Pocas, o ninguna, personas contestarían afirmativamente a esta pregunta. Mucho menos si fuera en una situación en la que una gran parte de la población pasa hambre, hasta el punto de morir por falta de alimentos. Hubo un tiempo, no obstante, en el que se creyó que este tubérculo es alimento del diablo. Hoy la misma mentalidad sigue viva y se generaliza en muchos sectores, en una inmensa mayoría, sólo que traspuesta a otros temas y a otras circunstancias, pero es a proyección de la misma mentalidad irracional.

Fue el agrónomo Antoine Parmentier quien descubrió las propiedades nutritivas de la patata (año 1772) Una planta que, traída de América, se usó de adorno, luego para dar de comer a los animales. Este ilustre higienista francés vio que se puede usar como alimento humano y dadas sus propiedades nutritivas y su resistencia a los inconvenientes climatológicos, pensó que sería buena para paliar el hambre.

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Se creó un rechazo supersticioso hacia este alimento, repleto de argumentos y consideraciones y de citas bíblicas, hasta el punto de que se prohibió su cultivo. Por el hecho de estar bajo tierra se le llamó “la manzana del diablo”. Cuando se quiso implantar como base alimentaria las autoridades tuvieron que custodiar las plantaciones para que no fueran destruidas y hasta que personas ilustres probaron tal alimento para demostrar que no pasa nada malo, no se generalizó comerlas. Pasaron los años, los siglos y se rinde homenaje a quien propuso la patata como alimento humano, porque acabó en gran medida con la hambruna en Europa.

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Pero no fue sólo una superstición de gente inculta, lo corroboraron y dieron su criterio «científico» médicos ilustres y expertos en temas de salud de la época, quienes desde su autoridad académica descartaron la patata de cualquier dieta por ser “indigesta, debilitante y malsana” (A. Sotillo, 2008) El abogado Linguet inició una campaña publicando un panfleto contra el consumo de este tubérculo. A la patata le acompañó la polémica porque despertó sospechas entre los creyentes: «no debería ser comida por cristianos al no estar esta planta en el Paraíso». Tal fue la incongruencia que el Papa rompió una lanza a favor del tubérculo y desvaneció dudas comiéndolas en público (Gabriel Argumosa, 2013) Durante el año 1840 se produjo en Rusia lo que se conoció como “los disturbios de la patata” para impedir que se comieran patatas. Federico el Grande de Prusia puso soldados para que no las quitaran de los huertos reales, de manera que se empezó a pensar que sería algo valioso…

Me ha venido a la cabeza esta anécdota al leer las reflexiones económicas de Enrique Lluch Frechina, tanto en su libro “Por una economía altruista” (2010) como por el folleto que escribe “Rentas Mínimas. Justicia social desde el bien común” (2016). Doctor en Ciencias económicas, director del Observatorio de Investigación sobre la Pobreza y la Exclusión en la Comunidad Valenciana, director de investigación en la Fundación europea para el Estudio y la Reflexión Ética, etc. Tanta titulación y cargos que abruma.

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Si realizo una respuesta, que no será corta, es porque me parece necesario rebatir el desprecio que hace del pobre, confundiendo la palabra “pobre” con la persona pobre, y que lo haga desde la soberbia intelectual, vestida de academicismo, cuando incurre en errores lógicos al atravesar su discurso con divagaciones éticas que convierten la fe en una ideología, como hecho instrumental y no de creencia. Anatemiza la Renta Básica de la misma manera que antaño se hizo con la patata y usa los mismos fundamentos, desde mi punto de vista engañosos e ilógicos, pero que se extienden en la sociedad y los refuerza. Cuando la premisa es un error cuanto más lógica peor. Y si además se trasmite en una mentalidad colectiva proclive a no entender una medida innovadora impide cualquier tipo de avance social y humano, y que una parte de la población siga pasando hambre.

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La Renta Básica, advierte el señor Lluc, conlleva “el peligro del gorrón”, lo que repite reiteradamente. Daría lugar a “una sociedad que produce un número excesivo de gorrones”. Y para no argumentar la sinrazón que defiende deja caer tales desprecios, como que “puede ser”, “tengamos en cuenta que…” A lo que añade una visión apocalíptica: «con la Renta Básica la sociedad dejaría de ser sostenible«. Es de esta manera como los economistas contrarios a la RB se pasan unos a otros la patata caliente.

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Es preciso abordar esta cuestión porque subyace en el fondo de la mentalidad social como prejuicio, a modo de un cliché que salta automáticamente cada vez que se habla de la RB, y que este doctor de economía refuerza. Hay que extirpar tal fundamento irracional, porque como dijera Erich Fromm (1952) el problema de un salario asegurado (RB) no es económico, sino de mentalidad.

