la llaga, pero no la pomada, cuando argumenta32: “Para el movimiento socialdemócrata una de las cuestiones claves, porque afectan a su identidad, es si la nueva economía, en la era de Internet, tienen cabida las políticas de solidaridad”. La solidaridad se convierte para algunos teóricos del socialismo en una especie de caridad laica, cuando lo que cabe pensar es la necesidad de un derecho económico y fundamental, que es la solidaridad por derecho, no por asistencia dando de beber al sediento. Estamos tratando de asuntos políticos, no morales. Y en política los problemas se resuelven por ley, como hemos expuesto en el capítulo anterior. Y esto ahonda en lo que el mismo González continúa arguyendo: “el desarrollo de la globalización pone en crisis la relación entre crecimiento económico y redistribución; el viejo Keynes acompañado del Estado protector del individuo parecen definitivamente enterrados en tal crisis”. Propone González, la cohesión social y dar una sostenibilidad a la economía en materia social y medioambiental, pero no específica nada sobre como concretar esta idea. Lo que hace es planear por encima de la cuestión. Algo positivo, porque como decía mi profesor de matemáticas: “si se plantea correctamente la pregunta tenéis solucionada la mitad del problema”, es que con la reflexión de quienes representan la socialdemocracia europea se establecen las coordenadas sobres la necesidad de un cambio global: “El éxito del proyecto progresista está en la búsqueda del paradigma socialdemócrata del siglo XXI”, escribe el ex-presidente del gobierno español. Y todas las buenas intenciones de prácticas de solidaridad activa, inclusión social, igualdad de oportunidades de usuarios y consumidores, accesibilidad a los medios de informática quedan en el pasado, no como algo ha olvidar, sino a incluir e incorporar en la nueva síntesis, en la nueva realidad, que se supone es adonde se dirige la nueva vía, que es un camino ¿hacia dónde?.

Lo que se precisa es un debate ideológico, de ideas, no de casos de corrupción ,tema éste judicial, o asuntos de cotilleo sobre los políticos. O peor aún los cotilleos ideológicos, que sustituyen los debates de argumentos y de proyectos. Se discute sobre si ir o no a una manifestación en contra de ETA si la convoca el lendakari, sin que haya un planteamiento de fondo sobre las políticas a seguir, sino continuar todo igual o fomentar la tensión social. Se debate sobre si al presidente del gobierno le responde el portavoz de la oposición o lo hace el presidente de tal partido, sin edificar un modelo de sociedad para presentar al pueblo. La política se convierte en un entretenimiento más que ofrece la prensa de la cabeza (frente a la prensa del corazón) y es otro objeto de consumo más. Por otra parte los problemas domésticos son una cuestión de criterios técnicos, que no responden a modelos políticos, sino escuelas de economía, de sociología, de sistemas pedagógicos, de corporaciones medioambientales, etc. La estructuración del Estado y su relación con las economía, la política y la Historia son las cuestiones que requieren la labor de las Ideas. No es pues una opción electoral, sino estructural, que se ha de resolver, evidentemente en el marco de unas elecciones, pero de lo que se trata es de ganar la realidad, dentro de lo cual un apartado, y no muy grande, es lograr actuar desde el gobierno de la nación.

En la conferencia del club siglo XXI33, Jose Luis Rodríguez Zapatero, como presidente del PSOE, bajo el título “Una política al servicio del cambio”, reflexionó acerca del futuro del socialismo, en el que resaltó el papel preponderante de los individuos frente a los grandes grupos económicos y al propio Estado. A lo largo de su disertación espetó una frase con una terminología que quedó anunciada, pero sin explicación concreta alguna, que hizo correr ríos de tinta de críticos y analistas políticos: “un socialismo liberal, o si se quiere libertario”. Evidentemente son términos antagónicos, pero que resaltan el deseo de unir el desarrollo del mercado con el de la libertad individual y promover una igualdad entre los ciudadanos, “defender más libertad para llegar a más igualdad”. Se consideró como una expresión incoherente y propagandística, para muchos políticos vacía de contenido y a lo más una declaración de buenas, pero ingenuas intenciones. Tal frase se basa en algo que ya definió Al Gore dos años antes desde EE.UU., explicando la ideología demócrata en el modelo neoliberal, como: “aquella que propone un liberalismo de individuos, que no son súbditos del gobierno ni de los poderes económicos”. Pienso que se ha intuido la necesidad de algo renovador, pero no se ha llegado a contar con las herramientas necesarias para el cambio. Queda en una quimera abstracta y superflua que raya lo banal, si no se dota de contenidos concretos. Los términos empleados en el discurso de Al Gore, fueron mal traducidos por los asesores del presidente del PSOE, pues libertario en España tiene unas connotaciones anarquistas, que hacen inmezclables sus teorías con el liberalismo. Al tratarse de una idea, no entra en juegos dialécticos de ningún tipo. Los términos más precisos para esa misma idea de fondo es hacer compatible el “liberalismo” económico y el “libertarismo” social. O en términos más de acuerdo a la Real Academia: “libertador” ( que libera). Mientras que durante la transición en España hubo un camino diseñado, hacia el enganche al proceso europeo, hoy faltan las piezas e ideas con las que construir condiciones necesarias para la realización del desarrollo. El elemento capaz de dar sentido a planteamientos socialdemócratas y progresistas es la Renta Básica, algo que, de momento, aún no se han planteado sus ideólogos ni economistas de la modernidad y vierten nuevas ideas sobre moldes viejos a los que no se pueden ajustar. La Conferencia política del PSOE durante los días 20 y 21 de Julio de 2001 se debatirá en la ponencia marco el establecimiento de una renta básica de ciudadanía. Lo que indica un paso cualitativo muy importante en la definición política de la socialdemocracia.

