PERSONAJES :

Sr. Aniceto ( Anda apoyado a un bastón. Mueve las piernas con mucha dificultad)

Enfermera (de nacionalidad peruana, inmigrante)

D. Vito (Tiene las manos deformadas. Un brazo lo tiene paralizado y el otro casi)

Policía

D. Antoñito (Hombre de avanzada edad, con apariencia de joven)

Vecina de Ambasaguas

– Periodista

– Chino


ACTO I

Escena primera


(Entra el Sr. Aniceto. A su lado va la enfermera, le sujeta del brazo. Andan muy despacio. El Sr. Aniceto con mucha dificultad. Se dirigen a un banco, al llegar se sientan)

Sr. Aniceto: ¡Ay! ¡Ay! (con fatiga) Y pensar que no hace mucho si quería comprar una cajetilla de cigarrillos recorría la calle hasta el final, en un momento. Quedaba con los amigos y, para dar una vuelta, íbamos al bar que está allá, como un simple paseo ¡Y mire usted ahora! no puedo con mi alma. Cada paso es un mundo ¡Ay! ¡ay!

Enfermera: Así es la vida, señor. El tiempo no pasa en balde. En mi tierra decimos «santo cielo ¡cómo pasa el tiempo!»

Sr. Aniceto: Pasa y pasa sin parar. Pero el tiempo se queda, quienes pasamos somos nosotros.

Enfermera: Es la vida, es la vida que es así. Y no podemos hacer nada, señor. ¡Qué se va a hacer! Llevar el paso de los años lo mejor que se pueda.

Sr. Aniceto: Ya, ya. ¡Como iba a imaginar yo, que apenas diez metros, iban a suponer una fatiga tan grande. ¡Y gracias que los hago! Porque llegara un momento en que no podré ni andar.

Enfermera: No piense en eso señor, no piense en eso. Nunca se sabe.

Sr. Aniceto: Ya, ya. Yo si lo sé ¡ah!

Enfermera: Hoy la medicina avanza a pasos de gigante. Hasta puede que dentro de unos años se cure el cáncer, la artrosis y el SIDA.

Sr. Aniceto: A mí eso ya no me llega. Se lo digo yo, se lo digo yo ¡ Ay! (Se adormece)

Enfermera: Siempre hay que tener alguna esperanza.

Sr. Aniceto: Sí, sí.

Enfermera: La esperanza es lo último que se pierde.

Sr. Aniceto: Claro, claro.

Enfermera: Cuando vienen las cosas malas y no tienen remedio hay que saber llevarlas. En su caso es la enfermedad. Hay que adaptarse a las circunstancias. No queda más remedio. Yo vivo lejos de mi familia y vivo con la esperanza de volver lo antes posible con la plata suficiente.

Sr. Aniceto: Ya, ya (mueve la cabeza, que tiene inclinada hacia abajo)

Enfermera: Si le parece voy a hacer las labores. Aproveche estos rayos de sol. Dentro de un rato vengo a buscarle.

Sr. Aniceto: Bien, bien.

Enfermera: Hasta luego (Se va.


Escena segunda


(Aparece al fondo D. Vito. Anda levantando las rodillas. Es paralítico de brazos. Las manos están retorcidas. El Sr. Aniceto ronca. D. Vito levanta las piernas y dobla las rodillas para hacer ruido en sus pasos)

D. Vito: ¡Los de Mansilla Mayor pisamos fuerte!

Sr. Aniceto: (Despierta con sobresalto) ¿Qué pasa?

D. Vito: ¡Los de Mansilla Mayor pisamos fuerte! (Anda simulando que desfila, al paso de la oca. D. Aniceto le mira con cara de pocos amigos)

Sr. Aniceto: (Como si hablara con el aire) ¿Hoy que van a tocar? ¿Guitarra o pandereta? (Don Vito da sus pasos más exageradamente)

D. Vito: (Hace que está solo, que nadie hay que le escuche) ¡Me encanta pasear!

Sr. Aniceto: (Mueve los brazos, como si bailase flamenco. D. Vito corre de un lado a otro. El Sr. Aniceto hace que dirige una orquesta filarmónica) ¡Cuando sea mayor quiero ser director de orquesta!

D. Vito: (Sigue corriendo de un lado a otro) Me verás me verás, pero no me cogerás ( Se ríe a carcajada)

Sr. Aniceto: (Aplaude) ¡Bravo! Todavía quedan tontos que no saben adonde van (Los aplausos se convierten en palmas musicales)

D. Vito: (Hace un zapateado flamenco) Ya querrían muchos ir de acá para allá (Se acerca adonde está el Sr. Aniceto) No tengas prisa, al fin y al cabo para estar sentado… (Ríe sonoramente.

Sr. Aniceto: (Levanta el bastón y hace por dar a don Vito, que sale corriendo) Vas a correr, pero de verdad ¡anormal! Has levantado el muro colindante en mi propiedad y lo vas a pagar ¡Te vas a enterar! (Don Vito salta burlándose del señor Aniceto. Éste saca un teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta. Llama. D. Vito se va, con pases de baile.


Escena tercera


Sr. Aniceto: ¿Policía? Sí, mire, se ha cometido un gravísimo atentado contra la propiedad (Silencio) Sí, no me interrogue así, como si yo fuese un niño. La mía, ¡por supuesto!. Este acto, brutal, salvaje y premeditado, arremete contra la propia Constitución. (Silencio, mientras que levanta las cejas, orgulloso de sí mismo por lo que acaba de decir) No, no puedo ir a la comisaría. Soy un inválido. (Silencio) No, no ha sido como consecuencia de ese atentado contra mi propiedad. Pero me ha afectado profundamente. Es evidente que hasta hace tres años he gozado de buena salud. Coincidiendo con aquel terrible delito contra mi propiedad enfermé, artrosis, osteoporosis, reuma y ¡yo qué se cuantas cosas! que me tienen lisiado (Silencio) Bueno fue hace tres años, pero en ese tiempo he intentado que razone mi vecino y veo que no. El tema no es urgente, pero es muy grave. Le he llamado por mi conciencia cívica. No querrá que coja una pistola y cuando vea la próxima vez a mi vecino le mate. O que ponga una bomba en el muro (Silencio) Sí, es un muro que hace de separación entre mi vecino y yo y se ha metido en mi propiedad, sin permiso ni nada. Tengo todos los papeles en regla. (Silencio) Le repito que no puedo ir al juzgado. El tema es muy grave porque hay más, que no puedo contar ahora. Mire mi hijo es periodista y no quiero que las autoridades se enteren del problema por la prensa (Silencio) Bien, bien. No me muevo de aquí. Al final de la calle Los barrios, en un banco de la plazoleta, al lado del parque. Vale, vale. Espero con mucho gusto a que venga un agente (Cuelga. Queda somnoliento. Se medio despierta) Mi hijo periodista (se ríe) ¡vaya pegote! (Queda otra vez adormecido.


Escena Cuarta


(Entra un policía. Se acerca al señor Aniceto, que está con los ojos cerrados y respira profundamente)

Policía: ¡Eh! ¡Usted!

Sr. Aniceto: ¡Ay! Sí, sí. ¡Hombre! señor agente. Disculpe, es que estoy profundamente afectado.

Policía: Usted dirá, yo más bien diría que estaba profundamente dormido (saca un cuaderno de notas y un bolígrafo del bolsillo interior de la chaqueta)

Sr. Aniceto: Ya lo conté por teléfono. Es algo terrible. Ve ese chalet de ahí enfrente (señala) Es mío. Vivo en él los meses de verano. Estoy muy enfermo y me queda poca vida. La tranquilidad me es necesaria. Vivo solo. Quedé viudo hace nueve años. Los hijos me vienen a ver, pero aguanto poco a los nietos. No paran de correr y de hacer ruido (Guarda el teléfono móvil)

Policía: Si no le importa, cuénteme y lo que yo pueda atender, a su disposición. Lo demás todos tenemos lo nuestro. Mi hija se fue de casa y llevo casi ocho meses sin saber de ella. Se enamoró de un bohemio y ¡pobre!. Otro hijo ha dejado los estudios y no sé que va a ser de él. (Le interrumpe el señor Aniceto)

Sr. Aniceto: Todo lo que me cuente es poco ¿Usted sabe lo que ha pasado en mi chalet? Un atentado en toda regla (El policía mira y no ve nada que llame la atención)

Policía: Si pudiera concretar un poco más.

Sr. Aniceto: Mi vecino es un déspota, antipático y una mala persona.

Policía: Que sea lo que sea. A mí no me incumbe. Yo quiero saber hechos que puedan ser constitutivos de delito, de manera que pueda hacer los trámites pertinentes para que actúe la justicia.

Sr. Aniceto: Pues el hecho delictivo y criminal es muy concretito. Ha usurpado mi propiedad. ¿Ve ese muro (lo señala) entre mi parcela y la suya?

Policía: Sí.

Sr. Aniceto: Lo hizo sin pedirme permiso, sin contar conmigo. Y sobre todo, aquello que atenta contra la Constitución Española y la Europea, y contra los Derechos Humanos: una parte del muro está en mi propiedad, sin mi consentimiento expreso (El policía se acerca al muro exterior. Se asoma para ver el muro colindante de la discordia. Vuelve al lado del señor Aniceto, con un gesto de escepticismo)

Policía: A simple vista no se nota mucho.

Sr. Aniceto: ¡A simple vista! ¿Donde está la policía científica de la que tanto se habla en la televisión? Por favor, coja los planos y verá. ¿No se da cuenta de que la columna de la entrada es a medias y se ve claramente que ha sobrepasado la línea que separa a ambos (El policía vuelve a acercarse y mira más atentamente)

Policía: Sí, sí. Pero vamos un centímetro o dos.

Sr. Aniceto: ¡Cuatro centímetro con veintinueve milímetros!. Lo que demuestra que está hecho a mala idea.

Policía: ¡Hombre!

Sr. Aniceto: Ni hombre ni ocho cuartos. Usted mismo lo ha reconocido. Ocupa mi propiedad. ¡Me da lo mismo que sea un centímetro que un kilómetro! es mío y no tiene porque meterse.

Policía: Le advierto que, a lo mejor, le complica más tirarlo y hacer otro de nuevo. Y no le digo nada de papeles y pleitos para resolver un caso así.

Sr. Aniceto: ¡Quiero justicia!

Policía: Yo si quiere tomo nota, que para eso me pagan, pero que prospere ya es otro asunto (El Sr. Aniceto queda pensativo)

Sr. Aniceto: (Con voz baja y confidencial) Usted no se pregunta ¿por qué ha puesto un muro?.

Policía: No, todo el mundo pone una valla.

Sr. Aniceto: Ya, ya. pero un muro alto y que ha costado lo suyo.

Policía: Pues ¿para qué es un muro? para separar una parcela de otra.

Sr. Aniceto: ¡Claro! Y el seto de antes ¿no servía exactamente igual para eso? Y más con lo cotilla que es mi vecino. Pregúnteselo a cualquier vecino.

Policía: Yo en eso de que sea o no cotilla su vecino no puedo hacer nada. Mi mujer también lo es.

Sr. Aniceto: Usted no vio la serie de Colombo ¿Qué hay detrás de ese muro? se preguntaría él.

Policía: En la realidad, quien hizo de Colombo, está en chirona. Por matar a su mujer. Así que tenga cuidado, no sea que se le caiga el muro encima.

Sr. Aniceto: ¿Se ha asomado al muro?

Policía: No.

Sr. Aniceto: ¡Exacto! (Sonríe irónicamente. El policía se acerca y se pone de puntillas para asomarse. Vuelve)

Policía: Nada, no veo nada.

Sr. Aniceto: Así me gusta. Eso es lo que pasa ¡Correcto! Así me gusta, policía científica. No se ve nada, luego …

Policía: Luego …

Sr. Aniceto: ¡Luego algo esconde! ¡Piense!

Policía: Eso ya son palabras mayores ¿Y qué esconde?

Sr. Aniceto: ¡Hombre! palabras mayores será que ha atentado contra mi propiedad.

Policía: Ya, pero si hay una causa mayor, eso nos puede llevar a un delito más grave o por lo menos más urgente ¿Usted sospecha de algo?

Sr. Aniceto: No es que sospeche, soy testigo de cargo.

Policía: Entonces tomo nota. Esto ya son palabras mayores.

Sr. Aniceto: Hay chinos en su casa.

Policía: ¿Chinos? Hay por todas partes.

Sr. Aniceto: Pero aquí no se ven. Pueden haber hasta medio centenar. Nadie sabe nada.

Policía: ¿Y usted?

Sr. Aniceto: Yo he visto a uno. Asomándose a la puerta, pero sin salir del recinto, el cual está cerrado ahora a cal y canto. Entra y sale una furgoneta ¿Por qué?

Policía: ¿Por qué?

Sr. Aniceto: ¿Qué esconde?

Policía: ¿Qué?

Sr. Aniceto: Mi vecino tuvo un taller de sombreros. Cerró y echó a los trabajadores. Presume de comer muy bien y de tener mucho dinero ¿de dónde lo saca?

Policía: ¿De dónde?

Sr. Aniceto: Sé que tiene un garaje subterráneo. Puede que haya un taller clandestino, en el que trabajen muchos chinos. Ha rodeado el chalet de vallas muy altas.

Policía: Todos los vecinos hacen lo mismo.

Sr: Aniceto: Pero la colindante conmigo no hace falta que sea tan alta. Ha gastado mucho dinero y se ha apropiado de una parte de mi hacienda. ¿Cuál es la causa?. He ahí la cuestión.

Policía: Una nimiedad.

Sr. Aniceto: Una ilegalidad enorme, pero, si quiere, es lo de menos. Tómelo como una pista.

Policía: Tal como lo cuenta el caso podría tener enjundia.

Sr. Aniceto: Enjundia, enjundia.