Bastaría la reducción al absurdo como respuesta a la lógica del profesor Lluc, pero desmontar un pensamiento erróneo exige dar una réplica a cada reflexión en la que se apoya. Por ejemplo de la misma manera la sanidad pública puede verse como una gorronería para quien no trabaje, o mejor para quien nunca haya estado empleado, es decir para quien no cobre nada. Es un derecho universal, que fue necesario implantar, y hoy si se quiere privatizar no es por un principio ético, sino para convertir la necesidad de atención médica en un negocio. O más aún, ¿por qué se obliga a muchas madres y padres que no tienen medios económicos a ser unos gorrones, para que sus hijos vayan a la escuela? Salva de su diatriba a los niños y niñas, pero ¿los padres y madres? Además si no llevan a sus hijos al colegio les quitan la custodia. Es otro derecho adquirido a lo largo de muchas luchas y nadie se ha puesto enfermo para gorronear la asistencia hospitalaria, ni interesa a nadie que los niños no sean educados, aunque a partir de una edad quien no tenga medios que se busquen la vida. Lo cual se pretende justificar desde la ética. Instrumentalizando ésta también a modo de una ideología.

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¿Por qué surgen las Rentas Mínimas y para qué? No fue una cuestión de conciencia ni de moral por parte de quienes gobernaron, ni la expresión de una profunda reflexión ética, porque no serían estas ayudas económicas como son en la actualidad ni se aplicarían como hoy sucede. Sirven para mantener la pobreza y criminalizar al pobre, porque ¿qué familia puede vivir con poco más de 400 euros? Lo cual obliga a hacer chapuzas, encargos sin declarar a hacienda, o sea en dinero negro, porque de otra manera los impuestos para llevar a cabo una actividad económica obliga a pagar más de lo que se va a ganar. Lo cual sirve para acusar y señalar a los parados de potenciar la economía sumergida. Curiosamente nunca se dice que casi el 100% de los pisos y propiedades que se venden en España es con una parte del precio en dinero negro, fuera del control de Hacienda para no tributar, y que los papeleos de la transacción se firman en las notarias. Todo el mundo lo sabe y muchos lo han hecho alguna vez, pero no se dice.

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Hace unos treinta años hubo sentencias en los juzgados que no permitieron que se echara a un inquilino de su casa porque no pagara si no tuviera recursos. Algo había que hacer. Y se ideó unas ayudas a quien no percibiera ningún tipo de ingreso y nada se le pudiera embargar. Para recibirlas no se podía tener ninguna propiedad. Un pobre que heredase la casa de un pueblo junto a varios hermanos, sin poderla vender, no las pudo recibir. Hasta hace muy poco tiempo que se cambió esta norma. Fue obligatorio, condición sine qua non, presentar el recibo de alquiler pagado. Es decir si no pagabas el alquiler no las daban. Con anacronismos de que quien tuviera que volver a casa de sus padres o cobijarse en la de un amigo, al no pagar alquiler le quitaban la ayuda social, lo poco que tuviera para vivir. Fue una medida instrumental. Hace dos años fue una crítica del Movimiento de Parados que ha logrado que la ley se modifique en ciertos aspectos porque su aplicación fue un dislate.

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Sucede que los trabajadores sociales, saturados de casos, se convierten en controladores y el cumplimiento estricto de la ley permite que un padre de familia con una furgoneta y sin ingresos salariales ni de rentas, por disponer de una propiedad necesaria para él, no reciba las prestaciones en forma de Renta Mínima y el hijo de una familia rica por empadronarse en el chalet de sus padres, sin propiedad alguna a la espera de la herencia, ni disponer de ingresos sí que la reciba, a parte de la propinilla que le dé papá y mamá.

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Cuando desde un discurso ético se exige, como hace Lluc, una contraprestación a la sociedad se olvida que vivir es gratuito. Otra cosa es que cómo la sociedad ha puesto todo tipo de condicionantes. Precisamente esto fue uno de los principios de los que surgió en los años 80 la idea moderna de la Renta Básica, a raíz de la reflexión en el “Colectivo Fourier”, que recoge una reflexión filosófica de este pensador del s. XIX según la cual: si la naturaleza nos proporciona los medios para vivir: aire, caza, árboles, suelo, cuando estos bienes se acotan y convierten en mercancía, la sociedad que los ha trasformado en propiedad privada o del Estado debe compensarlo con una Renta Básica que garantice la supervivencia de cada persona, como un derecho universal e individual y sin otro condicionante que el de vivir. El dinero es el equivalente en la sociedad moderna al agua en la naturaleza. El dinero es una herramienta, necesaria, pero quien se convierte en su dueño esclaviza a los demás, como cuando los ejércitos se hicieron con las cuencas fluviales y esclavizaron al resto de pobladores. El dinero de ser un medio de intercambio ha sido convertido en una fuente de Poder por la propiedad del mismo que lo articula y gestiona a través del Estado. La RB permite que el dinero funcione, en cierta medida, como una herramienta de compra y venta de bienes. Nadie puede cazar hoy día para vender pieles, las leyes lo prohíben, nadie puede pescar ya que los cotos son privados y tal actividad está regulada, o cultivar sin la propiedad de un terreno y sin los permisos administrativos, etc.