Según Alex Canillinicos34, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de York, la tercera Vía ha fracasado pues ve en ella la continuación de la política neoliberal. El problema es que retrata una tercera vía ya atrofiada, el camino intermedio entre el liberalismo de mercado y el socialismo estatalista, como hemos visto. Sin embargo reconoce que el fracaso de la tercera vía no equivale al fracaso de la social democracia. Alude a la necesidad de un movimiento masivo de la clase trabajadora para eliminar el sistema mismo. Ve inviable el reformismo por los limites que impone a cualquier reforma el capitalismo. Pero su análisis queda en un voluntarismo abstracto. Define el deseo de crear una nueva izquierda que logre salir del callejón sin salida «al que nos dirige la tercera vía». ¿Cómo?. Es a esta pregunta a la que se trata de dar una respuesta concreta.

La Renta Básica nos lleva a un modelo económico que conjuga el liberalismo necesario, necesario para crear riqueza, con un socialismo posible, posible para distribuir económicamente una parte de esa riqueza. De esta manera es factible construir una nueva realidad social. Lo contrario es lo que propone el neoliberalismo, cuyo modelo es desarrollar el liberalismo posible, de manera que se convierte en una acción económica depredadora del medio ambiente y da lugar a desequilibrio económicos de manera que excluye y margina a una parte de la población. Por otra parte desde posturas ideológicas, más que económicas, se pretende practicar el socialismo necesario, mediante políticas sociales, lo cual interfiere en el desarrollo económico, frena la creación de riqueza y se convierte en una rémora del progreso que se traduce, como mínimo, en el incremento del déficit público.

De manera muy esquemática, porque el contenido del estudio que venimos haciendo trata de todo esto, los asuntos a abordar que van a permitir el proceso de síntesis en la evolución de la sociedad, en la evolución de la realidad y en la evolución del socialismo son:

  1. Desarrollar el sistema democrático con más amplitud. Profundizar en la democracia es una necesidad si no queremos que se atrofie o sea un producto más de consumo. Con la incorporación de referéndums sobre temas conflictivos y mecanismos de decisión contando con los ciudadanos y ciudadanas. Como puede ser, por ejemplo, los Núcleos de Intervención Participativa (NIP), según el modelo ideado por los sociólogos alemanes, Peter C. Dienel y Hans Harms.

  2. La igualdad social de base, la mínima. Incorporar como derecho en la economía, para que ésta funcione según las leyes del mercado, la Renta Básica.

  3. Un espacio social y político europeo auténtico. Emprender la construcción de Europa en serio, sin ambigüedades, como es decir que se quiere abrir un espacio social europeo y demás delicadezas. Sino afianzarse en la realidad, en la que hay dos opciones, a parte de una tercera que sería no hacer nada y que lo conseguido en la unidad monetaria y política en Europa se vaya al garete: 1) Una Federación de Estados, que acabará siendo la opción conservadora o 2) crear un Estado Europeo, opción que corresponde a los socialistas, como opción histórica. Sin olvidar que Winston Churchill, al finalizar la II Guerra Mundial, propuso formar los Estados Unidos de Europa, lo que quizá sea un proyecto lento, pero imparable. Tal desenlace va a permitir resolver en el marco de Europa los problemas del nacionalismo en el viejo continente, creando una nueva distribución territorial, que permita la soberanía nacional y la autodeterminación de las nacionalidades históricas, definidas según la Historia y un territorio con una lengua propia, dentro de Europa como nuevo Estado. Algo que en el caso de España es absolutamente imprescindible. Baste recordar la conocida frase de Joaquín Costa: “España es el problema y Europa la solución”. Si no se hace un Estado la territorialidad europea acabará estableciéndose como función, pero sin poder ejercer un control democrático sobre él y serán los grandes capitales quienes dirijan en efectivo los destinos del pueblo, que habrá dejado de ser soberano.

