Sobre la obra de John Stuart Mill

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Hasta aquí hemos tratado sobre la construcción de la teoría de la Renta Básica. Hemos analizado el tema en su dimensión económica, política, histórica y social. Desde este capítulo vamos a delimitar la teoría, que ha quedado definida en el contexto en el cual es posible. Sin embargo no es algo que podamos verificar por la experiencia, tal como Karl Poper hace ver en su teoría de la crítica al inductivismo. Por eso recurrimos a su planteamiento de analizar la falsación de esta teoría. Es decir examinaremos en que caso se contradice, o mejor cuando no es posible o real la implantación de la Renta Básica, en el mismo contexto en el que la hemos situado. De esta manera vamos a desarrollar en este parte el racionalismo crítico, revisando la teoría alternativa de la economía política. Quizá pueda ser refutada por el principio de falsación, pero hay aspectos que debemos dejar claro como son elementos distorsionadores, tanto del neoliberalismo (a partir de cuya función económica cual brota la idea de la Renta Básica en nuestro estudio), como ésta medida, que puede ser deformada si se aplicase fuera de su contexto evolucionista en la historia y en la economía.

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Lo que haremos primeramente es ver como ha habido contradicciones tiempo atrás que impidieron pensar en la posibilidad de una renta básica, como es el aumento de población. Ésta junto a otras han quedado resueltas y otras necesitan ser abordadas, para controlar su peligro social, con medidas políticas, económicas y culturales. Me refiero a los dos grandes obstáculos para la consecución de esta idea, que han de ser salvados o al menos controlados.

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1.- El dinero negro que circula en una economía paralela, como consecuencia del narcotráfico, la venta ilegal de armas y redes de prostitución, lo que funciona acompañado de negocios para el blanqueo de dinero.

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2.- El fanatismo, sobre todo la intransigencia y el cerrazón que instrumentaliza el trabajo como fenómeno que, además de una respuesta a las necesidades personales y sociales, lo convierte en una fijación ideológica con un carácter transcendente y porque desde lo irracional se ofrece un modelo prescrito de sociedad, al que se deben de someter todos los seres humanos si quieren salvarse, ser felices o cualquier otra oferta que haga el método fanatizante en cuestión, los cuales son muy variados. Antes de tratar estos dos frenos del desarrollo social y económico, veremos el método el cambio social en líneas generales con el fin de resolver los inconvenientes con los que se encuentre la teoría económica alternativa. De esta manera esperamos resolver los elementos distorsionadores de la realidad económica, para evitar que impidan el desarrollo de la economía y de la Historia.

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Hemos analizado la evolución del capitalismo desde la razón y la experiencia para evitar un sesgo ideológico que hace que el capitalismo salga de su contexto y se desvíe, como suele suceder a menudo, en un instrumento de Poder aplicado a un modelo social, que poco tiene que ver con el desarrollo económico que amparándose en la desigualdad establece un sistema de control de unos sectores sociales sobre otros. Un autor cuya lectura de su obra me ha causado un gran impacto ha sido Jhon Stuartl Mill. Hace reflexiones sobre el razonamiento de las funciones económicas, corrige sus propias teorías para ajustarlas a la realidad y contrasta con la experiencia elementos que se escapan a los razonamientos, como cuando explica que muchos contratos se hacen en función a la costumbre, sin tener que ver con la ley de la oferta y la demanda. Algo que de otra manera también sucede en la actualidad sin que se estime como tal y se quiera ver como una parte más del mercado, cuando no lo es, como son los suntuosos gastos en modelos de vestidos o en el mercado del arte. Lo que responde a caprichos y costumbres, pero que afecta al desarrollo de las desigualdades por culpa de no apreciar el carácter subjetivo de tales eventos financieros. En el año 2001 hay 24.000 médicos en paro, lo que significaría que los salarios de estos profesionales caerían en picado, según la ley de la oferta y la demanda. No sucede así, y se limitan las plazas por la costumbre o el criterio social de considerar a los garantes de nuestra salud unas autoridades merecedoras de un especial respeto, lo que se traduce en un alto nivel adquisitivo. Esta misma mentalidad impide que se utilicen los mismos criterios para compensar los estados de necesidad. Y a la vez queremos hacer entender que establecer medidas como la Renta Básica, puede venir de un criterio que no sale exactamente del mercado, pero sí de la sociedad de mercado.

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Veremos como Mill, jr. desde la racionalidad plantea la posibilidad de ofrecer un salario extendido a toda persona como elemento intrínseco a la generación de riqueza dentro del capitalismo, pero lo descarta, no por utópico o incongruente sino porque impulsaría un elemento que haría inviable el desarrollo, como era en su tiempo el excesivo aumento demográfico, lo cual ha sido superado en la actualidad. Analizar tal discurso nos permitirá formar un puente que nos traslade del Estado del bienestar al de la Renta Básica, como ya hiciera con su teoría Stuart Mill, entre la economía clásica del laissez-faire y el Estado del bienestar. Lo que nos sitúa, nuevamente, en el proceso del evolucionismo económico.

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Estudiar la obra de Mill nos va a permitir desmontar los criterios aparentemente lógicos en los que se fundamenta el liberalismo, desde la teoría económica liberal. Cuando Herrero de Miñón1 expone: “Resulta absurdo admitir del capitalismo su motor (la libre empresa) y su mecanismo (el mercado) como sistema de producción y corregir, sin embargo su sistema de distribución, como quieren los socialdemócratas (sector público y alta presión fiscal). A la hora de la distribuir el producto se atiende a criterios exógenos al propio sistema, en pro de una hipotética justicia social”. Retoma este político conservador los argumentos de Hayet, que ya hemos expuesto, para afirmar: “cada sistema económico es una estructura cuya corrección parcial arruina al conjunto”. Mill2 más de un siglo antes explicó y demostró como las leyes del mercado dependen de la oferta y la demanda. Lo cual no se puede cambiar sin perjuicio de la economía. Sin embargo: “la distribución, dice, depende de las instituciones humanas, de las leyes y las costumbres de la sociedad”. Se trata de una consecuencia de la naturaleza humana, no del mecanismo de los mercados. El reparto o no de la riqueza es, pues, una opción ideológica, que desde el liberalismo se pretende disfrazar. Precisamente Mill aclara que lo que hay que analizar no son las causas de la distribución, derrotero que tomó el marxismo, sino las consecuencias de la distribución, y ver lo conveniente que sea o no. Tal es el núcleo de la economía clásica que retoma Keynes y que retomamos nuevamente en nuestra teoría. Entender este eje conductor nos va a permitir actuar sobre la economía sin afectar su desarrollo, porque se debe respetar el ámbito de las leyes que rigen el mercado, pero no extrapolar a otras funciones. La obra de Mill va a dedicarse al estudio de las leyes de producción y a las de distribución, porque entiende que “la distribución de la riqueza requiere una investigación científica”.

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La distribución de la riqueza puede suceder en el mercado, y de hecho ocurre, pero nunca vendrá del mercado como pretenden los ideólogos del neoliberalismo. Una parte de la distribución acontece a través del mercado. Son matices parecidos pero sus diferencias dan lugar a grandes confusiones y aparentes obviedades, pero sólo aparentes. Con la Renta Básica en juego la distribución sucede en el mercado, pero parte de una acción previa que consiste en regular una parte de los beneficios para la sociedad. Hace que un aparte de la plusvalía privada pase a ser social. El mercado es un medio para que tenga lugar un juego de intereses, pero que carece de racionalidad. Tiene su lógica y funciona. Cuando se le pretende otorgar una capacidad de la que carece se tergiversa su función y se está engañando a la sociedad con semejantes teorizaciones. Cualquier acción de equilibrio puede suceder en el mercado, y quizá sea el mejor medio en que suceda, pero nunca va a partir de él. Sí ocurrirá en el mercado, pero no deviene de él. Como sucede en la aplicación de los diversos tipos de interés que establece la autoridad monetaria, que es el herramienta por antonomasia de la actual política económica. Tienen lugar en el mercado, pero no parte de él, sino del Banco Central. Nuestra propuesta consiste en introducir un criterio de distribución básico previo al mecanismo del mercado, para que luego la oferta y la demanda entren en una relación de intereses mutuos.