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Enrique Lluc critica la RB porque “deja a un lado la justicia conmutativa”, al romper el principio contributivo. La considera un derecho sin méritos anteriores, cuando supone simplemente ampliar el espacio común de la sociedad, una manera de redistribuir entre toda la ciudadanía la acumulación de bienes y de conocimientos de generaciones anteriores. Lo que Lluc llama el “bien común”, pero que más que común le sirve este término para delimitar y definir condiciones que deja fuera a los “gorrones”. Según su razonamiento ¿por qué un ciudadano debe pagar al erario público para construir una embalse que no va a usar o que incluso le destruye su pueblo?, ¿o que se use su dinero para rescatar a la banca? ¿o para hospitales y centros educativos públicos si hace uso de lo privado? Sin embargo según el principio rector de la RB este señor tributa como exigencia ciudadana, como necesidad colectiva, y tiene derecho a los bienes públicos, los use o no. Pero además desde el punto de vista fiscal ya no es posible ser un “gorrón” porque hasta el más pobre al comprar una barra de pan o un cartón de leche paga el IVA. Por lo tanto definir “gorrón” es una cuestión ideológica, que en lugar de reconocerlo, se reviste como ética.

El señor Lluc Frechina cae en un reduccionismo que se contradice en su mismo discurso. Por un lado dice que la RB desincentiva de trabajar a quien la recibe. Plantea como opción el “bien común” lo cual “no es un derecho, sino que tenemos la obligación o el deber de colaborar en su construcción”. A propósito de su discurso asegura por contra: “nuestra naturaleza nos lleva irremediablemente a trabajar para mejorar nuestros medios de vida”; “el trabajo es intrínsecamente humano… nos ayuda a ser más humanos” ¿Es el gorrón un desnaturalizado? Afirma que el trabajo es imprescindible para producir cosas. Lo cual plantea tres cuestiones.

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a) Si quien cobre la RB deja de trabajar o no consigue un empleo ¿por qué personas que cobran un salario tres y cuatro veces mayor que lo que supone la RB hacen horas extras o buscan trabajos retribuidos complementarios?

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b) Una argumentación a medias es un truco para falsear lo que se afirma y darlo forma de razonamiento. El trabajo, además de construir, también sirve para lo contrario: la destrucción. Empresas contaminantes, como la minería, que además han sido mantenidas, con la excusa del empleo, con fondos públicos y se ha evitado potenciar energías menos contaminantes y más sostenibles para el medio ambiente. Empleos que consisten en presionar psicológicamente a las personas, especialmente ancianas para que firmen contratos de compañías de telefonía, como los teleopoeradores, y otros muchos empleos ¿colaboran con la sociedad?, ¿construyen el bien común?

Porque esto nos lleva a replantear una premisa de la que parte Enrique Lluc, como es que el trabajo que se hace es para la sociedad, cuando nadie lo ha premeditado de esta manera, sino que lo que busca es un medio de vida, trabaja para una empresa, o se presenta a oposiciones de cara a trabajar para el Estado, o de manera autónoma para su negocio. Lo cual puede construir la sociedad o destruirla, con niveles enormes de contaminación, con destrozos de espacios naturales, con la manipulación emocional de seres humanos. ¿Qué es esa “sociedad” a la que se refiere Lluc? Usa un término abstracto que no dice nada, pero sirve para prefabricar un argumentario que se desvanece en lo concreto. Cuando toda la sociedad paga las tasas por exceso de emisiones de CO2, ¿Es construir la sociedad?, porque las emiten quienes van en coche para trabajar por el bien de la sociedad, o los humos de fábricas que se mantienen para que no aumente el desempleo o son en las que invierten grandes corporaciones financieras que tienen en su nómina a miles de trabajadores de la banca que también “construyen la sociedad”.

