La composición de la sociedad, en su manera de estructurarse y de funcionar colectivamente, ha variado notablemente en el último cuarto de siglo cuando se abren las puertas del tercer milenio. Los grandes medios de comunicación forman parte de nuestra percepción. Se han convertido en nuestro sexto sentido. Querámoslo o no filtran y y construyen nuestra realidad. Los grandes movimientos de masas dejan de tener efecto por sí mismos. La fórmula de mediados de siglo y mucho antes también, de convertir la lucha sindical en lucha social, mediante la acción de masas, deja de ser efectiva porque tal cohesión no existe. Se representa. La organización de la masas ha dado lugar a una nueva manera de organizar los movimientos sociales. Las luchas se han profesionalizado y se trasladan a la sociedad mediante una nueva categoría: la opinión pública.
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Las apariencias de actos masivos son meras imágenes. En el caso del derrocamiento del régimen de Milosevic, en Serbia, el Rumanía para acabar con la dictadura de Caucescu, o para proclama a Yelsin como alternativa al Poder soviético no son mas que meras actuaciones del teatro político para interpretar una línea de la opinión pública a través de los medios de comunicación. Sin televisión, micrófonos de radio y fotógrafos de prensa todos estos acontecimientos no hubiesen existido o se habrían batido con las armas en la mano. Un ejemplo paradigmático lo tenemos en el guerrillero Ché Guevara que culminó su lucha en las trincheras y la del comandante Marcos, líder de la guerrilla zapatista que obtiene la victoria de que sean reconocidos los derechos de los pueblos indígenas en una marcha desarmado a la capital mexicana, pero rodeado de cámaras fotográficas de todo el mundo, de televisores y radios, y él comentando sus inquietudes a la opinión pública. Son las nuevas armas. Lo que supone, indudablemente, un gran avance en la mentalidad social.
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Las concentraciones de personas apenas tienen fuerza por sí mismas, pues los resortes sociales funcionan y se enlazan por otras reglas. Las grandes masas antaño eran suficiente para imponer sus condiciones. Era una muestra de poderío. Tal fue la fuerza del comunismo. La propaganda fue necesaria para concentrar a las masas en un objetivo. En la actualidad se traslada la fuerza social a la repercusión en la mass media. Las manifestaciones que se convocan, casi cada dos por tres, no son una medida de fuerza por sí mismas, sino para tener la oportunidad de dramatizar una secuencia política con el fin de lograr un hueco en las noticias. Si no tiene repercusión pública no ha servido para nada. Sucede en cualquier asunto. Si un acto no sale en la prensa y se convierte en noticia es como si no hubiera existido, no vale para nada. A no ser que suponga una rebelión a este sistema de comunicación social, que acaba mediatizando la realidad y el pensamiento. Lo deglute en la maquinaría del mismo Poder de los medios de comunicación, el cuarto poder, que acaban deformando en espectáculo cualquier acción,. reflexión o sentimiento.
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La dinámica social se ha trastocado y hace falta entender esta nueva situación para actuar sobre ella. Por supuesto sin hacer ningún plan preconcebido. Más bien es necesario saber en qué circunstancias y en qué mundo se produce el desarrollo económico que estamos viviendo y comprender ante cualquier medida qué repercusiones puede tener. Desde la época de la Revolución francesa las ideas intervinieron de manera notable en la vida social, a través del convencimiento de lo que se llamaron “las causas justas”. Anteriormente fueron creencias a través de la conciencia del pueblo. Posteriormente a la II Guerra Mundial terminó la influencia de las ideas, visto adónde pueden llegar aplicadas en la creencia de que son la verdad absoluta. La publicidad y la sociedad de consumo intervino no tanto sobre la manera de pensar de las masas sino en su conducta. Es de la práctica social de donde se proyectan las ideas, que se convierten en relativas. No hay un pensamiento político, ni cultural, sino formas de vida que se reflejan en opiniones. Pero hasta los años ochenta se manifestaron con convencimiento de la acción, bien en la lucha política, sindical, ecologista, etc. Es decir la manera de actuar formó ideas. Pero luego la conducta se ha ido improvisando y disociando de las ideas y los valores. Uno puede creer en algo pero no lo puede desarrollar. Admite, como fórmula de supervivencia tal contradicción y se adapta a su realidad. Es famosa la frase de los católicos que se declaran “creyente no practicante”. Esta situación nueva y peligrosa en tanto se convierte en una falta de criterio y de responsabilidad, hace que cada uno cumpla una función que justifique, incluso ante sí mismo, en un determinismo inmediato, en la medida que existe una nebulosa de opinión cuyo efecto más inmediato es la capacidad de decidir sobre el consumo, lo que hace que se renuncie en parte a la libertad social que tanto a costado conseguir. Las percepciones de lo que ocurre a nuestro al rededor es superfluo y apenas nos importa lo que esté más allá de nosotros mismos. Muchas veces ni lo que sucede en la familia llega a interesar con compromiso y de manera real. Los padres renuncian a intervenir y participar en la educación de sus hijos e hijas. Las asociaciones de vecinos se reúnen para organizar la fiesta de todos los años y poco más.
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Saber deja de ser saber sobre las cosas y sobre los demás. Se a cambiado por saber usar, por saber utilizar, lo que lleva de manera directa a unas relaciones humanas de consumo, de objetos y de sujetos, de personas que se utilizan unas a otras. Más que reuniones de amigos hay compromisos sociales. Suceden las relaciones entre personas de manera trivial, pasajeras, sin compromiso ni amor más que para pasar el rato o compartir una horas. Se confunde libertad sexual con consumo esporádico de sexo. Esta forma de vivir tiene una base económica. El trabajo ha dejado de estabilizar la vida. El nuevo empleo, precario y temporal, ofrece a un aparte de la juventud, que representa el ideal social (por lo que aunque sea una minoría repercute en imagen colectiva como deseo o modelo), una cuantiosa cantidad de dinero. La orientación al lujo impide ejercer una capacidad de sacrifico, para mantener a una familia, o para comprar algo que me haya obligado a ahorrar o alquilar un piso. Pero este empleo es muy dinámico y móvil, por lo que no echan raíces en casi ningún lugar y convierten su vida en algo pasajero.
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Hace unos días una psicóloga que ofrece cursos de preparación de vendedores de sistemas de ordenadores y en otra empresa de seguros, me comentó que era tremendo como las empresas miman a sus empleados. Les ofrecen viajes con todo pagado para que descansen, cursos de preparación intensiva y les pagan tanto como a los más altos ejecutivos. Eso sí tienen que tener rendimientos, lo que les exige dedicarse de lleno a su trabajo. Carecen de vida familiar o personal. El tiempo es cien por cien para la empresa. Y acaban cayendo en esa dinámica. El problema que tienen es que se lanzan a un ritmo de vida tal que quedan prisiones de su nivel de consumo y no pueden dejarlo porque la otra opción es que se quedan en la calle, sin nada. Además muchos pagos no constan en nómina, sino que los dan en concepto de premios o gratificaciones, por motivaciones de ventas o por beneficios obtenidos con una dedicación ejemplar, etc. Lo que forma parte de estimular y manipular a los demás compañeros. La mayor parte tienen problemas de separaciones matrimoniales, de estados de angustia y soledad y cuadros mentales de lo más variopinto, que resuelven volcándose más en el trabajo. Se les enseña a usar sus problemas para relacionarse más con el cliente e involucrarse más y más en sus ventas. Casi ninguno llega a los cincuenta años con ese ritmo, pero las empresas les aseguran una buena jubilación con una cantidad importante de dinero en agradecimiento por los servicios prestados y para estimular a los jóvenes que empiezan. No se les explota en el sentido clásico de la palabra, sino que se les absorbe la existencia, pero como viven a todo tren eso no se tiene en cuenta. Como se suele decir “acaban hechos polvo”. Esta aventura laboral y de enriquecimiento podría ser una experiencia y una gratificación si durase tres o cuatro años, lo que sería posible con el establecimiento de una Renta Básica, pero se convierte en una trampa que aliena a los trabajadores de lujo que acaban convirtiéndose en una imagen de sí mismos, al cabo de veinte años. Viven en ambientes de postín y se ven obligados a mantener una imagen social de triunfo y de tener dinero. Muchos de ellos padecen problemas de alcoholismo, sobre todo porque para relacionarse con los clientes se relacionan en bares, pub y demás tomando una copa, o haciendo negocios en los que se toma un buen vino y una copa de postre. Todo lo cual forma parte de la sociedad que construimos. No olvidemos que la sociedad forma un ecosistema en la que todo está muy relacionado con todo. Este tipo de trabajo tiene mucho que ver con el fracaso escolar, en los hijos de estos padres, en la violencia psicológica dentro del hogar, en la mezquindad político social en que se vive, cargando de cinismo muchas prácticas como pueden ser desde votar , seleccionar un tipo de espectáculo al que asistir un fin de semana, ver una programación en la televisión de la que en público se desprecia o consumir un determinado tipo de prensa, lo que va a influir en el mercado, la política y otras facetas que no son entendibles sin tener en cuenta este factor que indicamos, que parece que pasa desapercibido en los estudios sociológicos y en los análisis económicos.
