Cuenta la leyenda, que en un lugar remoto hubo un horrible monstruo, tan feo que nadie se atrevió a mirar su rostro. De vez en cuando se acercaba a un poblado y devoró a las chicas más jóvenes. Quisieron vencerle por la fuerza, levantaron barricadas, colocaron fuego a los alrededores y nada se consiguió. Hasta que un día, alguien se acercó a él y cuando aquel monstruo abrió sus fauces le colocó frente a sus ojos un espejo. Salió corriendo, huyó asustado de ver aquella imagen tan horrorosa. No la suya, sino la de su interior. Al abrir la boca vio lo que había devorado. No eran mozas joviales, sino trozos de carne destruida que se habían convertido en él mismo. Nunca más volvió y nadie sabe que fue de él.   

 

«El hombre se volverá mejor cuando le mostremos como es»

                                                                                Antón Chéjov, 1900

 

 PERSONAJES: 

AMPARO 

DAVID 

 

ACTO I 

Escena primera

 

(Amparo está sentada en un sillón, mientras lee. Se encuentra en una habitación amplia y acogedora, decorada con cierta dosis de diseño de revista, tipo zen. Da caladas al cigarro, con tranquilidad y sosiego. Suena el teléfono móvil. Le busca con la mirada. Se levanta. Por el sonido sabe que está cerca de la mesa. Busca con rapidez dentro del bolso, que cuelga en el respaldo de una silla

 

AMPARO: ¿Sí? ¿quién es? (Se sorprende) ¿Cómo? (Da dos caladas rápidas al cigarro) Sí, cómo no me voy a acordar, pero (se ríe entrecortada) había borrado  tu recuerdo y no he vuelto a pensar en ti. Es la última llamada que hubiera esperado (Escucha) No es que me importe, pero no… no sé. Me ha sorprendido. Estoy en otra historia. (Escucha) Sí, estoy casada. Me encuentro en otra dimensión, por favor (Escucha) Roberto, han pasado muchos años. Lo nuestro terminó y terminó. ¿Cómo has averiguado mi teléfono? (Escucha) Vaya con las posibilidades de internet. (Escucha) Sí, estoy sola, hasta dentro de un  rato. (Escucha) Bien, bien, pero no sé a que viene. (Escucha) Pues a lo mejor he pensado en ti, pero de pasada. Creo que no. (Escucha) Estoy bien… normal, muy bien ¿Y tú? Bueno, no quiero saber nada. Roberto, tengo mi vida hecha, por favor. (Escucha) Te agradezco que me hayas llamado, que te hayas acordado de mí, pero adiós. (Escucha) ¿Qué? (Escucha. Da varias caladas) No quiero ser antipática. Es que no viene a cuento. Y, te repito,  ya tengo mi vida y no me apetece recordar nada. El pasado ha pasado. Adiós. (Escucha. Se sienta en el sofá) ¿Que no me has llamado para hablar conmigo? Pues adiós otra vez. Y deja en el recuerdo lo que es agua pasada (Escucha. Apaga el cigarro, ya terminado)   No sé que quieres decir que hablas del futuro. (Escucha) Sí hombre, di lo que quieras, pero por favor, no vuelvas a llamar. (Escucha) No, no se va a poner celoso. (Escucha) Sí se lo diré a David, se llama David. Tengo confianza para decirle que me has llamado, un antiguo novio, que se acordaba de mí y punto. (Escucha) ¿Cómo que no se trata de que te acuerdes de mí? No entiendo. (Escucha) Hacemos una cosa, te escucho y cuelgo. (Escucha. Se levanta con rapidez) ¿Qué? ¡Es una locura! una bobada, una tontería, que me digas eso. (Enciende un cigarrillo) Si te van mal las cosas no recurras a la nostalgia. (Escucha) No tiene sentido. Por favor déjalo. (Escucha) No me hagas sentir culpable. Es absurdo. (Escucha) Déjalo así. Adiós.  (Escucha) Vale, vale. Di lo que quieras, cuelgo y adiós. No me apetece revolver el pasado. Estuvimos un tiempo juntos, lo dejamos y ya está. Ni siquiera consolidamos nuestra relación como pareja. Yo tengo mi vida y tú la tuya. (Escucha) Adiós. (Se deja caer en el sillón. Apaga el teléfono y lo deja en el suelo. Apaga el cigarro y lo deposita en el cenicero. Enciende otro. Cierra los ojos. Se levanta con brusquedad) ¡Qué jilipollez! se ha vuelto loco. Es increíble. La gente no sabe envejecer. Pasan los años y muchas personas buscan recuperar la juventud perdida, o se enrollan con una pareja de treinta años de diferencia. Lo pueden hacer quienes tengan un buen recaudo. ¡Ah! Pero este Roberto, seguro que le ha dejado su mujer, o que le van mal los negocios y  ha probado a llamarme  a ver si cuela. Si yo estuviera igual que él podríamos aventurarnos a un volver a empezar, que no llevaría a ninguna parte. El tiempo pasa (da una calada larga al cigarro. Se pone de pie) El tiempo pasa. (Deja el cigarro en el cenicero) ¡Es tremendo! (Da varios pasos sin saber qué hacer ni adonde ir) Es una tontería que me haya llamado, sin embargo me ha dejado temblando (Mira sus manos. Con una de ellas se frota los ojos. Da unos pasos en silencio. Se recuesta en el sofá) ¿podría ser amor? No, es una aventura emocional. No tiene sentido. Pero ¿por qué todo tiene que tener un sentido? (Se ríe. Queda pensativa) Porque lo contrario puede ser una locura. (Se da cuenta que en breve llega la hora de comer) Sacaré unos canelones del congelador. A David le gustan. Cinco minutos al microondas ¡y ya está! Creo que, sí, mandé traer al hiper, tarrinas de ensalada. Una para cada uno y añadiré unos tomatitos pequeños. Un aliño de vinagre de manzana y orégano y solucionado. De postre flan de caramelo, no lo saco del envase y así menos platos para lavar. ¡Y una manzana! Hay que tomar fruta,  es muy sana. Eso dicen, vitamina A, C, D, y el abecedario completo (Se ríe) Me acuerdo cuando la imprenta se equivocó en una campaña de zumos. Pusimos vitamina W. Tuvimos que corregir el error. Fue una pena, en una sola semana batimos récord de ventas. La gente se preguntó ¿vitamina W?  No he oído hablar de ella, pero seguro que es buena ¡Ay! De los errores se aprende y, a veces funcionan. (Se sienta. Enciende otro cigarrillo) ¿Quiere decir eso que puede haber cosas y situaciones que no son errores, pero que no funcionan? ¡Qué más da! (Mira al cigarro) Esto es una mierda, pero ¿funciona o no? Yo qué sé. (Lo apaga y se levanta) Voy a poner la mesa, porque, si no, llega David y empezamos a discutir: que si abrimos este paquete o el otro, que si mejor añadir cebolla a la ensalada, pero que por no partirla ¡y no comemos hasta las tantas! El primero que llega se encarga de la comida ¡así que hoy me ha tocado! (Entra y sale, para colocar la mesa. Los platos son cuadrados. Al terminar, mira a la puerta) ¿Y si llamaran ahora mismo y  fuera Roberto el que viene a comer y que, en ese instante, David llamase para decir que no vendría hasta dentro de un par de horas? ¿Qué pasaría?  (Se sienta en  una silla a la mesa) No sabría qué decir: Mira, Roberto, esto es un disparate. Cerraría los ojos esperando  a que se fuera, pero él vendría, silenciosamente, a mi vera y me daría un beso en los labios. No (se levanta) él nunca fue demasiado romántico, casi que ni un poco, pero la imaginación es libre. (Queda pensativa) No pasaría de ese beso fugaz, el cual, para ser sincera,  tampoco me lo imagino. Sería un beso en la mejilla, como mucho. ¡Pero si en ese mismo instante entrara David! ¡Uaaahh! ¡traidores! (Le imita) ¡Canallas! (Hace que saca una pistola y dispara dos veces haciendo  el ruido con la boca. Se ríe) No, eso no, no. No es su estilo ni nuestra historia pasa por esos trances. Por suerte (Se apoya en la mesa) No, seguro que no. Además ha firmado el manifiesto contra la violencia de género. No me imagino una escena de ésas, es imposible. Uuummm, lo que sí haría sería un pleito con sus abogados. (Le imita)  Da por terminada nuestra relación, Amparo. Hemos terminado. Mañana mis abogados se pondrán en contacto con los tuyos. Sí, sería así. (Se sienta y queda pensativa. Se levanta de golpe) Qué poca pasión. Todo quedaría en una batalla de papeles. Claro que otra posibilidad sería que se desnudase y mantener una relación de a tres. Sería una posibilidad. Entonces Roberto se marcharía, estoy  segura. (Sale de la habitación y entra con una jarra de agua y dos vasos, que coloca en la mesa) O podrían liarse los dos y dejarme a mí a un lado. Me quedaría atónita, sin saber qué hacer ni qué decir. Les mandaría a la mierda a los dos, pero al final los papeles son necesarios, pues el piso, si se reparte hay que venderlo. A partes iguales, pero ¿quién empezó todo? Porque un beso en la mejilla no es para ponerse de esa manera. ¿De qué manera? estoy desvariando. La llamada de Roberto me ha descolocado. (Vierte agua en un vaso y bebe) ¿Qué será de su vida? Cuando nos dejamos, mutuamente, estaba estudiando para ser profesor de literatura. Sus pinitos de escritor no le dieron frutos. Publicó algo en un par de revistas que nadie lee. ¡¡Puf! que ni yo leí. Pero debió dejarlo a medio camino. No sé quién me comentó que le vio en la prensa de sindicalista, en unas huelgas de trenes. Trabajó de camarero para sacar dinero, pero nunca tuvo una meta  concreta.  Supongo que se habrá casado, es un suponer. Pero llamarme sin ton ni son. Es que no me lo puedo creer. Podíamos quedar para hablar, sin más. Recordar. No creo que fuera una infidelidad. Una tarde, tomando un café. Pero va y queda conmigo a las doce de la noche en el aeropuerto ¡para marcharnos juntos! Qué locura ¿Adónde? Y ¿para qué? Y ¿por qué? No, no, no es serio ¡no puede ser! no puede ser que haya llamado de esa manera. (Se sienta) David, me voy. A ti que te importa, me voy y punto.  Casi que no le digo ni que me ha llamado. No sabría darle una explicación razonable. O se lo cuento tal cual, nos reímos juntos y después hacemos el amor en la alfombra ¿Y si me voy y no le digo nada? Bueno le dejaría una nota. Pero es que no hay ninguna razón. Lo que ha hecho Roberto es una insensatez. Dejamos nuestra relación tranquilamente. Quedamos como amigos, sin que nunca más nos volviéramos a ver. No coincidimos nunca más. Terminé la carrera y me puse a trabajar. A trabajar y a trabajar. Primero me dediqué a buscar trabajo, luego a encontrar uno   mejor, luego para subir de escalafón en la empresa. En cada etapa un ligue. Cuando logré un contrato indefinido mi relación ha quedo estable, con Roberto. Fuimos novios. Somos una pareja familiar. Llevamos siete años juntos. Ahora que va a ser del Consejo Directivo de su empresa, tendrá acciones propias, podemos terminar de pagar  la hipoteca del piso y comprar un chalet en la Rosaleda. Con un par de herencias que están al caer, compraremos otro chalet de lujo en la playa y tendremos dos hijos. Tendrán que ser un poco seguidos, para no pasarme de los cuarenta. Estoy fija en la empresa y cuando vuelva como madre supongo que bajaré de categoría laboral, pero así tendré tiempo para acostar a mis hijos. Claro que tendremos que contratar a una niñera. Son muchos gastos, pero ¿para qué queremos el dinero? (Se levanta. Mira el reloj) ¡Ay! ¡cuando soñamos vivir en la selva! Y ahora sus urbanizaciones han destruido la costa, las majadas, las afueras de la ciudad, que ya no existen. Y yo que esperaría a que cayera un coco para comerlo entre ambos, y me dedico a vender, a vender mi alma al (se calla)  simplemente a venderlo, el mío y el de todo el mundo. Todo se compra, todo se vende, todo está calculado, todo queda encerrado en un horario. ¿Tiene usted un problema? No importa, hay una solución, una pastilla ¿Cuánto cuesta? Y a trabajar para pagar pastillas y pastilleros y pagar para disimular que se toman. (Silencio) Nunca he pensado estas cosas. Me pone muy nerviosa. (Se sienta en una silla) A ver si llega David, comemos y vamos a la gestora de valores, tenemos que colocar los últimos sobrantes en la Bolsa. Hay que pensar en el futuro, en el día de mañana.  ¿Adónde iremos a celebrarlo? ¿A…? mariscos y champán. Lo malo es que el marisco da gota. Tomaremos pocos y luego, una tabla de ahumados. Pero con champán ¡que no falte el champán! (Hace que brinda) Un lujo, para pasar el tiempo. Es una pena no tener una auténtica fortuna con la que disponer de un yate, ir en limosina y tener tres o cuatro casas y una mansión en la montaña. Si suben las cotizaciones de la Bolsa algún día llegaremos a disponer de una pequeña hacienda bancaria. En lugar de cada cuatro años un coche, cada dos, y dos casas en la playa. Una en la zona del Mediterráneo y otra al norte. No está mal. Al fin y al cabo mucha gente vive peor, sobre todo aquellos a quienes les toca sufrir las catástrofes que lo pierden todo. Creo que tenemos que subir la base anual del seguro, por si acaso. Nunca se sabe, un terremoto, un incendio, un atentado. (Se levanta. Coge el teléfono y maneja sus teclas) Ha usado un número oculto. Ni siquiera me da una oportunidad para hablar con él y preguntarle que por qué me ha llamado. Saber qué quiere realmente. ¡Cómo va a quedar conmigo sin habernos visto hace años! (Deja el teléfono) No sé si comentar esta incidencia a David. Puede interpretarlo mal. Ah, se lo tomará a risa. Al fin y al cabo si se lo cuento es que no doy la más mínima importancia a la llamada. A la llamada (silencio) Hay una llamada de teléfono a la que no hago caso.  Pero (se sienta en el sofá) hay una llamada al corazón que hace que no deje de pensar en ello. David, me voy, no sé adonde, pero me voy. Para siempre.  (Se levanta) ¿Estás tonta? ¿Cómo se te ocurren ni siquiera pensarlo? es una barbaridad. ¿Y por qué no? ¡Porque no! Roberto no me dice nada. (Silencio) Pero su llamada (piensa) su llamada tiene un misterio ¿Magia? No, él ha llamado en un sentido muy prosaico, seguro. No ha tratado de seducirme ni nada: Hola ¿nos vamos?  (Mira el reloj) Tengo ocho horas. Y David está a punto de llegar. ¿Por qué digo que tengo ocho horas? si no tengo ninguna intención de irme. ¿Entonces por qué lo pienso tanto? Es lógico que lo piense, pero no que me cause tal zozobra.  Tendría que estar pensando en los diseños de las maquetas para anuncios de la próxima temporada.  O si invertimos en un plazo fijo o en capitales variables. Esta tarde tenemos que tomar una decisión. ¿Qué más puedo pedir a la vida, al amor, a todo? ¿Y tirarlo por la borda ante nada? ¡Ni loca! Otra cosa hubiera sido una mirada (Cierra los ojos) ¿Una pasión irrefrenable! (Abre los ojos) Ni aun así. Con David he tenido momentos apasionados que nos unen, son inolvidables. No puedo quejarme de nada. No tengo de qué huir (Se sienta) Y sin embargo me está latiendo el corazón de una manera diferente ¿Qué hay más allá? (Se levanta) ¿Más allá de dónde? Oye David, ¿qué te parece si cogemos todos nuestros ahorros y los jugamos a la ruleta en el casino? Todo a un número y ,además, al cero. No, diría que no, se lo tomaría a broma. Y yo tampoco lo jugaría.  Seguro. Pero los sentimientos no son un ahorro, ni se ganan o pierden.  Están  ahí, unas veces dormidos, otras dando vueltas sin ir a ninguna parte, otras vuelan alocados. Y otras reciben un pequeño empujoncito y caen rodando por el precipicio. (Se mira al espejo) Ya no soy una adolescente. (Con voz coqueta) Tampoco una anciana. (Se sienta en la silla, al lado de la mesa) Se puede decir que mi vida está empezando. En breve iremos a por la parejita, lo cual sí cambia la vida. Desde luego si estuviera embarazada  no daría más vueltas a la cabeza, una madre es una madre. Pero sin otra atadura que la de vivir juntos ¿el amor? sí, el amor (se levanta) puede cambiar de rumbo. O no. Es como ir en barco. Un día se cruza otro y cambias para no saber a dónde vas y el viaje adquiere emoción. La relación de pareja es la única atadura invisible. A mis padres les podrá gustar más o menos, en el trabajo lo entenderán o no, pero la decisión es mía. Con David es diferente. Si él se fuera con otra para mí sería un disgusto. Y si no me dijera nada, más. Creo que no lo superaría. Pero ¿estamos encadenados el uno al otro? Sería muy triste que así fuera. Pensar otra relación puede ser una oportunidad para vivir de otras maneras. La verdad es que hace siglos que no hablamos de nosotros, de nuestros sentimientos, de cómo vivimos por dentro nuestra relación. Hace… (piensa) Nunca lo hemos comentado. A lo mejor viendo una película hemos hablado un par de frases  alusivas a nosotros. Poco más, eso que tenemos un nivel de estudios, posición social ¿Y qué? (Mira el reloj) Voy a hablarlo con él, además sin demora. Al grano. Sólo de pensarlo, de ver esa posibilidad de hablar me encuentro bien, como si me llenara de ganas de vivir, que nunca me han faltado ¡Me siento fuerte! ¡Hoy comeremos con vino! No tiene por qué ser todo la salud del cuerpo. (Imita a David) ¿Qué pasa, celebramos algo? Sí, y él pensará que es por lo de la inversión, que tengo una información confidencial. Celebramos hablar. Quiero hablar de un asunto entre tú y yo, de manera tranquila, mientras que comemos,  simplemente hablar. Cuando le cuente el tema, a ver cómo reacciona. (Sale. Pasa un momento y vuelve con una fuente  en la que están los canelones. Entra y sale dos veces más, una con los cubiertos y otra con una botella de vino. De pie, con la botella sobre la mesa, empieza a descorcharla. Entra David). 