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c) El dinero no sólo proviene de un empleo ni se relaciona siempre con el trabajo. Una recalificación por una decisión política permite ganar millones de euros sin que el factor trabajo haya intervenido. La economía financiera funciona sobre la base de la especulación, mediante la compra y venta de valores en función a inversiones estratégicas del mercado bursátil. Esta economía cada vez está más separada de la productiva y una parte del dinero que se mueve en la Bolsa no redunda en nuevas inversiones de producción sino que funcionan en el mismo mercado de valores retroalimentándose.

Hacen falta mecanismos concretos de distribución de la riqueza, siendo el dinero el principal elemento del bien común porque es con lo que se realiza el intercambio de bienes. Precisamente la RB no es privativa de quienes no trabajen, o de los pobres, sino de toda la ciudadanía. Se trata de un derecho universal, que significa la evolución de otros derechos que se han asumido y forma parte de lo público. ¿Por qué el dinero público acaba en gran medida en manos de unos pocos nada más?, justo de quienes “no son gorrones”, sino benefactores de la sociedad porque “crean puestos de trabajo”, lo cual nos ha llevado a una deuda inasumible y los recortes van a parar a mermar los derechos de quienes menos tienen.

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La RB es una necesidad y es posible. Supone la adaptación de la economía a las nuevas tecnologías y a los sistemas informáticos aplicados a la producción, el consumo y los servicios. Supone la anulación del empleo como factor de distribución de la riqueza. Sin embargo para Lluc «si no existen disfunciones en el mercado se llega a un equilibro sin desempleo«. Lo cual desde hace treinta años ha dejado de suceder de esta manera. La tecnología ha cambiado el sentido del trabajo. Por otra parte la RB no prohíbe trabajar, sí tener más opciones de elegir qué condiciones y en qué trabajar.

Es curioso que Lluc alude al Papa Francisco para denunciar que el dinero se haya convertido en un ídolo, que todo lo justifica, que es el centro sobre el que gravita la sociedad moderna, en la cual “vivimos para el consumo”. Sin embargo ignora en su discurso que hay toda una industria que genera miles de puestos de trabajo que crea el deseo: la publicidad. Ese exceso de consumo que crítica es el producto de una industria del diseño, de la imagen, cuyas empresas mueven millones de euros anuales, y sus empleados sí construyen la sociedad (¿o la destruyen?) Es mucho más que una paradoja, es una contradicción que indica la necesidad de un cambio profundo a la hora de hacer planteamientos éticos.

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Desde la defensa de la economía “altruista” y la difamación contra la RB lo que se plantea es la sacralización del empleo, su idolatría, precisamente como elemento de Poder, porque su función se ha tergiversado. El trabajo como tal es un medio para resolver las necesidades, de alimentación, de educación, de vivir bajo techo, de protegerse contra las inclemencias de la naturaleza, pero se ha convertido (pervertido) en un fin en sí mismo, que justifica todo. Como fin en sí mismo, sea o no necesario, cualquier prestación ha de pasar por él. Como finalidad se ha de invertir dinero público para hacer más autopistas, aunque se cierren a los pocos meses, más aeropuertos aunque no se usen, y más, más… el caso es crear empleo, pero cada vez más deficitario y en lugar de haber creado riqueza ha originado una deuda descomunal y el déficit anual también aumenta a pesar de los recortes y las políticas de austeridad.

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Por ejemplo hace unos meses los ayuntamientos de Cádiz y de Ferrol, gobernados por Podemos-IU, votaron a favor de que se construyeran navío de guerra para Arabia Saudí en su jurisdicción. Una vez que renunciaron a aplicar la Renta Básica aluden a la ética del empleo, pero ¿es ética la industria de matar, de favorecer a una dictadura? ¿Es ético luego poner pancartas de “welcome refugiados de la guerra” o poner el grito en el cielo porque vaya a ese país el jefe del estado criticando que no dejan conducir a las mujeres? ¿La ética respecto a qué? Es una cuestión de modelo de sociedad, no algo moral, sino de respeto y de convivencia global. De criterio en cuanto al contrato social aplicado a las nuevas condiciones de vida.

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El profesor Lluc defiende que “cualquier estrategia es buena siempre que lleve a que tengamos más entre todos”, ¿cómo se concreta?, porque ¿a costa de qué? y ¿qué significa tener más entre todos”? Queda muy rimbombante, pero su significado es nulo y más en el contexto de su discurso, según el cual a quien queda excluido del mapa laboral no entra en el reparto. Una vez más instrumentalizar la ética convierte a la víctima en culpable.