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También sucede la movilidad en ambientes de trabajo estable, con una función de atrapar la existencia del trabajador en la empresa. Y ésta se gasta dinero en esta movilidad, que sale cara, porque es una inversión de cara a que el trabajador rinda más. Como dicen los banqueros “lo caro sale barato”. Hace unos años un amigo que trabaja en banca se tuvo que marchar a otra ciudad. El banco le pagaba el alquiler y la dio un plus por desplazamiento. No era obligatorio, pero si no se acepta se acabaron las posibilidades de subir en el escalafón del banco ni tener mejoras. Y sin embargo en caso de alguna contrariedad el puesto de trabajo quedaría en peligro. Me dice que es algo que se sabe, que pulula en el ambiente, pero que no consta por escrito, en las normas todo está muy bien, pero hay unas reglas no escritas que funcionan y no se puede demostrar, debido a que siempre habrá alguna disculpa por medio, algún informe, etc. Pues bien, luego marchó a otra ciudad con lo que significa cada traslado de cambio de colegio para los niños, poner otra casa. No es problema de dinero, pero sí de sociabilidad y de asentarse en algún lugar. Estos desplazamientos salen caros, pero se multiplica la eficiencia, en tanto que el trabajador va a dedicar menos tiempo a salir con los amigos, porque no puede tener arraigo en tan poco tiempo. Por otra parte se va a relacionar más con los compañeros de la empresa, sobre todo al principio, por lo que se crea una mentalidad de equipo y grupal teniendo como centro el trabajo y la empresa. Cuando al cabo de los años se asiente en una ciudad, la que elija probablemente no tendrá raíces y el trabajo será su “salvación” existencial. Cuando se jubilan no saben qué hacer. Durante uno o dos años van por la oficina para ver si pueden ayudar en algo. Evidentemente más sangrante es en trabajadores temporales con poco poder adquisitivo y que no pueden ni siquiera establecer una vida estable. Entonces el dinero se “funde”, lo que se fomenta para que circule en la red del consumo. Pero el problema no es la práctica de cada cual, sino la mentalidad social que se difunde como forma de ser colectiva y que nos empapa a todos. En una sociedad como la nuestra de libertad, en teoría sin complejos sexuales ni tabúes aparentes, sucede que se ha incrementado en más de un 25% el uso del servicio de la prostitución, y sigue creciendo su mercado, la oferta y la demanda. Pues semejante actitud se traslada al conjunto de la vivencia individual y colectiva, porque responde a una manera de ser, en la que todo se hace a través de una visión crematística. Y con un criterio cínico de vivir. El valor absoluto de la sociedad prostituida es el dinero. Es la meta de la cultura, de escribir, de dar clases, de la política, de estudiar, etc. Pero no quiere decir que sea una crisis de valores, sino una forma de ser que emana del mismo modelo económico en el que estamos inmersos.
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Me ha tocado vivir un cambio de época que apenas ha sido analizado, puede que porque todavía no se haya asentado nada concreto ni exista una perspectiva para ello. Sin embargo puedo constatar por mi experiencia personal cómo a comienzos de los años ochenta en diversos grupos progresistas se usaba una terminología más o menos clásica de “tomar el Poder”. Para tal menester había un paso previo que consistió en “sensibilizar a la gente” para luego “concienciar” al mayor número de personas posibles para que participasen en la lucha. Pero no funcionó ni en la lucha universitaria, ni en la de los movimientos verdes, a pesar del esfuerzo de muchos compañeros y compañeras. ¿Qué falló? Había cambiado la situación del mundo y no supimos, o no pudimos, verlo. Aquel método nos abocó al fracaso. Sin embargo, voila otra paradoja, las ideas que defendimos se han ido estableciendo en la sociedad, en unos casos como leyes, en otros como proyectos de la Administración y en forma de nuevas costumbres. La continuación de aquella lucha fue influir a la opinión pública. Lograr lanzar mensajes en los medios de comunicación. La misma manera de plantear las cosas, me doy cuenta con el paso del tiempo, indica un cambio profundo y significativo. La mayoría se quemó y quienes se apuntaban a “la movida” de nuevas, pensaban que siempre había sido así y que no podía ser de otra manera. Me percaté de que la Historia se mueve de otra manera porque hubo un cambio durante los años ochenta en España. Se aprovechó para consolidar el modelo democrático, pero se instaló una nueva manera de ejercer el Poder. Tuvimos que luchar de otra manera. Lo analizó Max Horkeimer: “el Poder y la conciencia son fenómenos históricos”, cierto, pero en el Poder es una cuestión técnica, de aplicación de medios sociales, más que de fuerza. Incluso, hoy en día la conciencia es un esfuerzo personal muchas veces ahistórico. La historia como presente es una opinión pública diluida entre la manera de pensar y la de vivir, no siempre en sintonía. O más bien casi nunca. Se trata de una corriente suave, que apenas se nota su transcurrir y aparece como realidad pasado el tiempo. Como son varias opiniones públicas o diversas propuestas las que se baten por conquistar la opinión pública, una de ellas es la que se asienta en la vida social, pero no ha supuesto una lucha sangrienta para lograr su consecución.
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Recuerdo que en 1979, al cumplir la mayoría de edad, decidí usar la bicicleta como medio de transporte en Madrid. Se consideró una locura, pero en el sentido estricto de la palabra. Cierto que fue arriesgado, pero era una idea, en la que en el camino me encontré con seis personas. Cuando me trasladaba a la Facultad no habían más de dos o tres aparcadas. Cuando paseo ahora por el Campus observo más de cien, con barras fijas para aparcar las bicis. En varias ciudades se contempla en el Plan General Urbano hacer un carril bici que recorra la ciudad, sobre todo del centro a la Universidad. ¿Qué ha sucedido? Un cambio de mentalidad. Se formó una asociación, como “Pedalibre”, que con intervenciones en revistas ecologistas, fascines de barrio, alguna noticia en medios de comunicación de masas, fue incidiendo en una nebulosa llamaba “opinión pública”.
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La transfiguración que ha sufrido la sociedad se debe al continuo y permanente abuso de la publicidad, como instrumento eficaz. ¿Dónde interviene? En la opinión pública. La publicidad se ha concebido como uno de los síntomas y pilares de la libertad. Pero ha provocado que las ideas se conviertan en meros objetos de consumo. La crítica aparece como un espectáculo más de ofertas televisivas o el sensacionalismo de prensa. La cultura ha quedado vacía, para convertirse en criterios de opinión pública, con libros o canciones que se miden en ser los más vendidos, los más consumidos. La polémica repercute en la medida en que el polemizador sea o se haga famoso. Todo aquello que no salga en los medios de comunicación no existe. Es en este aspecto en el que habrá que situar una de las bazas de la rebelión para lograr el cambio social. Vivimos uno de esos momentos que definió Theodor Adorno: “pensar es más revolucionario que participar en una organización por muy radical que sea”. Incluso la opinión pública desconciencia de tal manera que un párrafo o una lectura de algo significativo y crítico, expuesto en dos horas de televisión, se convierte en una “gansada”.
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La propaganda es lo que forma la opinión pública. La publicidad no sólo estimula la compra de un producto, ni es un anuncio puntual repetido machaconamente en medios audiovisuales, en carteles, televisión, radio, prensa, sino que crea un contexto mediante la financiación de actos deportivos, eventos culturales. Da una imagen sobre la manera de vestir, de comportarse, de lo que es el éxito, de usar el egoísmo, la vanidad humana, y también la generosidad, la solidaridad, algo que ahora se potencia cínicamente, ya lo hemos indicado, con el consumo asociado a una labor humanitaria, etc. Es decir manipula nuestro ser, como hombres y mujeres. No ordena que hagamos esto o aquello, lo sugiere. Pero ni siquiera hace falta, lo contagia por una transmisión de imágenes a nuestra mente. Y sucede desde la infancia en la que se construye el universo del consumo. Se trata de un nuevo habitat social que nos parece normal. No hay rebelión posible ni revolución pendiente si no tiene en cuenta este criterio. Lo peor es que los mensajes políticos, los debates de ideas se han reducido a eslóganes, y a fabricar propaganda, muchas veces en forma de noticias, sin contenido. Y funciona como resultado cualitativo y cuantitativo.