 

Escena segunda    

 

DAVID: (Entra con un maletín) Tengo el hambre en las venas. (Deja el maletín) Me comeré a mi Amparito (Le besa. Se quita la chaqueta y la corbata, mientras que habla. Amparo deja la botella en la mesa)  Ya sé por qué  llegas antes que yo, para ser una amita de casa, que pone la mesa y espera a su amorcito. (Vuelve a besarla y le da un azotín cariñoso en el pompi). 

AMPARO: ¿Y quién va a quitar la mesa y a fregar?. 

DAVID: Aquí un varón moderno ¡Un hombre feminista! mas no femenino, (exagera la gesticulación) con todos mis respetos. 

AMPARO: Tampoco hace falta ser muy feminista, para dos platos. Y no te reprimas (dice con cierto retintín) a los varones os conviene desarrollar vuestra parte femenina. 

DAVID: Me considero una mujer, a la que le gustan las mujeres. Llámame lesbiano. (Muestra una amplia sonrisa burlona). 

AMPARO: ¿Y yo? ¿Un hombre a quien le gustan los hombres? (Acaricia el pantalón de David, insinuándose. Le guiña el ojo). 

DAVID: (Le vuelve a besar y se regodean besándose la boca. Se zafa. Deja la chaqueta en un armario. Vuelve a la mesa, la cual mira con gesto exagerado)  Literalmente dos platos (Repara en la botella de vino) ¿Y eso? ¿Qué pasa, celebramos algo?. 

AMPARO: Sí. 

DAVID: Déjame que lo adivine. ¡Nuestra inversión!  Si acertamos puede suponer doblar en cuatro años el capital que tenemos en la cuenta. Según Julio, con un riesgo que nunca nos hará perder más del 20% de la inversión, suponiendo que todo fuera mal. Así que, si no hay una catástrofe, como mínimo sacaremos un 50% más. El asesor de la empresa nos hará un seguimiento particular. Tiene razón. Si pasara algo fuera de lo común, una guerra, un atentado, un terremoto, la empresa se revalorizaría, alguien tendrá que reparar los daños. Si no ganas por un lado, lo ganas por otro. Pero conviene asegurar ¿Tú tienes alguna información confidencial? (Levanta las cejas con gesto simpático)- 

AMPARO:  No, pero celebremos (sirve el vino) que vamos a comer… 

DAVID: (Se sientan ambos) Comamos. (Levanta la tapa de la fuente) ¡Uuuum! me encantan los canelones ¡Y los tomatitos! me gusta masticarlos y que estallen en la boca.  Con todo su jugo, como tú cuando besas y estás jugosa. (Se sonríen. Levanta las cejas rítmicamente varias veces). 

AMPARO: Y… (se calla). 

DAVID: ¿Y? (Amparo va a decir algo, pero él se adelanta) ¿No te irás a echar para atrás con la inversión? Trabajando podemos ganar mucho, pero ser rico exige riesgo, y no lo arriesgamos todo. 

AMPARO: No, no es eso. Es otra cosa. 

DAVID: Cuéntame, en el trabajo siempre surgen cosillas ¡Asuntos! (Se sirve Amparo y luego él) Ahora con lo del mobbing, se multiplican las sospechas y denuncias, como des un grito a alguien ya es acoso. Dime, y en lo que pueda ayudarte, ya sabes, cuenta conmigo.

 AMPARO: Es de nosotros. 

DAVID: ¿Qué quieres, que empecemos a buscar el primer retoño en la siesta? Soy todo tuyo. 

AMPARO: No, no, es una tontería. Es hablar de nosotros. 

DAVID: Eso no es una tontería. 

