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PERSONAJES:

Adán

Eva

Voz (a través de un megáfono)

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I Acto

Escena primera

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ADÁN: Vaya la que se ha montado.

EVA: Ni que lo digas. ¿Te imaginaste alguna vez que pudiera pasar todo esto que sucede con nuestra descendencia? No paran las guerras. Tampoco los golpes que se dan unos contra otros. Ni las palizas que algunos maridos dan a su mujer. Ahí les tienes a todos corriendo sin parar, con la Tierra a punto de destruirse. ¡Y todo por comer un manzana!

ADÁN: No fue una manzana cualquiera. Fue una del último árbol. Recuerdo que bajaste a comerla al suelo y yo te seguí. Fue una manzana ¡tan jugosa! y tú ¡tan hermosa!

EVA: Gracias.

ADÁN: Nuestros congéneres de los árboles nos consideraron un par de locos. Pero no nos hicieron ni caso. Fuimos nosotros quienes empezamos a caminar fuera de los árboles. Y cada vez les quedan menos a ellos.

EVA: Y a nosotros menos lugares a los que ir. ¿Quién se lo podría imaginar?

ADÁN: Desde que nuestros hijos se pelearon y Caín mató a Abel, es de esperar cualquier cosa. Y eso que en aquella época no hubo periódicos. Mira a tu alrededor. Ahí tienes el resultado.

EVA: Fue nada más que un salto. La manzana cayó fuera del Paraíso. Vimos que hay muchos más rincones más allá, fuera de él.

Pico del Águila
Pico del Águila, de Collado Villalba – madrid

ADÁN: ¡Hay horizonte!

EVA: Todo nos pareció ¡tan bonito! Ser capaces de saltar y que pasaran cosas hizo que nuestros corazones latieran ansiosos de recorrer el mundo.

ADÁN: Y que midiéramos el tiempo con palabras.

EVA: Para volver.

ADÁN ¿Adónde?

EVA: Al lugar en el que cayó eso, eso que luego llamamos «la manzana». Al poner un nombre a eso supimos lo que es, pero dejamos de sentir su imagen, su volumen, su sabor, su ser. Al morder el fruto me vi diferente. Moví las manos y me percibí a mi misma como yo y no un ser más entre las ramas.

ADÁN: Te tapaste sin que hiciera frío. Lo recuerdo perfectamente. Tus mejillas se sonrojaron, como si en ellas se reflejara el color de la manzana. El frío vino después para dar sentido a llamar cuerpo a nuestro cuerpo y esconderlo como un juego.

EVA: ¿Y esa voz? Esa voz que nos recriminó que saliéramos de lo que fue nuestro mundo. Que llamó «prohibido» a bajar del árbol y comer la manzana. Esa voz que nos culpó de todo. Y nos maldijo.

ADÁN: Y nuestros hijos se enredaron en esas palabras, a las que nosotros no hicimos caso.

EVA: ¿Por qué llamaron «Dios» a esa voz que sonó en nuestro cerebro? Se convirtió en algo que hizo que se enfrentaran entre ellos y uno se llamó «bueno» y el otro «malo». Para matarse unos a otros sólo necesitan una excusa.

ADÁN: Que son palabras. Al bajar de la arboleda, ya perdida, dejamos de comunicarnos con la mirada, no hicimos caso del olfato, ni del tacto, a cambio de hablar. A lo que nuestra descendencia cogió con las manos se llamó «propiedad», en lugar de sentir con el tacto lo que se coge. En lugar de ocupar lo que toquemos con la mirada. La palabra «mío» se enfrenta a la palabra «tuyo». Y luego mandar dejó de ser un instinto del grupo, para convertirse en una estrategia. Y luego tener más. Y se hizo la economía, y los estados y las fronteras. Todo esto lleno de palabras: tratados, convenios, treguas, declaraciones. Y miles de banderas ondearon. Y las palabras se hicieron símbolos. Y veneno del alma.

EVA: Fuimos marionetas de esa voz.

EVA: Al comer la manzana un estallido hizo que aparecieran las palabras y el aire empezó a moverse y nos empujó a seguir caminando, sin volver atrás. Porque todo, todo lo que no fuera seguir avanzando desapareció. Desapareció la calma. Llegado un momento la evolución se ha puesto a rodar sobre sí misma.

ADÁN: No del todo. Al comer la manzana dejamos a nuestra descendencia, y para siempre, un trozo de ser en silencio. Esa es la semilla del Paraíso que ha quedado sembrada en nuestro interior.