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La propaganda es un diseño altamente sofisticado en nuestra sociedad, que lo inunda todo. Kimball Joung1 la considera: “el uso deliberado de métodos de persuasión u otras técnicas simbólicas con el fin de cambiar las actitudes y, a la postre, influir sobre la acción”. Lo cual se convierte a la larga en forma de pensar, en opinión pública. En los años sesenta los jóvenes se integraban en la sociedad que tanto criticaron, con el fin de “cambiar las cosas desde dentro”. Ahí quedaron atrapados, según aquello de “si no vives como piensas acabarás pensando como vives”. Esto puede parecer una perogrullada, pero tiene más enjundia de lo que parece. Hay situaciones de relación entre decisiones judiciales, políticas, empresariales, que no responden a una acción concreta de corrupción ni a una conspiración secreta de las altas esferas del poder. Sucede simplemente que jueces, empresarios, sindicalistas, políticos, ciertos periodistas que dirigen los medios de comunicación, algunos escritores de lujo, etc, poseen un alto nivel de vida. Acuden a los mismos ambientes para alternar, aunque no se vean ni se relacionen todos entre sí. Comparten una misma mentalidad. Suele coincidir que en los altos cargos, precisamente por ser de influencia, trabaja la pareja con un salario alto los dos más compensaciones económicas. Esa mentalidad que define la posición económica es la que rige sus decisiones y su visión del mundo y es la que controla los resortes de nuestra sociedad. Por lo que las resoluciones encajan en un mismo sentido, aunque aparentemente haya cierta discrepancia sobre matices, que no son otra cosa que una coartada del Poder que se apoya en la opinión pública. Se adapta a ésta. Dentro de una misma mentalidad se puede discrepar, discutir. Pero no da cabida a críticas fuera de esa mentalidad, que quedan en un segundo plano. A no ser que llegue un momento en que se cambie la mentalidad a través de la opinión pública y quepan otros planteamientos. La consecución de la Renta Básica no va a necesitar una toma de la Bastilla. debe penetrar en el pensamiento académico. Interferir en el mundo sindical y del debate político. hasta que cale poco a poco en un sector que haga que se comunique en prensa y otros medios, para formar parte de la opinión pública. Entonces se acabará convirtiendo en una realidad social.
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La propaganda no hace pensar, sino elegir y lograr la aceptación por parte del cliente de los productos. Y hoy producto es todo, desde ofertas espirituales a culturales, deportivas, literarias o políticas. Ante lo cual, como indica Joung: “el hombre moderno se siente impotente en un mundo en el que las capacidades especializadas gobiernan los hechos”. Las decisiones políticas, judiciales y las presiones mediáticas de los medios de comunicación afectan a nuestras vidas, a nuestra situación de parados, de precariedad., pero quienes deciden lo hacen desde la colina del lujo. Ante tal situación la mayoría de las personas se sienten inseguras, incluso para opinar y se produce un proceso que comenzó en los años setenta en Europa, y en España desde pasada la transición y en medio del desencanto de una esperanza engrandecida por la publicidad del socialismo. La renuncia a la libertad. Nadie la quita, pero se deja de ejercer cada vez más y más. Y no será posible recuperarla sin una seguridad económica. De otra manera la democracia se devora a sí misma, se convierte en una lucha mediática, por conseguir el Poder por el Poder, sin más sentido y poco más que establecer unas medidas nimias, en las que como dice el refrán: “una bolsa al revés, una bolsa otra vez”.
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Juan Manuel Aragües2 sitúa en los medios de comunicación de masas la construcción de la subjetividad, a través de la cual se impone el Poder, de una manera desapercibida. Escribe: » Constituir a las subjetividades desde una determinada posición informativa, a través de los mecanismos de enfoque de la noticia, selección y producción de la realidad forma parte de la actual batalla política, en todas sus facetas: cultural, ideológica, ética. El acceso a los medios, a la presencia en los mismos y a la propiedad de éstos resulta clave a la hora de participar en la lucha de ideas». Otros autores, como Claudia y Pau Rausell Köster3, coinciden en la deformación mediática de la realidad. Ahora bien se olvidan que los productores de opinión pública ofertan su mercancía en un mercado que se adapta al consumidor, al que trata de vender una idea. El individuo, con la suma de otras individualidades, puede crear «otro mercado» de opinión pública, que va a reforzar una nueva realidad. para que tal juego funcione hace falta ejercer la libertad, no sólo tenerla.
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La masa es definida por Ortega y Gasset4 como “un modo de ser”. La opinión pública es un modo de no ser. De dejarse llevar sin plantearse nada. La masa necesita un ideario, la opinión pública no. A a masa se la arrastra con un contenido. La opinión pública se deja llevar y es fabricada por técnicas específicas de comunicación. Dice el filósofo vitalista: “la masa piden a alguien que le mande”, requieren de un líder. Fue un modo de ser generalizado hasta los años sesenta y setenta. El apogeo de la masa fueron los gobiernos totalitarios, de corte dictatorial y fascistas. La rebelión generacional transformó esta manera de actuar ante el mundo, pero la crítica se apaciguó y surge otro esquema. Para Ortega el siglo XIX es el de la ciencia y la técnica, en él se consolida el imperio de las masas. Pero luego el Poder se diluye y se da un autoridad anónima, que funciona automáticamente mediante una burocracia. La opinión pública no se basa en el número de personas, sino en otra cifra basada en estadísticas, votos cuya definición o contenidos ha elaborado la maquinaria de los medios de comunicación, que se establecen como el cuarto poder. Para la opinión pública no hay líderes, hay famoseo, lo que opinan y hacen los hombres y mujeres de la farándula televisiva y de revistas del corazón. La ética se transforma en estética. La masa se impone por su fuerza numérica. La opinión pública por su capacidad de seducir y persuadir a las élites que ejercen el poder o participan de la maquinaría burocrática de la economía o la política.
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Las masas rivalizan unas contra otras, es un juego de fuerza ciudadana. Con la opinión pública no hay enfrentamiento, lo que se confunde y tergiversa como tolerancia. Funciona sin enfrentarse. Se solapan y entrecruzan criterios diferentes. Se extiende. Tal es su estrategia. Es cuestión de invertir y vender un producto fabricador de opinión pública (un actor , un político cuyo recambio se hace con rapidez porque se trata de construir una imagen). Su valor está en influir más o menos. Crean una manera de pensar, de actuar, de ver los problemas de la política, pero sobretodo motivan a actuar, consciente pero irreflexivamente, no arrastrados por la masa, sino desde la individualidad de cada persona, llevados (a lo tonto, como quien no quiere la cosa) por la opinión pública que apoya y vota lo que le han puesto para que vea y oiga. Es una situación compleja porque no se ve y no es fácil reconocerlo, y menos en uno mismo. Sobre todo porque a través de la opinión pública se potencia la individuación. Cada sujeto actúa en su ámbito, incontrolado aparentemente y sin orden aparente. Ya no se hacen concentraciones patrióticas en la plaza, sino que se dan mensajes por el televisor que cada uno tiene en su casa. Somos dirigidos desde nuestra individualidad, lo que es aún más perverso, por camuflado. Cuando se hacen concentraciones masivas en mítines electorales, en los que se gasta un dineral, no es por el acto en sí, que no valen para nada pues quien habla va a convencer a quien ya lo está y por eso va. Sino para salir en la tele y crear una imagen de euforia y de animo que motive a la opinión pública.
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En relación al indulto decretado por el gobierno de Aznar, que afectó también al juez Javier Gómez de Liaño, Javier Pradera5 escribe un texto en la línea de lo que venimos diciendo: “El Mundo ha encontrado una nueva víctima propiciatoria y ha conminado al juez Martín Pallín a abstenerse de inmediato bajo amenaza de linchamiento mediático. Los catorce magistrados del pleno quedan así avisados del peligro que corren, con una campaña de desprestigio personal, si no obedecen voluntariamente ordenes de los mafiosos. Esa prensa chantajista aspira a constituirse en instancia suprema capaz de obligar a los jueces a reflejar en sus resoluciones los veredictos de la opinión pública fabricada previamente por los medios de comunicación. Halagos a los dóciles y atroces injurias a los díscolos es el instrumento pedagógico para hacer entrar en razón a los jueces”. Tal es la importancia del tema al que nos estamos refiriendo. Este es un caso muy concreto, pero está absolutamente generalizado. Y funciona. La pugna entre empresas de la comunicación es atroz, porque en ella se dilucida la capacidad de influencia y eso se traduce en Poder. Si nos fijamos la extensión y su red de actuación no es otra que el mercado que es capaz de generar una empresa para vender su producto. Frente a este argumento se suele advertir que hay muchas ofertas y que cada sujeto compra o escucha el medio que quiere. Lo que sucede es que se esculpe previamente la mentalidad, o al mismo tiempo. La opinión pública es algo etéreo, no concreto, pero que se precisa en las acciones y decisiones de las instituciones, bajo consentimiento de una mayoría, también abstracta, pero real. Digo abstracta porque no ha intervenido en elaborar una decisión, pero sí que ha influido. Muy pocas personas leen dos o tres periódicos para hacerse una idea de lo que piensan sobre un tema. La mayoría, no lo lee, lo ojea, lo que refuerza un estado de opinión, no se piensa al respecto. Y quienes compran varios, los políticos por ejemplo, no lo leen sino que miran a ver que ha salido y cómo la noticia en la que esté inmerso.