Policía: Tomo nota (escribe en el cuadernillo) y tramitaré la denuncia ¿Sus datos son?

Sr. Aniceto: Considérela como una denuncia anónima. No quiero romper nuestro trato de vecindad. Ni protagonismo. El mérito será suyo, agente.

Policía: Ya pero debo identificar a las fuentes de la investigación.

Sr. Aniceto: Diga que es fruto de una investigación policial. Lo ha oído, le han comentado, puede ser, se rumorea.. Si hay una condecoración que sea para usted. Yo sólo quiero justicia.

Policía: Ya veremos a ver que pasa (Se despide con la mano en la frente. Se va.


Escena quinta


Sr. Aniceto: Enjundia, enjundia, je, je. Se va a enterar ese listillo de mi vecino de lo que es meterse en propiedad ajena. je, je (Queda adormecido, con la frente apoyada en el dorso de una mano que se apoya en la otra, que a su vez se apoya en el mango del bastón)

(Entra D. Antoñito corriendo. Viste con un chandal)

Escena sexta

(Don Antoñito da vueltas corriendo despacio, alrededor del Sr. Aniceto, sentado y adormecido en el banco. Se para frente a él para hacer ejercicios gimnásticos. Da otras dos vueltas y se coloca otra vez frente a él, para hacer una exhibición gimnástica, con una sonrisa)

D. Antoñito: Chiiss, chiiss (Vuelve a correr. Da un toque con los dedos en el hombro del Sr. Aniceto. Repite al cabo de unos pasos la misma operación. El Sr. Aniceto despierta, mira atentamente a D. Antoñito. Éste se detiene frente a él para hacer ejercicios de cintura. El Sr. Aniceto insiste en mirarle con detenimiento, lo cual hace sentir orgulloso a D. Antoñito) ¿Qué te parece? Estoy hecho un toro. Mira, mira (Encoge y estira las piernas varias veces, con las manos en la cadera) Hay que cuidarse. Una buena dieta, ejercicio cada día, yo me tiro tres horas diarias, todo ello regadito con una buena jubilación (risotada)

Sr. Aniceto: ¿Tres horas? Yo siempre que me siento aquí te veo de un lado para otro, sea la hora que sea.

D. Antoñito: ¡Bueno! hay que hacer vecindad.

Sr. Aniceto: Y que te vean, porque no pasas desapercibido.

D. Antoñito: No querrá que vaya con un burka. Uno es como es (se remira y gira el antebrazo para marcar los bíceps) y a la gente le gusta mirar. A mí no me importa ¡que tomen ejemplo! Mire, mire (hace unos ejercicios gimnásticos)

Sr. Aniceto: Ya veo, ya veo.

D. Antoñito: Lo de usted ha sido tremendo. Es una pena, verle sin poder andar ¡Quien le ha visto y quien le ve! Pero míreme a mí (luce sus brazos con presunción y señala sus pierna de arriba abajo)

Sr. Aniceto: Quien le tiene que ver es un médico (le mira la cara con gestos de extrañeza)

D. Antoñito: Como un roble, señor Aniceto ¡como un roble!. Una vez al mes me hago un chequeo.

Sr. Aniceto: No sé, no sé.

D. Antoñito: ¿Qué quiere usted decir? (Se toca la cara. Acerca ésta al Sr Aniceto para que mire mejor. Así lo hace)

Sr. Aniceto: Siéntese, siéntese (D. Antoñito se sienta, deja que le mire atentamente) Tiene ahí unas arrugas que no me gustan nada.

D. Antoñito: ¡No me asuste!

Sr. Aniceto: No quiero decir nada, pero no me gustan ni una pizca esas patologías cutáneas, que suelen pasar desapercibidas.

D. Antoñito: No tendrá un espejo (Se toca al lado de los párpados)

Sr. Aniceto: A lo mejor son sólo unas patas de gallo, pero le envejecen mucho y vaya usted a saber. Yo, sentado aquí, estoy fenomenal.

D. Antoñito: ¿Y qué puede ser? ¿Cómo me han podido salir de la noche a la mañana? Le digo que estamos expuestos a todo, con tanta contaminación. Yo me cuido, pero claro tengo que salir a la calle. No puedo evitar los rayos ultravioletas que provoca la falta de ozono, y toda la porquería que echan los coches, las fábricas. Vas a tomar el sol y llueve, sacas el paraguas y nieva, llevas abrigo, yo tengo uno muy bueno de piel, y no sabes si ponértelo o no.

Sr. Aniceto: Claro, claro. Pero mejor ponérselo para lucir la prenda.

D. Antoñito: Los ecologistas tienen razón, ¡el cambio climático!, pero ¡claro! no vamos a volver a la edad de piedra. Yo quiero vivir bien.

Sr. Aniceto: Como todos.

D. Antoñito: Pero luego son unos bocazas esos ecologistas. Bueno ecologista yo, que me cuido, esos son ecologetas. Se meten con todo. ¿Es que yo no soy un ser vivo que hay que proteger?. ¡Hasta con los campos de golf quieren terminar! ¿Qué digo ¡exterminar!. ¿Qué tendrán de malo? Que falta agua, ¡pues que hagan más embalses! ¿O no? Yo los fines de semana, ya sabe, voy a jugar al golf ¡ Me encanta! Va mucha gente a la que le gusta ver la elegancia y el buen porte (Se estira)

Sr. Aniceto: Mucha gente le verá allá.

D. Antoñito: Efectivamente. Uno no puede estar en todas partes, me tengo que repartir. Pues allá están con sus pancartas y gritos esos ecologistas, que el golf está mal ¡pero si ellos ni se lavan! ¡Qué les molestará! ¿Yo sabe lo que haría?

Sr. Aniceto: ¿Qué?

D. Antoñito: Llevaría todas las fabricas y la contaminación a los países pobres ¿Qué más les da morir de hambre que por contaminación? Al revés, si ganan algo con la contaminación tardan más en morir. Hoy con los aviones y los adelantos técnicos todos los productos estarían a nuestro alcance en cuestión de horas. Porque fíjese en mí, disfrutando de la vida y me veo afectado por la contaminación. ¡No hay derecho! (Se toca alrededor de los párpados, está a punto de llorar)

Sr. Aniceto: Le diré una cosa.

D. Antoñito: Diga, diga ¿pero está seguro que ve algo raro en mi cara? (Acerca el rostro a los ojos del señor Aniceto)

Sr. Aniceto: (Mira con atención) Sí, sí, se ve claramente.

D. Antoñito: Es tremendo (El Sr. Aniceto le consuela, dándole palmaditas en la espalda) la contaminación lo destruye todo, hasta nuestra salud (Se pone de pie)

Aniceto: Bueno, hombre, también los años cuentan. El tiempo no pasa en balde.

D. Antoñito: Pero si yo estoy hecho un chaval. No es como usted ¡en fin! lo suyo es una pena.

Sr. Aniceto: Yo sentado estoy muy a gusto. Lo que me preocupa es la contaminación (en voz baja) ¿Quién le dice que lo mío no es también por culpa de ella?

D. Antoñito: ¡Señor Aniceto, no me asuste! (Se pone de pie)

Sr. Aniceto: ¿No le dije que le quería decir algo?

D. Antoñito: Cuente, cuente (Se sienta otra vez a su lado) estoy muy preocupado. Pobre carita mía (Se acaricia) ¡Pobre de mí!

Sr. Aniceto: (Confidencialmente, muy piano) Puede que la contaminación esté muy cerca de nosotros.

D. Antoñito: ¡No me diga! (El señor Aniceto pone las palmas de las manos hacia arriba y tuerce la cara, a la vez que eleva las cejas) pero si aquí venimos a descansar, lejos de la gran ciudad. Cada vez hay más chalets, pero estamos en una zona residencial, con muchos jardincitos.

Sr. Aniceto: Eso parece, pero…

D. Antoñito: ¿Pero? (Se levanta del banco)

Sr. Aniceto: Puede que las apariencias engañen.

D. Antoñito: Sea más explícito. Pues si algo está ocurriendo tendremos que hacer lo que sea. Yo estoy dispuesto incluso a llamar a los ecologistas a que den la tabarra. .

Sr. Aniceto: Claro, claro. Puede que haya algún taller clandestino, escondido en algún chalet.

D. Antoñito: ¿No me diga? ?¿A qué se refiere? Sea más explícito, por favor.

Sr. Aniceto: Pero de lo que le cuento ni una palabra a nadie. No quiero romper mis relaciones de vecindad.

D. Antoñito: No se preocupe, confíe en mí. Estamos en el mismo barco.

Sr. Aniceto: ¿Conoce a mi vecino? El que vive tras ese muro.

D. Antoñito: Sí, de vista. También pobre hombre, es una pena verle con los brazos de esa manera.

Sr. Aniceto: Un egoísta, toda su vida ha sido un egoísta.

D. Antoñito: Muy suyo, como todo el mundo. Me refiero a que todos somos como somos. Yo no querría verme en su lugar.

Sr. Aniceto: Pues quiero que sepa que su chalet está lleno de enjundia.

D. Antoñito: ¿Lleno de qué?

Sr. Aniceto: ¡De enjundia!.

D. Antoñito: ¿De enjundia?

Sr. Aniceto: Sí.

D. Antoñito: ¿Y eso contamina? (El señor Aniceto pone las palmas de la mano hacia arriba y la cabeza doblada hacia un lado) Que yo sepa «enjundia» es una palabra, no algo que cause mal a la salud. ¿Se imagina que el día de mañana enferme de cáncer en la piel? No quiero ni pensarlo.

Sr. Aniceto: Sé que dentro de ese chalet hay enjundia. Lo sé de muy buena tinta. Fuentes autorizadas me lo han confirmado.

D. Antoñito: ¿Cómo es eso?

Sr. Aniceto: Es una larga historia, que tiene miga, o, bueno, tiene enjundia.

D. Antoñito: Por favor dígame qué pasa.

Sr. Aniceto: Mi vecino

D. Antoñito: ¿Don Vito?

Sr. Aniceto: Sí.

D. Antoñito: Pobre.

Sr. Aniceto: Y dale con que pobre. Es una pena y todo lo que quiera. Pero es una mala persona.

D. Antoñito: Yo cuando le veo con los brazos así se me cae el alma a los pies. Lo suyo en las piernas se disimula más.

Sr. Aniceto: Pues lo de las arrugas en su cara da el cante, sinceramente. Yo sé de dos personas que tuvieron cáncer de piel.

D. Antoñito: ¡No me diga eso que me da un síncope! Voy a ir a urgencias, inmediatamente.

Sr. Aniceto: Pero antes entérese de lo que pasa, pues tendrá que contar de donde viene el mal. Y a lo mejor antes de ir a que le operen tiene que ir a denunciar el tema. Y que conste que yo ya lo he hecho.

D. Antoñito: Dígame qué es lo que pasa.

Sr. Aniceto: Ese pobre hombre, como usted dice, me quiso quitar la parcela. Imagínese que es lo único que tengo de esparcimiento.

D. Antoñito: ¿Para qué, si él tiene la suya?

Sr. Aniceto: ¿Ah? Ahí está el tema, he ahí la enjundia, de la que el chalet de mi vecino está lleno.

D. Antoñito: Pero ¿qué pasa?

Sr. Aniceto: ¿Ha visto el muro que hizo?

D. Antoñito: Sí.

Sr. Aniceto: Es ilegal, pues se mete en mi propiedad (Don Antoñito mira y con gestos hace como que no está muy claro) Sí, sí, fíjese bien. (Don Antoñito acerca para asomarse a la puerta y ver de cerca el muro. Vuelve)

D. Antoñito: Sí (con escepticismo) pero apenas se nota.

Sr. Aniceto: ¿Usted ve algo del otro lado?

D. Antoñito: No

Sr. Aniceto: Evidentemente.

D. Antoñito: Evidentemente ¿qué?

Sr. Aniceto: Que si no ve nada, si ha levantado ese muro dentro de la ilegalidad es que algo oculta.

D. Antoñito: Es una posibilidad.

Sr. Aniceto: Es mucho más que una posibilidad (Don Antoñito se vuelve a sentar al lado del señor Aniceto. Presta mucha atención) Yo he visto chinos en su casa. Le diré, confidencialmente, que fue la policía quien me ha asegurado que en ese chalet hay enjundia.

D. Antoñito: ¿Y qué tiene que ver eso con la contaminación y mi terrible problema en la piel?

Sr. Aniceto: Mi vecino, al que usted insiste en llamar pobre hombre, fue dueño de una fábrica de sombreros.

D. Antoñito: Cerró, porque ya no se llevan.

Sr. Aniceto: En China cada vez usan más sombreros. Le digo que tiene una fábrica clandestina y seguro que contamina. ¿De qué si no el muro? ¿Por qué los chinos? Los que yo he visto ¡y los que no habré visto! Y una furgoneta que entra y sale.

D. Antoñito: Si es como usted dice el asunto es grave.

Sr. Aniceto: ¿Grave? ¡Gravísimo! (Mira la cara de don Antoñito) No me gustan nada esas arrugas ¡Con lo que usted se cuida!

D. Antoñito: Y que me tenga que pasar esto a mí (Mira detrás de él, oye pasos)

(Entra la vecina de Ambasaguas).


Escena séptima


(Don Antoñito se acerca a la vecina de Ambasaguas que pasea)

D. Antoñito: Disculpe señora, querría saber si tiene usted un espejo.

Vecina de Ambasaguas: ¿Un espejo?

D. Antoñito: Sí un espejo. Es una cuestión un poco delicada. Será un momento.

Vecina de Ambasaguas: No me parece que un espejo sea algo para pedir en la calle. Ya me parece incorrecto, y una intromisión, el que la gente pregunte la hora. Si usted quiere saber la hora ¡lleve un reloj! O ¿pedir un cigarrillo? ¡Cómprelo! Y si está un rato sin fumar no pasa nada: lo que tendrían que hacer es no fumar. Pero ¡un espejo!