Estas ideas quizá sean la concreción y actualidad de lo que definió Ortega y Gasset como la tarea del socialismo: “ imponer la cultura, la justicia social y la europeización de España”. ¿Por qué están ausentes estas ideas primordiales del debate político?. Porque el pensamiento político viene del conocimiento teórico y la reflexión, junto a la praxis de la vida cotidiana. No de la praxis revolucionaria y la de partido. La primera se obceca en estrategias de movilización social y la segunda en tácticas de elecciones. En ambos casos se deforma y simplifica la realidad, porque sus protagonistas quedan fuera de ella y fuera del sentido común para dar significación práctica a las ideas. Me refiero a la praxis de trabajar en un taller, cambiar los pañales, ir a buscar a los hijos e hijas al colegio, de cultivar la tierra, escribir, dar clases, etc. Los políticos se han profesionalizado, lo cual fue una reivindicación del movimiento obrero, pero lo fue en su capacidad representativa y con sueldos similares a los demás compañeros, no como un privilegio que hace que los “elegidos” tengan unas nóminas de lujo. De la necesidad, individual y colectiva, nace el pensamiento. En la actualidad ¿ a quién se parece un político de partido? a un ejecutivo, con un alto nivel adquisitivo y sin apenas tiempo, siempre en reuniones, con pocas posibilidades de una reflexión serena, sino de mecanismos de actuación guiados por la eficacia y eficiencia, medida en resultados electorales. Se suele plantear ante estos comentarios que “ni que un político tuviera todo el tiempo del mundo”. Si se analiza la distribución del tiempo político casi todo se encamina a actuaciones protocolarias, reuniones para acuerdos estratégicos. Y sobre todo para fabricar imagen.

El extremo contrario, tampoco abarca la realidad, al cerrarse en una visión corporativa de un sector. En tales casos se desarrolla una reivindicación egoísta, cuya eficacia es aglutinar a una población amplia y su presión convertirse en una bolsa de votos. Así ha sucedido, por ejemplo a los agricultores, a los comerciantes, y casi todos los sectores, cuya reivindicación ha sido, en líneas generales, gremial, pensar en su sector y no en el conjunto de la sociedad. Presionan para resolver sus intereses. En el caso del campo español no se ha conseguido fijar población rural, porque las subvenciones se han destinado a enriquecer a los campesinos, que luego invertían en la capital y llevaban a sus hijos a estudiar alejados de la vida del campo y del interés por ella. Se ha impedido la diversificación de actividades en los pueblos. Medidas necesarias llegan con retraso ante la conversión de los sindicatos agrarios en antiecologistas, casi por sistema, optando por grandes infraestructuras que a la larga se han visto no rentables, obsoletas y muchas de ellas no culminadas. Por ejemplo fue necesario el ahorro de agua y acabar con el sistema de riego a manta. Por fin se comienza a realizar a finales de los años noventa y se riega por aspersión en muchas tierras. O no quemar las rastrojeras, por el empobrecimiento de la tierra, etc. Políticas éstas que ya se han institucionalizado, pero hace doce y nueve años fue una lucha constante, al menos en León, entre ecologistas y sindicatos agrarios. Por eso la visión práctica y cotidiana, nada más, es insuficiente, desemboca en populismo y cierto grado de brutalidad social. Esto que es consustancial a la condición social de cada colectivo no puede ser guía de acción política. Ésta requiere del convencimiento, para convertirse en mayoría, tal es la lucha a emprender, no hacer de la mayoría una razón. Si ante la exacerbación de ánimo la mayoría de la sociedad defendiera la pena de muerte para los delitos de sangre, ¿ el socialismo europeo aceptaría tal medida? En principio tratará de convencer y fomentar una cultura que vea lo negativo e ineficacia de tal medida.