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Sigmun Freud6 escribe: “la mayor parte de nuestros actos cotidianos son efecto de móviles ocultos que escapan a nuestro conocimiento…. desaparece el individuo en una base de común inconsciente”. Esto que fue un conocimiento científico se ha convertido en una aplicación técnica en nuestra sociedad. Ya no es algo que funcione desde dentro de nosotros sino que se estimula e impulsa en forma de conducta. La masa fue dirigida, con su exponente máximo en los fascismos de la II Guerra Mundial, haciendo consciente una base de la subconsciencia colectiva que se basó en proyectar lo inconsciente individual en un ideal, a través del cual se manipula al hombre masa. Ahora no hacen falta argumentos, funciona automáticamente. No hay ideal, ni utopías. Estas no mueven a luchar ni a pensar sobre ellas. Lo que anima al sujeto social es la gestión. Realizada por expertos o profesionales y que al ciudadano o ciudadana no le compliquen la vida. De nada sirven los razonamientos lógicos para motivar, sino imágenes y repetición, que sucede en los medios de comunicación para crear un estado de opinión respecto a la política o en la publicidad comercial para la compra de un producto.
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De la masa psicológica que estudia Freud y analiza Ortega se ha pasado a una psicología extensa (no masificada). La opinión pública no quiere verse a sí misma. No se proyecta en la colectividad, como hace la masa, sino que se oculta en su anonimato. La cultura de masas eliminó dos formas de cultura, según indica Willheim Röpke, la de las élites y la del pueblo. Entonces intervienen fuerzas anónimas que conquistan el mundo. Pero sucede en referencia a un proyecto. Con la opinión pública, las culturas se unen. El fenómeno, por ejemplo, de la prensa del corazón se extiende a las capas más populares y une en mentalidad lo de arriba y lo de abajo, precisamente para mantener toda una serie de diferencias, que se justifican al amparo de un mismo criterio o de opinión pública favorable. Se suele repetir hasta la saciedad que los personajes que desfilan en estas publicaciones de la política o el mundo del espectáculo son seres muy cercanos gracias a verles todos los días en la foto. Es absurdo, pero una mayoría así lo entiende.
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Las empresas que producen opinión lo hacen formando gustos, modas, personajes como referencias de la opinión pública, no como líderes, sino al revés, más bien guiados por las tendencias que representan y no son famosos por hacer lo que hacen, sino que hacen lo que hacen para ser famosos. La fama como forma de enriquecimiento es una consecuencia de este mundo. Antes quien hacia algún trabajo o tuviera algún mérito era buscado para salir en los medios de comunicación. Es decir se sacaba al que fuera conocido, famoso, por serlo en su circunmundo. Ahora se fabrican los famosetes. Porque se es conocido, famoso, por salir en un medio de gran audiencia, aunque no haga no diga nada substancioso. Forma parte de ese vaciamiento de la sociedad, de ese no ser que hace que funcione la opinión pública como algo que nos dirige sin dirigir, que nos controla sin controlar. Y no se trata de un acertijo taoísta, sino de una manera de penetrar en nuestra mente para que pensemos y actuemos como queramos, pero queriendo lo que se nos ha imbuido.
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Las repercusiones de todo esto que apuntamos hacen que se defina la manera de intervenir de los poderes públicos y empresariales, por lo que no podemos pasarlo de largo. Se supone que la democracia es un debate de ideas. Tal es su esencia. Pero se ha instalado un sistema de partidos que obedecen a intereses mas que a ideas, hacen lo contrario de lo que dicen sus ideas si les interesa para mantener una cota de poder más alto. Para mantener los apoyos numéricos intensifican las campañas de elaborar opinión pública. Lo que funcionan en realidad son grupos de interés, lobbys, grupos de presión. Es lo que hace decir a Wilheim Röpke: “las estructuras del Estado moderno es el resultado de un juego de instituciones acordes con la constitución y de poderes económicos y sociales paraconstitucionales”.
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¿Cómo se consigue la influencia sobre la política económica? Dominando los grupos que logran a su vez dominar las opiniones de los ciudadanos y ciudadanas. De una manera muy sutil se pasa de lo económicamente razonable y justificable a lo políticamente posible. Se deja entonces de analizar las causas de la inflación, por ejemplo, para actuar sobre los síntomas que se miden estadísticamente y cuyos resultados inmediatos sirven para conformar a la opinión pública. De manera que se actúa, como indica Röpke, con criterios de comodidad política buscando la mínima resistencia social.
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Los medios de lucha han variado notablemente y de manera progresiva. Las huelgas y las manifestaciones, como armas efectivas durante mucho tiempo para las masas, han perdido validez por ellas mismas. Sirven para salir en la prensa y otros medios, audiovisuales y radiofónicos. la importancia del número de asistentes es que sirvan para sacar la noticia en portada. Si se manda un comunicado sin “carnaza”, no se publica. Porque la noticia debe convertirse en espectáculo y de esta manera ser efectiva como influencia en la opinión pública. Pero es un arma de dos filos, porque se desmoronan muchas reivindicaciones ante la manipulación mediática. Las declaraciones públicas y rimbombantes sirven para dar una imagen de lucha por parte de los sindicatos, pero no para presionar a la patronal sino para influir en sus decisiones. La lucha obrera cada vez es menor precisamente porque se ha dejado en manos de los formadores de opinión.
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La opinión pública se mide en encuestas, en pérdida de popularidad, informes sobre intención de voto. Sobre este tipo de mediciones actúan los políticos, para funcionar como los mercaderes que mediante esta forma controlan los mercados. El problema es que estos medios se dirigen o manipulan a conveniencia de quien quiere obtener algún beneficio. Por eso los políticos quedan prisioneros de su propia imagen. Carecen de criterios personales. Han dejado de funcionar los líderes como representantes de determinados sectores de la población. No hay argumentos reales para las actuaciones ni grupos o personas con capacidad de decisión, sino seguidores de encuestas y fabricantes de imágenes públicas, para lo cual hace falta mucha inversión de dinero. Se reducen los mensajes a anuncios, aunque no sea en espacios de publicidad, pero esta tónica lo invade todo y sirve para atraer clientes o votantes. La trampa es caer en esa esfera desde el pragmatismo y la eficacia mediática, como sucedió en la V Conferencia de Sindicatos de la CGT, 26 y 28 de Mayo de 2.000, en la que se propuso pasar de la huelga y las manifestaciones a una lucha basada en técnicas informáticas. Puede ser muy actual, pero entraría dentro del mismo esquema. Que organizaciones que luchan contra el sistema establecido caigan en las mismas tácticas en las que se sostiene el sistema es algo que viene de lejos. Por ejemplo publicar revistas de una tendencia, repitiendo machaconamente ideas que defienden la organización editora, para formar una opinión pública grupal en lugar de dar opciones al debate y a la reflexión, porque es más importante el debate, la reflexión que sus resultados. Éstos pueden verse frenados por otras fuerzas y en cualquier caso logrará algo muy puntual. El pensamiento desarma la imposición del Poder. Basta, como dijo Foucault, con interrogarle.
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Claudia y Pau Rausell Köster, matizan en su estudio7 sobre la influencia de los medios de comunicación y los nuevos caminos que requieren los cambios actuales, que la comunicación de masas «no dice lo que hay qué pensar, sino sobre qué pensar», lo cual es una puntualización de gran interés pues son las empresas mediáticas las que «dictan la agenda política».Su propuesta parte de que la evolución del modelo de satisfacción no resulta satisfactorio, por lo que buscan nuevas ideas. Entre las alternativas que se les ocurre está lo que llaman «consumo ideológico», mediante huelgas de consumo o aplicar el boicor a los productos o sistemas de producción que no respeten la naturaleza, o que no pague justamente a los trabajadores.
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Consecuencias de lo que venimos diciendo es la profesionalización de la política. Lo que convierte a sus protagonistas en ejecutivos cuyo cometido es el logro de objetivos concretos medidos en rentabilidad de votos. Es patético observar a los que dirigen los partidos políticos haciendo cursos de oratoria para hablar en público e influir con sus mensajes, sin un pensamiento previo, más que como mecanismo táctico y formas de atraer al electorado mediante pactos inservibles y vacíos de contenido, con informaciones trucadas, pero que tienen la validez de fabricar opinión pública. Cualquier líder político se preocupa más de cambiar el peinado, ensayar un determinado tono de voz y demás que profundizar en las ideas. Los gabinetes ya no debaten, sino que sondean la opinión pública para ir tras ella. Los políticos se convierten en un producto más de la industria de opinión, a través de la cual se juegan millones de euros.