D. Antoñito: Es para mirarme.

Vecina de Ambasaguas: No me diga usted que no puede esperar a llegar a su casa y mirarse todo lo que quiera.

D. Antoñito: Deje que le explique. Soy una persona en plena forma física (Da una carrera y hace unos ejercicios gimnásticos) Hago ejercicio físico todos los días y me alimento correctamente. A simple vista se puede ver (El señor Aniceto, en el banco, bosteza. Don Antoñito muestra sus brazos)

Vecina de Ambasaguas: Es usted un presuntuoso. Si tuviera un espejo sería de los que se llevan en el bolso. Usted necesita uno de armario. No creo que sea tan urgente. Me parece un insolente.

D. Antoñito: No lo entiende, no lo entiende.

Vecina de Ambasaguas: Claro que sí que lo entiendo. Es usted un vanidoso y pedirme un espejo demuestra que no tiene vergüenza.

D. Antoñito: Es una cuestión muy grave. Se lo aseguro. No he sabido explicarme. Por favor míreme la cara.

Vecina de Ambasaguas: ¡Encima! ¿usted está de guasa? Y no se lo voy a consentir ¡Ahora mismo llamo a un policía! ¡Un espejo! Lo que es usted es un acosador (Saca un teléfono móvil del bolso)

D. Antoñito: (Se pone de rodillas) Por favor, señora, no es lo que usted piensa. Mire mis ojos (Se pone de pie. Llora)

Vecina de Ambasaguas: Ahora me viene con el cuento. Le miro los ojos y mete la mano en el bolso y me dirá que es para buscar un espejo.

D. Antoñito: Que no, que no.

Vecina de Ambasaguas: Explíqueselo a la policía cuando venga (Marca unos números)

Sr. Aniceto: Ya llamé a la policía, hace un rato.

Vecina de Ambasaguas: (Apaga la llamada) ¿Qué?

Sr. Aniceto: Llamé hace un momento a la policía.

Vecina de Ambasaguas: Es usted un caballero. Ha sido testigo de la impertinencia de este señor.

D. Antoñito: Explíqueselo usted, por favor (Se coloca, junto con la señora de Ambasaguas, al lado del banco en el que está sentado)

Sr. Aniceto: La policía ya estuvo aquí.

Vecina de Ambasaguas: ¿Cómo es posible?

D. Antoñito: Cuéntele usted la necesidad de un espejo.

Sr. Aniceto: Llamé por otro asunto ¿Usted no es de aquí, verdad?

Vecina de Ambasaguas: No, soy de Ambasaguas. He venido por esta zona, para ver dos chalets que se venden en los anuncios del periódico de la sierra. Es una zona más tranquila. No quiero una segunda vivienda, sino para instalarme todo el año. Si me decido supongo que seremos vecinos de esta zona (saluda asiendo la mano al señor Aniceto)

Sr. Aniceto: ¿Ha visto ese muro?

D. Antoñito: Lo del espejo, lo del espejo.

Vecina de Ambasaguas: ¿Cuál?

Sr. Aniceto: Se ve desde aquí (Señala con el dedo) Ese es mi chalet. El muro es el que está dentro.

D. Antoñito: Cuente lo del espejo, porque va a pensar muy mal de mí.

Sr. Aniceto: Las dos cosas tienen que ver.

Vecina de Ambasaguas: ¿Cuáles?

Sr. Aniceto: El muro y el espejo.

Vecina de Ambasaguas: No sé que me querrán decir (Se sienta al lado del señor Aniceto) ¿Un muro? ¿un espejo? Quiero saber qué ocurre en este lugar, no sea que me meta en la boca del lobo.

Sr. Aniceto: Puede ser. El chalet que está al lado del mío tiene enjundia.

D. Antoñito: Parece ser que lo ha dicho un policía.

Vecina de Ambasaguas: ¡No me asusten!

Sr. Aniceto: Parece ser no, lo ha dicho un policía. Ya le dije que estuvo aquí.

D. Antoñito: ¡Pero explíquele porqué quiero un espejo!

Sr. Aniceto: Señora, este hombre, de salud aparente, quiere comprobar lo que le pasa alrededor de los párpados ¿No ve que tiene unas arrugas? (Las señala. La vecina de Ambasaguas mira atentamente. Don Antoñito se inclina para que le vea bien)

D. Antoñito: Me encuentro perfectamente, en plena forma. Mira (hace una muestra de ejercicios de flexibilidad de cintura y abdominales) No es como este hombre, que ¡en fin! no puede andar. Es una pena. Pero a mí me da la noticia de lo que me pasa en los ojos, de repente y quiero verme. Si hace falta iré a urgencias.

Sr. Aniceto: Puede ser cáncer de piel. Conozco algunos casos.

D. Antoñito: ¡Ay! ¡ay! que me da un soponcio.

Vecina de Ambasaguas: Yo no entiendo. Unas patitas de gallo sí tiene, pero de lejos no se ven. Fijándose mucho.

Sr. Aniceto: Le ha afectado la contaminación.

Vecina de Ambasaguas: La contaminación afecta a todo, al clima, a los osos, al lince. Y al urogallo.

Don Antoñito: Y a mí, a mí también. ¿O es que yo no importo?. Por tal motivo le pedí un espejo, para ver ese mal que padezco. Porque si tengo que denunciar toda la enjundia que hay aquí escondida la denuncio.

Sr. Aniceto: Denúnciela, porque ¡vaya usted a saber lo que puede haber!

Vecina de Ambasaguas: ¿Y qué puede haber?

Sr. Aniceto: Eso tiene que ver con el muro que le indiqué (La vecina de Ambasaguas mira hacia él con cara de susto)

Vecina de Ambasaguas: ¿No habrá un arsenal, incluso de armas de destrucción masiva?

Sr. Aniceto: No se sabe, pero hay chinos de por medio.

Vecina de Ambasaguas: Nos invaden, nos invaden ¡Y nadie hace nada!

Sr. Aniceto: Yo ya lo he denunciado.

Vecina de Ambasaguas: Le repito que es usted todo un caballero.

Don Antoñito: El pobre no puede andar y a su vecino no le funcionan los brazos ¡A saber si es por lo que hay allá dentro! A mí, que estoy fenomenal, también me puede afectar.

Sr. Aniceto: Señora, déjele un espejo, si es que lo tiene, ahora que sabe los motivos de su solicitud. No es que sea grave, pero podría ir a denunciar el caso y a usted le vendrá bien, para saber si compra o no un chalet en esta zona.

Vecina de Ambasaguas: Por supuesto (Saca del bolso un espejo de cosmética. Se lo da a don Antoñito) ¡Quien iba a pensar una cosa así.

Sr. Aniceto: Y más que le puedo contar.

D. Antoñito: (Se mira y remira) Tengo unas pequeñas marcas, no llegan a ser arrugas, pero casi.

Sr. Aniceto: Es el comienzo, está claro.

D. Antoñito: (Se desmoraliza) Y todo por lo que pueda haber allá dentro.

Vecina de Ambasaguas: Petróleo seguro que no, pues ya habrían ido a por él los americanos.

Sr. Aniceto: Hubiera sido un acontecimiento, vendrían con aviones. Claro que a mi me habrían tocado los efectos colaterales.

D. Antoñito: ¡Me río yo! Me han tocado a mí. Sea lo que sea que haya en susodicho lugar hay que acabar con ello. Miren mis ojos, ¡contaminación masiva!

Sr. Aniceto: Chinos ¡hay chinos!

Vecina de Ambasaguas: Lo vengo diciendo desde hace un par de años. Son un peligro. Sobre todo el que dejen venir a tanto extranjero. A los chinos les da por hacer murallas.

D. Antoñito: A mí los chinos no me han hecho nada, pero miren (señala la zona de sus ojos) como ha dejado mi piel toda la enjundia y contaminación que hay allá dentro.

Sr. Aniceto: Es una pena, una pena.

D. Antoñito: ¡Pues claro! Si le pasa a usted, arruga más o arruga menos, tal y como está no pasa nada, como ya no puede andar. Las arrugas en su rostro no hubieran sido tan graves ¡Pero a mí! ¡Estando en plenas facultades! ¡Es una putada!

Vecina de Ambasaguas: ¿Me devuelve el espejo? (Don Antoñito se lo da)

D. Antoñito: No sé qué hacer, si ir al médico primero y luego a denunciar o al revés.

Sr. Aniceto: Vaya antes a la comisaría más cercana. De esa manera puede exigir luego una indemnización.

D. Antoñito: Pues sí, sí. Espero que no sea demasiado grave.

Vecina de Ambasaguas: A lo mejor con una crema se soluciona.

D. Antoñito: ¡Uf! No me caben más. Crema para el sol, para la suavidad de la piel, para mejorar la circulación, para abrir los poros, ahora, con lo del aloe vera, ya no sé cuantos mejunjes me echo, por cremas que no sea.

Sr. Aniceto: Pues vaya cuanto antes a denunciarlo y no olvide decir que el muro esconde lo que sea que haya. Se ha metido en mi parcela y ha invadido mi propiedad. Se lo digo porque es un detalle muy importante a tener en cuenta de cara a la ilegalidad de lo que se esconda dentro. Piense que ha simple vista el asunto atenta contra la constitución española y la europea.

D. Antoñito: Y contra mi salud. Me veo afectado. No tengo fuerzas ni para seguir corriendo (Se va cabizbajo con pasos cortos y lentos).


Escena octava


Vecina de Ambasaguas: Pobre hombre.

Sr. Aniceto: Otro, otro pobre hombre.

Vecina de Ambasaguas: Con la cosas que pasan ¿Adónde iremos a parar?

Sr. Aniceto: Hace falta un escarmiento ¡Justicia! ¡Justicia!

Vecina de Ambasaguas: Sin orden la sociedad no funciona. No puede ser que cada uno vaya a lo suyo.

Sr. Aniceto: Ni que lo diga. Fíjese mí vecino, me ha robado una parte de mi parcela con ese muro. (La vecina de Ambasaguas mira. Se levanta y acerca a la puerta. Vuelve con gesto escéptico)

Vecina de Ambasaguas: Mucho, mucho no parece (Se sienta otra vez en el banco)

Sr. Aniceto: ¡Mucho, mucho! ¡Cómo si es un milímetro! es mío. Pues vaya orden que quiere usted.

Vecina de Ambasaguas: Si yo no digo que no sea suyo. Pero, hay cosas más graves.

Sr. Aniceto: La enjundia que se esconde dentro ¿Usted sabe cuántos chinos hay allá dentro?

Vecina de Ambasaguas: No ¿Y usted?

Sr. Aniceto: No me dedico a contar chinos. Entre bazares, restaurantes y tiendas de ropa eche cuentas.

Vecina de Ambasaguas: Allá dentro no hay nada de eso.

Sr. Aniceto: Lo que es seguro es que hay enjundia. Lo ha dicho la policía. Y puede que haya una fábrica clandestina. Yo he visto, asomado a la puerta un chino. Y una furgoneta que entra y sale todos los días.

Vecina de Ambasaguas: ¿Quién sabe? Quien sabe. Si se fija, los chinos, nunca trabajan de barrenderos, ni en las obras, ni en el servicio doméstico.

Sr. Aniceto: Ahí está, ahí está.

Vecina de Ambasaguas: ¿De dónde sacan tanto dinero para los negocios? Porque los locales cuestan, y poner el negocio. Y China es comunista.

Sr. Aniceto: Ahí está, ahí está. Seguro que se lo da el Estado chino. Son comunistas, todavía. Bueno, pero a su manera, porque les hay ricos muy ricos y pobre y muy pobres.

Vecina de Ambasaguas: Pero comunistas. Nos invaden y no nos damos cuenta.

Sr. Aniceto: En cuanto vi que hizo aquel muro comencé a sospechar de que algo había.

Vecina de Ambasaguas: ¿Qué va a hacer?

Sr. Aniceto: Ya lo hice. Se lo he comunicado a la policía.

Vecina de Ambasaguas: Muy bien. Por tercera vez le digo que es usted un caballero y un valiente.

Sr. Aniceto: Cumplo con mi deber. Mi vecino ha atentado contra la Constitución, la española y la europea.

Vecina de Ambasaguas: ¡Encima!

Sr. Aniceto: Ha visto que ha atentado contra mi propiedad.

Vecina de Ambasaguas: No quiero ni pensar lo que puede pasar (Se santigua)

Sr. Aniceto: De todo.

Vecina de Ambasaguas: Y de dimensiones incalculables. Porque ¿sabe qué dicen de los chinos?

Sr. Aniceto: Que son muchos.

Vecina de Ambasaguas: (Confidencialmente) ¿Sabe lo de Nostradamus?

Sr. Aniceto: No ¿qué?

Vecina de Ambasaguas: Que los chinos se van a unir a los musulmanes y van a conquistar el mundo.

Sr. Aniceto: ¡Lo que nos faltaba! Mi vecino no tiene escrúpulos.

Vecina de Ambasaguas: Se ve que no.

Sr. Aniceto: Hay que hacer algo de manera preventiva.

Sr. Aniceto: Yo se lo he comunicado a la policía. Don Antoñito, el señor que le pidió el espejo, también ha ido.

Vecina de Ambasaguas: Yo no puedo ir porque no le voy a decir lo de los chinos ¿Cómo podrán vivir tantos chinos escondidos en ese chalet?

Sr. Aniceto: Hacinados. Fíjese que por las noches apenas duermo. Suelo poner la radio. Me entretienen mucho esos programas en los que llama la gente y cuenta sus cosas. Algunas veces son historias muy exageradas y otras no tienen sentido, pero entretienen. De un tiempo a esta parte, dejo los auriculares apagados, para escuchar lo que pasa afuera.