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Wilheim Röpke3, profesor de economía alemán, asesor del gobierno de Bruining, hace una interesante reflexión sobre los mecanismos del mercado. Considera al socialismo como la técnica de ordenar la economía, pero considera que debe ser a través del mercado, espontáneamente (precio y competencia), lo que denomina “técnica social liberal de la economía de mercado”. Del liberalismo contempla su capacidad para liberar y utilizar la fuerza que subyace en el individuo. Advierte de un gran peligro que con el tiempo se viene comprobando, como es el hastío de nuestra cultura y de nuestra democracia. Vivimos a diario la represión del impulso individual, genuino para afrontar riesgos y autoafirmar nuestra personalidad, lo que lleva a una parte de la población por falsos caminos de sugestión, autodesarrollo personal, vida interior y demás actividades dirigidas por expertos en la manipulación humana. El resultado de todo este conjunto de síntomas, explica Röpke, es la degeneración de la democracia en una democracia de masas. Este autor asocia sociedad del bienestar con pleno empleo. Lo que nos hace preguntarnos que si no se logra, porque no es posible ¿hay que renunciar a este estado de desarrollo material?. Creo que se debe continuar porque supone un gran avance de la Humanidad, pero para que evolucione, en este sentido, sólo cabe introducir en el mecanismo de la economía y de la sociedad la Renta Básica. En este punto podemos hacer valer la afirmación de este autor cuando manifiesta: “el destino final de la economía de mercado, con su admirable mecanismo de Oferta y Demanda, se juega en una esfera situada más allá de la oferta y la demanda”. Lo que ocurre que para nuestra tesis no es válido ni posible volver a un orden idílico de vida familiar, de economía rural en un recuerdo bucólico de valores del pasado. Lo que hacemos con la Renta Básica es proyectar hacia delante ese salto que Röpke da para atrás, sin marcar de una manera exacta lo que será la sociedad del futuro. Pero es evidente que regidos sólo por la ley de la oferta y la demanda nuestra vida se convierte en algo miserable, pues la economía de mercado no lo es todo, como insiste Röpke. Y, sin embargo, cada vez se convierte más en un modelo absoluto. En un criterio totalizante y en un mundo vital y existencialmente empobrecido. 

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El liberalismo aparece como confluencia de la concepción política de autores como Locke, quien entiende que el Estado no puede ni debe hacer nada para la salvación espiritual de los ciudadanos, sino para su cometido es servir a los ciudadanos y garantizar su seguridad, su libertad y propiedad bajo una constitución, con una autoridad sometida a la separación de poderes. De otra parte influye notablemente en el impulso del liberalismo la declaración de independencia de los Estados Unidos en la que se reconoce al ser humano como ser social. Dentro de la colectividad encuentre los medios para vivir de manera que permite el desarrollo social y individual. Este conjunto de concepciones las va a desarrollar Stuart Mill en su obra a mediados del s. XIX. A pesar del tiempo transcurrido sus nociones siguen vigentes, pues los fenómenos económicos cambia, pero la esencia de los argumentos permanece cuando se desarrolla el mecanismo del libre mercado. Si éste se anula, se trastoca la esencia y la misma economía como función humana y social, como ha ocurrido con el socialismo real de los países comunistas.

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Lo que hizo Mill fue usar el sentido común en sus análisis de teoría económica. Lo que le llevó a buscar un conocimiento basado en la razón y la experiencia. Se empapó del positivismo de Augusto Compte, con quien mantuvo una pródiga relación epistolar. El iniciador de la sociología le advirtió de los defectos científicos de la economía política de su época, al analizar los métodos con que se establecían las teorías. Lo que corroboró Mill, que comprobó la vacuidad de muchos postulados basados en “estériles discusiones sobre términos”. Según el fundador del positivismo el conocimiento se reduce a lo dado en la experiencia, pero no consiste en hacer simples observaciones, sino establecer las leyes que expresan las relaciones existentes entre los diversos hechos. Comprendió que todas las leyes se pueden alterar por el progreso de los adelantos sociales, algo que tuvo muy en cuenta Keynes, sin que se haya asumido posteriormente esta manera de entender la evolución económica. Los economistas se caracterizan por convertir los pensamientos en teorías y estancarse en modelos perpetuos sobre los que mantienen una fijación que les impide comprobar su validez. Hoy por hoy no hay ninguna teoría que funcione, y sin embargo siguen los “popes” de las finanzas empeñados en buscar fórmulas mediante diversos criterios, echándose la culpa unos economistas a otros según su militancia en unas u otras escuelas o corrientes de pensamiento económico. La aplicación del sentido común y la observación del desarrollo social y económico muestran claramente el objetivo necesario para actualizar la economía a la realidad: la Renta Básica.

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Antes de entrar de lleno en la obra de Stuart Mill, me parece de interés analizar los criterios económicos que desarrolló en España la izquierda liberal, que se convirtió en movimiento político, “Unión Nacional”, en 1.915. Su promotor fue Santiago Alba y Bonifaz4, ministro de Hacienda durante el gobierno nacional, llamado “de la esperanza”, inaugurado el 22 de marzo de 1918, siendo presidente Antonio Maura. La primera crisis de este gobierno se debió a la propuesta de Alba, que seis años antes fue ministro de Instrucción Pública. Solicitó establecer un sueldo mínimo a los maestros, lo que desembocaría en una nueva disolución del gobierno, en el cual el nuevo presidente sería el liberal García Prieto. Las ideas de Santiago Alba dieron lugar a formar la izquierda liberal, pero formó una corriente que se conoció como “albismo”. Tuvo una gran difusión por ser propietario y director del periódico “El Norte de Castilla”, de Valladolid. Lo que permitió que con el tiempo calaran parte de sus ideas, las cuales se fueron desarrollando, si bien fuera del contexto político en el que él se encuadró y se hicieron realidad fuera de su mano y al cabo del tiempo.