AMPARO: Es que me ha pasado una cosa que quería comentártela, y es una tontería, pero me ha alterado, a lo tonto. Y me da por pensar y quiero hablarlo contigo. 

DAVID: Tú me dirás. Soy todo oídos. 

AMPARO: Hace un rato me llamó un antiguo novio, Roberto. Hace años que no he sabido nada de él. 

DAVID: ¿Y?. 

AMPARO: Nada, que me he quedado sorprendida. 

DAVID: Sorprendida… 

AMPARO: Por lo que me ha propuesto. Sin vernos, sin hablar apenas nada. 

DAVID: ¿Hacer el amor? para recordar viejos tiempos. 

AMPARO: No. 

DAVID: ¿No?. 

AMPARO: No. Me ha citado, hoy a las doce de la noche en el aeropuerto, en la entrada de viajes internacionales, para que me vaya con él. 

DAVID: (Hace un gesto de sorpresa. Se medio ríe) No está mal. Se queda solo y llama a varias  antiguas novietas, a ver si alguna pica. Si van varias elige la que mejor esté y se larga con ella. Un tío listo. Si no se pasa de listo, claro. 

AMPARO: Fíjate, no pensé esa posibilidad. 

DAVID: ¿Qué vas a hacer? ¿Te ayudo a hacer las maletas? (Le mira con los ojos entrecerrados). 

AMPARO: No he decidido nada. 

DAVID: ¡Vamos! es que sólo pensarlo. Qué fuerte ¿no? (Quedan en silencio) No te parece un poco fuerte que me lo cuentes así. 

AMPARO: No. 

DAVID: ¿No?. 

AMPARO: No he pensado nada. Sólo que me ha hecho pensar en mí, en nuestra relación, sin quejarme de nada, yendo todo bien ¡muy bien! pero no sé, no sé. Por eso he querido hablarlo contigo. Eso es la confianza ¿no?. 

DAVID: Sí. Todas las posibilidades están abiertas. Lo mejor que puedes hacer es ir. Yo te acerco al aeropuerto. Pasas una temporada con él  y si te va mal vuelves y si os va bien pues te quedas por allá. 

AMPARO: ¿Así de fácil?. 

DAVID: No digas tonterías ¿Qué quieres? ¿qué me ponga a llorar, a dar gritos?. 

AMPARO: No, no, pero no sé. No he decidido nada, no pienso nada. Sólo te lo  comento. 

DAVID: ¿Estás segura de que no le has visto? Prefiero que me digas la verdad. Me fastidiarías que me hayas puesto los cuernos, pero no me mientas, por favor. 

AMPARO: No, que va. Es tal cual te digo. 

DAVID: ¿Y cómo sabes que no está lisiado, en una silla de ruedas? ¿O es que sientes nostalgia?. 

AMPARO: Ni me volví a acordar de él. Nunca. Y la verdad es que tampoco se me ha ocurrido que pueda estar mal. 

DAVID: ¿No se te ocurre pensar en algo malo? Podría ser un secuestro. No me dices nada, desapareces y luego piden un rescate. Y él podría demostrar que te has ido voluntariamente. Da la sensación de una extorsión en toda regla. 

AMPARO: ¡Puf! (Deja los cubiertos sobre la mesa. Con los codos sobre ésta, apoya la cabeza entre las manos) Todo es posible. Y también que no me mueva de aquí. 

DAVID: Y también, dices y también. Mira, si estás jugando no me gusta este juego. Si es una broma, para mí no lo es. Y no me vale que te quedes ahí sentada o que te vayas a las conchimbambas. Es… es que no sé ni cómo nombrar a esta situación. Me parece absurda y más un día como hoy en el que vamos a firmar una importante adquisición de acciones.  ¿Te he hecho algo malo?. 

AMPARO: (Le mira) No. 

DAVID: No, es una ventolera. Te da por decir y pensar cosas y yo de tonto (Hace gestos de no entender. Silencio) Querías hablar, pues habla. 

AMPARO: No se me ocurre nada. Te he contado lo que me ha sucedido. 

DAVID: ¡Vaya! no ha sucedido nada.  Te llama un pirao, que te conoció hace tiempo. Dice que te vayas. ¡Ya está! Pero tú quieres hablar, y me haces ver que existe la posibilidad de que te vayas. Pues me rompe los esquemas. Pero si te quieres ir vete. 

AMPARO: Si es que no he decidido nada, no he pensado nada. Ni he dicho nada de irme.  Se me crea un remolino de sentimientos que no controlo.  Hace que me sienta perdida. Eso es todo. Contigo estoy fenomenal. Tú lo sabes. 

DAVID: ¡Gracias! ¡Esté usted bien con su pareja y que se dé el piro porque sí! ¡Cojonudo!. 

AMPARO: No he dicho nada de irme. 

DAVID: (Se levanta con cara circunspecta, coge de la chaqueta su teléfono móvil. Marca unos números) Soy David, tengo cita para esta tarde. Tengo que cancelarla, por motivos personales, muy personales. Mi esposa tampoco irá. Anulen la operación prevista a nuestro nombre (Escucha) Sí, de inversión mobiliaria y de capitales variables.  Mañana mismo ingresaré la tasa de anulación. (Escucha) Ya sé que no podré evitar pagar lo correspondiente a la tasa fija en la declaración de hacienda. (Escucha) No se preocupe, ya veré lo que hago. Ha surgido un imprevisto. (Escucha) Gracias. 

AMPARO: ¡No he dicho nada de no ir a firmar la compra de acciones! ¿Estás tonto?. 

DAVID: Pero yo sí. Nuestra relación puede ser confusa,  tus palabras más, pero las cuentas son claras. Tienen que ser claras. Recuerda que firmábamos los dos. Lo que siento es perder esta oportunidad y tener que pagar a Hacienda ¡Qué se va a hacer!. 

AMPARO: No voy a plantearte ningún problema económico. Mis cajones están abiertos. (Se levanta para acercarse a él) Y no se me pasa por la imaginación hacerte ninguna jugarreta. 

DAVID: ¡Ah! Llego a mi casa, me pongo a comer, encima canelones, y sugieres que te vas. (No deja que ella le responda)  Bueno, que existe esa posibilidad. Y no es ninguna jugarreta. ¡Son imaginaciones mías!. 

AMPARO: No he dicho que me vaya a ir. Tampoco lo insinúo. 

 DAVID: Pero casi, y para mí es lo mismo. Fuiste tú la que tuvo la idea de hacer separación de bienes. 

AMPARO: Y tú estuviste de acuerdo. 

DAVID: Separados en los negocios, juntos en casa. Y ahora, en casa ¿qué?. 

AMPARO: Ayúdame a hablar, para escuchar qué me pasa. 

DAVID: (En tono de burla) Para escuchar qué me pasa. 

AMPARO: ¡Por favor David!. 

DAVID: (Se sienta en el sofá) Te escucho. Seamos civilizados, distanciémonos amigablemente ¿te parece?. 

AMPARO: ¡No he hablado de distanciarnos!. 

DAVID: Ah, no. Entonces es el cuento de Caperucita. Cuéntame ¿de qué quieres que hablemos?. 

AMPARO: David, las emociones no se controlan. 

DAVID: Solamente se usan. Tu trabajo consiste en eso, en emocionar a la gente con un producto. ¿También vas a dejar el trabajo?. 

AMPARO: Mira se ha abierto una grieta en mi vida. Estoy al borde de ella. Si salto, salto al vacío, lo sé. Si me quedo, me quedo aquí. Pero no he decidido nada. 

DAVID: Con respecto a mí sí. 

AMPARO: No quiero herirte. Y tampoco que nos hagamos daño. Hablemos. O si quieres lo dejamos así, olvida todo lo que te he comentado. 

DAVID: ¿Que lo olvide? Muy bien (Se pone de pie) imagínate que vengo y te digo: Hola cariño, me he liado con la secretaria, con Pili, y me voy con ella. ¿Qué te parece? Qué romántico. Y si además te digo que hablemos, que te contaré lo que voy a hacer con ella. ¡Magnifico! Y luego te digo: oye, olvídalo. 

AMPARO: No es exactamente lo mismo. Lo siento, me he equivocado al plantear lo que te he planteado. 

DAVID: Bueno, parecido. Yo no veo mucho la diferencia. Hay manchas que no se quitan con ningún quitamanchas. 

AMPARO: Te he contado lo que me ha ocurrido, sin haber tomado una decisión. Te he pedido que hablemos de nosotros.  Simple y llanamente. 

DAVID: (Con musiquilla) Dos por una dos, dos por dos cuatro, dos por tres seis. Está dicho todo. 

AMPARO: Te entiendo. La verdad es que  he caído en una sensación que no sé explicar muy bien. He querido hablar porque lo nuestro ha ido bien. 

DAVID: Ya ves. Ha ido hasta ahora. 

AMPARO: ¿Entonces?. 

DAVID: Adiós. 

AMPARO: Y si decido quedarme. 

DAVID: Ya no. Conmigo no. 

AMPARO: Tan frágiles han sido todas nuestras historias, nuestra complicidad, nuestro amor. 

DAVID: El amor es así, es frágil o no es amor. 

AMPARO: ¿Amor?.

DAVID: ¿Te impulsa el amor para marcharte?. 

AMPARO: Sólo me lo he planteado como una hipótesis. Pero no haré nada, no sé lo que me pasa. Es una sensación. 

DAVID: ¿Una huida? (Se sienta en el sofá).

AMPARO: Tampoco. (Va hasta la silla, da un sorbo en el vaso. Se sienta) Y tampoco es vacío. 

DAVID: Fíjate, es como si no hubiera existido nada entre nosotros. Yo también tengo sensaciones. 

AMPARO: David, por favor (se levanta y se acerca a él). 

DAVID: No te acerques. No quiero saber nada. (Ella se detiene en seco). 

AMPARO: Es una pena. Siento que he metido la pata. He provocado una tensión muy fuerte entre los dos. Espero que se pase ¿No vas a luchar?. 

DAVID: ¿A luchar?. 

AMPARO: Por tenerme a tu lado, por continuar juntos. 

DAVID: Qué gracia me hace. Desde que estamos juntos he dedicado toda mi vida a trabajar, a negociar y ser un cabrón para ganar dinero. Para que no nos falte de nada y nos sobre de todo. Para salir a cenar, ir de vacaciones. Tener dos coches, la casa, el chalet y todo lo más que pudiéramos. Hoy íbamos a jugar en Bolsa, para ganar más. Esa es mi lucha, pero siempre hay quien dé más. 

AMPARO: (Se sienta, en la silla) Yo también he luchado de la misma manera. estoy contenta. Nos ha ido bien.  (Habla para sí) Y una llamada. 

DAVID: Todo por una llamada. 

AMPARO: No es un recuerdo, no es una cita. 

DAVID: Es una cita a ciegas. 

AMPARO:   Ni es una cita, ni es a ciegas. 

DAVID: ¿Una aventura?. 

AMPARO: No. Algo, una llamada. 

DAVID: Una llamada de alguien. 

AMPARO: Una llamada que no sabes de dónde viene. Un eco del corazón. 