Vecina de Ambasaguas: Y ¿qué sucede?

Sr. Aniceto: No puedo precisar exactamente. Oigo muchas voces.

Vecina de Ambasaguas: ¡Vaya por Dios!

Sr. Aniceto: Lo típico es pensar que son pandillas de jóvenes. Eso es lo que cree la mayoría, pero nadie les ha visto ¿No le parece un poco raro?

Vecina de Ambasaguas: Un poco.

Sr. Aniceto: No me negará que en el chalet de mi vecino hay enjundia.

Vecina de Ambasaguas: Desde luego.

Sr. Aniceto: En eso no hay duda, porque se lo he oído decir a la policía.

Vecina de Ambasaguas: ¡Ay, ay! No me gusta nada la enjundia.

Sr. Aniceto: Puede que sean uno o mil. Los chinos se esconden. Por las noches salen a que les dé el aire, sin que les vean. Se camuflan como sombras chinescas.

Vecina de Ambasaguas: Por tal motivo ladran tanto los perros. Pasa en todas partes.

Sr. Aniceto: Se esconden en las sombras.

Vecina de Ambasaguas: ¡Ay que ver!

Sr. Aniceto: Hace algo más de dos años que apenas puedo andar.

Vecina de Ambasaguas: ¡Ay, pobre!

Sr. Aniceto: No se preocupe, he andado todo lo que tenía que andar. Tengo bien las manos y nadie me tiene que dar de comer, ni que arreglar. (Habla al oído) A mi vecino le pasa que no puede mover los brazos. Eso si que es peor.

Vecina de Ambasaguas: Por eso necesita tantos chinos.

Sr. Aniceto: ¡Qué va! tantos no ¿Usted ha visto a algún chino en nuestro país trabajando de jardineros o de enfermeros? ¿Alguna china de sirviente en alguna casa?

Vecina de Ambasaguas: Nunca me había parado a pensarlo.

Sr.. Aniceto: Piénselo, piénselo. Haga memoria.

Vecina de Ambasaguas: Es verdad, es verdad. No cabe la menor duda ¿Entonces?

Sr. Aniceto: Ellos tienen tiendas, restaurantes, negocios ¡Y talleres clandestinos! Mi vecino tuvo una fábrica de sombreros. La cerró, pero tiene mucho dinero.

Vecina de Ambasaguas: Pudo haberle tocado la lotería, y con lo que le dieran de cerrar la fábrica, más.

Sr. Aniceto: Correcto, pero ¿para qué hacer un muro ilegal y usurpando parte de mi propiedad? Para que no le vean ¿Qué esconde?

Vecina de Ambasaguas: ¡Madre mía! ¡Madre mía! Buscaba un lugar tranquilo en el que vivir y ¡vaya aventuras! En unos sitios por el ruido, en otros por la juventud que no respeta nada. Y donde crees que hay algo de tranquilidad hay un volcán escondido.

Sr. Aniceto: Usted lo ha dicho. Un volcán. Como le dije apenas puedo andar.

Vecina de Ambasaguas: Pobre.

Sr. Aniceto: Pobre no, porque tampoco me apetece ir a ningún lado. Estar quieto me permite observar mucho y darme cuenta de cosas que pasan desapercibidas a los demás. Veo mucho la televisión. En invierno, se han echo manifestaciones de emigrantes, que, alguna, he visto desde mi balcón. Aquí sólo vengo a pasar los meses de verano. Por eso cuando llegué me encontré con el desaguisado de mi vecino. Lo cual hace ver que él viene mucho en invierno ¿A qué viene?

Vecina de Ambasaguas: Desde luego no cabe duda de que algo debe de haber en el chalet de su vecino ¡Con todo lo que me cuenta!

Sr. Aniceto: A lo que voy: He comprobado que en las manifestaciones de emigrantes hay marroquíes, colombianos, del Perú, argelinos, de Nigeria y Guinea, de todas partes, menos chinos. Pero

Vecina de Ambasaguas: ¿Pero?

Sr. Aniceto: Siempre merodean en el entorno de las manifestaciones dos o tres chinos con gafas oscuras. Lo observan todo.

Vecina de Ambasaguas: Son muy observadores. Luego lo copian todo.

Sr. Aniceto: Ellos fabrican sus productos en talleres clandestinos, pero no lo venden en la calle. Se hacen con los mercados al por mayor de zapatos y sombreros.

Vecina de Ambasaguas: Sin embargo ya nadie lleva sombrero.

Sr. Aniceto: En Inglaterra sí. Y en las ciudades de China también.

Vecina de Ambasaguas: Me deja pasmada. Una zona que parece tan tranquila ¡cómo está! Imagínese el mundo. No me extraña que haya guerras, catástrofes y de todo ¡Con tanto chino! he oído decir que son mil millones.

Sr. Aniceto: Los chinos no se meten en nada. Hay que dejarles tranquilos. El problema es quienes les apoyan. Lo malo es cuando alguien mete las narices en lo que es de los demás. Irak se metió en Kuwait y lío. Estados Unidos en Irak ¡y cisco! Alemania y el Vaticano en Yugoslavia ¡follón! Los hindúes y los pakistaníes que si Cachemira es mío y no tuyo. Todas la guerras comienzan en que si te has pasado de la frontera, que este territorio es mío y tuyo no. Los comunistas todo para ellos. ¡Menos mal que dejaron de serlo ¡Y no quiero pensar la que se va a montar en Cuba! ¡Qué respeten a cada uno lo que es suyo!

Vecina de Ambasaguas: Desde luego. No me gustaría comprar una casa y que me la quiten o que se meta cualquiera.

Sr. Aniceto: Y si usted tiene unos límites que marcan su propiedad, no querrá que se los invada el vecino.

Vecina de Ambasaguas: Claro.

Sr. Aniceto: Yo no me meto con nadie, pero no me gusta que se metan en mi propiedad. Y si es un kilómetro como si es un milímetro. Lo mío es mío.

Vecina de Ambasaguas: Es increíble la repercusión que puede tener un problema hoy en día.

Sr. Aniceto: Es la globalización.

Vecina de Ambasaguas: En una colonia de chalets se genera un problema fronterizo que puede afectar a la política internacional de un país y en el fondo, como siempre ¡la corrupción! ¿Sabe lo que le digo?

Sr. Aniceto: ¿Qué?

Vecina de Ambasaguas: Que voy a llamar a una amiga que es periodista y que investigue este caso.

Sr. Aniceto: Muy bien, muy bien. Tengo todos los papeles del catastro. Le enseñaré la escritura de la parcela, para que compruebe que el muro colindante se ha metido en mi propiedad.

Vecina de Ambasaguas: (Saca un teléfono móvil del bolso) Como usted lo ha denunciado es un tema oficial ¡Puedo hacer algo por usted!

Sr. Aniceto: Por mí y por la justicia.

Vecina de Ambasaguas: Por supuesto. Llamaré a mi amiga.

Sr. Aniceto: Sí, sí. Es un tema de primera página. El policía ha dicho que este caso tiene enjundia.

Vecina de Ambasaguas: (Marca un número) ¿Caty? Soy yo, tu vecina de Ambasaguas. (Silencio) Sí, sí. (Silencio) No, no, no he podido ir hoy a tomar el café. Vine a ver esa zona de la que te hablé. Sí, sí, sí. Quería comprar un chalet. Allí cada vez hay más jaleo, más polución, más ruidos por las noches. (Silencio) Aquí parecía tranquilo, pero es de esto de lo que te quiero hablar. (Silencio) Sí, sí. Supongo que tienes mucho trabajo, pero ya sabes que yo no te llamo por cualquier tontería. Ya, ya. Efectivamente. Acércate y hablamos. Es un tema de enjundia. tengo a mi lado un testigo. Lo que hay es muy gordo, con mafias chinas y contaminación grave (Silencio) Sí, sí, ya hay una víctima (Escucha un rato. Pregunta al Sr. Aniceto) ¿Usted sabe cómo localizar a ese señor que le afectó gravemente a la piel? (El Sr. Aniceto dice sí con movimientos de cabeza) Sí, lo podrás comprobar por ti misma (Escucha) A grandes rasgos, no sé. Es un tema muy complicado, pero que está denunciado a la policía. (El señor Aniceto señala su muro, e insiste en ello) Hay un muro de por medio en todo este tema, como el de Alemania, pero claro en relación a este asunto (El señor Aniceto aplaude silenciosamente. Ella escucha) En resumen es que se esconde algo. (Escucha) No, no creo que haya nadie famoso (Pregunta al señor Aniceto sobre este nuevo aspecto. Él responde con gesto que no sabe) Bueno no tenemos datos. Ya sabes como son estas cosas. (Escucha) En este lugar no he visto a ningún famoso. (Escucha) Ya, ya sé que hay que enganchar la noticia con el interés del público. Claro, claro. (Silencio) Vale, vale (hace señas al señor Aniceto de que va a acudir la periodista) Venga te espero. Estamos en un banco (Escucha) Sí, sí vamos a vigilar, cualquier cosa que pase te informamos. Vale, vale. Llegas a la entrada del pueblo. Hay un restaurante que pone especialidad en conejo al ajillo. Coge la carretera que está enfrente, sí, viniendo de allá, a mano derecha. Al final de esa calle te espero con el testigo. Vale, por supuesto. A tu disposición, un beso. Un beso.

Sr. Aniceto: Muy bien, muy bien.

Vecina de Ambasaguas: Verá que no he dejado fuera lo del muro.

Sr. Aniceto: Ya, ya.

Vecina de Ambasaguas: De todas formas esta amiga mía, que es una gran profesional de la información, no creo que lo considere el tema central.

Sr. Aniceto: ¿Cómo que no?

Vecina de Ambasaguas: A nivel informativo. Si viene mi amiga y usted lo primero que le cuenta es lo del muro, ella va a pensar que es un problema personal. Tiene que ver la enjundia. Lo de los chinos llama mucho la atención. Lo de la contaminación ¡ni le cuento! Va a entrevistar a ese señor afectado, al que se le cae la piel a tiras (dice con cierta ironía)

Sr. Ainiceto: Ha estado usted brillante ¡muy brillante! Me ha gustado todo lo que he oído. Bueno todo menos (se calla)

Vecina de Ambasaguas: ¿Menos?

Sr. Aniceto: Es una cuestión personal. Yo soy una persona muy formal. Y lo del final me ha chocado. Sinceramente, le he considerado una persona formal, con principios y mucha educación.

Vecina de Ambasaguas: ¿El qué? ¿A qué se refiere?

Sr. Aniceto: Lo del beso ¡tanto beso! ¿Qué quiere que le diga? En los tiempos que corren uno ya no se puede fiar de nadie. No se sabe quien es hombre quien es mujer y quien ninguna de las dos cosas. Ha dicho dos veces «beso», cuando con un adiós o hasta luego valdría ¡Digo yo!

Vecina de Ambasaguas: Es una simple despedida. Le aseguro que no tiene más trasfondo. Un beso y ya está. ¡Por favor! Cuando venga nos daremos un par de besos en la mejilla. No veo nada malo en ello. Es una costumbre.

Sr. Aniceto: Yo nunca me he despedido de nadie con un beso. Porque además si no se da, no se da. Disculpe mi mal pensamiento, pero claro usted habla con ella y yo oigo lo de un beso, y no sé que tipo de beso es. Puede ser en la mejilla o en la boca ¡o vaya usted a saber!

Vecina de Ambasaguas: ¡Hombre!

Sr. Aniceto: Yo ahora veo mucho la televisión ¡y se ve cada cosa! No es que sea mal pensado. Pero ¡vamos! que si usted dice «un saludo», «adiós» o «hasta vernos» se despide como Dios manda.

Vecina de Ambasaguas: Nunca me había planteado que pudiera ocasionar un mal entendido de tal envergadura.

Sr. Aniceto: Y que conste que yo no estoy en contra de nadie. Allá cada cual.

Vecina de Ambasaguas: Allá cada cual, pero le tengo que decir que yo soy una mujer muy formal. Hay cosas en las que he evolucionado gracias a unos cursos que hice sobre autoestima y desarrollo personal ¿sabe?

Sr. Aniceto: Que no me tiene que dar ninguna explicación. Uno se acostumbra a todo. Le felicito por su gestión en el tema que nos incumbe y no demos más vueltas al asunto.

Vecina de Ambasaguas: (Se sienta a su lado) Hace tres años sufrí una depresión. Lo pasé francamente mal. Fui al médico de cabecera y que me recetó unas pastillas, de esas tan famosas.

Sr. Aniceto: Creí que eran para los hombres.

Vecina de Ambasaguas: No me refiero a «esas», sino al Prozac, todo el mundo las conoce. Me vinieron bien. Pero sólo bien. Hablando con una vecina, me recomendó unos cursos que me han venido fenomenal. Me sirvieron para ser más yo misma. Se lo cuento porque una de las recomendaciones que nos hizo el profesor del curso fue que manifestásemos nuestros sentimientos, que nos comportásemos más cariñosamente con los demás ¡El mundo iría mejor! si todos nos quisiéramos de verdad. El problema es que muchas veces no lo manifestamos. Una de las cosas que hablamos, en el grupo en el que participé, fue precisamente que en las frases hechas hay que introducir cambios y en lugar de «adiós», «chao» o «saludos», decir «un beso». Pero no vas a decir «un beso decoroso discreto y en la mejilla»

Sr. Aniceto: O en la mano. Tal es el beso de un caballero.

Vecina de Ambasaguas: Es un beso de palabra, que no es nada.

Sr. Aniceto: No me dé explicaciones. Cada uno tenemos nuestra vida y yo la respeto.

Vecina de Ambasaguas: Lo que no quiero es dejar ninguna sombra de sospecha. Soy una mujer muy formal y evolucionada. Y por serlo he sido soltera de vocación.

