Aparecen descritas las circunstancias de diversos personajes en una situación marginal. La novela hace visibles las relaciones de poder entre la institución penitenciaria y las presas, pero desvela que lo mismo sucede con el resto de los ciudadanos fuera de la cárcel. Permite ver una realidad compleja, en la que no hay buenos ni malos, víctimas o verdugos, sino personas que juegan su papel y, en muchos casos, se ven obligados a hacerlo aunque estén libres. De alguna manera con la lectura de esta obra estamos viendo una célula del organismo social. Como se suele decir “no hay texto sin contexto”, de la misma manera no hay delito sin un contexto social. Precisamente lo que queda al margen de cualquier espacio es lo que le da forma, esta situación de los marginados de la sociedad es la que da forma a ésta, tal es lo que nos quiere hacer ver esta novela.
Llama la atención que hechos que son narrados en esta obra parecen de ficción, sin embargo, veinte años después, salen fotografiados en la prensa y denunciados en los tribunales. ¿Casualidad?, ¿o se oculta a la ciudadanía y se la sigue ocultando la realidad, o sea la corrupción?. Revelar es una de las funciones de la literatura. O como se decía antiguamente en el refranero: si robas un melón eres un ladrón, pero si robas un millón eres un señor. Si se emborracha un rico decimos ¡qué alegre está el señor!, si lo hace un pobre ¡qué molesto es ese borracho!. Basta ver las sentencias de actualidad a hombres de relevancia social por sus accidentes al conducir borrachos y la de ciudadanos sin ese poder, que por mucho menos daño ocasionado cumplen condenas muy superiores. Lo que explican los defensores de la realidad vigente o bien amenazando con denunciar a quien lo diga o admitiéndolo mediante la metafísica jurídica.
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Cada escena de la novela, que se corresponde con un capítulo, da a conocer pequeñas historias de las actrices y de su entorno. Coincide con la situación de cambio que se quiere implantar a nivel social y, sin embargo, una serie de resistencias, nuevas formas de control y manipulaciones sociales impiden que suceda de una manera autentica y todo acaba en un espectáculo cuyo destino es volver a la realidad que el Poder impone. Lo que ilusiona es somero.
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El monitor de teatro, acaba convirtiéndose en una metáfora del proceso de vuelta a la realidad y en el desenlace final podemos ver cómo se dirigen los hechos colectivos aprovechando las particularidades concretas de las personas. La esperanza que trasluce el autor es dar a conocer lo que ocurre a nuestro alrededor y plantar cara a los opresores inteligentemente. Las presas que actuaron así lo hicieron. Cumplieron las condiciones para poder representar la obra fuera de la cárcel. Ha costado mucho esfuerzo y han realizado una obra de arte dentro de la cárcel, posiblemente sin darse cuenta. Algo que quienes ejercen el control, por encima de la dirección del presidio, no quieren reconocer.
La experiencia de hacer una obra de teatro y representarla con éxito, ha sido en el fondo un experimento y ha terminado. Sucede entonces lo inesperado, pero previsible. Nadie puede culpar a nadie. Según se definan los hechos que suceden en el mudo así será la realidad, por esta razón el Poder da las palabras a las cosas, pero hay que ver, tanto las palabras como las cosas, por dentro, lo cual es lo que hace esta novela. Es necesario, todavía más, la revelación cuando la mordaza es el silencio, el olvido.
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El aprendizaje de hacer teatro es toda una experiencia que hace visible lo real, la vida a un lado y el poder a otro. ¿Hasta qué punto merece la pena recrear una obra de teatro que ya se hizo, de la que nadie se acuerda si al final sólo queda volver a lo de siempre?, pero con la lección aprendida. La respuesta la tendrá que ofrecer cada lector. Como en la vida misma en la novela todo vuelve a empezar, aunque algo, quizá, haya cambiado.
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Esta obra, como otras del autor, plantea un cambio de perspectiva para desvelar que la realidad se ha apoderado de la conciencia. Toda revolución exige la revolución de los sentimientos, hacer de la estética un impulso vital. Es en esto donde está la esencia del teatro, en lo que el arte que enseña a hacer obras dramáticas tiene sentido.
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Es una novela que mira cara a cara al lector, le advierte de que estamos caminando hacia la sociedad del arte, el único futuro posible, la que hará romper los barrotes, las rejas del alma, que nos amordazan a todos, aunque las sufran unos pocos nada más, con el fin de que el resto de la ciudadanía quede anestesiada.
Esta obra sigue el rumbo literario de analizar los sentimientos, las pasiones y la sexualidad de aquello que no se ve de un hecho determinado, pero amplía su contexto a un ambiente, no únicamente a un hecho condenado como hace Stendhal en su novela “Rojo y negro” ante el intento de asesinato de una mujer. O la novela “Los hermanos Karamazov” de Dostoievski, sobre el asesinato a un anciano, del que culpan al hijo mayor, Dimitri. ¿Por qué suceden hechos de esta índole?, ¿cuál ha de ser la respuesta?. Los hechos son más complejos que una opinión simple y simplista sobre ellos. Y transcienden la sentencia de un juez.
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La novela “Reyerta” propone una reflexión muy profunda partiendo de las vivencias de un grupo de mujeres en la cárcel, en una sociedad que ha construido un modelo en la que se encierra a ella misma, a todas las personas, una sociedad carcelaria, pero la cárcel permite disfrazar de libertad lo que queda fuera.
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Una vez escrita y publicada la obra, es el lector quien tiene la palabra. El autor su silencio. Gracias.