La inflación es uno de los problemas económicos que más preocupan a los encargados de dirigir la política económica de los países desarrollados. Desde los años sesenta se ha convertido en su objetivo prioritario. Las negociaciones sindicales basculan en torno a esta cuestión para lograr las subidas salariales. También se relaciona con el mayor menor nivel de vida de una sociedad, cuando sucede que la masa de capital aumenta sin que su reparto sea proporcional al crecimiento. Entre las acuerdos fundamentales del Tratado de Maastrich está el compromiso de los Estados de la UE de bajar la tasa de inflación y lograr que sea predecible, a lo cual se da una enorme importancia, junto a la disminución de la deuda pública así como moderar el déficit.
Inflación y deflación marcan el valor del dinero en su uso para adquirir bienes y requerir servicios. La primera es la variable económica con la que se planifica el desarrollo de la macroeconomía. Es una de las palabras más frecuentes en todos los telediarios. El segundo término apenas se utiliza, mas que como referencia histórica a los acontecimientos económicos de los años treinta, cuando la caída de los precios fue persistente y generalizada, acompañándose de una elevada tasa de desempleo. Por el contrario la subida de precios de manera gradual y lenta se considera que estimula el consumo y la inversión en los pagos a plazos, coma acontece en la vivienda por regla general y créditos de inversión. El problema es en los precios al consumo, o cuando se perpetúa en lo que se llama la inflación crónica. Tal situación extrema, la hiperinflación, es la señal de una grave crisis.
Desde los años sesenta casi todos los países industrializados han mantenido una tendencia hacia la inflación crónica, pero controlada. Es lo que ha hecho que suban los precios y los salarios paulatinamente, acompañando el crecimiento económico. Cuando seguir creciendo supone situar las cifras de la economía o la relación precios con la contención salarial, desde un punto de vista macroeconómico se pretende controlar la inflación e impedir que suba, incrementando la competitividad en sectores estratégicos históricamente llevados por empresas públicas. Se pretenden privatizar, para que aumente la competencia y de esta manera hacer que bajen los precios en la energía, gas natural, correos, combustible, etc. Lo que se ha demostrado que muchas veces no ocurre así, como pasa con la subida de los precios del carburante. Según la anterior teoría, keynesiana, el gasto público servía para ajustar la oferta y la demanda. De una manera o de otra la economía se dirige a una crisis bien sea de empleo o de subida de precios. De alguna manera se ha asumido la persistencia de ciclos económicos dentro de una situación de incertidumbre.
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El modelo liberal acaba interviniendo, pero en lugar de hacerlo de manera directa lo hace indirectamente, mediante incentivos fiscales o modificando los tipos de interés, sólo que en beneficio de quienes invierten su capital. Mantener unos niveles máximos de precios y establecer un salario mínimo es algo que empiezan a rechazar, con la desregulación, para hacer que sea el mercado quien controle por sí mismo la inflación. Los economistas han logrado encauzar los ciclos de riesgo mediante la aplicación de políticas monetarias acertadas y ajustes presupuestarios. De manera que las crisis pueden preveerse y planificarse limitándose a sectores sociales que controlan mediante ayudas y mecanismos de financiar el desempleo, como es el caso de las prejubilaciones.
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Para Milton Friedman, representante de la Escuela de Chicago, la inflación es un fenómeno monetario. La demanda, explica, depende de la riqueza de cada individuo y del precio relativo de cada bien. Las medidas clásicas basan su teoría en que aumentar la masa monetaria, cantidad de dinero puesto en circulación, tanto en dinero líquido como depósitos bancarios. El incremento de la oferta monetaria se logra bajando los tipos de interés, lo cual tiene como resultado un aumento de las inversiones, pues el dinero es más barato y puede circular con más facilidad, sobre todo a la hora de pedir créditos. La mayor inversión hace que la oferta de trabajo crezca. Por consiguiente desciende el paro. Para los monetaristas los cambios de oferta monetaria afectan únicamente a los precios, son éstos los que aumentan, no la producción. Explican su idea como una teoría cuantitativa del dinero. Prefieren no interferir en los mecanismos de inversión mediante la disminución de impuestos para fomentar el empleo. Analizan en conjunto la demanda total de dinero y la oferta monetaria. Ésta la fija el Banco Central. Si hace que aumente los precios bajan, pues se incrementan las ventas y como resultado crece la producción, por lo que se hace mayor la oferta. Da lugar, en teoría, a un descenso del paro.