Sr. Aniceto: Yo soy viudo, pero nadie lo es por vocación. Bastante desgracia tuve con la muerte de mi esposa y ahora con esta dichosa enfermedad.

Vecina de Ambasaguas: Indudablemente. Pero hay que mirar siempre el lado positivo de la vida.

Sr. Aniceto: ¿Eso también lo aprendió en ese cursillo?

Vecina de Ambasaguas: Sí. Fíjese, en una situación tan grave como la de su vecino, con tanta complicación, y sin embargo tiene de positivo que nos hemos conocido, y que gracias a saber sobre la enjundia de este lugar no me meto en la boca del lobo, ni me voy de guatemala a guatepeor.

Sr. Aniceto: (Mueve la cabeza, en un vaivén de arriba abajo, con los ojos cerrados) Lo positivo para usted es lo malo para mí. Yo quiero vender mi chalet, para irme a una residencia.

Vecina de Ambasaguas: ¡Pues véalo positivamente! Si se resuelve el caso, que cuando venga mi amiga, que es periodista, el tema adquiere nivel, se lo digo yo, y se resolverá, podemos llegar a un acuerdo.

Sr. Aniceto: Usted va a tener un buen precio, las cosas como son. Me ha caído bien. Mis hijos están colocados y para la herencia ya recibirán un buen cacho, con el piso de Madrid, unas acciones que tengo por ahí ¡Ya quisiera yo haber recibido una miaja de lo que ellos van a tener! Son otros tiempos.

Vecina de Ambasaguas: Ve como todo tiene su lado positivo. Su chalet es muy bonito y junto a la carretera (Se levanta, va a mirarlo desde más cerca, asomándose a la valla. Vuelve) Lo que hay que mirar, cuando todo se solucione, es lo del muro. Porque si las escrituras y el plano ponen tantos metros cuadrados de parcela son esos y no so ni más ¡ni menos!

Sr. Aniceto: Ve como es importante lo del muro.

Vecina de Ambasaguas: ¿Pero cómo se le ocurre a su vecino hacer esa barbaridad?

Sr. Aniceto: Tiene usted razón. No hay palabras para describirlo.

Vecina de Ambasaguas: Véalo positivamente. Se va a solucionar. Yo confío en la Justicia.

Sr. Aniceto: Y yo. Le voy a decir el precio. Mucho menos de lo que me ha dicho la inmobiliaria qué cuesta actualmente. Ciento ochenta mil euros .

Vecina de Ambasaguas: Sinceramente, pensé que me iba a pedir más. Veo que es una persona muy honrada y de palabra. Pero, antes que nada, hay que resolver el caso. No puedo meterme en un sitio que tiene una bomba al lado, que puede explotar en cualquier momento.

Sr. Aniceto: Yo aquí ya no pinto nada. Iré a una residencia a que me asistan. La verdad es que no necesito vender el chalet, porque con mi pensión me basta. He sido director de un colegio durante treinta y cinco años. Cuando empecé ganábamos una miseria, pero los tiempos han cambiado y no me quejo. Cuando se solucione, si lo ve conveniente, llegamos a un acuerdo. No quiero que haya problemas con la herencia. Y, para ello, nada mejor que el dinero contante y sonante.

Vecina de Ambasaguas: Lo importante es que usted disfrute el presente.

Sr. Aniceto: ¿También este consejo lo ha aprendido en el susodicho cursillo?

Vecina de Ambasaguas: Sí.

Sr. Aniceto: Yo he sido muy feliz. Pero lo de mí vecino me ha dolido mucho. No lo puedo remediar.

(Entra corriendo, pero despacio don Antoñito, lleva una bolsa en la mano.


Escena novena


D. Antoñito: ¿Siguen aquí?

Sr. Aniceto: Sí, sí, aquí estamos.

Vecina de Ambasaguas: ¿Sabe? A lo mejor llegamos a un acuerdo y me vende el chalet.

D. Antoñito: ¡No me diga!

Vecina de Ambasaguas: Bueno, primero se tiene que resolver el problema del vecino. No quiero vivir al lado de una casa llena de enjundia y ¡vaya usted a saber qué más!

D. Antoñito: Se va a solucionar ¡Cómo que me llamo Antonio Padilla Bravo!

Sr. Aniceto: Siempre te hemos llamado Antoñito, incluso llamándote de don, con ese aspecto de joven, para el vecindario eres Antoñito.

D. Antoñito: Gracias. La verdad es que me cuido. Pero ahora con el problema de su vecino, estoy desesperado.

Sr. Aniceto: Que me ha invadido ¡me ha invadido! ¡es un ocupa!

D. Antoñito: Me estaba refiriendo a lo de la industria esa que contamina el aire.

Vecina de Ambasaguas: Todo lo que pasa es un peligro. Porque claro, empieza por un centímetro y vaya usted a saber adónde llega. La vida es una cadena, todo se relaciona con todo.

Sr. Aniceto: ¿También con los cursillos?

Vecina de Ambasaguas: También.

Sr. Aniceto: El atentado contra mi propiedad casi llega a los cinco centímetros. Porque además hizo el muro torcido. En un extremo puede que sea un par de milímetros más lo que se pasa.

Vecina de Ambasaguas: Si compro su chalet pago con respecto a la medida de la escritura de la parcela ¿y si falta espacio, qué hago?

D. Antoñito: No cabe duda de que es un problema grave.

Vecina de Ambasaguas: Y tan grave. Hemos llamado a una periodista. Es una amiga mía. Gana mucho dinero con las exclusivas.

D. Antoñito: (Se acaricia el rostro, se detiene, preocupado, a los lados externos del ojo) ¡La prensa!

Vecina de Ambasaguas: No tardará en llegar. La hemos llamado hace unos minutos.

Sr. Aniceto: Ya os dije que el tema se las trae, tiene enjundia.

D. Antoñito: A mí la broma me ha costado ya un ojo de la cara.

Sr. Aniceto: Y nunca mejor dicho (La vecina de Ambasaguas se levanta. Se acerca a don Antoñito, para ver de cerca las arrugas de los ojos)

Vecina de Ambasaguas: No se preocupe tanto, sólo está empezando.

D. Antoñito: ¡Sólo! ¡Qué no me preocupe!

Vecina de Ambasaguas: Que no se preocupe ¡tanto!

Sr. Aniceto: Todo empieza por algo. Lo mío comenzó con algunos dolores en las rodillas al subir las escalares. A los que no di importancia

D. Antoñito: Ya lo ve. Y quiere que no me preocupe ¡tanto! Si no me preocupo yo por mi salud ¿quién se va a preocupar? Miren (enseña la bolsa con cajas botes dentro) me he comprado lo mejor que hay para la piel. Y protectores de rayos ultravioletas. Esta noche me lo daré todo. Lo que pasa que si viene la periodista ¿trae cámara de fotos?

Vecina de Ambasaguas: Seguramente. Y quiere hablar con usted.

D. Antoñito: ¡Conmigo!

Vecina de Ambasaguas: Como testigo y directamente afectado.

D. Antoñito: (Se muestra orgulloso, pero se abate al pensar en las arrugas de sus ojos) Pero con estas rugosidades no voy a salir bien. Espero que actúe la justicia. También yo he estado en comisaría, para denunciar (queda pensativo) para denunciar (tartamudea) para denunciar (Duda). No sé que es lo que he denunciado al final.

Sr. Aniceto: ¿Entonces?

D. Antoñito: Fui todo decidido a comisaría. Pero no supe bien por donde empezar. Les dije que podía haber una fábrica clandestina

Sr. Aniceto: Muy bien, muy bien.

Vecina de Ambasaguas: ¿Y qué más?

D. Antoñito: Me pidieron pruebas, indicios. Les dije que hay testigos de haber visto chinos dentro del chalet.

Sr. Aniceto: Hay que ser más preciso: Yo he visto un chino, pero no sé si habrá más, podría ser. Donde hay un chino hay más ¿No habló del muro?

D. Antoñito: No.

Sr. Aniceto: Pues es lo fundamental.

D. Antoñito: Bueno, dije que no se ve nada, que está tapiado por todas partes y que podría esconder algo.

Sr. Aniceto: ¿Y no les dijo que ese muro invade la propiedad de un vecino? Yo tengo pruebas para demostrarlo.

D. Antoñito: La verdad es que estuve muy nervioso.

Vecina de Ambasaguas: Claro, no es para menos.

D. Antoñito: Les comenté lo de mis arrugas. Y les preocupó. Me dijeron que podría ser hasta desencadenante de una depresión. ¿Cómo no me voy a deprimir? ¡Ay!

Sr. Aniceto: ¿Tomaron nota de la denuncia?

D. Antoñito: Les dije que investigaran ellos mismos. Lo de la inmigración ilegal está de máxima actualidad. Y todo lo que tiene que ver con China se pone de moda.

Vecina de Ambasaguas: ¡Hay mil millones de chinos en el mundo! Se dice pronto.

Sr. Aniceto: Confío en la justicia. Si tiran el muro podré recuperar la parte que he perdido de mi terreno y mi vecino ya no puede esconder nada.

Vecina de Ambasaguas: (Ve venir a lo lejos a su amiga, la periodista) Centrémonos en el tema. La cuestión es que hay un muro que es ilegal. Algo se esconde tras él. Usted (al señor Aniceto) ha visto un chino, de lo cual no cabe duda y pueden haber más. Y usted (a don Antoñito) a denunciado el tema, pues le afecta la contaminación emitida por algo que pueda haber escondido tras el muro.

Sr. Aniceto: Perfecto. De todas formas yo quiero dejar claro que ese muro se ha metido en mi parcela.

D. Antoñito: Y que el gobierno tome cartas en el asunto.

Vecina de Ambasaguas: No os preocupéis que mi amiga es una gran profesional.

(Entra la periodista).


Escena décima


Vecina de Ambasaguas: ¡Querida Caty!

Periodista: Hola.

Vecina de Ambasaguas: (Presenta a don Antoñito) Es un vecino de este lugar. Un afectado por la enjundia del tema (La periodista y don Antoñito se saludan con un par de besos de mejilla) Y este señor (señala al señor Aniceto) es un auténtico caballero, todo hay que decirlo. Es quien nos ha advertido y puesto en alerta, sobre un tema de consecuencias sociales que puede ser de interés tuyo, de cara a darlo a conocer a la opinión pública. (El señor Aniceto estira el brazo, como saludo. La periodista aprieta la mano de él con sus dos manos)

D. Antoñito: No se puede levantar (El señor Aniceto pone gesto circunspecto) Son de esas enfermedades degenerativas. Una pena. Bueno, se levanta, pero con mucha dificultad. Yo le he visto andar por última vez hace tres años ¡Y quien le ha visto y quien le ve! Cuidando su jardín, paseando, lleno de vitalidad. Y ya ve, c´est la vie, que diría un francés. Sin embargo yo hago todos los días una tabla de gimnasia y corro durante una hora.

Sr. Aniceto: (Interrumpe a don Antoñito) Y fíjese como tiene la cara.

Periodista: ¿Qué le pasa? No veo nada (Se fija) Una piel muy morena.

D. Antoñito: Es un problema que ha surgido últimamente y pensamos que es debido a algo que ocurre allá (señala la casa del vecino del señor Aniceto)

Vecina de Ambasaguas: Vayamos al grano porque mi amiga tiene mucho trabajo y a menos que sepa de qué va el tema no podrá informar sobre él.

Periodista: Sí ¿cuál es el tema, el meollo del asunto? ¿Y qué se ha hecho hasta ahora al respecto, en favor de una solución?

D. Antoñito: Me he comprado estas cremas (La vecina de Ambasaguas pone cara de circunstancias. El señor Aniceto le dice mediante gestos del rostro que tenga paciencia)

Periodista: Estoy encantada de estar con ustedes. Pero al periódico en el que trabajo le interesan temas que afecten a la sociedad, no asuntos personales. Hay dos claves fundamentales para que entiendan mi trabajo: temas de actualidad y de interés social ¿Entienden?

D. Antoñito: Sí, claro.

Periodista: Me une una gran amistad con ella (Señala a la vecina de Ambasaguas, la cual se muestra congratulada por tal deferencia) Sé que es un tema que puede ser de gran interés porque me fío de ella, pero por favor no se anden por las ramas.

D. Antoñito: Mire (se señala los ojos) ve las arrugas que tengo. Hace unos días no las tuve. Me han comenzado a salir estas marcas. Algo lo ha provocado, no cabe duda.

Periodista: Bueno, el tiempo pasa para todos. Yo no tengo la piel que tenía hace veinte años. Tú (se dirige a la vecina de Ambasaguas) me conociste. Cuéntales qué cutis era el mío.

Vecina de Ambasaguas: Parecía una niña. Ahora tampoco estás mal (La periodista muestra sus dos perfiles)

D. Antoñito: Cuídese. Es un consejo. Míreme a mí y fíjese en este pobre hombre (señala al señor Aniceto) Sólo tiene cinco años más que yo. No quisiera acabar como él (El señor Aniceto cierra los ojos e inclina la cabeza, para hacer que duerme) Ha tenido mucha vitalidad, cierto, pero no se ha cuidado en las comidas. La grasa es muy mala, los mariscos no le quiero decir. Yo tomo mis filetes a la plancha. Desayuno fruta y una cena muy ligera ¡Y anda no se hicieron cenorras en este vecindario! que si barbacoas, que si la fiesta de la virgencita, que si vengo de un viaje. Yo nunca me he llevado mal con nadie, pero en esos saraos nunca me habrá visto nadie. He sido muy correcto con todo el mundo y si no que lo diga él. (El señor Anselmo levanta la cabeza y abre lo ojos para decir que sí, con movimientos de cabeza y gesto de resignación) Luego viene Paco con las rebajas. Sin embargo a mí ya me ve. (Hace una par de flexiones de piernas y un fondo tumbado) ¡Lo ve! Pero vayamos al grano.

