1. El fanático, en lo que se refiere al núcleo de su idea, no dialoga. Posee un pensamiento obsesivo y absoluto. La base para que haya comunicación es que el emisor y el receptor se escuchen. Para el sectario la Verdad es suya y se la tiene que trasmitir al resto. No debe hacer caso de lo que no va con ella, pues o es un error o puede contaminar su mente (interferir en la programación). Su manera de hablar es echando mítines y sermones. No sabe seguir una conversación. A lo más cuando forma parte de una estrategia de captación. Hace que escucha para entrar en el campo psicológico de quien se propone sea su presa. Pero no hace caso. Expone sus ideas con discursos. Utiliza frases hechas y vuelve siempre al mismo tema. Necesita apoyarse en citas y textos que avalan su planteamiento. No habla por sí mismo, sino que trasmite lo que dice la organización. Se entrena para hacerlo bien y parecer espontáneo. Se le explican las posibles preguntas que le puedan plantear y cómo ha de responder con una clara intención de mercadotecnia. Fuera de la actividad para la secta disimula este comportamiento y actúa de otra manera para ocultar su militancia, si no interesa que se sepa, por ejemplo en el lugar de trabajo. Cuando no sabe responder a alguna cuestión insta a quien se la ha planteado a que vaya a hablar con otro más preparado que se encuentra más cerca de la Verdad. Lo que es una manera de orientar al «cliente» hacia las puertas de la organización.

 2. Siempre debe mostrar la felicidad. De esta manera constata que se encuentra en el buen camino. Supone la prueba de que la Verdad funciona en su vida personal y lo mismo puede suceder en la de los demás. Cuando un sectario habla con alguien, en relación al tema sectario, siempre parece que está haciendo un anuncio. Fuerzan la sonrisa. Aunque se muestra muy simpático en ambientes distendidos no admite bromas ni comentarios jocosos que tengan que ver con la secta. Carece de sentido del humor, pero se desinhibe y dice chorradas sin importarle el qué dirán, ya que lo imprescindible para él es quedar bien ante sus superiores en espiritualidad. La pérdida del sentido del ridículo hace que vaya a predicar sin rubor casa por casa, que vista de manera rara, que se ponga en medio de la calle a hacer Tai Chi. Superar la timidez facilita la libertad personal, mas no es el caso ya que lo que se consigue es que la secta le utilice mejor. Además sólo funciona tal cualidad para las tareas de la organización (para lo que se corresponde con la programación). Sería capaz de parar a un señor para ofrecerle un folleto que anuncie conferencias, pero le resultaría imposible preguntarle qué hora es. Para las tareas de la secta pierde el pudor y no se da cuenta de lo mal que lo pasan los que se encuentran en su entorno ante sus poses, lo cual hace que se rían de él.

 3. Pierde interés por todo lo que no sea de y para la secta. La vida propia y la de los demás carece de valor. Se abandona la familia, el trabajo, los estudios… porque no se ve su sentido. Puede suceder totalmente o de manera parcial. Cuando se abandona un negocio o un puesto laboral se consigue otro en relación con la secta. También sucede que la prosperidad de una inversión o negocio es con la complicidad de la secta. Si se deja de militar o se denuncian ciertos aspectos se pueden perder importantes clientes. Es un chantaje que provoca una dependencia material a la secta. Esto hace que algunos adeptos acaben en la inercia de su organización y no puedan plantearse salir porque han apoyado su enriquecimiento en la secta.

4. Doble personalidad.

5. Mantiene esquemas simples de pensamiento. A pesar de lo complicado de sus doctrinas el armazón doctrinario y psicológico (que en el fanático van unidos) es elemental, incluso infantil. Tiene respuesta para todo, desde lo más íntimo a lo más abstracto. El modelo de un planteamiento es igual para freír un huevo que para elevar el alma a la cuarta dimensión atemporal. Sigue la regla de que la verdad vale para todo y se aplica en cada momento. Si se ofrece un método curativo: pase de manos, agua magnetizada, comer ajo a la pata coja u otras fórmulas, vale para todo tipo de enfermedad, física, síquica o espiritual. La curación mágica sana el hígado, el riñón, la depresión, el dolor de oídos, etc., con la misma aplicación. «Lo que es arriba es abajo. Lo que es abajo es arriba.»