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Irving Fisher, otro monetarista, sostiene que hay que ser muy rígidos con los salarios. Los precios se deben a la ecuación: Precios = cantidad de $ x velocidad de circulación / volumen de transacciones.
Sin embargo la Escuela de Cambridge invierte los términos y plantea que es la demanda del dinero la que depende del nivel de precios y de los valores de las transacciones. El monetarismo estricto no se ha aplicado por los desajustes sociales que ocasionaría. Para Keynes el instrumento de la política monetaria por excelencia son los tipos de interés y la de los monetaristas es el control sobre la cantidad de dinero. Lo que se aplica tras los años setenta es el objetivo pregonado por Milton Friedman y en parte por Fredrich A. Hayek con la inclusión de medidas como modificar los tipos de interés en su consecución. Los monetaristas basan su actuación enteramente en el mercado. No aceptan que haya relación entre inflación y paro, de manera que debe ser la oferta y la demanda lo que regule los salarios, no los convenios colectivos negociados con los sindicatos, aumentándose los sueldos en función de semejante variable, que no deja de ser una previsión. Sin entender este esquema teórico no es posible interpretar la política económica de los gobiernos desde finales de los años ochenta. La propuesta que defendemos debe debatirse en similares términos, pues de otra manera se convierte en un canto de sirenas, muy bonita, muy utópica, pero sin ningún fundamento práctico ni teórico, mas que defender una idea porque resulta atractiva o justa desde un punto de vista ético, cuando lo que se debate y propone son medidas económicas concretas y no debates morales.
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Es necesario insertar la Renta Básica en la realidad social como una medida económica. Será una medida que logre el equilibrio entre los criterios estrictamente económicos y los especialmente políticos. La acción sindical fuerza a incrementar el salario de manera que cada vez tiene menos que ver con el salario real, o sea su valor en el mercado. Tal medida lleva forzosamente a incrementar el paro. Para evitarlo, y mantener una política tendente al pleno empleo, los gobiernos aumentan la inflación en una espiral interminable. la doctrina inflacionista como tal fue la consecuencia de desarrollar el keynesianismo. Su promotor analizó que el movimiento obrero había adquirido mucha fuerza. Reducir los salarios ha su condición real exigiría una lucha cruenta. Por lo que propuso un mecanismo para disimular tal situación y, por decirlo de alguna manera, salir al paso: disminuir el valor de la moneda. Al incrementarse el salario nominal se aumentaba por otra parte el costo de la vida. Se generó desde la II Guerra Mundial una cadena de aumento de sueldos y aumentos de precios y así sucesivamente. es lo que se conoce como “Gran Inflación”. El aumento de salarios no es lo que origina la inflación, sino las consecuencias monetarias. A comienzos de los años noventa en España, antes en EE.UU., la situación se hizo insostenible y se tuvieron que tomar medidas en la economía occidental tendentes a la flexibilidad salarial.
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La inflación ha sido provocada por los gobernantes, bien rebajando el contenido metálico del dinero o emitiendo papel moneda, de manera que fue una tendencia permanente tras la II Guerra Mundial. Lo cual permitió reconstruir una economía floreciente. El problema es una vez que se ha estabilizado el desarrollo. Se ha establecido un autoridad monetaria independiente de los gobiernos de turno. Sucede que toman medidas discrecionales, porque, tal como reconocen los teóricos liberales de la economía, se desconoce mecanismo automático alguno que modifique la cuantía de las existencias monetarias. se recurre a la modificación de los tipos de interés. , pero es una salida a corto plazo y en permanente revisión, sobre lo que se ha desarrollado una especulación de cara a las inversiones empresariales según la decisión del presidente del banco central de turno. No se logran mantener estables los precios. para lograr la estabilidad se corrigen las oscilaciones en uno u otro sentido. El problema es que los teóricos liberales no se han planteado una cuestión paradójica, como es la aplicación la Renta Básica, que va a servir de contrapeso, a modo de tentetieso, de la inflación. Se logrará la estabilidad, que dentro de un contexto macroeconómico se puede entender como conseguir la sostenibilidad general, tanto dentro de la economía como en el contexto social y mediombiental, en el que se desarrolla.