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La confusión política durante el reinado de Alfonso XIII va a tener una proyección económica cuyo fracaso va a repercutir en España durante casi todo un siglo después. El gobierno conservador de Maura se verá hostigado por el partido liberal, según historiadores como el marqués de Lozoya, va a ser el liberalismo un amplio movimiento de intenciones masónicas. Lo que hará que la política de la realidad se convierta en política ideológica o sobre ideas, en ambos bandos, liberal y conservador. El rey acabará aceptando la dimisión de Maura, por la decepción que éste sufre. El rey quiere por todos los medios evitar una confrontación civil. Se establecerá el gobierno de Moret, para pasar a un gobierno liberal en 1.909, con Juan Canalejas y Menéndez, que pretende un gobierno fuerte para desarrollar la democracia. Es asesinado, Canalejas, el 12 de Noviembre de 1.912 por el anarquista Manuel Pardiñas. Le sucede Alvaro de Figueroa y Torres, Conde de Romanones. Cuando dimite le sucede el conservador Eduardo Dato. Estalla la I Guerra Mundial, en la que España se mantiene neutral. Supone tal situación un aumento de la industria militar española, cuyos productos se venden a altos precios, lo que hace que se vitalice la economía hispana, pero por falta de una estructura industrial amplia y por carecer de una solida política económica tal avance momentáneo no se aprovechó más que para beneficiar a unos poco empresarios particulares. La falta de previsión y sin una política social de amplias miras convirtió la riqueza en un privilegio que sirvió exclusivamente para aumentar ostensiblemente las diferencias sociales. El triunfo de los aliados en 1.917 supuso una crisis en España de dimensiones estructurales por carecer de tejido industrial y comercial. Contra lo cual se rebela Santiago Alba, que ve como problema fundamental la falta de cultura en todos los campos. Las permanentes crisis las resuelve Alfonso XIII con la regulación de turnos de gobiernos entre los partidos monárquicos, conservador y liberal. Tras la muerte de Canalejas se estableció un gobierno de concentración, 1918. Fracasó hostigado ese gobierno de coalición por la huelga de Correos y Telégrafos. El Ministro de la Guerra quiso resolverla sustituyendo a los trabajadores por militares, lo que obligó la dimisión de Prieto, del cual surge el gobierno nacional de Maura de 1.918. Es en este contexto en el que se desarrollan las ideas de Santiago Alba, más como un fracaso que como una iniciativa de desarrollo. Sus propuestas pocas veces tendrán apoyo parlamentario. Uno de sus seguidores llegó a preguntarse: “¿cuándo no ha fracasado en España toda iniciativa bien intencionada?”.

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Toda esta convulsión política durante la monarquía borbónica tuvo como objetivo sacar a la sociedad de un modelo definido con el nombre de “caciquismo” que impidió durante largo tiempo cualquier renovación. La ley del candado, en 1910, supuso la ruptura con Roma, lo que se tomó como una afrenta a la iglesia, siendo el comienzo de una crisis permanente e interminable. El quehacer político se edificó sobre unas arenas movedizas que impidió que nada se pudiera construir seriamente y con duración. El proceso desembocó en 1921 con el desastre de Annual, donde las tropas españolas en Marruecos tras querer avanzar al sur fueron repelidas con un total de 14.000 muertos en la contienda. Tal suceso llevó a un enfrentamiento total entre políticos de la oposición y el gobierno. Santiago Alba destacó como adalid frente a los militares. El resultado fue un golpe militar impuesto por Miguel Primo de Rivera, con un Directorio militar en una primera fase de su dictadura y luego un Directoria Civil hasta su dimisión en enero de 1.930 ante la falta de apoyos para dirigir la nación. Dos meses después moría en París. Con la II República Santiago Alba fue el presidente de las Cortes. Tras la guerra civil se exilió a Portugal.

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La obra teórica de Santiago Alba pareció estar reservada para el futuro. Él mismo se dio cuenta de la incapacidad cultural de su sociedad, ya entonces. Fue su afán potenciar la enseñanza como base de cualquier otro desarrollo, sea económico o social. En el discurso del Congreso, 10 de Agosto de 1.919, dijo: “Se equivoca quien presente a la izquierda como afirmadora del Poder. Convencidos de la eficacia de las leyes de la evolución en las sociedades políticas sé que lo que se haga marcha en la dirección de las necesidades públicas”. El lema del movimiento que puso en marcha fue “Labor improbus omnia vincit”.

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Entre las propuestas por las que luchó Alba podemos destacar la disminución de impuestos de consumo en artículos de primera necesidad, con intención ya de promover una dinamización de la economía. Una reforma electoral que permitiera tener representación a los obreros directamente. Un sistema de enseñanza obligatoria y gratuita. Establecer escuelas de agricultores, así como una financiación del campo mediante créditos agrícolas y una red de canales y pantanos que permitiera a España tener una base alimentaria firme y con capacidad para abaratar los productos para ser autosuficiente. Una red de ferrocarriles secundarios. Independencia absoluta del Poder judicial. Pagar más a los maestros. Su propuesta de ley, 14 de Septiembre- 1919, fue establecer un sueldo mínimo para los docentes de 1.500 ptas. al mes. Casi todos estos planteamientos fueron devorados por las pugnas políticas y las crisis institucionales. El sentido común acaba instalándose en la realidad y así sus ideas concretas se establecieron en regímenes posteriores, en un contexto político diferente al que él pretendió, pero éste también acabó llegando, aunque fuera al cabo de más de medio siglo.

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Tampoco logró Santiago Alba que se estableciera una contribución directa sobre los beneficios obtenidos en la guerra mundial por los industriales. Los intereses estratégicos nacionalistas hicieron que las minorías parlamentarias se asociaran entre ellas de manera que Francesc Cambó, de la Liga Regionalista, fue apoyado por los nacionalistas vascos porque ambos defendieron los beneficios de las industrias catalanas en el primer caso y de los navieros en el segundo. La falta de una distribución razonable de la riqueza, que extendiera el bienestar, fue la causa del posterior empobrecimiento general de España y de su estancamiento económico y cultural. La maniobra política de la burguesía nacionalista retrasó el desarrollo de la economía española, siendo un lastre que influiría en el posterior progreso de la sociedad española. Siendo Ministro de Hacienda, Santiago de Alba rechazó en el Senado la estrategia política de englobar los déficit con los presupuestos que siguen, definiendo esta práctica de “sistema trampa adelante”, de manera que se mermaba el capital público en beneficio de los grandes capitales privados, pero que a la larga se encontrarán sin medios en infraestructuras para desarrollar sus inversiones, ni instrumentos para ofrecer medios de vida a los ciudadanos y ciudadanas, lo que, inevitablemente, así fue: desembocó en una dictadura política-militar.

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Santiago Alba consciente de la imposibilidad de sacar adelante las iniciativas económicas que otros países ponían en práctica para lograr el avance conjunto de la sociedad, insistió en el papel de la cultura como dinamizadora de la economía. Su idea fue invertir en saber. Hizo una política pedagógica que se pone en la actualidad de manifiesto, cuando una de las bases del desarrollo económico es la investigación. Además sufrió los enfrentamientos estériles entre ideologías e intereses creados, de manera que sus reflexiones no sirvieron para mejorar la situación del pueblo, sino para hacer medrar a ciertos intelectuales de cortas miras cuyo deseo fue lograr influencia y poder entre grupos organizados. Diseñó programas de cultura para evitar el arraigo de ideas extremas y violentas, que se manifestarían sin embargo varios años después, lo que dio pie a que La República no pudiera asentarse en firme.