 6. Se identifica totalmente con la organización. Si alguien habla mal del líder lo toma como una ofensa personal.

7. Es insensible. Se mantiene impasible ante el sufrimiento ajeno. Tal frialdad emocional se logra con entrenamientos que se explican como métodos para lograr el equilibrio, la armonía con el Cosmos o supeditar los sentimientos a la voluntad de Dios. Nada les importa. En nombre de la Verdad se mata, se cometen abusos sexuales y demás. Pero se entienden como actos benefactores para la humanidad. Si es a costa de hacer daño a alguien se argumenta que es el precio que hay que pagar para que la secta logre sus fines. Un ejercicio que hacen sectas esotéricas es permanecer inmóvil ante un superior y que éste dé un bofetón al adepto. No solamente no puede rechistar sino que no ha de sentir nada, únicamente respeto por la autoridad de la secta. Se presenta como un ejercicio cuya finalidad es controlar el cuerpo astral. De esta manera se van moldeando las emociones y se ponen al servicio de la organización.

 8. La conducta, pensar y sentir del adepto se ponen al servicio de la secta. Todos sus criterios son dirigidos completamente por ella. No es simplemente una influencia sutil, es apoderarse de la voluntad de una persona.

9. Se acusa un grado importante de inmadurez e infantilismo. El inconsciente retrocede a fases primarias de la evolución personal. Se simula y se cree la necesidad que tiene la secta de sus «hijos» y se hace a cambio de infundir la necesidad de la secta en el neófito. Se narran cuentos para explicar las cosas y se potencia la fantasía y la imaginación, no para potenciar una actividad creativa, sino para mezclar esta cualidad con la realidad e infiltrar criterios irracionales en la mente, tanto para uso cotidiano como para los momentos que nada tienen que ver con tales facetas. Otro truco es dar nombres para uso interno de motes de la infancia o de personajes infantiles, Moway, Delfín Príncipe de akakor. A las mujeres se las trata como si fueran niñas, se las llama «maja», «cariño», «que guapita», lo que hace que se sientan alabadas. Se idealiza la etapa de la niñez. Es una manera de desarmar la psiquis del adepto con el fin de dejar a un lado lo aprendido por la experiencia de la vida y los razonamientos adultos. Las chicas mayores llegan a perder la menstruación y los chicos la capacidad de erección. Esto se vive como el grado sumo de perfección interior y de desarrollo personal. Cuando, lejos de ser un acto personal, es una disfunción inducida por una influencia psicológica. El celibato no se elige como criterio superior y mediante el sacrificio asumido y consciente sino que se anula la condición sexual o se desvía hacia los gustos del líder. El caso extremo se observa en organizaciones que en señal de pureza castran a sus miembros, para identificarse con los seres andróginos de otras galaxias, situación que se descubrió como práctica secreta entre los miembros de la secta Puerta del Paraíso. Supone la fase final de una proceso de llevar a la infancia la psicología del fanático para maniobrar mejor en su interior y se lleva hasta sus últimas consecuencias. Ciertos comportamientos de organizaciones fanáticas se potencian porque rivalizan entre ellas para ver quién es el líder más puro o cuál está más cerca de la verdad. 

 10. Lo malo para la secta es malo para el adepto. Lo malo para éste es una prueba si no perjudica a la secta. Si así ocurriera se expulsaría a la persona que pone al resto de sus compañeros en dificultades. Lo bueno que ocurra al adepto, recibir una herencia por ejemplo, siempre beneficia a los jefes. Los beneficios que obtiene el grupo no afectan para nada a sus componentes.