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¿Alguien estaría de acuerdo en matar a quien robase veinte patatas? No es una pregunta retórica. La película “La balada de Nayama” expone esta tesitura al narrar la vida de un poblado en la edad media de Japón. Hay pocos alimentos. El hambre diezma a la población. Una pareja, ella quedó embarazada, tenía hambre y robó a otra familia un puñado de patatas. Todos, incluidos sus familiares, mataron a los dos ladrones porque pusieron en juego la vida de otros y la supervivencia del poblado que pudo acabar en una guerra entre ellos. No lo pudieron consentir. En una situación límite como la que se expone ¿qué es lo ético?

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Critica Enrique Lluc que la pobreza no baja porque las instituciones monetarias y los gobiernos se fijan exclusivamente en el crecimiento económico. He aquí una de las claves para entender la teoría económica (Teoría Alternativa) de la RB. Por un lado nos enfrentamos a la triple paradoja:

1.- Desde la socialdemocracia se invirtió dinero público en planes de creación de empleo, como en España fue el Plan E, que supuso un aumento de parados y un gasto astronómico de los fondos del Estado que fue a parar a beneficios empresariales. A pesar de los informes al gobierno de que esto era previsible y que iba a ser un error.

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2.- Las políticas desde el liberalismo de recortes y austeridad para sanidad, educación, becas, prestaciones, ayudas a la dependencia, subvenciones a la cultura se han hecho en función de disminuir la deuda y el déficit presupuestario y sin embargo han aumentado ambos parámetros ostensiblemente. El crecimiento económico, en el que tanto se empeñan, ha dejado de ir acompañado de creación de empleo.

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3.- Desde los gobiernos municipales del cambio se han aumentado partidas presupuestarias para políticas sociales contra la pobreza y la exclusión social, sin embargo ha aumentado el número de pobres en sus ayuntamientos. En lo que llevamos del año 2016 un 5’3%.

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Lo que quiere decir que el modelo actual no funciona, y no sirve dar una respuesta en ninguna de sus formas. Más que salir de la crisis es necesario salir de un modelo económico obsoleto e inservible, para lo cual la RB facilita una evolución que acople las políticas económicas a la nueva realidad definida por la tecnología, la globalización, la preponderancia de la economía financiera sobre la productiva y la imperiosa necesidad de conseguir un desarrollo sostenible ante la amenaza del cambio climáticas en ciernes.

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Sólo la teoría de la RB define el crecimiento económico en tanto que responde a: ¿hasta cuando, hasta dónde? Crecer, crecer, pero las fuentes de energía tienen un límite, la productividad también. Podremos llenar el planeta con diez mil millones de coches, pero no cabría ni uno más. ¿Qué hacer? ¿Una guerra para destruir lo que hay y volver a empezar un nuevo ciclo? De esta manera otra vez se impulsa la construcción, poner en funcionamiento las fábricas desde cero… O, por el contrario, entender que el crecimiento económico tiene un limite: hasta que sea posible la Renta Básica. Porque el empleo también tiene un límite, cada vez más ajustado debido a la tecnología, a la automatización y el uso de programas informáticos en la producción, la distribución y el consumo.

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Hay que entender que el principio de necesidad y el de supervivencia es previo a la ética. Defender el empleo como un derecho o un deber carece de sentido, porque no se garantiza ni puede hacerlo un Estado. Tampoco es posible ni deseable imponer un tipo de ética determinada, porque dejaría de serlo para convertirse en una ideología de un determinado Poder. Por eso hay que fundamentar las propuestas y teorías en la razón con el ejercicio del razonamiento argumental, de lo contrario se convierte en una justificación. La misma definición de economía, que se admite la que hizo Paul Samuelson, premio Nobel el año 1970, queda desfasada: “la ciencia que estudia la distribución de los bienes escasos en la sociedad”. La cual se logra a través del trabajo. Pero una vez que los bienes pasan a ser excedentarios ¿se pueden aplicar las mismas medidas?

Tampoco sirven razonamientos baladíes que alimentan los prejuicios, como aludir a que con una Renta Básica, lo que llama Lluc “dinero fácil”, los jóvenes dejarán de estudiar. En este sentido es igual que ha sucedido con el “empleo fácil” en las zonas turísticas. Ni se le ocurre proponer prohibir el turismo para que los jóvenes estudien. No obstante la libertad consiste en poder elegir, no estar obligados por la necesidad a una sola opción. Por otra parte la enseñanza debería encaminarse a la cultura, a aprender habilidades de estudio y contenidos, no adiestrar para superar exámenes y enfocado todo el esfuerzo y expectativas a un futuro empleo, sino potenciar el desarrollo de capacidades artísticas, nuevos enfoques y criterios pedagógicos para generar ciudadanos críticos, lo que va mucho más allá de una reforma de la ley de educación.