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Ya en 1859 la ley Cassatti estableció en España la instrucción obligatoria y gratuita, pero fue inútil al estar la mayor parte de los pueblos aislados. Lo mismo sucedió con la ley Moyano. No se dieron medios para que se llevase a cabo. En 1.877 la ley Copino no salió de su intencionalidad estando España en un nivel de entre el 60 y el 89% de analfabetismo, según zonas. Alba en sus argumentaciones puso como ejemplo a Suecia por el incremento del gasto público en enseñanza, mientras que en España siempre fue lo justo para mantener una élite, cuando no insuficiente. La falta de logros concretos le hizo pensar a Santiago Alba una nueva manera de intervenir, en lo que llamó “Política de realidades útiles”. Participó en establecer un nuevo liberalismo, basado en una coalición de izquierdas que uniera la acción política y la intelectual. Propuso en una carta5 escrita al liberal Amós Salvador, al gran Cajal, para liderar tal movimiento. A su tocayo y científico de gran prestigio le conoció en las tertulias de la peña del café Suizo, en Madrid. No logró cuajar sus intenciones, pero sentó las bases para una nueva racionalidad política, que sin embargo quedó anulada tras la guerra civil española y cuarenta años de dictadura militar. La transición española, exitosa en la tolerancia, en el impulso democrático y el establecimiento de nuevos valores y una modernización económica careció de una visión retrospectiva que permitiera recoger los adelantos de su misma historia que fue quebrada por intervenciones violentas. De alguna manera el asentamiento de la democracia viene a demostrar aquel idealismo de personajes, como Santiago Alba, que proyectaron sus ideas al futuro, sin que éste se haya preocupado de mirar al pasado. Durante su intervención en el Congreso, 21 de Noviembre de 1918, exclamó: “No queremos participar desde la noble candidez de la revolución de 1.868, sin un contenido económico y social. Queremos producir la revolución con medidas jurídicas, sobre realidades económicas para lograr una democracia fuerte”. Un mes antes, en el mismo foro, cita a un economista, sin indicar su nombre, que dijo: “la producción ya tuvo su Adam Smith, pero es necesario a todo trance buscar el Adam Smith para la economía del consumo. Veremos muy pronto formarse una nueva economía política relativa a los problemas del consumo”. Previsión acertada, como ha demostrado la historia económica. Ese nuevo Adam Smith para la economía del consumo estaba trabajando para el Tesoro Público británico. Fue John Maynard Keynes Quien representó a su país en la Conferencia de Paz de París, de la que dimitió por estar en contra del Tratado de Versalles. Su postura la explicó en la obra “Consecuencias económicas de la paz”, en la que predijo el nacionalismo económico de Alemania y el militarismo paralelo, como única salida que le permitía el endeudamiento al que se vio sometido. Keynes vio la nueva economía naciente, que estaba en el aura de la sociedad, pero no se concretó hasta que él la definió en su obra principal, “Teoría General sobre el dinero, el interés y el empleo”, superando la teoría clásica, que dejó de ajustarse a la nueva realidad. Como dice Gabriel Tortela: “Es Keynes quien hace el esfuerzo sistematizador y deja claro que con todos los cambios de la sociedad los mercados ya no funcionan como habían dicho los economistas clásicos. Keynes desarrolla un nuevo paradigma”. Si bien en el seno de la nueva teoría se incorporaron planteamientos que permitían elaborarla, como son las aportaciones de Mill con sus ideas y constataciones de las leyes de distribución, independientes a las de producción. La nueva economía tecnológica requiere de todas las aportaciones anteriores para elaborar la Teoría Alternativa y convertirla en una herramienta que ajuste la economía a la realidad.

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Posteriormente, a partir de la II República, la izquierda dejó de ser la izquierda liberal, para ser representada por el socialismo, con una ruptura clara y definida con el liberalismo que se disoció en dos partes. Posteriormente el liberalismo serviría otra vez de punto de enganche para acoplar las medidas sociales al capitalismo. Por una parte el liberalismo dentro del modelo conservador y por otra dentro del modelo socialdemócrata. La diferencia metodológica del socialismo con la izquierda liberal fue que el primero analizó y quiso actuar sobre las causas del capitalismo. Planteó casi una ontología económica. La segunda actúa y debatió sobre los síntomas y consecuencias del capitalismo. Sin embargo hubo un error del que no se dio cuenta el socialismo y que sin embargo su propia teoría lo descubre. Sobre ese equívoco se ha desarrollado la visión socialista de la economía, cuyas correcciones se vieron siempre como una contradicción, hasta que se insertó de lleno en el modelo liberal, pero sin ser todavía capaz de desarrollar la evolución de éste para permitir las medidas sociales necesarias, tanto para el desarrollo económico como para la sociedad en su conjunto. Si analizamos la dialéctica vemos que los síntomas se convierten en causas, que originan otras consecuencias que a su vez vuelven a ser causas. Por eso quedarse en lo causal supone un retroceso no sólo teórico sino en la práctica, porque significa un análisis estático (lo contrario de la dialéctica que es dinámico). Pero por su carácter engañoso se mantiene como una verdad dogmática que anula la crítica y hace relentizar el progreso de la sociedad. Si bien el comunismo ha servido como revulsivo de la realidad, pues la crítica y las luchas sociales dinamizan el progreso. Vemos hoy el neoliberalismo como una evolución del liberalismo, lo que no es cierto, es un estancamiento de éste. Sólo que ha cambiado su forma, pasa de una economía definida en parámetros nacionales e internacionales a otra de carácter global. Lo que sí hace es continuar la evolución de la economía, lo que permite que la progresión del liberalismo origine la aplicación de la Renta Básica, lo que habrá de venir desde la izquierda liberal que hoy representa la socialdemocracia, probablemente sin saberlo ella misma ante la crisis de identidad que viven las ideas y las organizaciones políticas, al mantener viejos esquemas en nuevas realidades, que no terminan de arraigar porque aún no son asimiladas por la conciencia de los individuos que formamos la sociedad.

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La obra de John Stuart Mill nos puede servir como orientación histórica para ajustar la economía al cambio que se aviene. Porque nos va a llevar de la teoría clásica a la teoría general y de ambas a la teoría alternativa, como un relevo que no es más que un producto de la evolución económica y de su desarrollo o, mejor, de su desenlace dialéctico. Y cuyo resultado ha sido y será una auténtica revolución, pero no mediante un salto al vacío, sino en el desarrollo de sus propios contenidos.

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El padre del Jhon Stuart, James Mill, fue un gran amigo de David Ricardo. Se dice que fue James quien le animó a que escribiera sus teorías. Junto con Bentham , padre del utilitarismo inglés, fueron las personas que ejercieron las influencias primeras de John Stuart. Posteriormente lo fueron Compte, fundador del positivismo, y Coleridge, poeta romántico. Quien estuvo presente en todas sus teorías, como sucedió a todos los intelectuales de su época, fue Malthus. Su teoría sobre la superpoblación fue una de las banderas de John Stuart, hasta el punto de condicionar el desarrollo económico a la restricción voluntaria de procrear, sin lo cual ve un peligro en la creación de empleo continuo con salarios elevados, lo que sería posible si se mantuviera fija la población. Esta cuestión fue el gran estancamiento que sufrió la teoría económica por no tratar del progreso generalizado en la sociedad, pues se entendía la escasez económica como la manera de controlar la natalidad, cuestión en aquella época digna de consideración. Uno de sus argumentos contra las teorías socialistas fue que en caso de que funcionasen desembocarían en el hambre de una parte de la ciudadanía al multiplicarse la población. Precisamente una de las condiciones de las sociedades posteriores comunistas ha sido regular y restringir la población limitando el número de hijos, como China, que sólo permite tener uno. El problema es que cuando escribe Mill no hay medios ni conocimientos para conseguir tal propósito.

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Stuart Mill realiza observaciones prácticas para evitar teorías sofisticadas. Comprobó fehacientemente que otros autores se salen de la realidad. Comparó las formas de ejercer el libre comercio en diversas sociedades para llegar a la conclusión de que las creencias y las leyes civiles de un pueblo ejercen una poderosa influencia en su situación económica. Esto que puede parecer obvio introduce un criterio subjetivo a cualquier valoración posterior. En una sociedad hindú la carne de vaca carece de valor, porque no se vende debido a las creencias religiosas. Por otra parte en una sociedad musulmana se prohíbe la venta de carne de cerdo, pero poblaciones no creyentes la comen, sólo que clandestinamente, por consiguiente el precio se eleva enormemente. Este criterio funciona en todos los convencionalismos y establece la base de la economía o, mejor, del juego del mercado. Sin embargo es algo que se tiene en cuenta sólo parcialmente. Tampoco se estudia que se influye en el criterio del deseo mediante la publicidad y la presión hacia la opinión pública sobre el consumo de determinados objetos. Pero hay una economía base, o básica, que es, digamos, objetiva. Todo el mundo necesita vestimenta, alimentos, un habitáculo , calefacción en invierno y productos de aseo. Podrán ser luego más o menos lujosos, pero no se puede pasar sin ellos. El desarrollo de la civilización impide que se obtengan directamente. Se han de requerir mediante el trabajo o el capital, bien sea heredado o acumulado. Pero la economía acaba funcionando en la actualidad más allá del mundo de la necesidad. La teoría clásica resuelve mediante el trabajo y el capital los problemas de la economía de la necesidad. El mercado del lujo fue un complemento que refuerza la misma. A comienzos del s. XXI ocurre lo contrario. Y no se ha contrariado la relación salario-trabajo-capital-beneficio.

