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(Una chica entre 30 y 45 años, con un vestido y sandalias. Se dará al público una máscara para ver esta obra de teatro, o una careta de cartón de los chinos. Si no hubiera presupuesto se pedirá que la vean con un gesto raro, no habitual, inflar los mofletes, poner morros, sacar la lengua, etc., hasta el final).

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MUJERMASCARA: (Aparece en el escenario una mujer con una máscara de teatro puesta. Mira al público. Piensa). Veo muchas caras. (Sonríe). Sí. Sin embargo, quienes me miran a mí ven sólo una cara, ¡una!. (Da unos pasos. Respira). Si alguien piensa que la mujer tiene un sólo rostro, no conoce a las mujeres. Nosotras no nos conocemos. Los varones tampoco se conocen a sí mismos, pero es problema de ellos. Y no me refiero a los gestos. Somos lobas esteparias y no nos habíamos dado cuenta. (Sonríe). No me refiero a una interpretación según en qué momento vivamos, o en qué circunstancia. No es una doble, o triple o infinitas personalidades, no. Más bien es al revés. Son nuestras múltiples formas de ser las que nos hacen vivir situaciones diferentes, vidas a veces opuestas, cambios de personalidad que no son tales, ni cambios de estados de ánimo. No, no, no, no. Son las máscaras que tenemos, ¡las máscaras que somos!. Nada que ver con un desdoblamiento, ¡nada!, ni bipolaridades ni quintupolaridad que valga, ¡no!. No. De otra manera ¿cómo sucede que la vida de una mujer sea tan variable, tan diferente según en qué momento?. Yo soy una mujer, pero tengo muchas máscaras. Soy una máscara tras otra. Es decir soy yo misma en cada momento. Nadie piense que es ser una hipócrita y, mucho menos, una mentirosa. Precisamente es lo contrario. He descubierto mis máscaras porque soy sincera. Todo el mundo, hombres y mujeres, deberían conocer este descubrimiento. Nos entenderíamos mejor ¡todos!. (Se queda pensativa). Cariñosa, enérgica, dulce y mimosa con mi hijo y ¡agitada!, hay que darse prisa en desayunar. ¡Venga, venga!, ¿has dormido bien?, me pongo la careta de mamá. Me pongo la careta de esposa: espera que se enfríe el café, no te manches la camisa. La careta de mamá: a portarse bien y hacer lo que te mande la señorita, guarda estos besitos en la mano para que los cojas hasta que llegue a buscarte. Mascara de esposa: un besito mi amor, hasta luego. Máscara para la oficina: sí, sí ya está hecho el informe, he llamado al juzgado. Con esta máscara tengo reflejos, ganas de comerme el mundo. Con otra máscara mando: tráeme la carpeta de Hacienda, ¡corre!. Con la otra obedezco: sí, sí, ya tengo localizada la gráfica de ventas. Las máscara de salir a tomar un café: que día más bueno, ¿qué más da que esté lloviendo?, salimos de la oficina, ya es algo bueno. La máscara de ser admirada: el camarero me mira, yo a él, pero no aguanto la mirada quieta a sus ojos mucho rato, para no darle pie a que hable demasiado conmigo, un café con leche. Sí, dos sobres de azúcar, ¿de lo que se come se cría?, no sé qué decir, sonrío con la máscara. Un día me regaló un libro de poemas, tenía dos versos subrayados, hice que no me di cuenta, pero él cree que hay algo. Lo hay, con la máscara de ir a tomar café. La máscara de la oficina: sí ya va, ¿quién es?. La máscara de esposa: para decir a qué hora llego a comer. La máscara de hablar con el teléfono móvil y la mascara para hablar con el teléfono fijo. La máscara de amante: hoy no, vale, de acuerdo, un viaje de ida y vuelta el fin de semana, tengo ganas, sí, es una máscara voluptuosa, dura, clandestina, seductora. La máscara de la tonta que ve la tele. Para pensar en los datos que tengo que rellenar al día siguiente en la oficina me pongo la máscara del trabajo. La máscara de mamá: venga a la cama, hay que dormir. La máscara del programa de cotilleos. La máscara de dormir, ¡fuera!, quedan cosas por hacer. La máscara de ir a la manifestación del 15 M, sí, hay que ir. La máscara de esposa: vamos a la