¿Qué es el progresismo? ¿Cuáles son las fuerzas progresistas? Aquellas que luchan por el progreso de la sociedad, y todo progreso exige transformación de la realidad para superar las injusticias, la pérdida de libertad, la cual hoy se pierde muchas veces en el confort. Pero asistimos a un quietismo público, basado en la dualidad de los partidos que se debaten en matices. No hay proyectos reales, sino reflejos de ideas lejanas, porque sus protagonistas viven en un lujoso nivel de vida y sin riesgos sociales, que hace que tengan los de unas ideas y las contrarias la misma mentalidad. Muchos socialistas de antaño se arriesgaron al exilio, a la condena política por defender sus ideas. ¿Hoy quién se arriesga? Basta justificar la inercia. Pero el vacío se paga antes o después y la falta de ideales lo llenarán banderas e himnos, cuando no anuncios y actos masivos para hacer imágenes de televisión. Pero no es una pérdida de la política, es una trampa en la que ha caído la acción política. Ésta se ha convertido, pervertido, en un espejismo, porque el capital ha comprado a la política, no a los políticos, que excepcionalmente suele pasar (soborno), sino que la economía ha llevado a su terreno a la función de la política. Ha envenenado su esencia y ha acaparado su función. Las ideas se han convertido en gestión. El socialismo hoy, lo mismo que el movimiento ecologista, han de vencer esta circunstancia para ser lo que son, a través de su realidad y proseguir su desarrollo, autodesarrollo, y luchar, como esencia progresista, por el progreso de la realidad social, política y económica. Pero, como hemos visto, la economía en su autodesarrollo, o evolución dentro del capitalismo, desemboca en la posibilidad de la Renta Básica. Sin embargo necesita del impulso político, para vencer los frenos psicológicos, sociales y sobre todo los de elementos que distorsionan el desarrollo económico y falsifican la creación de riqueza, como son todas las redes multinacionales que funcionan en torno al dinero negro. Lo que analizaremos más adelante.

Nos queda todo el futuro por delante y el pasado por detrás. Este es nuestro presente.

  1. 1El País, 25 – XI – 2.000
  1. 2 “Discursos políticos”. Edt. Alianza Editorial. Madrid – 1.974
  1. 3Diario de León, 11 – X – 2.000
  1. 4Valladolid, 8 – X – 2.000
  1. 5“Por la Tercera Izquierda”. De Daniel Cohn Bendit, diputado de Los Verdes en Alemania y José María Mendiluce, eurodiputado del PSOE. Edt. Planeta. Barcelona – 2.000
  1. 6Madrid, 1 de Julio – 2.000
  1. 7Catedrático del Pensamiento Económico de la Universidad Complutense de Madrid
  1. 8Economista de EE.UU. premio Nobel en 1.991
  1. 9Economista de EE.UU. premio Nobel en 1.986
  1. 10“Sociología de Saint Simón”. Edt Península. Barcelona – 1.972
  1. 11 “El retorno a Europa. De la perestroika al tratado de Maastrich”. Varios autores. Edt Complutense. Madrid – 1.993
  1. 12“El manifiesto comunista” . Prólogo a la edición alemana. Edt. Ayuso, Madrid 1.981
  1. 13 “Acerca del infantilismo izquierdista y del espíritu pequeñoburgués”. Edt Progreso. Moscú – 1.980
  1. 14 En torno a la dialéctica” Edt Progreso Moscú – 1.973
  1. 15 “El pensamiento de Rosa Luxemburgo”, Edt. Península. Barcelona – 1.976
  1. 16 “El socialismo sueco”. Edt Península. Barcelona – 1.974
  1. 17 Citado por Antonio Casado, Diario de León, 10 – X – 2.000
  1. 18 “Filosofía y Revolución. De Hegel a Sartre y de Marx a Mao”. Edt Siglo XXI. México – 1977
  1. 19Edt. Clave. León – 1.986. Nº 1
  1. 20 Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Heidelberg. El País, 20 – VII – 1.999
  1. 21 Miembro del partido socialista chileno. Exministro en Chile, años 90 – 92, 94 – 98. El País, 19 – VII – 1.999
  1. 22 26 – VI – 1.931
  1. 23 El País, 18 – VII – 1.999
  1. 24 Premio Nobel de Economía, 1.976 El País, 10 – VII – 1.999. Artículo: “No hay 3ª Vía al mercado”.
  1. 25 Revista “Tiempo”, 18 – VI – 2001, Nº 998
  1. 26 Barcelona, 8 – VI – 2001
  1. 27 Ponencia “Ciudadanía, Libertad y Socialismo. Un partido para le España del s. XXI”. Debatido en la Conferencia Política del PSOE, Madrid 20 – 21 de Julio de 2001
  1. 28 “Constitución y Renta Básica”, Iván García del Blanco, Secretario General de las Juventudes Socialistas de León,. Diario de León, 29 – VII – 2001
  1. 29 Economista estadounidense. Premio Nobel 1.981
  1. 30 El País. 14 – I – 2.001
  1. 31 Premio Nobel en 1.992. El País 27 – VIII – 2.000, “La <Tercera Vía> es una vía de derechas”.
  1. 32 El País, 3 – VII – 2.000 . “Solidaridad y sostenibilidad”
  1. 33 19 – X – 2.000
  1. 34 «Contra la tercera Vía. Una crítica anticapitalista». Editorial Crítica. Barcelona 2001