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La cuestión afecta al mismo sistema de enseñanza y a la educación de nuestros hijos. Porque ésta se ofrece en un contexto de lo que Ulrich Beck denomina “conflicto en el vacío cultural”. Hay una educación que no es producto de una intención para el desarrollo y madurez de los jóvenes ni infantes, sino que es para que se produzca el futuro ciudadano/ciudadana con una finalidad. Es la educación del neoliberalismo. Enseña habilidades y relaciones sociales. Potencia la enseñanza de idiomas e informática. Busca habitantes de su universo económico. Tengamos en cuenta que en la actualidad el proceso de socialización se realiza en la escuela, la familia y la televisión , a lo que se añade además el universo de los videojuegos. La influencia de los medios audivisuales es cada vez mayor. ¿Cuál es el objetivo de éstos? resultar agradables para atraer la atención y convertir al ciudadano en cliente, lo que significa un ser acrítico y animador de su modo de vida, un hincha del sistema político en el que vive, sin pararse a pensar si es justo, si podría funcionar de otra manera, sino “yo estoy colocado, puedo satisfacer mis deseos, a los demás que les zurzan”.
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La reflexión exige datos de la realidad, los cuales se encuentran en el medio de cada cual. A partir de ellos se puede ir añadiendo más mediante fuentes de información. Cuando ésta ofrece todo, el entorno de uno mismo se diluye, pierde consistencia. Es lo que sucede con internet. En lugar de ser una herramienta, se convierte en un fin, en un macromundo que me rodea y del que dispongo con sólo apretar un botón. Es lo mismo que ha pasado, en otro nivel, con el automóvil. Ha dejado de ser un instrumento de transporte, para pasar a ser un símbolo, un objeto que da sentido al dinero, una apariencia y un fin: trabajo para pagarme un coche. Y lo utilizo porque forma parte de mi inmersión en la opinión pública que opina que es vital, necesario para vivir en la sociedad actual. Si lo pensamos podríamos ver que es justamente lo contrario. Pues lo mismo en internet. Se suspende la reflexión para desarrollar un mecanismo semiautomático de estímulo-respuesta. En la actualidad se observan casos de dependencia a la red y de enganche a juegos a través de ella. Es el caso extremo de una realidad que nos invade sin pensar sobre su ser. Anula la comunicación más inmediata, la poca que quedó después de la impronta de la televisión. Pues sucede que se está eliminado el entorno de amigos y familia porque se da preponderancia en los medios de comunicación. Es curioso que además se venera, en el sentido de que si alguna noticia aparece por televisión o publicada en algún medio de comunicación de masas adquiere credibilidad. Por el simple hecho de que le vean a uno por televisión se es importante. Pero es que me he encontrado con reiterada frecuencia que ante argumentos o datos que he puesto en duda, como prueba fehaciente de lo que se afirma me han dicho los interlocutores: “lo han comentado en la televisión” o “ lo he leído en tal periódico o revista”, como si este hecho fuera una prueba o un testimonio infalible.
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Se van formando mitos en los que caemos porque forman parte de la opinión pública. Nos parece evidente porque, además, lo refuerzan expertos que no son sino víctimas de esa opinión pública que se reproduce y refuerza. Quien no sepa inglés, como mínimo o informática, no va a poder vivir en el futuro, ni encontrar trabajo. Lo cual no es cierto. Será válido para cierto tipo de empleos y, muchas veces, fabricamos alumnos para ser empleados de una maquinaria financiera sin reparar en sus inquietudes más inmediatas. Lo que genera un elevado grado de frustración. Tampoco se da la oportunidad de que cada chaval o chavala busque su lugar en el mundo, su parcela de utilidad para sí mismo y para los demás. Se neutraliza la vena artística, la literaria, la manual, la de oficios, que queda como algo residual. La afirmación de la personalidad es necesaria y proporciona un grado de satisfacción inmenso. De lo contrario el ser humano se siente solo, acomplejado por una opinión pública que no es otra cosa que un sistema de control, para formar ejecutivos (o personas de cualquier empleo con mentalidad de ejecutivo) que se dan el pote para aparecer por encima de los demás. Y como todo es apariencia carece de sentido, es absurdo, pero funciona porque forma parte de nuestra mentalidad. Estamos ahogados en un sentido existencial que ofrece respuestas éticas y estéticas de mucha fuerza, impactantes, pero que no nos llenan.
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Se produce un fenómeno sociológico que cada vez se extiende más, sobre todo en los medios de comunicación de masas. La “telebasura” o “prensa cutre”. Los espacios que ocupan, muchas veces en los horarios y programas de máxima audiencia son carísimos para salir en ellos. Se supone que hay una audiencia que lo reclama, que con tales producciones se incrementa el público. En realidad se está tejiendo un fondo sobre el cual emitir o dar noticias serias, pretendidamente serias, objetivas y plurales.
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Personajes como Tamara, Apeles, Boris, Lequios, Pacos Porras, Acebes y demás ralea de la farándula son productos de los medios de comunicación. Son entrañables en sus ambientes específicos, pero fuera de su contexto sirven para ser ridiculizados, manteados en risas y sornas de la mano de presentadores sin escrúpulos que anulan la dignidad de las personas ante semejantes espectáculos, en los que añaden perturbados ocasionales para evaluar temas de extraterrestres, casos paranormales, etc. Otros programas de máxima audiencia como el Gran Hermano, el Bus, concursos de muy bajo nivel, debates vacuos y otras Pléyades televisivas que se refuerzan con reportajes en revistas sobre lo mismo sirven para fabricar un contraste sobre el que adquiera seriedad lo que va a influir en construir la opinión pública, como telediarios, programas de investigación, entrevistas a personajes “importantes” de la actualidad todo con una parafernalia de objetividad y visión científica. A excepción de informes sobre la vida de animales y algún reportaje histórico, todo lo demás tiende a formar la opinión pública mediante valoraciones solapadas en la “veracidad” de lo que se presenta. La gran moral que justifica las programaciones es entretener. Convierten esta comunicación en un valor de la sociedad actual. El siguiente paso es que forme parte de nuestra manera de ser.
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Hay algo que queda inmune a la opinión pública: el fanatismo, por un lado y el cinismo con que viven organizaciones mafiosas y, a veces dentro de la legalidad, empresas en las que se juegan muchos intereses y buscan imponer sus condiciones sin que les importe mucho la opinión pública. Las dos son situaciones de riesgo para la sociedad. Especialmente la primera, porque carece de un referente económico, por lo que es difícil negociar actitudes y objetivos con ellas. Lo que con la otra sí puede darse, a cambio de beneficios, que se pueden quitar de un lado y dar por otro. El fanatismo desprecia la opinión pública, incluso la ataca para actuar contra ella. Los adeptos se cierran en su organización para aislarse del mundo, hacerse impenetrables de la opinión pública, a la que rechazan como pensamiento perverso en sí. Lo que nos encontramos es que quienes se sienten defraudados por el mundo cotidiano y acaban cuestionando la manera de pensar colectiva, se refugian las más de las veces en posturas intransigentes, violentas, en definitiva fanáticas. Es por ello que se necesita luchar desde la razón contra unos criterios que nos dominan e impiden avanzar en el desarrollo de las libertades. El fanatismo es una reacción a un mundo superfluo y es un error quererlo combatir, como se suele hacer, mediante reforzar la acción de la opinión pública, porque cierra más a los fanáticos en su postura y refuerza su actitud cerrada y violenta.
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De esta manera que declaraciones absurdas y actuaciones inútiles y tergiversadoras de la realidad adquieren un estatus de reconocimiento y autoridad por parte de la opinión pública. Durante las épocas religiosas los herejes fueron fanáticos que usaron de coartada los obsesos de la ortodoxia, los oficiales. Es un esquema que se repite en cualquier modelo de Poder. Actualmente sucede lo mismo sólo que adecuado a la modernidad. Personajes de la política que triunfan en la vida pública, por la opinión pública, sin haber realizado nada de nada, sin aportar ideas, sin haber luchado por nada, mas que seguir una militancia, en el partido, sosa y gris para destacar como producto de una imagen. Las estadísticas elaboran méritos vacíos, valoraciones infladas ante la nada. Se miden por sondeos y encuestas que recogen una opinión pública que previamente se ha fabricado. Nadie se explica como una canción, “No cambié” interpretada por Tamara es la más vendida. Desbancó a Alejandro Sanz, que es el artista de verdad, según lo definen los fabricantes de opinión. Pero ¿qué diferencia hay entre ambos? El mecanismo de construcción de la imagen es similar y el contenido del producto no varía mucho.
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Lo que no se pregunta casi nadie es como los tamaras de la política, la cultura y el arte viven el mismo efecto pero tomados en serio. Ganan prestigiosos premios, son elegidos mayoritariamente, valorados en dos meses de ser conocidos por la opinión pública como líderes y estadistas significativos. Pero además este mecanismo tiene un factor perverso Consiste en que desde tales valoraciones ficticias y basadas en la imagen se convierten en realidad mediante la técnica de influir en la opinión pública, para luego ser admitida por la misma opinión difusa. Sucede que entonces quienes diseñan tales valoraciones y las hacen públicas en empresas de la comunicación, de la mano de centros financieros de gran poder, dictan que se debe pensar, hacer de acuerdo a unos intereses concretos que mediatizan la política y las decisiones institucionales. Salirse de lo que pretenden los técnicos sociales se va a valorar negativamente por la opinión pública, va a defraudar a la opinión pública. Para mantenerse a flote, en el mundo de la imagen, hay que obedecer los cánones.