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Uno de los grandes descubrimientos de Mill, sin que apenas se haya pormenorizado en él, es desmontar opiniones absurdas que prevalecieron porque se creyó que fuese de esa manera, sin una base cierta. Como que el dinero fuera sinónimo de riqueza. Cuando lo que hace el dinero es ser una expresión de la riqueza, pero no la riqueza. De manera que acumular metales preciosos se supuso durante siglos que era la manera de aumentar la riqueza de un país, cuando lo que hizo fue estancar las economías por falta de incentivo a la inversión. Y sobre todo analiza la separación entre riqueza individual y la riqueza colectiva, lo que no siempre se acompasa. Pone el ejemplo del aire, que es necesario, pero no tiene precio. Luego no es riqueza, pero la humanidad es más rica por obtenerlo gratis. De la misma manera, explica Mill, los esclavos son una riqueza para quien los posee, independientemente de la valoración moral de este tipo de práctica. pero no lo es para el país o para el conjunto de la Humanidad, por criterios estrictamente económicos. Entre otras razones porque impide el desarrollo económico Lo que se vio claramente en la división de EE.UU. entre la sociedad esclavista y la que no lo fue. Esta última acabó siendo más rica en su conjunto. Si estos argumentos los trasladamos al mundo actual, vemos que la Renta Básica puede estimular la economía porque generaliza la riqueza, aunque suponga una merma en las condiciones de enriquecimiento de los dueños del capital, que de otra manera obligan a cumplir sus condiciones mediante el chantaje ante la necesidad de los ciudadanos y ciudadanas amenazados con quedarse en el paro.

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El progreso de la sociedad surge, con el nacimiento de la burguesía, cuando los alimentos son para personas que se ocupan a otras actividades que no son directamente productivas. Se crean nuevos valores y saberes que van a favorecer el bienestar de la sociedad. No se hizo de una manera planificada. Sucedió así. Entonces se valoró el trabajo corporal y el mental, porque ambos se complementan.

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El trabajo productivo se puede convertir en improductivo, según Mill, cuando se malgasta en producir más del necesario. Con el desarrollo industrial, posterior a cuando vivió este economista, la manera de hacer productivo el trabajo y hacer económicamente útil la primera aplicación tecnológica consistió en romper los limites de la teoría clásica. Sucedió con el fomento del consumo y la participación del Estado como una parte del capital (público) que se mezcla con la otra parte (el privado). Mill considera que el capital lo es, no por ser dinero sino por ser empleado como inversión. A medida que sucede este uso, tanto de productor y como de consumidor de bienes de lujo aumentan los salarios en la población trabajadora y se expande la riqueza. El capital se mantiene no por conservación, sino por reproducción perpetua. Idea ésta que no tuvo en cuenta nunca el marxismo y que, con perspectiva histórica, se ha visto cierta. Sólo que semejante función ha degenerado al caer en la inercia de reproducirse sin un aval de ahorro que dé una base sólida a la economía. Mediante la Teoría General se establece en el mismo consumo la estabilidad económica, potenciada por la inversión y los servicios públicos. En el nuevo liberalismo el protagonismo lo recupera el mercado de empresas privadas reduciendo la intervención estatal a la mínima expresión. La Teoría Alternativa propone una base de ahorro y a la vez facilita e insta a un consumo individual que garantice una unidad ciudadana de ahorro y de consumo mediante la Renta Básica. De esta manera surge una fusión entre la Teoría Clásica y la Teoría General. Aparece la nueva teoría como síntesis de las dos anteriores que se niegan o contradicen una a otra, cuando se pueden integrar mediante el reconocimiento de la dialéctica en su evolución dentro de la realidad económica. Por eso no las rechazamos por sistema ni planteamos un paso que desligue la Renta Básica de la realidad pasada. Pues no responde . esta medida, a un progreso lineal, de primero apliquemos una teoría y luego otra y luego otra. partimos de estudiar la realidad, para poderla construir. Muy diferente a querer aplicar una medida, que por muy espectacular que sea, es como aplicar una crema a la cara, pasado su efecto deja de formar parte de la piel. La Renta Básica no es un parche, ni una propuesta para salir del paso. Consiste en adentrarnos en la estructura de la economía que sirve de base para asentar la realidad social.

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Para Mill el fin principal de su teoría económica no es subvertir el sistema de la propiedad individual. Entiende que el comunismo reduce ésta a una cuestión matemática de reparto, cuando lleva implícitos muchos más factores de tipo psicológico, sociales que le hacen ver la necesidad de una profunda transformación, pero introduciendo mecanismos de mejora del propio sistema económico para conseguir la completa participación de todos los miembros de la comunidad en las ganancias que de ella se deriven. Habla de “la magia de la propiedad que convierte la arena en oro”, según un dicho de la época. Una de sus ideas repetidas es: “cada miembro de la comunidad debe participar de las ganancias”. Dejó claro en sus estudios económicos que los defensores del orden social existente (mediados del s. XIX) tienen mucho que aprender de las ideas socialistas. Su meta es lograr un equilibrio entre ambos modelos pues “los trabajadores no pueden hacer nada sin el capital, ni el capitalista sin los trabajadores”. Otro descubrimiento de Stuart Mill es que la remuneración del trabajo es el resultado de la competencia, no un mero acuerdo entre el obrero y el patrón, como se creyó hasta entonces. Entiende que, precisamente, por esta característica la economía política puede ser una ciencia. Sin embargo el reparto de los productos ya no depende de la competencia, sino de ésta junto con la costumbre. Pero si rentas, salarios, ganancias y precios son por la competencia se pueden establecer leyes. El problema es que tales se pueden desajustar cuando cambia la realidad sobre las que se aplican., como sucede en el campo de la física, la química o cualquier otra rama del conocimiento científico. Lo que sucede es que en el campo de la economía no cambian sólo factores externos, sino criterios subjetivos y se producen muchas interferencias de realidades que se solapan. Por lo que podemos hablar de una ciencia relativa y de criterios flexibles.