Vecina de Ambasaguas: Sí, por favor.

D. Antoñito: (A la periodista) Si quiere apunte esta crema (Saca una de la bolsa) Revitaliza la piel después de la ducha. (La periodista saca una libreta del bolso y un bolígrafo del bolsillo de la chaqueta. Toma nota. El señor Aniceto señala con sus dedos índice los laterales de los ojos. Don Antoñito se preocupa al tocarse las arrugas) Vamos a ser breves y concisos, porque tengo que irme pronto para ducharme. Si no no me hace efecto la crema. Y es urgente.

Vecina de Ambasaguas: Mira Caty, el tema es el siguiente. A este señor parece ser que le han salido unas arrugas últimamente. El caso es que se sospecha que es debido a algo que pueda haber en el chalet del vecino de este otro señor.

Periodista: ¿Qué puede haber o qué hay?

Vecina de Ambasaguas: El tema es un poquito complicado, pero de extremo interés y lo tiene que conocer la sociedad, por eso te he llamado.

Sr. Aniceto: Tiene enjundia, mucha enjundia.

Vecina de Ambasaguas: Efectivamente es un tema con mucha enjundia. Si no me equivoco así lo definió la policía.

Periodista: ¿La policía tiene conocimiento del asunto?

Vecina de Ambasaguas: Sí, por supuesto. Es un tema muy serio. Si no, no te habría llamado.

Periodistas: Claro, claro (Toma notas en el cuadernillo)

D. Antoñito: Yo también lo he denunciado. He comunicado a la policía qué es lo que pasa en ese chalet (señala) que está allende el muro. Porque fíjese los efectos tan dramáticos que provoca (señala sus arrugas)

Periodista: ¿Qué es lo que lo provoca? ¿qué es lo que hay?

D. Antoñito: Eso tendrá que decirlo, en concreto, la investigación policial.

Periodista: ¿Alguna denuncia más? Usted ha dicho «yo también he denunciado» (entona de manera especial la palabra «también«)

Sr. Aniceto: Efectivamente. Fui el primero en hacerlo. Llamé a la policía harto de provocaciones de mi vecino, y de temer que escondiera algo serio. Puedo decirle, en exclusiva para usted, que un policía ha dicho textualmente que el tema tiene enjundia. Considéreme testigo de cargo respecto a la susodicha declaración.

Periodista: ¿Pero qué es exactamente? Yo no pudo escribir «hay algo, que no sé qué es, que puede ser peligroso» y menos no saber, fehacientemente, si es la causa de esas arrugas, porque tal y como anda el mundo no es lo más grave que ocurre, ni mucho menos.

D. Antoñito: Depende de para quien, puede ser el principio de (se acongoja) ¡No quiero ni pensarlo!

Sr. Aniceto: Le contaré los hechos pormenorizadamente.

Vecina de Ambasaguas: Muy bien, vayamos por orden.

Sr. Aniceto: Orden y concierto, lo decía siempre el profesor de matemáticas que tuve de niño ¡Hace ya tanto tiempo!

Vecina de Ambasaguas: Al grano, al grano.

Periodista: Sí, sí, se lo ruego.

D. Antoñito: ¡No me cabe la menor duda de que la policía ha abierto una investigación y va a dar resultados! Confío en la justicia.

Periodista: Cosas concretas. Hagan un esfuerzo de precisión.

Sr. Aniceto: Muy brevemente, y para resumir, la historia es la siguiente: hace un año me encontré con un muro en el linde entre mi vecino y yo, o sea nuestras respectivas propiedades. Antes fue una barrera de arbusto, cada uno la podaba por su lado y no hubo problemas. Ese muro, lo puede ver allá (lo señala) es más alto de lo normal, pero, además se mete en mi propiedad ¿Qué esconde el muro?

Periodista: ¿Sabe que hay algo a ciencia cierta?

Sr. Aniceto: Déjeme terminar. Se lo ruego encarecidamente.

Periodista: De acuerdo, pero para centrarme ¿ese muro lo hizo el vecino con sus propias manos?

Sr. Aniceto: Evidentemente no ¡Ya quisiera él! Tiene paralizados los brazos, fue una trombosis. Pero ahí es donde se enlaza la historia con la enjundia.

Periodista: Concrete, por favor. Sea muy preciso.

Sr. Aniceto: En concreto, mi vecino tuvo una industria de sombreros. Cerró desde que se jubiló, pero el siempre ha sido un ambicioso. Fíjese, y de esto que le cuento es la relación de todo lo que le vengo diciendo: ese tal vecino es capaz de meterse en mi parcela, para hacer un muro. Un día vi asomarse a un chino a la puerta. Lo juro ¿Alguien ha visto a algún chino trabajando en las obras, en jardinería, en labores del hogar? Yo no, nunca.

Periodista: Cierto.

Sr. Aniceto: Trabajan en tiendas, restaurantes chinos y en industrias, hacinados y sin darse de alta. Eso he leído en los periódicos ¿O no?

Periodista: Los reportajes son los reportajes. Pero no prueban nada.

D. Antoñito: Vamos a ver si nos aclaramos. Hemos denunciado el tema a la policía. Ellos son los que tienen que investigar, no nosotros. Lo que hacemos es dar información, y esa es luego su labor, de comunicársela a la opinión pública. Que se pruebe o no lo dirá un juez.

Sr. Aniceto: Los hechos son los hechos. Usted mire, desde por fuera, donde está el límite de mi parcela y miré la línea del muro por donde va dentro. Acérquese y mírelo. (La periodista se acerca y ojea. Vuelve. Toma unas notas, ante la satisfacción del señor Aniceto) La policía ha dicho que hay enjundia en este caso y lo que queremos es que actúe la Justicia.

Vecina de Ambasaguas: (A su amiga) Ya sabes que lo que no salga en los periódicos no existe. Por eso queremos dar a conocer el tema. Fíjate que yo lo hago por ayudar a estas personas. Pasé por aquí por pura casualidad.

Sr. Aniceto: Y yo quiero vender el chalet. No tengo ningún interés personal.

Vecina de Ambasaguas: Si el tema se soluciona, a lo mejor me interesa a mí comprarlo.

D. Antoñito: Y yo no quiero que lo que me ha pasado a mí pueda ocurrir a otras personas.

Sr. Aniceto: Por cierto tengo una prueba (Todos quedan mirándole de manera expectante) Antoñito (éste abre la boca de sorpresa) ¡Don Antoñito! que aquí nos conocemos todos (Don Antoñito queda perplejo) Don-an-to-ñi-to.

D. Antoñito: Don Antoñito ¿qué?

Sr. Aniceto: Ni qué, ni qui, ni co. Me estoy refiriendo a algo. Ya ni me acordaba, pero con eso de ser concreto, se me ha venido a la cabeza. Y tú, Antoñito, te tienes que acordar.

D. Antoñito: Es que no sé a que te refieres.

Sr. Aniceto: ¿Tú no te acuerdas, hace ya varios años, que, precisamente, hiciste unas obras en el muro de fuera, que es colindante a la calle?

D. Antoñito: Sí, modernicé la parcela.

Sr. Aniceto: Antoñito. Don Antoñito, que en este vecindario las palabras vuelan. (Don Antoñito se ruboriza un poco)

D. Antoñito: Bueno, hombre, eso fue hace mucho tiempo. No tiene importancia.

Sr. Aniceto: No te creas. Puede ser muy pedagógico y ser prueba del porqué del muro. Este señor tiró la vaya de su parcela, para hacer un muro enorme, que en aquellos tiempos llamó la atención. Luego se ha quedado pequeño Hoy ya nada asombra ¡hasta para una cochambre se hacen puertas de palacio. Pero a lo que vamos ¿Por qué? He aquí la enjundia.

D. Antoñito: Fue una tontería, un capricho. Cogí dos sillas de Maho, de esas de propaganda de la cerveza que había en la terraza del bar. Me encapriché con ellas, porque ciertamente son muy cómodas, y todavía están en el porche.

Sr. Aniceto: ¿Y?

D. Antoñito: Nadie me dijo nada, pero cotillearon y la dueña del bar me preguntó por ellas. Dije no saber nada. El caso es que dejé de ir por ese bar y adiós a la partida de dominó, se acabó eso de llegar y charlar con cualquiera. Y encima tuve que tirar la vaya y hacer un muro enorme para que nadie viera las sillas. O sea, que me salieron caras.

Sr. Aniceto: He aquí el qu´il et qoi. El muro escondió las sillas, más o menos robadas.

D. Antoñito: Visto así, pues , en fin. Pero no cabe duda que lo levanté para que no me vieran tomar el sol. me da vergüenza que me admiren estando en cueros.

Periodista: El tema les afecta a ustedes. Veo que están preocupados. Lo que no podemos es abrir un conflicto con el gobierno chino ¿que ya me dirán que pinta aquí? Y ahora China es un país que tiene mucho poder, tanto que hasta se meten con Japón. Fíjense como apalean a los pobres tibetanos, no les dejan respirar. Y con las olimpiadas todavía más.

Vecina de Ambasaguas: Y donde yo vivo se está llenando de chinos. Paseo por mi calle y me siento extranjera. Comenzaron instalando una tienda y ahora dominan el comercio de todo el barrio. ¡Hasta peluquerías! Y ¡No van a traer todo lo que venden de China! Luego (pone cara de sospechar algo)

Sr. Aniceto: ¡Ahí está el tema! Pasa en todas partes.

Periodista: ¿Pero usted cuántos chinos ha visto?

Sr. Aniceto: Las calles se llenan entre los que se ven y los que no se ven.

Periodista: En principio voy a plantearlo como un problema de vecindario.

D. Antoñito: Si yo no tengo nada contra nadie.

Vecina de Ambasaguas: Yo ni siquiera soy vecina de esta zona.

Sr. Aniceto: En cuento a mí se refiere, el conflicto personal que mantengo con mi vecino lo resuelvo donde hay que resolverlo, en los juzgados ¡No se da cuenta que si no hubiéramos visto al chino el tema no tendría transcendencia!

D. Antoñito: La enjundia, ¡la enjundia!, sin chinos no tendría enjundia. Y para mí la tiene ¡por esto que me ha pasado! (Señala sus ojos) y no quiero que siga ocurriendo a más gente.

Periodista: Entrevistaré a su vecino.

Sr. Aniceto: ¿Cree que le va a contar lo que hay dentro? ¡qué inocente!

D. Antoñito: ¿No se pregona tanto el periodismo de investigación? ¿Las cámaras ocultas?

Periodista: ¿Y qué quieren que haga? Debo empezar por lo más inmediato.

Vecina de Ambasaguas: Cuenta lo que pasa. Nada más. En cuanto la policía vea que la prensa está detrás del asunto actuará.

Sr. Aniceto: El tema parece que tiene más enjundia de lo que hemos creído. Mirad.

(Entra en escena el policía).


Escena undécima


(La periodista coge su cámara de fotos. No para de disparar con ella. El policía llama a la casa del vecino)

Sr. Aniceto: Le han pillado ¡le han pillado! (Se ríe ostentosamente) ¡Anda que cómo le digan ¡manos arriba! (se ríe a carcajada) no sé como se las va a arreglar.

Vecina de Ambasaguas: No sé de qué se ríe. Estamos ante un asunto muy serio.

Sr. Aniceto: Sí, pero no se preocupe, son cosas mías.

D. Antoñito: Este asunto nos afecta a todos.

Periodista: (Deja de sacar fotos a diestro y siniestro) Estoy al pie de la noticia. ¡Vaya exclusiva! (Besa en la mejilla a su amiga)

(Todos miran a casa del vecino en donde el policía espera. Se abre la puerta. Aparece D. Vito. Discute con el policía mediante gestos.


Escena duodécima


Sr. Aniceto: Ya verá cuando comprueben que se ha metido en mi terreno. Se le va a caer el pelo (Se ríe) El muy cretino ¿qué querría ocultar?. Si no se hubiera metido en mi terreno ahora no le detendrían.

D. Antoñito: Lo que tiene que hacer el policía es entrar al asalto.

Periodista: Eso sería un notición. .

Vecina de Ambasaguas: Todo se andará. Estamos al comienzo de actuación policial.

Sr. Aniceto: Seguro que hay alguno de la secreta esperando en algún lado.

Vecina de Ambasaguas: Esperando ¿qué?

Sr. Aniceto: ¡Pues que tengan que entrar!

D. Antoñito: Con todo lo que hay dentro me parece muy poca policía la que hay.

Vecina de Ambasaguas: Ellos saben lo que hacen.

Periodista: No creo que puedan entrar. Hace falta una orden judicial. Estará recopilando datos.

Sr. Aniceto: Lo que tenía que haber hecho el policía es traer un metro para fijarse que se ha metido en mi propiedad con ese muro.

D. Antoñito: Lo que tiene que hacer es sacar la pistola y hacer que salgan todos los que están dentro y desmantelar lo que haya. ¡Viva la policía! (El policía mira hacia donde están ellos. Se percata de que la periodista está sacando fotos. Se tapa la cara)

Sr. Aniceto: Sea más discreto. No nos comprometa.

(Se asoma un chino por la puerta del vecino).


Escena décimo tercera


Sr. Aniceto, Vecina de Ambasaguas y D. Antoñito: ¡El chino! ¡El chino! (La periodista sigue sacando fotos. Se acerca algo más a ellos. El policía habla con el chino y con D. Vito, muy enfadado éste)

Sr. Aniceto: Ven como es cierto. Lo del muro tiene enjundia.

D. Antoñito: El primero es el primero.

Periodista: (Vuelve el rostro hacia el grupo) Con chino y todo.

Vecina de Ambasaguas: Yo, si te llamo es para algo muy serio.

Periodista: Lo sé. (Sigue sacando fotos. El policía le hace señas de que no siga sacando fotos. Ella no se entera. El policía habla con el chino)

Vecina de Ambasaguas: El señor agente nos saluda.