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Todo aquello que vivimos como serio y riguroso es un truco del poder. Se decide que es así por definición. Para demostrarlo no vale por sí mismo y se necesita un contraste, que es una caricatura de la realidad, ridícula y esperpéntica, pero que significa aflorar lo que la otra parte elegante y sensata oculta en sus entrañas. El espectáculo de la mass media sirve de cortina de humo, para ocultar la miseria de quienes dirigen públicamente los destinos de la sociedad, que no dejan de ser otra cosa que peleles sin personalidad alguna. Desarrollan su vanidad y querer aparentar, para que quienes ambicionan el Poder real y mantengan los caminos de una economía de beneficios y rentabilidad para el capital siga funcionando. Se invierte para ello en editar biografías deformadas, casi míticas, que se crean o no, se convierten en opinión pública, porque de ellas hablan las emisoras de radio, sobre ellas se hacen comentarios, se escriben artículos, se hacen programas de televisión. Y la basura informativa se convierte en documentación e investigación simplemente por contraste con lo llamado telebasura y prensa sensacionalista o del corazón. Todo lo cual tiene unas repercusiones muy importantes por la deformación con que se perciben y se contesta a temas como el terrorismo, el paro, las drogas, la sexualidad, la enseñanza, el consumo, etc. La desinformación es total, pero más y más influyente de parte de los representantes del pueblo y por parte de cargos institucionales. Ellos fomentan la opinión pública y son el resultado de ella. Y es en este círculo vicioso en el que nos encontramos encerrados los ciudadanos y ciudadanas.
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Podemos comprobar en un ejemplo algo que cada vez se agudiza más. Los políticos ya no hacen declaraciones argumentales. Los locutores de radio y televisión certifican, como garantía de objetividad, los mensajes que lanzan los políticos del Poder, incluida oposición, sobre todo en temas en los que se busca una opinión pública extendida al máximo, en actos públicos. De esta manera se transmite un mensaje emocional, para nada racional. De esta manera se maneja al receptor de la información. hasta tal punto sucede esto que antaño los mítines servían para hablar en público y se convertían en noticia. En la actualidad los actos multitudinarios no sirven para crear un grupo o hablar para los presentes, sino que es una manera de buscar una noticia, se hace con tal fin exclusivamente. Es lo mismo que cuando antes una persona era importante por sus estudios o labor artística se hacía famosa por su reconocido prestigio. Actualmente es al revés, alguien que es famoso, por nada las más de las veces, cuando no es por chorradas, se convierte en alguien importante al que se le consulta y forma parte de la fabricación de estilos, modas y actitudes sociales.
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Las ideas han sido a lo largo de la Historia un peligro para el Poder. Cuando la evolución de la Historia llega a un límite de cambio y de conciencia de sí misma, los técnicos del Poder han variado las formas de sus manifestaciones y de control. Ya Keynes advirtió: “el poder de los intereses creados se ha exagerado mucho comparado con la intuición gradual de las ideas….. Tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados lo que presentan peligros, tanto para bien como para mal”. ¿Qué se ha hecho? eliminar las ideas, la reflexión. Se suprimen y a cambio se forma opinión pública. Y esta situación es la gran mordaza de nuestro tiempo. La opinión pública no es verdad ni mentira, ni se cree ni se deja de creer. ¡Funciona!. Son planteamientos asumidos por definición, lo cual se traduce en conductas individuales y colectivas. No hace falta que se den órdenes, se actúa de acuerdo a un canon que es la opinión pública. No hacen falta preceptos morales, lo que ha hecho que no haya referentes éticos en nuestra sociedad, ni para aceptarlos ni para rebelarse a ellos. El gran peligro de las ideas es convertirse en opinión pública, en tanto instrumento de los medios de comunicación. Se deforman. Han de pertenecer a la sociedad y a los individuos como ideas. Mantener una idea como tal es difícil ante la ocasión de la fama, de divulgarla, de ser la más valorada o la más vendida. He aquí uno de los grandes retos para lograr la transformación social. Con la Renta Básica debemos luchar para que sea una idea mayoritaria, con fuerza y que cale en la ciudadanía, pero no dentro del juego deformador de la opinión pública porque la vaciará de contenido. Es lo que sucedió durante los años ochenta con los cantoautores, que su fuerza reivindicativa, lo mismo que el teatro comprometido, se diluyó en un producto más de consumo. La contradicción es que para lograr su consecución hay que influir en la opinión pública. La solución es ser capaces de crear o formar nuestra propia opinión pública, pero con conciencia, profunda.
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Discrepo con Ulrich Beck, en sus conclusiones, aunque sí estoy de acuerdo con el análisis que hace sobre la construcción de Europa. Para este profesor alemán “falta opinión pública europea, publicaciones europeas, programas de televisión que tenga audiencia europea”. Parte evidentemente de que la unión económica hace irreal la fragmentación política, pero esto que es tan crucial es algo que a comienzos del s. XXI no se debate, no se habla del modelo europeo. Se deja hacer una política de acuerdos, de opinión pública favorable, más o menos y ahí se queda un proceso de vital importancia y que además forma parte de la evolución histórica, social, económica y política. Pero el estado de laxitud, de ser opinión pública, el conjunto de decisiones se deja en manos de las élites burocráticas. La consecución de los hechos se aceptan ante la necesidad que imponen los técnicos, como ha sucedido con la unificación monetaria. “Ellos sabrán”, suelen decir muchos europeos. Pienso que faltan debates públicos en profundidad. Procesos políticos, foros críticos y pujantes en elaborar idas. En definitiva pienso que Europa debe construirse como el proceso de una idea, no como un montaje que sirva para controlarnos a los europeos. Más bien , al contrario, pienso que Europa ha de abrirnos a un espacio de libertad sin precedentes en la que quepan propuestas como la Renta Básica.
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¿Quienes son los sujetos de la globalización?. No hay una masa social, ni siquiera una idea concreta, sino que son partidos políticos y jefes de gobierno los que lo desarrollan, pero que carecen de criterio propio, pues siguen el ritmo de los actores económicos. Es lo que se ha venido a conocer como “la rebelión de las élites”, título de la obra del profesor norteamericano Cristopher Lasch. Ahora bien, este querer actuar de los burócratas no es tanto una rebelión, más que aparente, pues hacen lo que hacen sin poder hacer otra cosa, arrastrados por la maquinaría financiera que impone su lógica: ganar dinero. Lo que se ha convertido en mentalidad a partir de una opinión pública generalizada.
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Mi experiencia en el movimiento verde me hizo comprender que la lucha actual se basa en movilizar a la opinión pública. ¿Qué es eso de la opinión pública? No encuentro una definición exacta de esta intuición. Es una especia de opinión compartida, lanzada y que se hace pública si se acoge de manera agradable. Ni siquiera hace falta que se apoye, para que funcione. basta con que sea aceptada como una opinión más. Sucede que tiene un poder de influencia enorme. Es porque las decisiones se juegan en esa mentalidad abstracta, que se traduce en votos, en compra de un producto. Por un aparte da un gran poder a la sociedad, pero por otro lo hace de manera muy superflua, y cuando todo es superficial y banal, funciona.
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Se trata de una técnica, que basta con aplicar. No hace falta comprender la quinta esencia de su ser. Cuando la lucha por defender la comarca de Riaño, amenazada por un gran embalse que abnegaría ocho pueblos, supimos de antemano que perderíamos, porque se convirtió en una cuestión de Estado y no hubo ningún resorte legal para apoyar la consecución de nuestros objetivos. Resistimos para lograr algo mucho más importante, como que no volviera a ocurrir algo así en ningún lugar. Logramos primero que el gobierno socialista no lo realizara como los buenos, los hombres del progreso, sino como los sometidos a intereses creados, los insensibles ante los problemas medioambientales y como los demagogos que anuncian situaciones idílicas con los regadíos que nunca se cumplieron, ni siquiera doce años después se ha puesto en marcha la primera fase. Gracias a la lucha sobre el terreno creamos una imagen que caló en la opinión pública. Tremendamente. Tuvieron que sacar a las masas campesinas llevando autobuses a los pueblos para hacer manifestaciones a la vieja usanza. Logramos que estos mismos se sintieran culpables. Perdimos una batalla, pero no la guerra. Y la guerra de la opinión pública la ganamos estrepitosamente. Desde entonces el mapa medioambiental en España cambió notablemente. Hasta el punto de que no se acabaron eliminando varios proyectos similares en otros puntos de la geografía del estado español. No se tradujo en votos porque Los Verdes carecimos de una maquinaría para hacer campañas de imagen con las que rentabilizar la opinión pública. Y ese es el problema de esta manera de actuar, que se depende de una imagen, cuya fabricación es cara y vacía de contenido. Aunque lo tenga su fondo no trasciende a esa mentalidad etérea.
