UN ARGENTINO, BAILADOR DE TANGO: «Los periódicos son los prostíbulos del pensamiento» (silencio) Si yo dijera esto pudiera ser un escándalo. Incluso alguien me podría decir: «Oiga, márchese usted de aquí. No queremos complicarnos la vida. Si lo que usted hace no sale en la prensa es como si no lo hiciera, así es que no sea usted boludo y váyase con esas historias a otra parte». Pero si yo digo que eso de que la prensa es el lupanar del pensamiento es una cita de Honorato de Balzac, me señalarán y dirán: «es un intelectual». Como lo dijo hace más de un siglo y medio ya no tiene importancia, pero ¿por qué esa misma frase dicha hoy causa tanto nerviosismo? ¿Por qué si no es una cita me tengo que callar? Es como si yo preguntase ahora mismo a alguien, con unos ahorros en el bolsillo, si se lo dejaría a un corredor de Bolsa. Me miraría y podría decir, con soltura y fundamento, que esos negociantes, por llamarles de alguna manera, tienen por costumbre pedir dinero unos a otros, entre ellos y se acaban quedando con el del pequeño ahorrador. Y que es mejor no confiar a él su dinero. Pero la codicia hace que piquen muchos pardillos.

¿Es posible decir esto hoy en día? Sí. Pero es que ya lo dijo sobre los banqueros el dramaturgo Plauto, acaban por quedarse con el dinero, de una u otra manera ¡ lo dijo doscientos años antes de Cristo! ¿Alguien me lo puede explicar, por favor?. (Mira a un lado y a otro. Habla confidencialmente) Hace dos mil años Ovidio describió mejor que nadie al agricultor de hoy, sí, sí, al agricultor actual, dos mil años después sigue igual, ávido de agua, sin parar de quejarse y escondiendo sus dinerillos y llorando, y lamentándose y aferrado a su terruño. Lo dejó escrito en su obra «Metamorfosis». Les llamó «ranas». ¿Es que no ha cambiado nada? Si yo quiero comprar unas madreñas no las encuentro, porque ya nadie las hace, ni las usa, ni una hoz porque hay tractores, cosechadoras ¿pero cómo es que siguen siendo ranas después de tanto tiempo? ¿No tiene embalses? ¿No tienen trasvases? pero quieren más, y así seguimos. ¿Qué pasa? ¿Es que no pasa el tiempo?.

 Porque ¿a quién le suena la señora de Beauharnais? Pero ¿si digo que es Josefina de Beauharnais? tampoco puede que suene, por más que fuera la viuda de un aristócrata, al que mataron en la guillotina cuando la revolución francesa. A muchos les sonará si digo solamente «Josefina». Pero aun así tengo que dar alguna pista: Hace un siglo estuvo en boca de todo el mundo, fue una criolla que se casó a los treinta y dos años siendo madre de dos hijos. ¡Se casó con Napoleón Bonaparte! Y su historia fue un secreto a voces. No voy a descubrir nada, nada que no se sepa, pero me hace gracia que para vencer al emperador francés los británicos decidieron aplicar un arma psicológica contra él, para menoscabar su fuerza, para alterar sus decisiones, para no dejarle pensar tranquilamente y humillarle, al más condecorado de los militares de todos los tiempos, símbolo del soldado audaz y defensor de la patrie, de la suya por lo menos, claro. Los ingleses se dedicaron a publicar su relación con aquella mujer de la que se enamoró y dieron a conocer las infidelidades de esta emperatriz. Corrieron todo tipo de rumores, que hicieron mella en el jefe de los ejércitos, atormentado y celoso. Se escribieron novelas y de los inventos se sacaron noticias. Algún periódico de hace un siglo dio a conocer incluso alguna carta personal entre ellos. Napoleón fue un personaje de los libros de historia, de los de leyendas y de la prensa rosa. ¿A qué me suena un siglo después, salvando las distancias? Creemos que los paparazzis son un fenómeno nuevo, siempre es nuevo lo que se repite. Lo que sucede hoy parece que nace hoy.