EVA: Sin embargo ahí les tienes, ¡cegados y sordos! Sin parar de hacer cosas para nada. Creyéndose importantes y atraídos como imanes por esas monedas que les hacen danzar…

ADÁN: … porque están llenas de palabras. Pero cuando la palabra se haga silencio todo va a cambiar.

Escena segunda

VOZ: ¡Apártense de ahí! Por donde están ustedes dos pasa la autopista que estamos construyendo. Desalojen. Tenemos los permisos de obras y queda prohibido obstaculizar nuestro trabajo.

EVA: Otra vez la voz.

ADÁN: Otra vez.

EVA: Otra vez la prohibición.

ADÁN: Otra vez.

VOZ: ¿No oyen? ¡Fuera de ahí!

EVA: Otra vez la maldición, otra vez la locura.

ADÁN: Otra vez.

EVA: Pero no es la misma voz.

ADÁN: No, no lo es. Son de los nuestros. Se creen alguien, dioses de lo que destruyen, y son una voz.

VOZ: ¡Hagan el favor de salir! ¡Están interrumpiendo nuestra labor!

EVA: Y ¿porqué dirá eso?

ADÁN: Qué más da.

EVA: Tienen prisa.

ADÁN: Tienen palabras. Y con ellas han hecho esos coches que les encierran.

EVA: ¿Qué fabrican las palabras?

ADÁN: Todo.

EVA: ¿Todo?

ADÁN: Nuestra Historia sólo tiene sentido en el lenguaje. Recuerdos, tiempo, todo cuanto sucede transcurre en el lenguaje. Fuera de él la realidad es viento, es aire, agua que corre como lluvia que se hace barro de la tierra seca.

EVA: Como cuando estábamos en el Paraíso, antes de comer la manzana.

ADÁN: Como antes no, porque antes todo sucedió en silencio. Sin palabras la vida es viento con hojas que son caminos. Fuera del lenguaje no hay nada. Sólo lo que sucede, el presente y nada más. El lenguaje crea la historia, la memoria, los nombres, valores, ciencia, pensar.

VOZ: ¡O se apartan inmediatamente o tendremos que llamar a la policía!

ADÁN: Hay que pararse para escuchar.

EVA: Pero siguen y siguen.

VOZ: ¡Desalojen inmediatamente!

ADÁN: El lenguaje nos da el conocimiento. Éste la realidad de las cosas, la cual desemboca en la técnica, que nos lleva a la realidad del hombre, pero el siguiente paso puede ser la destrucción de todo.

EVA: El silencio.

ADÁN: Pero no es lo mismo el silencio de nada, que el silencio de la creación, al menos disfrutaríamos del mundo que hemos hecho. Y el Paraíso sería un manantial de brisa.

VOZ: Les queda un minuto o tendremos que echarles por la fuerza.

EVA: ¿Qué hacemos? ¿Qué podemos hacer?

ADÁN: Escuchar el sonido del aire, del agua, de las hojas de los árboles, como cuando estábamos sobre ellos.

EVA: Quedan pocos lugares. Las ciudades crecen.

ADÁN: En todas hay un momento, cuando amanece, que siembra algo nuevo. Siempre puede nacer una nueva historia.

VOZ: ¡Están acabando con nuestra paciencia! Les hemos dado una oportunidad. ¡Apártense y salgan de ese lugar!

EVA: ¿Hay entonces una esperanza? ¡Puede haber una oportunidad!

VOZ: Vamos a proceder al desalojo por la fuerza.

EVA: Apenas quedan espacios libres de ruidos.

VOZ: Va a empezar el desalojo.

ADÁN: No importa que sigan avanzando en su destrucción. No importa que sigan gritando. Después de las bombas en una ciudad, después de los motores sonando a todas horas, después de los gritos, después de todo  llega la hora del amanecer y el mirlo borda su canto en el silencio. Su canto no dice nada, por eso es tan valioso y sólo el arte lo puede traducir: la música, la escultura y la pintura, la literatura, quizás el cine, pero sólo el teatro lo puede contar.

EVA: ¿Contar el qué?

ADÁN: Que pase lo que pase, siempre habrá un mirlo en la ciudad al que poder escuchar. Su canto  nos hace asomar al silencio.

(Suena música de Jazz ,»Jeepers Creepers» de Louis Armstrong. Adán y Eva bailan. Pasados unos segundos se oye el sonido de la sirena de un megáfono, cada vez con más intensidad. Se baja el telón al mismo tiempo que se oye el derrumbe de un edificio)

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