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Como dato curioso se constata que cuando se hace alguna denuncia en los juzgados o en alguna institución, el tema se acaba archivando y no da señales de vida por ningún lado. Si la queja aparece en la prensa como noticia la cosa cambia, recorre los caminos burocráticos para su solución, aunque no siempre se logren los objetivos finales, pero al menos se tiene en consideración. Recuerdo que cuando se inauguró el hipermercado Continente en León, tenían en los estantes bandejas, para frutas y otros productos alimenticios, que para su fabricación usan productos que dañan la capa de ozono. Como se trataba de un asunto claro, pues le legislación europea no lo permitía y en España ya había una serie de normas al respecto, pensamos que con mandar una carta a la dirección sería suficiente. No hicieron ni caso. Cuando salió en la prensa, sabiendo que éramos los mismo, y que nuestra capacidad de acción es fue siempre muy limitada, nos llamaron, nos invitaban a comer, y se resolvió en menos de dos días. El tema quedó resuelto.
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Cuando el tema de Omaña, otra zona amenazada por de ser abnegada por otro embalse, se lograron los objetivos. Se hizo una lucha de manual, en la que no voy a pormenorizar. Pero, para que se vea la influencia de la opinión pública, y como tuvimos que luchar mediante ésta, el tema se había consolidado. Pero era demasiada la presión de la opinión pública que no veía claro tanta obra faraónica sin resultados concretos claros. A pesar de que en este caso la canalización estuvo hecha y la preparación de las tierras. Sólo faltaba que llegase el agua. Visto desde un punto de vista general es algo paradójico y sin sentido. El caso es que se hicieron reuniones, y actos para sacar el tema a la luz pública. Se recogieron firmas, para crear otra noticia, luego otra con algunos famosillos que pusieron su rubrica. Manifestaciones, en los pueblos y en la capital. Artículos. Etc. El caso es que al cabo de un tiempo, algunos técnicos de la administración empiezan a dudar. Al querer demostrar de manera genérica que se admitían las tesis en defensa de la naturaleza se ponía en tela de juicio ante una lucha sórdida para defender lo contrario. Se creó una tensión, en la que esperábamos que otra vez hubiera una lucha sobre el terreno, que al no ser de enfrentamiento directo iba a ser mediática. éramos muy pocos, pero como un antiguo regidor de la ciudad de León, dijo en cierta ocasión, con actitud de cabreo, “¿Quiénes son esos ecologistas que no sabemos si son dos o dos mil?” El efecto multiplicador en la gestión de noticias es un instrumento más de la defensas de algunas ideas. No hizo falta. Un amigo, compañero del mundillo ecologista, me llamó porque un colega común de antaño trabajaba en la Administración, en concreto en la Secretaría de Medioambiente del Ministerio de Obras Públicas. Se había creado una comisión para estudiar el tema. Me indicó que hiciéramos algo fuerte. De esa manera quienes se decantaban por no hacerlo tendrían una posición de fuerza. La otra parte fueron los agricultores y empresas constructoras, pero éstas estaban cabreadas por la deuda contraída con ellas en Estado. Nos encerramos en el ministerio dos personas y seis o siete se encadenaron en los pasillos. Recuerdo que llamó el Ministro Borrell, preocupado, no de que fuéramos a asaltar sus despachos, sino de que trascendiera a la prensa. Me contó el amigo de dentro que se activo el gabinete de prensa interno del Ministerio para hacer ver que éramos cuatro locos, que éramos exaltados que buscábamos llamar la atención, como realmente era, pero no en el sentido en que ellos lo interpretaban. Trabajaron para que no tomara consistencia en los medios de comunicación de ámbito nacional, pero algo salió y tuvo sus repercusiones. Pensaron que era el principio de una lucha que podría tener sus repercusiones de cara a la opinión pública, medida en falta de apoyo electoral. Porque estaban seguros que no arrastraríamos a las masas en esa contienda. También nosotros, por mucha razón que tuviéramos. El gobierno central no iba a poner toda la carne en el asador, pero no dijo que no se iba a hacer. Junto con otros actos se logró que el partido socialista de león se decantase en contra, por haber alternativas, que fueron defendidas desde un punto de vista técnico por Carlos Tranche. Con sus planteamientos una delegación de la mesa por el Futuro de Omaña habló con Jaime González. El asunto estaba encarrilado para que se dejase de hacer. Pero el empecinamiento de la administración autonómica fue enorme. Unas semanas después me llamaron a las tantas de la noche. Teníamos que hacer algo que llamase la atención de los medios de comunicación, porque se iba a tomar una determinación definitiva en breve. Yo me planteé que tendría que ser una decisión técnica, política. De cualquier manera que ¿para qué nos querían a nosotros?. Fue después cuando he pensado el sentido de todo aquello. Si era necesario lo haríamos. Me puse en contacto con un grupo para pensar alguna estrategia. Seríamos no más de seis o siete personas, por lo que era difícil. Se nos ocurrió encadenarnos a la estatua de Franco, en Madrid, que está enfrente al Ministerio en cuestión. Íbamos a salir para realizar la operación, pero al comunicárselo al interfecto de la Administración me dijo que no, que ¡lo que les faltaba!, pues tenía que ser contra los de la Junta, en Valladolid, no contra ellos. La primera acción hubiera debilitado a los socialistas. Nunca creí que una acción de esas características pudiera tener influencia alguna, pero al parecer sí. Retrasamos la movida para el día después. ¿Qué hacer? Cualquier cosa nos haría hacer el ridículo, al ser cuatro y un tambor Por otra parte los campesinos podían contrarrestar la operación sacando a la calle a tres mil personas y barrer nuestra actuación. ¡Eureka! Se nos ocurrió hacer algo original, contundente. Concentrarnos enfrente de la Confederación Hidrográfica del Duero, pero disfrazados. Para representar al presidente de la comunidad de regantes, un pirata. Para representar a los políticos, una prostituta. Un avaro, un mono y así hasta seis disfraces. Nos pusimos en medio de la carretera, tras haber avisado a la prensa. Paramos el tráfico. El efecto fue demoledor. Realmente fue una obra de arte de movilización, con noticia de una página entera y foto, pues así mediamos las acciones, por kilo de noticia. Desarmamos ante la opinión pública a la institución autonómica. Algún periódico quiso hacer una parodia de aquello, llamándolo “carnavalada”, pero en general salió bien y con amplitud, que es lo que interesa. El impacto en la opinión pública fue enorme. Movilizamos ésta, no a las masas. Se acabó desestimando tal obra, a cambio de un trasvase.
Al cabo de los años elaboré una novela, “Conspiración bonsai”8. Entre las muchas historias había una parte que se refería a la manera de llegar a fabricar creencias en la sociedad, fueran o no infundados sus contenidos. Había comprobado, por mi experiencia personal, que tal efecto es más consecuencia de unas técnicas que de la idea en sí. Y lo incluí en la novela. Pero quise hacer un experimento. Había realizado otros como fue participar en programas de radio con personalidades cambiadas, inventando historias, pero que en programas paranormales se tomaban en serio, o en otros de consejos personales llevaba historias absurdas a extremos irracionales y siempre había gente que lo explicaba y comprendía. ¿En qué farsa vivimos, pensaba para mis adentros? De alguna manera es el hilo conductor de la novela, que hacemos real lo que creemos, sea cierto o no, sea verdadero o imaginario. En eso se fundamenta la historia existencial de las religiones, la política, incluso la economía. Pero como novela queda en una hipótesis. En este sentido para elaborar una teoría habrá que profundizar mucho más.