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El intervencionismo monetario, desde el Banco Central europeo o la Reserva Federal de Estados Unidos es una táctica de reajuste permanente. Con su aplicación se pretende dirigir el curso de la economía. La subida del precio del dinero condiciona las decisiones de bancos y cajas de ahorros que deben replantear sus estrategias de inversión. Si suben los tipos de interés se contiene el dinero. Se invierte menos, lo que repercute en el desempleo. Pero por otra parte se frena el consumo y los precios si no bajan al menos no suben. En Enero de 2.000 sucedió en EE.UU. que aumentó el precio del dinero, acompañándose de un aumento de consumo y la elevación consiguiente de los precios. Ocurrió que los capitales europeos se fugaron a EE.UU. al comprobar que su dinero valía más. Lo que obligó a las autoridades monetarias de la eurozona a subir el precio del dinero. Con tales medidas se fraguan una serie de reacciones en cadena muy complejas y que resultan frágiles. Un problema en el sector de la energía o del transporte exige replantear todo de nuevo. Afecta a los ciudadanos (consumidores) de a pie, que comprueban como se encarecen las hipotecas y los créditos al consumo. Constantemente se busca un equilibrio para no caer en un ciclo decreciente de la economía.
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Cada estrategia lleva a una contraestrategia, de tal manera que las medidas son siempre parciales y con resultados no siempre previsibles. Cuando se aumentan los tipos de interés los ahorradores pasan su capital de la una renta variable a otra fija. La Bolsa no depende tanto de tales triquiñuelas, si bien varia su cotización por las previsiones que se pueden hacer en función a la evolución de los mercados.
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La política monetaria regula la actividad empresarial a través del mercado de dinero, de manera que el capital mismo se convierte en una mercancía. Ha dejado de ser aquello que se invierte sino lo que se compra y vende a sí mismo. Es un cambio substancial, que corre a la par que la transformación del sentido y ser del trabajo. El dinero como ganancia ya no se obtiene sólo mediante el capital y el trabajo, sino que fundamentalmente es con el consumo. No un consumo en el sentido de demanda, sino en el que hay que invertir como demanda en sí. Por eso ha de aparecer una nueva variable, la Renta Básica, porque se convierte en una herramienta de consumo básico o base.
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En realidad hay una relación inequívoca entre la demanda global y la oferta global como de resolver el problema del paro. En el primer caso se facilita el empleo para activar el proceso económico a través del consumo, lo que activa la inversión. En el segundo se activa la inversión para crear puestos de trabajo. Como el mercado productivo está saturado se incentiva la cultura y la industria del consumo. En ambos casos se quiere llegar al pleno empleo. El problema no es, desde mi punto de vista, el desempleo, sino quererlo resolver a través del trabajo, cuando no es posible de manera propia en el mercado. Es con la Renta Básica cuando deja de ser un problema y se reconoce que carece de solución. Se pasa a otra realidad económica, la real, con otros problemas que habrán de ser resueltos a medida que se presenten, sin necesidad de plantear invenciones teóricas como que nadie trabajaría y el mundo se iría a pique. Aunque pueda parecer lo contrario resulta que la renta Básica es la medida realista que necesita una política económica responsable, mientras que la búsqueda de una sociedad de pleno empleo es utópica y demencial.
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Según Friedrich A. Hayet “el paro indica que la estructura de precios y salarios relativos se ha distorsionado”. Lo que requiere, según el autor, austríaco restablecer el equilibrio entre oferta y demanda laboral. Sucede que en una época de alta tecnología hay ofertas muy delimitadas y demandas masivas, lo que provoca una caída salarial que es propia de la economía de nuestros días: precariedad. La Renta Básica suple ese bajo salario y su condición de temporalidad.
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Las consecuencias de la inflación son la reducción de márgenes de beneficios, la devaluación del ahorro y la erosión de la moneda nacional. Las causas son explicadas de diferente manera según la teoría de la que se parta. Para los seguidores de Milton Friedman es debida al incremento de la masa monetaria. Para Keynes y sus seguidores al exceso de inversión sobre el ahorro y para los liberales a ultranza por la existencia de monopolios, o actitudes monopolistas, como sucedió en España con la subida de continuo de la gasolina y el gasóleo durante los seis primeros meses del año 2.000 en que se solicitó la intervención del Tribunal de la Competencia pues todas las empresas coincidieron en las subidas y en igual proporción, lo que evita la libre competencia. Al final el ajuste de precios repercute negativamente en los asalariados, en beneficio de los accionistas. Por eso desde posturas neoliberales se quiere, además, acabar con la reglamentación del mercado de trabajo y de capitales.