DAVID: Bueno, no me vengas con el rollo de una llamada que viene de dentro, del alma, o del más allá. 

AMPARO: No, no es eso. (Cierra los ojos y apoya su frente sobre las manos). 

DAVID: (Se levanta, coge un vaso del mueble-bar y se sirve coñac. Se vuelve a recostar en el sofá) Mañana abro una cuenta y divido nuestros ahorros para los dos. Dejo la cuenta a tu nombre y cuando liquide las acciones te paso el resto. 

AMPARO: Parece que ya me he marchado. Pero no. 

DAVID: Ah. 

AMPARO: Dejo todo en tus manos y para ti. Dispondré de diez mil euros y no quiero más. Esté donde esté te mando un poder notarial, en el que te haces cargo de todo y que pase a tu nombre. 

DAVID: ¿Y la separación?. 

AMPARO: Si es lo que quieres soluciónalo con los abogados. Me hago responsable y te dejo varios papeles firmados en blanco. De todas formas que quede claro que eres tú quien se separa, no es mi intención. Te lo has tomado a la tremenda. Entre los dos podríamos ver qué pasa. 

DAVID: Dejar firmados unos papeles en blanco es una sandez. Me preocupa. ¿No será una treta? No lo puedo creer. Y soy yo quien se lo toma a la tremenda. ¡Es que es tremendo! y, para colmo, no sabes qué pasa. 

AMPARO: Es algo irracional, de otra manera no tiene explicación. Una locura que me haces llevarla hasta las últimas consecuencias. 

DAVID: ¿De ayer a hoy? ¿Tanto se puede cambiar?. 

AMPARO: Reconozco que es un salto. 

DAVID: ¿Y si él lo que quiere es dinero? Puede saber que te va bien la vida.

 AMPARO: No, seguro que no. Me voy sin dinero. ¡Hay tantas maneras diferentes de vivir! Y parece que solo hay una, la que nos toca. 

DAVID: ¿Tú estás segura de que eliges lo que vas a elegir?. 

AMPARO: No elijo nada. Realmente ahora estoy en una encrucijada. No me creo estar en esta situación. Jamás lo hubiera imaginado. He dado un paso y no me has dejado volver. 

DAVID: ¿Y yo? ¿Yo no tengo sentimientos? Porque para mí ha sido como un estallido en mi propia cara y sin esperar que algo así fuera posible. Llega un avión, derriba unas torres y te aplastan, sin comerlo ni beberlo. Desaparecen esos rascacielos. Esa imagen que pasó en New York es la que siento por dentro[1]

AMPARO: ¿No pensarás que te lo he contado para hacerte daño? Creí que se fortalecería aún más nuestra relación. 

DAVID: Pon que pasa lo mismo de manera natural, con un huracán o un  terremoto. Sin intención de hacerme daño. El resultado es el mismo. 

AMPARO: ¿Crees que podrás rehacer tu vida?. 

DAVID: Sí, supongo que sí. La vida sigue. Hay más mujeres. 

AMPARO: (Llora) Me siento despreciada. 

DAVID: ¡Encima! ¡Eres tú la que se va! porque te da la gana y ¡pobrecita! ¿Qué tengo que hacer? ¿ponerme de rodillas y llorar a tus pies para que no te vayas? (Se levanta. Le señala con el dedo) Lo mejor que te puede pasar es que te desprecie. 

AMPARO: ¡Sólo he querido que habláramos! para ver qué ha sucedido entre nosotros (Levanta la cabeza para mirarle)  Saber qué pasa entre tú y yo. Lo bueno, lo (silencio).

DAVID: ¿Lo qué? (Se vuelve a sentar).

AMPARO: Lo ausente. 

DAVID: ¿Lo ausente? ¿Qué pasa? ¿Es que ha pasado algo?. 

AMPARO: Ese es el problema, no ha pasado nada. 

DAVID: (Se levanta de un salto) ¡Señoras y señores! Les presento a una pareja que no discute. Que no tienen problemas económicos. Que piensan tener un hijo y llegar a la parejita ¿O no? Lo hablamos ¿no? Que hacen el amor con relativa frecuencia y bien, supongo que bien, incluso con imaginación ¿O no? ¿O es que pensabas en él y no en mí?. 

AMPARO: Ya te he dicho que no. ¡No ha pasado nada!. 

DAVID: Señoras y señores, esa pareja ha disfrutado de la vida. Iban a hacer una ampliación de capital. No les ha faltado de nada. Comen juntos, viajan. ¿Qué más pueden pedir? Y de repente ¡señoras y señores! se separan porque no pasa nada ¿O no? (Se acerca a ella) Mira, Amparo, o te has vuelto loca o me estás mintiendo. Porque no lo entiendo. Dime que hay una tercera persona. Que te has enamorado de ella o que me has puesto los cuernos y que le prefieres. Me duele, pero me aguanto. Y se acabó. O piensas que mañana voy al trabajo y digo: me separo porque no pasa nada. A mi esposa le llamaron por teléfono, fue un antiguo novio, al que no veía desde hace más de quince años y se fue. Crees que alguien se lo iba a creer. O al contárselo a mi familia, o a la tuya. Mire don Rubén, su hija se ha ido. Ah, pues qué bien, qué alegría, me dirá ¿no? Amparo, no me esperaba esto. ¡No lo entiendo!. 

AMPARO: Yo tampoco (Se levanta)  La verdad es que no lo entiendo. No tiene explicación. He encendido una cerilla y se ha quemado el monte, y cada vez más. David… (él la interrumpe). 

DAVID: ¿Quieres que llame a los bomberos?. 

AMPARO: No te burles, estoy tratando de entender. 

DAVID: Eres una publicista y vuestro trabajo es puro cinismo. No quieres entender nada. Todo lo tuyo es un engaño. 

AMPARO: ¿Qué tiene que ver mi trabajo, con nuestra relación? ¿Es que no hemos sido felices hasta ahora?. 

DAVID: ¿Entonces?. 

AMPARO: ¿Entonces?. 

DAVID: Entonces ¿qué?. 

AMPARO: Entonces nada. ¡Nada!. 

DAVID: ¿Qué quiere decir nada? (Se deja caer en el sillón). 

AMPARO: Nada. 

DAVID: Me resulta muy difícil volver atrás, como que no has dicho nada. 

AMPARO: A mí también, porque sí lo he dicho. Y si hubiera callado (silencio). 

DAVID: ¿Si hubieras callado?.

AMPARO: Si lo hubiera callado (Silencio). 

DAVID: ¿Si no hubieras dicho nada?. 

AMPARO: Todo hubiera seguido igual (Se sienta en la silla. Se acaricia la frente). 

DAVID: Ahora estaríamos yendo a firmar una inversión de la que estuvimos pendientes dos años.  Y pensábamos abrir la veda, para tener descendientes y herederos. Nuestros sueños se hacían realidad. Pero ya no. 

AMPARO: No lo sé. 

DAVID: No lo sé no. (Se levanta) ¡Ya no! ¡Y por favor no me tomes el pelo! ¡No te burles de mí!. 

AMPARO: (Se pone de pie) ¿Crees que puedo burlarme en una situación así?. 

DAVID: Una situación que tú has creado. 

AMPARO: ¡Que hemos creado! No juguemos a los reproches.  

DAVID: ¡Pero … (piensa)  Amparo! Casi te llamo amor. Llego a casa, me siento a comer. Sabes que me encantan los canelones.  Quedamos en ir juntos después a hacer una inversión de oro y me saltas con que te ha llamado alguien, tu exnovio Roberto, y que te pide que te vayas con él. No te vas. Pero quieres hablar. Y me dices que no sabes nada de él, puede estar cojo, tuerto, con dinero o sin él y que te vas. 

AMPARO: No. No he dicho … 

DAVID: ¡Ah, no! ¡No me quieras volver loco! ¿Es eso lo que me has dicho, o no?. 

AMPARO: (Se sienta en el sillón, despacio. Habla en tono muy bajo) Dije que habláramos. Te conté lo que me había pasado. (Le tiembla la voz) Y que sentí algo que no sé lo que es. (David anda de un lado para otro. Se sirve más coñac y  bebe. Deja  el vaso sobre la mesa con brusquedad) Perdona. 

DAVID: No, si al final me das pena y el culpable soy yo. Soy yo el que me voy, soy un gualtrapa, soy yo el que te desprecia.

 AMPARO: ¿Qué quieres que haga? ¿Qué quieres que te diga? Me siento perdida. 

DAVID: Nada. No quiero nada. Vete. (Ella se levanta y da pasos muy lentos, con la cabeza baja, para ir a otra habitación. David le mira) ¿Te imaginas que te digo quédate en pelotas, hacemos el amor y te vas? Y luego se lo cuentas al maromo

AMPARO: (Se vuelve. Le mira. Esboza una sonrisa) No digas tonterías ¿Te acuerdas? Eran las fiestas de donde veranean tus padres. Creo que fue Andrea, la que me invitó, sí ella. Tú estabas en la terraza de un bar bromeando con tus amigos. Me empecé a reír junto a las otras amigas con las que estaba y formamos una pandilla. Tú habías terminado la carrera y no pensabas más que en encontrar un buen trabajo. Yo también. A las dos semanas de conocernos hicimos el amor. 

DAVID: Nos acostamos juntos. Mis padres y hermanos se fueron a la playa y estuvimos en el chalet. Sin ninguna otra pretensión.

 AMPARO: Yo dije en casa que me había ido con Marisa, y pasamos una semana juntos. No pudimos aprovechar al máximo porque me bajó la regla. Tú decías que la primera regla entre nosotros iba a ser querernos. Y yo te dije que sí. Fue nuestro compromiso. ¿Lo recuerdas?. 

DAVID: Sí, pero podía haber seguido ¿o no? Después de aquella semana quedábamos para ir al cine, con los amigos y un día nos presentamos como pareja. Todos lo daban por hecho y así fue. 

AMPARO: Y nos amamos, y disfrutamos del amor. 

DAVID: Follamos. 

AMPARO:  Hicimos el amor, porque nos comprometimos en ser una pareja. Dijiste que te complacía totalmente, que no fue una gimnasia lo que hacíamos. A mí me emocionó. 

DAVID: Sí, pero sería amor si hubiéramos sido una pareja. 

AMPARO: ¿No lo hemos sido, siete años?.  

DAVID: No, hemos estado juntos. Una pareja no se rompe. Si lo hace es porque no ha existido. Para mí ahora es como si no hubiera  habido nada entre tú y yo. 

AMPARO: ¿Cómo puedes decir eso? Hemos estado a punto de tener una familia. 

DAVID: Todo ha quedado en un abismo. 

AMPARO: No lo puedo creer. Para mí han sido siete años maravillosos. David, recordar es volver al corazón[2]

DAVID: ¿Y cuando no hay a dónde volver?. 

AMPARO:  Tenemos una historia en común. 

DAVID: Quisimos acostarnos, lo hicimos. Nos juntamos durante siete años, pero no nos hemos unido. Te quieres ir, te vas. Nadie nos ha perseguido, nadie nos ha prohibido nada de lo que hemos hecho. No he tenido que luchar contra dragones, ni que subir al balcón de tu casa para llevarte a la mía por la fuerza. 