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Esta observación y negación de la RB es fruto de una lógica infantil, carece de contraste con la realidad. Sin embargo sirve para asustar con respecto a implantarla. Igual que otros profesores de economía, como Juan Ramón Rallo, cuando llevan la moral al terreno de la economía dejan a un lado la realidad y convierten suposiciones e hipótesis en tesis y hasta en “verdades” axiomáticas por arte de birlibirloque, basándose en su autoridad al tener titulaciones y enseñar en la universidad. Así Rallo mantiene que la RB es insolidaria, promueve el individualismo egoísta, etc, y se atreve a citar a Hayek, quien en su obra, años 70 “Los fundamentos de la libertad” explica que con la tecnología si siguiera progresando (como así ha sido) habrá que compensar a los desempleados por la falta de posibilidad de crear empleos. Sin razonamiento alguno difama una teoría y se dedica a predicar sus análisis al estilo de fray Gerundio de Campazas. Cuando a un niño de le pregunta: si una vaca blanca da leche blanca, ¿una vaca negra de qué color da la leche? Contesta que negra, porque se supone que es la secuencia lógica. De la misma manera si las personas trabajan por un salario, si les dan uno garantizado, aunque no llegue a más que casi al salario mínimo, suponen que dejará de trabajar. Un simplismo irreal, de la misma manera que la leche de la vaca negra es blanca. La realidad a veces estorba para que encaje una doctrina o una ideología del tipo que sean.

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Insistir en el empleo como única manera de supervivencia y de desarrollo personal lleva a la frustración y a la explotación y temporalidad del empleo, como viene sucediendo en las dos últimas décadas, e irá a más antes de que se implante la RB. La pobreza se convierte en un chantaje para que el trabajador en precario acepte condiciones draconianas, tanto de horarios como salariales, a lo que se han entregado los grandes sindicatos cuando se han visto desbordados sin saber salir del atolladero. Su camino ha sido una huida hacia delante sin objetivo sindical alguno que no sea mantener sus privilegios y puestos de trabajo. ¿Qué principio ético regula todo esto? Ninguno, tan sólo un lenguaje vacío basado en planteamientos grandilocuentes y monólogos sobre abstracciones éticas o la calificación del trabajo decente, que analizaremos seguidamente.

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Enrique Lluc pretende centrar el debate sobre la RB en su “gratuidad”. O sea en lo incondicional. Pero ¿quién es «la sociedad» o qué es?, ¿quién impone el precio que hay que pagar por sobrevivir? ¿El derecho a la libertad de expresión – por ejemplo – ha de ser a cambio de algo? O se pretende que sólo opinen quienes estén a favor de una determinada ética. Acudir a los argumentos teológicos para arremeter contra la RB carece de sentido, porque sucede como con los refranes, por cada uno hay otro que se contrapone. En las citas bíblicas sucede lo mismo. Lo mismo con las interpretaciones de los Padres de la Iglesia. También con ideologías que pudieron servir como referentes en la incipiente sociedad industrial. Como dice el humanista judío Martín Buber, hay que quitarse las “gafas conceptuales” para ver la realidad, porque no es que las ideologías impidan su visión, sino que no se ve cómo es, sino bañadas del color ideológico. Con unas gafas de cristales azules veremos todo azulado, lo mismo que con otros colores sus respectivas visiones son tergiversadas. O como atisbó Nietzsche: “no hay fenómenos morales, sino una interpretación moral de los fenómenos”. Lo cual no es relativismo moral, sino aplicar ésta en su medida y no fuera de su contexto. Porque si no es así aparece la irracionalidad, en la que todo vale y lo más grotesco se argumenta desde un punto de vista ético. Como enseña Kant sobre principios morales desde la razón, hay dos esenciales: 1) que las personas sean un fin y no un medio. De esta manera el empleo forzado convierte al sujeto en un medio para enriquecer a alguien que lo contrata. 2) que lo que cada cual haga sea un principio universal que puedan hacer todos, lo cual con el empleo ya no sucede (no llega a una parte de la población) Con la RB sí, se cumplen los dos principios de la razón práctica.

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Nadie puede definir la dignidad de los demás, para defender sus postulados. ¿El empleo dignifica?, o degrada, según cómo sea, sus condiciones, la motivación del empleado. La persona digna es quien merece algo, pero la dignidad es por ser persona, no a cambio de, porque entonces no es merecedor, sino traficante de su tiempo, su esfuerzo y demás. Es la trampa dialéctica en la que quieren engatusar los que atacan la RB, cuando no quedan argumentos económicos, entonces acuden a las argucias morales, que hay que desmontar. Primero dejando claro que aplicar la RB no supone prohibir el trabajo. Que el salario incrementa el dinero básico que supone la RB, que sin embargo permite sobrevivir, a la vez que hacer labores, trabajos y empleos que incrementen el poder adquisitivo, o tener suficiente y vivir de una manera diferente a la del empleo como centro de la existencia, sin que por ello sea un gorrón, sino una persona que tiene otra idea de lo que ha de ser su vida.

