Vivo en un mundo que no era mi mundo hasta hace unos meses, pero que ahora sí que lo es. Un mundo sin fronteras, porque no las vemos. Y no las vemos porque las tenemos delante de nuestras narices. Sí, delante. Ya no las hay en la frontera, pero fuera de todas ellas son siete mil millones de fronteras. Y setenta y ocho muros, para hacer grafitis. O Verjas. Para saltarlas. Para pagar impuestos.
Continúa leyendo Un mundo nuevo ¡y mejor!, lalalá, lala lalala