AMPARO: Dos años después nos casamos. Los dos nos colocamos y … 

DAVID: Y para tener un piso en común, para decir a todos que somos un matrimonio y contentar a nuestras respectivas familias y recibir regalos ¡nos casamos! La boda la pagaron nuestros padres. Ni tú ni yo somos creyentes y nos tragamos los cursos matrimoniales para casarnos por la iglesia. Así dar gusto a tu familia y a la mía, que por cierto tampoco lo son, al menos no se nota mucho (Se levanta) ¡Unidos hasta que la muerte nos separe! Qué bien suena. Los dos estábamos a favor del divorcio, a favor del aborto. Nos unimos al amparo de la libertad. (Se ríe) Al amparo, ja. Y ahora la Amparo se va[3]

AMPARO: Me voy y me echas.  

DAVID: Deja que me quede con un poquito de dignidad. Sólo un poco. 

AMPARO: Tienes razón. 

DAVID: Fíjate que ya no me gustas. Te miro y pareces otra. ¡Vete! Vete y que te vaya bien. 

AMPARO: Te alegrarías de que me fuera mal, muy mal. 

DAVID; No, ni fu ni fa. Ya no me importa nada de lo tuyo. Lo que me fastidia es tener que dar explicaciones a todo el mundo a partir de mañana. Pero diré: se ha ido. Se ha ido y se ha ido. Punto, nada más. 

AMPARO: Dejaré una nota firmada para que te sea más fácil. Sin dar explicaciones. Porque no las hay. 

DAVID: Por mí no te preocupes. (Amparo se acerca a él. Va a darle un beso. Él la empuja) ¡Déjame en paz! (Amparo se va cabizbaja a otro cuarto).

 

Escena tercera

 

DAVID: (Da vueltas con cierta agitación. Bebe coñac que aún queda en el vaso) Al final todas las mujeres son iguales, unas putas. No unas jilipollas. No, no. Aquí los únicos jilipollas somos nosotros. Mira que he podido acostarme con Pura. Y con la chica del bar, un guiño, un buen hotel y ¡a disfrutar! ¡Y por no romper nuestro trato! ¡La pareja! ¿Qué le ha faltado? Ha disfrutado conmigo como una posesa. Hemos ido a cenar a restaurantes con velas y adornos de flores y nunca le ha faltado un ramo de rosas en san Valentín. Que no diga nunca que me echa de menos porque le mando a la mierda. (Se ríe) Dentro de un par de años, la llamo y digo: oye, Amparito ¿te vienes? ¡Que le den…! Si hasta le gustó probar cosas nuevas. (Mira el salón de lado a lado) Hogar, dulce hogar. Reparto de tareas en la casa. Paridad en la gestión de nuestra riqueza. He firmado todas las historias feministas que me trajo de su amiga Caty. Se va ¿y yo qué hago? ¿Qué puedo hacer? Nada, quedarme como un jilí.  No ¿es que esto no vale  nada? (Señala sus partes) Quiero ver yo a ese Roberto, que lo mismo es un memo. Un idiota. Hay que serlo, para llamar a alguien y decir que se vaya con él. Si al menos la hubiera conquistado. Nos hubiera dado tiempo a mí y a Amparo a discutir, a regañar y mandarnos a la mierda mutuamente.  Nos hubieran visto discutir en la familia y a mí ir con otras en el trabajo. Al final cada uno por su lado. Pero no, currando todos los días, siendo un perro para favorecer a la empresa y progresar en ella, sin importarme nada ¿para qué? ¿Para qué quiero dos chalets? ¿Y una casa en pleno centro de la gran ciudad? El coche último modelo (cierra los ojos) le pongo a tope y que todo se acabe, porque ¿adónde voy a ir? ¡Qué perra! Hace su maleta y ahí te quedas (Se sienta en la silla. Come con ansia una porción de canelones que queda  en los platos) Y me toca a mí quitar los platos (Tira un plato contra el suelo. Sale Amparo asustada). 

 

Escena cuarta

 

AMPARO: ¿Qué pasó?. 

DAVID: Se ha roto un plato. Hoy quito yo la mesa. Un plato roto, no pasa nada. También se ha roto lo nuestro. 

AMPARO: David, el amor no se rompe, va por caminos diferentes y se transforma. (Se queda con la palabra en la boca,  no sabe qué decir). 

DAVID: Lo que dices ¿lo has leído o es de un spot publicitario?. 

AMPARO: Entiendo que estés dolido. 

DAVID: Ni me entiendes, ni quiero que me entiendas.  Vete, no sea que llegues tarde a tu cita. (Amparo se va a otra habitación. Él se sienta en el sillón). 

 

Escena quinta

 

DAVID: ¡Y que me quiera dar lecciones de amor! ¡Manda carallo! (Se levanta) Quien tendría que darla una lección soy yo. (Echa vino en otro vaso. Va a beber, pero lo deja) No, no quiero perder el control. Voy a saborear cada segundo de su despedida. (Cierra un puño y golpea la palma de la otra mano) Que venga una feminista y me lo explique. Pueden hacer con su cuerpo lo que quieran ¿y con el de los demás también? Muy bien, pues todos iguales. ¡Ella me golpea el alma y yo no puedo golpearla a ella! (Recoge las sobras de comida, en la fuente. Pone voz de burla) David, ¿qué te pasa David? ¿Qué me va a pasar? Que me ha tomado por un imbécil. Por un idiota. Ella hace lo que le da la gana ¿Y yo no? (Se ríe) Pues nos iremos los dos. Ella con su Roberto y yo, por esta noche, de putas (Queda pensativo) Puedo seguirla y ver cómo es el encuentro, y con quién realmente, porque puede estar engañándome. Entonces me daría derecho a actuar. ¿Actuar? llamarla mentirosa, zorra. Y a él que se quede con una piltrafa de mujer, que no vale un par de polvos. Es que no me la imagino gozando con otro ¡como si yo no valiera!  Hombres del… No, no puedo decir hombres porque ofende a las mujeres. (En tono burlesco) Varones, mejor varones. ¡Varones del mundo uníos! ya que hombres y mujeres estamos unidos por huevos. Y gays, y lesbianas, y bisexuales, y todos ¡Todos con todos, uníos! ¡Uníos! (Coge un vaso, lo aprieta, lo mira fijamente un instante. Lo vuelve a dejar sobre la mesa) ¡Una mierda! cada uno que apechugue con lo suyo.  Y yo con lo mío.  Ella se va,  yo me quedo. Pues entonces sólo existimos ella y yo, en todo el mundo. Sí, ella y yo. ¿Y para qué quiero que haya mundo? (Le tiemblan los labios. Respira agitadamente) Tranquilo. Tengo que demostrar que soy todo un… varón. Se va, que se vaya. (Sonríe) Yo con una sonrisa de oreja a oreja. No pasa nada. La vida continúa. Peor es a quien he echado del trabajo, para abaratar costes. Familias que por ello han tenido que trasladarse de ciudad, o que afrontar el pago de una hipoteca con préstamos ruinosos. Pero he tenido que hacerlo. Cada cual que aguante su vela. Al menos mi labor benefició a la empresa, han aumentado sus beneficios. Pero esta canallada ¿a quién beneficia? Ella no va a vivir mejor que conmigo y  ese imbécil acabará separándose a más tardar. Pero ya no hay vuelta atrás. Que lleve un recuerdo mío, sí. ¡Amparo! ¡Amparo! (Entra Amparo). 

 

Escena sexta

 

AMPARO: ¿Qué quieres cariño?. 

DAVID: No te pases. Cariño no. No me provoques.  ¡No juegues conmigo!. 

AMPARO: Me has llamado. 

DAVID: Sí. 

AMPARO: Dime que me quede y me quedo contigo. 

DAVID: No quiero que te quedes, ya no. 

AMPARO: Volvemos a empezar.  Olvida todo. 

DAVID: ¿No has hecho las maletas?. 

AMPARO: No, estoy paralizada.  No me importa irme, no me importa quedarme. Haré lo que quieras. Si hubiéramos hablado con tranquilidad no hubiéramos llegado a esta situación.  

DAVID: Pero ¿qué ha pasado? Yo no veo que haya pasado nada.  Dices que te vas, pues vete. ¡Pero vete! Y cuando hagas las maletas no te olvides de meter las braguitas rosas. Te he llamado para que no se te olviden. Y le dices a tu nuevo hombre… a tu nuevo varón, que te las regalé yo, y le cuentas cómo las estrenamos. 

AMPARO: Por favor, David. No digas tonterías. 

DAVID: ¿Fue una tontería? Pues bien que te gustó. ¿O fingiste?. 

AMPARO: No fingí. Y tú lo sabes. 

DAVID: Ya no sé nada. Me pasa como a ti, que no sé nada. ¡Nada de lo que me pasa!. 

AMPARO: Tranquilízate. (David se sienta en el sofá). 

DAVID: Estoy muy tranquilo. 

AMPARO: Gracias. Me voy al cuarto. 

DAVID: Que no se te pase la hora. Haz las maletas y vete. Porque si no te vas te saco a patadas. 

AMPARO: Sí ¡me voy! (Se muestra irritada) pero recuerda que si hemos estado juntos libremente es porque nos podíamos ir cada uno por su lado. Y ese momento ha llegado. Por una casualidad, pero llegó. Y lamento tu actitud. 

DAVID: ¿Tú qué hubieras hecho en mi lugar?. 

AMPARO: No te reprocho nada. Probablemente estaría igual que tú.

 DAVID: ¿Y cómo sabes cómo estoy? ¡Eh!. ¡Tú qué sabes! la manía de hablar siempre por los demás. Las feministas saben cómo es el hombre, el varón, saben cómo es la mujer,  la hembra, y saben cómo deben ser los dos, y lo que deben hacer. Y si no, eres un machista o un criminal. ¿Verdad? Y esos que desde los cafés y en sus tribunas de prensa y en la televisión sientan cátedra,  sobre lo buenos que son quienes respetan a la mujer y lo malos que son quienes  las azotan, inventan la verdad y la mentira, el bien y el mal para tener clientes de sus ideas. ¿Qué saben ellos? ¿saben lo que es tener un volcán dentro del cuerpo? ¿Lo saben? Yo me he cagado en quienes han tirado a su mujer por el balcón, hubiera firmado su sentencia de muerte. Pero ahora (le corta). 

AMPARO: ¡David!. 

DAVID: Ahora les felicitaría por su valor, por su coraje de hacer lo que sienten y hacer del amor su vida y su muerte, porque eso es amar. No te asustes. Yo no tengo valor, ni te amo. Te he tenido y te dejo de tener. No voy a hacer un drama de nuestra separación. Pero cuenta a tu Robertito lo que hemos hecho, a ver si lo iguala. 

AMPARO: Por favor. Tu has sido el hombre de mi vida, hasta donde ha llegado. Bien, pues adiós ¡y adiós! Por favor, no des vueltas a algo que (se calla)  que ya no tiene solución. (Llora. Se va). 