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Para Hayet el control de los precios origina una inflación reprimida, que es peor que la inflación abierta, pues a la larga puede favorecer la socialización de la economía. Ahora bien ¿en qué sentido? Lo que ha supuesto el monetarismo ultraliberal en la práctica ha sido la devaluación de los puestos de trabajo de la economía productiva y una sobrevaloración de los que se realizan en la economía financiera y en la especulativa. No obstante los teóricos del neoliberalismo se ven desfasados por la aplicación de sus principios, al no producirse el equilibrio requerido entre el capital financiero y el productivo, lo que exige reducir el ritmo de producción, a un nivel real de mercado. La pega a este criterio es que hay que aprovechar cualquier recoveco para mantener y fomentar los puestos de trabajo, al precio que sea y según el criterio de que el fin justifique los medios. O bien mantener una tasa de pobreza más dura.
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Para Hayet ”no hay elección entre inflación y desempleo”. La primera variable lleva a la segunda, “como la gula a la indigestión”, dice. Cuando se controla y se tiende al pleno empleo aparece la inversión como problema, pues busca un beneficio que está fuera del mercado: incentivos, maniobras fiscales o monetarias. Debemos de hablar de empleo relativo, según la correspondencia de oferta y demanda laboral en cada sector de la economía por separado. El mismo Hayet reconoce que el empleo por la expansión monetaria es inestable.
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La política intervencionista desembocó en la práctica en la inflación salarial, fruto de la acción sindical y favorecida por una política de endeudamiento justificada durante los años posteriores a la II Guerra Mundial. Una vez se logró la estabilidad social y se encauzó el desarrollo se comprobó que el aumento de los salarios no se acompañaba con un aumento proporcional de oferta de bienes y, tampoco, aumentó la productividad en el mismo porcentaje. La consecuencia fue que desde los años sesenta se encareció terriblemente la fuerza laboral. Coincide tal situación inflacionista con el despliegue cada vez mayor de la automación, lo que da lugar a un aumento global de salarios, porque se acompaña de un aumento desproporcionado de las cadenas productivas. Tal situación económica se traduce en prosperidad y en lo que se ha venido a llamar los años del “desarrollismo”. Se genera la cultura y la conducta social del consumo, pero comienza a aparecer el problema del paro como un fenómeno estructural, no dependiendo de los vaivenes económicos ni de los ciclos de crisis.
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En los años 90 sucede una baja de salarios y facilidades del despido como ejecución de las medidas liberalizadoras. Que hay que entender que son medidas, gusten o no, necesarias desde un criterio económico en sus aspectos más técnicos. Obviamente dentro de una sociedad capitalista, pero que constituye la realidad de las sociedades democráticas. La elección estará en elegir entre reducir la demanda salarial por aumento de los salarios o incrementar el paro. La salida que se encuentra es hacer que el desempleo sea rotatorio, con empleos temporales e incentivar la inversión para que se genere demanda de puestos de trabajo. Ocurre que se trata de una huida hacia adelante, pues deja una estela de exclusión social y pobreza que antes o después estallará. Hace falta un encauzamiento de tales medidas y es en este aspecto en el que adquiere un sentido económico la Renta Básica.
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Veo que entre el keynesianismo y el monetarismo aparece como síntesis, que supera e integra al mismo tiempo ambas parcelas de la realidad económica: la Renta Básica. Supone una nueva realidad que se ajusta y adapta al nuevo orden monetario internacional. No se puede seguir eligiendo entre rentabilidad de las inversiones por medio de la inflación o por medio de la devaluación del trabajo. Es el mercado lo que debe marcar las pautas, pero con una base inicial que resuelve el estado de necesidad, para trasladar globalmente la economía a su realidad: ser una economía de consumo, que para nada tiene ya que ver con la economía de la necesidad de tiempos pretéritos. Por lo que la Renta Básica es un descubrimiento de gran importancia para el devenir económico.
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- 1 Diario de León, 27 – V – 2.000
- 2 “¿Inflación o pleno empleo?”. Compilación de diversos estudios. Unión Editorial, Madrid – 1.976