¿A qué me suena un gobernante musulmán que es ajusticiado a la vista de la gente y muere diciendo «en el nombre de Alah, el clemente, el misericordioso»? ¡Ah, sí, sí, sí!» Sucedió en mayo de mil noventa y cinco. Digo bien: ¡mil noventa y cinco! Han pasado diez siglos desde que un caudillo cristiano empujado por bulos, que se demostró luego que fueron ¡bulos! arremetió contra un califa con el fin de conseguir sus riquezas, por la violenta codicia de sus tesoros. Una vez que el jeque musulmán fue vencido, tras unirse contra él los ejércitos enemigos, lo juzgaron para ajusticiarle legalmente ¡legalmente! y a la vista de todos. Para hacerlo lo enterraron dejando la cabeza al aire y prendieron fuego a su alrededor. ¡Y parece que fue ayer! ¿Qué son diez siglos? ¿Para qué han servido? Yo tengo la impresión de que también podrá suceder otra vez mañana, tal vez dentro de un rato. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es que el tiempo se ha congelado? Explíquenme si no cómo es posible que nuestro querido amigo Antón Chéjov escribe el guión de teatro «El jardín de los cerezos» sobre la historia de un terreno plantado de tales árboles, terreno que se divide para aumentar su valor al construirlo de casas y sacar dinero y más dinero ¡Lo cuenta hace un siglo! Todo vale en favor del beneficio. Avisa, en forma de metáfora, que hacer desaparecer nuestra riqueza por dinero nos lleva al suicidio. Crecen los edificios, y cada vez más, al mismo tiempo que la estupidez humana y esto, dicen, sigue ocurriendo. ¿Quién lo dice? puesto que ya no existe la especulación, la riqueza es la cultura.

 Para esto han pasado cien años, para aprender, para darnos cuenta de las cosas ¿O esto es una bola? ¡Por favor! seamos claros ¿Es que no se lee o es que no vale para nada lo que se escriba? ¿Hay alguien que me pueda explicar qué es lo que sucede a lo largo de la historia? ¿Qué pasa? ¿Pasa el tiempo? Parece que no. También hace casi un siglo Thomas Mann escribe «La montaña mágica» y hace del tiempo una ilusión, algo que es diferente en un lugar o en otro, como si el tiempo fuera plastelina que toma formas de diversas maneras, pero al final sucede en esta novela el mismo cuento de siempre: el pensamiento de la libertad convence, pero acaba arrollado por el pensamiento de la muerte, el pensamiento feo engaña a todo aquello que busca la belleza, y destruye los ideales porque quienes defienden la libertad caen en la trampa una y otra vez al aceptar el duelo con la muerte y sus palabras. Los que piensan en oscuridad se matan a sí mismo, o simplemente matan y la libertad queda herida, nunca muere, pero nunca crece, se estanca. Si avanza un paso vuelve otra vez para atrás.

 Créanlo, el tiempo es una bola. Una mentira tal vez, que de huellas de barro se hace y se amasa. Se lo puedo asegurar, el pasado, presente y futuro quedan mezclados. Y nos hacemos de ese barro, porque yo pienso que el alma es el tiempo, el tiempo que no pasa, aunque se vaya y transcurra. Y podemos verlo desde nosotros mismos, con la palabra. Las palabras son los ojos del alma. ¡Que nadie se calle! Para ver, para ver y así hacer del tiempo una nube y dejar atrás una historia oscura que se repite y se repite una y otra vez. Porque ya no tiene gracia. Porque la palabra lo ha visto y podemos palpar el tiempo, y acariciarlo. Aunque hay algo que nos ciega y, sin embargo, siempre podemos hacer algo: ¡bailar! (Suena música de tango. Baila. Se para) ¡bailar y sonreír! para que no nos atrape el tiempo y evitar que nos empuje al engaño o a la nada. El tiempo es una bola, una bola inmensa, dejemos que ruede, pero a nuestro compás. (Baila)