 

Escena séptima

 

DAVID: ¿Qué no tiene solución? ¿O no quiere ella que la haya? Ella es mía, porque ha formado parte de mi vida y yo de la suya. Nos hemos quedado desnudos frente a frente. Y si quería algo nuevo que me lo hubiera pedido.  Ahora entiendo a esos hombres, sí hombres, que no han dejado que sus mujeres se vayan, cueste lo que cueste. Se va, pero me lleva a mí y yo a ella. ¿Por qué nunca les han dejado hablar? Solamente hemos visto sus rostros tapados, las sentencias de culpabilidad. Y no hay nadie que les defienda. Ni siquiera ese del bigote, el que escribió Zaratustra. Los musulmanes, quedan los musulmanes ¿pero hay que creer en Alá? Tampoco ellos, les ponen el velo, un burka y ya no ven nada más. Mis abuelos eran contrarios al divorcio (piensa) Fueron unos carcas ¡Abajo el fascismo! No puede ser, no puede ser que los fascistas tengan razón  ¿Hay que someter a la mujer? No, porque entonces no sería exuberante, ni activa para jugar a saborear la vida.  Que sean feministas, pero lo necesario. Y si se quieren ir, que se vayan, pero si yo no quiero, tengo derecho a defenderme. (Anda en silencio) ¿Defenderme de qué? De un  ataque a lo invisible del hombre.  ¿Y adónde está lo invisible de la mujer? ¿Hasta dónde llegan los discursos? ¿Hasta dónde las leyes? ¿Hasta dónde la vida y la muerte?  No me importaría en estos momentos ser una bomba atómica y destruir el planeta entero.  Para mí ya no existe mundo, ni vida, ni muerte, ni nada. Ni siquiera el trabajo. La empresa sí, tengo que rendir, porque si no tiene beneficios se viene abajo. Tengo que conseguir que nos dejen construir dos pisos más, ya que no dejan acercarnos a la costa, ni a las zonas verdes de la ciudad. Tenemos varios proyectos en marcha. Cedemos ante la ley, pero con dos pisos más ¡ganamos un pastón! Mi parte me la voy a gastar yo solo. Lo malo es que para pasarlo bien siempre hay que invitar a alguna y usar palabras bonitas. Amparo ha tenido más historias, yo también. Pero esta vez es diferente Nosotros íbamos a tener un hijo el día de mañana. También hay parejas con descendencia que se separan. Lo nuestro es diferente. Me deja, pero ahora no la quiero, ya no la quiero.  ¡Qué se vaya! Pero ¿cómo se va a ir así? Así, adiós. Dice adiós y se va. Será mejor que me vaya, dar un portazo y no vuelvo hasta mañana. (Queda pensativo) Ah, ah. Puede ser interesante. Hago que me voy, pero me escondo y ella seguro que le llama a él. Quedarán abajo para irse en un coche. Estoy seguro. Y si ella le llama es que tiene su teléfono y que me ha engañado. ¿Qué más da si me engaña o no? Se va a ir y ya está.  Punto. Que se vaya y haga lo que quiera. Vale, pero por lo menos que no se haga la lista conmigo. (Abre la puerta y da un portazo. Corre, para esconderse tras los visillos. Amparo entra en la habitación con rapidez). 

 

Escena octava

 

AMPARO: (Mira y no ve a nadie) ¿David?  Se ha ido ¡Ay! Dios mío. ¿Cómo puede ser esto? (Se sienta en la silla) ¡Ay! (Llora. Recoge la mesa. También los trozos del plato roto y los cubiertos. Sale, pero vuelve a entrar para colocar las sillas. Se va otra vez). 

 

Escena novena

 

DAVID: (Sale de su escondite) No le ha importado que me fuera. No tiene corazón. ¿Para qué recoge los platos? Vaya con quien vaya acabará mal. Tengo que hacer algo. (Da un puñetazo en la mesa. Oye la voz de Amparo: «¿David?». Corre a la puerta. Abre y da un portazo. Entra Amparo). 

 

Escena décima

 

AMPARO: ¿Te fuiste y vuelves?. 

DAVID: Sí quise respirar aire, pero no lo hay ni aquí ni afuera. No quiero que nadie me vea. 

AMPARO: Podíamos hacer una despedida romántica. Sé que es una bobada decirlo a estas alturas y en estas circunstancias, pero nos dejaríamos un buen recuerdo. 

DAVID: ¿Quieres que nos acostemos un rato? Sería como ponerle los cuernos a él. 

AMPARO: Me he imaginado un baile, muy tranquilo. Después cojo la maleta y me voy. 

DAVID: ¿Un baile? No te rías. Pareces tonta. 

AMPARO: ¿Y un beso de adiós?. 

DAVID: De adiós, claro, y no de amante. Ni uno ni otro. 

AMPARO: Admito que te he causado dolor. Lo siento.  Sé que pedirte perdón no soluciona nada y que ya no hay vuelta atrás. Con el tiempo se te pasará. Yo, también, quizá con el tiempo sepa lo que ha pasado. 

DAVID: Sabes muy bien lo que haces. No vengas con cuentos ni mentiras. 

AMPARO: De verás que no tengo explicación para irme y por eso me lo planteé. Luego vinieron los reproches, la discusión y no entendernos, lo cual hace que irme sea una decisión. 

DAVID: Vete. 

AMPARO: Voy a recorrer la ciudad. Le diré al taxi que vaya despacio, por  donde viven mis padres, tu hermana, a la que guardo en mi recuerdo con mucho cariño, por los bares de copas en los que hemos pasado buenos ratos, por los restaurantes, la oficina, las tiendas en las que te compré regalos. Quiero mirar cada segundo de mi pasado. 

DAVID: ¿Y yo qué miraré? porque para mí ya no hay pasado. 

AMPARO: Queda el futuro. 

DAVID: Sí. Fíjate, todavía en el futuro nos veo juntos.

 AMPARO: Nunca se sabe. Tal vez hoy haya sido un sueño, un mal sueño. No sé si malo o bueno. 

DAVID: Y entonces despertar, pero ¿dónde?. 

AMPARO: Voy a coger la maleta. Llevaré ropa. Te dejo en el secreter del cuarto los papeles firmados. Lo que hagas estará bien hecho y lo comprendo. Habla con los abogados y que lo solucionen como vean conveniente. Yo renuncio a todo. También he dejado un escrito en este sentido. Diles que hablen con mi empresa. A mi familia házselo llevadero. Dentro de un año espero darles noticias, para que estén tranquilos. 

DAVID: ¿Y si fuera a la policía para decir que ha sido un secuestro, que no sé nada?. Os buscará la interpol. El caso saldrá en las televisiones. Lo conocerá todo el mundo. 

AMPARO: Haz lo que quieras. Voy a dejar que la vida venga por sorpresa, pase lo que pase. 

DAVID: ¿Tan harta estás?. 

DAVID: No, no estoy harta, de veras. 

DAVID: ¿Entonces?. 

AMPARO: Ya te he dicho que no lo sé. Hay partes de la vida que son invisibles y no se sabe que existen. 

DAVID: ¿Sabes? me sigue pareciendo todo esto un poco raro. 

AMPARO: ¿Crees que a mí no?. 

DAVID: Imagínate, por un momento que ha sido una broma. Que un compañero de la oficina llamó, para decirte eso.

AMPARO: ¿Para?. 

DAVID: Para ver qué pasaba. Para probar. Para ver si me lo contabas o no. Para saber qué harías. Una curiosidad morbosa. 

AMPARO: (Sonríe) Aunque no haya nadie en el lugar de la cita me iré. Si fue una broma, ya ves. 

DAVID: No digo que haya sido, sino que pudiera serlo. ¿Qué pensarías?. 

AMPARO: Ahora nada.

DAVID: ¿No ves lógica mi reacción?. 

AMPARO: Tampoco la mía.  ¿De ser lo que dices qué hubieras pensado que habría hecho?. 

DAVID:  O que no me dijeras nada. O que te había llamado un memo y le mandaste a la mierda, tras lo cual habríamos tenido una siesta muy nuestra. Sobre todo pensando en lo que íbamos a ganar esta tarde. 

AMPARO: Yo hubiera pensado lo mismo, pero pasó algo que jamás pensé. Todavía no lo digiero. 

DAVID: Eso nos puede pasar a todos. 

AMPARO: Sí, supongo que sí. Si me hubiera ido sin decir nada. Tal vez no me hubiera marchado. No me habría atrevido. Hubiera estado toda la vida dando vueltas a este momento. Pero no es hora de lamentaciones. Voy a cerrar la maleta y me voy (Sale).

 

Escena undécima

 

DAVID: (Anda sigilosamente) Llegó el momento. Que se vaya. No puedo hacer nada. Esperar el naufragio de mi vida. (Apoya los dos brazos sobre la mesa) No, no es para tanto. Si ya no la quiero ¿qué más me da? (Retrocede) Y sin embargo no me da lo mismo. Mis manos están sudorosas, mi corazón se acelera. Si se va tengo derecho ¿derecho a qué? A pararla los pies, a hacer que no se vaya. Y luego ¿qué? Lo mejor es que se vaya. ¿Adónde? Una tórrida tormenta inunda mi cerebro. Si lloro abriré los ojos y ante mí el vacío. Se ha creído que soy un imbécil. Como es mujer puede hacer lo que quiera, y, como soy un «varón», a reír su gracia. Ellas son las víctimas, nosotros los verdugos. Ellas son débiles y sufren nuestra violencia, la de los fuertes. Me he convertido en un tirano, he machacado a otros varones como yo, y a sus respectivas familias, por ella, para que tenga todo y más. Me cuesta creer que me quisiera más allá de una noche en caso de que yo no tuviera nada. Simplemente no podríamos vivir, ni juntos ni separados. Sin nada no hay nada y para mí todo ya es nada. La nada me carcome. Y ella se va. No, no se irá. Ella lo lleva planeando desde hace meses, tal vez años, pero no lo va a conseguir. Si él viene a buscarla, les seguiré en coche hasta que crucen una calle y entonces arremeteré contra ellos. Diez años de cárcel, veinte, treinta, qué más da. Pensaría en ese momento glorioso. Mejor no pensar en nada. En la empresa pensarían que me volví loco. Mejor es chocar contra su coche y arder en una misma llama. Cómo me gustará tener una bomba pegada a mi cuerpo y que estallara en medio de la multitud, y dentro de ella los dos. (Señala con el dedo una figura imaginaria) Hasta que la muerte os separe. (Mira hacia arriba. Cierra los ojos. Aprieta los puños) No pasa nada. No pasa nada. Estoy seguro que si le ato al sofá vendría la policía a liberarla y saldría en la prensa otra historia de un maltratador. Si ella se va y lo sabe un periodista, no pasa nada. Ella es libre, vivimos en un país libre. Ella y  yo podemos ir con quien queramos. Es lo lógico. Pero no es la lógica de los sentimientos ¿Y cuál es, entonces? No la hay, es acción y reacción. Piensa, David, piensa. No ¡actúa, actúa, actúa! (Su respiración se agita. Se observa. Sonríe) Tengo la misma sensación de la de antes de un orgasmo. Porque siento, siento la pasión de ser humano.  Ya no es un problema mío, sino de la especie a la que pertenezco. Oigo tambores que son latidos de millones de hombres ¡sí, hombres! cuyos corazones laten en la ultratumba. Oigo el llanto de miles de niños que han de nacer para defender el amor del hombre, el amor a sí mismos. Eva, Eva nos sacó del Paraíso. Salomé nos cortó la cabeza, Dalila nos quitó la fuerza. Cleopatra nos arrebató el imperio, y enfrentó hombre contra hombre.  Beauvoir la razón. Todas las mujeres nos roban la vida y las feministas a nuestras mujeres. Y Amparo (se deja caer en el sofá) Amparo me ha convertido en nada. (Se adormece. Pasado un momento abre los ojos) ¿No me ha hecho nada? ¡Me ha llenado de nada! (Se levanta) Ya nada tiene sentido para mí. Y podría tenerle ¡pero no me entra nada en el alma! Me ha convertido en una piedra. Si fui hielo, ahora soy un huracán. Si soy piedra, es de un volcán. (Traga saliva. «Queeda» [4] como una estatua. Entra Amparo con la maleta). 