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Llega un momento en el que la argumentación se sale de sí, cuando el director de una Fundación para el estudio y la reflexión de la ética, alude a la doctrina social de la iglesia católica: “la caridad es la mejor vía para abordar la cuestión social”. Lo cual implica que si no es “gorrón” quien sea el receptor de la caridad cristiana, ¿a cambio de qué es?, de pleitesía, de subordinación. Implica la necesidad de que haya pobres, para que unos den y otros reciban. Ahora bien, para Lluc con la caridad ya no es gratuidad, es un don. Pero además un “don” de quien da. De esta manera se alimenta la pobreza y se vanagloria la limosna. Sin embargo nada se cuenta de que en la red caritativa de las organizaciones, el dinero que se encamina a los pobres apenas llega de total un 12%, al quedar por el camino la mayor parte con el fin de mantener toda una estructura de oficinas, personal que cobra un salario, alquiler de edificios, mantenimiento y campañas de publicidad. Tal costo es ineficiente y no ha logrado acabar con la pobreza, pero sirve para engrandecer a la organización y congratular a los fieles que dan limosna cada domingo. Asombra cómo un catedrático de economía cuenta algo semejante y de la manera que lo hace, con todo su prestigio a cuesta, que parece que la gente elige ser pobre o ser rica. Y que a quien carezca de medios de vida, para quienes no hay un puesto de trabajo, los denomine “gorrón”.

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Cuando se hacen circunloquios contrarios a la RB se llega finalmente a ¡no hay dinero!, no es posible aplicar una medida así, ¡es una utopía! y se avivan los fantasmas de que no es ni tan siquiera una medida positiva, sino peligrosa. Así hace Lluc cuando afirma que supone un incremento del gasto público, lo que provoca que sea insostenible. Es el punto de apoyo de toda crítica a la RB, por más que sea una falacia y un dislate, que se potencia igual que cuando los profesionales sanitarios advertían que comer patatas provocaría graves enfermedades y terribles dolores, de manera que se confirmaba el rechazo irracional, sin otro contraste que el temor que ellos mismos hubieron difundido.

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La RB no supone un incremento del gasto, lo que sí lo es la mecánica de las rentas mínimas en las políticas asistenciales. Vista la cifra que supone aplicar la RB parece enorme, inadmisible, pero lo es si se suma este dinero a todo lo demás. Lo cual no es cierto, sustituye lo que hay. La pregunta que hay que hacer es ¿cómo organizar el dinero público de otra manera? Entonces es asumible y sobre todo coherente con la nueva realidad. Es como cuando a un niño se le pregunta ¿qué pesa más un kilo de hierro o un kilo de paja?, responde que un kilo de hierro, porque es más pesado el hierro, pero si es un kilo, pesan lo mismo. Una cosa ocupa más espacio y la otra menos. Lo mismo sucede con la RB en comparación con las Rentas Mínimas de Inserción.

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Dan vértigo las cifras de los rescates bancarios, o que el 63% del presupuesto de la UE vaya a parar al 7% de las familias más ricas de Europa, los grandes propietarios de fincas rústicas, a través de la Política Agraria Común (PAC), o que se siga subvencionando, por ejemplo la minería del carbón. Una vez Alfredo Rubalcaba, en compañía de Diego López Garrido, me dijo “¿cómo pides ¡a un socialista! que dé una renta básica a un banquero?” Le respondí que lo que pido a un socialista, y a cualquier político sensato, es que no dé tanto dinero a los banqueros. Cuando iba a citar las subvenciones y ayudas “al desarrollo” se fue, literalmente, corriendo porque tenía prisa.

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Quitada la burocracia de las políticas sociales, el gasto tan enorme para controlar a los parados: personal, locales, mantenimiento informático de las oficinas de empleo (por cierto ineficaces) los cursos de formación, que para eso está la enseñanza de formación profesional, se ahorraría de tal manera que sólo con esta cantidad podrían cobrar una RB los desempleados que no reciben ninguna prestación. ¿Es ético mantener para nada una estructura profesional y de alquileres de locales?, ¿qué aporta a la sociedad?

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La realidad ha cambiado, se ha transformado y es necesaria la adaptación de la economía para que encajen las medidas que se lleven a efecto. La RB lo permite, pero la inercia, las ideas infundadas se imponen porque hay quienes se benefician de ello, lo cual se quiere justificar éticamente.