D. Antoñito: Hay más de mil millones de chinos en todo el mundo.

Periodista: (No deja de sacar fotos) Ese es un dato a tener en cuenta.

Vecina de Ambasaguas: Es una invasión. En donde yo vivo, hay más inmigrantes por la calle que vecinos de toda la vida.

Sr. Aniceto: A mí si que me han invadido. (El policía hace gestos de enfado)

D. Antoñito: Me parece que no le hace gracia que saque tantas fotos.

Periodista: Estoy en mi derecho. La Constitución protege la libertad de expresión.

D. Antoñito: Él se referirá al derecho a la intimidad.

(La periodista deja colgando del cuello la cámara de fotos. El policía se acerca. La periodista da pasos para atrás, para estar con los demás del grupo)

Sr. Aniceto: ¡Que se pueden escapar! (El policía saca la pistola)

D. Antoñito: Ahora si que la hemos cagado.

Policía: (Se gira, con la pistola levantada. Apunta al chino y a D. Vito) ¡No se muevan! (El señor Aniceto mueve los brazos, como si saludase folklóricamente a su vecino. Don Vito y el chino quedan apoyados contra la pared muy apocados. Don Vito mueve con disimulo las piernas, para que se lo vea hacer el señor Aniceto. El policía baja la pistola, para apuntar al suelo)

Periodista (Muy nerviosa) Mientras que no estén dentro de la casa o en un recinto privado no invado la intimidad de nadie.

D. Antoñito: Ya se lo advertí.

Policía: Esto no es un espectáculo.

D. Antoñito: ¡Viva la policía!

Policía: Quiere hacer el favor de callarse. Si no se callan les disperso.

D. Antoñito: Este señor (señala a don Aniceto) no se puede mover.

Policía: Me da lo mismo. Les ruego que no interfieran en la labor policial.

Sr. Aniceto: ¿Se acuerda que fui yo quien habló con usted?

Policía: Sí.

Sr. Aniceto: Gracias. Sé por usted que el tema tiene enjundia.

Periodista: (Saca el magnetofón) ¿A cuántas personas van a detener? ¿Están relacionados con alguna banda? ¿Tienen conexiones con el terrorismo internacional?

D. Antoñito: O con el de acá. Eso nunca se sabe.

Vecina de Ambasaguas: Nostradamus predijo la unión de los chinos y los musulmanes. (La periodista graba)

Policía: Yo no sé de esas enjundias y les ruego que no molesten. Usted (a la periodista) no puede sacar más fotos.

Periodista: (Le coloca cerca de la boca la grabadora) ¿Puede decirnos cuál es la envergadura de esta operación policial?

Policía: (Aparta la grabadora de al lado de su cara) Es una actuación de trámite, un puro trámite. Así que, por favor, dejen que haga mi labor.

Sr. Aniceto: Hay que dejar trabajar a la autoridad. Ese muro hay que derribarlo y si quiere hacer uno que lo haga bien, en su terreno, no en el mío (Mueve los brazos, como si se estirase y se desperezara. Don Vito mueve las piernas sin moverse del sitio). Lo ha dicho él, ¡es un trámite!. ¡Tiene enjundia este trámite!.

D. Antoñito: Y también es preciso saber si hay algo dentro. Donde hay chinos hay un taller clandestino o un restaurante chino. Lo que digo es lógica pura.

Policía: (Mira a don Vito que no para de mover las piernas) !Quiere estarse quieto! (Don Vito deja de moverse) ¡Y usted también! me pone nervioso (al señor Aniceto, que no dejó de mover los brazos)

Vecina de Ambasaguas: (Al policía) Es usted un héroe.

Policía: Cumplo con mi deber.

Sr. Aniceto: Yo le aplaudo (mueve las manos para gesticular aplausos, mientras que mira a su vecino, que a cambio mueve la cintura)

Policía: Es mi trabajo, nada más.

Periodista: ¿Qué información puede darnos sobre el calibre de esta operación?

Policía: Ya se lo he dicho, de trámite. Puro trámite. Yo no voy a descubrir nada. Tal es labor del juez. Vengo a tomar datos. Y voy a tener que llevar a alguno de ustedes a que presten declaración, porque la persona que está con él no tiene papeles. Dice que es un amigo, pero tampoco me enseña el pasaporte. Así es que los peritos del juzgado tomarán declaraciones a quienes consideren oportuno y luego el juez que decida lo que hay que hacer. Yo cumplo órdenes.

Sr. Aniceto: ¿Su amigo? pero si nunca ha tenido amigos ¡Y un chino! ¿Quién se va a creer eso? ¿Qué querrá encubrir? ¿No le ha preguntado por el muro?

Policía: Que eso es asunto del juez, no mío.

D. Antoñito: ¿Y no sabe si hay alguna industria tóxica en el interior?

Policía: El juez mandará medir la contaminación. A simple vista no se ve nada.

Sr. Aniceto: A simple vista.

Policía: No hagan elucubraciones. Es lo que es y por favor dejen que haga mi labor.

Periodista: ¿Qué opina del enfrentamiento entre los gobiernos de China y de Japón?

Policía: Yo no sé nada de eso, ni me importa.

Sr. Aniceto: La Constitución protege el derecho a la propiedad.

D. Antoñito: ¡Y defiende la salud de los ciudadanos!. ¡El derecho a vivir dignamente!.

Policía: Hablen ustedes con los políticos ¡A mí que me cuentan! Hagan el favor de marcharse o, por lo menos, no molesten. Nada de fotos, ni de gritos. Si alguien vuelve a dar la nota le detengo por obstrucción a la justicia (La vecina de Ambasaguas se sienta, despacio, al lado del señor Aniceto. La periodista guarda la cámara y la grabadora. El policía se vuelve para estar con don Vito y el chino. Se dirige hacia ellos) ¡Cumplo con mi obligación y punto!

Vecina de Ambasaguas: Lo mejor será ver, oír y callar.

D. Antoñito: Nada más lejos de cualquiera de nosotros que querer obstruir a la justicia.

Periodista: Yo también cumplo con mi obligación.

Sr. Aniceto: Y muy bien.

(El policía manda, mediante gestos, que anden delante de él al chino y a don Vito. Éste levanta las piernas exageradamente, con una mirada de inquina hacia el señor Aniceto)

Policía: (A don Vito) ¡Quiere dejar de hacer el tonto! Ande como Dios manda.

D. Vito: No todos pueden hacerlo.

Sr. Aniceto: (Aplaude exagerando el movimiento de los brazos) Muy bien la labor policial.

D. Vito: ¡No hay derecho! (La periodista saca otra vez la grabadora) esto es una intromisión en la vida privada.

D. Antoñito: ¿Qué oculta detrás del muro?

D. Vito: Lo que me da la gana. Es mi casa y nadie tiene que meter las narices en ella (El señor Aniceto rasca las suyas ostentosamente)

Periodista: (Al policía, con grabadora en mano) ¿Van a continuar las investigaciones?

Policía: Eso no es asunto mío.

Periodista: ¿De qué se acusa a los detenidos?

Policía: No están detenidos. Tienen que ir a declarar a la comisaría, porque este inmigrante de Asia no tienen los papeles de estancia en regla.

Periodista: (Al chino) ¿Cuántos están con usted detrás de ese muro? (El chino no contesta)

Vecina de Ambasaguas: Muy buena pregunta.

Sr. Aniceto: Se hace el longuis. El que calla otorga.

D. Vito: No pienso decir nada si no es en presencia de mi abogado.

Policía: Venga, que esto no es una tertulia. Se acabaron los comentarios.

D. Vito: De eso nada. Aquí todos tienen empleados de extranjis. ¿O es que soy el único?

Policía: A mí no me cuente nada. Lo que tenga que decir dígalo en comisaría. Y denuncie lo que tenga que denunciar.

Sr. Aniceto: Que diga lo del muro, que se metió en mi propiedad.

D. Vito: Ya, ya. Cuando este señor hizo el muro de fuera, lo construyó con una inclinación que luego tuve que seguir yo. Él se ganó medio metro lineal de parcela, y a mí me quitaron casi dos metros. Antes no estaban las aceras y por culpa de colocar la vaya más para adelante, las subieron y yo tuve que levantar la puerta, para poder meter el coche.

Sr. Aniceto: Lo mío fue legal. Yo pagué mis impuestos. Si el Ayuntamiento lo hace mal no es mi culpa.

D. Vito: ¡Una multa, es lo que usted pagó y no una tasa! Y yo tuve que pagar dos metros más de acera por su gracia.

Sr. Aniceto: Yo no me metí en la propiedad de nadie.

D. Vito: Los arbustos ocupaban más. Y cada vez que regaba empapaba mi lado. Estropeó mis flores y plantas.

Sr. Aniceto: ¡Ven! encima robó mi agua. Nunca me dijo nada. No le hagan caso. Miren como confiesa este explotador de chinos.

D. Antoñito: Mire, mire (señala sus ojos para que vean las arrugas don Vito y el policía) Por culpa de lo que esconde tras el muro.

Policía: Todavía no hay nada probado.

D. Vito: ¡No diga tonterías! No me puedo hacer la comida y he contratado a este chino de cocinero y asistente. Luego, para aprovechar y ya que usa una cocina suficientemente amplia hace platos de comida china para vender a domicilio y sacar un dinerillo ¿Qué hay de malo en ello?

Policía: ¿Dónde está el contrato? (Don Vito agacha la cabeza) Sin seguridad social, sin documentación, sin permiso, competencia desleal ¡pero bueno!

Sr. Aniceto: Tan ilegal como el muro.

D. Vito: Tan ilegal como la peruana (lo dice con retintín) O como la colombiana de las señoras de abajo, o los rumanos de los de enfrente.

Periodista: ¡Una red internacional!

D. Antoñito: Los chinos echan muchas cosas raras a la comida (se toca lo ojos)

Vecina de Ambasaguas: Yo, desde luego, no compro aquí ninguna casa, a no ser que desmantelan las cocinas clandestina.

D. Vito: Si es un apaño. Un sálvese quien pueda en este mundo de piratas. Hay que flotar en la crisis.

Policía: Los negocios o se hacen con todas las de la ley o no hay tu tía.

D. Vito: La peruana, que sirve a ese señor (señala al señor Aniceto) que no puede andar, tiene un telar y vende los tapices en el rastro (Sonríe maliciosamente)

Sr. Aniceto: Un suplemento económico que aprovecha la pobre, para ahorrar y poder volver a su país.

D. Vito: ¡Mire! (al policía) Por ahí viene. (Sale la enfermera)

Escena décimo cuarta

Sr. Aniceto: Tiene que ayudar a un pobre inválido.

D. Antoñito: Yo sin embargo estoy fenomenal (Hace una flexiones de piernas y giros de cintura)

Sr. Aniceto: Oiga, es una curiosidad ¿Usted está todo el día con sus ejercicios gimnásticos?

D. Antoñito: (Muy contento) Sí, sí.

Sr. Aniceto: He oído decir que su mujer se pasa las veinticuatro horas del día en el Club de Campo.

D. Antoñito: Yo la voy a buscar todos los días, y los sábados juego al golf en el Club.

Sr. Aniceto: ¿Y quién hace las labores de la casa?

D. Antoñito: Bueno, es una marroquí, con el que he llegado a un trato…

Policía: ¿Y los papeles?

D. Antoñito: Si es un apaño. Bien para él, bien para mí.

Policía: Que apaños y que ocho cuartos (Llega la enfermera adonde esta el grupo de personas) ¡Papeles!

Enfermera: A mí no me han dado papeles. Ni siquiera en la caldereta de papeles para todos ¿Cómo voy a pagar la regulación de mi labor como autónoma si no gano mas que lo justo para vivir?

D. Antoñito: (Al policía) Yo quiero saber que pasa con mi piel, mire como tengo las arrugas (señala los ojos)

Periodista: (Al chino) ¿Hay alguien más con usted? ¿Algún otro compatriota chino? (No contesta)

D. Vito: Que yo vivo en un chalet, no en una pagoda.

Periodista: He preguntado a este señor.

D. Vito: El chino no dice nada.

Vecina de Ambasaguas: Significativo.

Periodista: ¿Qué significa?

Vecina de Ambasaguas: Que a la chita callando, muy sigilosamente ¡silenciosamente! sin decir nada (Se calla. El chino está indiferente)

Periodista : ¿Qué?

D. Antoñito: No nos deje en ascuas.

Sr. Aniceto: Cuente, cuente. Fue usted (al policía) quien dijo que hay enjundia en este tema.

Policía: Y haberla ahíla. Y mucha. (El señor Aniceto hace ver con gestos que tuvo razón) Y usted (a la vecina de Ambasaguas) diga lo que tenga que decir o calle para no crear maledicencias.

Vecina de Ambasaguas: No hablaré si no es delante de mi abogado.

Periodista: ¡Que me chafas el reportaje! Ya que estoy aquí. Eres tú quien me ha llamado.

Vecina de Ambasaguas: A China la llaman el Dragón durmiente. Y cuando despierte (se calla)

Periodista: ¿Qué?

Vecina de Ambasaguas: ¡Dominará el mundo!

Policía: Dejémonos de pamplinas.

Periodista: ¿Los chinos tienen que ver con Al Qaeda?

Sr. Aniceto: Lo dijo ese tal Nostradamus.

Policía: No, no, esto es lo que es ¡Por favor! dejen de marear la perdiz. Si me han mandado intervenir, es por un problema de ¡presunta! irregularidad en la regulación del empleo de inmigrantes ¡Y punto!

Vecina de Ambasaguas: Lo mismo se forma una comisión de investigación en el Parlamento.

D. Antoñito: ¿Sobre los inmigrantes o sobre los chinos? ¿O sobre Al Qaeda?

Sr. Aniceto: ¡Enjundia! el asunto tiene enjundia. No cabe la menor duda.