 

Escena duodécima

 

AMPARO: Adiós (Anda despacio hacia la puerta de salida. Le mira y baja la mirada. David no mueve los ojos. Cuando faltan dos pasos para que ella llegue a la puerta él se abalanza contra ella. Da una patada a la maleta, se la quita de las manos y la maleta cae al suelo. Él patea la maleta) ¡Qué haces! ¿Te has vuelto loco?. 

DAVID: ¿Y tú? ¿Tú no estás loca?. 

AMPARO: Por favor, David. Déjalo ya. 

DAVID: Quiero saber qué llevas en la maleta. 

AMPARO: Eres idiota. ¡Ropa!. Te la puedes quedar. Me voy sin nada. ¡Adiós!. 

DAVID: Y me dejas sin nada. 

AMPARO: Quédate con todo. 

DAVID: Y contigo (Le agarra del brazo). 

AMPARO: Suéltame o llamo a la policía. No has querido que me quede. 

DAVID: (Le suelta) Llámala. Y cuéntales que llego del trabajo y me cuentas que te vas porque te ha llamado un antiguo novio (Le da un tortazo a Amparo, que queda atónita, con su mano sobre la mejilla en la que ha recibido el impacto) ¡Que den una sentencia de alejamiento. Ellos no saben que tú estás dentro de mí y yo de ti. Alejamiento. ¿No te vas? ¡vete! Y sepas que te vas porque eres una mierda, una mierda de mujer, una mierda pura y simple. (David le agarra los dos brazos) Esas zoorras, esas brujas feministas  de tu trabajo te han comido la cabeza, para dejarme. Porque ellas se han separado y quieren que todas lo hagan. El feminismo es un virus y voy a defenderme. 

AMPARO: (Se zafa) David, no pierdas la razón. Esto no te lo perdono. 

DAVID: ¿Perdonarme? ¿Qué me tienes que perdonar tú?. 

AMPARO: (Reacciona) ¡He querido llevarme el cariño que te he tenido! ¡Ahora te odio! Si tuviera que volver lo haría a casa de mis padres, nunca más contigo ¡Lo nuestro se ha roto! ¡No te da vergüenza, lo que estás haciéndome!. 

DAVID: Qué cínica eres. ¿Se ha roto? ¡Lo has roto!. 

AMPARO: ¡No me grites! ¡No te lo consiento! Puedo vivir por mí misma. No te necesito para nada. Me alegro de haberte quitado la máscara, de ver cómo sois por dentro (David enseña los dientes con una sonrisa estática) Que me hayas levantado la mano lo vas a pagar muy caro. Yo no soy una mujer indefensa. Tengo mi trabajo, y hago lo que me parezca. Conozco abogados. Así es que me voy ¡me voy! ¡me voy! ¿Te has enterado?. 

DAVID: (Habla amenazante. Coloca su dedo índice en la base de la garganta de ella) Mira guapa, a mí no me vengas con historias (Amparo, de un manotazo, le aparta el dedo. Él la da golpecitos con el mismo dedo en el hombro izquierdo) Antes de que discutiéramos ya te ibas a ir. Lo nuestro se ha roto antes de que naciéramos los dos. 

AMPARO: No digas estupideces (Se aleja empujándole) Y no me toques. ¡No me toques!. 

DAVID: No te toco. Te advierto, nada más. No te vas a ir. 

AMPARO: Ya no hay solución. Y tú lo dijiste. Ya no podemos seguir juntos. Hoy una discusión, mañana otra, pasado otra, hasta que uno de los dos estalle. Lo que has hecho no tiene perdón y no te lo tolero. 

DAVID: ¿Te he gritado alguna vez? ¿Te he tocado? Todo lo contrario, te he llenado de besos, de caricias, de amor. Así es que no me vengas con discursos de las feministas. 

AMPARO: ¿Y yo a ti no? ¿No he acariciado tus caricias, no he besado tus besos, no he amado tu amor? ¿Eh?. 

DAVID: ¡No! ¡Me has utilizado para luego marcharte!. 

AMPARO: David, tranquilízate. Mañana lo verás de otra manera. Se ha terminado. (Se da la vuelta y se dirige a la puerta para abrirla e irse. David la coge del brazo, le da un tortazo y le tira al suelo) ¿Qué haces? ¡Mira bien lo que estás haciendo! Estás cometiendo un delito. ¡Cerdo!. 

DAVID: ¡A mí qué me importa! (Amparo se intenta levantar. David coge la maleta, abierta y con la ropa fuera, y se la tira con fuerza contra ella. Amparo coge un adorno que se ha caído y se lo tira, sin darle) Ahora eres tú quien me ha querido dañar. 

AMPARO: Eres un cobarde que no te atreves a enfrentarte a la vida. (Él la mira fijamente sin escuchar nada) Lo nuestro ya no tiene solución. 

DAVID: ¡Sí, sí la tiene!. 

AMPARO: ¿Pegándome? ¡Cobarde! ¡Maltratador!. 

DAVID: ¡Yo no soy un maltratador!. 

AMPARO: Eres un animal y maldigo el día que te conocí, porque estuve engañada. Sin  saber lo que eras. Eso me ha impulsado a irme, sin saberlo. Ahora lo sé. 

DAVID: No, no soy un maltratador. Soy un ser humano ¡un Hombre! Y tú no eres nada. (Coge una silla). 

AMPARO: Sí, soy yo, una mujer ¡Amparo!. 