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La teoría clásica, perfeccionada por Stuart Mill, establece que los salarios dependen de la demanda y la oferta del trabajo. Se establecen según la proporción entre capital circulante y la población trabajadora. La teoría inicial de Mill fue: “no se pueden subir los salarios si no aumentan los fondos empleados en dar ocupaciones”. Pero él mismo se dio cuanta de que tal idea carece de rigor científico y cambió su postulado al examinar los escritos de Thorton, que cuestionó que existiera un fondo de salarios, ya que éste es consustancial con el negocio. Puede formar parte de las ganancias y del capital empleado, que no es menester sea una parte inamovible para los salarios. Lo mismo podríamos pensar hoy de las pensiones, en cuanto no tiene porque necesitar de un fondo de pensiones, sino que pueden participar de los beneficios económicos. Así se comienza a entender con los fondos de pensiones privadas, que resultan de los beneficios de una inversión previa. Pero como hemos ido viendo la Renta Básica no recurre a un fondo establecido, sino que es mucho más dinámico, al contemplar tasas, como la tasa Tobin y otros impuestos o mecanismos monetarios, que hacen que una parte de los beneficios recaigan en la ciudadanía. En definitiva ¿es posible que el sistema de pensiones se vea amenazado cuando los beneficios de la banca privada aumentan cada año en más de un 12%?. Según la teoría de Mill, establecida hace siglo y medio: “No hay ninguna ley natural que impida que los beneficios privados suban hasta el punto de absorber no sólo los fondos que el capitalista pensaba dedicar al negocio. El límite real a la subida depende de la apreciación personal del capitalista sobre en que forma le ocasiona la ruina o le obliga a dejar el negocio. No de los límites inexorables del fondo de salario”. El límite está en que no puede pagar lo que no tiene. Entiende que no tiene sentido fijar por ley un salario mínimo a menos que hubiera trabajo para todos. No tener en cuenta este principio es lo que ha devaluado paulatinamente el empleo en la etapa keynesiana y que durante el neoliberalismo posterior se rompe la relación salario-empleo con la precariedad y los contratos basura y a tiempo parcial. Lo cual depende del valor de los empleos específicos en el mercado. Y esta razón de la teoría clásica y que luego reivindica la Escuela de Viena. Pero es algo que, sin posibilidad de pleno empleo real, sólo es admisible a partir de que las personas dispongan de una base de subsistencia. La competencia establece un equilibrio entre los diversos valores del mercado laboral, pero si se parte de un estado de necesidad se convierte en un chantaje, que a la larga perjudica al mismo mercado. Como ha venido sucediendo, para ajustar este déficit redistributivo, por ley o por presión de los sindicatos ante la opinión pública se han elevado los salarios más allá de su valor real y como consecuencia se ha desembocado en un incremento del paro. Allende se ha establecido un salario mínimo, a partir del cual aumente según el mercado. Este salario base debe extenderse de manera universal, a todos los sujetos sociales, cuando el salario no es más que para una parte de la población activa. Por consiguiente la Renta Básica lo que hace es aplicar la lógica del propio sistema ante una nueva y distinta realidad.

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La teoría de Mill parte de un principio que debería ser universal: lo primero es la subsistencia de todo el pueblo. Y para ello la economía tiene que funcionar. Su criterio es el reparto del trabajo, pues entiende: “el problema de mantener a los pobres es que crecerían más que lo que haría el capital”. Por eso no abogamos, desde la Renta Básica, por una paga social para los necesitados. Por otra parte ya avisa de los errores que pueden derivar de buscar trabajos para dar una paga, en lugar de dar un a paga por el trabajo hecho, pues se acaba estableciendo en la economía una gran parte de trabajo ineficaz, lo mismo que las inversiones con el objetivo de crear o mantener el empleo. Que fue lo que sucedió con la aplicación del intervencionismo.

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En ningún momento, quede claro, vamos a buscar en Mill un defensor de la Renta Básica. Ni mucho menos. E este autor hace una serie de reflexiones que nos orientan en el sentido de razonar los problemas. La actualidad se sitúa en un contexto significativamente diferente al que él tuvo la oportunidad de observar y estudiar. Este economista inglés plantea que no se puede ofrecer una subsistencia a una clase ociosa, sino trabajo, y con el mismo criterio que hoy lo implanta el neoliberalismo, abaratando la mano de obra de acuerdo a la oferta laboral. Entiende el trabajo como un medio para el desarrollo personal y social. Cuando este medio es escaso las condiciones son peores, pero en un ambiente de mucha mayor riqueza. Cuando el desempleo se convierte en un problema estructural, no ya de la economía sino de una civilización, hace falta un cambio de rumbo en el desarrollo económico. Sin llegar a conclusiones concretas Mill se plantea una serie de cuestiones, sin ofrecer una respuesta. Piensa sobre tales asuntos. El debate y la crítica hoy no existe en la comunidad científica de economistas, y mucho menos en la comunidad universitaria, en donde la reflexión brilla por su ausencia, excepto raras excepciones.