Policía: Tiene enjundia y peruanas, marroquíes y ¡mucha cara!

D. Antoñito: Yo, de verdad, cada vez estoy más preocupado. Tengo que hacer algo. No podemos seguir así. Por culpa de este tema, y toda la enjundia que ustedes quieran, llevo dos horas sin hacer mis ejercicios de gimnasia. Si no atiendo a las arrugas que me han salido se van a empeorar. (Se dirige al policía) Con su permiso (Se va a marchar)

Policía: ¡De aquí no se va nadie! Vienen conmigo a comisaría usted y usted (señala a don Antoñito y al señor Aniceto)

D. Antoñito: ¿Yo?

Policía: ¿Para qué se regulan los papeles? para cumplir la ley. Ustedes mantienen una situación ilegal con sus respectivos inmigrantes. Y por lo que veo pagan con dinero negro.

Periodista: No sé adonde colocar esta noticia, si en sucesos, en economía o en la sección de internacional, o en noticias locales.

Vecina de Ambasaguas: Tirando del hilo ¡adónde se llega!

Sr. Aniceto: Enjundia, mucha enjundia. Pero ahora me complican a mí la vida, cuando es a quien han usurpado una parte de su parcela.

Enfermera: El señor no puede casi andar. El pobrecito está mal de las piernas.

Policía: Pues que venga despacio.

D. Vito: Yo sí que puedo andar (mueve las piernas)

Sr. Aniceto: Ella es enfermera, muy amable. Y es un trato amistoso. Le doy una propina y es un trato entre amigos. No es un empleo empleo. Ya sabe, un apaño.

Policía: (A la enfermera) ¿Es así?

Enfermera: Bueno, me visto de enfermera, pero ayudo lo que puedo.

Policía: Sea como sea, lo que tengan que decir cuéntelo en comisaría. Yo cumplo con mi deber.

D. Vito: Que aplauda, que aplauda ahora la acción policial. (El señor Aniceto queda cabizbajo)

D. Antoñito: Siempre he sido un defensor de las fuerzas de seguridad del Estado, pero esto me parece un exceso de celo. Aquí lo que hace mal a la sociedad es tener una industria tapada por un muro y que contamine con consecuencias catastróficas y que nadie haga nada. Mire, mire (señala sus ojos. La periodista le saca una foto con la cara en primer plano)

Sr. Aniceto: La cuestión es el muro. Y lo pienso decir en comisaría.

Vecina de Ambasaguas: Yo no pienso comprar ningún chalet aquí, ni adosado ni duplex ¡Vaya con la tranquilidad de este lugar!

Periodista: ¿Cuántas detenciones en total?

Policía: No son detenciones. Es un traslado rutinario para que declaren. Luego actuará el poder judicial, en caso de que vea alguna irregularidad. Me han requerido y lo que veo irregularidades y falta de tramitación de los papeles y contratos. Lo demás será el juez quien abra o no una investigación. Eso no es asunto mío.

Vecina de Ambasaguas: Si empiezan a pedir papeles y documentación el proceso judicial puede llevar años. Llevo nueve peleando en los juzgados por culpa del árbol de un vecino que me llena el patio de hojas y que me da sombra sin que yo quiera. Se va a acabar secando el dichoso árbol y todavía el juez no ha dictado sentencia alguna. Paga al abogado, al procurador. La burocracia es una auténtica industria de sacar dinero. Una póliza por aquí, una tasa por allá ¡un negocio!

Periodista: ¿Se pueden colocar todos juntos y les saco una foto de familia?

Sr. Aniceto: Yo no quiero salir con ése (mira a don Vito)

D. Vito: Ni yo con él.

Periodista: Pues póngase al otro extremo. Tú (a su amiga) también.

Vecina de Ambasaguas: Pero si a mí no me lleva.

Periodista: Es para ilustrar el caso. Cuanto más implicados mejor.

(Se colocan, en torno al señor Aniceto, que sigue sentado. El policía se arregla el cuello de la camisa. Don Antoñito se pone crema en la cara)

Vecina de Ambasaguas: Aquí sólo falta Bin Laden (Se ríe)

Policía: ¿Qué ha dicho?

Vecina de Ambasaguas: Nada, nada. Una broma (se ríe)

D. Vito: No cabe duda que es apología del terrorismo.

Vecina de Ambasaguas: Es una broma, no he querido molestar a nadie. Fue una ocurrencia ¿Se imaginan que aparece entre nosotros? Para ti (a su amiga Caty) sería una exclusiva.

Periodista: Qué imaginación ¡tan desbordante! No cabe duda de que sería una primicia.

Policía: También me acompañará usted (a la vecina de Ambasaguas) La investigación no puede dejar ningún cabo suelto.

Vecina de Ambasaguas: Pero ¡qué dice! ¿Es que no tiene sentido del humor?

D. Antoñito: No jueguen con esos temas.

Vecina de Ambasaguas: ¡Por favor! es un simple comentario en plan jocoso. Una gracia baladí.

Policía: Eso se lo explica usted al juez. Tenemos orden de llevar ante el juez a todo aquel que se relacione con el terrorismo islámico. Y nunca se sabe, nunca se sabe lo que hay detrás de las cosas.

Vecina de Ambasaguas: Pero si yo soy una patriota. Estoy deseando que lo cojan y que pague por lo que ha hecho.

D. Vito: No me extraña que no lo encuentren, con tanta orden y tanto papeleo.

Sr. Aniceto: Por no encontrar no encontraron ni las armas de destrucción masiva en Irak ¡Tiene gracia la cosa!

Periodista: Por favor, esténse quietos (Mira por el objetivo de la cámara. Todos sonríen artificialmente) No miren a la cámara. Estén naturales. (Todos siguen con cara y actitud de pose) ¡Anda! ¿quién viene por ahí? (Todos miran expectantes. Saca una foto) ¡El juez Garzón! (Los demás miran hacia donde ella dirigió la mirada sobre la cámara, con cara de sorpresa. Saca la segunda foto) ¡Ya está!

D. Antoñito: Ha sido mentira. El típico truco para pillarnos desprevenidos. Espero que me haya sacado un buen perfil.

Policía: (A la periodista) También usted va a venir conmigo.

Periodista: Si ha sido un reclamo para hacer la foto perfecta. Bastante complicada es la noticia ¡como para no ilustrarla! La foto da credibilidad. Lo que no sé, todavía, es cuál va a ser la noticia.

Policía: Lo que usted ha hecho tiene un nombre: alterar el orden público.

Periodista: ¡No diga tonterías!

Policía: Desacato a la autoridad.

Periodista: No diga bobadas. Yo alego la libertad de expresión.

Policía: Se lo explica al juez. Pónganse en fila.

D. Antoñito: ¡Eh! ¿eh! (señala al chino que se quiere escapar. Se para, pillado infraganti)

Chino: Yo no entiendo nada.

Policía: Ni falta que hace.

Sr. Aniceto: Mira como se hace el tonto. ¡Que espabilado es el arguiñano de mi vecino!

D. Antoñito: ¡Cómo se hace el tonto!

Policía: Usted (al señor Aniceto) levántese que nos vamos. (Se levanta con ayuda de la enfermera)

Sr. Aniceto: Seguro que este chino hace arroz, sin pagar los derecho de autor a Arguiñano.

D. Vito: ¿Los derechos de autor para comer o para cagar? (Se ríe y mueve las piernas con rapidez)

(Se oye un disparo. Todos quedan impávidos, quietos como estatuas. El policía sacó la pistola y disparó. Con ella en alto manda callar)

Policía: A callar todo el mundo. La justicia y el orden es cosa seria. Se acabaron las bromas.

Vecina de Ambasaguas: (Se pone a llorar) Yo me quiero ir a mi casa.

D. Antoñito: Y yo quiero que me quiten estas arrugas.

Sr. Aniceto: Y a mí que me devuelvan el terreno que mi vecino me ha quitado con la valla.

Policía: ¡Silencio! (Se pone delante de ellos y les hace colocarse en fila)

Enfermera: Mire usted. A mí me ocurre que si me doy de alta, y tengo que pagar como autónoma, me sale más caro que lo que gano. La mitad del dinero que saco lo mando a mi familia allá, al Perú, que están muy necesitados.

Policía: Dígaselo, en su declaración, al magistrado.

Sr. Aniceto: (Del brazo de la enfermera) Desde que juego a la Bolsa, no hago declaración de la Renta, se considera un patrimonio volátil.

Policía: Van a declarar todos a comisaría.

Periodista: Tengo que estar en mi despacho de prensa antes de que se cierre la edición de hoy.

Policía: ¡Pues vamos! Cuanto antes declaren antes se irán.

Chino: Yo quiero hablal con mi embajada. Es un delecho que tengo.

Policía: Aquí estamos en una democracia y a usted le amparan todos los derechos constitucionales. Cuando llegue a comisaría se lo dice al juez de turno.

Chino: Yo quielo ahora.

Policía: Pues ahora nos vamos y a callar.

D. Antoñito: (Señala al chino) Se ha intentado escapar. Seguro que es una triquiñuela lo del abogado. Los chinos son más listos que el hambre.

Sr. Aniceto: Comunistas, son comunistas y ahora lo quieren todo para ellos. Y se lo van a llevar, como este, usando la ley. Mira como quiere un abogado.

D. Vito: ¿No podríamos llegar a un acuerdo amistoso?

Sr. Aniceto: (Aplaude, con dificultad, pues va apoyado a la enfermera y con el bastón en mano) ¡Devuélvame lo que me corresponde de parcela!

D. Vito: Estoy dispuesto a pagar lo que sea de impuestos, para que me dejen en paz. Pero el muro está bien hecho.

Periodista: Prefiero pagar una multa, que andar con declaraciones ante un juez para arriba y declaraciones para abajo.

D. Antoñito: ¿Quiere acuerdo? ¡Desmantele la industria que tiene en su chalet! ¡Chorizo!

D. Vito: Lo único que hay es una cocina, eso sí, es cierto: industrial, para llevar comida china a domicilio. Los chinos son emprendedores y yo también. No como la mayoría de ustedes que son unos modorros.

Vecina de Ambasaguas: ¿Pero cómo se le ocurre sin que esté dado de alta como negocio?

D. Vito: Tampoco es para tanto. Les prometo que lo legalizaré.

Sr. Aniceto: ¡Hay más! ¡confiese! Sé que desmanteló su industria de sombreros. Y la he oído funcionar cuando pongo mi oreja en el muro.

D. Vito: (Se siente apurado) La he reciclado para empaquetar especias y salsas chinas.

Sr. Aniceto: Oh, la la lalá lala. Las sombras chinescas. (Lo dice en tono enigmático)

D. Antoñito: ¿Y contamina?

D. Vito: No.

Chino: Una helmosa mañana de verano, no puede telminal en un mal holóscopo.

Policía: ¿No será que tienen un recinto de juego para los chinos?

D. Vito: No, no.

Policía: Pues por si las moscas ¡a declarar!

Vecina de Ambasaguas: Pero si no es para tanto ¿Por qué no nos deja marchar a cada uno por su lado?

Policía: ¡Eso sería un acto de corrupción!

Señor Aniceto: Sensatez, simple sensatez. Si no es para tanto.

Policía: ¡Me está llamando insensato! Fue usted el primero que me llamó.

Señor Aniceto: Pero para algo muy concreto. El muro, el muro.

D. Antoñito: Ya ve usted como se enredan las cosas. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid….

Periodista: Las noticias son así, de última hora. Y hay que darlas a conocer.

Policía: (Apunta uno a uno con la pistola) Van a ir uno detrás de otro a declarar. No quiero oír ni una palabra más. (Van pasando delante de él uno a uno. Mientras el policía toma nota en una agenda. Es el último en salir del escenario).

Escena décimo quinta

(Se oye una noticia de radio. Al mismo tiempo baja al escenario una hoja gigante de periódico que queda colgada, con la foto que hizo la periodista. En el titular, gigante, se lee :

«INDUSTRIA CHINA CONTAMINA EL PISUERGA. LOS AFECTADOS PIDEN UNA INVESTIGACIÓN»

La noticia que se oye en la radio es: «Se ha desarticulado una red internacional de inmigrantes ilegales. Los vecinos de Ambasaguas pidieron una investigación sobre talleres clandestinos, cuyos restos contaminantes ocasionaron graves daños a ciudadanos de otros barrios de la ciudad. Se han encontrado centros de trabajo ilegal. La policía detuvo a miembros de una red de inmigrantes clandestinos e hizo declarar a los afectados y a las víctimas. Así como a testigos de cargo. El cerco policial impidió que la prensa pudiera investigar los hechos. Se ha sabido que un muro situado erróneamente en la zona fue el detonante de la denuncia. Preguntadas las embajadas de China, Perú y Marruecos dicen no saber nada del asunto. Tampoco se sabe, con exactitud, si la red tiene conexiones con la organización terrorista Al Queda. Lo que sí ha trascendido es que es un tema de mucha enjundia y se investiga una posible conexión con el terrorismo internacional. Al parecer una fábrica de sombreros se usó de tapadera para empaquetar comida a domicilio, sin que se sepa, a ciencia cierta, qué podría encubrir. Fuentes de la investigación ven posible una conexión entre el entramado chino y el islámico, algo que expertos de la política ven coincidente con las profecías de Nostradamus, lo cual pondría en peligro la estabilidad económica, la paz y la democracia de los países occidentales, así como que haría peligrar la salud de los ciudadanos. Se ha creado una comisión para pedir que se esclarezcan los hechos Una vez más ha subido el precio del petróleo y las cifras del paro tienden al alza. El banco central europeo ha subido los tipos de interés….».

FIN

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Con los pies en el Pisuerga by Ramiro Pinto is licensed under a Creative Commons Attribution 3.0 Unported License.
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