¡DAVID: ¡Eres nada! (Le tira la silla. Ella grita. Él la da patadas, mientras que ella grita, hasta que deja de hacerlo. Luego se arrodilla ante ella y con las dos manos le coge del cuello y agita con fuerza golpeando su cabeza) ¡Nada, nada! ¡Ya no eres nada! (Queda recostado sobre ella, que yace muerta. David, arrodillado ante ella, le mira fijamente. No para de acezar) No, no estás muerta (Se mira las manos) Yo no he podido hacerlo, es imposible. (Mira a su alrededor) No puede ser, no puede ser. No puede ser que me sienta tan a gusto. Igual que después de una noche de amor. (Le mira, mientras se levanta. Ve la cajetilla de tabaco tirada, y varios cigarrillos por el suelo) Cuántas veces te dije que dejaras de fumar. Mira lo que pone aquí (lee) El tabaco mata.  Lo quisiste dejar una vez y volviste al cabo de un mes (Tira la cajetilla al suelo. Vuelve la mirada hacia ella)  No estás muerta, Amparo (Anda por la habitación muy despacio) Simplemente no te vas, ni te quedas. Estás callada. Todavía podemos irnos juntos (Le mira y señala) No quiero saber nada de ti. Pero en la nada podemos pasear. Amparo ¡Amparo! No me respondes. (Se sienta en la silla. Llora) Pensar que ayer, no, ayer no, hace dos noches hicimos el amor y hablamos sobre formar una familia con dos criaturas que yo sembraría en tu seno. ¿Cómo puede cambiar tanto la vida de un momento a otro? Si te hubieras ido sin decir nada. No te habría podido detener. Me hubiera vuelto loco. Sería uno de esos que van dando gritos por la calle. La locura hace que se vomiten palabras, y forma delirios e incoherencias. Si no me hubieras contado nada cuando llegué, habríamos cabalgado juntos en la vida sin (piensa) sin nada. Por eso hemos necesitado tantas cosas. (La mira) Cuando te veo tan callada no sé si faltan palabras o sobran todas. Me dijiste que no sabías qué te pasó. A medida que hablaste, una tormenta de palabras inundó mi mente. (Se tapa la cara con una mano) Las palabras, son las palabras las que nos arrastran. (Mira al techo. Se ríe) Cuando ese memo de Roberto no te vea, pensará que no has querido ir y se irá solo ¡solo! ¿Cómo pudo pensar que con una llamada iba a dinamitar nuestra relación? (Pensativo) A lo largo de mi vida he dejado de salir con mujeres de gran calibre más de siete veces. No cuento los primeros escarceos.  Y no pasó nada. ¿Qué ha tenido de especial está vez? ¿El tiempo? Eras para mí, sólo para mí, pero ¿por qué? No tiene explicación porque todo lo explican las palabras. Yo soy incapaz de matar a nadie, no puedo hacerlo. (Le mira. Se levanta) ¿Estás muerta? (Camina cabizbajo) El lenguaje nos posee. Aparece la patria y la humanidad ha matado y ha muerto por la patria, cuando la patria no existe, existe la palabra «patria». Se mata y se muere por Alá, por Dios, por Jehová, y Dios no existe, al menos como nos cuentan, sino la palabra «Dios». La democracia nos hace ser más libres, cuando lo que existe son las palabras «democracia» y «libertad». Y el lenguaje lo define todo ¡todo! ¿Qué define lo que es el arte? El euro, porque con el lenguaje de las monedas se fabrican las palabras que lo definen.  El amor es la palabra «amor» que nos encierra el uno al otro, en la pareja, y cierra el amor en la familia, y se crean palabras que nos encierran. Y cuando la vida, cuando lo invisible que se esconde en cada uno de nosotros, rompe ese lenguaje hacemos que explote, lo destruimos y con él la realidad. Tú estás ahí tumbada ¿Cómo le explico a un juez, a la policía, que el lenguaje nos atrapó y tuve que silenciarte? Siempre he dicho que no se puede tolerar a los maltratadores, que  hay que acabar con los que pegan a sus mujeres.  ¡Lo he dicho con palabras! Y las leyes son palabras, y la justicia la definen palabras ¡y las palabras nos rodean! Torbellinos de frases nos llevan a no mirar. Se construyeron castillos, se formaron cruzadas para guardar y venerar reliquias, se crearon Estados y ejércitos para separar las verdaderas de las falsas y luego resultaron ser todas falsas. Pero ese mundo ya se construyó y hoy somos sus herederos. Inseminados por castillos de palabras, convertidas en neuronas. Nació un nuevo mundo.  Y las ideas de la libertad y la igualdad fueron tan falsas como las de la tiranía. ¡A les enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé! ¡Agrupémonos todos en la lucha final! (Se fatiga y llora) Un día dirán ¡un hombre mató a su mujer! y se referirán a ti y a mí. Pero nunca contarán nuestra historia, porque sólo fabricarán palabras. No has muerto, es la palabra muerte la que te van a dar. Nadie sabe explicar lo que no es lenguaje y cuando lo intentan definen realidades que se apoderan de nosotros ¿Y a mí? Quién contará lo que a mí me pasó. Llegué a casa, íbamos a hacer un negocio planeado desde hace tiempo. Lo celebraríamos disfrutando el uno con el otro. Estábamos comiendo canelones, que tanto me gustan. Y me contaste una historieta baladí. Si hubiera sonado el teléfono sin que nadie hablase, te hubieras ido inmediatamente, a ningún lugar. Y yo te habría buscado y te encontraría en ningún lugar[5]. ¿Cuántas veces he sentido ganas de matar a alguien? Nunca se me hubiera ocurrido hacerlo. Sin embargo a ti nunca he sentido ganas de matarte. Y harán manifestaciones en contra de la violencia de género ¡y de las guerras! y no buscarán más allá de sus palabras, más allá de vomitar frases y frases que ocultan lo real.  (Anda pensativo) Me acuerdo de la escena de una película que me causó gran  impacto. Nunca la comenté contigo, porque hablábamos. Tampoco con los amigos, porque hablábamos. En El último tango en París, él se encuentra en la intimidad con ella, a solas y empiezan a juntar sus deseos, a unir sus manos, sus bocas, sus cuerpos. Ella le quiere decir, tal vez su nombre, algo, pero él pone el dedo en la boca de ella, y ni tan siquiera le dice «calla», y transcurrió el amor como arroyo que mana de un manantial. Después se fueron y otro día volvieron. Todo se acaba cuando empiezan a hablar.  Y nosotros siempre estuvimos el uno para el otro. ¿Te acuerdas cuando…? (Queda pensativo) Si ya pasó. Ya pasó todo. (Se mira las manos) Mis manos no tienen palabras. Yo también tengo que callarme. (Se acerca a ella) Tú ya estás callada. Sin embargo te oigo. Dices que estás muerta. Amparo, no digas eso. Si estás muerta, tú me has matado a mí antes. Todo aquel que mata ha muerto antes. Matan las ideas, matan las creencias, mata el dinero, los sentimientos, porque se han construido con palabras. Y son ellas las que matan el fondo de nuestro ser. Tú y yo nos quisimos, pero ¿qué es querernos? (Se aleja y se ríe) Te imaginas que voy a un juez y le digo: su señoría, llegué a mi casa dispuesto a comer canelones, que me gustan mucho, con mi esposa. ¿Y qué me diría? Que qué tiene de malo sentarse a comer canelones con la mujer a la que quieres, y con la que, además, estás casado. Qué suerte, me diría. Le explicaría que no es eso solamente lo que le quiero contar, pero que se lo cuento para que se dé una  idea de lo bien que yo estaba y de las expectativas de futuro que me hicieron ser feliz, al tener previsto, con cita y todo,  ir los dos, tú y yo, a hacer una inversión de fondos financieros con una importante previsión de beneficios. No me enrollaría mucho, para no hacerle creer que estaba  con él con el fin de convencerle de las bondades de los bonos a un plazo fijo, como si fuera un anuncio de la tele. Le contaría lo suficiente para que entendiera el contexto en el que tú me dijiste, sin ton ni son, que te vas. Sí (le señala) tú, ¡tú! Seguro que él diría que es una situación desagradable, pero qué se va a hacer. Pero, señor juez, insistiría yo ¿no querrá que la mate? Seguro que respondería: no, eso no. No puede tomarse la justicia por su mano. Y me diría que tú eres libre. También llamaría a un psicólogo para que me hiciera un test, y de esta manera medir mis sentimientos en kilovatios de palabras. ¡Solucionado! tendrían una estadística, otra más. Pero hay algo invisible que nos une. A partir de ahí, las palabras lo enredarían todo, pero ¿qué otra cosa puede hacer un  juez? Al contarle eso de lo invisible, seguro que me llevaría a un psiquiatra. Pueden ser celos, pasión incontrolada o violencia de género enfermiza. Otra vez las palabras. Y quedaría definido (silencio) en palabras.  Si contara que llego a casa, que me dispongo a comer unos canelones, que me encantan, sobre todo la parte churruscadita de queso rayado al horno,  y que me dices que te ha llamado alguien y que te vas con él, nadie haría ni caso. Pues déjela, diría el juez, váyase usted con otra. Es lo que piensan muchos. Pero si un juez entra ahora y te ve así, tumbada y en silencio ¡un torrente de palabras me arrollaría! diría que soy un maltratador ¡un asesino! cuando estoy dispuesto a ir a la manifestación en contra de los malos tratos y de la violencia de género. Gritaré contra el machismo y contra los machistas. Contra los agresores. Ahora estoy en el otro bando, al otro lado de las palabras que formaron mis ideas. (Mira, de lejos, a Amparo) Amparo, eres una obra de arte. Estás más allá de las palabras. Sin embargo ningún museo te aceptaría, ni a mí como tu pareja artística, a no ser que fuera una representación de lo nuestro, en esos montajes de arte contemporáneo, a los que tú dedicaste tanto tiempo en hacerles  campañas de publicidad, muy disimuladas, eso sí, para convencer al público sobre lo que es bello y lo que es arte. Sabías que es un engaño, pero da dinero.  Si te saco una foto, tal vez me pagarían varios miles de euros. Y sería un artista (Se sienta en la silla junto a la mesa. Le sigue mirando) Me declaro culpable, ¿de qué? nadie me va a escuchar. Una algarabía te convertirá a ti en víctima y a mí en agresor, cuando formamos parte de una misma historia. Si hablo dirán ¡apología, apología del terrorismo machista! ¡apología del crimen! Yo también me quedaré callado, igual que tú. En ese silencio que nos sumerge, no hará falta que comamos canelones, para sentarnos uno frente a otro a la mesa, porque no será necesario hablar. Ni siquiera estar juntos llenándonos de besos y caricias, porque el silencio será un beso y una caricia infinita, que se desliza en la eternidad. Es nuestra historia de amor. Somos el Romeo y Julieta del musac[6].  Sin embargo dirán que te he matado, que tú has muerto. Lo dirán con su lenguaje. ¿Y quién escucha los latidos más profundos? Me imagino a la Ministra, a cualquiera de ellas, o a algún ministrillo capcioso,  diciendo  ¡no lo vamos a consentir! ¡vamos a tomar medidas! y, ya ves,  un caso más en la lista. ¡Nosotros no somos uno más! Ni formamos parte de ninguna lista. Saldrán a manifestarse y yo no sabré qué decir. Amparo (se levanta) tú no supiste qué te pasó, ni qué hizo que te fueras, porque te dirigías al valle del silencio, sin ser consciente de ello (llora) y yo también me voy, sin saber a dónde ni cómo se va. (Se acerca a ella y se arrodilla) Me gustaría pedirte perdón, pero es sólo una palabra.  Hemos sido ¡tan felices! y sólo fueron palabras. Amparo, si volviera a entrar por esa puerta y te viera tan guapa, con una botella de vino en la mesa y con los canelones calentitos, y esa ensalada con tomatitos que tanto me gusta, y tú me dijeras que quieres hablar conmigo, te escucharía y me sorprendería escuchar lo que me cuentas, y no te dejaría ir. Y si te pusieras insolente te tiraría una silla y apretaría tu garganta hasta que quedases en silencio, completamente en silencio, como estás ahora. (Se incorpora. Coge el teléfono. No marca ningún número, pero habla  como si lo hiciera a través de él) Mi mujer no habla. (Se ríe compulsivamente) ¿Y qué, que no hable? me dirán. Pues que diga algo (Se ríe más) Que hable. No entenderán nada, como si fuera tan fácil que volvieras a hablar. Oiga, yo también voy a dejar de hablar (Se va calmando la risa. Tira el teléfono al suelo. De seguido corre a cogerlo, lo coloca junto a la oreja) He matado a  mi esposa. ¡Oh! ya tienen una gran noticia, una lamentable y penosa noticia, pero al fin y al cabo noticia. Y yo seré un canalla (mira a Amparo) sin que a nadie le importe qué hay en el fondo entre tú y yo: lo mismo que hay en todo ser humano. Sin que nadie lo mire, porque sólo al verlo será posible caminar por otros senderos. Llamaré a las feministas y a los feministas de turno y les diré: dejen de hablar. Y escuchen. Colgarán, colgarán (se ríe) Y se congelarán (Se ríe más. Coloca el teléfono a la oreja)  Comunica. (Deja caer el teléfono de su mano. Se sitúa ante Amparo) Si tú me volvieras a contar que alguien te llamó  y que no sabes si quieres irte o no, me acercaría a ti (lo hace y se agacha) pondría un dedo  sobre tus labios (lo hace) y te besaría (lo hace) y luego me iría andando (se levanta y anda despacio por la habitación)  sin parar de andar, sin hacer caso de nuestras inversiones, ni del trabajo. Y tal vez,  tal vez un día nos encontráramos en un lugar muy lejano y nos diríamos adiós de lejos. Yo tendría una niña, con otra mujer y los tres recorreríamos algún prado a caballo. Y tú estarías vestida con una traje de estilo francés. Tu nuevo esposo te lo habría comprado en París. De tu mano iría un niño comiendo un helado (Se sienta en la silla) Amparo, hace un rato tú estabas ahí (señala el otro lado de la mesa) Y yo aquí. (Silencio, mientras que mira la ausencia de Amparo)  Te amo (mira hacia arriba) ahora te amo en silencio. Un silencio infinito y eterno. Sólo quien beba de su fuente podrá vivir con las palabras, sin que éstas lo arrastren. A mí ya me llevaron y he de llegar a ese silencio. (Se levanta, sale del cuarto. Entra con un cuchillo en la mano. Mira a Amparo, sonríe cariñosamente. Se sienta en el sillón. Se da un corte en las venas de la muñeca de un brazo. Pasan unos segundos y se da otro tajo en el cuello. Queda en silencio).

 

                                                             –  FIN –


1 [1]Observe el lector/espectador, la correlación que hace el guionista entre el problema personal (átomo) y el social (materia)

 

2 [2]Referencia al sentido etimológico de recordar, re-cor/cordis

3 [3]Observe el lector este sibilino juego de palabras con el que nos deleita el autor.

4 [4]Observe el lector con qué sutileza, el autor, convierte al personaje en un fanático, mediante un simple giro lingüístico. Pasa de «queda» a «Al- Qeeda«.  Algo que el actor deberá trasmitir mediante su prestancia dramática.

5 [5]Curioso juego de palabras de gran calado filosófico, que cada lector, y en su caso espectador, deberá interpretar por su cuenta.

6 [6]Clara alusión, con una carga crítica de calado, al museo de arte contemporáneo de Castilla y León MUSAC,.

 

Licencia de Creative Commons
Este contenido está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 España.