Patricia Fernández de Lis[1] hace una referencia al libro «En el límite, la vida en el capitalismo global«. Son once artículos cuya coordinación e introducción corre  a cargo de Will Hutton y Anthony Giddens, rector, éste, de la Escuela de Economía de Londres y teórico de la Tercera Vía. Uno de  quienes interviene es Manuel Castells, quien plantea como nuevo factor económico el incremento de la producción debido a las nuevas tecnologías y la falta de control de los sistemas electrónicos de transacciones financieras.


 

El resumen que hace la periodista del contenido de esta obra es que no hay alternativas, según los autores, a la combinación de economía de mercado y democracia, pues ha triunfado como sistema económico-político dominante en Occidente y poco a poco imponen sus reglas de juego al resto del mundo, lo que genera grandes desigualdades. Destaca la opinión sobre la falta de control en los flujos financieros, lo que provoca una cadena de influencias que afecta a las Bolsas de todo el mundo a partir de las reacciones de Wall Street.


Diversos autores critican estas consecuencias negativas e indeseables, pero advierten que es necesario potenciar y hacer que se desarrolle la extensión de la riqueza, lo que repercutirá a las capas sociales más pobres y a los países más desfavorecidos. Lo que no queda claro, dice la analista, es cómo lograrlo. A este interrogante he querido contestar explicando que se puede conseguir con la Renta Básica y que para conseguir que funcione no basta con que sea una buena idea, sino que su aplicación debe hacerse correctamente.


La renta Básica tendrá consecuencias positivas mucho más allá del reparto base de la riqueza y de la dinamización de la nueva economía. Representa un cambio profundo en las relaciones humanas. Afecta a la economía, pero también a la política y a la Historia. El sociólogo francés , Edgar Morin, escribe[2] que la última etapa de la mundialización , iniciada en 1990, ha producido las infraestructuras tecnoeconómicas de la sociedad-mundo. Sociedad ésta que supera los Estados. Creo que vivimos un momento preciso a las puertas de este cambio que sin embargo no queremos dar nombre.


 

Como escribí en una Tribuna, es hora de plantearnos la formación del Estado europeo[3], los demás atajos son dar vueltas sin sentido y eso se paga. Como plantea Morin  la alterativa es dejarse engullir por los últimos coletazos de una realidad que desaparece, lo que implica una ola de violencia indiscriminada, o salir de la Historias, idea que aparenta ser utópica, pero la realidad nos sitúa a las puertas de esta oportunidad. La Historia, escribe Edgar Morin, nace de la guerra y da nacimiento a la guerra. Para este sociólogo salir significa continuar la evolución, la de la sociedad humana como relevo de la evolución biológica.


Pienso a raíz de lo que he ido analizando que hay una evolución biológica, que da lugar a otra de tipo social, y ésta a una tercera que es la evolución histórica, en la que estamos al albor de un nuevo paso, cuyo impulso lo dará precisamente la economía, lo mismo que en el desarrollo social lo fue la política. Dentro de la segunda evolución, la social, ha habido una economía de recolección y caza, que permitió una economía de supervivencia. Luego vino la actividad agro-ganadera e industrial, que dio lugar a la economía del trabajo, siendo esta función esencial.


La otra fase dará lugar a una economía de la libertad, porque libera al ser humano de su necesidad si se basa en la tecnología y la Renta Básica. La primera fue asentada sobre el consumo de alimentos y pieles. La segunda además del consumo la producción de viviendas, herramientas, mercancías que garantizó la supervivencia y además generó el desarrollo económico y social. Hasta que éste haga el relevo a un desarrollo global y humano, que además de la supervivencia y el desarrollo permita la sostenibilidad, lo que hace de este paso una necesidad para que se mantenga el progreso y la supervivencia de nuestra sociedad democrática y del bienestar.


Alguien dijo que hay crisis cuando lo viejo que tiene que morir no muere y lo nuevo que tiene que nacer no nace, pero como dijera el pedagogo Klaus Mehnert: «La fructífera tensión entre lo viejo y lo nuevo es la que mantiene viva la evolución… la estabilidad presupone más bien la capacidad de cambiar«.


1 [1] El País, 29 – IV – 2001

2 [2] El País, 25 – III – 2003

3 [3] Tribuna, Diario de León 22 – X – 04