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  1. Mill se posiciona en contra de Malthus, cuando éste se había manifestado contrario a cualquier ley de beneficiencia. Mill, sin embargo estima: “la sociedad puede y, por consiguiente, debe asegurar contra la extrema necesidad. La ley de beneficiencia es una ventaja para la Humanidad.; ésta no tiene peores enemigos que los que se prestan a atraer el odio sobre esta ley o por los principios que la originaron”. Incluso estima que debido a que la competencia fija los salarios, cuando son insuficientes hace falta un sistema de subsidios, de la misma manera que cuando se dan mal las cosechas se acude, en aquella época, a los socorros parroquiales. Sobre todo para evitar que sea una medida excepcional plantea que se conceda a todos los trabajadores necesitados por igual. Si nos damos cuenta su tesis, siguiendo la lógica teórica del capitalismo, parte de una base de subsistencia. Siendo ésta que propone no en forma de dinero sino en especias con un trabajo añadido: lotes de tierra a cada familia para ayudar a completar el salario con la venta de lo que produce y que sirva para el autoconsumo, lo que significa un ahorro al gasto familiar. Esto es lo que va a permitir su tesis: “que el patrón compre el trabajo a precio de mercado”. Razonamiento éste muy importante en la sociedad actual, cuando vuelve la ola neolieral y se pretende liberalizar los contratos. Esto es posible y necesario pero con una base de subsistencia, que hoy sería implanteable y absurdo mediante pequeñas huertas. La nueva forma es la Renta Básica. Este es el sesgo que hace la teoría liberal. No se pueden ofrecer huertas por falta de terrenos disponibles y segundo por lo caro que sería su cultivo ante los avances de la agricultura intensiva y masificada. Otra condición que pone Mill para que esto sea posible es que se regule la población. Tema éste que en la actualidad es un hecho. Aplica la lógica económica según la cual: si se dan tales subsidios aumenta la población y por ende los salarios caen, llegando a una situación peor de la que se parte. Ahora bien expone que por otra parte cuando nadie se ve obligado a vender su trabajo, bajo el chantaje o trabajas de o lo haces o te mueres de hambre, lo natural es que suban los sueldos y sobre todo dice que se solucionaría uno de los problemas más arduos que sufre la sociedad y que sin embargo no se contabiliza como problemático: “la gran masa es esclava de un trabajo en el cual no tiene interés”. Dice: “el sistema industrial está condenado cuando hace depender de los salarios el trabajo que ofrece, de manera que convierte a los trabajadores en mercenarios”. Este análisis es de vital importancia siglo y medio después en el desarrollo de la sociedad industrial, pues es el desencadenante de los casos de violencia delictiva y doméstica, de patologías psicológicas y en definitiva de infelicidad, a pesar del bienestar material. Este trasfondo es preciso estudiarlo y comprender la necesidad de salir de tal espiral. No sólo como una alienación salarial, sino como una actitud existencial que hoy ennegrece nuestra sociedad. Sobre todo cuando en el mundo moderno se falsean las relaciones humanas, se instrumentaliza el conocimiento de la psiquis para manipular a los compradores y a la ciudadanía en general. Se degradan las formas simpáticas y de cortesía a una mera técnica de venta y aproximación al otro concebido como un cliente. Tal degeneración afecta al ser del varón y de la mujer, que se ven objetos de fuerzas que no controlan y que no pueden definir. Hace unos días me comentaba un vendedor profesional ciertos “trucos” que funcionan demostradamente para vender más. Me pareció aberrante. Colocarse a una distancia determinada ante una persona para influir en su voluntad. Mover las manos o en que lugares del cuerpo se le puede apretar para cambiar su actitud. Me explicó como él mismo participa, porque es su trabajo, estando en contra de tales técnicas, lo cual es dramático, ciertamente, porque tiene que llevar un sueldo a su familia y mantener “su tren de vida”, que se encuentra incapaz de parar. Un compañero suyo cayó en una profunda depresión. Otro en una crisis existencial y acabó rompiendo con el trabajo y la familia, ¿a cambio de qué? de una profunda despersonalización dentro de una secta de chamanismo que le dio el alivio de ser un zombi que se ha “rebelado al sistema”. Me contó el vendedor, como en los grandes almacenes se pone un tipo de música según la hora del día para animar las ventas, sin que lo sepa el cliente, que se ve estimulado por efectos exteriores que han sido perfectamente estudiados. En estos templos del consumo se entra por la derecha, porque es hacia donde se suele orientar la mirada y porque la mayoría de las personas son diestras y esto facilita las ganas de coger algo, que se acaba llevando a casa. Al respecto se han realizado importantes estudios a los que no tiene acceso ni información el cliente. Se han quitado los mostradores para evitar barreras psicológicas entre quien vende y quien compra Los vendedores dan consejos en un tono amistoso. Cuando se va a hacer una propuesta que requiere sentarse se hace en mesas redondas porque eso facilita la “comunicación” que no es otra cosa que un eufemismo de manipulación. Todos estos mecanismos de control mental afectan a la demanda y la fabrican. ¿Por qué no se tienen en cuenta a la hora de elaborar las teorías económicas y los sesudos análisis sobre el desarrollo.
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  2. Los economistas clásicos vieron fundamental para el desarrollo del libre mercado dos condiciones. Una, educación general de la población y dos, la desaparición de la pobreza, excepto Malthus que ve en ésta un medio de control natural de los excesos de población. Mill cuenta una serie de anécdotas, digna alguna de tener en cuenta, como fue el caso de que para estudiar en la universidad, antes de que se inventara la imprenta muchos estudiantes ejercían de mendigos para costearse los estudios. Más aún los rectores daban licencias para mendigar en las calles. Ya entonces Stuart Mill criticó que se pagara de manera diferente el trabajo de los hombres y el de las mujeres, realizando la misma función. Lo cual, explica, contradice la ley de la competencia de los salarios y observa que depende también de la costumbre o prejuicios. Es decir lo sitúa el asunto en un marco económico más allá de la justicia social. La costumbre, dice, es lo que explica los salarios de abogados, médicos y cirujanos, no la oferta y la demanda. O por ejemplo el sueldo de los mayordomos que solía ser alto no por la competencia sino para que estuviera a gusto y mantenerle en un clima de confianza dentro de las interioridades de familia.
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  3. A mediados del s. XIX la corriente política que representó Mill reivindicó, en Gran Bretaña, el libre acceso de ambos sexos a ocupaciones industriales, para hacer innecesario que la mujer dependa del varón. Planteó como objetivo la independencia social y económica del sexo femenino, sobre todo para lograr algo que le preocupó siempre, que disminuyese la población. Se ha visto que a medida que ha sucedido, unido a otros factores como la disposición de métodos anticonceptivos, así ha sido. Mill enuncia la servidumbre política y social de la mujer que es maltratada y matadas impunemente. En la actualidad sigue sucediendo, pero en menor medida y, desde luego, no impunemente. Lo cual es un avance que ha tardado más de un siglo en establecerse. Criticó la ley que hizo que lo adquirido por la mujer con su trabajo pasaba automáticamente como propiedad del marido, lo que hizo depender a la mujer de su cónyuge y verse muchas veces vejada física y moralmente.
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  4. El conjunto de razonamientos y observaciones que hace Mill le llevan a la conclusión siguiente: “en economía política las verdades son sólo relativas”. Incluso el valor de las cosas, que se suele confundir con los precios, es relativo. Dependen del valor de otras mercancías. Analiza como cuando un agricultor tiene que trabajar el doble por dificultades que surgen no significa doble producción ni doble ganancia. Lo cual hoy es el ABC de la economía en sentido inverso sobre todo. Por lo tanto habrá que buscar leyes y mecanismos que regulen la realidad y no adaptar ésta a las ideas o conceptos ideologizados de quienes dirigen los designios de la nación o de los interese financieros.
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  5. Otra observación muy importante de Stuart Mill es que descubre que no es realidad que compremos las cosas con dinero, sino que el dinero es una medida común para valores de igual clase. Han funcionado en otras culturas otras “monedas”: las pieles, el ganado el thé comprimido en China o las conchas, cauris, en África. “El dinero es un artificio – dice – para ahorrar tiempo y trabajo. Se trata de un instrumento para hacer transferencias. El dinero se compra y se vende, y eso es lo que lo da valor. No se cambia. Cuando una persona compra pan, vende dinero al comerciante”. Tener claro esta idea nos permite ver la función de la Renta Básica. Ya que no se trataría de regalar este dinero, sino de ponerlo en circulación desde la unidad de consumo de base, el individuo. Lo mismo que se hace mediante la política monetaria pero desde las inversiones de capital, de manera que se conviertan en ganancia y tras un proceso de rentabilidad se pretende crear un mecanismo de ampliar la población activa y disminuir el paro. Se puede hacer lo mismo de manera directa, simplemente por eficacia, para vender y comprar el dinero desde la base de la economía, el consumidor. Los cambios de tipos de interés, abaratar o encarecer los créditos y demás actuaciones sobre la masa de dinero concentra el capital para moverlo en actuaciones estratégicas de inversión. Por el contrario la renta Básica atomiza una parte del capital en muchas pequeñas partes en lugar de hacerlo en pocas grandes cantidades, lo que beneficia evidentemente a los grandes capitales, de ahí que la banca obtenga constantemente año tras año miles de millones de beneficios mientras que los ciudadanos cada vez tienen menos poder adquisitivo en los sectores más necesitados principalmente. Se trata de desparramar el capital. Que un aparte de él funcione desde el pueblo. Llegamos así a otra de las conclusiones de Mill: no sólo el dinero es riqueza, pero no porque haya otras variables, como acciones y demás, sino porque la riqueza es también elementos intangibles, como pueda ser la cultura, relaciones humanas gratificantes, etc.