Según Lluc un comportamiento altruista hace más libre a las personas. Pero también ser más libre permite el altruismo. ¿Es posible el altruismo personal en una sociedad egoísta? Lo que se desencadena en esta caso es la hipocresía, el falso altruismo, el fariseísmo. Algo que caracteriza a nuestra sociedad, en la que se pregona la generosidad, la bondad de quienes explotan a los trabajadores, destruyen la vida y el entorno de zonas del Tercer Mundo, contaminan donde no hay legislación medioambiental, guardan su dinero en Paraísos Fiscales y dan de alta a sus empresas en los mismos, pero luego dan dinero para poner una fuente en un parque, regalan veinte becas o dan un cheque para luchar contra el cáncer y se les aplaude, se convierten en el ejemplo a seguir.

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Hacer que el dinero que es de toda la ciudadanía, una parte, esté en manos de cada cual, para potenciar la economía real, la de compra y venta en el mercado de productos básicos y no sólo de valores, ¿esto es “gorronería”? Sin tal consideración ¿qué fundamento ético o económico permite el rechazo a la RB? Ninguno, sino que los enemigos de la misma repiten una y otra vez “no hay dinero” o “son parásitos sociales” de muchas maneras, sin demostración alguna. Pero publican libros, asisten a las tertulias de radio, en programas de la televisión, dan conferencias y se extiende una aureola contra la RB. La cual se acabará imponiendo, de la misma manera que se acabó comiendo patatas.

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En su defensa de la economía altruista Enrique Lluc proclama un cambio desde dentro del modelo actual, lo cual no deja de ser una vana esperanza porque se fundamenta en un marco de intenciones que no define, se supone que si todas las personas son buenas todo irá bien, pero si no hay trabajo, fruto de la bondad altruista el pobre que no sea gorrón puede aspirar a lo más a trabajar gratis y como compensación se le dé una limosna, así el rico también es bueno. Mantiene que en esta economía entra en juego el binomio caridad / solidaridad. ¿Los defensores de esta bonhomía dejarían de cobrar por dar sus clases para hacerlo altruistamente?, ¿dejarían de cobrar por el alquiler de sus propiedades y se pondrían a la salida de misa para que les den una limosna? Lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás.

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Si quien defiende la RB, si quien la recibe como derecho, a cambio de nada, es un “gorrón”, quienes reciben dinero público en grandes cantidades para sus negocios, por sus propiedades, quienes cobran un salario por empleos que destruyen la naturaleza, que destruyen la libertad de las personas, que enseñan falsedades ¿qué son? ¿lo hacen por la sociedad, por el bien común?

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Acaba Lluc Frechina defendiendo el trabajo decente con tres principios, válidos de por sí:

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1. Que sea libremente elegido. Con la RB puede darse este presupuesto. Sin ella se impone fruto de un chantaje, el del hambre y la necesidad. O se acepta un empleo con las condiciones impuestas o la consecuencia es llevar a toda una familia al abismo social. Analícese en el periodo de lo que va de crisis el incremento de suicidios, de absentismo escolar, de violencia, de delitos.

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2. Que permita el desarrollo comunitario. Pero quienes son excluidos del bien común y del reparto social ¿qué les toca? ¿Mejores autopistas?, si no tienen coche. ¿Más aeropuertos (privados) para que se viaje más?, cuando no pueden pagar el billete. ¿Dar un bocadillo mientras que esperan los pobres en las colas de Cáritas o de la Cruz Roja? Sólo habrá desarrollo comunitario cuando todas las personas tengan cubiertas sus necesidades básicas, independientemente de su condición y de lo que hagan, lo cual es la RB.

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3. Que sea compensado con un salario justo, que permita mantener al trabajador y a su familia. ¿No explica a la par que lo determina el mercado laboral? Muchos trabajadores son obligados a hacerse autónomos, con lo cual el concepto salarial desaparece. Los contratos de prácticas se alargan años y años o se coge a otro recién acabada su formación. No puede haber un trabajo decente sin prestaciones decentes, ¿qué familia puede vivir con 465 euros?, ¿o que persona con 362 de pensión no contributiva? La RB es la única medida capaz de lograr la decencia, pero no sólo por una cuestión ética, sino económica, política, cultural, porque es un punto de apoyo concreto y material para lograrlo y no el humo de las palabras.

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Ante la falacia con la que se rechaza la RB, propongo que se atienda a la razón y al estudio de la economía real, para dejar de alimentar prejuicios y no dar rienda suelta a lo irracional con el antifaz de la ética y la moral, y de esta manera podamos comer patatas y acabar nuevamente con el hambre en la sociedad y en el mundo.

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Dixit.

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