cama, la máscara del beso y si toca vale, de acuerdo sexo, ¡hasta el cuerpo es una mascara!, es un cuerpo diferente según la máscara, si no ¿cómo abrazar a un hijo, a un esposo, a una amiga, a un amante?, ¿es el mismo abrazo?. La máscara de la amiga confidente: no te metas en líos, y si te metes no digas nada. Sé tú misma, pero se me olvidó decir que sea ella misma en cada momento. No me atreví a comentar nada de la máscara. Pero ¿yo qué sé si ella sabe que la tiene o no?. Y es que la máscara no cambia la fisionomía, ¡no la cambia!, por eso no vemos las máscaras, no nos damos cuenta, ni en los demás ni en nosotros mismos, porque la máscara es la misma cara, pero dentro de ella, sólo dentro parece otra. Una cara diferente que no lo es, un cuerpo distinto en el mismo cuerpo, porque cambian los sentimientos, lo que pienso, ¡todo!. (Habla confidencialmente). Es una máscara que está por dentro. (Piensa). Seguro que me ven y no saben qué máscara soy. (Se ríe). Yo veo desde aquí la máscara del espectador. Allí (señala) la del que piensa sin llegar a una conclusión. Allí (señala) la del aburrido, (señala) la del dormido, (señala) la de a mí que no me señalen. Allí (señala) le de quien me quiere ver desnuda con poses provocativas. Podría ponerme esa máscara, pero las máscaras se-po-nen-so-las. Me subo al escenario y me viene la máscara del guión. Entro en mi casa y aparece la máscara de mamá, beso a mi marido, la máscara de esposa. Entonces (queda pensativa) ¿qué hay debajo de todas las máscaras?. (Anda despacio de un lado a otro. Se para, mira de frente). Otra máscara. ¿Y debajo?, otra y otra. Somos una cadena de máscaras. Y es en esa cadena donde están nuestros pensamientos y lo que sentimos, ¡todo!. En ellas viven nuestros múltiples cuerpos, en ellas laten los orgasmos, diferentes según la máscara. ¿Y yo?, ¿qué máscara soy?. Cuando baje del escenario no me van a reconocer. Pensarán, ¡es una actriz!, no, no, no, no. Soy una máscara de actriz. Por eso actuó. Y me gusta. No tengo por qué estar de acuerdo con lo que digo, es la máscara. Pero hay otra máscara, las palabras que digo son la máscara del autor, él cree que es un autor, pero en realidad es una mujer, bueno, es la máscara de una mujer y cuando se puso a escribir se puso la máscara de escritor, pero ¿y ahora?. (Queda como una estatua señalando con el dedo hacia arriba. Pasados unos segundos gira la cabeza a un lado y a otro. Baja el brazo). He sido yo la que se ha puesto la máscara del autor. ¡Y nos la quiere poner a todos!. Y yo, yo máscara, Cdr espjtambién. ¿Sabéis por qué?. (Da unos pasos. Habla susurrante). Porque todos, todos somos muchas máscaras a la vez. Y no me refiero a los políticos. Ellos no tienen máscaras, sino un antifaz. Los que tenemos caretas somos ciudadanos ¡anónimus!. Pero máscaras las tenemos todos y todas, lo que pasa es que las mujeres somos más sinceras y las mostramos más. Son máscaras interiores. Somos tú, yo, ¡todas y todos!. Si algún día enseñáramos las máscaras y no las escondiéramos nos llevaríamos mejor y podremos ponernos la mascara de la solidaridad, de la paz, del amor, ¡máscaras diferentes!, ¡seríamos libres!. Y yo me desnudaría en el escenario, (señala a alguien) la máscara de la risita, (señala) la máscara de a ver qué pasa, (señala) la máscara de un desnudo está muy visto. Si descubriéramos nuestras máscaras interiores no me verías desnuda, no, sino a vosotros, cada uno a sí mismo, homosexuales y heterosexuales, grandes y pequeños. La máscara es es el espejo del arte y su imagen es la vida. (Se acerca al borde del escenario, se ríe, con las ambas manos rodea la boca, grita susurrando). No me voy a quitar la máscara porque voy a seguir actuando cuando me vaya, aunque no esté aquí. ¿Y tú?. (Se quita la máscara, la deja en el suelo. Se va).

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Lamujermáscara por Ramiro Pinto se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
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