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El experimento que traigo a cuento es cómo se hizo realidad un invento, que se desarrolló de igual manera que cualquier otro serio o al menos tomado como tal. Fueron varias las historias que diseñé en diversos ámbitos, para dar una base real a la novela y debo reconocer que la realidad superó la ficción, lo que me obligó a rehacer una parte de la obra. Lo que viene ahora al caso es que lancé una idea, fruto de mi imaginación, mediante un anuncia en una revista ecologista naturista, “Integral”. Se trataba de una lucha de la Asociación para la Liberación del Bonsái (ALBO). Planteé el atentado que supone tal práctica., no solamente contra la naturaleza, sino contra lo natural. Sobre el sufrimiento de los árboles y demás. Recibí suficientes cartas de lo más variopintas y seguidores acérrimos de esta idea. Hubiera quedado en la sofisticada sensibilidad de un pequeño grupo, pero quise que saliera a la luz, para ver que pasaba. Ideé campañas de recogida de firmas, escritos a las instituciones, etc. Tenía además un añadido colateral, como fue la afición de Felipe González a esta práctica de cultivar árboles de tamaño reducido. Varios grupos ecologistas se hicieron eco, como si se tratase de un tema normal. Las instituciones contestaban con la misma ceremoniosidad que en otros asuntos y tampoco hicieron caso especial finalmente, como casi siempre. Pero ya se creó una sensación social. Se mandaron comunicados a la prensa, ya por personas metidas en el tema y empezó a aparecer en la prensa seria: el ABC9 (con foto de una portada), la Crónica 16, El Comercio de Asturias, Diario de León, Interviu10, Boletín Internacional de Buena Voluntad Mundial, etc. Comentaristas de prestigio se hicieron eco del asunto, que tomaban como chascarrillo. Partidos como la Unión del Pueblo Leonés11 (UPL), aprovechando cierta popularidad del tema hicieron conferencias en sus locales y se propuso que no se hicieran bonsáis con árboles autóctonos de León. Escribió, a la asociación ALBO, Ruiz Mateos, de Rumasa, con apoyo expreso al tema e invitando a participar en su ejército ecológico. Quise cortar el asunto pues me sentí culpable de tal fraude y el más convencido del asunto no quería creerlo, más aún pensaba que lo decía por envidia por el apoyo que tenía el asunto. El caso es que las asociaciones de cultivadores de bonsáis intervinieron considerando exageradas las críticas a la práctica de enanecer a los árboles. Finalmente los seguidores más cercanos de ALBO se convencieron de que había sido una tomadura de pelo y desconectaron el asunto, manteniendo su tesis al respecto, pero decidieron romper la organización. Se habían escrito comunicados, repartido folletos y publicados en la sección cartas al director. El tema se hizo popular durante un tiempo y se desarrolló en un pequeño círculo, no a nivel social, por falta de medios fundamentalmente. Se llegó a invitar a esta asociación a que participase en diversas ferias alternativas, como la de Castellón y se llegaron a dar conferencias sobre el tema anunciadas en la prensa. Con dinero se podría hacer realizado una campaña de impresión con alcance y repercusión muy grande, que es una parte de lo que trata la novela. Que saliera en la prensa hizo que adquiriese el asunto sensación de seriedad y de lucha real. El tema, de manera institucional apareció en el Congreso de los Diputados, de la mano del diputado del Partido Popular, Luis Ramallo12, Faltó que apareciera alguna entrevista en la televisión, lo que no se realizó porque frené su desarrollo a tiempo.
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Fue una experiencia desoladora, de desencanto, al comprobar como temas vacíos ocupan tanto interés o más que los que tienen un contenido ecológico y social. Al mismo tiempo fue una lección. Comprobé que la sociedad, o sectores de ésta, es capaz de asimilar mensajes irracionales y que su desarrollo depende de aplicar técnicas de comunicación que funcionen. Y que puede ser un criterio social si cala en la opinión pública. Ya no hacen falta grandes masas convencidas sobre un tema, sino conocer la manera en que funciona la influencia social, a través de la opinión pública y tener medios para formarla.
El contexto en que se da tal manera de funcionar es una sociedad adoctrinada en los valores del neoliberalismo, donde la conciencia superflua permite el traslado del sujeto de ciudadano a cliente, tal como ha estudiado Guillermo Fernández-Obanza13. Ha trabajado este personaje del ecologismo histórico, en la influencia de los vídeojuegos en el desarrollo de la personalidad de los jóvenes. Comprueba como forman parte de un contexto que aísla a los muchachos y muchachas de su cultura, de su ética y entorno para formar una mentalidad mundial adaptada a la sociedad de consumo y totalmente despolitizada. Observa como el vídeo juego es el protagonista del juego y el participante se identifica con el proceso de imágenes en las que participa, lo que le hace asimilar pautas, comportamientos y la manera de resolver los conflictos. Primero para jugar, pero luego eso pasa a la manera de ser. Sucede a la vez que la escuela y la familia pierden su capacidad de trasmitir los valores sociales de convivencia. Quedan en fuera de juego, mientras que la cultura audiovisual forma un mundo afectivo ajeno al entorno del joven, formando parte de una caterva de individuos al servicio de los intereses del mercado mundial. Incluso para salir de este estado de enajenación o alienación, en el sentido de deformación de los sentimientos en el primer caso y vacío existencial en el segundo, la violencia es una salida para sentir a personalidad de uno mismo, aunque sea de una manera destructiva. Todo esto sucede con la invasión de la modernidad sin que los progenitores ni personal docente comprenda integralmente qué es lo que está sucediendo.
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El ser humano no puede recuperar, social ni personalmente, su libertad sin un medio, un instrumento que se lo permita. Ese margen de espacio personal que necesita toda persona es lo que garantiza la Renta Básica. Es lo que nos puede llevar a un cambio cualitativo, para situarnos en un punto de vista diferente. En la sociedad informatizada se acumula e incrementa la información, pero esta cantidad de noticias, datos no nos hace ver las cosas de modo diferente. Se trata de lograr lo que propuso Edward de Bono: cambiar los patrones, para superar modelos antiguos de percepción. Explica este doctor. en Filosofía de la Universidad de Cambridge que se establecen patrones de pensamiento y conducta que funcionan automáticamente, no pensamos sobre ellos, o lo hacemos de una forma ya predeterminada. Esta visión del mundo lo penetra todo, la economía, la política, la vida cotidiana, el ocio. En definitiva demarca cómo vemos el mundo, las cosas, a nosotros mismos. Tal modificación es lo que él llama “el pensamiento lateral”, otra clase de pensamiento, para no dejarnos arrebatar nuestra personalidad y conciencia por el pensamiento único. Insiste en que la indiferencia del mundo de hoy es la incapacidad del hombre moderno para amar: “quien no lucha por lo que ama es que ama a medias”. La aceptación de todo lo que se nos viene encima, con groseras representaciones de manifestaciones para que todo siga igual, pero beneficiando al sector que se organiza en torno a intereses económicos, es un eslabón más de el encerramiento que vive el hombre.
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Se deja de leer poesía, como algo entrañable, no como extravagancia. No nos enseñan a amar , pero nos embuten de informática. “es lo que quiere la gente”, se dice. Y digo se dice, porque nadie en concreto lo afirma. Se dice. Forma parte de la impersonal opinión pública que nos arrebata la manera genuina de ser de cada cual.
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Desde el estudio de la existencia, Heidegger afirma que la ciencia es un conjunto de proposiciones verdaderas, no una única forma de ser, que es adonde nos conduce el actual estado de cosas. Desde su pregunta sobre el Ser, llega a una conclusión parecida a lo que hemos venido afirmando: es necesario “hacer ver a través de…”. Bien sea del Ser, del fenómeno, pero tener en consideración ese “a través de”.
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Pero aunque la vivencia y el conocimiento de las emociones son necesarias, no podemos caer en peligrosos sentimentalismos y mucho menos en buscar soluciones emocionales, que siempre llevan a derroteros de la violencia. Con Theodor Adorno: “la razón es el principio de la libertad, es una ley”. Porque es lo que nos va a permitir vivirla en relación con los demás, en el respeto. Lo que Kant recoge como obrar desde la razón práctica. La razón es lo que da continuidad al futuro, de manera que rechaza situarse en lo irracional desde principios de valores eternos, o de ambición de la riqueza como valor predominante, lo cual lleva a que se beneficie una parte de la Humanidad, a costa de destruir a la otra parte, en guerras, miserias, falta de medios para curar enfermedades y paliar el hambre.
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Todas estas reflexiones quedan huecas sin herramientas concretas que lo peguen, impregnen o encajen a la realidad. Es esta una de las características que asociamos a la Renta Básica. Para su aplicación es inevitable que pase por la opinión pública, y habrá que ganarla, pero no habrá de quedarse en ella o de lo contrario quedará deformada y a la postre construye su misma destrucción, no por un proceso de contradicción interna, sino por quedar como una anécdota más de un mundo superficial, sin profundizar en las relaciones sociales, culturales y demás.
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- 1“Psicología social de la propaganda”. Edt. Paidós. Buenos Aires – 1.961
- 2«Líneas de fuga. Filosofía contra la sociedad idiota». Edita Fundación de Investigaciones marxistas (FIM). Madrid 2002
- 3 «Democracia, información y mercado (propuestas para democratizar el control de la realidad)» Editorial Tecnos. Madrid, 2002
- 4“La Rebelión de las masas”. Edt. Espasa Calpe. Madrid – 1.976
- 5El País, 17 – XII – 2.000
- 6“Psicología de las masas”. Alianza Editorial. Madrid – 1.969
- 7«Democracia, información y mercado». Edt Tecnos – Madrid, 2002
- 8Novela de 1.2437 páginas. Inédita.
- 928 – II – 1.992
- 1029 – III – 1.992
- 11La Crónica de León, 26 – XII – 1.994
- 12ABC, 20 – III – 1.993
- 13Asesor de la ONU en temas de sostenibilidad en Pueblos indígenas y director del centro de Info/Documentación medioambiente.