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  6. Ya observó John Stuart algo que comenzaba a verse en su época y culmina a comienzos del s XXI. Se trata de que la carestía de vida no es, muchas veces, una cuestión de necesidad, sino de necedad, como fue el hecho de querer consumir la gente pobre igual que la gente rica o parecido, por mero mimetismo, por aparentar riqueza sin ver que podrían ser consumos contraproducentes, como fumar, o cuestiones banales como el uso de sombrero, etc. En la actualidad tal copia se hace mediante la industria de las revistas de moda, del corazón que trasladan un cierto glamour absurdo y que se usa como reclamo publicitario con famosos que se convierten en la imagen de una serie de productos vacuos. La riqueza se convierte en un símbolo. Muchos objetos no se compran en función de ellos, sino de la etiqueta o marca. Esto no ha sucedido de repente, como se puede ver al leer la obra que analizamos, en la que su autor recrimina que aparezca un nuevo fenómeno como es el incremento de gastos en la clase media por un falso respeto de la opinión pública. Por eso el progreso económico no se mide para los economistas clásicos en índices de producción, sino en el progreso del capital, de la población en su conjunto y en las artes productivas. Sólo que en teoría. Pues su aplicación ha sido concentrar la medida en el primer índice y a veces en el segundo. Se ha utilizado el desarrollo económico como medio de control sobre la población. Lo cual es una función política que excede lo estrictamente económico. Es un sistema que se ha impuesto de manera indirecta saltándose el “poder del pueblo”, la democracia, que se ciñe a la elección de gestores del Poder, la más de las veces inútiles para resolver los grandes problemas de la sociedad. Mientras que para Adam Smich la situación de la masa del pueblo es lo que mide el desarrollo, para Mc. Culloch, por ejemplo, prosperidad no es producción y buena distribución de riqueza, como proponen los teóricos de la economía, sino altas ganancias. Lo cual es la visión de los ejecutivos de Bancos, Empresas y de los partidos políticos mayoritarios. Stuart Mill es tajante a este respecto (pg. 641): “No me agrada el ideal de vida que defienden aquellos que creen que el estado normal de los seres humanos es una lucha incesante por avanzar; y que el pisotear, empujar, dar codazos y pisarle los talones al que va delante, que son características del tipo actual de vida social, constituye el género de vida más deseable. Para mí no son otra cosa que síntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial”. Para indicar en la página siguiente: “en los países avanzados económicamente lo que se necesita es una mejor distribución”. De manera que si el adelanto industrial abrevia el trabajo humano habrá que usarlo para incrementar las comodidades. De manera que el bienestar se desarrolle con la justicia y la libertad a la par. ¡Año 1848!.
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  7. Vaticina que el desarrollo en los países europeos no se va a perseverar en la división de clases entre obreros y patrón, como en aquella época preveían los socialistas. Observa que el trabajo asalariado es estable, de manera que se suele trabajar en lo mismo hasta el final de la vida, lo cual hace que se establezca una cooperación entre ambas partes. Algo que así ha sucedido. Observa casos excepcionales que suceden ante trabajos especiales, como las tripulaciones de balleneros, los mineros de Cornwall y las tripulaciones de barcos que viajaban a China, en los que los contratos se subastaban, por la dificultad de tales empleos. También casos en los que el empresario hizo participe a los obreros de los beneficios , mediante un porcentaje de las ganancias o de acciones, como la imprenta de M. Paul Dupont y Mr Leclaire. Pensó que igual de necesarias eran las asociaciones entre trabajadores, como entre los capitalistas. Una de las luchas sindicales de entonces fue contra el trabajo a destajo. También contra la contratación de niños, lo que los patrones justificaban sobre la base de la libertad de contratación, lo que se entendió finalmente como algo a abolir pues significaría libertad de esclavitud. Defendió la reducción de horas sin reducción de salario (pág. 824). Lo cual nos puede hacer ver que tal medida es ya insuficiente en la medida que ha habido un cambio cualitativo en el mundo de la producción y el consumo, en definitiva en el mercado y en la economía en general, que debe llevarnos a una serie de propuestas cualitativamente diferentes en pro de adecuar la lucha social a la nueva realidad económica.
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  8. Sobre la política asistencial manifiesta que si un individuo recibe socorro en condiciones tan aceptables como las que obtenga mediante el trabajo, haría falta un sistema organizado de coacción para poner a trabajar a la gente, con normas estrictas. Al mismo tiempo (pág. 828) hace ver lo siguiente: “el Estado prevé de subsistencia a quien ha cometido un crimen, pero no hace lo mismo con el pobre, quien no ha faltado a la ley, lo cual es premiar al crimen”. En el mismo sentido manifiesta la necesidad de pagar a gente que se dedica a estudiar, pues sin ser productivo su trabajo es un bien para la comunidad y a la larga beneficioso.
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  9. En definitiva la reflexión sobre la economía es lo que hace falta. Las conclusiones vendrán después. Pero defender posturas sin debate, sin análisis más que como justificaciones de intereses, creencias o ideologías es preocupante. Sobre todo porque no se ponen en cuestión muchas premisas que han quedado obsoletas. Que en breve nos parecerán ridículas. Se multiplican las protestas aparentemente progresistas contra la deuda externa, sin un proyecto económico que lo avale y transforme tal reivindicación en una realidad. No puede quedar un tema tan importante y decisivo para el futuro de la Humanidad al pairo de los dirigentes políticos.
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  10. El economista indio, profesor de la Universidad de Columbia, EE.UU., Jaydish Bhagwati6, insiste en la necesidad de condonar la deuda externa en los países pobres, pues el endeudamiento fue debido a gobiernos dictatoriales que han desaparecido. Piensa que tal medida va a permitir aumentar el nivel de vida y de esta manera se puede afrontar una democratización de estos países en vías de desarrollo. Le parece ridícula la exigencia del FMI y el BM, de que primero se democraticen para que se les perdone en parte. Sería, dice Bhagwati, como dar medicinas al que se cure, en lugar de a quien esté enfermo. Este profesor analiza que la globalización crea prosperidad y a su vez ésta cambios sociales, pero hay un freno imperceptible, que se achacan a perjuicios, a que algo no funciona. El problema es que para que las políticas económicas lógicas y racionales se apliquen hace falta ver como tales medidas van a afectar a las ciudadanas y ciudadanos de los países ricos, de manera que puede desembocar en una quiebra económica brusca del sistema económico y una revuelta social sin precedentes. Hace falta indemnizar a las poblaciones ricas, por decirlo de alguna manera, para repartir la prosperidad y el bienestar, haciendo de estas condiciones un valor global. Y esto sólo se consigue con el establecimiento de una renta básica.
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Se hacen muchas propuestas sobre el vacío o para afrontar un proyecto carismático dirigido desde creencias religiosas, aunque sean de base, como se autodefinen los movimientos doctrinarios infiltrados en los movimientos ciudadanos (como levadura en la masa social). El objetivo de sectores ideológicos y doctrinarios es minar el liberalismo, sin más, al que ven como una plan aberrante por sí mismo. Es una lucha que se disfraza, que no se hace abiertamente y con rigor técnico. Como el rechazo a que los comercios abran los domingos y asuntos de igual índole. Los residuos del comunismo se aferran a clichés para mantener el rescoldo de sus principios. Las soluciones vendrán si se logra abrir la inteligencia a la sociedad, la crítica reflexiva y los debates políticos serios. Pero también la libertad se disfraza, para trucar falsos debates y noticias descontextualizadas y distorsionadas. La obra de Mill nos ofrece un caudal de conocimiento y de experiencia histórica, con el tiempo que ha pasado, que se puede aprovechar para cimentar, junto con otros autores, las perspectivas de futuro. Temas que se han resuelto, como el crecimiento incesante de población, pueden dar lugar a rescatar antiguas ideas capaces afrontar nuevos resultados. Porque fueron descartadas por no ser posibles, pero no podemos dejar que caigan en el olvido, sobre todo cuando sirven para construir el futuro. Y porque las nuevas ideas sobre la Teoría Alternativa no son fuegos artificiales que aparecen de la nada y ocupan un espacio efímero. Son, por contra, conceptos florecientes que se enraízan a la realidad construida, como pasado, presente y futuro.

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  1. 1“Ideas para moderados”. Unión editorial. Madrid – 1.982
  1. 2Principios de la economía política. (Con algunas aplicaciones a la filosofía social)”. Edt. Fondo de Cultura Económica. México – 1.943. Traducción, T. Ortiz y revisada por C. Lara Beautell). La primera edición en inglés se hizo en 1.848. (El mismo año en que se publicó el manifiesto Comunista)
  1. 3“Más allá de la oferta y la demanda”. Edt. Unión Editorial. Madrid – 1.979
  1. 4“La izquierda Liberal. Campaña política de D. Santiago Alba”. Compilación de discursos e intervenciones públicas de este político. Edt. Imprenta castellana. Valladolid – 1.919
  1. 5Fechada el 20 – VI – 1.919
  1. 6 El País. 10 – III – 2.001